Capítulo 4: ¿Estoy muerta y me están chequeando para entrar al cielo?
—Serás mía hasta el día que mueras. Siempre me has pertenecido, princesa. No eres nada sin mi. Aprenderás a amarme o morirás.
—Déjame en paz —Grité a la nada.
—Eres mía, solo mía....
—¿Sydney? —Escucho una voz lejana —Doctor, la paciente está convulcionando.
Intento abrir los ojos pero no lo logro. Tampoco puedo hablar y eso hace que mi miedo se multiplique por mil. Mi respiración se acelera a cada segundo que pasa
Me sobresalto al sentir a alguien girándome hacia un lado y poniéndome algo duro debajo de la cabeza, lo que hace que en pocos minutos mi respiración se tranquilice y mi cuerpo se relaje.
—Ok... ¿E-estoy muerta y me están chequeando para entrar al cielo? —Digo al abrir los ojos y ver una luz cegadora frente a estos.
De repente alguien suelta una pequeña risita.
—No, solo es una lámpara. —Chic aparece en mi campo de visión apartándola de mis ojos. —Hola de nuevo. —Dice cuando nuestras miradas se cruzan.
—Hola —Digo sobándome la cabeza con una mueca.
—Sydney... —Esboza una sonrisa —ya estás bien ¿Puede dejarnos solos, por favor? Prefiero... Decirle yo —Le dice a la enfermera que estaba a un lado chequeando unos papeles, la cual asiente.
—¿Qué pasó? —No puedo evitar el tono preocupado en mi voz.
—Te encontraron desmayada en un pasillo cerca de los baños.
—Ah, ¿en serio? No me acordaba —Digo con sarcasmo, el cual Chic no parece reconocer ya que me mira con preocupación —¿Había alguien conmigo? —Pregunto al final.
Niega y frunzo el ceño.
Se que había alguien a pesar de que solo pude ver su sombra. Además, no estaba en el pasillo del baño, estaba cerca del comedor. Lo recuerdo perfectamente ya que tenía muchísima hambre.
—Sydney, no, yo... te mentí... no estás bien. —Dice negando con la cabeza y mirándome preocupado, pero justo en ese momento... Lo recuerdo.
—Eva, ¿Cómo está Eva?
Chic baja la cabeza.
—Eva... No aguantó la cirugía. Murió hace unos 20 minutos.
Tapo mi boca, ahogando un sollozo y cuando me tranquilizo miro a Chic, el cual sigue cabizbajo.
—¿Qué tengo ahora? —Pregunto en voz baja mirando hacia todas partes menos su rostro.
—Los médicos dicen que con una buena alimentación y un buen cuidado te curarás.
—Al punto.
—Tienes anemia.
—Oh, eso. Vale —Me encojo de hombros.
Él me mira con estupefacción.
—Eres rara...
Lo ignoro categóricamente.
—Quiero irme a casa.
—No puedes. Los médicos dicen que tienes que estar en observación unas horas por si vuelve a suceder lo de antes.
—He dicho que me quiero ir —No se que me dio la fuerza, pero me quito todos los equipos que tengo en el cuerpo y me pongo de pie.
—Sydney, por favor, vuelve a la cama.
—¡Qué me dejes en paz! —Me acerco a él a largas zancadas, sintiendo como un dolor se acopla en mi vientre. —No llames a los doctores o te arrepentirás.
—¿Me estás amenazando? Soy policía y puedo...
—¿Donde está la ropa que traía puesta? —le interrumpo.
—Syd...
—Chic, dime ya.
Suspira y señala un pequeño armario. Me dirijo a este y lo abro. Efectivamente, ahí está mi ropa.
—Girate. —Mascullo y obedece, bufando.
Me pongo la ropa, me acomodo el cabello y sin decir nada más, salgo lentamente de la habitación. No hay nadie por el pasillo así que apresuro el paso hasta que veo la salida.
—Espere ahí —Escucho una voz detrás de mi —Usted es una paciente. Vuelva ya mismo. No puede marcharse sin consentimiento del doctor.
Sin darle tiempo a decir o hacer más nada comienzo a correr hacia la salida.
—¡Señorita! —Escucho gritar a mi espalda. —Guardias, es una paciente ¡Está escapando!
Ahora si que apresuro el paso, por lo que que salgo del hospital modo flash sin mirar atrás.
Minutos después, cuando ya estoy lo suficientemente alejada del hospital me detengo y tomo una gran bocanada de aire.
No sé que me dio la fuerza para correr tanto, puede haber sido la adrenalina del momento, pero se sintió tan bien... Menos ahora que de un abrazo me puedo desmoronar en el piso.
Pasan los minutos en los que la agitación que tenía se me pasa. Me endereso y me giro para ver si alguien me sigue.
No hay nadie, por supuesto. Ni que fuera Lady Gaga para que me den tanta importancia.
Me giro abruptamente chocando con alguien que no logro ver gracias a la capucha negra que trae encima. Lo único que logro identificar del sujeto son sus ojos negros.
—Lo siento mucho —Le digo avergonzada bajando la mirada sin atreverme a verle a la cara, pero él sigue su camino, ignorándome.
Sigo mi camino hacia casa, muy agotada e indignada. Quisiera tener dinero para irme en un taxi. No se me ocurrió eso cuando salí de casa. Camino lentamente, mirando cada cierto tiempo hacia atrás, desde ayer tengo esa extraña sensación. La sensación de que alguien me sigue.
Llego a casa y abro la puerta. Un frío me recibe y tiemblo ante el contacto. Cierro la puerta rápidamente y voy hacia la cocina, encendiendo la calefacción.
Mi mirada se dirige hacia el sillón donde Nolan y yo estábamos ayer. Una sonrisa triste cruza mis labios y niego con la cabeza, obligando a mi cerebro a olvidarse de ello y centrarse en que hacer para ayudarlo.
Me voy para la habitación y cojo la computadora. Esta tiene un programa que rastrea los celulares de ambos. Solo es utilizada en caso de emergencia, por lo que nunca se había usado.
Espero que al menos haya cogido su celular.
Como por arte de magia siento algo vibrar en algún sitio de la cama, la cual está hecha un desastre (cabe recalcar). Lo encuentro en una esquina de la cama, casi a punto de caerse y siento una punzada en el estómago. Es su teléfono. Reviso quien lo está llamando. Es un número privado y maldigo en voz baja al dejar que la llamada se cortara. Subo el volumen del celular para enterarme si vuelven a llamar y voy para el baño a darme una ducha.
Suspiro y dejo el agua fría caer por mi cuerpo tenso y adolorido.
Inconscientemente recuerdo a Eva. Era una mujer unos pocos años mayor que yo. Tenía toda una vida por delante. Me siento tan culpable de su muerte... se que pude haber hecho mucho más.
También recuerdo a Chic. Él nos había ayudado y yo fui tan grosera con él. Ni siquiera tengo su número de teléfono para agradecerle y disculparme.
Ni siquiera quiero pensar en Nolan. Se que si lo hago me derrumbaré y no quiero eso.
Cierro la llave de la ducha y salgo envuelta en una toalla.
Me detengo frente al espejo del baño y veo que tengo un pequeño morado en el hombro derecho. Me paso la mano por este y un dolor me hace quitar la mano rápidamente.
¿Pero qué...?
Salgo de la habitación y reviso el celular, no hay más llamadas.
Me pongo una sudadera negra que había comprado hace poco y un pantalón. En la casa aún hace algo de frío. Por lo que veo hay que darle mantenimiento a la calefacción. El problema en esta situación es el dinero.
—Joder —Me siento en la cama, rompiendo el llanto. Me he hecho la fuerte demasiadas veces. He aguantado tanto las ganas de gritar, de llorar hasta que me duelan los ojos. No puedo más. Mi vida ha dado un cambio tan grande en solo un día que yo... Simplemente no se que hacer. Y lo peor de todo es que estoy sola.
Me acuesto en la cama y sigo con mi llanto desconsolado.
Soy una idiota. Si no pude hacer nada por Eva, no podré hacer nada por Nolan.
***
Me despierta el ruido de un celular. Me siento en la cama tan rápido que me da dolor en el cuello. Joder, ¿en que momento me quedé dormida?
Busco el celular con la mirada hasta que doy con él. Lo cojo y veo que es un número privado.
Me muerdo el labio inferior, nerviosa.
El teléfono sigue sonando y antes de que la llamada se corte, contesto.
—¿Diga? —contesto con voz firme.
—¿Me extrañaste, hermosa? —Mi respiración se dificulta ante esa voz. Es la del hombre que me estaba tocando ayer. Nunca la olvidaría.
—Primero que nada, buenas tardes. Segundo, ¿Qué quieres? Estaba viviendo la vida loca y vienes tú a fastidiarme la existencia. —Digo con el mismo tono firme de antes.
—Me duele que me hables así, como si me odiaras.
Trato de sonar lo más calmada que puedo.
—¿Dónde está Nolan?
—Está vivo. —suelto el aire que estaba reteniendo —Pero dentro de poco no lo estará. Escúchame bien, hermosa. Solamente tú podrás salvarlo. Si quieres volver a ver a tu novio vivo tendrás que hacerme caso, ¿entiendes? —abro la boca para responder —Claro que entiendes. Por ahora tu... Novio, —dice la palabra "novio" con asco —estará bien. Espera mi llamada. Si cumples lo que te diga, quizá te dejé hablar con él. Hasta pronto, hermosa —Cuelga, dejándome sin palabras.
Tiro el teléfono en la cama con fuerza, demasiado frustrada y enojada.
Me dirijo a la cocina para tomar un poco de agua, ya que tengo la garganta seca. Cuando termino y me giro, veo la chaqueta que traía puesta en la mesa. La cojo para acomodarla y de esta cae un papelito doblado. Con el ceño fruncido lo cojo y comienzo a leerlo.
Si quieres seguir viviendo marca el número que está a continuación: **********. Ten cuidado. Él está muy cerca. Él cree que eres suya.
Me quedo mirando la nota fijamente, leyéndola repetidas veces.
Él cree que eres suya.
Recuerdo el sueño que tuve cuando desperté en el hospital.
—Serás mía hasta el día que mueras. Siempre me has pertenecido, princesa. No eres nada sin mi. Aprenderás a amarme o morirás.
—Déjame en paz —Grité a la nada.
—Eres mía, solo mía...
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