Te tuve y te perdí

Los párrafos en cursiva son recuerdos del pasado.

Me llevó a un invernadero en nuestra primera cita, estábamos rodeados de girasoles porque le había dicho que eran mis favoritos y él lo recordó.

Recordó eso a pesar de que fue un comentario que hice al azar, casi sin importancia, pero él estaba prestando atención y lo recordó.

Fue una hermosa primera cita. Fuimos a cenar a un restaurante tailandés en nuestra segunda cita y por helado en nuestra tercera. Fuimos al cine y al museo, al acuario y a un pícnic. Ahora estamos sentados en el parque, esperando la puesta de sol y tratando de conocernos un poco más.

—Cuando tenía ocho mi padre insistió en meternos a mi hermano y a mí en clases de música, pero yo no aprendí a tocar ningún instrumento, al menos no lo hago muy bien, creo que sé una música de cuna en piano y eso es todo. También recuerdo que tuvimos una niñera que nos daba lecciones de piano en la casa y yo lo odiaba. No podía concentrarme en la música, aprendí a leer pentagrama y podía memorizar los acordes, pero no podía poner en práctica tales conocimientos.

Aquella niñera solía murmurar entre dientes que yo no tenía talento, cuando perdía la paciencia conmigo me lo gritaba en la cara, una vez le dije eso a mi padre y él sin mirarme me dijo que, si me parezco a mi madre, la niñera debía tener razón.

No le volví a decir nada a mi padre y lo dejé con su botella de coñac.

—Al principio escogí la guitarra, igual que Ander, pero mis dedos se empezaron a lastimar y no podía manejar mi equipo de química, así que lo dejé y pasé al piano, pero no me gustaba, nunca me gustó. No podía dejar de pensar en todo lo demás y solo pensar en las partituras frente a mí como me pedía mi profesora. A mí me gusta escuchar música mientras trabajo, pero ¿tocarla? No.

En el laboratorio a veces pongo música de fondo en mi oficina para trabajar, me gusta escuchar música, el problema es que no me gusta o me llama la atención tocar un instrumento, aunque respeto mucho a quiénes lo hacen, no es nada fácil.

—Bien, así que no tocas ningún instrumento, pero seguro eres buena en otra cosa. ¿Tal vez en dibujo?

Se equivoca, no lo soy, nunca he sido buena en otra cosa que no sea ciencia. Julia tiene su escritura, Willa la fotografía, Alisson era bailarina de ballet, Ander tiene los deportes, todos tienen algo en lo que son buenos, excepto yo.

—No, no sé dibujar, ni quiera puedo dibujar una nube, el dibujo o cualquier trabajo creativo de ese tipo se me da terrible. Y si te lo preguntas no, tampoco sé cantar, no tengo ningún talento especial, Harry, solo soy buena en ciencias, nada más.

Una parte de mí se siente insegura y algo avergonzada de decirle eso, de confesar que no tengo ningún talento, porque siempre está esa pequeña parte de mí que trato de no mostrar a los demás, la parte llena de inseguridades y traumas de la infancia, nadie quiere ver o saber sobre eso, así que lo mantengo muy oculto y solo muestro la fachada compuesta y en orden.

—Debo confesar que es bueno saberlo. ¿Sabes lo intimidado que me siento a tu lado? Imagínate si fueras buena en otra cosa, además de todo sobre ciencia y física. Mujer, es obvio para cualquiera que estás fuera de mi liga, pero aquí estás, sentada a mi lado y eso aún me sorprende.

—¿Crees que estoy fuera de tu liga, Harry al cuadrado?

Él se ríe y hace aquel gesto de pasar una mano por su nuca antes de mirarme.

—Nicole, yo soy solo un elemento metálico queriendo formar un enlace contigo y dispuesto a cederte mis electrones. Tú eres un gas noble estable e inalcanzable, sin la necesidad de recibir electrones o de formar enlaces con nadie.

No puedo evitar aquella felicidad que se abre paso en mi pecho al escucharlo.

A él no le gusta la ciencia, eso me dijo su hermana, Sadie, sin embargo, aprende todas esas cosas solo por mí, para hacerme feliz. No sé cómo responder a eso porque nunca he sido buena al expresar como me siento o que decir ante las muestras de afecto.

Unas gotas caen en mi cara y levanto mi rostro hacia el cielo.

—Parece que va a llover —me dice Harry.

—No es lluvia, es más una llovizna —le digo—. La llovizna es una precipitación ligera que consiste en gotas de agua líquida más pequeñas que las de la lluvia, generalmente de menos de 0.5 mm de diámetro. La llovizna se produce normalmente por baja estratiforme... Lo estoy haciendo de nuevo. ¿Verdad? Hago eso a veces cuando estoy nerviosa, divago sobre ciencia. Lo siento.

—No, sigue por favor, es tan fascinante escucharte. Eres realmente sorprendente.

Tomo su mano entre la mía.

—Harry, me alegra qué, en la inmensidad de este universo y tiempo, hayamos podido coincidir en este momento.

Dejo los recuerdos a un lado y me concentro en la ceremonia. Apartando mi mirada de Harry y Claudia, para escuchar los votos de Sadie a mi hermano.

—Cuando te vi por primera vez, me pregunté: ¿Será este mi ser amado? Entonces en nuestra primera cita no llegaste y me lastimaste, viniste a casa de mi hermano y me disté un hermoso discurso que en ese momento no entendí y prometiste que nunca más llegarías tarde y lo cumpliste, todos los días hasta ahora. No solo eres mi ser amado, Ander Sullivan eres mi mejor amigo y mi compañero en el crimen, eres el queso en mi pizza y el limón de mi tequila y hoy también te conviertes en mi esposo, hasta que la muerte nos separe.

Sadie pone el anillo en el dedo de Ander con emoción. Es claro para cualquiera que pase un momento junto a ellos, ver el amor que se tienen. Siempre me sorprendió que ambos siendo tan opuestos congenian muy bien.

—No creo en el destino o en las casualidades, como científico creo en la teoría de las probabilidades. Pero tú me haces cuestionar todas mis creencias, pones mi mundo de cabeza y me haces creer que si escribo un deseo en un pedazo de papel para después quemarlo y dejar que el viento se lleve aquellos restos, mi deseo se hará realidad. Me haces creer que se puede pedir un deseo a la estrella más brillante del cielo y aquel deseo se cumplirá. Me haces creer en cosas imposibles y también me ayudas a soñar, mi vida cambió a mejor cuando te conocí, Sadie Hessel y no hay palabras que alcancen a expresar lo feliz que estoy de convertirme en tu esposo.

Cuando la ceremonia termina pasamos al salón donde se lleva a cabo la recepción. Tomo una copa de champán y estoy hablando con Cassian cuando Sadie y Ander se acercan a nosotros. Envuelvo a Sadie en un fuerte abrazo y después felicito a mi hermano.

—Sadie, Ander, este es Cassian.

Sadie enarca una ceja antes de sonreír y extender su mano hacia Cassian.

—Soy Sadie, veintiocho años, me gusta el color amarillo y las rosas del mismo color. Signo capricornio y dueña de un adorable gato llamado Juno. Soy decoradora de interiores y amante de ir de compras en mi tiempo libre. Es un gusto conocerte.

Ander mira con cariño a Sadie mientras ella habla. Recuerdo un discurso similar cuando la conocí.

—Igualmente es un gusto.

Ellos se despiden de nosotros para ir a hablar con al resto de invitados y yo me disculpo un momento con Cassian para ir al baño.

—Fue una bonita ceremonia —me dice alguien a mi lado.

Aparto mi mirada del espejo y miro a la mujer rubia a mi lado, la reconozco, es amiga de Sadie. Hope Evans.

—Lo fue.

Ella me sonríe.

—¿Puedo saber que te llevó a fingir que tú y aquel guapo alemán son novios? — me pregunta sin rodeos y me sorprendo por su pregunta—. Créeme, soy experta en compromisos falsos y como consejo, no resultan nada bien y más aún si lo haces para evitar u olvidar a tu ex. Solo terminarás enamorándote de tu falso novio y toda tu vida se complicará aún más.

—No estoy fingiendo que Cassian es mi novio o algo asi.

—No. Solo estás dejando que todos lo asuman.

Tiene un punto.

—Y Cassian es gay.

Hope se ríe y sus rizos rubios se mueven.

—Bueno, Santiago no era gay, nada gay —me dice ella antes de guiñarme un ojo—. Las mentiras no son buenas, incluso las que se dan por omisión, si aún te afecta tu separación, eso está bien, cada quien sana y supera las relaciones a su propio tiempo, el dolor no es eterno, aunque en este momento parezca así, confía en mí, yo también estuve en el lugar donde tú estás y mírame ahora, estoy inmensamente feliz.

Ella me da unas palmadas en el hombro antes de salir y dejarme sola con mis pensamientos.

Cuando salgo del baño camino hasta el pequeño jardín y me quedo mirando el cielo un momento. Sé que él está detrás de mí a pesar de que aún no me dice nada. Lo sé por qué reconozco su aroma y también la forma en que su cercanía me hace sentir. Así que me preparo mentalmente, respiro hondo y planto una fingida sonrisa en mi cara antes de finalmente girarme y enfrentarme a él.

Está casi igual a como lo recordaba, aunque en mis recuerdos siempre había una dulce sonrisa y una brillante mirada, una sonrisa especial que parecía reservada solo para mí y que solo aparecía cuando me miraba. Pero ahora esa sonrisa no está y ha sido reemplazada por una sonrisa amable igual a la que les da a los demás, ahora ya no soy alguien especial para él, ahora le da aquella sonrisa a ella y yo no puedo culparlo.

—Harry Hessel, es bueno verte.

Soy la primera en hablar porque él no parece saber qué decir o cómo iniciar la conversación. Hay un cierto aire de incomodidad a nuestro alrededor que trato de ignorar.

—Igualmente, Nicole. Siempre es bueno verte.

La última vez que supe de él fue por aquella carta que me envió contándome sobre su cita con Claudia, yo jamás respondí y él no me volvió a escribir. Así que en realidad no creo que le dé tanto gusto verme, no hay abrazos o besos en la mejilla, solo una cordial sonrisa.

—Ha pasado un tiempo, Nicole.

—¿No hay alguna broma sobre ciencia?

Nunca supe de donde sacaba todos esos chistes. Le solía decir que eran bromas tontas que no causaban gracia alguna, pero él sabía que en el fondo me gustaban. Creo que él también sabe ahora que espero que sí haya una broma y que estaré muy decepcionada si no la hay.

Las bromas son como empezó nuestra amistad, si no dice nada quiere decir que ahora ni siquiera podría considerar que seamos amigos.

—No, hoy no hay bromas.

Mi sonrisa no titubea, mis ojos no muestran la decepción sobre el tema, mantengo la fachada y la imagen que todo está bien y que estoy feliz con las decisiones que he tomado, que estoy feliz con la vida que elegí vivir. ¿Qué más puedo hacer que fingir? Veo que Harry sí luce feliz e incluso relajado, a pesar de la cierta incomodidad que hay entre los dos.

—Recuerdo la primera broma que te dije —me dice él—. La recuerdo con exactitud.

—Yo también.

Recuerdo su discurso sobre las estrellas que se alinean y la buena suerte. Me pregunto si aún cree en eso y si las estrellas se alinearon cuando conoció a Claudia. Aunque eso es absurdo porque las estrellas no se alinean, siempre tratan de orbitar lejos de la otra para evitar un cataclismo.

—También recuerdo la primera carta que te mandé, Nicole.

—Yo también la recuerdo.

Él luce sorprendido por lo que acabo de decir y una parte de mí se siente dolida por su reacción.

—¿Por qué te sorprende que las recuerde?

—Creí que no la habías leído y que solo contestabas algo al azar. No creí que fueran tan importantes para ti como para que las recuerdes.

Eso duele.

Sé que me muestro fría y distante, pero él debería saber que suele ser solo una fachada, debería saber que hay cosas que aprecio y una de esas cosas es el tiempo que alguien se toma en los detalles.

Estuvimos juntos un tiempo, ¿cómo puedo no saberlo?

Me duele que él sienta que no hizo lo suficiente en nuestra relación.

—¿Acaso dudas sobre lo que sentía por ti? ¿Dudas sobre mis sentimientos hacia la relación que tuvimos?

No hagas una pregunta si no estás preparada para escuchar y lidiar con la respuesta.

— A veces lo hago.

Sé que él tiene todo el derecho de sentirse así, yo en su lugar creo que estaría incluso peor, creo que si estuviera en su lugar ni siquiera le hubiera respondido, pero a pesar de eso, me duelen sus dudas y la severidad en su mirada, a pesar de que sé que todo esto es solo el efecto hacia la reacción que provocó la decisión que yo tomé.

Esto es solo el resultado de algo que yo provoqué.

Tengo que clavar mis uñas con fuerza en la palma de mi mano para reprimir el impulso de llorar, trago saliva y mantengo la sonrisa en mi cara a pesar de que me duele escuchar que alguien como Harry Hessel de alguna manera perdió su fe en mí.

—No soy tan fría y cínica como todos dicen, Harry. Recuerdo la carta.

Y no es lo único que recuerdo.

Quiero preguntarle si él recuerda las veces que corrimos bajo la lluvia, si recuerda las noches de películas o los domingos de ocio donde comíamos pizza en la cama. Quiero preguntarle eso porque yo lo recuerdo. Recuerdo todos nuestros buenos momentos y últimamente me encuentro pensando mucho en ellos.

Aunque no hago las preguntas en voz alta porque no vienen al caso.

Él siguió adelante, está feliz en una nueva relación y eso está bien. Las relaciones terminan, él y yo terminamos hace tiempo y las personas avanzan, algunos les toman más tiempo que a otras, pero avanzamos.

Eventualmente avanzamos.

—La escribí en una servilleta. Estaba en el café de Lewis y pensé en ti, en lo que debí decir y empecé a escribir aquella carta sobre la servilleta.

Para: Nicole Sullivan.

De: Harry Hessel.

Antes que te vayas me pregunté si había algo que yo hubiera podido cambiar o algo que hubiera podido decir para que tú te hubieras quedado a mi lado. Solo necesitaba saber si había algo, cualquier cosa, que nos hubiera mantenido juntos o si simplemente nuestro destino siempre fue conocernos para después separarnos, tal vez siempre fue parte de nuestro destino conocernos para eventualmente decirnos adiós.

Pero incluso aunque existiera algo, no lo diría, porque como te dije en el aeropuerto, no seré la clase de hombre que te impide seguir tus sueños.

No queda mucho que decirnos, Nicole, excepto que estoy aquí, esperando por ti porque creo que aún podemos construir una dinastía que podríamos intentar conquistar lo imposible.

Persigue tus sueños y hazme sentir más orgulloso de lo que ya me siento y siempre recuerda que te amo, eso no va a cambiar porque estás a millas de distancia, mi amor por ti lo puede soportar.

¿Cómo piensa él que podría haberla olvidado? ¿Todas esas dudas las sembró mi indiferencia y silencio a sus últimas dos cartas?

Bueno. Eso se puede cambiar.

—Querido Harry Hessel, es difícil para mí escribirte porque me siento culpable por haberme ido, por lastimarte. Te extraño, te extraño casi todo el tiempo, incluso compré el perfume que tú utilizas. ¿Te parece eso raro? A mí un poco, pero de todas formas lo seguiré teniendo porque me hace sentir cerca de ti. Me gusta mi trabajo, me gusta mucho, no voy a mentir sobre eso, pero estoy aprendiendo que hay cosas más importantes que el trabajo, como la familia y los amigos, tú...

—¿Qué significa eso? —me pregunta Harry, interrumpiéndome.

—Es la carta que nunca envíe. La borré y escribí la primera carta que recibiste.

—¿Por qué?

Lo observo y dejo caer mis brazos a mis costados en señal de derrota.

Suelto un suspiro que suena a un leve quejido.

—¿Importa eso ahora, Harry? Creo que no, ya no importa.

Nos quedamos un momento mirándonos fijamente hasta que él toma mi mano y me lleva lejos del jardín.

—¿A dónde vamos? —le pregunto.

—Creo que es el momento para tú y yo hablemos.

"Las estrellas no se alinean perfectamente en el cielo debido a su compleja dinámica orbital. Las estrellas se mueven en órbitas alrededor del centro galáctico, y sus trayectorias son diferentes y con una velocidad que varía de una estrella a otra. Por lo tanto, es poco probable que todas las estrellas se alineen en el mismo momento".




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