V e i n t i c i n c o

Capítulo 25

Los ojos de Violet se abrieron como si estuviese esperando una inminente muerte.

—Entonces, ¿qué dices?

Abrió la boca sin poder creerlo. Quiso reír, pero no pudo. Se sentía enojada, ofendida y desorientada. No podía articular ninguna palabra.

—Tomaré tu silencio como un sí.

—¡¿Qué?!

Era suficiente. ¿A qué iba todo eso?

—Mi respuesta es no, sea lo que sea. ¿Tienes una cámara escondida o algo?

Él comenzó a reír.

—Te dije que me las pagarías y este es tu castigo. Vas a ser mi novia por el tiempo que yo estime conveniente.

—¿Castigo? —por fin una sonrisa se formó en su rostro —. ¿Qué castigo es ese? Preferiría meter mi cabeza en un retrete.

Entonces él se acercó, amenazante. Violet intentó retroceder, pero su cuerpo se topó con la baranda, dejándola sin salida. Cuánto hubiese deseado que todo hubiese sido parte de un mal sueño. ¡Incluso de una vil broma! Pero su rostro decía todo lo contrario.

—¿Has visto cómo se ponen las fanáticas de un cantante cuando lo tienen cerca? —se acercó aún más a ella —. ¿Has visto cómo se ponen esas mismas fanáticas cuando su estrella tiene una pareja?

Violet dio otro paso hacia atrás, incapaz de decir algo.

—Tú pagarás las consecuencias ahora. Ya estoy ansioso por ver cómo te persiguen todas esas niñas para darte tu merecido —comenzó a reír —. Lo digo porque yo jamás saldría con una poca cosa como tú. Esas chicas se van a preguntar "¿qué vio él en ella cuando estoy yo?". ¡Se pondrán furiosas!

No podía dejar de reír. Violet respiró con mayor frecuencia, enojada.

—¡Les diré que es mentira!

—¿Crees que las chicas que están locas por mí te creerán?

Se relamió los labios, divertido.

—Hay chicas que piensan que soy atractivo, galán y que me veo genial con el traje de la selección de básquetbol. Darían lo que fuese por pasar más de una noche conmigo.

Violet desvió la mirada a sus nudillos. Las manos le estaban temblando como un terremoto. También las sentía transpiradas, quizá como todo su cuerpo. No podía creer todo lo que estaba escuchando.

—Cuando vean que la nerd de Violetta Henley está saliendo con el guapo y popular Sean, todas te harán pedacitos. Créeme, tendrías que ser como Fanny para que nadie te dijera nada, pero no es el caso.

—¡Mi nombre es Violet! —exclamó, volviéndose loca —. Y no, lo desmentiré todo. Ahórrate tus amenazas.

Su sonrisa fue como la del gato de Cheshire. Totalmente perturbadora.

—Como dije, nadie te creerá —sonrió. Unos hoyuelos se le formaban en el rostro —. En esta escuela, mi palabra vale oro al lado de la tuya.

-xxx-

Su corazón iba a mil y no entendía qué sucedía. Durante el almuerzo, no dejaba de recibir miradas.

—¿Nos están mirando mucho hoy? ¿O es mi idea? —preguntó Kris, mirando de reojo a un grupo de chicas que tendrían parecido con serpientes listas para atacar.

—Yo no hice nada —se excusó Diana, alzando sus manos.

Violet no sabía si contarles la verdad o ver qué sucedía. Terminó inclinándose por la segunda alternativa, pues no sabía cómo enfrentarse a las palabras de Sean.

De repente, apareció en la entrada del casino. Traía una sonrisa encantadora entre los labios y lanzaba miradas coquetas a las porristas que se le cruzasen, haciéndolas sentir especiales. Tal vez todo era parte del plan, pues no se dirigió a su mesa con sus amigos como siempre, sino que caminó con paso seguro y galante hacia donde Violet estaba sentada.

—Dios, no —jadeó en silencio. Intentó hacer un esfuerzo inútil de esconder su cabeza detrás del bolso de Diana. No impidió que él llegase a su lado, seguido de Kevin y uno de esos amigos de último año, quien se parecía a uno de los integrantes de los Backstreet Boys.

—Hola, nena.

Diana se atoró con una albóndiga. Kris escupió el jugo. Varias chicas a su alrededor se levantaron de sus asientos, indignadas, más aún cuando Sean agregó:

—¿No vas a darle un besito a tu novio?

Violet quería esconderse. Era obvio que, si decía que no eran novios frente a todos, se armaría un jaleo. Luego sería la mentirosa y cruel novia del guapo de Sean. Tenía que pensar bien lo que iba a decir o hacer.

—¡¿Es tu novio?! —preguntaron al unísono Diana y Kris.

—¡No! —anunció a gritos, olvidándose del primer plan. Los ojos de Sean se mostraron amenazadores.

—¿Cómo dices, cariño? ¿No recuerdas la bella noche que pasamos ayer?

Las bocas de los espectadores se abrieron tanto que parecía que dejarían caer sus mandíbulas al piso. Entonces se acercó, encontrándola desprevenida, dándole un corto beso sobre los labios. Ella quedó helada bajo las miradas intransigentes de todos.

—Nos vemos después de clases.

Se alejó. Kevin y el de último año también se sorprendieron ante la noticia. Sin embargo, una sonrisa se dibujó en el rostro de Kevin. Era radiante, esperanzadora. Se giró a Diana y le alzó las cejas, para luego irse en la misma dirección de Sean. El chico Backstreet le siguió.

Las miradas de celos de las chicas la turbaron. Cuando el trío estuvo lo suficientemente lejos, Violet se inclinó sobre la mesa. Diana y Kevin estaban muy interesados en oír lo que sea que tuviese que decir.

—No es mi novio. Se lo está inventando para provocar que las chicas me molesten. ¡Lo juro por todos los dioses griegos!

—Entonces, ¿por qué no has dicho nada? —preguntó Diana Miller, mirándose con Kristian.

Violet negó con la cabeza. Quizá ni ella creía que se hubiese quedado muda.

—Lo siento. Tuve miedo.

Imaginaba qué hubiese pasado si ella hubiese negado todo. Sean la hubiese buscado por cada rincón del mundo hasta darle un puntapié en el estómago. De solo imaginarlo, sintió un vuelco en su interior. Fueron tan grandes las náuseas que tuvo que correr y dejar todo atrás entre lágrimas. Vomitó el almuerzo y el desayuno a solas en el baño. Entre lágrimas, se agarró el estómago y apoyó una de sus temblorosas manos en la orilla del retrete. Palideció y se sentó en el piso, sintiendo un sudor frío que le recorría toda la cara y le bajaba por el cuello. Se abrazó a sí misma, sintiéndose vacía. No podía estar pasándole todo eso. Su cabeza daba vueltas y su mundo se desmoronaba. ¿Qué podía hacer para solucionarlo?

Se pasó el día en silencio, sin intercambiar miradas con ninguna de las muchachas que se atrevió a mirarla mal o inventar chismes sobre ella. Ni siquiera se tomó tiempo de ver si Sean lo estaba pasando bien con su actitud o no.

Para cuando comenzó la hora de las tutorías, notó a Zack muy callado también. Se limitaba a explicarle y mirar las hojas para corregir sus ejercicios. No se mostró más abierto que eso, lo que la obligó a tocar el tema.

—No es lo que estás pensando.

—¿Eh?

Ella le clavó la mirada, seria. Todavía sentía asco en el paladar.

—Sé que lo sabes.

El joven se sintió acorralado. Movió los ojos en todas las direcciones y pestañeó varias veces en un minuto.

—Entonces, ¿no es verdad?

—No —respondió segura, pero no quiso mirarlo.

—Pero... —sus cejas se fruncieron con inseguridad —, ¿por qué lo haría? No tiene sentido.

—Zack —blanqueó los ojos, mareada —. Él me está usando para hundirme. Suena poco creíble, pero es la verdad.

—¿Hundirte de qué forma?

—Pues, todas las chicas que lo encuentran genial no pueden creer que alguien como yo esté con alguien como él. No sabes lo mal que me han mirado todo el día. Ya no puedo más...

Dejó caer el lápiz que rodó por su cuaderno hasta caer sobre la mesa. Se sentía tan mal que creía que la gente que estaba en Adellia's en ese momento también hablaban de ella.

—¿Y por qué no has desmentido todo?

Violet dejó los deberes de lado un momento.

—Será porque, si lo hago, él me arrancará los ojos y hará un caldo con ellos.

—No lo...

—Ya lo hizo una vez, ¿lo olvidas? ¿Por qué crees que no he dicho nada?

Bufó y se relamió los labios, sin querer volver a mirarlo. La pierna derecha le temblaba tanto que tuvo que reposar una de sus manos sobre ella. Aun cuando ella ya había intentado enfrentar a Glover algunas veces, no significaba que su miedo se hubiese esfumado. Le tenía tanto terror como al principio.

—Sean me espanta —admitió, esperando no vomitar otra vez —. Hoy me ha hecho vomitar todo. Y yo no soy de esas personas que se enferman con facilidad.

Se abrazó el estómago casi con dulzura, sintiendo compasión por sí misma.

—Muchas veces Sean es "mucho ruido y pocas nueces" —intentó calmarla.

Violet negó, levemente alterada.

—Es una persona horrible —se giró hacia él —. Y..., ¿lo habías creído?

Zack titubeó.

—¿Qué harías tú si corriese un rumor por toda la escuela que dijese que estoy saliendo con Stephanie o Alice? ¿Lo creerías?

—Tal vez no —dijo ella, encogiéndose de hombros —. Sé que no son el tipo de chica en el que te fijarías, creo.

Unas pequeñas manchas rosadas aparecieron en los pómulos de Zack, conforme sonreía de lado.

—No deberías dar nada por hecho.

Ella pegó un salto en el asiento.

—Como sea, Sean no es mi tipo y tampoco es comparable con Fanny o Alice.

—Podrías sorprenderme —dijo él.

—No es mi tipo —repitió, arrugando la nariz y la frente al mismo tiempo.

Zack se inclinó hacia atrás, recordando algo de súbito.

—¿Cuál es tu tipo?

—Tú no me quisiste decir cuál era el tuyo.

Zack blanqueó los ojos.

—Una vez dije que no me gustaban las tontas —alzó su mano —, ahí puedes descartar a todas las huecas de la clase: Fanny, Rosie...

—Qué bien se te da eso de criticar. Ahora nómbrame a mí.

Zack cerró su mano en forma de puño.

—Yo no te iba a nombrar a ti —frunció el ceño —, ¿cuál es ese afán tuyo por desvalorarte tanto?

Violet se llevó el lápiz a la boca y se movió de un lado a otro.

—La costumbre... supongo... y tu forma simplista de juzgar un libro por su portada.

—Pues deberías desacostumbrarte. Y no las estoy juzgando por su portada. Ya las conozco desde hace años.

Ella comenzó a morder el lápiz, sin dejar de contemplarlo, pues también odiaba que tuviese argumentos para todo. Terminó de resolver la hoja de ejercicios y se la entregó con una mueca media nerviosa.

—Contestando a tu pregunta...—comenzó a decir en un hilo de voz —, supongo que me gustan los chicos con los que se pueden conversar de muchas cosas.

—Hum.

Zack comenzó a corregir rápidamente un ejercicio que ella había hecho, sin dejar de sonreír silenciosamente. Violet aplanó los labios y siguió resolviendo otros ejercicios con vectores, empuje, velocidad, gravedad y tantas otras cosas confusas dentro de la física. Agotada, comenzó a imaginar cómo sería el siguiente día. ¿Sean seguiría con ese malvado plan de ponerla a ella contra todas las demás chicas de la escuela?

—Oye, sé que te lo he preguntado antes —dijo, intentando enfocarse en el ejercicio —. ¿Cómo memorizas las fórmulas? ¿Las escribes en tu pared o algo así?

Había visto varias veces a Liam colocar papeles en su pared, además de escribir resúmenes y hablar en voz alta hacia la nada. Eran métodos de estudio muy prácticos, pero a ella no le servían mucho. Siempre terminaba embobada en algo más.

—No, lo escucho o leo una o dos veces y lo recuerdo. Ya te lo había dicho.

—¿Es eso normal en este planeta? —preguntó ella, algo celosa de aquella habilidad.

—Supongo que lo es. No soy el único del planeta al que le va bien.

Le pasó otra tanda de ejercicios, subiendo el nivel de dificultad.

—Ya has realizado los ejercicios de segundo de secundaria. ¿Crees poder realizar los de tercero?

Segura de sí misma, asintió. Quería demostrar que se merecía volver a Boise y adelantar un año, en vez de repetirlo junta a esas chicas ruines. Los números de Zack eran ordenados y minuciosos. Confrontó el primer ejercicio y casi se cayó de espaldas. Parecían el idioma hindi en vez de números.

—Este...

Comenzó a resolverlo, hasta que solo quedó un desastre de números y borrones. La incógnita se había perdido por allí y no habría forma de encontrarla.

—¿Cuánto puedes demorar?

Zack le quitó el cuaderno, disgustado. Sus ojos se abrieron de par en par al ver la calamidad.

—¿Dónde está el resultado? —volvió a preguntar, indignado.

—Creo que no lo obtuve...

—¿Por qué usaste la fórmula de densidad? —cuestionó con un tic en el ojo. Violet intentó explicarse, pero él hizo una bola de papel, asustándola. Se cubrió la cara con las manos cuando lo vio sacando otra hoja, muy cabreado.

—¿Qué estabas haciendo en clases cuando el profesor explicó esto?

Ella comenzó a juguetear con sus dedos.

—Bueno, yo...

Dejó caer el cuaderno sobre la mesa, desafiando las miradas de los clientes del lugar. No le importaba que hablasen de ellos.

—Te explicaré cuidadosamente otra vez. Escucha bien.

—Sí.

Se acomodó en la silla, lanzando un largo y profundo resoplido. La materia de tercero le era más difícil que la de segundo. A veces pensaba que debería haber sido delito que la adelantasen cuando llegó.

—¿Entendiste?

Había pasado bastante rato hasta que por fin escuchó esa pregunta. Al menos ya no parecía tan agitado.

—Sí —contestó, sin estar segura del todo.

—Entonces... —le pasó el lápiz y el cuaderno —, hazlo.

Ella se mordió el labio inferior y comenzó a hacerlo mientras él no le quitaba un ojo de encima, como si estuviese vigilando que no se desconcertara. Se detuvo en medio del desarrollo y alzó la mirada hacia él.

—¿Me vas a mirar todo el rato?

—Es una forma sutil de incomodarte y que te concentres en algo más que no sea mi mirada.

—¿Algo... más?

Zack volcó los ojos.

—Sí... algo más... el ejercicio.

La joven hizo un mohín, continuando el trabajo con esmero.

—Ay, Violet —suspiró él de repente —. A veces me gustaría saber qué hay dentro de tu cabeza.

Ella cerró los ojos un momento, afirmando el lápiz con fuerza. Un sentimiento competitivo comenzó a crecer en su interior. Quería tener el ejercicio bueno. No quería que el cascarrabias de Zack siguiera gritando y exasperándose.

No podía culparlo. Quizá ella hubiese tenido menos paciencia con otra persona.

—El resultado es 7,8 —dijo al cabo de unos minutos, esperando que le llegase un reto.

Zack asintió.

—Así es.

—¡Já! —lo apuntó con el lápiz —. Soy un genio.

—Aún te faltan ejercicios por resolver.

Ella arrojó la cabeza contra la mesa, agotada. Las tardes se le hacían tan largas que terminaba con un dolor de cabeza agudo en medio de las cejas y en sus sienes. Una hora de silencio era una tortura. Violet bostezaba y resolvía los problemas, solo hablando cuando obtuviese el resultado. Zack había intervenido dos veces en las treinta preguntas que había hecho hasta ese momento. Ella continuó, ignorando su mirada acosadora y las voces de las personas que charlaban cerca sobre lo fácil y bonita que era la vida desde sus puntos de vista.

—Nunca me dijiste qué pensabas sobre mí.

Zack había cortado el silencio. Ella pegó un salto en el asiento.

—Oh —comenzó a recordarlo —. Dije que debías averiguarlo.

—Nunca lo haré. Eres más complicada de lo que pensé.

—Gracias por el cumplido.

—Era un defecto.

Violet lo miró, frunciendo los labios. Definitivamente creía que el hielo corría por su sangre.

—Qué cruel eres.

—Bueno, es la verdad. Eres difícil de descifrar.

Violet sonrió con gracia. Por unos agradables segundos se miraron como cuando dos rayos de sol se encuentran en el aire después de una tormenta. Finalmente, ella se rindió y, sin dejar de sonreír y colorada como cereza, declaró:

—Pienso que eres digno de admirar —se encogió de hombros, tímida —. Yo te admiro, Zack. Mucho.

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