S i e t e
Capítulo 7
La semana pasó más rápido después de ese tercer día tan fatal. Sin embargo, eso no significó que durante las semanas siguientes no ocurriesen más eventos que la colocasen en estado de alerta cada vez que pisaba la entrada de la escuela. Ni siquiera sus saludos de buenos días lograban hacer que la gente sonriese. Se había quedado plantada en la entrada con la mano en alto, esperando que alguien le respondiese un «buen día para ti también». Nadie lo hizo y aquellas miradas de confusión solo lograron que se sintiera como una loca.
El martes de la segunda semana, a primera hora, el rector sacó de la sala a los tres muchachos en cuestión. Sean salió un tanto confundido, o al menos actuaba como si lo estuviese, lo que lo hacía parecer que jugaba el papel de víctima. Le faltaba preguntar qué era lo que había hecho. Kris, por su parte, salió hecho un manojo de nervios. Incluso se persignó antes de salir del salón. El único que salió envuelto en confianza y seriedad fue Zack Prawel, quien salió rápido y sin dejar de alzar la barbilla y tensar su cuerpo, seguramente porque se lo esperaba tras su conversación con la "testigo".
No supieron nada de ellos hasta la hora de almuerzo. Fanny la había invitado a sentarse con su grupo para hablar de la situación, esparciendo rumores sobre la posible expulsión de uno de los tres, apostando a que sería Kris.
—Según lo que supe, alguien fue a contarle la verdad a Carpenter ayer por la tarde.
Violet casi escupe el jugo, mientras que Alice y Rosie abrían más sus ojos hacia su compañera, mostrando claro interés.
—¿Sabes quién fue?
—No —las decepcionó —. Pero algo me dice que fue Diana. Se salió antes de la clase de biología, ¿recuerdan?
Mientras Alice asentía, concordando, Rosie frunció bastante el ceño, volviéndose hacia Violet, quien intentaba pasar desapercibida con la pajita del jugo entre los labios, bebiéndose el contenido.
—Violet faltó a la clase de ayer, ¿no? —todas se voltearon hacia ella —. ¿Dónde estuviste?
Se sonrojó como una caldera ardiente. Sin pensárselo, se apuntó su nariz, todavía algo moreteada.
—Casi muero de un derrame nasal —exageró.
Alice volcó los ojos al oírla.
—Es verdad. Estaba en la enfermería.
—¿Toda la hora? —volvió a preguntar Rosie, como si algo no le cuadrase en la historia. La risa nerviosa de Violet la molestó.
—Es que era un derrame casi cerebral.
Fanny se encogió de hombros, acomodándose en el asiento.
—Como sea, el caso es que creo que fue Diana la de la lengua larga.
Rosie, quien se debatía entre la cautela y la rabia, finalmente dejó de hacerle preguntas a Violet e insistir en que algo no le hacía sentido. Ni Alice ni Fanny parecían interesadas en ello, por lo que se limitó a seguir almorzando silenciosamente.
Entonces, Fanny alzó la barbilla hacia la compañera nueva.
—Violet, ve a comprarme el almuerzo.
—¿Qué?
La sorpresa delineó su rostro.
—Ve a comprarme mi almuerzo —sacó un vale desde su bolso —. Ten, aquí está el boleto para comprarlo.
—¿Por qué yo? —a pesar de que quería entenderlo, no podía. Eso jamás le había pasado, ni con Jenny.
Fanny se dio vuelta a verla, fría como un témpano. Incluso Alice comenzó a tomar jugo y a mirar en otra dirección para no ser parte de nada. Por un momento, Violet pensó que le gritaría y la humillaría frente a todo el casino. Pero no. Fanny pasó de verse malhumorada, a tener una sonrisa angelical, pero que seguía dándole mala espina.
—Porque es un favor que te estoy pidiendo. No vas a decirme que no, ¿verdad? Somos amigas.
Violet bajó la mirada, para luego voltearse a ver a Rosie, quien también se estaba haciendo la desentendida.
—Es que...
—Está bien, iré yo, no me cuesta nada. Pensé que aceptarías, dado que eres nueva y los nuevos siempre están a disposición de sus compañeros —utilizó una mueca de decepción —. Tal vez me equivoqué.
Estaba utilizando la psicología inversa, aunque Violet no pudo darse cuenta de ello.
—Bien —cedió la rubia —. Voy a comprarte tu almuerzo.
Fanny le sonrió, achinando sus ojos y arrugando su nariz.
—Muchas gracias.
Violet le sonrió, pero al darse vuelta volcó los ojos y la maldijo. Diana, quien comía sola en una mesa, se había percatado de la situación y no pudo evitar reír al ver los gestos burlescos de Violet. Era muy poco obvia.
Hizo la fila con desánimo y a continuación se puso a elegir el almuerzo de Fanny, suspirando cada cinco segundos. No le gustaba la gente como Stephanie Hall y su séquito de amigas. Eran muy ruines. Gente que disfrutaban de las penas, las imperfecciones y vidas ajenas. Se burlaban, hacían sufrir a otros, y no solo a las espaldas, muchas veces en persona. Incluso entre ellas.
—Cállate, Rosie —alcanzó a oír desde su lugar, volcando los ojos al verificar sus sospechas.
"¿Cómo puede existir gente así?".
A veces ni siquiera entendía cómo se dejó enredar por ellas. Terminar siendo la amiga que hace «favores» no estaba dentro de sus planes, lo que la ponía toda molesta. Mientras el cocinero le servía la ensalada, ella empuñaba uno de los servicios con firmeza, al punto de hacer crujir las articulaciones de su mano. Estaba avergonzada de sí misma por ser tan cobarde y preferir ser una mascota que tener amigos que sufrían por las burlas de ese tipo de gente, a la que todos llamaban "populares".
El chef le entregó el plato y ella apenas pudo articular un «gracias» por debajo de su aliento. Afirmó la bandeja y, mirando la comida, se giró con brusquedad, estrellando la bandeja contra el abdomen de alguien. La comida pintó el uniforme del sujeto, para luego caer al piso y causar un estruendo, llamando la atención de cada ser viviente que estaba en la cafetería en ese momento. La caja de leche cayó al piso y explotó, decorando el piso de blanco.
No pudo moverse. Primero hubo un silencio de ultratumba. Luego un par de risas que se transformaron en sonoras carcajadas y aplausos. Violet, abochornada, levantó la vista para pedir disculpas, ya que nadie le gusta estar cubierto de leche y lechuga, no obstante, las palabras se le quedaron atascadas en su garganta. El sujeto en cuestión era Zack, mordiéndose la parte interna de la mejilla, inspirando con lentitud, sin apartar su fiera mirada de ella.
—Oh, mierda.
—Yo estaba esperando unas disculpas —soltó él mientras observaba a Violet con aprensión, intentando ignorar también las risas de los presentes. Lo único que seguía en las temblorosas manos de la chica era la bandeja. Hasta las servilletas habían salido volando.
—Lo siento —dijo ella, abochornada —. Es que estaba mirando hacia otro lado.
—Ya me di cuenta —gruñó, para luego quitarle la bandeja de las manos y ponerse de cuclillas al suelo y comenzar a amontonar toda la basura dentro. Ella sintió algo de furia, porque no le gustaba el mal humor que ese muchacho tenía por naturaleza, pero, aun así, lograba entenderlo. Ella también se molestaría, aunque al menos intentaría aminorar la culpa del otro.
Violet ladeó su cuerpo hacia la mesa donde Fanny se encontraba, quien le señaló el reloj que llevaba en su huesuda muñeca. El tiempo corría para la princesa.
—Ve.
Violet volvió a mirar a Zack con la boca entreabierta. El seguía de rodillas.
—Es importante que Fanny almuerce, ¿no? —la apuntó discretamente con la barbilla —. Ya ves lo desnutrida que está.
Violet esbozó una pequeña sonrisa. Por primera vez en algo estaban de acuerdo, aunque él no lo sabía.
—Pero...
—Ya casi termino de recoger. En serio, anda.
Violet asintió, nostálgica.
—Gracias.
Sin esperar respuesta, se alejó corriendo en busca de una segunda bandeja. Zack parpadeó, para luego levantarse y dirigirse al basurero más cercano, maldiciendo que su nívea camisa ahora tuviese una enorme mancha en el centro.
En menos de cinco minutos, Violet llenó la bandeja de lo mismo y corrió a entregárselo a Fanny, jadeando.
—Ay, qué mal. Se me ha quitado el apetito.
Alice comenzó a reír por lo bajo.
Primero, Violet quiso partirle la bandeja en la cabeza. Pero luego, se acordó que debía mostrar más madurez que ella.
—Oh, ¡qué bien! —Fanny alzó una ceja hacia ella —. Tenía mucha hambre. Me lo como yo.
Se sentó, orgullosa, y comenzó a comer la ensalada ignorando la mirada atónita de las tres chicas, quienes ni se atrevieron a hacer comentarios. Sin embargo, fue ahí cuando los problemas comenzaron. Nadie sabía nada de los tres chicos involucrados en la pelea. Que Zack estuviese allí, junto al basurero, le hacía recordar su citación a la oficina al director. Significaba que ese tema ya estaba resuelto, o eso quiso pensar, puesto que cuando el joven terminó de botar todo y se dio media vuelta, fue interceptado por Kevin y Sean, muchos más altos y musculosos que él.
Violet tragó un tomate con dificultad, con los ojos puestos en la escena, ignorando la conversación que las otras tres tenían sobre maquillaje. Pudo ver que se intercambiaron palabras, luego unos empujones amenazantes. Finalmente, Sean lo agarró del antebrazo, casi estrangulándoselo al chico, para después obligarlo a salir del casino. ¿A dónde se lo podrían llevar?
—¿Qué miras, Violet?
—Oh, nada...—parpadeó mirando su almuerzo —. ¿Qué clase de vida llevan Sean y Kevin?
—¿Qué quieres decir con eso? —escupió Fanny, levemente enojada —. ¿Por qué incluyes a mi novio?
—No, yo solo —respiró hondo, derrotada —. ¿Qué clase de vida lleva Sean?
—Pues, está muy bueno, ¿eh? —dijo Alice, bebiendo su jugo de frambuesa.
Los dedos de Violet juguetearon nerviosos con una de las servilletas.
—Su padre siempre dona un montón de dinero a la escuela, si es lo que quieres saber. Por eso pudieron construir rampas para los discapacitados y ponerle pasto al jardín delantero—explicó Rosie. Por primera vez Fanny no la hizo callar.
Esas palabras explicaban muchas cosas, como el hecho de que no lo expulsaran después del problema que hubo entre esos tres. Sin embargo, algo todavía le hacía ruido.
—Pero... esta escuela es privada. ¿No podrían hacer eso con el dinero que se obtiene con las matrículas?
—No siempre las ocupan para cosas como los jardines. Hace tres años hicieron una remodelación del gimnasio, por ejemplo. Carísimo de tan solo pensarlo —le respondió Stephanie, mirando su plato de comida —. Además...
Miró a Alice y luego infló el pecho.
—Además, el abuelo de Sean es el fundador de esta escuela. Toda su familia es ex alumnado.
Violet se echó levemente hacia atrás, hasta que su espalda topó el respaldo de su silla. Eso ya explicaba absolutamente todo. Sus cejas se fruncieron el máximo al procesar bien esa respuesta, mientras retomaba su almuerzo, olvidando por un momento el hecho de que se habían llevado a Zack.
—Tiene un hermano mayor en prisión —agregó Alice, provocando que a Violet le diese un ataque de tos por tragar mal saliva —, cinco años por tráfico ilegal de armas.
—Eso es terrible —comentó, horrorizada.
La risa de Fanny le provocó más náuseas.
—Henley, ¿de qué planeta vienes? Esas cosas ocurren más seguido de lo que crees.
—Sí, pero...
—¿Acaso tú no vienes de Bronx? —continuó —. Ese lugar es una leyenda en casos de drogas, delincuencia, violaciones, inmigración...
Violet frunció el ceño, indignándose.
—No, vengo de Boise. Queda al otro extremo del país. Y ese comentario es muy prejuicioso —le cortó. No sabía de dónde había sacado las agallas, pero no le gustaba la forma en la que criticaba su lugar de origen.
Le llamó la atención que Fanny sonriera en vez de enfadarse, lo que terminó por cohibirla.
—No sabía que tenías la osadía de contestar. Qué sorpresa.
Alice y Rosie miraron a Violet en silencio, esperando una respuesta de su parte.
—Me es difícil quedarme callada cuando algo no me parece bien, Stephanie —le dijo, intentando usar un tono de voz que no la ofendiera —. Si entiendes a lo que me refiero.
Sus ojos extrañamente brillaban, lo que le hizo cuestionarse si había cometido un error al decir una de esas cosas.
—Entiendo perfectamente —susurró, tan bajo que no logró escucharla.
La rubia iba a decir algo más, pero Fanny se puso de pie, inspirando respeto con su barbilla alzada.
—Estaré en el patio —dijo con una ira muy mal disimulada —. Tal vez allá pueda dar mi opinión sin sentirme atacada.
Se levantó, sola, desatando miradas hoscas de varios que se sentaban alrededor de esa mesa. Ni Alice ni Rosie la siguieron, y Violet no quiso hacer comentarios al respecto tampoco. Decidió almorzar rápido y retirarse lo más lejos posible. En ese momento, solo prefería la soledad como compañera, olvidándose de repente de lo sucedido con la bandeja y la forma en la que Sean y Kevin se habían llevado a Zack. Su temperamento estaba tan malo a causa de Fanny que en ningún momento se le pasó por la cabeza ir a echar un vistazo a donde sea que se hubiesen ido.
Lo cierto era que, mientras toda la escuela seguía disfrutando del horario de almuerzo en la cafetería, Kevin y Sean salían de uno de los baños del segundo piso del establecimiento, con sus puños adoloridos y sus respiraciones entrecortadas.
—¿Cuánto ha pasado? —preguntó el rubio, chequeando la hora en su reloj de pulsera —. ¡Cuarenta y cinco minutos y ninguno ha confesado!
Sean se pasó una mano por la cara, cansado.
—¿Qué podemos esperar de un par de idiotas?
Tras ellos, Kris salió, intentando mantener el equilibrio al apoyar su arañado antebrazo contra una de las paredes. El dolor abdominal era tan fuerte que terminó dejándose caer sobre el piso, justo cuando Zack salía detrás de él, apoyando su espalda contra la muralla y luchando contra la fuerza de gravedad que también quería derribarlo.
Kristian Bailey era el que se encontraba en peores condiciones por lejos. La sangre recorría varias partes de su rostro y el dolor muscular debido a los puntapiés era tan fuerte que ni siquiera podía llorar. Se colocó en posición fetal mientras los abusadores le miraban, dejando escapar unas perceptibles risitas de entre sus labios. Por su parte, Zack cerró los ojos en silencio, aguantando el dolor y manteniendo sus moreteadas manos a la altura de su pecho, donde podía sentir sus agitados latidos cardiacos.
Sean chequeó el pasillo. Ningún alma recorrería el sector a esa hora, lo que calmó su preocupación.
—Vamos a terminar con esto antes de que suene la campana —dijo el moreno, metiéndose la camisa dentro del pantalón, que se había removido con los movimientos bruscos que había hecho hace un rato.
—¡No me sigan pegando! —alegó Kris desde el suelo —. No fue mi culpa lo sucedido hoy. Yo no acusé a nadie.
—No estamos haciendo preguntas, Bailey —soltó el rubio, mirándose una fea herida que se le había formado en uno de sus nudillos —. Mierda, voy a tener que ir a ponerme hielo.
Zack tragó saliva con dificultad, echando su cuello levemente hacia atrás para quitar los nudos formados allí.
—Por favor —rogó Kris en un balbuceo. Sus anteojos se habían rayado y cubierto de polvo y sangre. Tenía mucho miedo —. Dijeron que me..., dejarían en paz —se arrastró y agarró de la pierna de Sean con las manos temblorosas —. Tú me lo prometiste.
Kevin alzó una ceja hacia su mejor amigo.
—¿Hablaste con él?
—Claro que no —le dio otra paliza que lo dejó temblando en el suelo —. Mentiroso.
Zack se agarró la camisa ensangrentada a la altura del hombro derecho, asustado y triste por Kris porque no podía ayudarlo, aunque quisiera. Su respiración seguía entrecortada y sus músculos adoloridos.
—Lo hubieses pensado dos veces antes de ir a delatarnos con el rector —volvió a decir Sean, colocando sus manos detrás de su corta cabellera.
—Yo no fui —sollozó Kris con el rostro contra el piso, mientras Kevin ponía su pie contra su espalda, inmovilizándolo.
—Aunque hubiese sido así, es un placer tener estos encuentros tan amistosos con ustedes dos.
Cuando el rubio dijo aquello, Sean se percató que Zack estaba muy callado contra la pared, seguramente para pasar desapercibido, lo que hizo que lo mirase con disgusto.
—¿Y tú, Zack? —caminó hacia él, para rápidamente agarrarlo por el cuello de la camisa —. ¿Qué tienes que decir en tu defensa?
Guardó silencio, lo que acabó colapsándolo en un segundo.
—¡Habla!
Sin anticiparlo, Zack le escupió en el rostro, provocando que lo soltase y dejara atónito a Kevin. Pensaba arrancar, pero no pudo hacerlo a gran velocidad. Le dolía el costado cada vez que respiraba con mayor frecuencia, y caminaba cojeando, lo que hizo la tarea más fácil a Sean, quien volvió a agarrarlo por la espalda y lo estampó contra la pared.
—¿Quién te has creído, Prawel? —le rugió, apretando los dientes, a centímetros de su rostro. Sus ojos se encontraron, uno asustado y el otro furioso.
—Te crees muy listo e intimidante —siguió diciendo el moreno, apretando su antebrazo contra su cuello para asfixiarlo —, pero no eres más que basura para nosotros.
—Por favor... —logró decir el otro joven, sin darse cuenta de que había derramado unas lágrimas por el miedo.
—¿Qué vas a hacer? ¿Ponerte a rezar? Tus creencias absurdas no te ayudarán ahora —le hurgó el cuello de la camisa y le encontró una cadena de plata donde yacía una pequeña cruz. Entornó los ojos y comenzó a reír —. Como dije, creencias absurdas.
Tiró de la cadena y logró romperla con tanta facilidad que le hizo reír. Presionó más a Zack cuando notó que intentaba detenerlo, y lanzó la cadena a donde Kevin se encontraba, quien decidió ir al baño a tirarla en uno de los váteres. Zack se removió en su sitio, inquieto. Apenas podía respirar.
Supo que era demasiado tarde cuando escuchó la cadena tirándose y el agua llevándose la única cosa en la que creía fielmente.
—Ya es la cuarta cadena que te echo al retrete, Prawel. ¿Cómo le explicas a tus padres que no la tienes? —curioseó Sean, aflojando su brazo para que pudiera hablar.
—Miento —sollozó a duras penas —. Miento.
—¿Mientes? —comenzó a reír, junto con su mejor amigo, quien levantó al adolorido de Kris y lo retuvo entre sus fuertes brazos. El chico de anteojos ya ni oponía resistencia —. ¡Qué buen chico nos saliste!
Le dio dos palmaditas en la cara y lo soltó, dejándolo respirar.
—Estoy impresionado, Prawel. Se nota que eres inteligente —se volvió hacia Kris —. Tal vez deberíamos enseñarle a Bailey a cerrar la boca.
—¡Yo no dije nada! —gritó en un último suspiro.
—¡Cállate! —Sean le pegó una cachetada y el joven casi se dejó caer sobre los brazos del rubio, que todavía lo mantenía acorralado —. Si nos pillan, juro que yo mismo voy y te mato. Sabes que tengo los medios —lo amenazó Sean, dándose media vuelta a donde Zack se encontraba, acariciándose la parte frontal de su cuello —. Y si tú dices algo, no solo te romperé todas las cadenas inútiles que traes, si no también iré a tu casa y me follaré a tu madre.
Kevin comenzó a reír con ganas.
—¡Cuéntanos, Zack! ¿Quién se la está follando ahora?
Zack intentó pegarle un combo a Sean, pero éste logró esquivarlo. Seguidamente, asió su frágil brazo y, cómo había aprendido de pequeño en clases de karate, le hizo una llave inglesa y lo acuñó contra la pared con brusquedad.
—Suéltame —gimió.
—Ni en un millón de años —le susurró al oído, crispándolo. Presionó más su robusto cuerpo contra la espalda del muchacho para que se asfixiara contra la muralla de concreto —. Responde, ¿quién se la está follando ahora?
La mayoría en la escuela conocía la historia de la madre de Zack. Mucha gente la había visto saliendo con un mexicano que era empleado para la empresa de su padre y, a pesar de que la noticia aún no se difundía de forma oficial, varios asumían lo que era obvio; la madre de Zack Prawel tenía un amante, y el único que parecía no saberlo era su marido. Si hasta se había presentado en la escuela acompañada por el tipejo ese.
Lo peor era que, Zack no podía defender a su madre diciendo que era mentira, porque no lo era. Él mismo fue el primero en saberlo, cuando los pilló juntos una vez que llegó más temprano a casa. Desde entonces, obligado por su madre, tuvo que mantenerlo en secreto de su padre, incluso sabiendo que no era lo correcto de hacer.
—¿No vas a decirlo?
Zack respiró contra la pared, sintiendo un dolor caluroso en su mejilla presionada contra el concreto.
—No —murmuró apenas —. No vas a obligarme.
Escuchó a Sean bufar y a Kevin reírse.
—Eres débil, Zack —lo volteó para decírselo a la cara, afirmándolo de los hombros —. Nadie te quiere. Ni tus padres te quieren. ¡Dudo que alguien se moleste en quererte!
El muchacho se detuvo a mirar a los ojos a su atacante, con la vista vidriosa. Kris bajó la mirada y Kevin rodeó su cuello con su brazo, también diciéndole barbaridades al oído.
—Eres el hijo de una prostituta y nadie cambiará eso —volvió a decirle Sean, acercando sus labios al rostro de su compañero. Sabía que la sangre de su víctima le hervía como la lava. Imaginarlo le encantaba —. Lo entiendes, ¿verdad?
—No te atrevas a hablar de mi madre —susurró, tensando la mandíbula.
—¿Cómo dijiste? —golpeó la pared con su puño, justo al lado de su cabeza —. ¿Te atreves a repetirlo?
Pero Zack ya estaba demasiado cansado y aturdido como para volver a abrir la boca. Negó con la cabeza y se encogió en su lugar.
—Eso pensé —la campana anunciando el final del recreo de almuerzo resonó entre los pasillos —. Nos vemos.
Se volvió hacia Kevin, quien soltó a Kris y este cayó al suelo de rodillas, robándole una carcajada.
—¡Mándale saludos a tu madre, Zack! —se despidió el rubio, abrazándose con Sean y caminando en dirección al salón, en un pasillo que poco a poco se fue llenando de gente.
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Violet no sabía nada del abuso y mucha gente tampoco, pero sí sospechaba.
Tan solo tuvo que pasar la primera semana para notar que tanto Kris como Zack aparecían con moretones, cicatrices, manchas de sangre, etcétera. A veces estaba a punto de acercárseles y preguntarles, pero algo la detenía. Sus miradas mostraban un claro rechazo a los demás, quienes, desinteresados, intentaban poner atención a la clase de francés. Casi sentía que era un tabú hablar de ello.
—Señorita Henley.
Se volteó a ver rápidamente a su maestro de francés, quien tenía un bigote italiano muy a los años 20. El profesor no pudo evitar que se le escapase un gesto de resentimiento.
—¿Sí?
—Je ne parle pas anglais —dijo, molesto.
El maestro era muy estricto y parecía no entender que ella jamás había tenido francés en su vida. Ya le había dicho y eso solo pareció empeorar la relación entre los dos.
—¿Oui? —volvió a intentarlo, causando risas en la mayoría de los alumnos. Al parecer lo había pronunciado muy mal porque ni el profesor pudo continuar hablando en francés con ella.
—Recibe —le tendió una hoja —. Haremos una pequeña prueba para ver si recuerdan lo que aprendimos el año pasado.
Sin una pizca de entendimiento, se retiró, dejándola pálida sobre su asiento. Ni siquiera se atrevió a pensar en copiar.
—Nombre y fecha a la hoja. Si existe un correlativo de su nombre en francés y lo escriben correctamente, tendrán un punto extra.
Algunos se quejaron, tal vez porque su nombre no existía en francés, por lo que el profesor dijo:
—Los que no tienen una versión francesa de su nombre, pueden inventar algo parecido, pero creíble, o pongan cómo se pronunciaría su nombre en francés. Cualquiera de las dos lo tomaré correcto.
Las sonrisas volvieron a verse en las caras de los alumnos. Violet miró su hoja y solo fue capaz de poner la fecha, pensando cuál sería su nombre en francés. Indecisa, terminó poniendo "Violetta Henley", creyendo fielmente que estaría correcto.
El maestro terminó de repartir hojas y comenzó a pasearse entre los alumnos, chequeando que ninguno se atreviese a copiar. Era muy astuto y precavido, se notaba en su mirada.
—Primera pregunta —anunció, colocándole los cabellos de punta a Violet —. Conjugue en presente los verbos ir, tener y tomar con todos los sujetos. Y completen la oración con algo creativo que se les ocurra. Todas diferentes y, por supuesto, en francés.
Las ganas de vomitar se acrecentaron. Ella no aprendió francés nunca. Solo pensaba tomar clases de español en tercer año. No podía creerlo.
Iba a levantar la mano para pedir asesoría o permiso para abandonar el examen sorpresa cuando Kevin levantó la mano.
—¿Eso es todo?
A Violet le sorprendió que hasta él se mostrara tranquilo.
—Sí. Buena suerte, estudiantes.
Lanzó una sonrisa en la dirección de Violet, sin percatarse lo nerviosa que estaba. En especial porque Kris, a pesar de tener vendada su muñeca y estar algo pálido, comenzó a rellenar a la velocidad de la luz como si fuese alguna clase de competencia internacional.
Ofuscada consigo misma, se detuvo un rato en la hoja en donde solo estaba la fecha y su nombre, que incluso creía que no había escrito en francés. Se pasó una mano por la sudorosa frente y miró de soslayo a Kris, quien ya estaba terminado las frases. Este, notó de repente su insistente mirada. Sabía que no podía ayudarla, pero también había escuchado el cómo le explicó al tutor que ella no sabía nada de francés y él solo se había limitado a reír. Empatizando con su persona por primera vez, estiró su mano y, sin quitarle la mirada al maestro, escribió sobre la mesa:
"Violette Henley".
La muchacha se quedó boquiabierta. Tal vez no era mucho, pero algo era algo. Borró su nombre y volvió a escribirlo correctamente en la lengua latina, mientras intentaba ingeniárselas para responder cualquier porquería en el resto de la prueba.
Su lápiz dibujó rayas sin sentido sobre la hoja. Escuchaba a los demás escribiendo con rapidez y rostros de sabiduría que ponían al profesor orgulloso y a Violet aún más despavorida.
De pronto, una silla se movió al final del salón. Los alumnos se dieron vuelta a ver a Zack caminando, o más bien cojeando, al escritorio del profesor. A pesar de sus claras heridas junto a las sienes o las comisuras de sus labios, se veía seguro de sí mismo, quizás porque había contestado todo correctamente.
Kris terminó de escribir y salió disparado a entregar su hoja, mordiéndose la lengua. Al entregar primero, celebró su hazaña con mucha emoción, lo que dejó tanto a Zack como al maestro un tanto descolocados.
—Si no te importa, Bailey, podrías guardar silencio por respeto a tus compañeros.
Le quitó la hoja ambos.
—Voy a revisarles enseguida.
Kris se relamió los labios, al borde de la locura, para ver si sería capaz de vencer a Zack esa vez. Vivía por eso.
—Prawel sacó 100/100 otra vez—anunció el profesor, dejando su examen de lado —. Felicitaciones.
Violet se sobresaltó en su asiento. Zack lanzó un profundo suspiro y volvió a caminar a su puesto, ignorando las miradas de asombro que lo seguían.
—Bailey obtuvo un 98/100 —le apuntó una de sus frases al final —. Cometiste un pequeño error de ortografía en...
—Mierda.
El maestro parpadeó y luego arrugó la frente.
—¿Disculpe, joven?
—Nada, profesor, lo siento.
Cabreado, volvió a sentarse junto a Violet, quien seguía con la hoja en blanco. Si seguía así, necesitaría clases particulares con urgencia.
Finalmente, el profesor se vio obligado a quitarle el examen al final de la hora. Terminó sacando un 2/100, solo gracias a haber escrito bien su nombre. Fue la nota más baja de la clase y Fanny fue la encargada de recordárselo.
—Vaya, sacaste 2/100, la nota más baja de la clase.
—Gracias, Fanny —dijo la rubia, esperando que notase su sarcasmo en esas palabras. Se cruzó de brazos e intentó ignorarlas.
—¿Qué sucede, Violet? —habló Rosie, quien se agachó para tener su ovalado rostro cerca del de ella, incomodándola —. Creí que habías venido a Canberra por tus notas, ¿no?
—Cállate, Rosie. Si dices eso es como si la compararas con Bailey.
Kris, quien yacía a su lado, apegó más su cara contra su libro de biología, concentrándose en la tarea.
—Pero, si soy honesta, no estás muy lejos de serlo, Henley.
Violet se inclinó hacia atrás cuando Fanny se acercó a su cara. Los alumnos se retiraban de la clase rumbo a sus hogares. Algunos que todavía ordenaban sus pupitres, detuvieron sus quehaceres para fijarse en las chicas.
—Dime, ¿somos amigas? —le preguntó Fanny, sin darse cuenta de que eran el centro de atención.
—¿Qué?
—Que si somos amigas.
Violet levantó una mano, sin saber qué decir.
—No me tienes que contestar ahora, gringa —le guiñó un ojo, apartándose —. Esperaré hasta el próximo viernes.
—¿El próximo viernes? —preguntó Rosie, como si no hubiese entendido el porqué de la espera.
—Cállate, Rosie, no es contigo el asunto —se acomodó la mochila al hombro y le sonrió a la muchacha —. Viernes, Henley. Elige bien, pues yo puedo salvarte de la desgracia que Southern Cross trae.
Zack se había quedado helado en la puerta al escuchar aquello. Ni pudo moverse cuando Fanny caminó hacia la salida y le pasó a llevar el hombro a propósito.
—¡viernes! —gritó como recordatorio y se retiró, seguida de su grupo. El corazón de Violet latía tan rápido como el de un caballo de carreras. Sus grises ojos se posaron en los de Zack, quien rápidamente desvió su mirada y salió del salón. Intranquila, vio cómo la clase se vaciaba, ignorando lo que acababa de pasar, como si el problema fuese de ella y nadie pudiese remediarlo más que ella. Kris se levantó y colgó la mochila al hombro, sonriendo al ver que Kevin y Sean ya habían decidido irse a su práctica de fútbol, el deporte que ambos practicaban por gusto.
—Adiós —se despidió de ella, quien seguía atontada en su pupitre. Sus ojos estaban clavados en el 2/100 marcado en rojo, como si el profesor hubiese querido decirle a través de eso que en realidad era una buena para nada. Se giró y alcanzó a Kris.
—¡Eh! Espera.
Kris se volteó, sin poder creer que alguien como ella le estuviese hablando.
—¿Me necesitas?
Tiró su mochila hacia adelante, esperando que ella preguntase por alguna tarea. Violet negó con la cabeza.
—Me preguntaba si podías darme clases particulares.
—¿Qué? —no podía creer lo que estaba escuchando.
—Verás, no lo estoy haciendo bien en varios ramos y dudo que logre avanzar algo en francés. ¿Podrías ayudarme?
Para tristeza suya, Kristian comenzó a caminar de espaldas.
—No tengo tiempo para eso.
—¡Pero!
—En serio, Violet. Tengo que concentrarme en mí mismo ahora.
Sin decir más, caminó a paso rápido dejando a la rubia atrás. ¿Cómo iba a ser posible que subiese las notas sin la ayuda de nadie?
—Es por lo de la beca, ¿sabes?
Creía que estaba sola, pero no. Diana se acomodaba la mochila en la espalda y tomaba algunos libros pesados entre sus brazos. A pesar de ser bonita, su rostro enseñaba a una chica triste y cansada. Tenía grandes ojeras.
—Oh, sí, me lo dijo —frunció el ceño —. No pensé que le consumiera tanto tiempo.
—No solo a él, a todos. El colegio este año aumentó la exigencia. La prioridad número uno es el rendimiento.
Asintió, entendiendo su punto. Ella se iba a transformar en la oveja negra de la escuela, no lo dudaba.
—Diana —la miró a los ojos, esperando convencerla —. ¿Tú podrías enseñarme? Siento que voy atrasada con respecto a la clase.
—Oh, no creo ser la indicada para eso. Incluso en este examen saqué solo 36% —le mostró la hoja —. No sé por qué todos creen que me va bien, cuando no es así.
—¿No? —frunció las cejas.
Diana se la quedó mirando, para luego bajar la mirada a la prueba.
—Bueno, antes me iba bien, pero ahora mis prioridades han cambiado. Trabajo mitad de tiempo en una tienda durante los fines de semana...
—¿Después de eso? ¿Una hora o dos? ¡Por favor!
Juntó sus manos sobre su pecho, como en una plegaria. Diana sonrió un poco, pero pronto volvió a ponerse seria.
—La cosa, Violet, es que debo cuidar a mi hermana de siete años también. No ha pasado mucho desde que mi madre falleció. Mi padre está ocupado con el trabajo y roto sentimentalmente. Debo cumplir el rol de madre con Amanda la mayor parte del tiempo.
Violet se llevó una mano a la cara, arrepentida de pies a cabeza.
—Oh, lo siento —sus mejillas se volvieron blancas —. No lo sabía, perdón.
—Está bien. De verdad —revisó la hora en su reloj de pulsera —. Bueno, ya tengo que irme.
—Oh, yo también —corrió a su pupitre y se colgó la pesada mochila detrás de los hombros —. ¿Podemos...? —apuntó la puerta.
Diana sonrió en el vacío de la sala.
—Sí, podemos.
Caminaron juntas hasta la salida de la escuela, conociéndose un poco más, algo que habían deseado desde el primer día de clases de Violet.
—¿Sabes? El francés no es tan difícil. El maestro siempre nos enseña lo básico —le contaba Diana.
—No es solo francés en lo que me siento coja. Es casi en todo. Física, Matemática...
Violet lanzaba suspiros melancólicos una y otra vez al recordarlo. Su familia estaría tan decepcionada de las calificaciones que estaba sacando, y eso que ni marzo terminaba.
—De verdad lo siento, Violet. Me gustaría poder ayudar, pero no tengo tiempo ni para pensar en mí misma —intentó sonreírle para levantar su ánimo —. Quizá, si llegas a conocer mejor a Kris, te ayudará.
—Lo dudo.
La castaña se la quedó mirando, lamentando que su nueva amiga se sintiese así de mal. Le acarició el hombro y ambas miraron en silencio el cómo el otoño se hacía presente en el color de las hojas de los árboles que decoraban cada camino, sin importar las direcciones que tomaran.
—Ya verás —rompió en silencio la chica —, que no es el fin del mundo, Violet. Las cosas pueden salir mal ahora, pero eso cambiará lo prometo.
—Desearía creer que es así.
Se detuvieron en el cruce al mismo tiempo. Diana dio un paso al frente para mirarle la cara.
—Si algo he aprendido en este último tiempo, es que nada dura para siempre —hablaba con calma —. Siguiendo esa premisa, si nada dura para siempre, lo malo tampoco lo hará. Solo espera. La paciencia siempre será una virtud.
Luego, se despidieron. Diana caminó a la parada de autobús y Violet cruzó la calle con una sonrisa en el rostro. Tal vez no había sido la mejor semana de su vida, pero había sido el mejor término. Sin embargo, no pudo dejar de pensar que la semana también había acabado con malas notas, malos amigos y un mal profesor de francés. Ni Liam pudo ayudarla con el tema de las calificaciones. Ya el martes le había dicho que su tiempo era preciado, porque la universidad era mucho más complicada que la enseñanza escolar. Un gesto de asco desdibujó su rostro después de que se lo dijese, encerrándose en su alcoba ese día sin ganas de hacer nada, ni siquiera de buscar tutoriales en YouTube. Ni los profesores en línea la ayudarían con su desastre mental. ¿De qué servía si no tenía la base?
Debía pensar en una solución. Una solución rápida y efectiva, antes de que llegasen los exámenes finales del semestre y ella fuese reprobada, siendo el hazmerreír de Southern Cross para siempre.
Mientras caminaba a casa, bajo un ajetreado atardecer de viernes, y pensaba en lo que le había dicho Diana, una sombra oscura y alta en la vereda la obligó a detenerse y alzar sus ojos hacia el joven moreno que se reía frente a ella.
Era Sean Glover, su compañero de clases.
—¿Eres tú Violetta Henley? —preguntó, escupiendo hacia el asfalto.
—No.
Él arrugó la nariz.
—Sí, lo eres. Mentirosa.
—Es Violet —le corrigió con desagrado, notando que escondía sus manos en los bolsillos de su pantalón corto de la escuela. Las tenía todas amoratadas. Hubiese dicho algo, sin embargo, su sonora risa atrajo su mirada hacia él.
—Como si me importase realmente el cómo te llamas, niña nueva —se le acercó, asustándola —. Gracias a Dios logré encontrarme contigo. Estuve a punto de irme a mi casa con todo lo que demoraste en salir del establecimiento.
No podía creer que estaba a solo unas cuadras de llegar a su hogar temporal. ¿No podía tan solo correr?
"Ay, no. Sabrá donde vives", se dijo internamente.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó, intentando permanecer quieta y derecha.
Él mostró todas sus piezas dentales en una gran sonrisa irónica.
—He estado intentando dar contigo toda la semana. ¿Te imaginas por qué?
Su aliento olía mal. No se había lavado los dientes después del almuerzo.
—No... —se echó hacia atrás —. ¿Por qué?
—Porque hiciste algo que tiene que ver conmigo.
Violet lanzó una carcajada nerviosa.
—¿Contigo? Ni siquiera te conozco bien. Debes estar confundiéndome con alguien más.
—Oh no, no te estoy confundiendo.
Ella le miró, un poco asustada. Sean se alejó un poco de su rostro y se cruzó de brazos sobre el pecho. A pesar de estar sonriendo, la verdad es que se veía muy intimidante y poderoso.
—¿Es cierto que tú y Diana me acusaron con el rector de la escuela?
Dejó de respirar.
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