V e i n t i d ó s
Capítulo 22
Canberra era una ciudad de no muchos habitantes. Las noticias que envolvían a la ciudad en sí no eran muchas, y había algunas de más interés que otras, como las de tipo político o económico.
Por definición, una noticia periodística es un relato que hace referencia a un hecho novedoso o algo fuera de lo común, ocurridos dentro o fuera de una comunidad, pero que, según criterios de relevancia social, merece ser informado a las personas. El abuelo de Violet lo llamaría "la realidad hecha papel" y es que la hora de ver las noticias en la televisión siempre fue una hora sagrada para los adultos. Pero, también existían las noticias con un toque farandulero. A su madre le encantaban de esas porque, como en Boise nunca pasaba nada extraordinario, siempre era bien recibido un nuevo tema para cotillear.
Y supuso que en Canberra pasaba lo mismo.
Fue esa fría noche cuando los problemas comenzaron de verdad. La niebla cubrió los rincones más profundos de la urbanidad y el frío se coló por los huecos de las ventanas de cada casa. Nadie estaba en las calles, pues el frío, combinado con lo lúgubre de la noche, creaba un sentimiento de huida en las personas.
Y ese día, James Prawel lanzó el periódico sobre la mesa de madera del comedor. Su esposa, sentada sobre una de esas sillas a juego, lo observó con cierta soberbia. Ni siquiera le echó un vistazo al papel.
—¿Me puedes explicar qué es esto, mujer? —entonces habló el hombre con prepotencia e indignación. Sus ojos demostraban lo sentido que estaba, pero también lo furioso. Era la portada de un diario local, no el más popular, pero un periódico, al fin y al cabo. En la cubierta salía su señora junto a un hombre moreno y guapo. Titulaba: ¿Es este el principio del fin de la familia Prawel?
—No lo sé —susurró la mujer, llevándose coquetamente el cigarrillo a la boca.
—¡¿Se puede saber qué mierda estás haciendo mientras yo trabajo?!
La vena del cuello y frente del hombre se habían marcado tanto que parecía que iban a explotar. Se mordió el labio inferior para contener la ira en su garganta, reprimiendo los insultos que quería gritarle.
—No hago nada —quiso decir la mujer, cruzada de brazos, con esa actitud a la defensiva que la caracterizaba.
—¡¿Cómo que nada?! —le apuntó el papel —. Esto no parece "nada".
—Ay, por favor, James, no hagas un escándalo. No te hagas como el que no sabe nada. Sabes todo, pero estás tan metido en tus asuntos que ni tiempo te da para ocuparte de esas cosas.
El hombre golpeó la mesa, frunciendo las cejas con histeria.
—¡¿Esas cosas?! —repitió, volviendo a golpear la mesa una y otra vez, que la mujer creyó que sería capaz de romperla —. Pues ahora tengo tiempo, Susan. Así que, explícame, ¿cómo los medios se enteraron de esto y desde cuándo me estás poniendo los cuernos?
La mujer lo fulminó con la mirada, detestando cada parte de su personalidad, justo cuando la puerta del departamento se abría con dificultad. La sombra débil y oscura de Zack apareció en la entrada, llamando la atención de ambos adultos.
En el ambiente se podía respirar el humo del cigarro de la mujer; imposible escapar de él. También se lograba sentir el aroma a colonia masculina barata y alcohol del fuerte. También olía a periódico viejo y manipulado.
—¡Tú! —apenas la figura de Zack apareció bajo la luz que iluminaba el comedor, su padre lo agarró con fuerza del brazo. Le quitó la mochila de la espalda con brusquedad y lo atrajo al periódico que descansaba sobre la mesa fina de madera —. Tú, ¡¿sabías de esto?!
—Papá...
—¡¿Sabías o no?!
El momento que tanto estuvo esperando que no llegara, finalmente llegó. Sus ojos rojizos e hinchados delataron la verdad que había estado guardando como un secreto por años. Entonces, le llegó el primer bofetón directo al pómulo, sobre un moretón que intentaba sanar y ahora bombeaba sangre, vivo otra vez.
—¡Claro que sabías! Cómo no, si siempre has estado a la sombra de tu madre —miró a la mujer y escupió: —Escoria.
—James.
—¡Cállate! —apoyó sus manos de dedos largos y rectos sobre la mesa. Inclinó su cuerpo hacia adelante, con ojos amenazadores —. No me importaría que te acostases con toda la ciudad si quieres. Pero... podrías haberme avisado para firmar el bello papel de divorcio y ahorrarme todo este problema con los medios. ¡Dañas mi imagen, mi reputación como el hombre y profesional que soy! ¿Qué tienes en la cabeza?
La mujer se levantó poco a poco, ofendida.
—James. No sabes lo que dices. No entiendes.
El hombre lanzó el periódico sobre la mesa otra vez, cabreado.
—¡Claro que sí! ¿Sabes cómo me dejas a mí y a toda mi empresa cuando apareces allí, engañándome? ¡Ensucias mi nombre, mi honor!
Se giró hacia Zack, furioso.
—Y tú, ¿te quedas callado? —le alzó una mano en señal de amenaza —. ¿Te da gusto acaso ver cómo nos peleamos? Es inaudito que me hayas engañado tú también. Esa es la actitud de un hijo de perra, ¿sabes?
Zack lo fulminaba con la mirada. Aun sentí el ardor impregnado en su mejilla por la cachetada. No dejaría de mirarlo así, menos después de haberlo insultado a él y a su madre en la misma frase.
—Yo te lo dije —declaró con voz temblorosa, luego de un silencio —. Te lo dije y no escuchaste.
El hombre parpadeó.
—Te lo dije cuando apenas había empezado y tú no me creíste, ¿recuerdas?
Borrosas imágenes llegaron a la mente de James. El niño gritando, haciendo un berrinche. La mujer atrás, llorando, repitiendo que el niño mentía solo para sacar provecho de algo. Y él le creyó a ella.
No pudo decirle nada a su hijo, por lo que él retomó la palabra:
—Tú nunca te enteras de nada porque estás tan ocupado con tu trabajo que hasta olvidas qué día es. No vas a negármelo —abrió los brazos —. Si quieres saber más, se llama Max, es mexicano.
—Zack —zanjó su madre, nerviosa, parándose finalmente. Había enterrado el cigarrillo en una esquina del periódico, aunque no había logrado quemarlo como quería.
—Viene aquí siempre que tú te vas —siguió diciendo Zack, ignorando a la mentirosa de su madre —. Mamá me amenazó con tirarme a la calle cuando los descubrí teniendo relaciones sexuales.
Sus padres intercambiaron miradas de odio. James se pasó una mano por la cabeza, creyendo que hace años no sentía una jaqueca como la que estaba sintiendo. Luego de una pausa, donde la tensión se mantuvo suspendida en el aire, quitándoles el poco oxígeno que quedaba en la sala, su padre se atrevió a romper el silencio:
—¿Cuándo fue?
Intentó retener la histeria que crecía en su pecho y garganta.
—Yo tenía siete años.
—¡¿Qué?! —no pudo detener la ira —. ¿Tanto tiempo ha sido, puta? —se giró hacia su esposa y comenzó a acorralarla, mientras ella intentaba frenarlo con sus lánguidos brazos.
—¡Tú nunca estás en casa! ¡¡Una persona tiene necesidades!! —gimió con una voz tan aguda que podría haber roto una copa de vino.
—"Necesidades" —comenzó a reír él con sarcasmo —. Podrías haberme pedido el divorcio, ¡y ya! Pero te conozco...
—No me conoces —apretó dientes y puños al mismo tiempo.
—Claro que sí, eres una arpía. Estás conmigo porque te puedo dar viviendas, viajes, ropa, zapatos de Jimmy Choo o carteras Louis Vuitton.
—Oye, eso no es...
—¡Claro que eso es! Siempre te ha gustado aparentar.
—¡No es cierto! —chilló la mujer, mirándolo con aprensión.
—Por si quieres saber también... —Zack los interrumpió, atrayendo sus miradas, mas él no los miró de vuelta.
—Zack James Prawel —lo amenazó su madre, girando su cuerpo hacia su hijo y clavándole los ojos con las ganas que tenía de clavarle las uñas. Apretó su mandíbula con tal fuerza que se podría haber hecho daño a la dentadura.
—Ese hombre trabaja para tu empresa —declaró, sin ya importarle nada.
La señora se giró hacia su marido, que sonrió como el ganador que sentía que era.
—¡Perfecto! Lo despediré mañana mismo.
—¡¿Qué?!
—Debiste pensar con quién te metías, Susan —comenzó a reír, quitándose la chaqueta —. Bueno, nunca usaste mucho el cerebro, ¿o sí?
—¡Eres un desgraciado! —gritó la mujer y le lanzó un vaso con whiskey que bebía, más no le achuntó.
—Más suerte a la próxima —comenzó a retirarse lentamente.
—¡Eres malo! ¡Un canalla! —tiró el vaso al suelo y se trizó en millones de pequeños pedazos que brillaron bajo la fuerte luz del candelabro que colgaba desde el techo del salón, como diamantes. Zack dio un respingo. Su padre ni se movió.
—No voy a recoger eso —apuntó el suelo.
—¡Mal nacido! —gritó de nuevo la mujer, ahora lanzándole el diario, que le llegó a un costado de su cadera —. ¡Sin vergüenza! ¡Un atrevido! ¡Ruin!
Las lágrimas caían por su cara, arruinando su maquillaje. Zack sintió algo de compasión por ella, pero prefirió mantenerse callado en un rincón, temiendo que le llegase un golpe a él.
—Los vecinos llamarán a la policía —habló James, ya más calmado.
—¡Que los llamen! Que todo el mundo se entere lo... lo... ¡imbécil que eres! —se quitó un tacón y se lo lanzó por encima de la cabeza. Furiosa de no achuntarle, se quitó el otro y se lo lanzó a la cara, aunque pudo esquivarlo a tiempo. Zack nunca los había visto arrojándose cosas.
—¿Vas a seguir lanzándome cosas? ¿Qué sigue? ¿Tus prendas?
La mujer gritó, apretando los dientes como un perro enrabiado. El hombre se mantuvo serio, pero dolido. Se podía ver el fuego en sus ojos y las venas de su cuello todavía marcadas por la furia recientemente sentida.
—Eres el diablo en persona, Susan —volvió a decir con dureza —. ¿Tienes idea de cómo enfrentar esto?
—Desmintámoslo todo y ya. Así quedas bien con tu empresa que es lo que te importa, ¿no? —le hablaba siempre con ironía, algo que desde los inicios detestó, en especial cuando captó que su hijo había heredado esa misma forma de expresarse —. No te calientes la cabeza, Jamie.
—Me caliento la cabeza porque... —tomó el diario que estaba junto a sus brillantes zapatos y se lo mostró, encolerizándose otra vez —. ¡Porque sales en una puta portada! ¿Qué todavía no te entra en la cabeza, mujer?
Ella se encogió de hombros.
—Entonces, lidiaremos con esto. De todos modos, hace años que ya no te soporto.
Caminó y meneó las caderas al ritmo de sus pasos. Recogió sus tacones del suelo y entró al cuarto matrimonial sin una pizca de arrepentimiento, encerrándose allí.
Su padre respiró con dificultad y examinó la portada del diario una vez más. Ni siquiera se atrevía a leer el artículo completo. Lo que Zack sí sabía, es que cuando todos vieran eso en la escuela, era hombre muerto.
-xxx-
Todos dicen que el pasado es lo que duele. Pero el futuro es incierto. El futuro puede doler y no sabes cómo lo hará ni cuándo. No sabes si enfrentarlo con una sonrisa o estar despierto toda la noche porque no te imaginas cómo será el mundo en la mañana.
Cuando Zack entró al salón, después de una larga noche sin conciliar el sueño, todos se le quedaron viendo. El silencio reinó. Las miradas se enfocaron de él, con suspenso, con gracia. ¿Y él? Él se quedó ciego ante la única luz que solía iluminar su camino, se quedó sordo ante los gritos de esperanza y se quedó mudo cuando todos esperaban que dijera algo. Pero no pudo. Ni siquiera se movió. Sean lo hizo.
—¡¡HIJO DE PUTA!!
Y luego un montón de risas. A nadie le importó. Diana alzó la mirada desde su asiento y se volteó a verle, preocupada. Pero ella no haría nada. Kris no había llegado, Violet tampoco. Los demás reían, quizá solo por reírse. Si no te reías salían comentarios en contra de ellos también.
Zack bajó la mirada, evitando las lágrimas. Caminó a su asiento, con la cabeza agacha. Le hicieron una zancadilla, le llegó una cáscara de plátano justo en el cuello, y demasiados insultos también. Imágenes o recortes del diario pasaban puesto por puesto, para que todos estuviesen bien informados de lo sucedido.
Y lo peor no terminaba allí, pues apenas llegó a su asiento, se percató de que toda la mesa estaba rayada con vulgaridades en su contra. Leyó rápidamente, sintiendo que le picaban los ojos y la nariz.
"Hijo de puta, tu madre es una zorra, tu padre la tiene enana, eres un bueno para nada".
Recibía bolas de papel y carcajadas. La risa de Sean era muy contagiosa y además él tenía poder sobre los demás. Si él no paraba, nadie lo haría. Aunque, le sorprendió que Kevin estuviese serio en su asiento, intentando pasar desapercibido. No lo ayudó.
Violet entró a la sala junto con Kris, seguramente porque se habían encontrado en el pasillo. Su sonrisa fue rápidamente sustituida por la confusión. Boquiabierta, entró lentamente al salón dirigiéndose a su sitio. Intentaba ver qué sucedía. Intentaba entenderlo. Pero todo era un caos de jungla. Algunos imitaban posturas obscenas y otros grababan con sus celulares. Quiso entenderlo, pero no tuvo tiempo de procesar aquel bullicio.
—¡¡El escándalo se oye desde la cancha de fútbol!! —se escuchó junto al golpe de la puerta.
El rector entró al salón, paralizando a toda la clase que, con la obediencia y agilidad de un regimiento militar, se colocaron de pie tras sus sillas en un respetuoso silencio. Incluso Sean se mantuvo callado, aunque no dejaba de hacer morisquetas para hacer reír a sus amigos. Era fácil para él porque se sentaba al último de la fila de en medio, por lo que era difícil captar su comportamiento desde el frente de la sala.
Carpenter entró a la sala y cuando se paró en medio, saludó a los alumnos con un ademán de cabeza incluido.
—¡Buenos días director! —respondieron a coro, sentándose casi todos al mismo tiempo.
Zack se mantuvo en silencio, mirando fijamente su mesa. La había tapado con libros y su mochila para no levantar sospechas. El director no se percató. Solo sonrió al ver que sus heridas habían curado desde la última vez que lo visitó en su oficina.
—Tengo algunos avisos —anunció, abriendo una agenda que sacó desde el interior de su chaqueta azul marino, cruzada, como esas modas de los años ochenta que en el 2013 ya eran anticuadas de usar.
—Hoy se cancelarán los entrenamientos de fútbol americano, atletismo y básquetbol, debido a que la profesora Jones no pudo asistir hoy a clases por asuntos personales.
Fanny se acercó a la oreja de Rosie.
—De seguro otra demanda.
—Segundo, la biblioteca tiene nuevas medidas —los ojos del director enfocaron a Alice —. Al primer escándalo que produzca un alumno, de cualquier tipo, se le negará la entrada durante todo el año. Si se rompe o pierde un libro, deberá ser pagado, con plazo máximo de dos días.
Alice volcó los ojos, reclinándose en la silla.
—Tercero, el 1 de mayo es feriado por ser el día del trabajador, por supuesto —respiró aliviado y una sonrisa enorme se formó en su rostro —. Cuarto, durante la segunda semana de mayo, la maestra Jones realizará una competencia de atletismo por clase, incluyendo esta —se oyeron quejas y suspiros —, en conmemoración de la Copa Adelaida.
—¿Qué es la Copa Adelaida? —preguntó en un murmullo Violet.
—Es solo un evento hípico nacional que data de 1864 —le contestó Kris en el mismo volumen de voz.
—Pero hípico se refiere a caballos.
Kris sonrió.
—Sí, pero la profesora de deporte nos trata como unos. ¿De qué te sorprende? ¡Fue su idea!
—Silencio —se separaron en cuanto les llegó el sermón de la autoridad —. Quinto, el Baile de Invierno se realizará en julio. La fecha exacta no está verificada, pero se estima que para la segunda semana del mes.
Fanny aplaudió, comentando que ya tenía el vestido elegido para esa noche. También la hicieron callar.
—¿No hay más feriados? —preguntó Kevin, alzando la mano. Unos cuantos comenzaron a reír y el rubio se les unió enseguida, sintiéndose popular. Incluso al rector se le escapó una sonrisa.
—El segundo lunes de junio se celebrará el cumpleaños de la Reina de Inglaterra. Será feriado, pero vendrán un montón de ferias culturales al colegio, así que ustedes están invitados. Habrá música, bailes, podrán disfrazarse. Será un día bastante productivo.
Kevin puso los ojos en blanco. Esa idea no le entusiasmaba por nada en el mundo.
—Eso es todo. Ahora retomarán sus clases.
Varios gruñeron. Zack bajó la mirada, asustado. Apenas salía la autoridad de la clase, temía que alguien se levantase y fuese a molestarlo. Para suerte suya, la maestra de química entró al salón casi al mismo tiempo que el hombre salió. Su cara de amargada crispó a varios.
—Página 82, "Las leyes de los gases".
Violet comenzó a transpirar. No podía tener ramo más aburrido aquella mañana. Ni Kris se veía muy interesado en aprender lo que la maestra explicaba en la pizarra, no porque no fuese precisamente interesante, sino porque la voz de la señora era tan baja y monótona que hacía dormir a cualquiera.
—La Ley de Boyle es una de las leyes de los gases ideales. Esta relaciona el volumen y la presión de una cierta cantidad de gas, mantenida a una temperatura constante.
Comenzó a pasearse entre los puestos. Cuando llegó junto a Zack, justo se detuvo. Zack tapó aún más su puesto, mentalmente colapsado, con una punzada en su estómago que le haría vomitar si la docente se atrevía a preguntarle algo. La gota de sudor le recorría desde la coronilla y ya iba recorriendo su sien izquierda, humedeciendo su piel y su oscuro cabello. No quería ni pensar qué haría si la maestra se daba cuenta. Eso metería a Sean en problemas y, por consiguiente, a él mismo. Incluso si lo expulsaban, él era capaz de vengarse.
—La ley dice que el volumen es inversamente proporcional a la presión —siguió caminando con la vista hacia el frente. Tanto Sean como Zack respiraron aliviados, observando cómo la mujer ya estaba lejos de ellos.
—Y la fórmula es esta —comenzó a escribir en el pizarrón —. PV = k.
Algunos solo copiaron la fórmula, automáticamente. Algunos estaban tan adormilados o aburridos que ni siquiera lograron hacer eso, como Violet, quien mantenía los ojos cerrados, con la mano apoyada en su mandíbula, sosteniéndole la cabeza.
—¡Violet Henley!
La chica tembló de pies a cabeza en su puesto, casi golpeándose la frente contra el pupitre. En un segundo, la maestra, quien tenía una fea verruga en su mentón, la apuntó con su dedo índice.
—¿Qué es "k"?
Violet parpadeó dos veces.
—¡Una letra!
La maestra cerró los ojos, contando hasta diez.
—Ya sé que es una letra —se escucharon risas en murmullos —. Me refiero a la "k" de la ecuación en la pizarra.
Violet se inclinó hacia un lado para lograr ver la fórmula que había escrito la maestra en la pizarra, ya que su voluptuoso cuerpo le tapaba un poco la visión.
PV = k, leyó en voz baja. ¿Qué podría significar eso?
—Eh...
—¿No sabe? Lo acabo de decir.
Violet le sonrió, ganándose el odio de la maestra, quien intentó poner a prueba a Kris, quien anotaba cosas en su cuaderno.
—Señor Bailey, ¿usted puso atención a la fórmula?
—Yo... —parpadeó, perplejo —. Sé que P es peso, pero...
La maestra golpeó con la palma de su mano en la mesa.
—Vaya despertando, señor Bailey. Después se pregunta por qué el señor Prawel le gana en las pruebas.
Así, sin más, le echó más carbón al fuego para ver las llamas arder como en el incendio de una locomotora que ha perdido los frenos. Kristian enrojeció de ira, escuchando los susurros en su contra y las sonrisas burlonas de sus compañeros
—Va para usted también, señorita Henley —soltó la maestra, finalmente apartando su mirada con altanería, sin importarle haber herido el orgullo de Kristian Bailey.
La clase volvió a su silencio y Violet sintió miedo cuando la vio sonreír como el gato de Cheshire.
—Señor Prawel, podría usted decirles a Bailey y a Henley, ¿qué significa la ecuación que escribí en la pizarra?
Zack tembló en su silla, asfixiado.
—El volumen es inversamente proporcional a la presión —tragó saliva en un intento por recomponerse —. Eso quiere decir que cuando aumenta la presión, disminuye el volumen y viceversa.
La maestra sonrió. Parecía que le construiría un monumento.
—Perfecto, Zack. Nunca me decepcionas —se giró al curso y les alzó una ceja. Al no ver mayor interés, volvió a mirar a Zack con una sonrisa ladina —. Y, ¿puede decirle a la señorita Henley qué es "k"?
Zack se giró a ver a Violet. Pareció tenerle compasión.
—Es la constante.
—Excelente. Sabiendo eso, se pueden cumplir las siguientes proporciones —dijo, continuando su cátedra.
-xxx-
—"Eso también va para usted, señorita Henley".
Las clases ya habían acabado después de un largo y pesado día lleno de suspenso y estrés. No muchos sabían lo que había ocurrido, entre ellos Violet. Los que sí sabían, no dejaban de hablar en susurros como si el secreto que compartían fuese confidencial.
—Vaya, realmente te ha afectado el cómo te reprendió la profesora de química —bromeó Diana, mientras metía sus cosas en su taquilla. A pesar de que ya habían transcurrido más de ocho horas de aquello y la campana de salida estaba por sonar, no podía dejar de recordar la vergüenza que le hizo pasar. Quedó como una tonta a pesar de todos sus esfuerzos por evitar que esos comentarios se siguiesen esparciendo. Aunque, irónicamente, nadie se le había acercado para decirle nada.
—Lo sé, pero es que fue tan estresante. Desearía haber sabido la respuesta, pero —bostezó exageradamente, tapándose apenas la boca con media mano —. Estoy muy cansada. Ya quiero unas vacaciones. ¡Yo no las tuve!
—Fue muy mala suerte —aprobó Diana con una sonrisa —. Estás más agotada que el resto de nosotros.
Violet se apegó de espaldas a los casilleros, viendo una cara conocida.
—Adiós, koala en celo —se despidió Fanny cuando pasó a su lado en el pasillo. Violet transpiró, apegando más la cabeza contra una de las taquillas, al lado de Diana.
—Voy a perder la cuenta de cuantas veces me ha puesto sobrenombres.
Diana reía, colocando sus carpetas en orden del color más oscuro al más claro. Era muy organizada y perfeccionista. Todos sus lápices tenían nombre y si perdía algo, se volvía paranoica. En cambio, la taquilla de Violet apenas abría bien por el montón de papeles y exámenes con malas calificaciones que no quería mostrarles a Liam y a la tía. ¡Menos a sus padres!
—¿Por qué siento que todos se olvidaron de la vergüenza que yo y Kris pasamos en química? Si fuese un día "normal", Sean me estaría molestando hasta septiembre. Pero... hoy ni siquiera me ha dirigido la palabra —comentó Violet, observando cómo los alumnos conversaban frente a sus taquillas o caminaban por los pasillos rumbo a la salida. Todo parecía muy tranquilo, pero a la vez sospechoso.
—¿Acaso no viste las noticias? —preguntó Diana, metiendo los últimos útiles escolares antes de cerrar la puerta de su casillero.
—No... —Violet se cruzó de brazos sobre el pecho —. ¿Debería?
El sonido de la campana por fin se oyó por cada rincón del establecimiento. Diana cerró su casilla con lentitud, mirándola a los ojos.
—Bueno, todo el mundo habla de eso hoy.
—¡¿Alguien se murió?! —exclamó tal vez demasiado alto.
Diana arrugó las cejas, acercándose a su rostro.
—No, Violet, nadie se murió.
—Lo siento —tartamudeó.
Respiró aliviada, tocándose los labios con una mano.
—Lo siento —repitió —, es que es un consuelo después de saber que Bianca hizo...
Diana pareció confundida y luego sorprendida, acercándose más a ella como si estuviese prohibido decir su nombre.
—¿Cómo supiste lo de Bianca? —hablaba en voz tan baja que le dio un escalofrío en lo bajo de la espalda —. Pasó hace mucho.
—Solo lo supe.
Ambas se acomodaron las mochilas sobre los hombros, incómodas de hablar de ese tema en un lugar todavía atestado de estudiantes que, despreocupadamente, caminaban por los pasillos o se detenían junto a ellas para abrir sus casilleros.
—¿Estamos hablando de la misma Bianca? —era como si Diana no quisiera asumir el tema. No dejaba de mirar a todas partes como si fuera un delito lo que estaban haciendo.
—¿Bianca Foster? —Violet habló en un tono de voz moderado para fortuna de ella.
La castaña traía una mirada dolida.
—Nadie habla de Bianca. Es casi un tabú. Todo el mundo sabe que Sean fue el que lo provocó mediante insultos —le contó en voz baja—. Bueno, Sean y todos los que le siguieron la broma son igual de culpables.
—¿Y por qué lo siguen idolatrando?
Diana hizo un mohín.
—¿Idolatrando?
—Sí, a Sean —inevitablemente comenzó a incrementar el tono de voz, aunque pasaba inadvertida en el mar de voces que se escuchaba alrededor —. Desde el día en que llegué me di cuenta de que lo tienen idolatrado y nadie se atreve a criticarlo. ¿Por qué son así?
Los brazos de Diana se alzaron como si fuese a explicar algo, pero en seguida los dejó caer, exhalando un suspiro de rendición.
—Porque temen terminar como ella.
Los ojos de la rubia se abrieron más y su boca se entreabrió, costándole respirar. Tenía cierto sentido. Era cierto que los que no eran amigos de Sean, le temían. Se notaba en las miradas, en cómo lo esquivaban para dejarlo pasar o agachaban sus cabezas si él se daba vuelta a observarlos.
—Mira —dos amigas pasaron caminando a su lado, entre risas —. Ella es la que le lanzó el jugo a Sean Glover de tercer año.
Violet volcó los ojos y se giró a Diana.
—Tengo que estudiar. Nos vemos mañana.
La castaña no intervino. Estaba muy incómoda para seguir hablando de ese tema tan controversial.
—Claro, cuídate.
Se abrazaron fríamente y cada una caminó por su lado. Temiendo llegar tarde, Violet subió las escaleras de dos en dos hasta llegar a la biblioteca. Estaba un poco más llena que otros días, lo que hacía ver a Zack más incómodo que de costumbre, allí en esa mesa en el sector del medio. Caminó hacia donde estaba, mismo lugar de siempre. La pierna derecha le temblaba como en un movimiento telúrico. También observaba a su alrededor y se frustraba cuando la gente se le quedaba mirando. A lo mejor por eso estaba tan llena la biblioteca.
—Hoy todos te miran —comentó, dejando su mochila a un costado de la mesa, para así verle la cara.
Acabó ofendiéndolo.
—No bromees —respondió con voz de ultratumba.
—¿Pasa algo? —preguntó ella, sacando su libro de física desde el interior del bolso.
Él no respondió. Volcó los ojos y comenzó a hacerle un resumen escrito, con dibujos incluidos.
—¿Qué estudiaremos?
—Movimiento circunferencial con aceleración angular.
Prefirió no haberlo preguntado. Eso no sonaba para nada fácil. Ni siquiera se hacía una idea de lo que podría significar. Aturdida, se echó hacia atrás en la silla y comenzó a admirar el lugar. Cada alumno que estaba allí estaba junto a un grupo de amigos. Conversaban a través de susurros y no dejaban de mirarlos desde lejos, a veces medio escondidos entre los espacios que los libros dejaban en las estanterías.
—Todos nos miran —volvió a decir, tocándose el cabello, rogando no tener goma de mascar en una trenza.
La mano de Zack tembló y el lápiz rodó por el cuaderno.
—¿No te has enterado? —se atrevió a preguntar con un hilo de voz.
—¿Qué? —Violet palideció —. ¿Acaso me están molestando a mis espaldas?
—No es sobre ti. Es sobre mí.
Violet inhaló lentamente, pero no pudo exhalar, preguntándose qué había sucedido. Entonces, Zack agarró su mochila y sacó el periódico desde el interior. Lo lanzó sobre la mesa.
—Esto es de lo que todos hablan.
Violet tomó el diario entre sus estremecidas manos. La portada hablaba del engaño de la señora Prawel, lo cual podría hundir a la familia Prawel y a sus compañías. Era un escándalo.
—¿Es tu madre?
Con su mano acarició la imagen de aquella señora sofisticada, que se conservaba mejor que muchas. Iba de la mano con un hombre más joven, trigueño, bastante atractivo. También reía y apoyaba su cabeza en su hombro.
—Desgraciadamente..., sí.
Violet dejó el diario sobre la mesa. Estaba sorprendida.
—No digas eso. Es tu madre.
—Desearía que no lo fuese.
—¡Zack! —varias miradas se alzaron, haciéndolo enojar —. Yo no sería capaz de hablar así de mi madre. Y eso que yo soy más cercana con mi padre.
Zack entrecerró los ojos, acentuando esa mirada tan intimidante, repudiando cada palabra de ese comentario.
—Bien por ti, pero mi madre ni siquiera me amamantó. No merece nada.
Violet iba a decir algo, pero esa frase la dejó marcando ocupado. No supo qué decirle, porque su madre sí se había ocupado de ella. Nunca había escuchado una situación así. Triste y receloso, Zack se levantó y caminó hacia uno de los oscuros pasillos cubiertos de estantes con libros. Las risas y comentarios aumentaron, ahora mirándola a ella. Temió que la involucraran en el asunto, no obstante, también se preocupaba de Zack y su bienestar. No lo pensó mucho y finalmente se puso de pie, siguiendo su paso con rapidez, como si escapase de todos esos chismosos. Era gente que no tenía nada mejor que hacer en sus vidas, pensaba.
—Zack —lo llamó en voz baja, temiendo que alguien estuviese oyéndolos entre los libros empolvados y viejos.
—¿Qué? —recibió como respuesta. Ni siquiera la miraba.
—Oye, si es mentira, tus padres solo tienen que querellarse contra el periódico y ya está. Problema solucionado.
—Ese es el punto. No es mentira —Violet enmudeció —. Merezco lo que me está sucediendo.
—No... —tartamudeó —. Claro que no. Esto no tiene nada que ver contigo.
Zack volcó los ojos y siguió actuando como si necesitase un libro, siendo que no necesitaba nada.
—No es tu culpa —insistió.
—Ya, déjalo.
Las piernas le temblaron. No podía quedarse mirando la situación como los demás.
—¿Cómo lo está tomando tu padre?
Zack se encogió de hombros.
—Hará lo que tenga que hacer. Luego... quizá se le olvide, la perdone y todo siga como antes. Así son mis padres.
No le gustaba cómo él hablaba de sus padres, pero prefirió no seguir dando su opinión. No conocía a los padres del muchacho y mucho menos sobre sus vidas privadas. Hace poco llegaba a enterarse que Zack venía de una familia adinerada. Pero, como su abuelo siempre decía: El dinero no compra la felicidad. Solo compra cosas para la satisfacción momentánea.
De ahí sacó la conclusión de que estar satisfecho y ser feliz no es lo mismo.
—Lo siento mucho.
—Nadie lo siente. Ni siquiera yo lo siento.
Cerró los ojos, agotado.
—Nunca lo he sentido —añadió, apretando los dientes.
—¿Y qué esperas para cambiar eso?
Él alzó la mirada hacia ella. Al haber obtenido su atención, continuó:
—Zack, entiendo que toda la escuela puede ser un infierno, pero no puedes apagar tu luz interior y sumirte en la oscuridad. Les estarías dando en el gusto. Ellos quieren verte así.
El joven negó con la cabeza, apoyando suavemente la frente contra la estantería.
—Tú no entiendes. Tú tienes una familia que te quiere y apoya a pesar de estar separados por continentes y océanos. Yo no. Tú tienes un grupo de amigos, pequeño, pero amigos, al fin y al cabo. Yo no. Con suerte hablo contigo y solo porque soy tu tutor.
Él se giró hacia ella, que estaba más pálida que de costumbre.
—Yo no soy como tú, Violet. Incluso enfrentamos las cosas de manera distinta. Somos diferentes. Es algo de lo que me di cuenta el primer día en que me crucé contigo.
—Eso no quiere decir...
—Sí, quiere.
—Pero...
—Tuviste razón al decir que eras mejor que yo en todo lo demás —admitió, bajando la mirada —. Lo eres, ¿contenta?
—No quiero discutir contigo —dijo, malhumorada —. Además, esa era solo una broma.
—¡Claro! Como si eso me hiciese sentir mejor.
Alguien chistó. Violet bajó la mirada en silencio. A pesar de encontrarse solos en ese pasillo rodeado de libros gruesos de tapas oscuras, sabían que podía haber gente espiándolos desde el pasillo contiguo. Tenía la sospecha de que así era.
—Sabes... —Zack comenzó a decir otra vez en un murmullo —. Creo que será mejor que no sigamos estudiando juntos.
—¿Qué? —su mirada recobró altura de inmediato.
—Quiero estar solo. Lo necesito —lanzó un suspiro —. Es torturador venir y que la gente hable de mí... y no precisamente cosas buenas.
—¡Al diablo con los demás! —alzó la voz sin importarle nada —. ¿Le vas a dar el gusto a Sean? ¡Él quiere verte así!
—¿Y qué más puedo hacer? Si finjo que no me importa, él se burla igual. ¿Viste cómo estaba mi banco hoy?
—No, pero...
—Claro que no, no te has dado cuenta ni de la mitad de las cosas que aquí suceden.
Violet se llevó las manos a la cabeza, cabreada
—¡No entiendo cómo puedes caer derrotado tan fácilmente!
Entonces bajó las manos con furia. Una de ellas dio a parar al estante, dejando caer abruptamente una pila de libros al suelo. Asustados, retrocedieron, viendo la montaña de libros, con hojas dobladas. El pie de Violet se arrastró por el suelo y rasgó la hoja de un libro que se había abierto completamente. En su cobertura salía "La Odisea" de Homero.
—Mierda —bramó al levantarlo del piso, pensando que había roto un libro clásico que podría haber pasado más de cincuenta años en esa repisa. Sin importarle nada, lo dejó caer al suelo con el otro montón de textos arrugados.
No había nadie en el pasillo, por lo que ambos se encorvaron en señal de alivio, cantando victoria en sus interiores. Se equivocaban. Eso no los salvó de que su enemigo se percatara del problema y después los llevase a ambos a la oficina del director.
—Vaya, parece que se ha formado un nuevo dúo dinámico —exclamó Robert Carpenter, abriendo su laptop.
El pecho de Violet se había comprimido desde el momento en que la bibliotecaria los encontró a ambos junto al desastre que ella sola había causado, solo por su habilidad de romper todo lo que tocaba. Era tan torpe, que se detestaba.
Zack se encontraba serio y melancólico, mordiendo el interior de su mejilla y con la mirada fija en el escritorio del director. Su manzana de Adán se movía con lentitud de arriba abajo cada quince o veinte segundos. Mantenía sus brazos cruzados sobre el pecho. No le dirigió ni la mirada ni la palabra a la rubia en todo el trayecto.
—Entonces, según me han informado, desordenaron, arrugaron y rompieron... —levantó el libro roto que la bibliotecaria le había entregado —, "La Ilíada".
—Es "La Odisea" —corrigió Zack casi con repugnancia ante la equivocación.
Carpenter chequeó de nuevo la portada y sonrió, riéndose de sí mismo.
—Oh, mi error. "La Odisea" de Homero —tiró el libro sobre su escritorio —. Roto y con un zapato marcado.
Violet se miró sus zapatos cubiertos de polvo, que no sabía de dónde salía. Se recordó a sí misma volver a casa y lustrarlos hasta que pudiese reflejarse en ellos.
—Me temo que esta será su última visita a la biblioteca en base a las nuevas reglas —comentó el hombre, abriendo su agenda con las nuevas reglas de la biblioteca —. Rompieron un libro, pero, dado que tenemos muchas copias de ese libro y ambos son estudiantes de... —frunció el ceño cuando sus ojos dieron a parar al historial académico de Violet —, bueno, son...
No encontraba una palabra común para describirlos a ambos. No había nada que tuviesen semejante.
—Bueno, ambos son buenas personas...
Zack blanqueó los ojos.
—Y por ello... solo se les asignará un castigo —sonrió al encontrar una similitud —. El mismo castigo para ambos.
Violet sintió ganas de dar una arcada.
—¿Todo bien, señorita Henley? Está muy pálida.
La muchacha se apartó un pelo de la frente, negando.
—¿Podremos arrendar libros? —preguntó a la vez, asustada por el tema de no tener material para subir sus calificaciones.
—Sí, pueden. Pero no tienen permiso para estudiar allí. Ninguno de los dos.
Zack refunfuñó. Parecía enojado otra vez.
—Este... —entonces, Violet decidió salvarlo de esa —. Fue mi culpa.
Llamó la atención del rector.
—Yo boté los libros y destrocé ese libro, aunque fue un accidente. Zack no tiene nada que ver.
—Lo siento, señorita —le dijo el señor con una sonrisa —. Valoro su honestidad, pero en estos casos, el único testimonio que vale es el de la bibliotecaria.
Bufó, pegando con brusquedad la espalda contra el respaldo de la silla. Al menos lo había intentado.
Carpenter guardó ambos historiales en un cajón de su escritorio, mientras los estudiantes lo miraban en silencio. Violet se sentía como un cadáver andante. El hecho de que los castigarían le ponía el corazón a latir a todo trapo. Sabía que le dolería el pecho si el castigo se trataba de una suspensión. No tendría cara para mirar a la tía después.
—¿Qué clase de castigo tendremos? —rompió el silencio Zack. Ambos lo miraron.
—El de siempre. Tendrán una suspensión interna.
Violet comenzó a reír, porque era el castigo que se imaginaba, aunque no había escuchado la palabra "interna" junto a "suspensión" jamás.
—¿Algo le parece gracioso, señorita Henley?
Violet miró a Zack que también le alzaba las cejas, admirando su ridiculez. Ella negó, abochornada, y pidió disculpas.
—Entonces, suspensión interna para ambos... —habló Carpenter en voz alta mientras anotaba. La luz que se colaba entre las persianas cafés de su despacho le daban justo en los ojos, aunque no parecía incomodarle.
Violet ladeó su cabeza, confundida. Con una sonrisa culposa se quedó mirando al director, esperando que tuviese la amabilidad de explicarle.
—Oh, Violet, una suspensión interna es lo mismo que una suspensión, pero dentro de la escuela. ¿Acaso no tenías en Estados Unidos?
—No, solo externas.
—Bueno, aquí hay ambas, dependiendo del "delito" —comenzó a reír. Tal vez había sido jefe de policía en otra vida.
—¿Y dónde nos quedaremos si no podemos ir a clases o a la biblioteca?
El director sonrió. Con un ademán, prosiguió a explicarle:
—Se quedarán en una salita del segundo piso, donde están las oficinas de administración. Allí hay escritorios, calefacción, y recibirán sus almuerzos a la hora que corresponde. Tendrán que hacer sus deberes o las actividades que den los maestros en las clases de ese día.
—¡¿Nos encerrarán?!
La voz chillona le salió algo quebrada. Se preguntaba qué clase de cárcel era esa.
—No es un encierro, señorita Henley. Usted puede ir al baño cuando desee. Además, la oficina es bastante amplia.
—No parece un castigo justo... —siguió diciendo, a pesar de que Zack no se mostraba en desacuerdo.
—Muchas escuelas alrededor del mundo tienen este sistema de castigo implementado, señorita Henley. Es un tipo de sanción como cualquier otra y el coordinador de ciclo ha estado de acuerdo con esta medida —miró la hora en el reloj que colgaba en lo alto de la pared de enfrente —. Ahora debe estar en reunión, por lo que no pudo acompañarnos.
Violet tragó saliva, sin lograr decir nada. Ante su extrañeza respecto al tema, Carpenter se levantó y sacó un folio de entre uno de los miles de archivos que guardaba cuidadosamente en sus estantes, acercándolo a Violet.
—Mire, aquí se explican los distintos tipos de sanciones. Están las sanciones orales, escritas, matrícula condicional, expulsión y... —buscó con su dedo índice —, aquí se explican las suspensiones.
Violet tomó la hoja y leyó rápidamente la sección.
Suspensiones
La Suspensión Interna o Externa implica la separación de un alumno de la Comunidad Educativa, debido a una actitud o comportamiento inadecuado e inadmisible para una sana convivencia. Es aplicada por el Coordinador de Ciclo o el Rector del establecimiento.
c.1) Suspensión interna
La suspensión interna se da como consecuencia de una detención o más, debido a que el estudiante no ha cumplido con lo esperado en su comportamiento según lo establecido en el Perfil del Alumno y el Manual de Disciplina. La suspensión interna implica que el alumno asiste al colegio, pero realiza todas sus actividades fuera del aula.
Las suspensiones internas conllevan una calificación de "B" en el Informe de Progreso, salvo que el alumno haya rectificado su comportamiento significativamente.
c.2) Suspensión externa
Se da como consecuencia de una falta muy grave a cualquiera de las Normas de Convivencia del Colegio. La suspensión externa significa que el alumno no asiste al colegio. El estudiante debe realizar un trabajo en casa y venir al colegio acompañado por sus padres o tutores legales el día en que se reintegre.
La suspensión externa conlleva una calificación "C" en el Informe de Progreso, salvo que el alumno haya rectificado su comportamiento significativamente.
La suspensión externa que amerite la separación por más de un día del Colegio debe ser autorizada por la Dirección.
Deslizó la hoja a través de su escritorio y bajó la vista, arrepentida. Nunca había sentido tan poca confianza en sí misma; ni se atrevió a hacer más preguntas o reprochar.
—Este castigo comenzará mañana en la mañana. Durará hasta el término de clases. Luego podrán asistir a sus clubes o actividades post escuela, ya que eso es fuera del horario de clases.
Ambos muchachos se miraron. Ninguno de los dos pertenecía a un club o hacía algún deporte después de la jornada escolar.
—¿Dudas?
Más que dudas, Violet se sentía acorralada. Hizo una mueca y chasqueó la lengua, creyendo que lo único posible por hacer era aceptar el ridículo castigo y esperar a que pasase lo más rápido que pudiese.
—Bien. Pueden irse a casa.
Aún tenía muchas palabras en su cabeza rondando. No tenía coraje para decir todas ellas, en especial cuando parecía que eran muchas cosas por decir.
Los pasillos ya estaban vacíos. La señora de la limpieza trapeaba con entusiasmo los pisos, dejándolos relucientes, mientras tarareaba una canción de las Spice Girls. Violet sonrió a medias, colgándose la mochila al hombro y caminó hacia la salida, sumida en sus pensamientos. Se despidió de la señora y también del profesor de francés, que se lo encontró en las escaleras de la salida de la escuela.
Las baldosas brillaban debido a una pequeña llovizna que cubrió la ciudad a eso del mediodía, pero que no alcanzó ni a durar una hora en pie. Los carros paseaban por las calles en silencio, al igual que las personas, abrigadas y sonrientes. Sin darse cuenta, se olvidó de irse caminando con Zack, siendo que ambos habían salido de la escuela juntos. Solo cuando llegó a su casa, se volteó a ver si la seguía. Allí, a dos metros de distancia, Zack se había detenido a verla.
—Te deseo lo mejor —pronunció ella, de corazón, en el tono más bajo que pudo salir de su garganta. No se había olvidado de porqué todo había comenzado y, como buena amiga, esperaba que los problemas que él tuviera en casa se solucionasen.
—Gracias —contestó él, levantando las comisuras de sus labios discretamente, alejándose al cruce de la concurrida avenida.
Ella sonrió con pena, adentrándose entonces a su cálido hogar, sosteniendo el papel de detención que debía ser firmado por su tutora legal en ese momento, la señora Sanders. Lo había mantenido contra su pecho todo el camino, conmocionada, porque jamás había tenido un castigo así en su vida escolar, por lo que no sabía con qué cara y actitud enfrentarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top