C i n c u e n t a y s e i s

Capítulo 56

El viernes, Robert Carpenter llegó a la sala con un anuncio poco reconfortante, especialmente para Violet. Los saludó con una sonrisa de suficiencia y colocó las manos juntas tras su recta espalda antes de hablar.

—Hoy vengo a dar un anuncio.

Violet miró su cuaderno, un poco colorada ante el esfuerzo de mantenerse seria. Sabía exactamente a qué venía.

—Bueno, hoy uno de nuestros alumnos deja la escuela en busca de nuevos horizontes.

Zack alzó la mirada desde el final del salón, impresionado. No tenía idea que le iban a hacer una clase de despedida o algo parecido. Las festividades no eran lo suyo.

—Nuestro estudiante destacado, Zack Prawel, viaja la próxima semana a Rusia para vivir con sus abuelos.

El curso entero se volteó a verlo, boquiabiertos. Nadie sabía nada sobre eso.

—Es un honor haber tenido a un alumno tan dedicado a los estudios estos años y... —sonrió para sí mismo —, solo gracias por ayudarnos a avanzar como escuela, no solo en temas de rendimiento, sino también en la ayuda y comprensión de chicos y chicas con distintos problemas. Tu testimonio y tus ganas de salir adelante han ayudado a más de uno.

Violet entreabrió sus labios, sin poder creérselo. No iba a decir nada porque no valía la pena. Zack había sido el del testimonio, no el de la idea. Luego sacudió la cabeza, porque pensó que era egoísta pensar en ella en momentos como ese.

—Y, bueno, hoy es su último día de clases, así que espero que lo despidamos como se merece —hizo un ademán para que se pusiera de pie —. ¿Algunas palabras?

Zack tragó saliva y se quedó quieto en su silla. Violet recién venía a enterarse que esa era la última vez que lo vería sentado al final de la sala junto a Alice White.

—Anda, no seas tímido.

Estaba muy nervioso. Alice le pegó un codazo.

—Eh...

Le echó una rápida mirada al curso. A pesar de que no había hablado con todos, sabía que estaban esperando algunas palabras que los motivasen a seguir adelante. Después de todo, el próximo año sería el último para todos. Iban a comenzar las pruebas de admisión, las ferias universitarias, las cartas de recomendación, las becas y todo el ajetreo que el último año de secundaria conllevaba. Ninguno, a pesar de las apariencias, quería quedar fuera de ese mundo.

—A pesar de que me gustaría quedarme —comenzó diciendo, llamando la atención de la rubia —, tengo que partir a Moscú en unos pocos días.

Su cuerpo tembló ante las miradas.

—Yo... espero que todos consigamos, incluyéndome, lograr nuestras metas, no importa si estamos aquí o en cualquier otra parte del mundo. Y...

Se relamió los labios antes de decir sus últimas palabras:

—Todos podemos volar más allá de nuestras expectativas.

Su corazón se iluminó cuando dijo eso y se sentó, en medio de un mar de aplausos. Estiró sus manos lo más que pudo, como si liberase tensión, para luego mantener la mirada fija a través de la ventana. Qué hermosa vista de la ciudad tenía. Árboles cubiertos de hojas verdes, golondrinas traviesas que jugueteaban entre sus ramas y un cielo azul ceniciento inigualable. Violet dejó de mirar en su dirección y volvió a observarse los nudillos mientras el rector continuaba su cháchara. Había usado su frase que había escrito en la servilleta.

La campana sonó poco después y los alumnos comenzaron a abandonar el salón. Kris le pidió a Violet que lo acompañase a la cafetería, pero ésta negó todas las propuestas. Solo se movió en su asiento cuando notó la salida de Zack. Se dio media vuelta hacia su pupitre y ya no estaba, más pudo notar su letra cursiva en el ventanal.

"Lo siento".

Las mejillas de Violet palidecieron y su mentón tembló, casi lagrimeando. Estaba extenuada y también triste. Se había esforzado tanto para nada, y nada ni nadie le quitaría ese pensamiento de la cabeza. Lentamente, sus ojos volvieron a mirar hacia el ventanal. Aquellas palabras seguían allí. Tuvo miedo de que desaparecieran, porque claramente tenían un significado. No todos los días te pedían disculpas de esa manera. Sus ojos, vidriosos, parpadearon una y otra vez para evitar el sollozo. Tuvo que esconder su cara en un cuaderno y hacerse la ocupada para que nadie le hiciese preguntas o se atrevieran a acercarse a ella.

Por su parte, Zack estaba igual de devastado. Ni podía mirar su reflejo en el espejo del baño de la escuela, rayado lleno de insultos. No entendía qué conseguía la gente rayando las paredes de esa forma tan inútil. Abrió el grifo y se lavó la cara y refrescó el cuello, humedeciendo ligeramente su camisa. Veía las horas de los días pasar y Violet no se dignaba a dirigirle la palabra. No quería irse sin decirle adiós correctamente, pero, viendo cómo se estaba comportando, prefirió comenzar a hacerse la idea de que todo había acabado.

—No, mamá, yo no tuve nada que ver.

Kevin Kobrinsky entró al baño de chicos, hablando por celular. Se quedó quieto al ver a Zack.

—No...

Una voz femenina le hablaba del otro lado. Intentó ignorarlo y escuchar aquellas palabras.

—Mamá, si hubiese estado sobrio, la hubiese ayudado.

La mujer alzó la voz.

—¡Si sé que cometí un error! —le gritó el rubio de vuelta —. Sí, lo sé.

Hizo una pausa. El cuerpo entero de Kevin era la viva imagen de la indiferencia.

—No, no tuve nada que ver con Bianca, lo juro —lo vio volcar los ojos—. El director dice muchas cosas, mamá.

La mujer siguió gritando, lo cual lo descolocó.

—¡Carpenter se puede ir a la mierda y tú también!

Colgó e intentó respirar adecuadamente, pero no pudo. Lanzó el celular contra el espejo y ambas cosas se trizaron.

—Mierda.

Cargo el peso de su cuerpo en sus brazos, apoyados en el borde mojado del lavamanos. Zack no tuvo necesidad de preguntar para saber de qué trataba todo eso.

—¿Carpenter te está citando? —preguntó en voz baja, esperando no cabrearlo.

—Más que eso, Prawel. Quieren enviarme a un centro de corrección para chicos problemáticos.

—Oh.

Caminó hacia él y se detuvo a su lado.

—¿Es sobre Stephanie?

—Algo así. Mi madre cree que como yo y Sean éramos amigos, yo también hacía bullying —lanzó un suspiro, queriendo salir corriendo —. Cree que yo fui una de las causas de por qué Foster murió.

—¿No fue así?

La cabeza del rubio se alzó hacia él.

—¿Qué dices?

—Solo digo lo que he visto. Lo que todos hemos visto.

—Solo fui estúpido e inmaduro. No me compares con un criminal.

Volvió a esconder la cabeza entre sus brazos.

—Ahora no tengo nada. No tengo ni el apoyo de mis padres, ni el de Diana ni del colegio. Estoy solo. No tengo ni siquiera amigos.

Las luces del baño hacían que el cabello de Kevin se viese cobrizo. Al cabo de dos minutos, Kobrinsky volvió a erguirse.

—Zack, ¿crees que algún día me veré como tú?

—¿Cómo?

—Sí. Entrando a la universidad, estando con una chica decente y ganando dinero por mi cuenta... ser emprendedor.

—Claro que puedes —le dijo, confundido —. ¿Crees que soy Dios? Yo también me he esforzado.

Pero de repente lo recordó. Recordó que la chica a la cual amaba se encontraba sola y enojada en la sala de clases.

—Pero... de igual forma, no soy un buen modelo para seguir.

—¿Ah?

—Violet no quiere verme ni en pintura después de que le conté que partía. Tampoco tengo el apoyo de mi familia y muy pronto estaré solo en un nuevo país, del cual no sé nada, no conozco a nadie y ni siquiera hablo el idioma.

Su voz sonó crispada, igual a la de él.

—¿Por qué se enoja? Ella también se va.

—La entiendo de cierta forma. No tuvimos la oportunidad de estar juntos como gente normal.

—No existe la gente "normal". ¿Qué es eso? —cuando Zack le clavó la mirada con su ceja arqueada, continuó: —Cada uno vive a su manera. Lo normal lo crea uno.

Sonó la campana a lo lejos, que fue su salvavidas para evitar una respuesta.

—Nos vemos, Zack.

—Quizá en otra vida —bromeó el chico, viéndolo salir.

—Tal vez.

Se quedó solo en el baño por un momento, aturdido. No quería volver a clases, ya que era la última de la jornada. Después de eso, su último día de clases estaría oficialmente terminado y ya nadie se acordaría de él. No le importaba, si era sincero. Tan solo quería hablar con ella una última vez y quedar en buenos términos.

Cuando el timbre que marcaba el final de la jornada resonó por todo el establecimiento, la vio levantarse de un salto y salir. No hizo esfuerzos por seguirla, porque sabía que era capaz de correr a casa con tal de que no la viera. Sin embargo, cuando llegó a la salida, se dio cuenta que ella estaba allí, sin pisar las escaleras todavía, con la mirada perdida en la larga avenida que se perdía entre edificios y casas. La brisa soplaba en su contra, moviéndole suavemente las trenzas. Cada una de sus largas pestañas estaban húmedas por haber llorado hace poco. Sus mejillas estaban de un tono rojo, no por sentir calor, sino por pena y vergüenza. No notó la compañía de Zack hasta que él estuvo a su lado, también mirando hacia el frente.

—¿Sabes? Todo este tiempo he sido muy honesto contigo —no la miraba, porque sabía que ella se había dado vuelta a verlo con asombro —. Es la única cosa que realmente sé hacer bien.

La sangre de Violet se congeló en sus venas. Fue incapaz de moverse.

—Quizás me he demorado en decirte las cosas, pero jamás te he escondido algo. Lo sabes, ¿cierto?

Dio dos pasos al frente y se giró, mirándola fijamente a los ojos.

—Y siempre nos han enseñado que la verdad puede doler, ¿por qué te sorprende ahora?

Violet había abiertos los labios, pero la sorpresa le había comido las palabras. Solo pudo limitarse a sentir la brisa contra su cara y abrir más los ojos, esperando a que él dijese algo más.

—Lo que escribí en la ventana iba en serio también —dijo para concluir, con esa mirada intensa que la dejaba muda y esa voz melancólica característica suya —. Entonces, nos vemos... tal vez.

Bajando la vista con arrepentimiento, se dio una media vuelta y bajó las escaleras rítmicamente, alejándose en dirección a casa de Bailey. En el fondo de su corazón, quería que ella lo siguiera.

Pero no lo hizo.

-xxx-

Pasó todo el fin de semana encerrada en su alcoba, pensando en qué iba a hacer durante los próximos días. Comía apenas, miraba los días pasar a través de su ventana y pensaba si realmente sería capaz de salir adelante después de despedir a quien creía que era el amor de su vida.

Sabía que tenía solo dieciséis años. Sabía que era inmadura, que vivía en otro continente y que tal vez nunca lo volvería a ver, pero no podía dejar de pensar que quizás nunca volvería a querer a otra persona del sexo opuesto como le quería a él.

El domingo por la noche, recibió un mensaje de Kris, después de días sin tener notificaciones de ninguna persona.

"Él está preocupado. Sé que tú también. Ven a mi casa. Acabamos de tener una cena de despedida. ¿Tienes hambre?".

Eran las once de la noche. Honestamente, ella no se hubiese levantado, pero debía despedirse y no quería hacerlo en un aeropuerto, donde todos lloran y sufren. No quería pasar por eso, porque era demasiado y no tenía fuerzas suficientes para verlo desaparecer detrás de una ventanilla.

Salió de casa pasando desapercibida y caminó por oscuras calles, quizá llorando, no sabía ni ella. La hierba rala se movía en todas las direcciones posibles. Los árboles danzaban al compás de la brisa y muy poca gente paseaba por las calles. Para alguien que había viajado al otro extremo del mundo en busca de una aventura, Violet tenía un aspecto horrible. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, las ojeras bajo sus ojos se habían agrandado y su cabello estaba desordenado, a pesar de las trenzas. Arrastraba los zapatos contra la acera y se miraba las rodillas al caminar, con la chaqueta puesta encima de los hombros como su abuelo solía hacerlo.

—¡Cuidado!

Alzó la mirada de golpe justo cuando una bicicleta se le cruzaba. Se hizo un lado, pero la pasó a llevar, logrando hacerla girar, perder el equilibrio y cargar su peso hacia el vacío equivocado. Sintió el dolor al momento en que un lado de su cara dio de bruces contra el cemento. Se quedó quieta. El muchacho que la conducía, asustado, agarró vuelo y se perdió entre la noche. Un cobarde más para la lista. A pesar de la caída, mantuvo la mirada sombría. Rodó por el suelo hasta dar con el cielo cubierto de estrellas. Sonrió levemente y creyó sentirse estúpida. Una estúpida que no mira donde camina. Una estúpida que es ingenua. Una estúpida que le dijo a un hombre que lo quería y él tan solo le dijo que no podía aceptar eso porque era realista. No sabía ni cómo vivir después de eso.

Cabizbaja, se levantó sin ayuda, porque no había nadie en la calle como para pedirla. Volvió a caminar en dirección a la casa de Kris, meditando, o actuando como que lo hacía, pues andaba casi de memoria. Llegó a su casa cuando marcaron las doce de la noche, como un milagro, porque por un momento pensó que había perdido la orientación espacial. ¿Quién iba a decir que se demoraría una hora en llegar a su apartamento?

—No creí que vendrías —soltó Kris cuando le abrió la puerta, para luego fijarse que estaba herida en su frente y pómulo —. ¿Qué te pasó?

Se acercó y acunó su rostro. Ella hizo a un lado la cara con brusquedad.

—Nada, un ciclista...

Kris entrecerró los ojos. No llevaba los lentes puestos.

—¿Cómo que ha sido un ciclista? ¿Te has metido en un lío?

—Fue mi culpa —dijo, abrazándose a sí misma y entrando.

Los padres de Kris dormían, al igual que Lily. Ya ni sabía a qué había ido, pues todos los platos habían sido lavados y no había signos de haber sobras de comida por ningún lado.

—Zack está en la pieza. Les daré privacidad.

—Gracias.

Se descubrió a sí misma repasando ese pasillo oscuro otra vez. Había unos cuadros de paisajes europeos colgados en las paredes, un tanto tristes y lejanos para su gusto. Comprendió que su atención de repente se había vuelto un poco más enrevesada que antes.

Podía escuchar los ladridos de un perro a lo lejos, ladrándole a la luna o a los gatos. Parecía enloquecido y envidió su energía en cuanto empujó la puerta. Zack se encontraba sentado a oscuras en el colchón del piso, apoyando su espalda contra la cama de Kris, que estaba deshecha. Llevaba puesta una camisa amarilla, tal vez demasiado alegre para como tanto ella y él se sentían.

—Hola.

Zack se volteó inmediatamente.

—Hola. Has venido.

—Sí.

El joven encendió la luz del velador, pero no hizo mucha diferencia. La ampolleta estaba vieja o era de mala calidad, pero solo iluminó un pequeño sector de la alcoba. Ella se sentó lentamente a su lado, dejando ver sus heridas.

—Dios mío, ¿qué te ha pasado?

—Un ciclista.

—Oh, niña.

Se estiró para alcanzarla, pero ella corrió la cara.

—No. Me duele. Por favor, déjalo así.

—Déjame curarte.

—No, gracias.

—Tú lo hiciste por mí —la encaró, molestándose —. No seas así y déjame ayudarte. Es lo mínimo que puedo hacer por ti ahora.

Ella parpadeó, bajando la mirada. Zack abrió un botiquín que tenía junto a la cama. Lo hizo lento y sus ojos no dejaban de parpadear, lo que estaba poniendo a Violet de los nervios. Sacó de allí un parche curita y un desinfectante. En medio del silencio, abrió la botella. Su mano, todavía con heridas, tembló al mojar el algodón.

—Esto puede que te arda.

Hablaba en susurros.

Con delicadeza, tomó un mechón de su cabello y lo colocó detrás de su oreja para despejar su rostro, permitiéndose recorrer con su mano desde su oreja hasta su quijada. Ambos se clavaron la mirada, pero él fue el primero en desviarla. Sin decir palabras, le desinfectó sus heridas. Ella sintió un pequeño ardor, pero su pena era tan grande que no se movió ni un poco. Él sopló sobre su mejilla y luego su frente, casi como una caricia.

—¿Arde?

Ella no quiso mirarlo.

—No —murmuró.

Procedió a pegar un parche sobre la herida de su frente, que era la más grande. Después, ocupó un mechón de su cabello para ponerlo encima y tapar un poco la curita. Sonrió a medias.

—Ya está —escuchó que susurraba, obligándole a abrir los ojos y mirarle profundamente.

—Gracias...

Zack la observó y sonrió. Se escuchaba el aullido de un perro a la luna.

—Puede que esas heridas tomen tiempo en sanar.

La muchacha no dijo nada.

—¿Por qué has venido?

—Kris me mandó un mensaje —contestó en voz baja.

—¿Y por eso has venido?

Bajó la mirada.

—Vengo a despedirme —admitió, con la esperanza de que no la escuchase, pero lo hizo.

—Oh.

Violet se dio media vuelta, mostrándole la espalda. Quería llorar otra vez.

—¿Tienes miedo? —le preguntó Zack, observando su espalda tensa y el cómo intentaba enfocar su atención en cualquier otra cosa. No se dio vuelta ni tampoco contestó.

—¿Me das la espalda porque tienes miedo de escuchar lo que voy a decirte?

Ella parpadeó, afligida. Tardó un momento, pero se dio media vuelta, a pesar de que su rostro descompuesto hablaba por ella.

—No —negó con la cabeza, incómoda —. ¿Y no has dicho todo ya?

—Hay muchas cosas que quiero decirte, pero nunca me dejas acabar —admitió en voz baja.

Violet bajó la mirada de nuevo, sintiendo sus pestañas más pesadas que de costumbre y sus huesos más flojos. La silenciosa furia que la había dominado por tantos días había desaparecido por un momento.

—Todo esto... ¿te da miedo?

Quiso responder, pero solo terminó negando con su cabeza con una lentitud algo exasperante.

—No me mientas. Sé que has sentido temor... Y todo gracias a mí.

Las manos de la chica comenzaron a temblar.

—He aprendido muchas cosas en estos meses. Tú me has enseñado algo que ni los libros, ni los maestros, ni los tutores te pueden enseñar. ¿Sabes a lo que me refiero?

Ella lo miró atónita; petrificada.

—Siento todo lo que te he hecho pasar —tragó saliva porque le dolió afirmarlo —. Y tampoco quiero que sientas lástima por mí. Ya te lo había dicho una vez, ¿no? Todo esto que nos ha pasado... todo... tiene una razón de ser. Creo que no hay que temerle a esas razones.

De repente, se quedó pensativo.

—Tal vez no debería haber dicho eso, eh.

Violet lo miró y su labio inferior tembló sutilmente, cuando él se mostró decaído y volvió a hablar:

—Te permito tenerme lástima. Tal vez soy una persona digna de tenerle lástima. ¿Sabes por qué? —ella negó, con los ojos llorosos —. Porque es la única manera en que la gente se preocupa por mí. Porque no soy una persona interesante como tú. Ni "digno de admirar" como dijiste una vez.

Se la quedó mirando, seriamente.

—Tú has hecho tantas cosas buenas por todos que no necesitas demostrarle nada a nadie para que se preocupen por ti o te amen. En cambio... yo... quizás no haya una persona en el mundo más lastimera que yo. Por eso te admiro yo a ti.

Desvió la mirada unos segundos, un poco aturdido al no recibir respuestas de parte suya.

—Y sé que debemos decir adiós, pero quería decirte esto, porque te mereces escuchar que tu esfuerzo valió la pena y que vas a lograr hacer a muchas personas felices, no solo a mí.

Ahora solo podía oír a los grillos cantando junto a la ventana.

—Lo siento.

Violet sintió su corazón acelerarse. Eso solo significaba una cosa.

—Y tal vez suene egoísta, Violet, pero estoy feliz de irme, porque dejarás de sentir pena y lástima de alguien como yo y tendrás la oportunidad de...

Dejó de respirar y las pupilas se le dilataron en cuanto ella inclinó su cabeza y apretó sus labios contra los suyos. Ni se preguntó dónde había encontrado el valor, pero cerró sus ojos con serenidad al sentir su estremecimiento de sorpresa. Él cerró los ojos y la besó de vuelta, con sus labios suaves y la calidez en sus mejillas. Colocó su mano en su nuca y acarició su cabello, con un gesto tan tranquilizador que le aflojó los músculos y dejó su mente en blanco. Nunca creyó que un beso podría ser tan maravilloso.

Ella se apartó hacia atrás primero y abrió sus ojos lentamente, sintiendo todavía la frialdad en el ambiente. Él se veía sorprendido. Sus ojos se estaban humedeciendo.

—No te tengo lástima, en absoluto —fue lo que dijo ella, todavía hablando en susurros.

—Violet.

No podía dejar de mirarla. Si lo hacía, lloraría.

—Eres un chico tan bueno, tan lleno de amor... —quiso acariciarle la mejilla, pero se contuvo —. Has sobrevivido a una pesadilla y has intentado hacerme feliz en vez de ocuparte al 100% de tus asuntos.

Por fin estaba entendiendo muchas cosas.

—Puede que yo sea la egoísta aquí y ni cuenta me he dado. Tú has hecho tantas cosas, has amado a pesar de sentir que no podías y sigues luchando por tu vida todos los días cuando otros solo se hubiesen rendido. Por supuesto que no te tengo lástima.

Tragó saliva y el proceso le quemó la boca y la garganta. Estaba muy conmocionada.

—Nunca te la he tenido, Zack. Y nunca te la tendré. Sería cruel de mi parte hacerlo, porque mereces todo.

Zack le observó sus heridas. Ella tenía el mismo rostro que él había tenido hace unos meses: apagado, herido, compungido. No quería que se invirtiesen los papeles. Posó su mano sobre su mejilla y ella cerró sus ojos, agradeciendo la caricia. Él no pudo evitarlo y se hincó a besar su frente, intentando no rozar la llaga que acababa de curar.

—Lo siento —susurró él.

Manteniendo sus ojos cerrados y relajando sus músculos, bajó sus rosados labios y los posó con delicadeza en la punta de su helada nariz. Ella no se movió, más sus labios carnosos se entreabrieron, esperando su boca.

—Lo siento —lo escuchó susurrar contra su piel nuevamente.

Ella alzó lentamente el rostro. Zack respiró profundamente, guiando sus labios a los suyos y fundiéndolos en un beso apasionado. Abrió un poco la boca y la besó suavemente. Su mano derecha se elevó y acarició su mejilla herida con suavidad. Una lágrima cayó por su piel y se colgó de su barbilla. En un par de segundos, varias más comenzaron a caer, obligándola a hacerse a un lado. Frunció la frente y apretó los puños y la mandíbula, entristecida.

—Esta es mi despedida —soltó antes de que él le hiciese una pregunta.

—¿Qué?

Violet tragó saliva, enrojeciendo. No quería repetirlo.

—Tenemos hasta el miércoles —justificó Zack, casi riendo. Sus mejillas se habían encendido.

—No, Zack.

Respiró profundo.

—Es que... yo no voy a ir al aeropuerto.

Zack se quedó boquiabierto, incapaz de entenderla.

—¿Estás jugando conmigo?

—No —intentó acercarse, pero él se inclinó hacia atrás —. De verdad vine a despedirme. Quiero dejar los rencores atrás y quedar en buenos términos. Nosotros...

Respiró ahogadamente.

—Nosotros tenemos que despedirnos aquí. No soportaría hacerlo después. Tengo que hacerme la idea desde ya que todo ha acabado.

—Las despedidas no tienen por qué marcar finales.

—Pero en este caso, lo hace, ¿no es así?

Zack hundió los hombros y ella sintió una opresión en la garganta.

—Odio las despedidas. Odio los aeropuertos. Quiero que nuestra despedida sea íntima y el recuerdo dure para siempre, como estábamos haciéndolo hace dos minutos. Por favor.

—No logro comprenderte —el chico había palidecido y se veía repentinamente mareado —. Yo pensé...

—Me quedo contigo si quieres toda esta noche, pero yo no puedo ir al aeropuerto a ver cómo me rompes el corazón. No quiero llorar frente a todos.

—Es que tú... yo... —Zack se agarró la cabeza. El mundo le daba vueltas.

—Zack, entiéndeme —le suplicó, de rodillas —. Esto es muy difícil para mí desde todos los posibles puntos de vista. Eres una de las personas más importantes en mi vida y me tengo que hacer la idea de que no volveré a verte más. No puedes pedirme que...

Entonces él abrió los ojos con espanto, se tapó la boca y de un salto salió de la alcoba en dirección al baño.

—¿Zack? —lo siguió con la mirada, pero él desapareció como una bala —. ¡Zack!

Escuchó una puerta cerrarse de un portazo, obligándola a correr tras él en medio de lágrimas. Llegó hasta el baño, que estaba cerrado con pestillo. Lo escuchó vomitar.

—¿Zack?

La mano le tembló sobre el picaporte. La puerta no abría y todos dormían a puerta cerrada. Nadie los iba a socorrer.

—Zack, ¿estás bien? ¿Tienes muchos dolores?

Zack se había arrodillado en el frío suelo de baldosas, con el flequillo pegado a la frente, la piel sudorosa y ligeramente encorvado hacia el inodoro, abrazándolo con ambos brazos. En solo un minuto se logró sentir enfermo y decaído. No podía entender a nadie. No quería irse sin que la persona más importante en su vida no estuviera allí. Se sentía nuevamente rechazado, como se había sentido en los últimos meses gracias a sus padres. Con un gruñido que venía desde sus entrañas, se incorporó tambaleantemente solo para vomitar de nuevo. Vomitó todo lo que había comido en el día. Su frente ardía.

—Zack, déjame entrar. Por favor.

Se arrimó a las orillas del retrete, oyendo los golpes desesperados a la puerta.

—Vete —masculló con fuerza. La garganta le quemaba y la cabeza le dolía. No podía pensar.

—Por favor, abre la puerta —rogó ella del otro lado, llorando.

—Vete a casa, es muy tarde —le ordenó, respirando agitadamente y sentándose con dificultad junto al retrete. Ni siquiera tuvo fuerzas para estirarse y tirar la cadena.

Ella se dejó caer lentamente hacia el piso, pegando su herida frente contra la puerta.

—Déjame verte antes de irme.

—Ya me has visto. Vete a casa, es tarde.

—No...

—Mañana hay clases —le recordó.

Lo había olvidado por completo. Su cuerpo se sacudió y sintió sus pies entumecidos.

—Déjame verte antes de irme —repitió, mientras una lágrima recorrió su mejilla.

—No —contestó secamente, inclinando su nuca hacia atrás —. No quiero que me veas. No así.

Estaba transpirado y agitado. Su corazón latía tan rápido que sentía que iba a hacerle daño.

—Por favor... —pidió con una voz que apenas era un susurro.

—No. Ve a casa.

Le dolía decir eso, pero estaba avergonzado y triste. Sus labios estaban blancos y sentía un escalofrío en la espalda, a pesar de estar acalorado. Violet apretó los ojos y lloró junto a la puerta, inmóvil. Zack podía escucharla. Él también lloraba, pero en silencio.

—No puedo irme sin verte... una vez más —comenzó a toser porque el llanto no la dejaba respirar con normalidad —. Por favor.

—¡Estoy bien! —le gritó desde adentro. Volvió a sentir mareos, por lo que cerró los ojos y tensó sus músculos para evitar el vómito.

—No puedo darte la espalda así nada más. No puedo —gimió, perdiendo toda esperanza —. No puedo seguir cometiendo errores. No puedo dejarte así...

Lloró junto a la puerta.

—Te dije que quería estar contigo y era en serio —le recordó, perpleja ante la puerta cerrada —. Me enojé tanto cuando me dijiste que te irías. Es como si estuvieses castigándome cuando yo solo quería lo mejor para ti y para mí.

Zack apretó sus puños, frunciendo las cejas.

—Y yo te he dicho que estoy cansado de lo difícil —le habló con prepotencia, seguramente por afiebrado que se sentía —. No quiero intentarlo. Quiero que me apoyes en esta decisión y me desees lo mejor. ¡Maldita sea!

Apoyó su espalda contra la bañera y echó la cabeza hacia atrás, acalorado.

—Yo solo quería lo mejor para nosotros... —la escuchó repetir.

Apoyó la frente contra la puerta y se pasó la mano bajo los ojos, dejando de llorar, porque o si no despertaría a toda la ciudad.

—Lo siento, Zack. Lo siento por tanto daño.

Zack sintió las lágrimas aflorando en sus ojos también.

—Había tanto que quería darte, pero lo único que te di fue dolor. Dolor fue todo lo que te di.

Zack negó con la cabeza. ¿Cómo dos personas podían sentirse igual de culpables al mismo tiempo?

—Si me voy ahora, será muy difícil para mí volver y quedarme. Ya me pasó con Kiara.

Las lágrimas rozaban su herida de la mejilla y lograban provocarle un ardor que solo empeoraba su estado.

—Perdóname... perdóname de verdad —repitió en voz baja.

Zack se había quedado petrificado en un rincón. Pidió perdón en su interior, porque el nudo que tenía en su garganta y pecho no le permitirían hablar. Guardó silencio y cerró sus ojos, frunciendo el ceño ante el dolor que sentía en su corazón roto. Su mundo siguió dando vueltas y vomitó una vez más antes de salir, cuando el reloj marcaba ya la una de la madrugada. El corredor estaba oscuro y silencioso. Todos dormían. Encendió las luces y se encontró con el pabellón vacío y la puerta de casa entreabierta. Ofuscado, la fue a cerrar, infiriendo que ella ya se había marchado. Se apoyó contra la pared más cercana y respiró profundamente, transpirado. No volvería a verla. Lloró hasta que ya no le quedaron lágrimas. No se avergonzó de aquello, porque estaba seguro de que ella lloró tal cual muchas noches antes. 

Hi stranger,

Soy yo, Blue, y estoy aquí para darles un nuevo capítulo que me fue muy dificil de escribir. Es más, la primera vez que lo narré, estaba llorando esa noche. Ya no recuerdo bien el porqué... fue hace meses, pero recuerdo el dolor que tuve. No es por ser masoquista, pero espero haberlo trasmitido.

No olviden votar, comentar y agregar esta historia a sus listas de lectura. ¡Gracias de antemano por todo el amor que me dan!

-Blue.

PD: Les dejo el videoclip de Grace VanderWaal. Es que la amo <3

https://youtu.be/swTki-Klk3g

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