S e i s

Capítulo 6

No era de dudar que lo primero que haría la profesora sería dar largas zancadas a la oficina del director. Mientras tanto, Diana y Violet caminaban tambaleantes por los silenciosos corredores de la escuela, rumbo a curar las heridas de su torpe compañera.

—Gracias por ayudarme —dijo de repente Violet para romper el hielo, sintiendo la nariz inflamada. Siseaba de dolor con cada paso que daba.

—La profesora me lo pidió —solo contestó la castaña, con la mirada puesta en el piso reluciente.

Prefirieron el silencio. Sus mejillas rojas delataban lo avergonzadas que estaban.

El silencio entre ambas dejó escuchar jaleos y bufidos, que llamaron su atención. Se escuchó una voz prepotente y luego un golpe, que les erizó los cabellos.

Diana la soltó, cambiando sus prioridades. Corrió por el pasillo y desapareció de su campo visual cuando dobló a la derecha con rapidez. Agarrándose la nariz e intentando coordinar sus piernas, Violet le siguió el paso hasta llegar a donde ella se había dirigido, maldiciendo sus dolores musculares. Lo que vio allí fue difícil de creer para ambas, pues el pasmo no dejó que pudieran reaccionar de inmediato.

El estudioso con aires de vampiro se encontraba en el suelo, mientras que Kris se encontraba en su regazo cubierto de sangre y moretones. Había que decir que Zack también traía unas especies de hematomas en los antebrazos y las piernas. Violet no pudo articular palabra. Sus labios le temblaban.

—¿Acaso han peleado a muerte los dos, Zack? —logró decir Diana, apretando sus puños.

El aludido frunció el ceño, molesto.

—¿Eso es lo que te parece?

Diana negó, intranquila. Su cola de caballo se movió de un lado a otro cuando se dio media vuelta y echó a correr, seguramente en busca de una autoridad. Zack tembló y bajó la vista hacia Kris, esperando que despertase.

—¿Qué pasó? —preguntó Violet, dándose cuenta de que la sangre ya no salía por sus orificios nasales. Aun así, seguramente tenía toda la parte superior del labio y hasta el mentón manchados de rojo.

Zack levantó lentamente sus ojos oscuros hacia ella. La estudió rápidamente y decidió no contestarle. Desvió la mirada antes de que ella pudiese preguntar de nuevo.

"¿Y qué le pasa a éste?", pensó indignada.

Pensó también que a lo mejor todo el mundo detestaba desde el comienzo a los alumnos nuevos entrometidos. Su sexto sentido le repetía que solo lo dejara así y volviese a retomar su camino a la enfermería, pero su curiosidad fue mayor. Inspiró hondo y le preguntó, reticente, por qué no se había aparecido durante la clase de deporte.

—¿Y a ti qué te importa? —se dirigió a ella de forma autoritaria, con sus intimidantes ojos sobre su persona. Cerró la boca e ignoró su forma de mirarle, justo cuando Diana reaparecía acompañada de la maestra Jones y el rector de la escuela, a quien no había tenido el placer de conocer en persona. Se veía más joven que su rector anterior y se notaba que se preocupaba más de su presentación personal.

—¡Por Dios! —exclamó la profesora de gimnasia, acercándose a ambos chicos. Lo primero que hizo fue acomodar a Kris en el suelo, para evitar contusiones o malos movimientos. Lo segundo que vio fue al rector agarrando a Zack del cuello de la manchada camisa y obligándolo a mirarle a los ojos.

—¡Apenas está comenzando el año y ya hay problemas de este tipo! ¿Qué edad tienen? ¿Ocho?

—Yo no he hecho nada —replicó Zack, soltándose de un tirón. Fulminó con la mirada al hombre, quien desvió su mirada al piso ensangrentado. Se había hecho el distraído, tal como Violet lo hizo. Los ojos del muchacho eran muy intimidantes, muy oscuros y muy siniestros. Incomodaban a cualquiera y a Violet la puso de mal humor. Nadie nunca se había atrevido a mirarla de esa forma tan amenazante.

—¿Puedes explicarme qué pasó aquí, entonces?

Zack blanqueó los ojos, lo que el director infirió como que se estaba haciendo el difícil.

—Responde, Prawel.

Pero no pudo. Kris abrió los ojos y comenzó a incorporarse lentamente. Diana, quien había yacido en las penumbras notoriamente preocupada, se acercó y le brindó su ayuda a la maestra para sentarlo correctamente, casi listas para hacerle primeros auxilios.

—¿Puede oírme, señor Bailey? —fue la primera pregunta que salió de la boca de la mujer.

Kristian se agarró la cabeza, con un aspecto hosco y una mueca de desagrado al sentir el sabor de la sangre entre los labios.

—¿Cuántos dedos ves, Kris? —preguntó Diana, mostrándole tres dedos.

Fastidiado, respondió en voz baja que veía tres dedos, para luego correr su mano. El rector hizo acto presencia dando un molesto paso al frente.

—¿Va a explicarme usted lo que sucedió aquí?

Zack y Kris intercambiaron miradas.

—Yo, este... —su nerviosismo fue sospechoso, al menos para Violet —. Estaba...

Violet observó a Zack en el momento preciso en el que este le movía los labios en silencio, formando la frase "no lo hagas".

—¿Y? —el rector alzó una ceja, aumentando la tensión en el ambiente. Las piernas amoratadas de Zack temblaron y la piel de Kris se puso de gallina, como si tuviese una soga al cuello. Finalmente, después de un largo minuto de incertidumbre, Kris soltó una tímida verdad:

—Zack me golpeó.

—Vete a la mierda —Zack se acercó e intentó golpearlo, pero fue retenido en los brazos del rector —. ¡Eres un puto mentiroso! ¡Un imbécil!

—Maestra Jones, llévelo a la enfermería de inmediato —soltó con poco aire el rector mientras sostenía a Zack, quien estaba perdiendo el control de sí mismo.

—¡Yo no lo hice! ¡Mentiroso!

El rector tiró de él, casi abrazándolo, en dirección a su despacho. La maestra Jones tomó a Kristian en brazos, a pesar de que este quiso ir a pie por sí mismo.

—¿Y si sufres un desmayo? No vamos a arriesgarnos —observó a Violet y ésta le sostuvo la mirada —. ¿Todavía no te limpias la sangre ni te pones hielo? Te va a salir un feo moretón por la demora.

—Estoy bien —murmuró, pasándose un mechón de su desordenado cabello rubio detrás de su oreja —. ¿Qué hay del otro? También estaba herido.

—¿Zack Prawel? Oh no, primero se solucionarán los asuntos pendientes.

Mientras caminaba a la enfermería, la muchacha pensaba en que las reglas en el establecimiento se parecían más a las reglas de una prisión que de un centro educativo.

Diana pareció sobrar. Venía metida en sus pensamientos, sin dejar de tocarse el cabello. Cuando llegaron a la sala de auxilios, su incomodidad fue tan grande que explicó a la maestra que debía ir a su siguiente clase y no se podía quedar. Apenas salió, se pudo oír la campana que daba inicio al último recreo de la jornada escolar. La maestra Jones los dejó solos con la enfermera, y ambos tomaron asiento, sosteniendo el hielo sobre las partes de su cuerpo más adoloridas, sin intercambiar miradas o diálogos.

La enfermería era una sala de lo más amplia, quizás demasiado para ser solo una enfermería. La enfermera tenía su propia escritorio de vidrio, había asientos de sobra para los alumnos adoloridos y varias camillas rodeadas de biombos colocadas en hilera y pegadas a la pared. Lo único malo que le veía, es que había goteras en el techo, seguramente presentes desde el invierno pasado.

Pasó de mirar el techo a mirar a Kristian, que se tocaba una costra en su labio inferior con una mueca de dolor. Obviamente algo no cuadraba y su conciencia le pedía a gritos que averiguase el porqué. Era lo correcto.

—¿Qué sucedió realmente? —lo interrogó, expresando una silenciosa irritación.

Kris dejó escapar un ulular agitado.

—¿Eh? ¿Dónde?

—En el pasillo. Algo me dice que no debo creerte.

—¿De qué hablas?

Su indignación fue sustituida por una sonrisa desdeñosa cuando el rector entró a la enfermería, arruinado la tira de preguntas que Violet había formulado en su cabeza.

—¿Todo bien, señor Bailey?

Asintió, haciendo una broma sobre el chichón en su frente, que no causó risas en Violet. El rector, al notar la cara de desagrado de la rubia, aclaró la garganta y se acomodó la corbata.

—Bien. Ven a mi oficina lo antes posible —miró a su compañera y sonrió —. Y espero que su primera semana de clases esté yendo bien, señorita Henley.

Violet sonrió sin gracia.

—Va de maravilla —ironizó.

La sonrisa del director fue tan falsa que se vio obligado a abandonar el lugar. Temiendo que le lanzaran otra pregunta, Kris dejó el hielo de lado y se levantó sin decir una palabra.

—Suerte —le dijo, esperando incomodarlo.

Una expresión contrita se apoderó del rostro de Kris antes de salir. Quiso decir algo, pero finalmente solo salió de la enfermería, dejándola sola. Desanimada, ella se puso a pensar en lo mal que estaban saliendo sus tres primeros días. Si le diesen una calificación pues de seguro obtendría un "reprobado". Y en rojo. ¿Cómo no había logrado forjar una amistad con nadie? Ni si quiera con un árbol.

—Ya puedes irte a la sala. No querrás perderte la última lección del día —dijo la enfermera, saliendo del baño con una taza de té verde y entregándosela con una sonrisa dulzona —. Toma aquí, el té lo cura todo.

Violet sonrió y sostuvo la cálida taza entre sus manos, conforme se levantaba y se dirigía al salón. A pesar de que era su obligación asistir a clases, era lo que menos quería en ese minuto. Por eso mismo, cuando llegó junto a la puerta, siguió de largo rumbo a los jardines traseros, donde obtendría un poco de paz. Nadie la extrañaría de todas formas.

Caminó un buen rato antes de entrar en contacto con el aire libre. Los riegos automáticos estaban encendidos en ciertos puntos del jardín, levantando ese aroma a rocío que tanto le gustaba. Los árboles se movían como si danzaran ante la leve brisa de la tarde, dando una sombra acogedora y fresca, de la cual estaba bastante agradecida. Aún no se acostumbraba a ese clima.

Se sentó en una banca y disfrutó un rato de la tarde. Sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto. Nunca se había saltado una clase y menos en la primera semana de clases, pero no pudo evitarlo. Había sido un día de locos.

—¡Cierra la boca!

Aquel aullido la descolocó, sobresaltándola en su lugar. Sin pensarlo dos veces se levantó, dejó la taza allí, y caminó discretamente hacia el lugar de donde provenían las voces, intentando esquivar las hojas caídas en el barro para no meter ni un solo ruido. Escondida tras la muralla de ladrillos, pudo presenciar a Kristian hablando con el moreno musculoso que se sentaba junto al rubio de lindas facciones en clases.

—Sabes que no puedo volver a la oficina del director —dijo el moreno, colocando las manos sobre sus caderas, aburrido.

Nunca había visto a Kristian en una posición tan sumisa. Podía captar el miedo que le tenía al otro muchacho.

—Pero me he metido en problemas yo —suspiró con una voz más aguda de la normal.

—Era obvio, ¿no?

—Esto ha cruzado los límites de lo aceptable, Sean —repuso el de anteojos, sin percatarse de cómo cambiaba el rostro del moreno de tranquilo a furioso —. Por favor, ten piedad.

—Escucha, nerd —comenzó a caminar hacia él —. Te he dicho que tú y Zack serían culpables de esto, porque yo lo digo, ¿sí?

—Es que ahora creen que Zack me golpeó y...

—¿Zack no dijo nada?

—No.

Sean comenzó a reír con hartas ganas.

—¡Me lo imaginaba! Sé que Zack no quería salir culpable, pero tampoco me va a delatar. Sabe lo que le sucede cada vez que habla de más —siguió riendo —. Me pregunto qué clase de castigo le van a dar. Ojalá una suspensión interna para que se pudra de calor en la oficina de castigos.

Kristian agachó la cabeza, sin saber qué responder a eso.

—Si quieres dile la verdad al rector —interrumpió sus pensamientos, divertido al ver que su compañero carecía de carácter para enfrentarlo —. Vamos. Dile a Carpenter que yo te saqué de clases porque no me quisiste dar tu tarea de biología.

Se pasó una mano por su cabello, cortado casi al ras.

—¿Es que no recuerdas que tuve que saltarme la clase de biología porque no me quisiste dar tu tarea? Y tú sabías que, si no llevaba la tarea hoy, la maestra iba a citar a mi padre otra vez y eso podría afectar a mi condicionalidad.

Kris tragó saliva con dificultad.

—¿Y Zack?

—A Zack lo golpeé porque metió la nariz donde nadie lo llamó y lo volvería a hacer mil veces. Me cae como la peste negra desde que tengo memoria. Eso ya lo sabes.

Violet empezaba a sudar frío. Por suerte, junto a la pared había un seto que cubría gran parte de su cuerpo.

—Yo les había dicho, cabezas de alcornoque. Les dije que, si me hacían enfadar, mi buen amigo el puño se los iba a cobrar —sonrió ante su rima —. Además, si le dices la verdad a Carpenter, no te va a creer de todos modos. Es un imbécil.

—Ya sé, pero...

—Entonces, si lo sabes, deja de llorarme y asume las consecuencias. Te pasa por ser un egoísta, Bailey.

Le pegó con su dedo índice sobre su frente, justo donde tenía su herida. Chilló como un ratoncito en peligro, haciéndolo reír.

—Dame tu tarea de biología. Es una orden.

Kris asintió tímidamente y sacó de su mochila un cuaderno de tapa verde, que fue arrebatado brutalmente de sus manos.

—Brillante. Te lo devuelvo mañana, ¿sí?

—¿Me darás algo a cambio?

Se sorprendió con su habilidad para proponer tratos.

—¿Necesitas algo a cambio, cara de zarigüeya?

Violet se llevó la mano al pecho, recordando el apodo que le habían puesto a ella: Koala.

—Me gustaría —apretó los ojos, armándose de valor —. Me gustaría que me dejes en paz por unos días, por favor.

Juntó sus manos sobre su cabeza, agachándose, como si le implorara a Dios. Para sorpresa incluso de Violet, el afrodescendiente se lo pensó.

—Pues, te puedo dejar dos días en paz.

—¡¿Dos días?!

Volvió a intimidarlo con la mirada y, además, con su puño izquierdo. Era zurdo.

—¿Por qué? ¿Te incomoda? Si te incomoda será un placer lavarte el pelo otra vez en los váteres del baño. Y esta vez incluiré orina.

Kris retrocedió con cara de asco, sin poder decir una palabra. Sean levantó la barbilla con orgullo, estirando sus brazos sobre su cabeza.

—Eso pensé. Si no quieres que te rompa una pierna, pues entonces aléjate y cállate. De todos modos, que el comportamiento de Zack se vea arruinado te favorece a ti y a esa ridícula beca por la cual luchas —dijo, levantando el cuaderno con una sonrisa ávida.

—Sí, pero...

—Pero nada —le guiñó un ojo —. Adiós, cuatro ojos.

Se alejó con paso rápido y dominante, jugando con el cuaderno como si fuese un balón de baloncesto.

Violet respiraba con dificultad tras la pared, sintiendo que su cuerpo se había quedado petrificado con lo que acaba de escuchar. Una punzada constante en su pecho la hizo ser incapaz de acercarse a Kris o decir algo. Temerosa, volvió a asomarse cuando Kris chequeaba su alrededor con cierto terror, casi logrando captarla a ella con su mirada. Asustada, la muchacha retrocedió dos pasos hasta que su cuerpo chocó con otra persona, lo que la obligó a ahogar un grito que fue reprimido por una fría mano ajena y un golpe contra la pared.

Shush.

Sus ojos desorbitados y cristalinos se alzaron a la figura de Zack, quien le destapó la boca casi de inmediato, cuando estuvo seguro de que no gritaría. Ella enarcó las cejas y resopló, mientras él se acercaba al borde de la muralla y asomaba su cabeza cuidadosamente. Violet no pudo hacer nada más que mirarlo con sorpresa, concentrada en la enorme cantidad de latidos que su corazón daba por minuto.

Cuando Kris se alejó finalmente en la misma dirección en la que Sean había partido, Zack se giró, apoyando su espalda contra la pared con una sonrisa satisfactoria entre los labios. Cerró los ojos y esperó. Violet aún no podía recuperarse del susto. Sentía un sudor impasible muy extraño en su nuca y hasta las cejas les temblaban. La furia comenzó a subir por sus mejillas cuando lo vio tan tranquilo, sin darle explicaciones.

—¡¿No vas a decirme nada?! —chilló, moviendo los brazos, conforme intentaba recordar su nombre. El muchacho abrió los ojos con pesadez y se volvió hacia ella, asustándola con su mirada. Tenía el rostro lleno de rasguños y moretones. No dudaba que su cuerpo también estaba arañado.

—Ahora sabes la verdad, ¿no?

Las palabras de Violet se le quedaron atascadas en la garganta. Había recordado el nombre de su compañero de clases.

—Deberías hablar con el rector acerca de lo que acabas de escuchar —agregó él ante su silencio.

—¿Por qué yo? —balbuceó —. ¡Yo no tengo nada que ver!

—Acabas de escuchar eso. Eres testigo.

Ella se tocó el tabique de su nariz, que le palpitaba de dolor.

—¿Testigo? ¿Por qué "testigo"? Solo fui oyente de una parte de esa conversación. No conozco las circunstancias, ni la relación entre ambos, ni...

Levantó la mirada hacia él y, al notar su ceja alzada, comprendió que estaba parloteando de más.

—La definición de testigo es justamente eso —le dijo el joven con cierta sorna —. Es la presencia física de una persona en una situación, sea parte o no de ella.

—¿Quién dice eso?

—¿Aparte de mí? —hizo como que se lo pensaba —. Todo diccionario o libro define «testigo» de esa manera. No es algo difícil de definir en todo caso.

—Definiciones seguramente basadas en casos jurídicos o cosas así. Yo aquí solo estaba espiando una conversación que ni siquiera me correspondía presenciar. Lo que hice estuvo mal y no debería involucrarme más. Los testigos no están obligados a hablar.

—Pero sé que tienes un juicio de valor sobre lo que acabas de ver. Lo sé porque se nota en la expresión en tu cara y en la forma que te viniste hacia atrás cuando Kristian le echó un vistazo al lugar, de modo que sabes que eres testigo, aunque no lo hubieses planeado.

La había dejado boquiabierta, lo que le sacó una sonrisa de zorro astuto.

—Si quieres mentir, inténtalo con otra persona, pero no conmigo. No lo lograrías, aunque te llevase la vida entera.

Violet parpadeó. Era cierto, pero, aun así, no quería meterse. Ya había tenido demasiado para un día y solo quería volver a casa y dormir.

—¿Por qué no se lo dices tú?

—Porque si lo hago, lo sabrán y... —hesitó un momento —, y las cosas se pondrán feas.

—¿Qué?

Zack se apuntó el rostro y ladeó un poco su pierna izquierda, que, gracias a los pantalones cortos, dejaba ver un pequeño hematoma de color morado.

—¿Acaso crees que me hice esto en la clase de educación física como tú o qué?

Violet lo pulverizó con la mirada ante su sarcasmo, aunque tenía que aceptar que era una herida fea y no podía ni imaginarse el dolor. Su rostro desfigurado, delataba el cómo se sentía realmente. Al notar su expresión de angustia, Zack se agachó y estiró más su calcetín para tapar la evidencia.

—Y esto es poco —volvió a enderezarse —. No hay necesidad de repetir todo lo que ellos nos hacen.

A pesar de todo, yacía pacífico y serio.

—¿Ellos?

—Escucha —no quería ahondar más en ese tema —, si se lo dices tú a Carpenter, tendré más chances de no salir perjudicado. Y hablo por Kristian también, a pesar de que me traicionó como todo un Eduardo Vlll.

—¿Eduardo...?

—Fue Rey de Inglaterra. Uno de los mayores traidores del siglo XX.

Se apoyó contra la muralla y cerró los ojos, enojado. Violet solo pudo ser capaz de observar lo tenso que su cuello y mandíbula se encontraban, además de tener la frente arrugada como si pensase en algo que no quería pensar realmente.

Se había quedado sin idioma.

—Por favor, deja de mirarme así —habló él, sin abrir los ojos.

—No te estoy mirando —reprochó ella, manteniendo la dignidad, y apoyándose contra la muralla. Se cruzó los brazos sobre el pecho, cerrando los ojos cuando él los abría y se daba vuelta a mirarla.

—¿Entonces?

—No estaba miran...

—No hablo de eso. Hablo de que delates los hechos.

Se dio la vuelta hacia ella y notó su actitud retraída. No iba a decir nada.

—¿De verdad vas a quedarte allí mirándote las manos todo el día?

—¿Qué más puedo hacer? Me lo estoy pensando.

—No hay nada que pensar. Solo tienes que ir y hablar, eso es todo.

—No es tan fácil como parece —lució tímida —. No llevo tanto tiempo aquí. Me estoy limitando a existir.

Él pareció exasperarse.

—Vale... Bueno... como veo que no voy a lograr nada intentando convencerte, me marcharé.

Violet vio algo en su cara que la hizo tambalearse. Zack tenía la mirada clavada en algún punto lejano del horizonte y sus cejas se habían fruncido.

—Vale, ¿y qué se supone que debo decir? "Hola, no llevo ni una semana completa aquí, pero me he enterado del origen de una pelea horripilante y bueno, eso".

Zack se encogió de hombros.

—Más o menos..., sí.

Negó con la cabeza y levantó ambas manos, buscando explicarse.

—Es que... Siempre se me ha sido complicado hablar con las autoridades escolares —Intentó justificarse —. Tal vez, si tú fueses a hablar, yo podría ir detrás como un apoyo. Ya sabes, como las porristas en un partido de fútbol americano, aunque yo jamás he sido porrista —Ya estaba divagando —. Lo que quiero decir es que... no te conozco bien y tampoco sé mucho sobre las personas en esta escuela. Recién me estoy aprendiendo los nombres y conociéndolos a ustedes. Quizás, podríamos conocernos mejor y llegar a un trato. Yo hago algo por ti... tú haces algo por mí... ¿qué dices?

Esta vez el silencio fue doloroso. El muchacho mostró claro descontento y ella no lograba decidir qué hacer con las manos. Creyó que ya se había ganado un enemigo en aquella escuela. Por fin, luego de un rato, Zack se dio la vuelta poco a poco para mirarla.

—No necesito conocerte mejor. Ya varios han dicho que eres "una alegría andante" —ella quiso tomárselo a broma, pero la mirada de él la perturbó —. Yo te propondré algo aún mejor. ¿Qué tal si te vuelves más realista y alejas tu optimismo de mí?

Tragó saliva y sintió que la garganta le ardía.

—Vale —dijo, cuando recuperó el habla—. Supongo que no eres el tipo de persona que les gusta la nueva compañía.

—Acertaste.

Iba a decirle algo, pero se arrepintió enseguida, observando la hora en su reloj de pulsera.

—La campana ya va a sonar. Será mejor que vaya a buscar mi mochila.

—Adiós —se despidió de ella, como si no le importase en lo más mínimo lo que fuese a hacer o no.

Intentó moverse, pero se detuvo. Le daba una rabia enorme hacer algo por él, pero sabía que era lo correcto. Estaría ayudando a Kristian también y quizás a muchas otras personas.

Se dio vuelta y vio que ya había cogido rumbo en la otra dirección.

—¡Eh! —Violet alzó una mano y sus mejillas se encendieron cuando lo vio detenerse y volverse hacia ella con la ceja levantada —. ¿Dónde está la oficina del rector?

Las cejas del joven se fruncieron, como si no pudiese creer la pregunta.

—Cerca de la entrada principal, lado izquierdo si entras por el frontis —respiró con fuerza —..., te lo agradecería...

Tras eso, apuró el paso y desapareció de su campo visual. A pesar de que su mirada le aterraba y su personalidad le disgustaba tanto como el de otras personas que había conocido hasta ese momento, debía admitir que el chico de cabello negro tenía razón. Debía dar una explicación.

Corrió hacia la escuela y luego por los pasillos, justo cuando la campana sonó dando término a las clases. Empujando a unos cuantos alumnos que lograba interceptar por su velocidad, llegó al lugar donde se encontraba la pequeña oficina del rector. Éste, con su traje caro y bien planchado, se encontraba afuera, sosteniendo unas carpetas mientras hablaba con Diana Miller. La castaña le explicaba algo, de eso no cabía duda. Se acercó disimuladamente con una mano apoyada en la pared más cercana. Intentó escuchar.

—...y los vi hablando a los dos. Parecía ser que todo era un montaje para salvarle el pellejo a Sean debido a las numerosas veces que ha venido a su oficina.

El rector fruncía el ceño y se pasaba el dedo índice por los labios, lentamente, procesando la información, casi como si no la creyese.

—Sé que no es culpa ni de Kris ni de Zack, ellos... —tomó una gran bocanada de aire —, ellos le tienen miedo a Sean.

Carpenter casi se larga a reír.

—¿Tenerle miedo a un compañero? ¿Qué es eso? Por Dios.

Diana bajó la mirada, apenada. Quizá el rector no estaba al tanto del bullying que existía dentro de su escuela. Porque eso era bullying allí y en cualquier país. Sin embargo, Diana sabía que los colegios rara vez se hacían cargo o notaban algo. Por eso, no lo culpaba.

—Es en serio, yo...

Entonces, Diana notó la presencia de alguien más. Abrió sus grandes ojos color avellana y el rector también la vio, a solo unos pasos.

—¿Algún problema, señorita Henley?

Los labios de Violet temblaron, pálidos.

—¿Necesita algo?

Aguantó la respiración un momento para controlar los nervios. ¿Debía decirle? ¿Debía involucrarse en ese tipo de situaciones? Recién era el comienzo y ya estaba escaneando a cada uno de sus compañeros, conociendo las historias de las que todos hablaban. Ella creía que los niños nuevos eran callados. Que la gente se interesaba en ellos y los integraban sin hacer preguntas ni meterlos en líos. Pero allí estaba ella, con la mandíbula temblándole a unos metros del rector, quien le alzaba intimidantemente una ceja bien tupida.

—Yo...

"Una vez que lo digas, no hay vuelta atrás, Violet. Serás parte de una historia de la que no quieres ser parte realmente".

—Yo también los vi, señor director.

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