T r e i n t a

Capítulo 30

—¿Qué haces aquí? —preguntó Kris, advirtiendo que ella había tomado asiento donde él estaba sentado antes.

—Desde que Fanny me echó de su grupo he tenido que convivir con hombres todos los días y ya me está saliendo el mostacho por culpa de eso —volcó los ojos, inclinándose en la silla.

Zack tomó asiento lentamente sin quitarle la mirada de encima. Tenía su ceja alzada y su cuerpo terso, como si estuviese listo para atacar.

—Deja de verme así, hombre. Tus ojos desesperan.

El chico bufó, poniéndolos en blanco. Violet se percató de aquello y bajó la mirada, incómoda. Llevaba tiempo sintiendo como si llevara un peso sobre sus hombros, por lo que buscó algo con qué distraerse. Sus ojos se detuvieron en Kris.

—Eh, siéntate aquí.

Su amigo sonrió de oreja a oreja y se fue a sentar al otro lado de su compañera. Zack volcó los ojos otra vez, sin disimulo.

—Además... —Alice probó la papa y puso una mueca de asco —. Esto sabe horrible —Lo escupió en una servilleta y observó a Zack —. ¿Qué haces aquí? Tú no almuerzas.

—Decidí hacerlo —le contestó él sin mirarla.

—¿Eliges el peor día del menú para ponerte almorzar?

Kris sonrió de lado y Zack apoyó su barbilla en su mano izquierda, distrayéndose con los otros grupos de estudiantes.

Alice, por su parte, bostezó varias veces, removiéndose en su asiento como una hierba durante una tormenta tropical. Sabía que el grupo se sentía extraño porque ella claramente no era uno de ellos. Sin embargo, hacía un gran esfuerzo por entablar una conversación, al menos con uno del grupo.

—Y, ¿qué hacen de divertido? —se giró a Diana, esperando que contestase —. Por favor, no me digan que se juntan a hacer deberes o jugar ajedrez.

Zack y Violet se miraron de soslayo. Kris gruñó, frustrado:

—Ese es un comentario demasiado...

—¿Demasiado qué? Es una realidad.

Violet sonrió llena de extorsión.

—No somos así de nerds.

—¿Han ido a fiestas, fumado hierba o se han tirado algunos tíos? Y ojo, hablo de los cuatro.

Zack tenía una mirada reprobadora y Kris pareció colérico.

—¡No somos homosexuales! —aulló, aunque intentó no hacerlo tan alto.

—Sí, como digas —se tiró el cabello detrás de los hombros con todo el estilo —. ¿De verdad no han hecho ninguna de esas cosas? Yo incluso he vomitado en las fiestas. Y estoy segura de que Stephanie Hall ha hecho cosas peores.

El grupo se mantuvo estancado en dudas e incomodidad. Alice chasqueó la lengua.

—Dudo que vaya a cambiar mi forma de ser y dudo que ustedes lo hagan, pero...

Respiró profundamente y aplanó con fuerza sus carnosos labios, buscando las palabras correctas.

—Miren, siento que puedo subir el nivel de este grupo. Mi trabajo es verme ardiente en cualquier parte, así que están salvados.

Todos parecían molestos, pero Violet se lo pensó un momento. Si Alice estaba con ellos, el grupo de Fanny no se acercaría con tanta frecuencia. ¡Sería como un guardaespaldas!

Alice era muy parecida a Fanny, a excepción de algunos detalles que hacían la diferencia. Alice era más alta, sobrepasando el metro setenta, y su cabello era de un color dorado que hacía recordar a la Bella Durmiente. Ese día usaba un cintillo blanco grueso que tiraba todos sus cabellos rebeldes hacia atrás, casi como un gel, dejando a la luz su simétrico rostro, cubierto de pecas.

No era tan antipática como Fanny. O, bueno, quizá un poco. Alice tenía una forma tan particular de molestar a la gente que, en vez de hacerlos sentir ofendidos, se sorprendían e incluso dejaban que hablase. Eso a Violet le resultaba extraño, porque era justo lo que estaban haciendo.

—Si me junto con ustedes, ambos ganamos. Yo los protejo de la perra de Stephanie y ustedes me hacen ver inteligente.

—¿Eh? —Diana se giró a verla, boquiabierta.

—Sí —explicó Alice, como si fuese obvio —. Ser inteligente y guapa siempre ha sido la mejor arma de una mujer. No llegas a ningún lado sin inteligencia y si no tienes buenos atributos físicos, tampoco te toman en serio. Así funciona la sociedad.

Zack enarcó aún más su tupida ceja derecha.

—Es la idea más estúpida que he oído.

Alice se volteó a verlo, con la boca abierta.

—Tú no puedes opinar porque tienes ambas cosas, pero hay gente que es inteligente, pero fea... y hay gente bonita sin cerebro.

Violet y Diana se miraron un momento, sin saber qué decir.

—Creo que la inteligencia basta y sobra —volvió a hablar Zack, descolocándola —. Después de todo, la belleza es subjetiva.

—La inteligencia también puede serlo —refutó la recién llegada.

—No.

El joven alejó un poco la bandeja de su pecho, dando a entender que la conversación le había quitado el poco apetito que había logrado sentir.

—Claro, ustedes no saben porque con suerte lavan su uniforme una vez a la semana, ¿verdad? —se giró hacia Diana —. ¿Al menos te pusiste desodorante?

—¡Por supuesto! —se puso roja como tomate —. Y también me maquillo, me baño y me peino. ¿Crees que por ser «nerds», como tú nos llamas, somos unos orangutanes o qué?

—Hum.

Silencio otra vez. El rostro de Alice cambió de estar tranquila a estar desesperada. Veía que la gente la observaba descaradamente, casi riéndose por estar sentada con ese grupo que, en teoría, nada en común compartían con ella. Se miró los nudillos, blancos y sudorosos, y, después de meditarlo un momento, bajó la voz y volvió a argumentar, pero esa vez con mayor seguridad:

—Escuchen, ahora soy una de ustedes. No tengo con quien juntarme. Hasta la mesa de los drogadictos no me quiso dentro.

Lanzó un suspiro, derrotada. Al parecer ellos habían sido su última opción, pero no parecía tan deprimida al respecto. Al contrario. Seguía teniendo ese aire de superioridad y confianza que les hacía falta a muchos.

—Así que hagamos un esfuerzo y seamos todos amigos, o por lo menos aparentemos serlo, como la Unión Soviética lo hace con Estados Unidos.

—Se llama Rusia ahora —amonestó Zack.

—No me corrijas, cerebrito. Yo pongo atención en historia.

—Sí, claro.

—¡Vaya! —y como era de esperarse, Fanny apareció junto a Rosie, totalmente maravillada con lo que veía —. Pero si es mi buena amiga Alice almorzando con los nerds. ¡Buen trabajo!

—Hola, Alice —saludó Rosie con entusiasmo.

—Cállate, Rosie —blanqueó los ojos y le dio un empujón —. Anda a ver la charola de postres y déjanos en paz.

Rosie asintió con arrepentimiento. Se colocó los audífonos, tal vez para no sentirse humillada, y se fue a distraer con la variedad de postres del menú del día.

—Siempre tan dócil, Stephanie —ironizó Alice, apoyando ambas manos sobre la mesa. Fanny arrugó la nariz y le sonrió de forma despectiva. Los otros cuatro se encogieron sin atreverse a decir nada.

—Siempre tan perdedora, Alice.

—Ay, cállate. Solo estás celosa de que me la estoy pasando bien y tú no.

Fanny no entendió.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Pues... el hecho de que estés siempre persiguiéndome, imitándome... buscando algo con lo que entretenerte a costa mía y de los demás, ¿no?

—¿Entretenerme?

—Sí. Es tu especialidad —la apuntó —. Si hasta me has copiado el tono de labial.

Stephanie se pasó el dedo pulgar sobre su labio inferior, quitando el color rosado pálido de éste. Bufó como toro enojado y mostró toda su antipatía acumulada a través de sus ojos. Violet pudo notar que Fanny se había recortado aún más el cabello y ahora lo tenía unos pocos centímetros sobre los hombros. No se le veía mal, por el contrario. Su color de cabello era de un rubio exótico, pues era como blanco, y además tenía unas ondas naturales, que le daban movilidad y vida a su cabello, lo que obviamente era algo que muchas envidiarían. Recordaba que Kiara también se había cortado el cabello así, pero, al tenerlo tan liso como una tabla, eso le hacía parecer que llevaba una peluca sobre el cuello cabelludo, en vez de un cabello sedoso.

—¿Qué te importa lo que yo me ponga en los labios?

—Bueno, a ti te ha importado, pues te lo has quitado —le pasó una servilleta —. Al pasarte el pulgar te has manchado la piel y pareciera que le acabas de hacer una mamada a tu novio. Límpiate.

Fanny tomó la servilleta con brusquedad y la hizo pedazos frente a sus ojos, haciendo volar los pequeños trozos por el aire.

—Jódete, White. No vengas a creerte mejor que yo. Ya todo el mundo se ha dado cuenta que estás más sola que un dedo. Caíste bajo. —Le echó un vistazo a los que ocupaban la mesa —. Mejor te dejo a solas con el cuatro-ojos, la rubia tonta, Teresa de Calcuta y el depresivo.

Se distanció de ellos, pero Alice se levantó.

—Ni pienses que te saldrás con la tuya otra vez, Hall.

Fanny sonrió, volviendo hacia ella de brazos cruzados. Gran parte del casino enmudeció, expectantes ante la pelea de gatas que se estaba por formar.

—Me juzgas por el grupo con el que decidí juntarme, está bien, hazlo, pero al menos me aceptaron. ¿Tú qué tienes, Stephanie? No tienes amigos.

—Sí, tengo —refunfuñó, intentando reír para no verse atacada. Sin embargo, el enojo de Alice y la forma en la que estaba caminando lentamente hacia ella la ponían nerviosa. Y eso se notaba en sus manos y ojos, sudadas y desazonados, respectivamente.

—¿Cuáles? Una boba que hace lo que le dices porque te tiene miedo, un deportista abusador y un novio que le anda echando el ojo a otras chicas.

La descripción de su grupo de amigos no le hizo ni puñetera gracia a Stephanie, podía verse en su expresión, teñida de rojo por la ira y con los ojos aguados, mirando a Alice con un renovado aborrecimiento.

—No digas más —la amenazó.

—Oh, no. Si tú dices algo más en mi contra, iré a buscar la botella de cloro que tengo en mi casillero y te limpiaré ese hocico, ¿escuchaste?

El casino comenzó a aplaudir porque muchos esperaban aquel día; el día en que Stephanie por fin se viese inferior a alguien. Además, muchos en la escuela eran fanáticos de los chismes, más si eran frescos y en vivo.

—Qué sorpresa —intentó sonar sarcástica, pero se notaba incómoda en medio del mar de miradas y aplausos —. Qué lindo cómo defiendes a tus nuevos amigos, Alice. Parece que de verdad han formado un vínculo de lo más profundo entre ustedes.

Se giró hacia el grupo, que miraban atónitos la pelea entre ambas muchachas.

—Ojalá esta nueva amistad dure harto, chicos. Durará hasta que Alice los apuñale por la espalda y arruine sus vidas como lo hizo conmigo. Ahí veremos qué tan encantadora Alice White les resulta.

Furiosa y avergonzada, decidió irse lo más rápido que pudo, pero algo la detuvo. Volvió a la mesa de ellos y, en medio de risas y baladros, agarró un vaso de jugo y se lo lanzó a Diana en el rostro. La boca de la castaña se abrió hasta un punto máximo por la sorpresa, sintiendo el zumo por toda la cara, escurriéndosele hasta colgarse de su barbilla y después caer sobre su uniforme. Le había golpeado como una ola en la playa; no sabía cómo responder.

—Por puta —le dijo cuando abrió los ojos en medio de una visión borrosa por el líquido.

Fanny giró sobre sus talones y, con el orgullo herido, escapó del casino.

Ahora las risas iban hacia ella. Diana tiritaba con los ojos fijos sobre la mesa, despavorida de pies a cabeza. Cuando Alice intentó ayudarla, se levantó de un salto y, con lágrimas en los ojos, salió corriendo hacia las puertas que conectaban al casino con el resto del establecimiento. Violet se colocó de pie en cuanto la vio correr, angustiada. Olvidando su bandeja sobre la mesa, salió trotando tras Diana y Alice la siguió, sabiendo que quizá se había dirigido al baño de chicas más cercano.

En el camino, Sean pasó por su lado rumbo a la cafetería. No vaciló ni un minuto para empujar a Violet contra las taquillas. Se largó a reír apenas la vio perdiendo la estabilidad de sus piernas. Se rozó el brazo contra el metal de los casilleros y un rasmillón se le formó cerca del codo. Quiso gritarle, pero él ya se había alejado con una sonrisa socarrona entre los labios.

Los delgados brazos de Alice la rodearon y lograron recuperar su equilibrio.

—Déjalo. Tenemos que ayudar a Diana —dijo.

Violet asintió. Afirmándose el brazo con dolor volvieron a trotar hasta llegar al primer baño del piso, uno de los más estrechos de la escuela. Como sospechaban, allí estaban ambas. Diana lloraba en un rincón mientras Fanny se sujetaba el cabello con una liga y se miraba al espejo.

—Crees que soy tonta, pero yo ya me había dado cuenta de la forma en la que miras a Kevin.

Se giró bruscamente cuando notó la presencia de más personas en la entrada. Sus ojos se abrieron aún más, en especial cuando vio a Alice, cargada de furia, la cual había estado acumulando desde hace tiempo y estaba a punto de hervir.

—¿Qué hacen aquí? —se atrevió a preguntar, apretando aún más la liga, dejando su cabello tan bien peinado que a la pecosa le entró más rabia, incapaz de contestarle.

Violet escuchó a Diana sollozar en el rincón junto a los lavabos. Respiraba intranquila y, en cuanto se acercó, notó que tapaba su mejilla derecha con una de sus manos.

—Déjame ver.

La mano le temblaba y no quería levantar la vista hacia las recién llegadas. Con cuidado, Violet se la tomó y la hizo a un lado. La mejilla de Diana tenía una mano perfectamente marcada de rojo.

—¡Qué malvada eres! —gritó Alice, abalanzándose sobre Stephanie. Comenzó a tironear su cabello y camisa con una fuerza descomunal, mientras la muchacha gritaba como una loca e intentaba detenerla dándole pellizcos o puntapiés, y hasta mordiscos. Entre golpes se fueron contra los lavabos y luego contra la puerta de un baño que estaba rallada completa con garabatos, blasfemias o mensajes de amor. El golpe contra esta fue tan fuerte que una de las bisagras superiores se soltó, haciendo que la puerta se desencajase.

Los ojos de Violet y Diana se abrieron de espanto al verlas perdiendo el equilibrio, ambas furiosas y siempre gritando. Alice, con mucho esfuerzo, logró agarrarla por la coleta y la obligó a meter su cabeza en el retrete.

—¡Dime qué se siente!

Fanny berreaba, intentando apoyar las manos en el borde del váter, en un intento inútil por alejarse del agua, asqueada. Su maquillaje se corrió, deslizándose por sus mejillas. Alice seguía empujándola, como si quisiese ahogarla y acabar por fin con ella.

—¡¡Déjame!! —gritó, pegando codazos hacia atrás, sin obtener lo que quería.

Violet y Diana se abrazaron, asustadas, siempre intentando parecer invisibles en el rincón. No duraría mucho.

Fanny recobró fuerzas y logró empujar a Alice contra los lavabos otra vez. La rubia gimió de dolor, sin poder recomponerse de inmediato, lo que le permitió a Stephanie agarrarla por el cuello de la camisa y comenzar a darle una cachetada tras otra hasta que la nariz de su compañera comenzó a sangrar. Los gritos fueron tan ensordecedores, y la sangre tan impactante, que Violet e sintió obligada a interferir.

Apretando la mandíbula y los puños, dio dos pasos hacia adelante con cierta duda, ignorando los gemidos de Diana, que intentaban detenerla. Otra cachetada y el eco de un grito lleno de dolor fueron claves en su decisión final. Sin pensárselo ni dos veces, agarró vuelo y se abalanzó sobre Stephanie.

—¡AY! —la rubia platinada comenzó a chillar, intentando quitársela de encima.

—¡Esto es por todo lo que me has hecho! —gritó y descargó todo su rencor en el bofetón que logró darle en la mejilla derecha, dejándole la mano tan o más marcada de lo que ella lo logró con Diana.

—¡¿Cómo te atreves?! —vociferó Fanny, pero no pudo decir más. Violet la empujó al piso húmedo. Le pegó un puntapié en el trasero y se lanzó hacia ella en picada.

—¡Déjame!

Se sentó sobre su abdomen y comenzó a arañarla. Ambas gritaban como dos leonas peleando en medio de la sabana por un poco de carne. Alice transpiraba, tocándose la sangre que salía de su nariz sin disminuir la frecuencia, lo que, además de dolerle, le preocupaba.

—¡Ya verás, koala!

Fanny le pegó en el estómago y se la quitó de encima como pudo. Violet ya lagrimeaba, aunque no se había dado cuenta, al igual que las otras.

—¡Aléjate de mí!

Stephanie intentó golpearla, pero recibió un rodillazo en la frente de parte de Alice, que había vuelto al ataque, olvidando la pequeña hemorragia que salía por sus orificios nasales.

—¡Ahora yo te romperé esa nariz operada que tienes!

Sin que se dieran cuenta, Diana había logrado escapar para pedir ayuda, ya que la situación se había salido completamente de control y ya se igualaba a una escena de Fight Club. Alice se había subido sobre Fanny para golpearla en el rostro hasta romperle la nariz y parte de su labio, tal como ella lo había hecho minutos atrás. No dejaba de gritar con los dientes teñidos de rojo, debido a lo fuertes que resultaban ser esos golpes en las costillas, en la cara y en las piernas.

El volumen de sus aullidos había incrementado hasta asemejarse con el claxon de un tren que avanza a toda velocidad contra un auto detenido en los rieles. Violet sintió el temor en esos gritos y tuvo miedo de que siguiesen haciéndose daño, por lo que se interpuso para separarlas. Su estatura pequeña y su debilidad muscular no la ayudaron al momento de hacerlo, puesto que Stephanie Hall le agarró una de sus trenzas y la tiró con tanta fuerza, que las ganas de ser amable se esfumaron.

—¡SUÉLTAME!

—¡MAL PARIDA!

El piso se cubrió de sangre, como pintura.

—¡¡ESTÚPIDA!!

En medio del brutal escándalo, entraron Kris y Zack, que las habían estado buscando y por fin lograron dar con su paradero gracias a los alaridos que se escuchaban a metros de distancia. Detrás de ellos, inmediatamente entró Diana, la maestra Jones y el rector de la escuela, quienes no pudieron moverse ante el asombro. Era una pelea de otro mundo.

—¡Maldita! —gritó Violet intentando que dejaran de jalarle el cabello. A raíz de eso, le otorgó un puñetazo a Fanny que le dejó un moretón amarillento cerca del ojo.

Hall comenzó a bramar de dolor, lo que hizo que Zack actuara y se acercase a prisa. Lo primero que hizo fue agarrar a Violet por la espalda. Era la más pequeña de las tres, por lo que se la podía en brazos. Ella comenzó a patalear, furiosa, porque quería dejarla inconsciente en el piso. No dejaba de sacudirse.

—¡Suéltame!

La maestra Jones siguió los pasos de Zack, y junto con la ayuda de Kris, lograron separar a las otras dos que seguían riñendo, sin ni siquiera percatarse que ya no estaban a solas.

Diana lloraba detrás de Carpenter, asustada al ver a sus compañeras siendo tan agresivas. Sus ojos dieron a parar a sus amigas; Alice completamente rasguñada y ensangrentada en varias partes del cuerpo. Violet menos herida, pero con el uniforme en desorden, el cabello de la misma forma, y hasta con marcas de zapatos sobre su falda y una de sus mejillas.

Zack dejó a Violet y la afirmó por los brazos con fuerza para que no perdiese el equilibrio, ya que le habían golpeado la cabeza varias veces, entre otras partes del cuerpo. Ella seguía moviéndose de manera muy inquieta, mirando a todas partes como un suricato en peligro, por lo que la zarandeó.

—Para, para.

Los ojos de ella se fijaron en los suyos y por fin respiró profundamente. Su cabello estaba completamente desordenado, su uniforme sucio, arrugado y por cualquier lado. Su labio inferior se había rasgado por culpa de una de las largas uñas, ya no sabía si de Fanny o Alice. Tenía rasguños en su cara, brazos y piernas. Un feo moretón le estaba saliendo en la rodilla contraria a la que se había herido cuando Sean le hizo una zancadilla.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, sin lograr parpadear en ningún momento.

—Lo siento —se disculpó, asustada.

Zack la revisó, esperando que no tuviese contusiones. Al parecer, todo estaba bien.

—¿Te sientes bien?

Kris los observaba con furia interna, pero no podía armar un escándalo. No después de aquella pelea.

—Eso creo —dijo ella en voz muy baja, girándose hacia las otras dos, que seguían intentando pegarse patadas en el aire.

—¡Vete a la mierda! —gritó Fanny, quitándose la sangre de la nariz y la boca con el dorso de la mano, furiosa. Alice seguía siendo afirmada por la profesora de deportes.

—¡Cállate o te reviento un ojo!

—¡Compórtate! —tronó la profesora, afirmándola de los brazos con más fuerza, hasta hacerle daño. Alice puso una mueca de dolor, pero no hizo nada. Por fin su respiración comenzó a controlarse y sus ojos a dilatarse.

Entonces, se dieron cuenta de que el rector se había mantenido inmóvil y poco expresivo junto a la puerta. Las manos siempre juntas en su espalda baja, su columna erguida y la barbilla recta, emanando superioridad, como la autoridad que era. El silencio se prolongó por más tiempo del que todos hubiesen preferido. Solo se escuchaban respiraciones aceleradas y algunos intercambiaban miradas de temor y confusión.

Por fin, después de dos largos minutos de incertidumbre, habló.

—Las cuatro se presentarán en mi oficina, ahora. Llamaré a sus apoderados.

Violet dejó salir por la boca y nariz un bufido; cerró sus ojos. Le dolía todo el cuerpo, pero estaba segura de que tanto Fanny como Alice tenían más heridas de las cuales quejarse.

Salieron caminando de allí. La única que cojeaba era Stephanie Hall; después de todo, habían sido dos chicas contra una.

—Y cuidado con el vocabulario.

El director posó su severa mirada en la puerta del baño rota. Pudo ver que, con marcador, varias personas habían rayado insultos y blasfemias que antes no había tenido la oportunidad de leer.

Tensó la mandíbula y clavó la mirada en las alumnas que salían lentamente en una hilera.

—Apresúrense. No tengo todo el día.

Antes de salir, Diana abrazó con fuerza a Violet. Ella apretó los dientes, adolorida, pero le devolvió el abrazo débilmente. La escuchó llorar contra su hombro.

—Gracias. Muchas gracias —le murmuró.

—Deje las palabras bonitas para otro momento, señorita Miller —oyeron al director hablar tras ella, con voz ronca.

Se separaron. El hombre salió del baño y le siguieron Violet y los demás. Diana fue la última en salir. Pronunció un "gracias" en voz muy baja cuando Alice pasó frente a ella. La pecosa se limitó a sonreírle. Ahora la cinta blanca de su cabello lo traía de collar.

Los pocos alumnos que se toparon con el grupo no podían esconder la sorpresa en sus expresiones faciales. La profesora mantuvo las manos de Alice paralizadas en su espalda todo el trayecto, bajo custodia. Después, agradeció a Kris y Zack por su ayuda, en especial a este último, quien había mantenido a Violet resguardada, también atento a los movimientos que ella podía hacer como a los que podían hacerle.

Dejaron entrar a las alumnas detenidas y la profesora se detuvo frente a la puerta, cortándoles el paso a ambos muchachos, que miraban hacia arriba por lo alta que era la mujer.

—Gracias por su ayuda, de verdad. No sigan esparciendo rumores.

Los jóvenes asintieron y se quedaron afuera. La profesora entró de las últimas y cerró la puerta sin hacer contacto visual con nadie. Una vez que la puerta se cerró, Kristian se inclinó hacia su lado para ver a su compañero.

—Podrías haberme dejado que yo la ayudase.

—Lo hice, pero tardaste mucho —dijo, sin mirarle.

Kris mostró un gran desprecio en su boca, pero Zack no se dirigió a él en ningún momento. Respiró hondo y se giró sobre sus talones dándole la espalda. Se alejó por el pasillo casi vacío, sabiendo que Bailey lo estaría mirando hasta desaparecer, por lo que procuró caminar erguido y seguro. Por otro lado, Kris se dejó caer en un rincón, dispuesto a esperar a sus amigas el tiempo que fuese necesario.

Adentro, el rector se sentó en la silla de cuero tras su siempre atareado escritorio, desabotonando el único botón de su bléiser, siempre a juego con los pantalones que llevaba, que, a pesar de ser viejos, le daban aires de formalidad, tal vez gracias al cabello engominado, las canas y las arrugas de su frente que otorgaban experiencia a su rostro.

Fanny y Alice tomaron asiento en las únicas dos sillas desocupadas por ser las más adoloridas. Diana y Violet se quedaron de pie a un costado del fino escritorio. La maestra Jones se había quedado fuera de la oficina para llamar a los apoderados de cada una y, en el caso de la estudiante de intercambio, a su tutora legal temporal.

Violet observó la oficina con atención a pesar de no ser su primera vez allí. Se fijó en el nombre del director tallado en una tabla de plata en una esquina de la mesa.

"R. Carpenter".

Su nombre era Robert, como su abuelo. Lanzó un suspiro al recordarlo, entristecida. Boppa estaría muy desilusionado si la viese allí en esas condiciones, más aun sabiendo las razones.

—Me sorprende que señoritas como ustedes se peleen como en un duelo de boxeo —departió por fin el señor Carpenter.

Fanny blanqueó los ojos y se sobó la frente, pero no dijo nada. Ante el silencio, el director volvió a hablar:

—¿Van a decirme cómo empezó todo? —parecía que se estaba tomando en serio el asunto porque sacó su libro de clases y comenzó a anotar sus malos comportamientos en la página de cada una de ellas —. Quiero ahorrarme esa plática con sus padres cuando estén aquí.

—Ellas me golpearon porque dije que yo era más guapa que ellas y tenía más amigos —dijo Fanny, haciéndose la víctima. Alice abrió la boca hasta que la quijada le cayó al suelo.

—¡Perra mentirosa!

—Señorita White, por favor. Si quiere credibilidad, necesito que ocupe un vocabulario adecuado y no ofenda.

Alice se revolvió en su asiento y Fanny sonrió como una vencedora, sin importar la sangre y el dolor. Diana dio un paso al frente, pasando un mechón de cabello detrás de la oreja. Su flequillo tupido le caía sobre la frente y se le pegaba a la piel, producto de la transpiración.

—Tuvimos una discusión en el casino.

—¿Qué clase de discusión? —preguntó el director.

Diana miró por un segundo a Fanny.

—Fue una discusión entre Alice y Fanny.

—Ella dijo que yo no tenía amigos —se apresuró a decir esta última.

—¡Y tú nos descalificaste a todos! —gritó Alice. Miró al director un segundo y como no le dijo nada, agregó: —Y además le lanzaste el jugo a Diana por la cabeza.

Diana se agarró una mecha del cabello. Aún estaba pegajosa y olía a naranja.

—¿Es eso cierto, señorita Miller?

Ella titubeó, cerrando los ojos.

—Sí.

—Ay, ¿por qué siempre la miman?

El director miró con disgusto a Stephanie y entrelazó las manos, apoyándose en su escritorio.

—¿Señorita Hall...?

—Sí, es verdad que eso sucedió, pero tengo mis razones.

—¿Cuáles son?

Fanny aprovechó el momento para lanzarle una mirada maléfica a la castaña.

—Que se está enrollando con mi novio.

La sorpresa consumió el lugar. Diana negó con la cabeza lo más rápido que le fue posible.

—¡No es así! Se lo está inventando.

—Ay, por favor, no te hagas la mosquita muerta. Mírame a los ojos y dime que no es así.

Diana se mordió el labio inferior y sus ojos se cristalizaron. Después de un silencio torturador, bajó la mirada y asintió.

—Nos dimos un beso.

—¿Cuántos? —preguntó ella, indignada.

—Solo uno.

—¡Hija de...! —se puso de pie para golpearla. Alice se interpuso agarrándola por la cintura —. ¡Es mi novio!

El rector se levantó de un salto, también alterado.

—¡Señorita Hall! Tome asiento o tomaré medidas estrictas. Y vaya que soy capaz de llamar hasta a la policía si no se calman.

Fanny gruñó y se sentó con rabia, cruzándose de brazos.

—Te vendes igual que la mamá de...

—¡Señorita Hall! Suficiente —el rector la apuntó con su dedo índice esperando que cerrase la boca —. ¿Por esto empezó la discusión?

Alice asintió enderezándose en la silla.

—Sí. Fanny le pegó un bofetón a Diana y yo la defendí. Henley intentó defenderme a mí.

Violet comenzó a juguetear con sus manos, sin establecer contacto visual con nadie.

—¿Usted vio eso?

—Bueno, —Alice se encogió de hombros —. No, pero...

—Pero es verdad —delató Diana, antes que Fanny se saliese con la suya —. Me golpeó por esa razón. Alice solo me defendía.

La pecosa asintió repetidas veces.

—Sé que no está bien andar de combos, señor, pero Stephanie llamó "puta" a Diana y yo no podía quedarme de brazos cruzados, mucho menos después de que le dieran una paliza. En mi grupo de amigos gánster, como así los llamo, me enseñaron que jamás debes juzgar a tus amigos, sino siempre ponerte de parte de ellos. Y eso es lo que hice yo.

Fanny dio dos lentos aplausos.

—Conmovedor.

—Señorita Hall —interrumpió el rector, viendo cómo la alumna se acomodaba en la silla —. ¿La señorita Miller la golpeó? ¿Sí o no?

La joven miró a las otras tres. Sabía que no podía mentir por mucho que quisiese.

—No. Y no dijo nada. Yo le di la cachetada por impulso —admitió, refunfuñando.

El rector asintió, memorizando todas esas palabras, justo cuando se fijaba en Violet y cómo jugueteaba con sus manos, siempre mirando el suelo.

—Señorita Henley, ha estado muy callada.

Violet abrió los ojos de golpe, como si recién hubiese despertado de un viaje largo.

—Sí. Solo decir perdón. Quería defender a Alice.

—Tú también me golpeaste, hipócrita —protestó Fanny, cabreada, esperando que todos notasen lo afectada que estaba.

—No lo he desmentido —ofreció como respuesta evasiva —. Pero quería disculparme de todas formas. Yo nunca me había peleado así con nadie.

Había actuado como Sean Glover. La gente podía pensar que las razones y circunstancias fueron diferentes, pero la había golpeado igual. Ella no era así. Sentía pena y asco de sí misma, pues todo aquello se podría haber evitado.

El silencio de Carpenter le hizo pensar lo peor. Por suerte, la maestra Jones abrió la puerta sin tocar, anunciando que los apoderados de todas venían en camino.

—Gracias y, por favor, llame al señor Kevin Kobrinsky. Debe estar en clases.

—Por supuesto.

Al cerrarse la puerta, Diana y Fanny temblaron.

—¿Algo más que decir antes de que lleguen sus padres?

Todas callaron. El rector aplanó los labios, como si hubiese esperado más de todas. Se los hizo saber luego de un minuto de meditación.

—Quiero que sepan que estoy muy decepcionado... de las cuatro —dijo, levantándose y abrochando el botón de la chaqueta —. Nadie se mueve hasta que llegue el señor Kobrinsky.

Salió por la puerta y la cerró tras de sí, dejando a solas a las cuatro muchachas. Fanny sonrió de lado y se giró para ver a Diana, aún de pie junto a Violet, ambas mirando el piso alfombrado.

—¿Sabes qué? Este es tu último momento, porque Kev va a defenderme y a ti te suspenderán por mentirosa y lame-botas.

Diana agachó la cabeza. Quiso decir algo, pero Stephanie comenzó a reír.

—Creo que debes dejar de leer esas porquerías de novelas de romance juvenil que lees y comenzar a leer "Él te está usando". En la contraportada te explican un poco sobre cómo los hombres utilizan a mojigatas como tú para reírse un rato con sus amigos. Aunque no lo creas, Miller, no eres única y diferente como las protagonistas de esos horribles libros que lees.

Los ojos cafés de Diana enseñaron lo ofendida que estaba, pero Alice tomó la palabra.

—¿Sabes qué? Ya entendí lo que te sucede —la miró directamente a los ojos —. Kevin no te desea, ahora se interesó en Diana y tú estás ardiendo como caldera. ¿De verdad, Hall? Ya no somos amigas, pero si yo no te digo que lo superes, nadie lo va a hacer. No le interesas a Kobrinsky y punto.

Hubo un breve silencio.

—Bueno... no es como si antes le interesaras.

Los ojos de Fanny se entrecerraron. Aún tenía esa mirada llena de pensamientos ruines. Alice continuó:

—Te diré una sola cosa: Supéralo. De todas formas, era obvio que no estarían juntos para siempre.

—¡No superaré algo que no ha sucedido! —apuntó a Diana —. Esta mocosa puede ir olvidándose de él, porque yo y Kevin estaremos juntos para siempre.

Diana tembló, bajando aún más la cabeza, como si eso le permitiese pasar desapercibida.

—Oye, ya —Alice parecía aburrida de ese escándalo —. Madura. Lo único que conseguirás es arrugarte antes de tiempo. No solo el cigarro mata, querida. El estrés también.

—¡Métete tu estrés por el culo, Alice! —gritó Fanny, sin importar hacerse daño en la garganta —. ¡No aceptaré eso! ¡Él se quedará conmigo!

Estaba tan roja, tan enojada, que no consiguió llorar. Se agarró la cabeza con las manos y comenzó a balancearse de adelante hacia atrás. Nadie sintió rabia ni indignación. Al contrario. Todas parecieron tristes ante su situación. Ella estaba enamorada de Kevin. El hecho de perderlo le parecía aterrador.

—No puede ser que ella tenga novio y yo no —murmuró cubriéndose la cara —. ¡Mi novio!

Se clavó las uñas en las sienes.

—Yo lo necesito. Es mío —repetía, cada vez bajando más el volumen de voz, hasta que ya nada se escuchó emerger de su boca. Alice frunció el ceño y, por primera vez, se mostró preocupada ante lo que acababa de oír, pues era un claro sentimiento de dependencia hacia otra persona, algo que, desde pequeña, supo que era muy tóxico y para nada recomendable.

No obstante, tarde o temprano, Stephanie tendría que afrontar esa realidad. Kevin entró junto a Carpenter. Este último había entrado detrás, pero, al cerrar la puerta, lo dejó solo allí para sentarse otra vez en su escritorio.

—Por favor, señor Kobrinsky, quédese a un lado del escritorio. Esto será rapidísimo.

—Claro.

Kevin parecía nervioso, aunque por la rigidez de su espalda se disimulaba bien. Caminó y se detuvo al lado contrario de donde estaban Diana y Violet. Sus ojos pardo-verdosos quisieron mirar a la primera, pero ni siquiera levantó la mirada.

—Como verá, estas chicas hoy comenzaron a pelearse por algo que lo involucra a usted.

—Oh.

Stephanie volcó los ojos exageradamente cuando lo escuchó emitir ese sonido. Tenía unas enormes ganas de enfrentarlo ella misma, pero, temiendo por un castigo mayor, contó hasta cien antes de armar un pleito.

—¿Tiene alguna idea de lo que podría ser?

El rubio negó con la cabeza y se encogió de hombros a la vez.

—Ni idea.

El director, sin rodeos, le preguntó mirándolo a los ojos.

—¿Usted tiene un romance, sea pequeño o grande, con la señorita Miller?

Al rubio le pareció cómico.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

Carpenter lo fulminó con la mirada.

—¿Va a dejar de reírse, señor Kobrinsky? Responda sí o no.

Kevin miró a Diana. Ella no quiso mirarlo. Luego, sus ojos claros se desviaron a Fanny, quien cubría todavía su rostro bañado en lágrimas entre sus amoratadas manos.

—Sí, pero... —Stephanie se levantó —. Fue solo una vez.

Ella no esperó y lo empujó contra la pared.

—¡¿Por qué no solo terminaste conmigo y ya?! —vociferó, poniendo su antebrazo contra su cuello.

El rector y Alice tomaron a Fanny del uniforme y la devolvieron a su asiento.

—Quédate quieta —le ordenó el director, tirando de ella.

—¡Desgraciado!

Kevin bajó la cabeza.

—Lo siento, Steph.

—¡Métete tus disculpas por donde no llega el sol!

Carpenter logró sentarla a la fuerza.

—¡Silencio!

La puerta volvió a abrirse y la profesora de gimnasia hizo su entrada triunfal.

—Están todos los apoderados aquí, señor.

El hombre lanzó un suspiro, fatigado. Se pasó una mano por el cabello.

—Eso era todo, Kobrinsky. Vuelve a clases.

Kevin, quien había quedado pasmado en la pared, asintió y salió casi corriendo del lugar. El rector se tomó su minuto para respirar hondo y tranquilizarse. Después de eso, salió a recibir a los responsables de esas niñas, invitándolos a todos a pasar a una oficina contigua; una sala de reuniones más amplia donde cabrían todos sin mayores contrariedades. La sala era oscura por el tipo de persianas que cubrían las ventanas. Era calurosa y algo anticuada, como la biblioteca. Tenía una mesa grande de madera con ocho sillas en un costado. También había sillones color crema, tres en total, alrededor de una mesita de vidrio adornada con orquídeas. Decidieron sentarse allí, ya que sería más cómodo.

Cada alumna se sentó junto a su apoderado. En el caso de Violet, la señora Sanders había venido a poner la cara en su defensa. Pareció lista para atacar, sin antes preguntar:

—¿No hiciste nada?

Violet se encogió de hombros.

—Tuve culpa en parte, pero juro que eran buenas intenciones.

La tía la miró ferozmente. Iba a decir algo, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.

—Silencio, todos —el rector seguía agitado —. Los he llamado porque sus hijas han tenido una riña.

—¿Una riña? —preguntó la madre de Stephanie, aquella rubia cuarentona que se mantenía rejuvenecida y elegante. Llevaba el cabello recogido en un tomate impecablemente armado, mientras que Fanny estaba sucia, herida y despeinada a su lado.

—Sí, con golpes y blasfemias.

Todos los padres se miraron entre ellos, algunos más asombrados que otros. El padre de Diana, quien se veía un hombre humilde, caballero y, quizá, después de la muerte de su mujer, algo entristecido, se giró hacia Diana:

—Pero eres una señorita —murmuró.

—Yo no dije nada, papá, lo juro. Tampoco toqué a nadie.

Su padre la miró con pena, pero prefirió seguir oyendo. También la abrazó. La tía, al ver eso, decidió también pasarle la mano sobre el hombro a Violet, para que supiese que estaba allí para ella.

—Según las versiones de sus hijas, todo empezó por un chico. Luego se juntaron rencores del pasado y..., bueno, he aquí los resultados...

—¿Por Zachary?

Todos se voltearon a ver a la señora Sanders. Violet se cubrió la cara, maldiciendo.

—¿Quién es Zachary? —preguntó Alice, alzando una ceja.

La chica hizo una mueca, inclinándose hacia la mujer.

—No, tía. Otro —farfulló.

—¿Te gusta otro?

—Por favor, silencio —pidió el rector, contemplándolas a ambas.

—Lo siento —dijeron a coro.

—Bien. He hablado con ellas y todas parecen haber descargado su furia. Henley es la única que ha pedido disculpas explícitamente.

Violet sonrió a medias. No le gustaba ser el centro de atención, menos de los adultos.

—Entonces, deseo que las demás lo hagan también, con el corazón, por supuesto, y después se le otorgará un castigo diferente a cada una según sus versiones.

—¿Diferentes? —preguntó el padre de Diana, alarmado.

—Sí. Sé que todas tuvieron parte de culpa, pero algunas hicieron más que otras.

Alice y Fanny intercambiaron una mirada de odio puro.

—Sin embargo, no habrá ninguna expulsión, por si lo están pensando —miró a los padres aliviados —. No aún.

Cada padre comenzó a hablar con su hija en murmullos. La madre de Alice parecía ser una señora perdida en la vida y Violet no podía dejar de mirarla. Se había maquillado como extraterrestre, su aroma a cigarros se olía a kilómetros y se miraba las uñas pintadas de color rojo vivo, mientras todos hablaban. En ningún momento mostró interés en Alice o en la pelea. Lo único que le escuchó decir era que estaba molesta porque había tenido que abandonar la tienda donde se encontraba cuando la llamaron.

Después de un rato, Alice comenzó con la disculpa.

—Pido perdón a Fanny por golpearla en la cara y destruir su belleza y dejársela como estaba antes de su pubertad.

Los ojos de Fanny y de su madre se abrieron hasta casi amenazar con salirse de sus órbitas. Ni siquiera pudieron apelar.

—Bien... Miller, tú.

Diana asintió. Bajó la mirada un momento, pensando en lo que iba a decir. Finalmente, sus ojos se posaron en Fanny.

—Perdón, Stephanie, por haber interferido en tu relación. Sé que no debí y tampoco volverá a suceder. Y también me disculpo con Alice y Violet por defenderme. No quería que recibiesen esos moretones por mi culpa.

Sonrió y Carpenter le aplaudió, sumándose al instante todos, menos Stephanie, que seguía sintiendo antipatía en sus venas. Solo volcó los ojos y esperó impacientemente su turno para hablar.

—¿Señorita Hall?

—Pido perdón a todas si les di una bofetada, les jalé el cabello o les mordí los brazos —su madre pareció avergonzada con lo que escuchaba —. No volverá a suceder.

Todos se mostraron muy conformes con las disculpas, aunque seguramente Carpenter esperaba algo más emotivo. Tal vez quería que todas terminaran llorando y abrazándose, pero eso solo sucedía en la primaria.

—Deseo que hablen con sus hijas en casa para que esto no vuelva a ocurrir. La misión de la escuela es proteger a sus alumnos.

Violet casi se ríe, pero escondió su boca detrás de su arañada mano. El director, mientras tanto, tomó una hoja y leyó en voz alta los castigos de cada una y las razones.

—Según las versiones, Miller queda libre de todo tipo de castigo. Ella no golpeó ni insultó a nadie y también fue a buscar ayuda de un adulto, lo cual siempre va a ser admirable.

Su padre sonrió radiantemente y la abrazó con mucha fuerza. Le repitió que la amaba muchas veces, lo que desconcertó al resto de las chicas.

—Violet Henley tendrá un día de suspensión interna, debido a los golpes que le propinó a Stephanie Hall, en defensa de Alice.

Violet resopló, dejándose caer en el pecho de la tía, quien le acarició la espalda.

—Sí, tenías buenas intenciones.

Le encantaba que entendiese tan bien las cosas, a diferencia de su madre, que seguro estaría regañándola por el resto de sus días.

—Respecto a las señoritas Hall y White, ambas tienen una suspensión externa por dos días, debido a la pelea en el baño de la escuela. Ningún tipo de violencia es justificada y abalada por esta escuela.

Violet casi se ríe de nuevo con sarcasmo. ¿Dónde estaba esa regla cuando a Zack o a Kris los golpeaban?, se preguntó para sí.

—¿Dos días? —interrogó Fanny, cruzándose de brazos —. Creo que se está pasando.

Carpenter se echó hacia atrás, alzando el mentón.

—Si no estás de acuerdo, puedes apelar al Consejo Escolar, aunque dudo que te ayuden. Es un castigo muy justo. En otras escuelas el castigo sería la expulsión inmediata—le miró la cara a cada una —. De las cuatro.

Entonces, nadie apeló.

Los padres se despidieron de sus hijas y salieron del lugar rumbo al trabajo o sus hogares. El director se despidió de ellos con una sonrisa y dejó a las alumnas dentro para firmar un compromiso de buena convivencia, como si así se asegurara de que ese tipo de pelea no iba a volver a ocurrir. Cuando todas firmaron, salieron juntas, pero al momento de pisar el pasillo, se separaron rápidamente en direcciones opuestas.

—Hola Fanny —saludó Rosie, dando un brinco, pues había esperado bastante por ella afuera. Stephanie se hizo a un lado y siguió caminando:

—Cállate, Rosie. No ayudas en nada.

Violet y Diana se miraron, incrédulas. Kris se les acercó. Había estado esperándolas afuera durante todo ese tiempo, al igual que Rosie.

—¡Hola! ¿Cómo les fue?

—Violet tiene suspensión interna. Yo... nada —explicó Diana, avergonzada, pasándose una mano detrás de la nuca.

—Bueno, no está mal —dijo Kris para suavizar el tema. Violet resopló con ganas.

—Sí, pero queda grabado en nuestro historial.

Se cruzó de brazos y vio como Alice se había alejado en dirección contraria a Fanny. Al parecer no tenía ánimos de ir a la enfermería a curarse sus heridas.

—¿No quieres ir a enfermería? —preguntó Diana, notoriamente preocupada.

—No, estaré bien.

Diana intentó sonreír, pero no pudo.

—Violet, lo siento mucho. No quería verte así —comenzó a flipar —. Todo es mi culpa.

—No lo es —intentó decir ella para calmarla, pero aun así parecía afectada.

—Quiero que sepas cuánto se los agradezco a ti y a Alice.

—Lo sé —se abrazaron dulcemente. Kris también quiso unirse al abrazo. Entonces, él comenzó a reír primero y las muchachas le siguieron, apegándose más a los cálidos cuerpos de los otros. Para cuando se separaron, Violet tenía lagrimillas en los ojos.

—¿Segura entonces de no ir con la enfermera? Tienes el labio roto —le dijo Kris, acomodándose los anteojos.

—No. Fanny debe estar allí.

—Cierto.

Terminaron decidiéndose por caminar en línea recta al salón de clases. Kris contó un par de chistes para animar a ambas, pero no logró su cometido.

—Tus chistes son terribles, Kris —dijo Diana, tapándose los oídos.

—Mi hermana se ríe con ellos.

—Tu hermana tiene como cinco años.

El muchacho dejó de contar chistes. Sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo entregó a Violet para que se curase la herida de su labio, todavía semi abierta.

—Gracias, Kris —lo recibió ella.

—De nada —respondió, sonrojado.

El trayecto al salón fue eterno, como si se hubiesen perdido en un laberinto sin final. Todo estaba vacío y solo se podían escuchar leves ecos provenientes de algunas salas, donde los maestros daban sus cátedras.

Como ambas chicas no dejaban de suspirar, Kris quiso chismear lo que pasó dentro del despacho de la más importante autoridad de Southern Cross.

—Fanny partió diciendo que todo había empezado porque dijo que era la más guapa de las cuatro. ¿Quién se cree? —contó Diana, pasándose una mano por la frente.

—No puedo creerlo.

—Estuvo a punto de golpearme —dijo Diana, abstraída —. Y a Kevin también.

—¿Por qué llamaron a Kevin?

Diana evitó su mirada.

—Para que contestase si yo y él teníamos algo.

—¿Y qué dijo?

Justo en ese momento el chico Backstreet Boys, se acercó al grupo, arruinando su conversación. No pensaban que se iba a dirigir a ellos, pero lo hizo, específicamente deteniendo a Violet.

—Eh, Vivi.

—Es Vi —corrigió ella, pensando que quería llamarla por su sobrenombre. Solo su abuelo la llamaba Vivi.

—¿Vi? ¿de Vivianne? ¿no?

Violet se desanimó.

—De Violet. ¿Qué sucede?

El chico movió su lacio cabello rubio ceniza de un lado a otro y los hoyuelos de su cara se marcaron todavía más cuando sonrió, casi burlándose de su actitud seria.

—No golpees a Stephanie —le amenazó con su dedo índice —. Pagarás las consecuencias si te crees tan lista.

—Oye, Principito —Diana dio un paso al frente —. Ese tema se ha terminado. Ya lo solucionamos con Carpenter, así que no tienes por qué meterte.

Kris arqueó una ceja.

—Sí. Además, tú eres de último año. Podrías preocuparte de tu entrada a la universidad en vez de lo que hacen o no los alumnos de un curso menor.

—No te metas, capullo —gruñó, volviéndose hacia la rubia y a la castaña —. Es solo que tú pareces una debilucha y tú una santa. ¿Cómo golearon de esa manera a mi amiga?

Diana refunfuñó.

—Eh, nosotras no hicimos casi nada. Alice es la que tiene mano dura.

—¿Alice White? —ladeó la cabeza al recordarla —. Tiene sentido.

—¿Nos dejas en paz? —interrogó Kris, intentando hacerse a un lado. Le fue imposible. El rubio había comenzado a reír otra vez, siempre radiante y seguro, como si realmente fuese una estrella de cine. Violet entrecerró los ojos, agradeciendo no saber el nombre del sujeto, pues odiaría recordarlo.

—Solo digo —contestó con una sonrisa que mostraba toda su dentadura —. Sé quién es esta mocosa y sé su historial con Sean —se hincó para estar a la altura de la rubia —. ¿De verdad no te arrepientes de haberle lanzado el jugo o ser grosera con él?

Violet alzó el mentón con orgullo.

—Para nada. Se merece eso y mucho más.

El joven se inclinó hacia atrás, negando con la cabeza como si la chiquilla fuese un caso perdido.

—Bueno, Vivianne.

—Violet.

Él le alzó una ceja.

—Te tengo noticias que te desanimarán por completo.

Diana puso los ojos en blanco.

—Si vuelves a nombrar a Stephanie Hall...

—Oh, no. Es sobre Sean.

Una corriente de aire helado los envolvió repentinamente, erizando los vellos de sus brazos.

—¿Qué es? —se atrevió a hablar Diana, después de captar los pálidos rostros de sus dos compañeros.

El chico Backstreet sonrió y se fijó en Violet, que no le había quitado los ojos de encima en ningún momento. Los hoyuelos volvieron y Violet tuvo la impresión de que se reía de lo tensos que sus labios se habían puesto. Intentó relajarse.

—Violet.

Se inclinó hacia delante de forma intimidante otra vez, quedando a solo centímetros de sus grandes y asustados ojos. Ni siquiera había sido capaz de pestañear en todo ese rato.

—El hermano de Sean ha salido de prisión.

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