Una cita bajo las estrellas

Hace algún tiempo atrás en nuestra primera cita.

El dulce aroma del café no logra distraer mis pensamientos sobre la cita que tendré en solo unas horas. ¡Tendré una cita con Harry! Ni siquiera recuerdo si yo he tenido una cita antes o que es lo que se hace en una cita. Tal vez debería buscar en Google sobre qué hacer en una cita.

No, Nicole, céntrate.

Esta no es una tarea o algo que puedas racionalizar para mantener todo bajo control, esto es sobre emociones y lamentablemente para mí, aquel tema no es mi fuerte. Tal vez si podría hablar de hormonas y neurotransmisores, sería más fácil.

Pero esto es sobre emociones. Bien. ¿Qué emociones estoy sintiendo? ¿Qué siento?

—Miedo.

No es una buena emoción, pero al menos ahora sé que la tengo. Pero, ¿a qué tengo miedo?

—Tengo miedo sobre que va a pasar ahora, hacia donde va esto, tengo miedo sobre la manera extraña que me siento cuando estoy cerca o pienso en él. Y pienso mucho en Harry.

¿Eso es bueno o malo? Mierda. Se supone que es algo que debería saber.

Pensaré en eso más tarde. Ahora seguiré con mis emociones. ¿Qué más estoy sintiendo?

—Terror.

¿Qué me aterra?

—La idea de enamorarme de él porque sé qué pasa cuando alguien que amas se va y no quiero pasar por eso, pero siento que ya es tarde para detener este tren sin control. Voy a chocar, lo sé y, sin embargo, sigo sin poder detenerlo.

Cierro los ojos después de mi análisis a la situación, ignorando a mis primas que están sentadas conmigo en la mesa y quienes me conocen lo suficiente como para saber que suelo hacer eso cuando me enfrento a algo desconocido: me desconecto de todo y todos, y analizo el panorama.

Es inevitable para mí no medir los riesgos de todo lo que podría salir mal y no solo hablo de la cita, hablo de todo en general y el pronóstico no es muy bueno. Tenemos casi tres por ciento de probabilidades que todo salga bien, que logremos ser felices juntos.

Estoy caminando en arenas movedizas, esperando que aquel 3% sea suficiente para lograr salvarme, para impedir que me hunda. Estoy poniendo mi felicidad, estabilidad emocional y a mi corazón en riesgo por un 3% y no entiendo la razón de porque lo hago.

—Está bien si tienes miedo, es parte de todo esto. Amar y abrirse al dolor es parte de la ecuación —me empieza a explicar Willa—. Pero, Nicole, no puedes dejar que el miedo guíe tu vida, que el miedo te detenga a vivir nuevas experiencias.

El problema es que el miedo me ha acompañado por tanto tiempo que no sé cómo dejarlo ir.

—Y tal vez no funcione con Harry —sigue Alisson con ese aire soñador y dulce que ella tiene—. Tal vez lo suyo no lleve a nada, pero lo intentaste, ahí radica la diferencia de todo, en intentar. El amor no es una ecuación que puedas resolver y aunque podemos plantearlo de manera química, eres inteligente como para saber que el amor es más que eso.

El amor es más que eso y ese es el problema aquí, si tan solo fuera como yo lo veo: hormonas, neurotransmisores, química. Todo sería sencillo porque no tendría miedo de ir aquella cita, no tendría miedo de salir de mi zona segura.

—Hay personas por las que vale la pena dar aquel salto de fe y créeme, Harry es una de esas personas —me dice Sadie—. Y no lo digo solo porque sea mi hermano.

Ella y Ander se repiten esa frase. En ambos queda muy bien porque al verlos es inevitable notar que han perdido la cabeza por el otro al dar ese salto de fe.

Cuando llego a mi apartamento aquella conversación con mis primas sigue dando vueltas en mi cabeza mientras me decido sobre que puedo ponerme.

Nada parece quedarme bien, nada parece ser correcto.

—Tengo una emergencia —digo al teléfono.

—¿Una emergencia? ¿Puedes decirme de qué se trata? Estoy camino a tomar un vuelo, tengo una reunión de negocios muy importante.

Vuelvo a mirar mi armario antes de responder a Gabriel.

—Gabriel, es una emergencia, necesito tu ayuda. ¡Ahora!

Lo escucho dar algunas indicaciones a su chofer antes de decirme que estará en mi apartamento lo antes posible.

*******

—Realmente necesito que me ayudes, Gabriel, eres mi amigo, así que ayúdame.

Gabriel aleja su silla de la ventana de mi apartamento y se acerca a mí. Me mira pensativo mientras estudia mi atuendo. Me giro y él sonríe ante ese gesto.

—Puedo cambiarme, aún tengo tiempo. ¿Me queda bien? Él dijo que me vista cómoda, pero es una cita así que debo ir entre elegante y cómoda. ¿Verdad? Mierda, soy un asco en esto. Ni siquiera recuerdo si he tenido una cita antes y eso es muy triste. ¿Qué pasa si hay un silencio incomodo? ¿Qué se dice en los silencios incomodos?

Tal vez y si debí escuchar los consejos de Willa, ella me había dicho que utilizara algo sexy y que no sea negro, ya que siempre utilizo ese color, pero yo amo el negro. De todas formas, no puedo evitar estar nerviosa, después de meses de estar bailando uno alrededor del otro, en citas casuales para tomar café o en llamadas que duraban hasta el amanecer, por fin gracias a su hermana Sadie, Harry decidió dar el siguiente paso e invitarme a una cita.

—No debes preocuparte, Nicole, te ves hermosa, como siempre y no hay forma que tú no te puedas ver bien, así que deja de preocuparte. Además, por lo que leí en la investigación del señor Hessel, es un buen hombre.

—Espera un momento. ¿Lo mandaste a investigar?

Gabriel no parece inmutarse por mi tono, se mueve hacia un lado en su silla y me mira atentamente antes de responder con tranquilidad.

—Por supuesto, eres mi mejor amiga.

—Soy tu única amiga.

—Eso va en ambas direcciones, Dra. Sullivan, le recuerdo que yo también soy su único amigo y que usted tiene suerte al tener como amigo. Por qué dudo que cualquier otra persona cancele un importante viaje de negocios para decirle a su amiga que atuendo le queda mejor para su cita.

Cuando conocí a Harry fue una refrescante brisa de verano, algo nuevo y diferente. Tan lleno de optimismo y buena vibra, con aquella radiante sonrisa que resulta difícil no devolver. Y aunque Gabriel no dijo nada, él creía que mi acercamiento hacia Harry crearía una brecha entre nosotros, que empezaría a salir con él y Harry eclipsaría todo mi tiempo hasta dejar atrás a Gabriel. Pero eso no es algo que vaya a suceder, a pesar de todo, Gabriel es mi amigo y él siempre me ha apoyado, ha creído en mí y me ha motivado a seguir adelante.

—Es un buen tipo, Nicole, del tipo de hombre que alguien como tú merece y por lo que averigüe de él, tú le gustas mucho y estoy seguro de que el señor Hessel no hará nada para hacerte sentir incómoda. Solo sé tú mismo, no hay forma que no puedas cautivarlo siendo tal y como eres.

—Realmente quiero que funcione, Gabriel, porque Harry me gusta mucho y me hace reír. Es algo tonto a veces y no entiendo algunos de sus chistes, pero en serio me gusta y a veces pienso que se va a aburrir de mí o que se va a cansar de escucharme hablar de ciencia o...

—Detente ahí, tan solo detente. Mírame Nicole, eres una asombrosa mujer que todos los días demuestra cuán increíble es, eres fuerte, determinada y no aceptas la mierda de nadie. No te detienes hasta alcanzar lo que quieres y siempre me estás sorprendiendo. Eres asombrosa en lo que haces y si el señor Hessel se va, es él quien pierde, no tú. Pero para tranquilizar tus nervios, no se va a ir, le gustas mucho para irse, confía en mí.

Frente a cualquier otra persona me mostraría fuerte y algo indiferente ante esta situación, es solo una cita, diría y trataría de minimizar la situación a base de comentarios sarcásticos, pero no necesito hacer eso con Gabriel porque él me conoce bien, puedo bajar mis barreras a su alrededor, así como él baja las suyas cuando está conmigo. Junto a él puedo ser yo misma.

—Tienes razón, soy increíble y si él no puede ver eso, bueno, él es quien pierde, no yo. Además, como siempre me dices, no necesito estar junto a un hombre que crea que debo disculparme por ser una mujer fuerte o que se sienta intimidado por mi poder.

Gabriel me sonríe con orgullo, aunque después de un momento, su expresión cambia.

—Solo hay algo que me molestó de la investigación del señor Hessel.

—¿Qué es?

—Algo que me ha mantenido pensativo.

—Ya, Gabriel, dime que es.

Me mira y mueve la cabeza sin decir nada por un largo momento, solo para generar tensión y drama a la situación.

—No tiene una casa de Hogwarts.

Golpeo su brazo con mi mano.

—Idiota, me asustaste.

—Es un tema serio, Nicole. Tú eres Ravenclaw, yo soy Slytherin, y necesitamos saber a qué casa pertenece el señor Hessel. Trata de averiguar eso esta noche. Es algo importante.

Es algo que solemos hacer, a los dos nos gusta Harry Potter y de forma constante estamos mirando a qué casa pertenecen los demás. Julia es de Gryffindor, igual que su esposo Damián. Willa es Slytherin; Sadie y Alisson son Huffelpuff. Pero él tiene razón, aún seguimos sin saber a qué casa pertenece Harry.

—Tal vez no le gusta Harry Potter y no hagas más bromas sobre su nombre, ya he tenido suficiente por unos días. Te repito que el que se llame Harry no quiere decir que le guste Harry Potter.

—Pues debería.

El timbre suena en ese momento y miro el reloj sobre el televisor. Creí que tenía algo más de tiempo, pero por lo visto el señor Harry Hessel es muy puntual.

—Escóndete en mi habitación —le digo a Gabriel, para mi sorpresa él no cuestiona nada y empieza a avanzar. Lo alcanzo antes de que entre—. Gracias por cancelar tu viaje para venir a ver que me ponía para mi cita. Eres el mejor.

Le doy un beso en la mejilla y él no dice nada, solo lleva su silla hasta mi habitación y cierra despacio la puerta.

Tomo aire y me doy un último vistazo en el espejo que está en el pasillo antes de abrir la puerta. Sonrío al ver que la cara de Harry está cubierta por un ramo de girasoles.

—Me dijiste que eran tus favoritas —me dice él mientras me entrega el ramo.

Sonrió ante el amable gesto y tomo el ramo, le digo que me espere un momento mientras pongo el ramo en agua y tomo mi bolso.

La tensión en mi cuerpo va en aumento.

No soy una persona muy sociable, ni siquiera en secundaria, Ander era quien podía hacer amigos con facilidad y quien podía socializar con todos, yo no. Era reservada y con mi cabeza metida en los libros,

Con un ojo en el telescopio y otro en el microscopio.

Era y sigo siendo una nerd de laboratorio que ha preferido quedarse en casa a leer que salir en citas, creo que en parte porque jamás alguien me ha resultado interesante y porque sé, que no importa lo que pase, las personas siempre se van y entre menos personas conozca menos me va a doler cuando se vayan. Entonces tenemos al señor Harry Hessel y él se rehusó a permitir que yo lo deje al margen, a dejar que yo lo deje fuera de mi vida. Él luchó por quedarse y eso fue un cambio interesante en mi vida, alguien que lucha por quedarse en lugar de querer irse.

—Mi lugar favorito es la biblioteca de Seattle —le digo en respuesta a la pregunta que me acaba de hacer.

Él luce algo sorprendido por mi respuesta.

—No entiendo tu sorpresa, por si no diste cuenta aún, soy una nerd. Una sexy nerd que asistía al club de ciencia y debate, estaba en el club de ajedrez y cuya cita para el baile de graduación fue el capitán del equipo de ajedrez, debo agregar que fue una terrible cita, él pasó hablando de la guerra de las galaxias toda la noche.

Recuerdo que Ander fue coronado rey del baile y, en lugar de invitar a bailar a la chica más popular como se esperaba, me sacó a bailar a mí. Mi dulce mellizo, siempre cuidándome.

—Asumo que tú eras uno de esos chicos, ya sabes, los que tenían a todo el instituto a sus pies y con una sonrisa conseguían lo que quería. ¿Me equivoco?

Harry me mira con una sonrisa y una ceja enarcada, pero puedo ver que esa sonrisa esconde algo, cierta desilusión y algo de pesar.

—Crees que no hubiera salido contigo si te hubiera conocido en la secundaria. ¿Verdad? ¿Crees que soy así de superficial? Pero te equivocas, Nicole. No me gustas por lo hermosa que eres físicamente, aunque voy a reconocer que tu belleza me quita el aliento cada vez que te veo o pienso en ti. Me gustas por ese gran cerebro tuyo, por la forma apasionada que hablas sobre la ciencia y la paciencia que tienes al explicarme algo que no entiendo. Me gusta por cómo eres, tan simple como eso.

—¿Te gusto?

—Sí, creí que era bastante obvio.

Pero él no me conoce aún. ¿Cómo podría gustarle si solo conoce una pequeña parte de mí? ¿Qué pasa si le nuestro todas mis partes y no le gustan? Y antes que mi cerebro me siga bombardeando con preguntas, mi teléfono suena, es un mensaje de Gabriel.

G: No pienses demasiado, deja de preocuparte por todo lo que podría o no suceder y simplemente sé feliz ahora que puedes, toma aquella felicidad entre tus manos y no la sueltes. Te mereces ser feliz y, por favor, averigua a qué casa pertenece.

Guardo mi teléfono con una sonrisa y miro a Harry.

—A mí también me gustas Harry al cuadrado.

—¿Eso quiere decir que estás dispuesta a intentar averiguar a dónde nos lleva esto?

Por primera vez en mucho tiempo no pienso en posibilidades y los porcentajes del fracaso o cuantas posibilidades hay que esto funcione.

—Sí, y solo te voy a pedir una cosa a cambio.

—Tú puedes pedirme cualquier cosa, Nicole Sullivan.

—No me lastimes, Harry al cuadrado.

Tengo que asegurarme que de alguna manera no estoy confiando a ciegas, que no voy a salir lastimada. A pesar de que entiendo que está bien a veces el arriesgar todo y permitir entrar a mi vida a alguien nuevo, porque tal vez uno de esos alguien podría convertirse en una persona muy especial, a pesar de que yo entiendo y creo eso, no quiero volver a tener mi corazón destrozado.

—Aquí en nuestra primera cita y bajo un extraño cielo estrellado de Seattle, te prometo que no voy a romper tu corazón, Nicole.

Pero las promesas se las lleva el viento, dejando atrás corazones rotos que esperan ser sanados con el tiempo.

"Al considerar una colisión, no nos interesa tanto lo que ocurre durante la colisión, como la relación entre el estado de las partículas antes y después de la colisión."


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