Por favor, déjame seguir adelante

Son las 12:47 de la madrugada y Lana de Rey suena en los parlantes de mi ático. Me paro de pie frente a las ventanas mirando a la ciudad con una copa de vino en mi mano.

Hoy había sido un buen día. Conseguí grandes avances en mi investigación y estaba eufórica, la felicidad me acompañó hasta que llegué a casa y revisé el correo donde encontré la invitación a la boda.

Mierda, fue lo primero que pensé.

Después, con la invitación aún en la mano, otro pensamiento vino a mi mente: lo voy a ver por primera vez en dos años.

Me pregunto si piensa en mí, la respuesta es obvia. No lo hace y me reprendo mentalmente por seguir pensando en él cuando debería dejarlo ir, pero no es como si pensara en él todos los días. Es solo a veces, en noches donde me invade la nostalgia y tiendo a cuestionarme mis decisiones.

—Casi dos años y pensar en ti de vez en cuando no se siente como algo malo.

Dos años desde que no nos vemos, desde aquel triste adiós en el aeropuerto. Dos años y a veces siento que ha pasado más tiempo. Y son aquellas veces donde me pregunto si piensa en mí, si en su imaginación me ve alejándome de él. Si me imagina caminando lejos, hacia un lugar nuevo, dejando atrás todos los sueños que estábamos empezando a construir... Tal y como hice.

—¿Piensas en mí, Harry Hessel? —le pregunto a la oscuridad en mi habitación— ¿Piensas en mí alguna vez?

A veces tomo mi teléfono y quiero llamarlo, porque siento la repentina necesidad de decirle y dejarle en claro que me importa, que maldita sea el tiempo y todo, él aún es importante para mí y no quiero que piense lo contrario y que aquel sentimiento lo llegue a lastimar.

No quiero que piense que fue fácil para mí dejarlo y mudarme lejos de él. No quiero que sientas que no fue importante para mí. Pero no lo hago porque no veo el caso.

—Lo intentamos y fracasamos.

Al principio hubo llamadas diarias, creo que duraron por todo el primer mes, en el segundo mes, las llamadas pasaron a ser pasando un día o pasando dos días, dependiendo. Al tercer mes, con suerte y hablábamos una vez a la semana. Al cuarto mes, las llamadas empezaron a ser un problema e intentamos coordinar alguna visita.

Para las planificaciones se tenían que cancelar a último momento porque nuestro trabajo no nos dejaba. Y al principio ambos intentamos mantenernos positivos, pero nunca me he caracterizado por ser alguien así o que tolere el fracaso y yo sabía qué hacía ahí se dirigía nuestra relación. Si es que se le podía llamar relación a lo que teníamos.

—¿Está todo bien, Nicole? No has contestado mis llamadas.

—Sí —miento—, solo estoy ocupada.

—Pero, ¿estamos bien?

No.

—Sí. Supongo.

No lo estábamos.

Dejo la copa casi vacía en la mesita junto a la cama y me siento en el filo de la misma para tomar la carta que él me escribió entre mis manos.

El papel está algo arrugado y ha perdido algo de su color natural. Recuerdo que la primera vez que leí esta carta la sostuve entre mis manos sin saber qué hacer a continuación. Recuerdo que la leí varias veces y al final quise llorar, pero mis lágrimas son orgullosas y no salieron, ni siquiera salió un quejido de dolor de mis labios. Nada.

Él me mandó una carta cada mes desde que me fui. El resto de cartas que él me ha escrito están apiladas sobre el escritorio en la esquina de la habitación, apiladas sin un orden en particular. No las he vuelto a leer, me duele leerlas después de esas dos últimas cartas que él me envió.

De: Harry Hessel.

Para: Nicole Sullivan.

Querida Nicole, por mucho tiempo me estuve preguntando el sentido de conocer a alguien y que aquella persona logre cambiar el sentido que tenemos de ver la vida. Que en poco tiempo esa persona te haga cuestionar todo lo que creías conocer y saber, cuando nos damos cuenta del impacto que esa persona ha tenido en nosotros, ya es tarde porque esa persona es todo lo que necesitamos. ¿Pero qué sentido tiene, Nicole? Sentir algo así por alguien, encontrar alguien así, si al final esa persona se va a ir. Si al final esa persona no se queda. Al final esa persona se aleja y con ella se lleva una parte de ti y te sientes incompleto. Eso me sucedió contigo y aún me pregunto ¿Qué sentido tiene? Porque puedo darme cuenta de lo que estás haciendo, de la forma en que te alejas en "silencio", pero tu partida está causando todo un alboroto para mí y ya no puedo seguir así. Tú no vas a poner de nuevo fin a esto porque sería considerarlo un fracaso para ti y no te lo puedes permitir. Y lo entiendo, pero amarte y ver cómo te alejas, me duele y el amor no debería doler. Debería dar calma y paz, pero amarte no me ha dado aquella tranquilidad y sé que no es tu culpa, irte fue una buena decisión, lo sé, es tu sueño y yo lo entiendo. Pero, Nicole, no podemos seguir de esta manera. Así que dime, ¿lo dejamos o seguimos intentando?

Tomo con fuerza la última carta en mi mano, la leí un par de veces para asimilar su contenido, pero de todas formas me sigue afectando como la primera vez que lo leí. No entiendo por qué a mi cerebro le cuesta tanto procesar aquello.

Te escribo esta carta para contarte que conocí a alguien, se llama Claudia, es abogada y empezó a trabajar en la constructora hace un mes y sé que ya no hablamos y probablemente en tu mente ya no estemos juntos, pero sentí que debía decirte que me agrada Claudia, y ella me invitó a una cita. Aún no he aceptado, ¿sabes por qué? Aún sigo esperando tu respuesta a la última carta que te envié.

» Nicole, aún te amo y si hay una oportunidad para nosotros, dime que no acepte aquella cita y que espere por ti, si me dices que hay una pequeña oportunidad para nosotros, yo esperaré, esperaré por ti el tiempo que quieras, pero si tú ya no sientes nada por mí, por favor, déjame seguir adelante. Y como te dije antes, sé que no vas a poner fin a esto, por eso lo haré yo. Si no respondes esta carta, entenderé que es el final de lo nuestro y está bien, no te guardaré rencor. Estaremos bien, a pesar de todo, siempre podrás contar conmigo. Pero no podemos seguir de esta manera y un final nos ayudará a ambos a seguir adelante.

La última parte se siguió repitiendo en mi cabeza por largo tiempo, pensando en que podría responder. Hubo un momento incluso donde imagine tomando un vuelo hacia Seattle e ir a verlo, pero aquel pensamiento solo fue eso, un pensamiento que jamás me volvió una acción porque mi parte racional me impidió hacer aquello.

Entonces no subí a un avión como en las películas románticas y fui por él. Ander, mi mellizo, diría que es porque no tengo un hueso romántico en mi cuerpo, y yo le respondería que él se llevó todo el romanticismo, así que al final es su culpa que no sea una persona romántica, pero después él me convencería de seguir mi corazón y por una vez dejar de escuchar a mi cerebro y hacer lo que siento, Ander me diría que tome ese avión y que me pare frente a la casa de Harry con una radio sobre mi cabeza o con letreros hechos a mano que digan cuanto lo amo. Pero Ander no estaba a mi lado para aconsejarme, entonces no seguí a mi corazón y me quedé mirando aquella carta toda la noche.

—Me pregunto si Claudia tiene un apodo para ti, si ella se ha dado cuenta de que siempre agregas más azúcar de lo normal al café, que no te gustan las manzanas o que pasas una mano por tu nuca cuando estás nervioso o dudoso de algo. ¿Ella ha notado la forma en que te quedas mirando el cielo preguntándote si va a llover o no?

No respondí aquella carta. ¿Por qué? Cobardía.

Lo haré mañana —me dije después de leer la carta.

Podía imaginar lo que sucedería mañana, lo que le diría, cuál sería su reacción. Mañana sonada mejor, todos los días me decía que mañana respondería su carta, que mañana le daría una respuesta y pensaba en el futuro. Porque al pensar en el futuro podía analizar y planificar lo que le quería decir, como decirlo, donde e incluso podía imaginar que sucedería después de decirlo.

Pero obviamente ninguno de esos escenarios imaginarios llegó a suceder, se quedaron solo en mi imaginación y el mañana se convirtió en hoy, el futuro se convirtió en el ahora y ya no podía seguir postergado por más tiempo aquella respuesta. Pero no me había dado cuenta del tiempo que había pasado, que el mañana se convirtió en una semana, y aquella simple semana se transformó en un mes, y siguieron pasando las semanas mientras en el futuro, en lo que vendría después, y con ello pasó otro mes hasta que se convirtieron en tres.

Pasaron tres meses hasta que me di cuenta de que nunca respondí su carta y fue mi hermano quien me contó que él fue aquella cita, fue Julia, mi prima, quien me llamó para decirme que al parecer les fue bien en aquella cita, pero que él aún pregunta por mí.

—¿Estás segura de tu decisión, Nicole? —me pregunta Julia.

—Sí —miento, siempre he sido buena mentirosa.

—No te creo.

Pero no tan buena como para engañar a Julia.

—Quería volar a verte.

—Lo sé.

—Llámalo. Habla con él.

—Lo haré mañana.

No lo hice.

Me dije que nunca era el momento correcto para nosotros y que no tenía sentido seguir intentándolo. Sentí que era más fácil pensar en el futuro sin él, sin la incertidumbre de si funcionaríamos o no, sin mi miedo al abandono.

Pensé y pensé en cómo sería mi futuro sin Harry, porque de alguna manera era más atractivo que mi presente, donde era una certeza que él ya no estaba.

—Cariño, casi lo tuvimos todo y ahora tú tienes todo eso con alguien más.

El timbre suena y me sorprendo por aquel sonido que resuena con fuerza en el silencio de mi apartamento. No es que tenga muchos amigos aquí o en general no soy una persona de muchos amigos, así que solo hay una persona que puede ser a esta hora de la noche. Dejo la carta sobre la mesa y sonrío cuando el timbre vuelve a sonar.

—Siempre tan impaciente —le digo cuando abro la puerta— ¿Qué haces aquí?

Me hago a un lado para dejarlo pasar y veo que viene con una caja de pizza y helado de chocolate. Cassian me mira con fingida molestia mientras camina hasta la pequeña sala de estar.

—Bueno, supe que recibiste una invitación a la boda de tu hermano y asumí que estabas sola en tu apartamento bebiendo vino y sintiéndote miserable. ¿Me equivoqué?

Conocí a Cassian cuando llegué aquí Alemania, es un ingeniero que trabaja en los laboratorios y nos volvimos amigos casi al instante después de descubrir que compartimos el mismo sentido del humor negro. Él es solo unos años mayor que yo y, a pesar de lo inteligente que es, a veces siento que es un adolescente atrapado en el cuerpo de un adulto.

Aunque debo reconocer que es más sabio que yo en algunos temas, como temas del corazón, por ejemplo.

—No me siento miserable.

Pone la caja de pizza sobre la mesa frente al sofá y me siento en el piso mientras veo cómo él camina hasta la cocina por vasos y me dice que no me dará más vino porque mañana me dolerá la cabeza, así que busca alguna bebida gaseosa. Regresa con vasos y una cuchara para que yo coma el helado de chocolate que trajo para mí.

—Puedes engañar a cualquiera, pero no a mí, tu cara grita que estás pensando en tu ex.

Señala mi cara con un exagerado movimiento de su mano.

Me recojo mi largo cabello rubio en una coleta y tomo la cuchara para comer mi helado. El helado de chocolate siempre me hace sentir mejor.

—Mi cara grita que estoy cansada por una semana de mucho trabajo.

—Mentirosa, mentirosa, te va a crecer la nariz como Pinocho y tendrás un...

—Ya entendí, ya entendí. Deja de cantar. A veces eres irritante —él me sigue mirando esperando que admita lo que ambos ya sabemos—. Bien, lo admito, estaba pensando en él y leyendo la última carta que me envió mientras bebía vino. ¿Feliz? Aunque no me siento miserable.

Sonríe por un momento al estar complacido con mi admisión, pero después se pone serio y lo veo pensar en algo mientras le da un mordisco a un pedazo de pizza.

—¿Vas a ir a la boda?

—Tengo que ir, es mi hermano quien se casa, además, Sadie su novia, es una buena amiga. La quiero mucho.

Pero Sadie también es la hermana menor de Harry, entonces es obvio que él estará en la boda y con él su nueva novia, Claudia. No sé si estoy lista para verlo con ella. Pero no hay manera de evitarlo, Harry también es el hermano de Damián, el esposo de mi prima Julia.

Estúpido Harry que está por todos lados, por donde mire hay lazos que me unen a él.

—Ahora mi hermano se va a casar con la hermana menor de mi ex, así de trágica es mi suerte.

Y de alguna manera siempre lo tendré que ver, en Navidad, acción de gracias y otras celebraciones. Es inevitable porque nos solemos reunir en casa de Julia y Damián, ahora no sé cómo haré al regresar y evitar que todo sea incómodo.

—Necesito un plan de cómo sobrevivir a mi ex. Busca en Google para saber si hay un libro sobre eso. Ya sabes, un manual para sobrevivir a tu ex que ya superaste, pero que lo recuerdas de vez en cuando y donde dicho ex ya tiene nueva novia y tú no sabes cómo sentirte al respecto y haces lo que mejor sabes hacer... evitas las emociones.

Cassian se ríe, pero lo veo sacar su teléfono para buscar lo que le pido.

Pienso en que me dirían mis primas: Willa es la más rebelde y estoy segura de que ella me diría que un clavo saca otro clavo y ella me llevaría algún bar o hacer algo que al final nos metería en problemas o que resultaría ser ilegal. No entiendo como Willa a sus veinticuatro años aún no ha sido arrestada con todos los problemas que se mete; Alisson es la hermana mayor de Willa por dos años y es una romántica empedernida, ella seguro me diría que luche por mi felicidad o algún discurso cursi y motivador; Julia me aconsejaría algo bueno, ella es buena dando consejos.

—Tal vez deba llamar a Julia.

Pero recuerdo la zona horaria, sé que si llamo ella va a contestar, pero también recuerdo que tiene una hija de tres meses y que seguro no la deja dormir, así que no me parece justo molestarla. Sé que cualquiera de ellas contestaría, incluso Raquel, la hermana mayor de Julia, pero no sé cuál de mis primas me podría dar el mejor consejo y cuál de ellas no me regañaría por ser cobarde.

—Sabes que debo hacer, conseguir una cita falsa por el fin de semana de la boda. Aún me faltan tres meses para terminar con mi contrato aquí en Alemania, eso me da más tiempo para pensar en que hacer.

—Para ser alguien tan inteligente, tienes ideas muy estúpidas y eso lo digo de todo corazón. Las mentiras no son buenas, Nicole.

Cassian baja el teléfono y me mira serio. Yo le saco la lengua y sigo dando vueltas a mi plan, en realidad no es un mal plan, en las películas lo hacen todo el tiempo ¿Qué podría salir mal?

—Tú podrías ser mi cita falsa. Sí, eso es perfecto, diremos que nos conocimos en los laboratorios y que...

—Sabes que soy gay, ¿verdad?

No puedo evitar poner los ojos en blanco ante el tono de su pregunta.

—Sí, yo lo sé, pero ellos no.

—¿Nunca les hablaste de mí? Que ingrata amiga eres y así quieres que te ayude. Ya que no soy tan importante para ti, ya que no me mencionas con tu familia, podrías decirle al doctor Hoffman.

Busco algo que lanzarle a Cassian, pero lamentablemente no encuentro nada.

—Deja el drama, Cassian, además el doctor Hoffman tiene casi setenta años.

—Dicen que para el amor no hay edad.

—Cassian, sé serio.

—Claro, porque pedirle a tu amigo gay que se haga pasar por tu cita falsa para la boda de tu hermano, donde tu exnovio es el hermano de la novia, es un tema muy serio ¿Acaso no recuerdas cómo terminan todas las películas con aquella trama?

Ignoro lo que él dice y tomo mi teléfono para separar los boletos para los dos a Seattle.

—Es una mala idea, Nicole.

Guardo mi teléfono y miro a Cassian.

—Lo sé.

Dejo caer mis hombros y Cassian me da una sonrisa comprensiva.

—Soy una mujer inteligente, entiendo muchas cosas que son casi imposibles de entender para muchas personas, pero no logro entender la agonía que siento cada vez que leo aquella carta, el dolor que se abre paso en mi cuerpo cuando pienso en ellos dos.

Estoy atrofiada emocionalmente —me recuerdo—. Ese es el problema.

Cassian se levanta y se sienta a mi lado, pasa un brazo por mis hombros y yo recuesto mi cabeza en su hombro.

—Lo bueno es que no vas a tener que enfrentarte a ese lío tú sola, tu buen amigo Cassian irá contigo.

—¿Cómo mi cita falsa?

—No, como amigo.

—Bueno.

Nos quedamos en silencio un momento.

—Harry me dijo, cuando nos despedimos la noche antes de venir aquí, que si el universo quiere que estemos juntos y debemos estar juntos, vamos a encontrar una manera.

Pero tal vez, estar juntos nunca fue nuestro destino.

O tal vez, simplemente yo soy el problema.

"Aquí, por simplicidad, consideraremos solo el choque de dos masas que, tras la colisión, se separan en la misma dirección en la que se acercaron."

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