Capítulo 7: Recuerdos

—¿Ocho años? —Pregunto, incrédula.

—Cerca de tu cumpleaños número 9, detectaron movimiento de Jason. Había estado dejando pistas todo el tiempo —Dice, frustrado. —Pero no dieron con él.

—No entiendo —No me importa si parezco una estúpida, debo aprovechar este momento para aclarar todas mis dudas . —Lo único que se es que esto me está dando muy mal rollo.

—Lo que quiero decir es que él te ha estado vigilando. Tu parecido con Marie es de otro mundo. Es como si una fuerza lo atragera a ti. Todos estos años la policía ha estado con los ojos cerrados pero yo... Yo voy a atrapar a ese hijo de puta...

Hago una mueca al sentir un intento dolor de cabeza.

—No me... no me siento bien. Creo que es... demasiada información. —Digo sobandome la sien.

—¿Quiéres agua? —Pregunta levantando una mano para hacerle una seña al camarero.

—No. Yo... Necesito aire. —Digo poniéndome de pie.

—No hemos terminado la conver...

—En otro momento, por favor. —Digo bajando la cabeza y pasándome la mano por esta, por la cual cae una pequeña capa de sudor.

—Sabes que corres gran peligro, ¿verdad? —Dice y asiento lentamente. —John... —Hace una pausa —El chico que se ha encargado de protegerte se llama John. Hasta que no encontremos a Jason él seguirá protegiendote.

—Pero yo... no he visto a nadie y...

Como si me hubieran echado un valde de agua fría, lo recuerdo...

El carro cuando salí de la comisaria estaba abierto y las llaves estaban en el asiento del copiloto, nadie haría eso si no fuera a propósito.

La camilla al llegar al hospital...

La sensación de que alguien me seguía.

El chico con el que choqué al salir del hospital.

El chico del...

—En el techo de mi vecino había alguien. Me escribieron un mensaje diciéndome que estaba hermosa hoy. Pero yo no había salido con esta ropa. Al asomarme por la ventana vi a alguien de espaldas —digo, recordando ese momento —le llamé pero no contestó en ningún momento. Pero no se dejó ver, el... El chico que mandaste a "protegerme" no se dejó ver. Porque era él, ¿verdad? -Pregunto, esperanzada

—No, Sydney, no era él.

—Estem... yo... me debo ir —Digo con una mueca de horror.

—Estarás a salvo, Syd. No dejaremos que nada te suceda. —Asiento nuevamente y me dirijo a la puerta.

A pesar de la situación en la que me encuentro, tengo hambre. No como nada desde esta tarde, y no fue mucho que digamos.

Sin que Finn me vea me dirijo a la barra.

—¿Qué desea? —Pregunta una joven mientras me dedica una agradable sonrisa.

—Un jugo de mango y el sandwich más cargado que tenga. —Digo apoyando los codos en la barra.

—Mmmh... Claro... em... está en un restaurante de comida china, no tenemos eso que pidió —Dice aguantando la sonrisa que amenazaba con salirse de sus labios.

—Em... claro eh... pongame cualquier cosa que... llene —Digo sintiendo como mis mejillas arden por la vergüenza. La chica asiente con una sonrisa antes de marcharse.

Luego de unos segundos en los que me dedico a repitequear con los dedos en la barra, siento como alguien me mira fijamente. Mis músculos se tensan al instante.

—Deja de seguirme —Murmuro —¡Dejame en paz!- Grito dando la vuelta y agarrando el vaso de agua del que está a mi lado, tirandoselo en la cara a mi supuesto acosador y preparándome para salir corriendo. Aunque... casi me da un ataque al ver que era... Finn —Oh, lo siento, lo siento mucho... No sabía que era usted. Con todo lo que me dijo antes quedé algo asustada.

Si, algo, ajá.

—No pasa nada —dice mirándose la camisa ahora mojada. —Entiendo que estés muy asustada. —Me muerdo el labio inferior, avergonzada. Gracias a esto la mirada de casi todos en el local está sobre nosotros.

—Listo señorita —Cuando me giro ahí está mi pedido. —Es sushi.

—¿Puede ser para llevar? —Digo sacando el bolso donde traigo algo de dinero.

—Claro.

—No es necesario —Dice Finn cuando la chica vuelve a entrar a la cocina —Yo pagaré.

–No tiene por qué...- Me dedica una mirada seria y se que por mucho que yo insista en pagar la comida él lo hará. — Gracias.

Luego de unos pocos segundos en los que nos dedicamos a mirarnos fijamente, la chica llega con mi pedido envuelto en una cajita.

—Ten cuidado. —Me dice él al ver que me dispongo a salir. Antes de girarme e irme le dedico una pequeña sonrisa.

—Gracias por... Todo.

—Es mi deber protegerte... mjm... Bueno, a ti y a todos los que estén en peligro, claro —Carraspea.

—A lo Paw patrol —Digo soltando una pequeña risita.

—Es un ejemplo válido —Dice aún con tono serio, aunque no puedo evitar poner los ojos en blanco, divertida, al ver como de momento eleva las comisuras de sus labios formando una pequeña sonrisa.

—Bueno yo... me tengo que ir. Em... chao. —Me doy la vuelta y camino hacia la salida.

Al salir, el frío de la noche me recibe, haciéndome temblar.

Miro a todos lados buscando un taxi o cualquier cosa en la que me pueda ir a casa.

Casa: Esa palabra que sientes alivio al decir. Porque allí estás a salvo, tienes tus cosas y todo ese rollo. Se podría decir que tengo miedo de volver. Tengo miedo de poder encontrarme a alguien esperándome. Alguien deseoso de matarme.

Aparto esos pensamientos de mi cabeza y comienzo a caminar. Ya encontraré algo por ahí. Aún no es totalmente oscuro y hay personas en la calle, lo que me hace sentir algo segura. Finn dijo que alguien me cuidaba, un tal John ¿Me estará cuidando ahora? ¿Estará cerca de mi? Siento un cosquilleo recorriendome la espalda al pensar en ello.

Niego repetidas veces con la cabeza. Mejor no pensar en eso ahora. Al bajar la mirada, veo la cajita con sushi y la abro. El olor inunda mis fosas nasales y a pesar de no ser muy amante a la comida chica, comienzo a comer tranquilamente, aunque un ruido detrás de mi me hace dejar de masticar abruptamente.

—¿Quién eres? —Digo sin girarme y detendiendome en mi lugar. —¿John? —Pregunto dudosa, aunque no obtengo ninguna respuesta. Me giro y veo a una pareja de ancianos que me mira con expresión de: Esta chica está loca —Lo siento, pensaba que erais otra persona. —Digo, roja de la vergüenza.

—No pasa nada, cariño —Responde la señora y ambos me dan una sonrisa, la cual les devuelvo.

—En serio lo siento yo...

—Tranquila —Responde esta vez el señor. —¿Vives muy lejos? Si quieres te podemos llevar.

—Oh, no se preocupe. Seguiré caminando.

—No es molestia —Dice la señora, agarrando la mano de su esposo. —Te podríamos dejar al menos cerca de tu casa ¿Eres de aquí?

—No, soy de Fuller Park.

—Nosotros también. —Dice ella entusiasmada.

—Ya está bastante oscuro. Lo mejor es que te acerquemos a tu casa. Fuller Park no está muy cerca.

Lo pienso unos segundos. Nada podría salir mal. Además, cualquier cosa tengo el spray pimienta en el bolso, aunque no creo que lo tenga que utilizar.

—Vale, acepto, muchísimas gracias. — Digo terminando lo que me queda de sushi rápidamente.

—No es nada, chica. Vamos, el coche está cerca de aquí.

Desconfiada les sigo el paso a unos metros de distancia por detrás. Unos pocos minutos después llegamos a un parqueo, donde los sigo hasta que se detienen en un coche rojo chillón. Una sonrisa triste se forma en mis labios al ver el parecido del coche al de mi padre, el que utilizaba para llevarme al colegio todos los días.

El ruido de la puerta abriéndose me saca de mis pensamientos.

—Sube —Me dice el señor.

—Claro, lo siento.

—No te tienes por qué disculpar, querida.

Con una sonrisa un poco forzada me monto en la parte trasera del auto. Segundos después, arranca el coche. Para matar el tiempo me limito a ver pasar la sombra de los árboles.

De repente, siento como mis ojos se cierran lentamente.

Papá, papá. Quiero ir a jugar con Bill y Naya —Le dice una niña de 8 años a su padre y al instante me doy cuenta de quien es: yo.

Cuando termines los deberes —Me dijo en el mismo tono serio de siempre.

Es que no entiendo. —Dije haciendo un puchero. Él me miró por encima de los lentes.

¿Para eso pagamos tu escuela? ¿Para que vengas a la casa a dudar de lo que haces?

Lo siento, es que mates me da algo de tra....

—Excusas, Sydney. Deberías ya saberte todo eso. —Dijo, soltando los papeles del trabajo.

Papá pero...

¡Cállate! Sube a tu habitación y hasta que no termines los deberes no comerás... ni saldrás.

Papi pero no he comido nada en todo el día —Dije mientras lágrimas salían de mis ojos.

Deja de llorar, no he criado a una hija cobarde que llore por todo. Ahora, sube a tu habitación, Sydney. —Me quedé inmóvil en mi lugar con lágrimas derramandose libremente por mis mejillas.—¡Qué subas! —Dijo elevando el tono de voz (llevándose un gran susto de mi parte) y dando largos pasos hacia la silla en la que me encontraba. Cuando siento su presencia a mi lado me atrevo a mirarlo a la cara.

No —Susurré.

Después de decir aquello mi padre me sacó de la silla en la que me encontraba y me agarró con brusquedad del cuello del vestido.

¡No! ¡Sueltame papá!

No de nuevo.

Las palabras se atoraron en mi garganta cuando sentí que impactaba contra el suelo del comedor. Me dolía mucho la espalda, ya que el impacto había sido bastante fuerte contra esta.

Dejé escapar un gruñido de dolor mientras intentaba ponerme de pie.

No vuelvas a llevarme la contraria.  —Dijo dándome una patada en las costillas.

¡Mike! —Escuché una voz lejana gritarle a mi padre, el cual seguía golpeándome con fuerza.

No lo puede controlar. Es una buena persona, solo está enfermo.

Las palabras de mamá me pasan factura y comienzo a tratar de defenderme, sin éxito alguno.

¡Mike por favor, es tu hija! —Veo como su pie queda a escasos centímetros de mi estómago.

Mi madre corre hacia donde estoy y me toma del rostro. Todo está tan borroso, aunque logro ver el rostro de preocupacion de mi madre y las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

Él no quiso hacer eso, él... Él está enfermo. Yo solo quiero que papá esté bien, que seamos la familia que éramos antes del accidente.

Syd, cariño, estás bien —Dijo mi mamá dándome un beso en la frente. —Te llevaremos al doctor, ¿vale? Fue solo... Una caída, ¿ok? —Asentí, ya acostumbrada a las excusas —Llama a una ambulancia, Mike. —Muevo la cara con la poca fuerza que me queda y veo que mi padre me mira desde arriba con lágrimas derramandose por sus mejillas —¡Mike!

Volvió a la realidad y se arrodilló junto a mi.

Princesa... Lo siento, lo siento. Yo...

Perdiste el control, lo sé papi, pero... mejorarás, ya verás. Dije mientra comenzaba a toser.

Eso hizo que llorara aun más, aunque rápidamente se limpió las lágrimas.

Claro, princesa. Papá pronto estará bien. Yo me quedaré con ella —Dice mirando a mi madre —Llama tú.

Vale —Murmura ella.

Pa, me duele la cabeza.

Shh, estarás bien ¿Ves esto, princesa? —Dice señalandose las lágrimas secas en sus mejillas —Es una debilidad. Eres fuerte, Sydney, no dejes que nada ni nadie te haga derramar una sola lágrima. Es solo... Una debilidad que te hará parecer débil ante la sociedad. Yo... Te quiero, princesa.

Abro los ojos de golpe, sintiendo un nudo en mi garganta.

—Que no, Albert. Ricardo Arjona es mucho mejor.

—Flor, cállate, ¿vale? Si no sabes lo que hablas mejor quédate calladita, que te ves mucho más bonita.

—Es que te equivocas.

—¿Sucede algo? —Pregunto, agitada.

—Oh querida, despertaste. Te habías quedado dormida y nos dio pena despertarte. —Dice la señora que ahora se que se llama Flor, girandose.

—Ah... vale, gracias. —Digo con el ceño fruncido, rememorando el sueño de antes una y otra vez.

—No pasa nada. Ya casi llegamos a Fuller Park, ¿donde quieres que te dejemos?

—¿Les queda de camino el parque central?

—Mmmh... si.

—Pues ahí me parece bien. En serio no se como agradecerles.

—Ya se como... —Responde la señora Flor. —¿A qué Ricardo Arjona es el mejor cantante del mundo? —Abro y cierro la boca constantemente, sin saber que responder.

—Ya, cariño, no agobies a la chica.  —Dice Albert. Ella se queja, aunque se distrae cuando comienza a sonar una canción por la radio, la cual tararea felizmente.

Pasan los minutos en los que me dedico a pensar en aquella horrible pesadilla. No recuerdo aquel día, papá nunca me ha puesto un dedo encima y nunca ha estado enfermo (a no ser por gripe) . Pero... No lo sé, lo sentí tan real, como el sueño de la noche anterior.

Recuerdo ese día. Los deberes estaban muy difíciles y papá me ayudó a hacerlos. Luego salí a jugar con Bill y Naya y de ahí... Me caí. Por eso me llevaron al doctor. Pero... ¿Que mi padre me golpeara? Claro que no.

Bufo y me concentro en la cálida voz de Flor, que en estos momentos canta una canción distinta.

Pasamos el cartel de "Bienvenidos a Fuller Park" y de un momento a otro me siento algo nerviosa.

Nos acercamos al parque y Alberto baja la velocidad para parquear.

—¿Aquí está bien? —Pregunta él.

—Claro, muchas, pero muchas gracias. No se como pagarles, no... No tengo dinero pero...

—No te preocupes por eso, Sydney.

—Gra... espera, yo... ¿les dije mi nombre?

—Pues si. —Responde ella con el ceño fruncido.

—Ah, no recuerdo, perdón. A veces... se me olvidan algunas cosas. Mal de Doris, me gusta llamarlo.

—No te preocupes. —Dice ella soltando una risita.

—Bueno, gracias nuevamente, pero me debo ir.

—Vale —Responden Flor y Walter al unísono.

Son tan diferentes pero... Tienen esa conexión. Ese amor que se ve de tantos años.

—Esperamos volverte a ver, Sydney —Dice Walter, ganándose un codazo nada disimulado por parte de Flor.

—Eh... Claro, chao —Digo bajandome del auto.

Ya abajo me despido con la mano de ambos en lo que arrancan el auto y comienzo a caminar hacia casa, la cual está a unas tres calles.

Trato por todos los medios de evitar callejones y pandillas. Pero claro, es mi vida de la que se está hablando.

—Hola hermosa. —Me dice alguien tomándome por la cintura y arrastrandome al interior del callejón.

—Apartate viejo asqueroso —Digo y me suelto de un empujón.

—Me gustan las valientes... Las que se hacen las difíciles. —Dice alguien a mi espalda. Me doy la vuelta rápidamente y veo a un tipo de unas 2 cabezas más grande que yo. Pestañeo varias veces, pensando que es una alucinación mía. Pero... No.

—Vieja asquerosa tu madre, mocosa. Dice el otro, el cual está a unos pocos centímetros de mi y me agarra con facilidad.

—¡Que me sueltes imbécil, te voy a...! —Una bofetada me hace callarme de golpe.

—¿Me vas a qué, hermosa? —Dice, pasando sus sucias manos por mi cara.

A pesar de ser de mi misma estatura es mucho más fuerte que yo, así que no me puedo zafar esta vez, aunque no me rindo.

—Sujetala, no se está tranquila —Dice el grandotote deslizando una de sus manos por mi cuello.

—¡Sueltame! ¡No me toques con tus sucias manos! —Me ignora, acercando su boca a mi cuello y comenzando a dejar besos por este, pero en ese mismo momento se escucha un disparo.  

—Sueltenla —Escucho una voz ronca masculina de lo más peculiar a mi izquierda.

Al escuchar el sonido del disparo causado por este se detienen y miran hacia la derecha, justo donde se puede ver la silueta de un hombre.

—El próximo disparo va para cualquiera de ustedes si no la sueltan en este momento —Dice el mismo con voz calmada.

Al escuchar eso último, me sueltan y salen corriendo callejón adentro.

Huyan, imbéciles, que si los atrapo los desbarato.

—Hey espera- Le digo a "Mi salvador", el cual comenzó a caminar segundos atrás. —¡Espera! —Apresuro el paso y lo veo a unos metros por delante mío. Ya a su lado, puedo ver que trae una capucha que no me deja ver su rostro. —Gracias. —Le digo agitada —Me has salvado la vida antes.

—Lo sé —Dice con esa voz ronca que por algún motivo hace que me estremezca.

Ok, llegó el momento incómodo en el que no se sabe que decir para que la conversación fluya.

—Así que llevas armas todo el rato... —Me cruzo de brazos.

—Si.

—Solo he tocado un arma unas pocas veces... hace muchos años y... no se me daba mal, pero ahora creo que si lo hiciera me mataría a mi misma... Soy muy torpe —Digo riendome de mi misma. Cuando noto que él no se ríe vuelvo a ponerme seria —¿Vives cerca?

—Lo normal.

—Ah... Yo vivo cerca. Había tenido cuidado todo el tiempo pero esos tipos me agarraron —Digo detendiendome en el camino. Me había desviado nuevamente sin darme cuenta. Él, al notar que me detuve se para a unos metros delante de mi.

—Para la próxima ten más cuidado —Dice girandose completamente y bajandose la capucha del abrigo.

Mis pensamientos se nublan de un momento a otro y solo puedo detallarlo mentalmente una y otra vez.

Tiene unos ojos color café oscuro casi negros preciosos, los cuales no se apartan de mi rostro. Sus cejas son gruesas. Su nariz fina al igual que su boca (en la cual me quedo unos segundos de más) y tiene una ligera barba que le hace ver el doble de atractivo. Subo la mirada hacia su cabello, el cual es negro. Y su cuerpo. Oh... Su cuerpo. Trae una camisa gris que le hace resaltar los músculos de los brazos, los cuales ya están bastante tonificados. Lleva un Jean azul oscuro ajustado al cuerpo y unos converse gris.

Espera ahí...

Pistola.
Músculos.
Poli.
John.

—Un momento... John —Murmuro —¿Eres John?

—Un gusto por fin conocerte cara a cara, Sydney —Dice con una sonrisa de lado.

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