21. Lágrimas en la biblioteca.

La noche de ese mismo día, me dispuse a salir de mi recámara con dirección a la biblioteca. Era tarde, lo sabía muy bien, además me encontraba con ropas para dormir, pero mi terquedad me hizo caminar hasta el lugar en busca de un libro nuevo que leer.

Gracias a "Cuando las Flores se Marchitan", me había hecho aficionada a la lectura, tanto así, que el librero que había en mi habitación, por ese tiempo ya lo había releído en su totalidad.
Así que entre a la enorme habitación con inmensos muros repletos de libros de todo tipo y me di a la tarea de buscar uno que llamara mi atención.

— Cada libro es un mundo — me dije a mi misma al repasar los nombres de dichos libros — Creo que tú serás el elegido — mencioné cuando extraje de las ordenadas filas uno de ellos.

Le di una mirada rápida al hojearlo y sin problema comencé mi caminata nuevamente hacia mi habitación, más cometí el grave error de voltear hacia una parte de la obscura habitación en donde había una pequeña luz. Con la curiosidad en mis venas, cambie la dirección de mi caminata llegando hasta una de las esquinas más alejadas de la puerta. Había una mesa con varios libros abiertos sobre esta, una pequeña lámpara culpable que había sido mi guía, pero lo que más me llamó la atención, fue la persona que estaba sentada en la silla con la mejilla pegada a un libro abierto.

Robin estaba ahí. Se había quedado dormido estudiando.

¿Debía irme y dejarlo ahí?

Nuevamente, siendo invadida por la curiosidad, me acerque hasta él y sin pensarlo, puse una de mis manos en su cabello para acariciarlo. Se veía tan tierno que me fue imposible no sonreír. Poco después, cuando mi mano terminó cerca de su frente, enseguida supe que el albino tenía fiebre. Sus mejillas estaban coloreadas y la luz amarilla solo hacia que el carmesí resaltara.

Definitivamente tenía que hacer algo, pero no arriesgado, aún así, mientras pensaba en ir corriendo con Chrom a avisarle, Robin despertó tapando su boca para cubrir un bostezo.

Retrocedí inmediatamente.

— ¿Que haces aquí? — sonaba adormilado, pero la indiferencia en su voz se notó alrededor de veinte metros.

— Yo... yo vine a buscar un libro — contesté levantado en libro que había tomado antes como excusa.

— Ya lo tienes, entonces ya vete — me dolió algo cuando me corrió de esa manera, más, ¿que demonios estaba esperando? Él seguía siendo Robin.

— Esta... bien — me di la media vuelta, pero algo me hizo darle la cara de nuevo. Él se había levantado y había intentado caminar, pero a mis ojos un mareo lo atrapó y su equilibrio se vio amenazado.

Sin pensar corrí e hice que pasará un brazo por mis hombros.

— ¿Te encuentras bien? — pregunté tontamente a algo que ya tenía respuesta. Como esperé, él no dijo nada.

Como yo era más baja, cuando intentó valerse por sí mismo le miré en el momento exacto en el que lo hizo. Me miraba con hostilidad mientras apretaba los dientes.
Quise correr, pero no podía dejarle ahí ya que un momento después volvió a dejar todo su peso sobre mi.

— Déjame en la silla — más que pedir, eso fue una orden.

— No — enseguida contesté ganándome otra de sus miradas — Es tarde, debe ir a su habitación a descansar.

— Estoy bien, solo déjame en la silla — intentó alejarse — Necesito seguir estudiando.

Por fin se quitó mi agarre de encima y de milagro terminó sentado en la silla.

Yo me moleste al instante. ¿Estaba loco? Era ese el motivo de porque se encontraba en ese estado tan deteriorado.

— Robin-sama, usted necesita descansar, puede seguir estudiando ya que lo haya hecho — me atreví a ordenarle con voz dura.

— Déjame en paz. No podrías entender porque es tan importante...

— Aunque no lo crea, lo entiendo, pero no es la manera — le interrumpí.

Más al terminar de decirle tan descaradamente, una de sus manos golpeó duro la mesa y se levantó de un salto.

— ¡No te metas en lo que no te importa! — me gritó, pero esta vez yo no retrocedí — ¡Esto es lo único que tengo y no voy a perderlo! ¡Es lo único que...

Nuevamente su equilibrio lo abandonó y está vez terminó cayendo de lleno sobre mí. Hice lo que pude por no caer junto a él y terminó abrazándome pasando sus manos por mi espalda fuerte escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello. Entonces por alguna razón, comenzó a llorar.   

— Yo... no tengo nada más... — repitió.

Sus sollozos me rompieron el corazón y también lo abracé con la misma intensidad.

— Claro que lo tienes — respondí con los ojos cerrados — Chrom, Lisa, Emmeryn-sama, tú padre y el Venerable. Ellos están ahí para tí.

Negó aún escondido.

Un poco después, terminamos cayendo al suelo cuando él ya no pudo mantenerse de pie. Ni en sueños iba a poder cargar con su peso yo sola.
Terminé sentada con las rodillas dobladas. El también cayó así, pero poco después se dejó caer recargando su cabeza en mi regazo, recostando su cuerpo en la alfombra de la biblioteca.

— Quédate conmigo, por favor — me pidió más calmado.

— Pero, Robin-sama, tiene fiebre, lo mejor es que vaya a su habitación a descansar...

— Por favor, solo será un momento y después podras volver con Chrom — interrumpió mis palabras y dijo.

Sin decirle algo más, me quedé a su lado mientras acariciaba su hermoso cabello blanco y la pequeña luz de la lámpara seguía con vida iluminando la mesa en su totalidad, pero solo un poco nuestros cuerpos.

Como era de esperarse, me quedé dormida al poco rato y cuando desperté, mi cuerpo estaba recostado en la alfombra siendo cubierto por el de Robin. Me abrazaba fuerte contra su pecho, tal como si no quisiera dejarme ir nunca.

Por la ventana más cercana, los rayos de sol avisaron que ya había amanecido y por lo tanto habiamos pasado la noche en la biblioteca.

Fue cuando recordé el estado del albino que me levanté enseguida sin importar su agarre. Este no despertó, pues como imaginé, se encontraba en estado grave por no haber cuidado de su temperatura cuando estaba a tiempo.

Sin reparo me levanté y corrí por todo el castillo hasta llegar a la habitación de mi prometido. No había nadie por los pasillos porque era muy temprano.
Cuando llegue a la puerta de la persona que estaba buscando, entre sin tocar.

— ¡Chrom! — comencé. Él estaba dormido y cuando me escucho se sentó en la cama de golpe — ¡Es Robin, está en la biblioteca inconsciente!

— ¿¡Robin!? — su mirada se torno preocupada y enseguida se levantó de la cama.

No me dió tiempo de decir más cuando ya había salido de su habitación a toda prisa a encontrar a su mejor amigo.

Yo me senté en su cama y cubrí mi rostro con mis manos. No iría. No después de lo que había sucedido, que, aunque no fue nada está vez, yo lo sentía como si hubiera comenzado nuevamente en ese tablero de juego.

Yo... yo no tengo nada más...

Sus palabras no dejaban de repetirse una y otra vez en mi mente.

Más tarde, cuando Chrom volvió, me dijo que Robin ya estaba en su habitación y había sido atendido, pero que aún no había despertado. Me sentí culpable, de no haber acatado sus órdenes, no estaría en estado grave.

Por la noche, sin que nadie lo supiera, fui visitarlo aún estando inconsciente y le hablé bajo.

— Tienes a Chrom... y me tienes a mí.

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