C i n c u e n t a y s i e t e

Capítulo 57

—Estás muy delgada —objetó Kris, al verla pálida y delgada como un esqueleto —. ¿No tienes hambre?

La cafetería estaba llena de risas y conversaciones animosas, pero ella no tenía ganas ni de mirar a sus compañeros a los ojos. Que Zack no estuviese allí presente en el colegio se le hacía extrañísimo.

—No —susurró, pero sus palabras se perdieron junto a su aliento.

Diana y Kris compartieron una mirada de angustia. Hablaron algo en susurros, tal vez sobre la mala calidad de la comida o de alguna materia en la que tuviesen dificultades. Después, vino otra vez el silencio. Diana, ligeramente crispada, dejó la bandeja del almuerzo de lado y se giró a ver a Violet, quien exhaló con irritación al sentirse observada.

—¿Y bien? —preguntó la castaña con calma —. ¿Vas a decidirte a contarnos lo que te sucede?

La mirada de Violet se mantuvo fija al frente.

—¿Qué ha pasado? —insistió la muchacha, algo impaciente y curiosa por naturaleza.

—¿Qué va a pasar? —sonó más sarcástica de lo que quiso realmente —. Terminé con Zack y ya.

—¿Eh? —Kris pareció anonadado —. ¿Qué pasó ayer entre ustedes dos?

—Nada.

—Zack tampoco me dirigió la palabra. No para de vomitar todo lo que come.

Diana miró a Kris de mala manera, pues sabía que aquellas frases solo estaban poniendo de peor ánimo a Violet.

—¿Quieres hablar sobre eso?

—No.

—Oh, vamos, Violet... no te pongas así...

—No, Diana. No quiero dar detalles. No soy ninguna niña. Yo puedo sola, ¿sabes? No entiendes nada.

—¿Cómo quieres que te entienda si hace tiempo que no me cuentas nada? —se distrajo con el tenedor. Violet sintió las lágrimas brotando de sus ojos, frías contra sus rojas mejillas, ahora que los recuerdos volvían a flotar en su mente. No pudo hacer más que levantarse y retirarse. No supo cómo terminó sentada en las gradas, observando la triste y descuidada cancha de fútbol, que ahora estaba exenta de alumnos, debido a que no había temporadas de campeonatos cerca.

Violet se levantó y retiró. No dio explicaciones ni tampoco supo cómo terminó sentada en las gradas, observando la triste y descuida cancha de fútbol. Representaba a la perfección su podrida vida. La corriente de aire tibio chocaba con su cuerpo y revolvía los mechones rubios que no lograron sujetarse con firmeza a las trenzas. Se quedó mirando el horizonte, observando como el cielo se aclaraba y luego volvía a nublarse. Intentó a toda costa no recordar la noche anterior.

—Violet.

Se giró con espanto al oír aquella voz masculina. Kevin se encontraba sonriéndole desde allá abajo.

—Oh... hola...

Inspiró con fuerza. No quería ver sonrisas ni menos verle a él.

—¿Por qué tan sola? El recreo de almuerzo está por terminar.

—¿De verdad te importa? No entraré a clases de todas formas.

Kevin llegó a sentarse a su lado. Traía una mueca de cierto reproche.

—Creí que te gustaba la clase de literatura.

—No.

Las nubes inmaculadas se movían rápidamente a través del cielo. Violet se miró las rodillas y sus labios formaron una sonrisa amarga.

—Supongo que sabes por qué estoy aquí...

—Intercambié unas palabras con Zack en su último día de clases. Parecía preocupado por ti.

Le echó un rápido vistazo.

—Bueno, con una cara así, no lo culpo —le apuntó el rasguño de su pómulo —. ¿Cómo te hiciste eso?

—Un ciclista estúpido —se apresuró a explicar.

—Vaya golpe.

Se encogió de hombros y comenzó a sentir un terrible dolor de estómago.

—Escucha, Henley, yo también terminé mi relación con Diana. No es el fin del mundo.

Ella se atrevió a mirarlo.

—Imagínate. Yo que creía que incluso estaba la pequeña, pero no imposible, posibilidad de casarme con ella. Muchas veces soñé con eso, pero... ahora... yo me comporté como un imbécil con ella porque ha roto la confianza que nos teníamos y ella... Diana me cree un criminal.

La miró con incredulidad al no recibir respuesta.

—Es peor cuando tienes que verla todos los días. Podrás superarlo, de verdad.

—¿Estás bromeando conmigo?

—Hum, ¿qué?

—¿Crees que de verdad voy a compadecerme de ti, Kobrinsky? Con toda esa mentira sobre un futuro perfecto con Diana...

—No busco que se compadezcan de mí.

—Claro que sí. Has cometido muchos errores, pides perdón al borde de las lágrimas, intentas justificarte y luego vuelves a repetirlos. Como esa vez donde le dijiste a Diana que no era lo suficientemente buena y que no llegaba a ser tan bonita como tus exnovias. ¿Era acaso necesario decirle algo así?

—Estaba molesto porque te contó algo que se supone era un secreto y... quería ponerla en su lugar.

—Y... ¿no sabes que existen formas más sutiles y educadas de poner a la gente en su lugar?

—Desde mi punto de vista, es mejor ser claro, conciso... preciso. Así se le pone un punto final a las cosas de una vez y no se anda con rodeos innecesarios. Por eso terminamos ese mismo día y, ojo, yo intenté disculparme con Diana, pero ella fue quien giró la página y acabó por terminarme.

—Ese no es el punto. Le arruinas la vida a una pobre chica. Y Diana sí que te quiso de verdad.

—La vida de Diana estaba arruinada desde mucho antes, Henley. Es una de las personas más fuertes que conozco. Tenía un vínculo muy fuerte con su madre y la vio morir... y de la peor manera que podrías imaginar. No ha pasado ni un año desde el hecho y aun así intenta mantener estable su vida social y amorosa. Eso fue lo que me atrajo de ella al principio, ¿o creías que me había fijado en ella porque leía libros y era lo contrario a Stephanie? No soy tan básico.

Le echó un vistazo a la cancha y volvió su cara a ella.

—La cosa es que todo eso terminó. Para ella, lo más importante en un hombre, si hablamos de relación, es que sea un tipo bueno... un hombre al estilo de su padre, de esos castos hasta el matrimonio... que no matan ni una mosca. Yo no soy así. Para mí, lo más importante en una chica es la honestidad y la confianza y ella rompió eso. No había forma de estar juntos.

Se rascó el puente de su nariz y se encogió de hombros.

—La cosa ahora se trata de ti. Tú eres la que está sufriendo por amor, yo... ya pasé la peor parte. Y... lo superarás. En serio te lo digo.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Hay más chicos. Y si vuelves a comer y recuperas los colores de tu rostro, no me cabe duda de que en la universidad harán fila para estar contigo.

Violet volcó los ojos, apoyando su quijada contra sus frías manos.

—Gracias por el consejo. Quizá me sirva para más adelante.

—Esa es la actitud.

No había entendido el sarcasmo, pero tampoco se lo explicó. Prefirió callar y saltarse clases con él. Kevin tampoco quería ver a Diana porque se sentía avergonzado. Comenzó a contarle sobre lo que sucedió después. Sobre el enojo de su madre, las citas al médico, las reglas de Carpenter y el futuro incierto que le aguardaba.

—Quieren que comience a ir a "tratarme" con un experto en malas conductas adolescentes —chasqueó la lengua —. Ya parece como si estuviésemos hablando de mi loquera.

—¿Irás?

—No tengo alternativa. Carpenter amenazó con expulsarme si no accedía. Esta es una buena escuela y... no puedo hacerle eso a mis padres. Ya me miran como un fracaso. No quiero seguir dándoles la razón.

Se miró las manos y las apretó.

—Por cierto, ¿cuándo se va Zack?

Violet se volvió a mirarlo y él le alzó las cejas, expectante.

—El 6 de noviembre.

—Oh.

—¿Qué?

Kevin se reclinó, hundiéndose en su propio uniforme.

—Mierda, es este miércoles.

-xxx-

Violet no asistió a clases el martes. Kris se pasó el día observando su banco vacío, esperando que nada malo sucediese con ella. Se notaba que estaba decaída y quizá alterada por dentro. Todos lo habían notado.

—Ay, Kris, si tan solo supiésemos cómo apoyarla —soltó Diana, chequeando su alrededor. Su mirada se enfocó Kevin, sentado solo a unas mesas de distancia en la cafetería. El rubio abrió los ojos al conectar con su mirada e intentó sonreírle, pero ella desvió su atención antes de que eso sucediese.

—Desearía saberlo también, pero no tengo la respuesta.

Alice comía patatas fritas, escuchando sus lamentos.

—¿Cómo está Zack? —se atrevió a preguntar.

Kristian meditó la pregunta.

—Pálido... no hace nada. Repite una y otra vez en voz baja la misma frase.

—¿Cuál?

—"¿Qué estoy haciendo mal?".

Diana inspiró con fuerza, sintiendo que el corazón se le subía a la garganta.

—Violet tiene que comprender que la decisión de Zack surgió a raíz de sus buenas acciones. Todo esto que está pasando es mejor para todos.

Alice sacudió la cabeza y se masajeó la sien.

—Tienes razón, Diana. Pero... es muy doloroso. No puedes pedirle a Violet que no llore o no quiera estar sola. Zack significa todo para ella.

—¿Y qué hay de nosotros? —por primera vez Diana lucía irritada hacia Violet —. ¿Acaso nosotros no somos sus amigos?

—Sabes que no me refería a eso. Tú, más que nadie, debería entenderlo. Nos desplazaste por Kevin. ¡Incluso una vez lo invitaste a él al cine por sobre mí! No se me ha olvidado.

—No era mi intención...

—Bueno, ponte en el lugar de Violet. Estar triste y enojada no la hacen actuar con madurez. Está actuando por impulsividad y ella ya es impulsiva e ilusa por naturaleza. No tenemos que hacerle esto más difícil —la defendió la rubia pecosa.

Diana comenzó a negar con la cabeza efusivamente.

—No la entiendo.

—Diana...

—¡Estoy agotada! —sus manos comenzaron a sudar —. Todos hemos tenido días difíciles. ¡Todos! Yo, tú, Fanny, Alice y hasta el estúpido de mi exnovio. ¡Todos!

Soltó una larga exhalación y volvió a coger aire para seguir hablando desmesuradamente:

—Es que, ¿no recuerdas que mi mamá murió este verano? ¿O que me acabo de enterar que mi exnovio estuvo ocultando un caso de violación a Fanny por años y ahora mi supuesta mejor amiga no me quiere confiar sus penas? Me siento como... ¡una planta! La que siempre se entera después, la que no es lo suficientemente confiable o buena... la que tiene la culpa de todo.

Se agarró la cabeza, que le dolía.

—No sabes cómo me siento, Alice. Desde que me enteré del casi suicidio de Zack, siento que todos somos igual de vulnerables en esta vida. Que la muerte está allí, al otro lado de la esquina esperándonos con una sonrisa picarona. ¡Le tengo terror a la muerte! No quiero que se lleve a nadie más que quiero.

Kristian y Alice se habían quedado perplejos y mudos, pues habían comprendido que Diana se estaba guardando muchas más cosas de las que imaginaron en un inicio.

—Un corte más por la familia ausente, un corte más por la maldita sociedad, un corte más por "mis amigos", un corte más por la soledad, un corte más por ser yo —se cernió sobre la mesa, enojada —. Un corte más y todo se va a la mierda, ¿sabes?

—Zack no volverá a cortarse. Y Violet tampoco.

—Tú no lo sabes —se llevó el dorso de la mano a la nariz y tembló —. Ninguno de los dos vino a clases hoy. Puede estar sucediéndoles cualquier cosa y... ¡me da pena no poder hace nada por ellos!

Entonces, Kris se levantó, rodeó la mesa y se sentó a su lado. Le abrazó y estrechó contra su pecho, escuchando su llanto contra su suéter. Sabía que estaba dolida, que las cosas se juntaban y que todo parecía no tener escapatoria. La entendía. Alice sonrió compasivamente y también se sentó a su otro lado y la abrazó con fuerza, sabiendo que un abrazo podía cambiar completamente el estado anímico de una persona.

-xxx-

Violet, frente al espejo de su baño, admiraba su rostro, bañado en lágrimas. Sus ojos, llenos de culpa y desesperación. Solo habían pasado unas horas y aun sentía esa sensación de ahogo que aumentaba con el pasar de los minutos, como si se encontrase bajo el agua. Estaba mareada. Casi se desmaya, pero logró aterrizar en su cama tras casi trastabillar. Sentía un dolor desgarrador en el pecho, el cual no sabía explicar. Solo sabía que nunca en su vida se había sentido tan miserable. Solo quería un día para descansar, y estuvo muy agradecida cuando la tía se lo concedió.

Entonces, pasadas las nueve de la noche, su abuelo llamó, lo cual fue algo inesperado. Un tanto extrañada, pero aliviada, se acercó al teléfono y lo saludó. Le preguntó si le había gustado el último dibujo que le había enviado. A raíz de ese tema, comenzó a reírse de sus habilidades artísticas, las que no se comparaban con las de su nieta.

—Creo que, si el Parkinson no me estuviera atacando, el dibujo habría salido mejor, ¿no crees? —de repente comenzó a reírse —. ¿O peor, crees tú?

Violet hizo el intento de risa, pero no contestó nada. Ni siquiera se dio cuenta de que no había contestado, pues estaba demasiado ensimismada. Demasiado metida en el papel de escucharlo hablar.

—Espero que te encuentres mejor —dijo su abuelo. Ella le dijo que lo estaba, solo para tranquilizarlo.

—Ayer fue un nuevo aniversario del fallecimiento de tu abuela.

Parpadeó. No lo había recordado. Qué mala nieta se sentía.

—Oh, sí.

Su abuelo notó que no se acordaba, pero lo dejó pasar.

—No tienes que sentirte mal —su voz aguda tembló como era costumbre —. Ya ha pasado mucho tiempo y sabes que su único deseo era verte contenta.

Violet jugueteó con el cordón telefónico en su dedo índice.

—Y... ¿has ido al cementerio a dejarle flores?

—No. Tu madre me llevó hasta mi antigua casa. Nadie la arrienda aún, así que puedo permitirme entrar y salir cuando quiera.

—Oh...

—Adivina lo que hice allí —dijo su abuelo de repente, llamando su atención.

—No lo sé —contestó con una distracción desesperante. Parecía medio dormida.

—Me senté en el columpio —contestó como si fuese una respuesta obvia —. Recuerda que es nuestro lugar para liberar las penas, mi nieta.

—Ah.

—Dime, ¿a quién no le hace feliz balancearse un rato en un columpio?

Violet sonrió.

—Tienes razón, Boppa. Desearía tener un columpio aquí.

—Ya volverás y usarás el de mi casa. Nos columpiaremos juntos... como en los viejos tiempos.

Dudaba que su abuelo pudiese hacerlo solo. Su enfermedad se agravaba. Ya no podía ni comer por su cuenta.

—Es algo que deseo mucho, abuelo. Sueño con ese día.

Su abuelo notó que sus palabras dulces no estaban ayudando del todo. Le echó un vistazo a la calle sin salida ni transeúntes, esperando que se le ocurriese una forma de alentarla.

—Eres joven, Violet. Tienes toda una vida por delante. No puedes sentir tristeza ahora. La vida se va poniendo dificilísima a medida que creces. Acuérdate de tu abuelito.

Tragó saliva ante su silencio y continuó:

—Mira a tu padre. Mira por todo lo que tiene que pasar para hacerte feliz a ti... a tu madre —adquirió un nuevo tono, más duro —. Mírame a mí: enfermo, arrugado... una carga para el mundo. Yo tengo razones para detestar mi vida y, aun así, no lo hago. Dios sabrá cuando llegue mi momento.

Violet sintió su mentón temblar.

—Boppa...

—Me escandaliza saber que estás triste cuando eres tan... joven y tan llena de vida. No digo que no debas estar triste nunca, pero ahora estás en el mejor momento de tu vida, créeme, linda. Los dieciséis años son una edad preciosa y nunca más los vivirás. Debes disfrutar el ahora para no lamentar el ayer.

—¿Cómo supiste que estaba triste?

Su abuelo soltó una pequeña carcajada.

—Soy tu abuelo. Te cambié los pañales, te crie y reprendí. Sé las cosas que te gustan y las que no —sonrió contra el teléfono, sintiendo ansiedad por no poder abrazarla —. Te conozco tan bien que puedo imaginar tu rostro y gestos cuando hablamos, solo con escucharte.

Violet sonrió y pestañeó varias veces seguidas.

—Te echo de menos, Boppa.

—Y yo a ti, Vivi.

Su abuelo suspiró de una manera poco habitual.

—Sé que la vida trae desilusiones, pero busca la manera de ser feliz siempre. No quiero que llegues a mi edad y te arrepientas de todo. De no haber hecho lo que siempre quisiste hacer. Además... tú te ves preciosa cuando sonríes, ¿lo sabías?

Ella comenzó a reír tímidamente.

—Siempre me lo has dicho.

—¿Qué esperas para sonreír entonces, mi nieta?

Colgó tras prometerle que lo haría más seguido, y a los minutos, Liam dejó caer el periódico sobre la mesa. En la portada se podían ver tres recuadros, separados. En una imagen estaba James Prawel, en la otra Susan Prawel... o Susan Hayes, como su apellido de soltera, y en la tercera imagen salía Zack. Eran fotos en blanco y negro y seguramente las de sus ID personales. El titular decía: ¿Se ha roto en tres la familia Prawel? El artículo volvía a hablar sobre la crisis de la poderosa familia. Los reporteros habían aguardado por meses para tener la información completa, porque sabían que la gente común y corriente adoraba los chismes, más si se trataba de una de las familias más influyentes en el ámbito económico. Cualquier soplo, cualquier rumor, era bien recibido.

—Creo que he descubierto la fuente de tus lágrimas.

—Estos periodistas son unos capullos —bramó Violet, estirando sus manos hacia la portada para arrugarla. Sin embargo, la imagen de Zack la detuvo. Con su dedo índice, acarició la pequeña foto. Se preguntó si alguna vez tendría una foto de él en su bolsillo.

—¿La quieres? —preguntó Liam, haciendo su mejor esfuerzo por comprenderla.

—¿Puedo?

Le sonrió y le acercó unas tijeras.

—Claro que puedes.

Liam la cortó con el cuidado de un médico, para luego entregársela en la mano.

—Cuídala bien.

Era un pedazo de diario que valía mucho más de lo que alguien se podría imaginar.

—¿Puedo salir a dar una vuelta?

—Claro —dijo el joven —. ¿Quieres que te acompañe?

—No, gracias. Estaré bien.

Al cabo de una pausa agregó:

—Solo quiero aire fresco.

Hablaba como un robot. Guardó la foto en el bolsillo de su pantalón y salió a la calle, abriendo sus ojos ante el mundo, aterrorizada. Caminó sin rumbo y, antes de darse cuenta, comenzó a ver a Zack y a ella misma en todas partes. Comenzó a verlos por la calle, riendo mientras él la llevaba en su espalda. Ella venía pellizcándole el brazo. Él se quejaba, pero en el fondo... también reía. Tomó el metro sola, guardándose el miedo, solo para seguirlos, para verlo a él tomándole de la mano para hacerla sentir acompañada. Quiso verlos conversando por la avenida, a la chica chillando de felicidad cuando él le consiguió un koala. Quiso verlos uno al lado del otro, asombrados ante un acuario, llorando mientras se besaban bajo un cielo estrellado y discutiendo sobre un futuro incierto. Y entonces, se detuvo frente a Adellia's. Su mesa era ocupada por dos jóvenes, mayores que ella. Él le acariciaba las manos y ambos llevaban un anillo de compromiso. Violet sonrió con pena y reemplazó a esos dos por ellos dos. A él explicándole las materias, él frustrado porque ella no entendía, él empapado por una lluvia incesante, él llorando por sus padres, él pidiendo ayuda con sus ojos, él... él...

Cerró sus ojos y sollozó en silencio, porque sabía que ese día debía disculparse. Una parte de ella sentía alivio por ya haberlo hecho, pero otra parte le recordaba que no le había dicho "lo siento, te amo".

No le había dicho que lo amaba por última vez.

Y así terminó el martes, con ella debajo del edredón, temblando de frío o de miedo. No lo sabía.

Solo sabía que cuando el reloj marcó las doce, el martes terminaba, el día cambiaba. Violet suspiró observando el calendario que yacía pegado en su pared, justo arriba del globo terráqueo y el adorable koala de peluche.

—6 de noviembre... —musitó, observando al koala.

Todo parecía un sueño.

—¿Sabes cómo va a terminar esto? —le preguntó.

"No" pudo oír que le respondía. Violet comenzó a observar el oscuro techo de su recámara, concentrada en la nada.

—Ya veo —contestó, sintiendo un sueño pesado e inconexo. Durmió y despertó a las siete de la mañana sin saber dónde estaba.

Hola rábanos míos. No he actualizado tan seguido porque, si soy sincera, me da pena terminar esta historia. Me gusta mucho y tiene un significado tan grande para mí que ay, no puedo. Espero que esta historia les guste tanto como a mí.

¿Cómo han estado ustedes? Aquí han hecho días bastantes cálidos para estar a mediados de primavera.

¡Espero que les haya gustado este capítulo! Cuéntenme en los comentarios qué les pareció y lo que les hizo sentir. Es cortito. Los que vienen también lo son. :( Nos leemos.

-Blue.

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