T r e i n t a y o c h o

Capítulo 38

Good bye, Lenin era una película alemana acerca de una familia que vive la caída del muro de Berlín, mientras la madre, una servidora del gobierno comunista de ese lado del país, sufre un coma. El hijo de ella hace lo posible para que su madre no se entere de que la nación se ha reunificado, por miedo a perderla. Era bastante famosa, pero a Violet no le sonaba nada. Le había quitado la computadora a Liam mientras este se duchaba y la había encontrado en internet casi en seguida. Los primeros veinte minutos se sintió un poco inquieta; un poco irritada por el audio alemán.

Entonces, ocurrió algo. Dejó de pensar en el complicado idioma, olvidó estudiar física y, aunque todos en casa pensarían que estaba haciendo de vaga, comenzó a preocuparse por el destino de esa familia y de la madre del protagonista, en una época clave para Alemania.

Cuando la mujer murió y el joven esparció sus cenizas con un cohete, ella lloraba en silencio con la cama cubierta de pañuelos desechables, hipnotizada con aquella música de piano y las imágenes de una Alemania que no volvería a ser la misma, al igual que esa familia.

—Entonces —dijo Liam, que apareció en el marco de la puerta y le echó una mirada burlona—, ahora estás viendo películas cursis.

Alzó la vista y asintió haciendo un puchero.

—No pensé que sería esta clase de película.

—¿De las que te hacen llorar? Yo he llorado incluso con E.T.

—Yo nunca había llorado con ninguna —rezongó —. O quizás no había visto muchas películas buenas hasta ahora.

Liam sonrió con la mirada fija en la computadora, escuchando la melodía de los créditos.

—No he visto esa película.

—Deberías —balbuceó, alcanzando la caja de pañuelos otra vez.

—Tal vez me haga un tiempo. La verdad es que pasaba por aquí para pedir el portátil, pero al verte tan metida, decidí esperar a escucharte llorar.

—Oh, vas a ensañarte, ¿verdad?

Liam comenzó a reír.

—No se lo contaré a nadie —observó cómo se limpiaba los ojos —. ¿Quién te la ha recomendado?

—Zack Prawel.

—¿Tu compañero de clases?

Asintió.

—Vaya.

Violet dejó a un lado la computadora y le echó un vistazo al pañuelo. Comprendió que ya no le quedaba rímel.

—Me duele la cabeza —dijo —. Debería dormir.

Liam tomó la computadora y le deseó un buen descanso. Violet se sintió un poco mal en parte porque debería haber estado estudiando para la prueba del siguiente día, pero la película estaba tan interesante que no pudo despegarse de allí ni para ir al baño.

Al otro día, despertó algo más cansada de lo habitual, pero fue capaz de asearse, peinarse y asistir a la escuela mientras repasaba las fórmulas en su cabeza. De vez en cuando, imágenes de la película la distraían, pero no la molestaba. Había valido la pena.

Cuando llegó a la escuela, todos estaban vueltos locos porque no habían estudiado lo suficiente. Violet entró y se fue a sentar tranquilamente a su pupitre, deseando que el día acabase ya. Rebuscando sus lápices en la mochila, su mano tocó algo peludo. Confundida, lo sacó y se dio cuenta que había traído el koala a la escuela.

Su mirada se suavizó y una sonrisa se le formó en el rostro. Aquel peluche y aquella maravillosa película eran los ingredientes perfectos para comenzar un buen día.

—¿Te compraste eso? —preguntó Kris, entre risas.

—Ah, ¿esto? —lo mostró —. Sí.

Supuso que Zack no quería que se supiese lo que pasó esa noche. Giró un poco su cuerpo hacia atrás para captar su imagen. Parecía demasiado abstraído. Más de lo usual. Curiosa, se preguntó si se encontraba bien. Sus ojos se encontraban algo rojos y amoratados, como si... como si hubiese llorado toda una noche.

—Estoy nervioso —dijo Kris, de repente llamando su atención—. ¿Cómo era eso de liberar nervios?

—Ah.

Violet le pasó una mano como le enseñó Zack una vez.

—Apriétala con fuerza.

Él le tomó la mano y la apretó con todas las fuerzas posibles hasta casi hacerle daño.

—¡Ay! —la quitó de un zarpazo.

Kris comenzó a reír, más relajado.

Con la puntualidad del horario de un tren, el profesor entró y repartió las pruebas dando las mismas indicaciones de siempre. Si encontraba a alguien en actitud sospechosa, quitaría el examen y serían reprobados con la nota mínima inmediatamente. Los resultados estarían al siguiente día, publicados en la entrada del colegio, como siempre. Violet ya sentía su corazón arrimado a su garganta.

—Y quiero escuchar un silencio de cementerio.

Violet asintió, volteando la prueba, justo al momento de escuchar:

—Suerte.

Kris le había regalado una sonrisa.

—Tú también.

—Silencio —repitió el maestro, cabreado, paseándose entre los asientos.

Como resultado del esfuerzo empleado hasta ese momento, Violet comenzó a contestar las preguntas con seguridad, solo dudando con dos ejercicios más complicados. Enseguida comprendió que ser constante y práctica eran las dos herramientas necesarias para salir victorioso de un examen. A veces miraba a sus compañeros, quienes no tenían nada en común entre ellos. La mitad mostraba la misma expresión aturdida que probablemente se había visto en su propia cara semanas antes, mientras que la otra mitad tenía el típico semblante inexpresivo y aburrido de quien no quiere estar realmente allí.

Una vez terminó la prueba, entregó y salió muy satisfecha del salón. Kris salió tras ella.

—¿Cómo te fue? —escuchó que le pregunté.

—Creo que bien. Aunque tuve duda en dos.

—Oh, espero que las tengas buenas —alzó el mentón —. Yo salí muy conforme con mi desempeño.

—Espero que te haya ido excelente —dijo ella, caminando junto con él por el pasillo.

Aun no podía celebrar, pues faltaba dar el examen de francés en el cual debía sacar 100/100 según la apuesta. Quería ser optimista, pero jamás lo había logrado en ningún ramo que no fuese artes.

—¡Chicos!

Ambos se voltearon y vieron a Diana correr hacia ellos. También había terminado de rendir su examen.

—Eh, ¿qué tal estuvo la prueba?

—Bien —contestaron a coro.

—Estoy satisfecha y feliz —Diana se acercó a su taquilla y la abrió con ganas, sacando desde adentro dos entradas para el cine —. Por eso, quiero invitarlos al cine.

Violet recibió el boleto, confusa.

—¿Guerra Mundial Z?

—Compré las entradas junto con Kevin y él decidió esa película —se encogió de hombros —. Espero que los zombis sean lo suyo.

Kris comenzó a asentir.

—Si hay sangre, me encantará.

—Ew —farfulló Violet —. ¿Qué tienen los hombres con las películas llenas de muertos?

—A mí también me agradan —lo defendió Diana —. Las entradas son para mañana, después del examen de francés, así que estudien mucho para que tengamos razones para celebrar.

El gran cine, como lo llamaban Diana y Kris, estaba tan lejos como la casa de Diana, cerca de los edificios políticos, frente a una larga avenida de cuatro carriles, como la que se encontraba entre los barrios residenciales donde ella vivía y los edificios empresariales donde Zack residía.

—¿Es alguna clase de cita doble? ¿Vas tú y tu novio y yo con Violet?

Violet estuvo a punto de blanquear los ojos cuando escuchó a Kris decir eso.

—No. También he invitado a Zack.

—¿Zack?

Kris se mostró indignado enseguida.

—¿Por qué? —osó a preguntar.

—Oigan, nos hizo el trabajo de biología —lo justificó Diana —. Además, el pobrecito nunca sale con nadie y... pensé que ya era amigo de nosotros. Se ha sentado a almorzar cuando antes ni siquiera entraba en el casino. ¿Por qué dejarlo afuera entonces?

Violet recordó el koala y sintió que una sonrisa se extendía por su rostro.

—Puede venir.

Siguieron su camino por los pasillos despejados rumbo a la cafetería. Hacía frío y Violet creía que era probable que tuviera un aspecto patético, ahí encogida, mientras intentaba entrar en calor con ese uniforme hecho de una tela para nada abrigadora. Era incapaz de pensar en otra cosa que no fuese la posibilidad de enfermarse. Nunca había sido fanática del frío.

Entonces, cuando doblaron en la esquina al término de ese pasillo, aquellas ideas se desvanecieron en cuanto vieron los casilleros de ese pasillo plagados de papeles, donde podía identificarse claramente la cara de Violet y Zack, ambas fotos del libro de curso tamaño carné.

—¿Qué diablos...?

Un chico alto de cabello rojo pegó una última copia, al otro lado del corredor.

—¡Oye!

Se volteó, pero llevaba una máscara típica de Halloween, por lo que fue imposible identificarlo. Sin perder tiempo, dejo caer en el suelo los demás panfletos y echó a correr, saliendo por la puerta que daba al jardín delantero y, obviamente, a la calle.

Violet se sentía tan nerviosa que tardó un momento en acercarse a una de esas hojas pegadas en las taquillas. Podía ver su foto de carné, aquella que se había sacado en un antiguo estudio de fotografía en Boise para el libro de clases, las cuales había pedido para usarlas en Southern Cross durante su estadía. Al lado, salía la de Zack, con ese semblante frío y apático de siempre, y esos ojos amenazantes.

Debajo de ambas fotos, había un texto. No pudo creer lo que sus ojos leían.

"Zack y Violet hacen clases de Kama Sutra después del colegio"

Los ojos grises de Violet se alzaron lentamente hacia la puerta de vidrio. Ya no se podía ver al sujeto en cuestión.

—¿Qué dice?

Diana le quitó la hoja y comenzó a leer junto a Kris. Las manos de Violet temblaron mientras las dejaba caer lentamente a sus lados. No podía creer lo que estaba sucediendo y tampoco quería ver la reacción de sus compañeros.

—¿Esto es cierto? —preguntó Diana, con un gesto desdibujado.

—¡No! —Violet se volteó hacia ellos. Miró a Diana y luego a Kris —. Kris, tú eras el único que sabía sobre las clases.

Kris abrió la boca al máximo.

—¡Yo no dije nada! Lo juro.

—¿Qué clases? —Diana parecía asustada.

—Zack le hace clases a Violet de distintas materias —declaró él.

Violet negó con la cabeza y comenzó a arrancar desesperadamente todos los papeles.

—Sí —Diana la siguió sin dudar —. Antes de que todos lo vean.

Pero fue demasiado tarde. El timbre sonó y todo el colegio comenzó a caminar por los corredores. Levantaron las hojas del suelo o se acercaron a leer los que estaban puestos en sus casilleros. Violet no pudo levantar la cabeza y solo apretó contra su pecho los panfletos que alcanzó a retirar. Esperó la sentencia con la cabeza agacha.

Risas fue lo primero que escuchó. Risas, comentarios, gente opinando, dedos apuntándola. Escuchó a Diana decirle que lo sentía y que no debía importarle. Sintió a Kris sobándole la espalda, mas nada pudo detener las lágrimas que intentaban brotar de sus ojos al oír esas burlas a solo centímetros de su cara.

Todos lo creyeron, incluso sin conocerla. Sus ojos se llenaron de lágrimas a medida que más y más gente se aglomeraba a su alrededor. En ese instante, Zack apareció en el otro lado del pasillo, confundido ante la muchedumbre. Sus ojos se agrandaron al ver que todos reían hacia él. Sin querer, pisó una hoja. Sus ojos oscuros viajaron desde los rostros de los estudiantes hasta aquellas letras.

"Zack y Violet hacen clases de Kama Sutra después del colegio"

Levantó la hoja y la rompió en mil pedazos, furioso.

—No es verdad —dijo.

Su voz solo causó más risas en quienes alcanzaron a escucharlo. La mirada de Zack se enfocó en las caras de los presentes hasta terminar viendo a Violet, a una distancia de dos metros entre uno y otro. Ni un músculo de su rostro o cuerpo se movió a pesar de verla llorar. Solo se alejó hacia la salida, sin volver a echar un vistazo a ninguna de esas hojas.

—¿Qué sucede aquí?

Carpenter apareció entre los alumnos. Mágicamente, como si hubiese lanzado un maleficio, todos dejaron de reír y comenzaron a retirarse lo más rápido posible.

—Señorita Henley —el rector posó una mano en su hombro. Ella temblaba —. Venga conmigo.

Tomó una de las hojas esparcidas por el suelo y se la llevó a la oficina. No hubo necesidad de decir algo, porque ella sabía perfectamente las preguntas que él le haría una vez estando sentada frente a él.

—¿Es esto cierto?

Fue la primera pregunta que le hizo una vez que estuvieron a puertas cerradas en su despacho. Solo podía oír los gritos de alumnos que provenían desde el patio y el ruido del viejo ventilador encendido sobre una mesilla.

—No.

—¿Tiene una relación amorosa con este jovencito?

—No.

—¿Y una relación de...? Ya sabe.

—No.

—¿Tiene idea de quién podría haber hecho esto?

—No.

El director comenzó a rascarse la barba.

—Por Dios, ¿a qué nivel tan bajo ha caído esta escuela?

Violet frunció las cejas.

—¿Eso es lo que le importa?

—Por supuesto. Estas cosas no deberían suceder en ningún lado.

Violet lanzó una risa, lamiéndose los labios. No podía creerlo. Y es que como Carpenter vio que ella no sabía ni más ni menos que él sobre el asunto, la mandó de vuelta al recreo, prometiéndole que él tomaría las riendas del asunto y llegaría al fondo de todo.

Cuando salió a los pasillos, pudo notar que el alumnado seguía hablando de ella. Una auxiliar de limpieza se había encargado de botar a la basura todos aquellos horribles mensajes, pero no había podido borrar las miradas atónitas de los estudiantes, ni los comentarios obsenos, ni los rumores cargados de mentiras.

—Hola —la saludó un chico con un peinado extraño. Traía esa sonrisa de granuja que tanto detestaba —. ¿Cuánto cobras?

Violet se mordió la lengua hasta sentir el sabor familiar de la sangre. Siguió su camino, esperando encontrarse con Diana o Kris. Sabía que ellos no la juzgarían.

No podía dejar de pensar. ¿Quién había sido? No recordaba a nadie que tuviese pelo rojo que no fuese Andrew o Kiara. Pero Kiara era mujer y el de Andrew era natural, y tampoco tenía sentido que estuviese en Australia su ex novio de los trece años.

Kris era el único que sabía que ellos dos se juntaban a estudiar, pero él negó habérselo dicho a alguien.

—¿De verdad crees que ella no es virgen? Se ve tan mojigata —escuchó decir a una muchacha.

—Además, ¿cómo le puede gustar Zack? Él es tan... raro.

Violet suspiró, abriendo su casillero. Las manos le seguían temblando.

—Sí. ¿Acaso está enferma de la cabeza?

Cerró la taquilla con fuerza y les enseñó una mirada furiosa. No quería oír nada, ni sobre ella ni sobre él.

Se alejó rápidamente hacia la puerta de salida. Escuchaba cosas, risas. Todo era horroroso, como esas pesadillas en donde te persiguen demonios y tú no sabes que hacer. Sentía en su estómago la sensación de estar cayendo de un precipicio.

Salió al jardín trasero y cerró la puerta tras de sí, dejando todo el infierno encerrado allí. Agitada, se pasó un mechón de cabello rebelde detrás de la oreja. Bajó las escaleras hacia el jardín y corrió unos metros más, alejándose del establecimiento.

No podía entender. Si no había sido Kris, ¿quién más podía saber? Nadie sabía que ellos estudiaban juntos. Muchos incluso creían que ellos dos no tenían ni siquiera una amistad. Su nombre y el de Zack en una misma oración era casi tan imposible como seguir creyendo que la cigüeña es quien trae a los niños al mundo.

No caminó mucho hasta que pudo divisar a Zack en el jardín. Estaba sentado en la banca de siempre, bajo el árbol, disfrutando de un rayo de sol acuoso que descansaba sobre su piel.

No se iba a poner de mal humor por lo que había sucedido, porque sabía que Zack no tenía nada que ver. Aun así, una diminuta parte dentro de ella comenzó a pensar en lo que la gente decía allá dentro. Estaban cuestionando, y eso la obligó a cuestionarse a sí misma. A pesar de que muchas chicas no andaban detrás de Zack, a ella sí le parecía atractivo físicamente. Su madre siempre dijo que la belleza era subjetiva, y ella no podría estar más de acuerdo, a pesar de que le atraía más la inteligencia de Zack. Era digno de admirar, además de un buen tutor y amigo.

No pudo evitar sonreír cuando pensó en ello, pero inmediatamente recordó que faltaba algo: Ella.

Zack nunca le había dicho nada malo sobre su físico. La había llamado bonita una vez y no le importaba que ella fuera "una loca", como él decía. Sabía que nunca lo decía en serio.

Pero ¿y si no había sido del todo sincero? La escuela entera pensaba diferente. Se estaban riendo en su cara, criticándola y más de alguna vez escuchó que Sean le ponía sobrenombres. Tal vez la llamaban "koala en celo" porque realmente se parecía a uno. ¿Y si, en comparación a las chicas bonitas como Fanny, ella no estaba a la altura? ¿Y si su baja estatura o sus rizos diabólicos eran demasiado raros para el ojo crítico de los demás?

Esas eran las ideas que revoloteaban por su cabeza cuando Zack la captó con la mirada y su respiración se detuvo. El chico hizo un mohín de desagrado. Se puso de pie y se alejó de vuelta a la escuela.

—¡Zack!

Primero pensó que ella había metido la pata. A pesar de sentirse sorprendida, lo siguió de todas maneras hacia el establecimiento. Miradas acosadoras, palabrerías, incomodidad; todo comenzaba otra vez. Violet corrió empujando a la gente sin ni un modal. Ya nadie merecía su respeto.

Zack caminó dando zancadas, apresurado. No se volteó a pesar de oír su nombre varias veces.

—¡Zack, por favor!

Giró en una esquina. Ella lo siguió a tropezones, con los ojos ardiéndole porque solo quería llorar. Apenas dobló, se dio cuenta que el pasillo estaba vacío. Siguió caminando a pasos pausados, extrañada.

—¿Hola?

Una mano la tomó del brazo y la metió al interior de un armario oscuro en donde se guardaban las cosas de limpieza. Pegó un grito justo antes de que la puerta se cerrase tras ella con fuerza.

—No veo nada —fue lo primero que dijo en un quejido.

Se prendió la luz. En aquel lugar estrecho pudo ver el rostro de Zack.

Sus ojos se abrieron lo más que pudieron y su boca pronunció un claro:

—No fui yo.

—Obviamente sé que no fuiste tú, tontita —carraspeó él —. Yo ya sé quién fue.

—¿Lo sabes? ¿Cómo? —pensó en Kris —. Dios, te juro que, si fue Kristian, ahora mismo voy y le lanzo pastel a la cara.

Zack se la quedó mirando medio segundo.

—No fue Bailey, Violet.

Ella lo miró, y enseguida le frunció el ceño.

—¿Y tú por qué me miras así como si yo tuviese la culpa de algo?

—Es mi cara.

—Sabes a lo que me refiero.

Zack miró a un lado y se vio atrapado, pudo notarlo.

—Te estaba haciendo un favor. Si nos ven juntos, los rumores van a aumentar. Es mejor que la gente crea que nos llevamos mal.

Ella sintió un sabor amargo en los labios y asintió, mientras se sobaba el brazo izquierdo. Pestañeó dos veces y recordó lo que hablaban antes de resolver su duda.

—Y... ¿y entonces quién fue?

—Sean.

—¿Sean? —inquirió, boquiabierta —. Pero si eso es imposible.

—Yo también lo pensé, pero...

—Zack. Sean tiene una orden de alejamiento. Es imposible... además yo vi...

—Se tiñó el pelo de rojo y se hace llamar Sam para no levantar sospechas y poder moverse tranquilamente por la ciudad.

Arrugó la frente y le preguntó cómo es que sabía eso.

—Lo sé porque ayer se apareció en mi casa como si fuera la suya —colocó bizcos los ojos —. Dios, lo detesto...

—¿Escuchó lo de las clases?

—Sí. Mi maravilloso padre lo contó como toda una anécdota. Era obvio que se aprovecharía de aquello como una clase de venganza. Después de todo, nosotros "hicimos" que a él lo expulsaran.

Cerró sus ojos y lanzó un bufido. Sus respiraciones eran entrecortadas, muy cercanas.

—No puedo creer que siga molestándonos —se quejó él, descontento —. ¿Es que no tiene nada mejor que hacer?

—¿Qué esperabas? En su casa no tiene nada "interesante" por hacer —le respondió ella en el mismo tono —. Es un idiota. Infringe la ley con tal de acosarnos...

Hizo una pausa, respirando lentamente.

—¿Le dirás al director?

—¿Piensas que me creerá? —interrogó él de vuelta, arqueando una ceja —. Apenas me creyó cuando le conté sobre los golpes que me daba en el baño o en la calle. Si no hubiese sido por tu accidente, quizás Sean seguiría dando vueltas aquí.

Ella alzó la mirada hacia él.

—Vale la pena intentarlo.

Esas palabras arrancaron a Zack de sus pensamientos. Se miraron. Violet tragó saliva; el aliento quedó preso en su garganta.

—¿Cómo te tomas esto? —preguntó ella en voz baja, mirando hacia otro lado.

—Sé que es mentira. Hago lo posible para que no me afecte —contestó mirándola fijamente.

Ella comenzó a sentirse pequeña.

—Violet.

—¿Sí? —balbuceó.

No podía seguir mirándolo fijamente. Sus mejillas no dejaban de arder, a pesar de que debía estar preocupada de otras cosas.

—¿A ti te afecta esto?

Se mostró algo decepcionada.

—Espero que no —farfulló.

Él exhaló por la boca, formando una media sonrisa.

—¿Te cuento algo que podría alegrarte el día?

Ella elevó la cabeza. A pesar de que Zack tenía una media sonrisa entre los labios, su mirada tenía el aspecto de acarrear un cansancio insoportable.

—Pensé que era yo la que decía payasadas.

—Déjame a mí esta vez —dijo, poniendo esa cara de pensar tan suya —. Cuando era un niño, solía ansiar ver la nieve. Creo que ya te había dicho que jamás la he visto.

Le dijo que lo recordaba.

—Una vez, debo haber tenido unos cinco años, se me ocurrió una idea mientras mis padres estaban fuera: Crear mi propia nieve. A que no adivinas qué hice.

Ella casi se ríe entre dientes.

—Créeme, Prawel, mis conocimientos sobre experimentos hechos en casa solo llegan hasta el clásico volcán —lo escuchó reír por lo bajo —. Vale, dime, ¿qué fue lo que hiciste?

—Mi padre tenía un viejo ventilador en esos años donde tener aire acondicionado todavía era algo desconocido —ella no quiso decirle que en su casa no había, y con suerte tenían la estufa a gas para el invierno —. Así que lo agarré, lo puse en medio de la sala y lo llené de crema batida.

Ella empezó a reír con ganas.

—¡No me digas!

—Me vacié el tarro completo —se apoyó contra la pared —. Luego lo encendí y dejé la casa hecha una pena, como te imaginarás.

Ella dejó salir una carcajada.

—Quién diría que eras un maldadoso de pequeño, Zack Prawel.

—Mis padres suelen recordarlo —comenzó a rascarse el dorso de la mano derecha —. Recuerdan que fui "todo un caso" durante mis primeros años de infancia.

—Y después te volviste un amargado.

Zack sintió un sabor acerbo en la boca y sus labios lo delataron.

—Algo así, no sé.

Ella se inclinó hacia adelante, sin controlar su risa, esperando que él se uniera. Zack la miró con extrañeza y frunció las cejas.

—Oh, puedes burlarte de mí, Violet, pero ¿acaso tú no hiciste ninguna travesura de pequeña que ya no volverías a hacer?

—Pues, claro. Solía tocar los timbres de las casas de mis vecinos y luego me escondía detrás de los matorrales.

Se quedó mirando sus ojos oscuros un momento, sin dejar de sonreír.

—Pero no lo haría otra vez. He madurado.

—Ser adulto es una porquería. Hay muchas cosas que dejamos de hacer por eso que llaman "madurez".

—Son las etapas de la vida. ¿Qué esperabas? ¿Saltar la cuerda hasta que tuvieras ochenta?

Zack alzó las cejas.

—No. Pero a veces me gusta volver a sentir esa alegría que sienten los niños incluso frente a las cosas más triviales —sonrió de lado —. Como tú, cuando te saqué el koala que llevas en la mochila.

Sus labios se entreabrieron y no pudo decir nada.

—Sé que lo trajiste a la escuela, te vi con él —le apuntó la mochila —. Ninguna chica a esta edad se hubiese puesto así de contenta por uno de esos, ¿sabes por qué?... porque es cosa de niños, ¿no es así?

Ella volvió a parpadear en silencio.

—Me gusta eso de ti, aunque lo estés sintiendo como una crítica en este momento. Te pones contenta con un columpio que te construyó tu abuelo, con un koala de peluche o porque el día está bonito. Es algo que yo he perdido con los años.

Zack se mostró casi divertido con la expresión de anonadación que surcó su cara.

—Entonces —volvió a hablar —, ¿salimos?

Ella titubeó, y se llevó las manos a la cara.

—¿Salir? Eh, ¿a dónde? ¿A Adellia's?

Él sonrió, reprimiendo una risa.

—Del armario...

—¡Oh! —se sintió muy boba —. Sí, ya me está sofocando el olor a trapeador.

Acercó su mano a la manilla, pero esta se movió. En ese instante, sin aviso, el pánico se apoderó de ellos. Violet quiso creer que era su imaginación, pero su estómago dio una vuelta frenética en cuanto la puerta se abrió y dejó ver a la señora de la limpieza y a un montón de alumnos curiosos tras ella.

Ahí de pie, Violet comprendió que sería incapaz de volver a pisar la escuela con los mismos ojos. Zack tensó su mandíbula, alzándole una ceja al grupo que se reía a carcajadas de la situación. Esas risas agudas que subían de volumen con el pasar de los interminables segundos.

Violet se obligó a dar un paso al frente. Sabía que hablaban de ellos. Sabía que creerían lo que decía la hoja. Era ridículo, pero estaba sucediendo. Sus piernas temblaban, ebrias, y su mente estaba en otro lado. El pavor creciente le cerraba la garganta.

Zack se abrió paso con brusquedad entre las personas, a diferencia de ella, quien quedó metida en medio de los cuerpos como un infante que se pierde en un centro comercial.

Se sintió eufórica al no ver la salida. Solo había más y más personas amontonadas a su alrededor. Risas burlonas, sus caras borrosas y hasta manos sobre su espalda, dándole palmadas de felicitación por ser promiscua, según ellos.

—Zack... —logró decir.

Entonces, sintió el tacto de su mano en la suya, afirmándola con fuerza.

—Sígueme.

Casi se dio de bruces contra el suelo. Estaba demasiado desorientada para seguirle. Se sentía patética.

—Zack.

—Sígueme —repitió con voz segura.

Entonces alzó su rostro crispado. Lo vio allí, frente a ella, esperando que se moviese. Recordó al hombre del vagón y su acto heroico. La estaba salvando otra vez de ese ambiente tan apestoso y ruin.

Asintió con la cabeza.

El pavor comenzó a mitigarse cuando se dejó llevar. Las risas no cesaban, pero ella tampoco quiso escucharlas. Caminó, vacilante, limpiándose los ojos con su mano libre.

—No mires hacia atrás —le ordenó, pero ella no lo sintió autoritario. Fue algo que la consoló.
Sin voltearse, dejaron atrás las miradas atónitas de los presentes y volvieron a sus clases. Todo acabó.

-xxx-

La última clase particular de francés antes del examen iría de todas maneras. Pensaron ir a Adellia's, pero notaron que los seguían. Violet fue la primera en notarlo. Un grupo de chicas caminaba detrás de ellos, reían, sacaban fotos y, cuando creían que ellos se darían cuenta, se escondían detrás de un árbol, creyendo que pasaban inadvertidas cuando sucedía todo lo contrario.

Violet intentó recuperar lo poco de dignidad que le quedaba.

—Es inútil. Me voy a casa.

—No —la detuvo —. Quédate. Déjamelo a mí.

Se acercó al grupo de muchachas antes de que ella pensase en detenerlo. Algo les dijo que no pudo oír, pero logró que se alejasen cuanto antes.

—¿Qué les dijiste? —preguntó ella cuando él volvió.

—Que las denunciaría por acoso. Les recité la Ley y se asustaron.

Violet comenzó a reír, estrujando un pañuelo que llevaba entre sus manos desde que salieron del armario de aseo para secar posibles lágrimas.

—Iremos a mi casa. Seguro vuelven.

—¿Qué?

No dijo nada más. Violet pensó que, después de todo, no era como si tuviesen muchas opciones.

Su edificio era alto y aséptico. Parecía tan ordenado y blanco que hasta le dio pena entrar sin limpiarse los pies.

—Buenas tardes, señor Prawel —saludó el conserje. Al alzar la vista y ver a Violet se sorprendió —. Y señorita.

Violet se limitó a sonreír y siguió a Zack al ascensor. Todo era moderno, demasiado flamante. Parecía ser la residencia de solo gente importante, pues se imaginaba la posibilidad de que Zack tendría de vecino a un futbolista famoso o a algún ministro. Comenzó a reír por lo bajo ante la loca idea de que, si no tenías un apellido de renombre, no podías vivir allí.

—Si me permites ser sincera, he estado esperando este momento desde que te traje ese día de lluvia.

Zack mantenía su mirada fija en el número que iba bajando hasta la planta principal.

—¿Por qué?

—Este lugar es...

—Monótono —completó él.

—Iba a decir increíble.

Zack frunció las cejas.

—Comienzas a asustarme si crees que un edificio así es increíble.

—Para vivir, digo. ¿O acaso te gustaría estar viviendo con un techo lleno de goteras y un patio que parece gallinero?

—Dramatizas demasiado.

Hizo un mohín de enojo, esperando que el elevador se apurase en llegar.

—No debes sentirte humillada por tu lugar de residencia —dijo él —. Todas las viviendas tienen lo suyo. El solo hecho de que tu familia viva allí puede ser especial, si tú lo ves así.

El mohín se transformó en una sonrisa, justo cuando el ascensor abría sus puertas. Un señor de terno y corbata y con una cara de desgracia se bajó y ni un saludo les mandó.

—Pasa.

Entró primero. Su reflejo en los espejos le hizo pensar muchas cosas. No podía evitar mirar su rostro, el de una chica llena de preocupaciones, llena de miedos. Una chica con una vida pequeña, pero grandes incógnitas. Sonrió a medias.

Las puertas, para su alivio, se cerraron, como si estuviesen escondidos en un refugio. Comenzaron a subir y ella sintió mariposas en su interior. Aunque hubiese querido, no podía recordar bien la escena después del armario. No podía oír nada tampoco. Era como si todo se hubiese borrado, lo cual le resultaba sorprendente y cálido, pues tampoco era algo que hubiese querido recordar.

Escuchaba sus respiraciones tranquilas en el silencio del cubículo. Sus imágenes reflejadas en los espejos, la paciencia flotando en el aire.

Ella enderezó su espalda, firme como una roca. Las compuertas finalmente se abrieron.

—Sígueme.

Zack salió y ella caminó tras él con una sonrisa sutil, observando cada detalle de esos pasillos pulcros y largos. No se escuchaban ruidos, como si todos los vecinos fuesen mudos o algo. En su barrio, cuando su madre encendía la aspiradora, podía escucharse por todo Boise. Casi se ríe al recordarlo; extrañaba a mamá.

Su compañero colocó una llave dorada en la cerradura, del mismo color. Hubiese jurado que estaba bañada en oro. Cuando la empujó, la vista que obtuvo era tan hermosa que pensó que era un sueño. Aquel lugar solo podía describirse con la palabra "maravilloso". Estaba muy en orden, con un aroma a limpio que era difícil de pasar inadvertido. Su imaginación había acertado con la idea que tenía de la casa de Zack. Había un enorme acuario iluminado, con pequeños peces de muchos colores, lo que le pareció encantador. Había ventanales del techo al piso a lo largo de todo el salón principal, brillantes y transparentes, como si todos los días los limpiasen. De repente se halló caminando por los alrededores, impresionada, con la boca abierta y sin siquiera pestañear una sola vez. Él la seguía con la mirada.

—¿De verdad viven aquí solo tres personas?

—Si el gato no cuenta, sí.

Violet se volteó a verlo con los ojos brillantes.

—¿Tienes un gato?

—Sí, Phil. Debe estar por ahí.

Él también comenzó a mirar a su alrededor, en su búsqueda. Hizo un sonido gracioso con la boca y, de repente, logró que apareciera un gatito gris.

—Ven aquí —Zack lo agarró por la espalda y lo atrajo a su pecho. Era bastante tranquilo para ser un gato maduro.

Se lo acercó a Violet.

—Ay, qué mono. ¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Phil.

—Hola, Phil —rascó el puente de su nariz cuidadosamente con su dedo índice —. Mira qué lindo eres.

El gato maulló agudamente.

—Es adorable.

—Estoy seguro de que te lo agradece, aunque su cara diga lo contrario.

Ella rio, juntando las manos detrás de su espalda baja. Zack lo dejó en el suelo y el gato caminó en dirección a la cocina.

Violet respiró profundo y volvió a fijarse en el lugar.

—Tu apartamento es asombroso.

Se limitó a sonreír, sintiendo un nudo en su tórax. No le respondió.

—¿Tus padres no están?

—No, ninguno. Pero mi padre debe estar por llegar —revisó la hora en su reloj de pulsera —. Tiende a venirse temprano porque trabaja más cómodo en casa que en su oficina.

—Oh, bien.

—¿Vamos a mi cuarto?

La mirada de Violet recuperó altura, entre inspirada y sorprendida. Sus ojos oscuros se encontraron con los de ella. Sonrió de lado.

—A estudiar —completó.

El sol se volvió más fiero en cuanto Violet lanzó una risa.

—Claro, claro. A estudiar.

Lo siguió por un amplio pasillo, alegre, pero preocupada por su temperatura corporal.

—¿Crees que lograré 100/100 en el examen?

Zack se apoyó contra el marco de la puerta, cortándole el paso.

—Debes confiar en lo que sabes —alzó el mentón —. Y, antes de entrar, dame el dinero restante que me debes.

Violet refunfuñó, abriendo su mochila.

—¿Por qué debo?

—Pues, porque perdiste una apuesta. Si no, te hubieses abstenido.

—Creía que ganaría.

—Pero no lo hiciste.

Estiró su mano hacia ella y esperó.

—Solo tengo cinco dólares... —rebuscó en su billetera, decepcionada.

—¿Vas a pagarme de cinco en cinco?

—Eso creo —le estiró la mano con el dinero —. ¿Contento?

—Hum —dobló el dinero y se lo metió en bolsillo trasero de su pantalón —. Me pregunto en qué gastaré este dinero.

—Podrías comprarme un regalo —propuso ella, entrando a su alcoba, alucinando nuevamente —. Un bello regalo.

—Ni hablar.

—Qué cruel.

—Ya te conseguí un koala.

Violet comenzó a reír, recordándolo. Después, cuando llegase a casa, lo dejaría sobre su escritorio mirando en dirección a donde ella dormía. Así podía verlo todas las noches y recordar aquella buena anécdota.

Se sentó sobre su cama sin darse cuenta. Era cómoda, tanto que podría haberse echado una siesta si se lo hubiesen permitido. Todo estaba blanco y centelleante.

—Si tuviese una alcoba así, estudiaría todos los días.

Zack comenzó a reír hacia adentro, sacando su libro de francés. Tomó asiento en la silla de su escritorio, poniéndose frente a ella, que no quería moverse de su agradable posición en la cama.

—Bien, ¿tienes duda en algo de lo que ya hemos estudiado?

—Me siento insegura con las pronunciaciones. Incluso en cosas fáciles como decir "hola" o "sí y no".

Zack cerró el libro, dejándolo descansar sobre su regazo.

—Practiquemos eso entonces —aclaró su garganta, acomodándose en el asiento —. Salut.

—Salut —repitió ella.

—No se pronuncia la T. Y tienes que pronunciar mejor la U.

—Salut.

—Muy bien —dijo él, dejando el libro sobre su escritorio —. Dime las formas de decir «no» que hay en francés.

—Non, nan, ne... pas —se quedó dubitativa.

—¿Y en pregunta?

—Hein.

—Bien —respiró hondo —. ¿Y «sí»?

—Oua.

Sonrió, orgullosa. Zack alzó una ceja.

—Es «oui».

—Uy.

—Eso suena como si te estuvieses quejando de algo.

"De tu arrogancia", pensó ella.

—Estoy tan harta de francés que ya ni recuerdo las cosas fáciles.

—Todavía no escucho tu respuesta —continuó diciendo él, estirando los brazos por encima de la cabeza y entrelazando los dedos.

Ella lo fulminó con la mirada.

—No me gusta el francés, solo para que sepas.

—No pregunté.

Mordió la parte interna de su mejilla.

—Te conozco tan bien que me está disgustando tu forma de ser.

—No escucho la respuesta —repitió.

Violet se echó en la cama, apoyando la cabeza contra ésta.

—Oi —respondió al edredón. Olía a vainilla.

Zack comenzó a reír, intentando cubrirse la sonrisa con la mano, como si se avergonzara de ello. A ella le dio pena, pero no quiso hacérselo saber.

—¿Qué es tan gracioso? —interrogó, actuando como si la hubiese ofendido.

—Que "oi" es «hola» en portugués.

No pudo decir nada, más que reírse con él. Después de un día tan atormentador como ese, reírse era como un pequeño milagro, más cuando se trataba de Zack.

—Vamos, no puedes equivocarte en algo tan fácil como decir «sí» —sonrió, inclinándose hacia adelante —. Oui.

Ella formuló una sonrisa y también se inclinó hacia adelante. Se miraron sonrientes un momento. Sin embargo, la mirada intensa de Zack pasó de conectarse con los grises de ella a bajar un poco la mirada y luego volver a subirla de golpe, callándose. Violet contó sus pestañas, sintiendo sus mejillas ruborizarse, callándose. El tiempo de espera en aquella posición tan íntima, tan silenciosa, pareció eterno.

—Oui —susurró, y sus respiraciones se entrelazaron.

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