2. Príncipe azul.
Una hermosa orquesta sinfónica desafinada.
Conforme sus pasos se acercaban pisando el césped resonaba más en mis odios aquel sonido distorsionado, pero no le pertenecía a él, sino más bien este era completamente mío.
— Buenos días — sus mejillas se sonrojaron y tras darme una sonrisa cerró los ojos a causa del gesto.
— Ggg... — eso fue lo que salió de mi boca exactamente. Mis mejillas se sonrojaron, aún que también lo hizo toda mi cara, entonces el abrió los ojos y me vio con preocupación — ¡Buenos días, Príncipe Chrom!
A pesar de no haber trabado como siempre me ocurría al estar nerviosa, fue una suerte que no lo hiciera, pero aquel saludo había parecido bastante desesperado e innecesariamente subido de tono por la cercanía que había entre los dos.
Fue la primera vez que lo escuché reír. Fue perfecto, su voz encajaba totalmente con aquel hermoso rostro que poseía.
— No, no, solo llámame Chrom, ¿está bien? — me pidió rápidamente.
— Imposible — me negué un poco más relajada.
Él solo pensar en rebajarlo a mi estatus social llamadolo por su nombre... era algo impensable.
— No te preocupes — me pidió — En realidad no me agrada mucho la idea de ser llamado Príncipe todo el tiempo — confesó apenado mientras volteaba un poco la mirada hacia otro lado, pero segundos después volvió a ponerla sobre mi. Aquella azulada mirada.
— ¿Se le ofrecía algo? — seguía sonando desesperada, pero por lo menos ahora no estaba gritando e hice que dejara aún lado el tema de llamarlo solo Chrom.
Él se tardó un momento en responder, y mientras, ví como volvía a sonrojarse al apartarme la mirada. Él Príncipe era tan tierno.
— Yo... — comenzó — Solo quise saludar, el otro día no pude por algunos pendientes que tenía. Además, también quiero pedirte una gran disculpa, en realidad no tenía entendido que había una jardinera nueva...
Mis ojos se volvieron pequeños círculos blancos al compás de su risa. Y pensar que tenía un buen tiempo trabajando indirectamente para él.
— Así que muchas gracias por hacer tu trabajo tan bien, los jardines están impecables.
En ese momento me hizo sonreír como una desquiciada, pues jamás pensé que él se tomaría la molestia de ir solo a saludar y a darme las gracias por hacer mi trabajo. Fue una gran sorpresa.
Después de un pequeño gracias de parte mío, se despidió con su caracterizada sonrisa y se fue diciendo que tenía muchos pendientes aún, pero que volvería pronto, lo cual no creí, porque bueno, él era un Príncipe, había sido una suerte recibir esas palabras de su boca y poder tener la oportunidad de verlo tan cerca, pero nuevamente estaba muy equivocada.
Chrom volvió al siguiente día, al siguiente, al siguiente... y al siguiente.
Cuando menos me di cuenta, ya me estaba ayudando día tras días en el jardín "secreto". Me negué como no tienen idea, hasta el cansancio, era la primera vez que rechazaba algo que viniera desde personas que estaban por sobre mi en esa sociedad y literalmente eran las que mal alto estaban, pero fue en vano porque él fue terco de igual manera hasta el cansancio y terminé dandole un trabajo nada complicado. Regar macetas.
Con el tiempo... me di cuenta que Chrom era bueno cuidando de las flores que tanto me encantaban, ¿acaso había algo que no supiera hacer bien? Todo se le daba de maravilla con esa sonrisa en la cara todo el rato.
Con el tiempo... nuestra relación creció hasta convertirse en un grotesco monstruo lleno de sentimientos innecesesarios el uno por otro.
Me enamore de Chrom nada más había parpadeado.
— ¡Ah! — lo escuché sorprendido. Me di la vuelta en mi lugar ya que me encontraba dandole la espalda — ¡Me ensucie todo! — y tras ello una sonora carcajada resonó en el jardín.
Me fue imposible no sonreír al verlo todo manchado de lodo, sus manos, su rostro.
Cualquiera pensaría que un Príncipe odiaría con el alma que esas cosas le sucedieran, pero como Chrom había resultado ser un raro de primera, lo único que podías escuchar era su risa para nada fingida por haberse metido en un aprieto como ese.
— Por eso le dije que solo regara las macetas — le regañé inconsciente mientras me acercaba con un trapo en las manos.
— Perdón, perdón — se disculpó sin poder dejar de reír. Al parecer, la situación le agradaba en demasía.
Me acerque y tome sus manos para envolverlas en el trapo para de esta manera limpiar la suciedad del lodo, después, mis manos se dirigieron con la parte limpia del trapo para comenzar a limpiar su mejilla.
— Gracias.
Fue en ese momento que me di cuenta de lo que estaba haciendo e inevitablemente alcé la mirada.
Habria que decir nuevamente que Chrom por esos años tenía diecisiete, casi dieciocho y yo quince. Con dos años mayor que yo, me rebasaba como era de esperarse en estatura. Ni siquiera le llegaba por encima del hombro además de que mi cuerpo podría ser totalmente cubierto por el de él, que se le veía pronto iba a florecer como todo el jardín.
Volviendo a esos momentos, cuando alcé la mirada le pude ver serio, algo que realmente me extrañó si hacia unos momentos estaba riendo a carcajadas, pero ahora me miraba sin expresión alguna.
Pensé enseguida que me había pasado con la proximidad que había dejado además de mis manos tocándole las manos y mejilla sin su consentimiento, así que de inmediato quise apartarme.
Lo que sucedió poco después marco mi vida por completo, ahí fue donde todo comenzó oficialmente a complicarse.
Él me beso. Sin previo aviso cuando notó que iba a separarme, tomo mi rostro entre sus grandes manos y se inclinó hasta que sus labios chocaron con los míos.
No supe que hacer. Mis ojos se quedaron abiertos de la sorpresa y mis manos a mis costados un poco después de que cayeran por si solas.
Fue un beso tierno. Tan solo, nuestros labios se tocaron en medio de aquel jardín.
— Me gustas.
Me confesó poco después y a pesar de que sentía lo mismo por él, no se lo dije y salí corriendo hacia otro jardín lo más rápido que pude.
Me sentí como una tonta, aún lo recuerdo como si fuera ayer. Si me lo hubiesen preguntado en ese momento al contarme lo que sucedería a futuro, después de besarme, le habría dado una buena bofetada en su lindo rostro de Príncipe azul y le hubiera dicho que jamás lo volviera a hacer... pero, para mí desgracia, eso no sucedió y para el siguiente día, allí estaba en el jardín, esperando a que viniera ayudarme como solía hacer siempre.
Lo acepte sin darme cuenta.
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