C i n c u e n t a y o c h o
Capítulo 58
Lo peor de su intercambio en Australia no era lo que la gente pensaba sobre ella. Tampoco los estudios estresantes, las críticas, el olvido y la lejanía con sus padres. Ni siquiera el hecho de que en Southern Cross todos te juzgasen por cualquier razón era tan deprimente. Lo peor de su intercambio era el hecho de que, al pasar el día entero tan cerca de alguien que te importa, resulta imposible no contagiarse de su estado de ánimo.
Violet había estado distante de Zack por eso mismo. No era tonta. Sabía que se sentía deprimida y conocía muy bien las razones. Llevaba a Zack grabado en su corazón y sería difícil disimularlo.
Ni siquiera al dibujar, que realmente le gustaba, se sentía mejor. Dibujaba un mundo de colores, uno que le hubiese gustado vivir en ese minuto, lleno de maravillas y oportunidades. Una vida marchitada que había recibido una lluvia de julio y había vuelto a florecer. Sonrió cuando lo terminó, pero seguía sintiéndose destruida, aunque su rostro no revelaba ninguna emoción. Solo pensaba en que le había hecho saber a Zack que las heridas en su vida habían sido curadas de una manera que ella jamás hubiese sido capaz de imaginar. Solo tenía dieciséis años. Jamás hubiese imaginado que tendría aquel efecto sobre una persona. Es más, creía que jamás tendría una conexión tan especial con otro ser humano.
Violet pensaba, antes de acostarse, que tal vez hubiese sido mejor contar otra parte de su historia, que lo que estaba sucediendo. El declive era importante, pero también doloroso. Quizás la Violet de hace dos o tres años era más interesante que los escombros de la Violet actual, que ya no se quejaba de llevar una vida monótona, sino que se quejaba de no tenerla, porque los dolores y las piedras en el camino eran tantas que ya no era nada sencillo continuar. Desde un inicio ignoró el hecho de que ella era una persona común, fluctuante y extremadamente torpe, que desde el día uno pensó que su vida era terrible solo por el hecho de perder a su mejor amiga, tener goteras en la casa o que la castigasen por tocarle el timbre a la vecina y arrancar.
Claramente, también era una melodramática.
Asistió a clases ese miércoles como en un día normal. Mantuvo su mirada fija en el pizarrón a pesar de sentirse atontada. Le sonrió a Kris de una manera que lo confundió y habló con Diana en el almuerzo acerca del cine y que podrían ir a ver otra película en grupo. La castaña parpadeaba frente a ella, para luego pasar a mirar a Kris y a Alice, que se encogían de hombros. Violet sonreía de oreja a oreja, pero era una máscara, una actuación. Y no le salía nada bien.
Cada vez que ella se iba, Kris no dejaba de tocar el tema.
—¿Sabes qué? Ya me está dando miedo.
Alice dejaba de comer. Hasta a ella le afectaba ver a Violet así. Después de todo, gracias a ella había logrado no reprobar artes.
—Sí, es totalmente preocupante —se limpió los labios con la servilleta y la lanzó contra la bandeja de su almuerzo —. Ella claramente no está bien.
Diana apoyó su barbilla contra su fría mano.
—Lo sé. Me inquieta que quiera pasar por esto sola. Después de todo, todavía tenemos clases por un mes y unas semanas más sin Zack.
—El instituto ya apesta de por sí —habló Kris, acomodando sus anteojos —. Violet lo sabe. Zack era su...
—¡Uh para ya! —chilló Diana, poniéndose de pie —. Odio que todos le den el crédito a Zack. ¿Nosotros qué?
—Alguien está celosa —dijo Alice, llevándose el vaso de jugo a la boca. Diana se colgó con ira la mochila en el hombro derecho.
—No estoy celosa. Solo quiero un poco de crédito.
—La verdad, Diana, el único crédito existente aquí se lo debemos a Violet —dijo Alice, elevando ambas manos —. Su buena fe por ayudar son lo único válido en este diálogo de sordos. Entonces, no es por defenderla, pero entiendo por qué se siente así. Además, Zack no es solo un amigo. Hasta hace unos días era su novio y, te recuerdo, que ella le salvó la vida. Tiene un lazo muy especial con él.
Apuntó la salida de la cafetería, por donde la rubia de trenzas había salido hace unos diez minutos, cabizbaja.
—Mírala. Desde que llegó ha hecho lo imposible por hacer de esta escuela un lugar pacífico y amistoso. Y cuando lo logra... todo se va a la mierda.
—Todo ya era una mierda. No ha cambiado nada.
Infló las mejillas y salió de la cafetería sin mirar atrás, siendo consciente de que no solo sus dos amigos se habían quedado viéndola, sino también Kevin.
-xxx-
Carpenter comenzó a realizar juntas de padres más seguido y con un objetivo claro. Todo seguía estando fresco, era un tema sensible, pero debía ser hablado.
—No debemos nombrar ningún caso en específico —le dijo a la psicóloga de la escuela, minutos antes de entrar —. No quiero inconvenientes.
—Claro, señor —contestó, distraída en su libro de notas, donde traía un punteo de los temas a hablar.
James Prawel no había asistido a ninguna de esas juntas y no planeaba asistir a las siguientes, puesto que su hijo se iría de todas formas. Sin embargo, recibió un mail durante la madrugada de ese día que le hizo cambiar de opinión, pues era un correo de su padre.
James:
Me he enterado de la situación y estoy profundamente decepcionado de ti. No eres el hijo que crie y, en otra época, jamás me hubiese creído todas las cosas que me han dicho de ti. No culpes a tus horarios extensos, a tu trabajo, a tu exmujer o a tu hijo de tus comportamientos violentos. La familia jamás debe pasar a segundo plano. Y ya no hay vuelta atrás, James. Cuidaré de Zack de ahora en adelante. Él decidirá qué hacer en cuanto a su relación cuando sea mayor de edad. No lo obligaré a nada. Lo siento.
Daniel Prawel.
Un mail tan corto le hizo cambiar de opinión. Que le escribiese en defensa de su hijo, le provocó un choque eléctrico en sus neuronas. Tuvo la sensación de que debía hacer algo por el bien de su hijo al menos una vez antes de que se fuese, aunque él no lo supiera. Por primera vez, fue a la escuela para escuchar esas juntas. Los padres asistían a esa reunión por una hora, escuchando atentamente al director y a la psicóloga de la escuela, todos sentados frente a una pizarra, como si se tratase de una clase más. La sala era bastante amplia, cómoda y había aroma a café en el ambiente. El director y la psicóloga entraban con sonrisas deslumbrantes, esperando hacer un cambio en sus visiones y que la ayuda partiese por casa.
—Gracias por asistir a esta junta —sonrió Carpenter al ver la alta asistencia —. Espero que esta sea una jornada productiva.
Le echó un vistazo a la sala antes de empezar. James Prawel no estaba a la vista.
—Bueno, será mejor comenzar.
Los padres se acomodaron en sus asientos. Algunos sacaron sus lápices para anotar. Otros solo comenzaron a chatear en sus celulares, aunque Carpenter no les dijo nada. Tampoco podía obligarlos a preocuparse más por sus hijos. Todos ellos eran adultos, muchos de ellos mayores a los cincuenta años. Sería difícil cambiar sus mentalidades. Presentó los objetivos de esas juntas una vez más y a la señorita Overton, la psicóloga de la escuela, quien explicaría con mayor profundidad los síntomas de la depresión adolescente, cómo tratar casos de bullying escolar y cómo involucrarse más en la vida de sus hijos.
—¿Cómo pueden notar si su hijo o hija sufre de depresión? —hablaba la psicóloga, escribiendo las alternativas en la pequeña pizarra —. Por cambios de humor repentinos, somnolencia, falta de apetito y ánimo, baja de notas, entre otras cosas.
Dejó de anotar y sonrió hacia los padres.
—Estos son síntomas claves que ustedes pueden notar en el día a día, y que, si los tratan con anticipación con un especialista, no pasará a mayores.
Carpenter se tapó la cara. Se preguntó por qué no la había despedido hace tiempo. La señorita Overton sonaba como una educadora de párvulos. Hasta su sonrisa era infantil.
—La depresión no tratada puede llegar a ser fatal en un adolescente. Avanza con mayor rapidez cuando sienten que no tienen apoyo. Incluso cuando ellos les digan que prefieren estar solos, no deben dejarlos.
Una mujer levantó su mano, irritada.
—¿Sí?
—Los adolescentes siempre quieren estar solos. Yo también fui joven y quería mi espacio personal. Me irritaba mucho que mis padres o hermanos mayores me interrumpiesen y es lo mismo que le pasa a mi hijo muchas veces. ¿No cree que está combinando dos temas?
La psicóloga tragó saliva con dificultad, sudando.
—¿Quién es su hijo?
Robert Carpenter volvió a cubrirse la cara. Había sido muy enfático al decirle que no quería tocar los problemas de ningún estudiante en particular ni usarlos como ejemplo, ni siquiera a Bianca Foster.
—Michael —habló la mujer —. Va en tercero.
—Bueno, tiene razón al decir que la adolescencia y la depresión son temas diferentes, pero, todavía así, están unidos. Michael puede estar sufriendo una depresión que lo lleve a encerrarse a su cuarto porque se siente incomprendido, incluso por su propia familia.
Se encogió de hombros.
—Los padres tienen que involucrarse más en las vidas de sus hijos, aunque cueste —concluyó con voz ronca. Un apoderado del final levantó su mano.
—Dígame.
—Hay padres que trabajan hasta tarde. Por ejemplo, yo solo puedo ver a mi hijo los fines de semana y un rato en la mañana, antes de traerlo a la escuela. ¿Qué puedo hacer en ese caso para lograr involucrarme de todas maneras?
La psicóloga y el rector intercambiaron una mirada.
—Creo que entonces solo queda sentarse con él un día y hablar este tema. Necesitamos que los padres se involucren más en las vidas de sus hijos y no ocurra de nuevo lo que sucedió con Bianca Foster —habló la psicóloga, provocando que Carpenter escondiese la cara entre sus manos otra vez.
—O con Zack Prawel.
Y esa voz no era de la señorita Overton. Sin que nadie se hubiese percatado, James Prawel yacía de brazos cruzados en la entrada del auditorio.
—Señor Prawel. Qué sorpresa —saludó el rector, un tanto incomodado con las miradas de los presentes encima de él y encima del recién llegado —. Lo estábamos esperando hace varias sesiones.
—Sí, supongo que puedo asistir a estos debates a pesar de que mi hijo ya no sea un alumno de su escuela, ¿verdad?
—Oh, claro, es muy bienvenido —Carpenter le apuntó una silla, pero él no se sentó.
—Estoy bien, gracias. Solo vengo a ver quiénes son los padres de los malditos que le hicieron la vida imposible a mi hijo.
—Señor Prawel.
—No. Todos me catalogan a mí de mal padre, pero estos apoderados no se cuestionan si ellos tienen hijos malcriados —tensó su mandíbula —. A mi hijo le hacían bullying los hijos de algunos de ustedes, eso está claro.
—Señor Prawel —repitió el rector, intentando calmarlo —. No queremos tocar el tema de un chico en particular. Ni siquiera el caso de Bianca.
—Pues acabo de escuchar el nombre de ambos.
Carpenter se dio vuelta a mirar a la psicóloga, quien se tapaba la cara con su libreta, asustada de que aquella discusión aumentase de calibre.
—Si nombran a mi hijo, pues entonces yo también tengo el derecho a hablar sobre él. Después de todo, si no fuera por mí, mi hijo se habría suicidado el 3 de febrero de este año por culpa del bullying que los hijos malcriados que estos padres tienen le hicieron por años.
Los padres se habían quedado mudos en la sala, mirándolo con los ojos abiertos, llenos de miedo.
—Sí, reconozco haber sido un mal padre y voy a dejar que mi muchacho se vaya a Rusia porque sé que sus abuelos lo cuidarán mejor de lo que yo lo hice, pero ¿saben qué? No puedo dejar que se vaya sabiendo que hay muchos chicos allá afuera sufriendo lo mismo.
Carpenter se relamió los labios.
—Señor Prawel, ¿por qué hace un escándalo ahora?
—Porque no lo hice antes. Por esa razón —sonrió para sus adentros —. Tenía que hacerlo antes de que fuese demasiado tarde.
Observó las caras de los apoderados y le hirvió la sangre.
—¿Creen que mi hijo cometió un error al intentar suicidarse? —habló sin escrúpulos otra vez —. ¿Creen que es un melodramático? ¿Un payaso?
Les echó un vistazo a todos esos padres, tan inútiles como él, obsesionados con tener la vida perfecta, abandonando a sus hijos.
—Aquí los que cometen los errores son los abusadores, no las víctimas. Y yo acepto mi error y acepto sus consecuencias, pero no me van a venir con el cuento de que las víctimas son los que necesitan ayuda psicológica ni a darme clases de cómo prevenir suicidios. No, señor Carpenter, usted está enfocando muy mal este asunto, pues debería estar enseñándoles a estos padres a cómo educar a sus hijos de buena manera. Cómo enseñarles que insultar, reírse de alguien más o golpear a alguien es malo. Un juego termina de serlo cuando una de las partes involucradas no se divierte con él.
—Señor Prawel...
—No.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Yo me he equivocado mucho en mi vida. A pesar de recibir una educación de calidad, nunca realmente me enseñaron que hacer bullying es malo. En nuestros tiempos, y que alguien aquí se atreva a negarme, el bullying estaba mucho más normalizado que ahora. Es hoy, cuando recién está saliendo a la luz y necesitamos aprovechar este momento para hacer un cambio.
Apuntó la pizarra casi con asco.
—¿De verdad creen que estas juntas sirven ahora? ¿Ahora que tienen una colección de casos se empiezan a mover? ¿Y además lo enfocan mal?
—Señor Prawel —intentó callarlo de nuevo Carpenter, pero el hombre de traje alzó sus manos.
—No, señor. ¿Cuántas Stephanie, Bianca o Zack necesitan? ¡Cuántos más se tienen que morir para que ustedes entiendan que aquí los únicos que tienen la culpa son los abusadores!
Los padres se limitaron a mirarse. Ninguno se atrevió a hablar.
—A mí no me van a decir que el intento de suicidio de mi hijo se lo provocó él por problemas en casa. Sí, los teníamos, pero no eran la única razón. Esta escuela, que tanto se jacta de su profesionalismo y calidad en educación, cojea mucho en temas de valores. Zack jamás tuvo un ramo o un taller sobre formación valórica. Eso es algo que todos los colegios debiesen tener.
Respiró ahogadamente y comenzó a caminar de espaldas hacia la salida, porque o si no terminaría llorando frente a los apoderados.
—No esperen a encontrar a su hijo o hija en la tina de su casa, en un baño de sangre —la barbilla le tembló —. No querrán ver eso jamás.
Aleteando, giró sobre sus talones y abandonó la sala de reuniones hacia los pasillos vacíos. Sabía que se merecía aquel castigo de tener a su hijo lejos y se odiaba a sí mismo por darse cuenta cuando se enteró de su partida a Rusia y al ver la publicación en esos diarios que vivían del chisme.
—¡Señor Prawel!
Aquella voz no era del director, por lo que detuvo sus pasos rítmicos y se volteó. Un hombre joven, pero con ojeras amoratadas corrió al encuentro.
—Buenos días, soy Louis Miller —le estrechó la mano —. ¿Cómo está?
Sus manos se sacudieron en el aire.
—¿Nos conocemos? —preguntó el hombre con un rastro de confusión en sus ojos.
—Oh, soy el padre de Diana. Diana Miller.
—¿Diana Miller?
Louis pareció sorprendido que no supiera quién era su hija.
—Sí. Nuestros hijos van... iban a la misma clase.
—Lo siento. Zack no me hablaba mucho de sus compañeros.
Miller soltó una risa nerviosa.
—Diana tampoco lo hace, no se preocupe.
—Oh... —ya lo recordaba —. Usted es el apoderado que perdió a su esposa el verano pasado.
El hombre intentó sonreír, pero le fue imposible. Bajó la mirada.
—Sí, este... no ha pasado mucho tiempo, ¿sabe? —tosió —. Preferimos no tocar el tema.
—Entiendo. Fue un verano difícil para mí también —tosió al sentir el egocentrismo de esa frase —. Para Zack lo fue...
Louis Miller volvió a sonreír.
—Le encontré mucha razón a su discurso. Yo a veces tampoco tengo tiempo para mis hijas, por trabajo, lo de mi mujer. Además, mi hija menor, Amanda, solo tiene siete años, casi ocho. Ya sabe lo revoltosos que son a esa edad.
La niña tenía justo la misma edad que tenía Zack cuando su vida comenzó a volverse una pesadilla.
—Sí, admito que soy un trabajólico —dijo James —. Y nunca le presté atención a Zack ni a mi matrimonio. Eso le afectó muchísimo. No cometa el mismo error con Diana. Durante la adolescencia ellos encuentran su identidad. No debería encontrarla sin su apoyo.
—Hum.
—Creo que esta oportunidad de que Zack se aleje de mí es lo mejor para él. Solo soy una carga para su vida.
El hombre comenzó a negar, porque no quería ofenderlo.
—No quiero ponerlo en jaque, señor Prawel. Es solo que... después de lo que le sucedió a su hijo y ahora a la otra alumna de apellido Hall... siento que hemos sido ciegos todo este tiempo.
Hubo un breve silencio.
—Mi hija ahora me cuenta todo. Me cuenta sobre los mensajes de anónimos al teléfono, las burlas, las críticas...
—Le repito, señor Miller, mi hijo y yo no manteníamos conversaciones de este estilo.
—¿No?
—No. Mi esposa era un cero a la izquierda, yo nunca lo escuché y él se guardaba la mitad de las cosas que quería decirme. ¿Acaso no se enteró de lo sucedido?
—La escuela no quiso abordar mucho el tema —explicó, entristecido.
—Sí, la escuela nunca quiere abordar ningún tema. Son todos unos incompetentes —carraspeó —. Carpenter se cree superhéroe, pero la verdad es que no mueve ni un dedo para acercarse a ser uno. ¿Puede creer que me llegó un mail prohibiéndome ir a encarar a ese maldito de Sean Glover cuando estaba en investigación?
Bufó, ofendido.
—El mundo está ya bastante caótico como para que me empiecen a restringir hacer cosas.
—Lo siento mucho, James... —su manzana de Adán se movió de arriba abajo —. De verdad lamento que su hijo haya sufrido mucho en esta escuela. Estoy seguro de que no se lo merecía.
—Nadie se lo merece. Ni mi hijo, ni su hija, ni nadie —la vena de su cuello se había marcado —. Y me detesto por no haber hecho algo antes.
—Si esto le sirve de consuelo, señor Prawel, ahora todo parece ir mejor.
—¿Mejorar? —comenzó a reír.
—Bueno, usted mismo dijo que a su hijo le espera un futuro mejor.
—Eso no es mejorar. No del todo.
Louis se rascó la piel detrás de la oreja, esperando no meter la pata. Desde la muerte de su esposa, se había esmerado el doble a verle el lado bueno a las cosas, incluso cuando era casi imposible que tuviesen uno.
—¿No supo sobre Sean Glover? —interrogó entonces, llamando su atención.
—¿No...? —aclaró la garganta —. Es decir, sé que él era quien lo acosaba más, pero está en la cárcel, ¿no?
—Así es, pero está gracias al testimonio de su hijo y el de la señorita Hall. Le dieron trece años de condena.
Parpadeó y sus pálidos labios se entreabrieron, justo cuando el timbre sonó, anunciando un recreo. Los corredores se llenaron de estudiantes en pocos segundos, todos distraídos en sus cosas.
—Tiempo fuera —bromeó Louis, alzando las manos —. No podemos charlar sobre esto frente a los alumnos, ¿no?
James Prawel le sonrió casi robóticamente:
—Gracias por la charla, señor Miller —habló por sobre la bulla —. Si eso sucedió, no cabe duda entonces de que esta secundaria fue una basura.
—¡Así dicen todos!
Sonriendo, se dio una media vuelta y se alejó hacia el aparcamiento. James Prawel lo miró desaparecer entre las cabezas del alumnado, para luego caminar en la otra dirección, pensando en lo que le acababan de decir. Llegaría a casa a revisar las noticias actualizadas, pues no se había enterado sobre la condena de trece años que le habían dado al hijo menor de su colega Ambrose.
Mientras pensaba en el hecho de que las relaciones no duran para siempre, pudo ver a Violet Henley abriendo su taquilla. Lucía fatal, quizá como el señor Miller. Parecía estar ausente a pesar de estar allí.
—¿Señorita Henley?
Sus ojos se abrieron de golpe, girándose hacia la conocida voz.
—¿Señor Prawel? ¿Usted...? —preguntó apenas ésta, frunciendo las cejas al máximo. No entendía qué hacía allí. Solo pudo recordar en su cabeza la última discusión que hubo entre ambos en la casa de los Prawel, cuando él cocinó. "¿Venía a reprocharle algo?", fue todo lo que la muchacha pudo preguntarse internamente antes de que él hablara:
—Creo que nunca le di mis disculpas formales.
—¿Qué dice?
—Disculpas... formales...
La muchacha se mostró turbada.
—No sé a qué se refiere.
—En general. Al accidente, al cómo la traté cuando vino a cenar a mi casa...
Hizo una pausa, clavándole la mirada.
—Fui un mal padre para Zack —aplanó los labios ante su expresión, entre alelada y destruida —. Suena sorprendente, pero es algo que debo admitir antes de partir al infierno.
—Señor...
—Escucha, no iré al aeropuerto porque sería cínico de mi parte. De todas formas, él no contesta mis llamadas y no lo hará. No quiere verme y dudo que le gustaría que estuviese presente en su despedida.
Violet tragó saliva. No sabía cómo decirle que la relación entre ella y Zack ya no era la misma desde hace unos días.
—Si vas a despedirle, ¿puedes desearle lo mejor de mi parte? —sonrió con nostalgia —. Bueno, sé que le irá bien. Sus abuelos no son como yo o su madre... y él es un chico inteligente, después de todo. Solo quiero que él sepa que, a pesar de todo, le deseo lo mejor en la vida.
Diana salió de la sala, enviando un mensaje de texto a su papá, cuando notó la situación. Alzó una ceja porque ver a su amiga hablando con el padre de Zack era de lo más extraño, más dentro del colegio.
—No pensaba...
—Has sido el apoyo fundamental de Zack en este tiempo, Violet, y te lo agradezco. Fuiste su madre, padre, novia, amiga y compañera fiel. Sin duda, eres una heroína, a pesar de que no era tu trabajo serlo. De verdad... admiro tu benevolencia. Tus padres deben estar muy orgullosos de tenerte como hija y... no dudo que tus amigos aspiran a ser como tú.
Una lágrima corrió por su mejilla antes de que terminara de escuchar esas palabras.
—Y no llores. Es la verdad —golpeó suavemente su hombro —. Estoy seguro de que Zack siempre te recordará. Él siempre recuerda todo, tanto lo bueno como lo malo, y nunca le desea el mal a nadie.
Sonrió con lástima y, al ver que ella no le daría una respuesta pues se encontraba muy extrañada, asintió para sí mismo y se distanció, retomando su caminata a una de las salidas. La dejó sola.
—¿Violet? —Diana apareció en su campo visual, asustándola aún más —. ¿Qué fue eso?
—Ni yo lo sé —contestó con una voz aguda que no era suya —. Solo se acercó y ya. No lo tenía planeado.
—Eso parecía —contestó con cierta sorna.
Violet cerró su taquilla, lento e inseguro.
—Escucha, Diana, no necesito que desconfíes de lo que digo o utilices ese tono conmigo..., por favor.
—Kris me contó que fuiste a su casa este domingo y hablaste con Zack —se cruzó de brazos —. Desde allí que te ves fatal. No hablas con nadie, no ríes y ahora "conversas" con el señor Prawel.
—Diana...
—¿Qué? —no lucía nada contenta —. Se supone que soy tu mejor amiga y no me cuentas nada. No es que sea chismosa, pero me preocupa tu estado. Quiero estar allí para ti como tú has estado para mí. ¿Es eso tan difícil de entender? Me frustra que otros sepan lo que te pasa y yo me tenga que enterar por terceros. ¡Me siento como una planta!
Violet comenzó a meter los libros en su mochila, pensando qué decirle al respecto. Si era sincera, no se había dado cuenta de haberla dejado tanto tiempo de lado.
—Y ahora me ignoras. ¿Sabes lo que se siente? —la miró tan fijamente que se vio obligada a devolverle la mirada —. Violet, has estado viviendo en la Luna todos estos días.
—No puedo pensar —contestó, desesperada porque se callase —. Realmente no sé qué decirte o qué hacer. Solo estoy... esperando.
—¿Esperando para qué? ¿A qué te suceda lo mismo que sufrió Zack todo este tiempo? Lo ayudaste y ahora parece como si te hubiese trasmitido todo su dolor.
—No es eso.
—Pero lo parece, Vi —detuvo sus manos. No quería que siguiera moviéndose —. Escucha, estamos preocupados por ti. Somos tus amigos y creemos que estás cometiendo un error.
—¿Yo?
—Sí, tú. Creo que estás a punto de hacer algo de lo que te arrepentirás tu vida entera.
—Muchas cosas pasan por mi cabeza, ¿de acuerdo? No sé por cuál de ellas partir.
Intentó irse, pero la detuvo del brazo.
—Violet, a mí también me da pena que Zack se vaya, y sé que no es tan simple como superarlo y ya. Te tomará tiempo, mucho tal vez, pero es momento de que demuestres tu fortaleza y salgas adelante.
—Diana... —se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar los últimos hechos —. Él ha querido cortar de raíz, no yo. Él lo ha decidido sin hacer preguntas y yo... ¿solo tengo que aceptarlo porque es su voluntad?
—Quizás tiene sus razones. No puedes juzgarlo ahora, Vi. Él no está bien y tal vez crea que lo mejor para su salud mental es desligarse de todo. Aun así, creo que deberías ir a despedirte al aeropuerto como debe ser. Cerrar el capítulo y comenzar una nueva vida sin sentirte culpable o vacía, ¿entiendes?
Violet la fulminó con la mirada.
—¿Por qué crees que lo que tú dices es lo correcto? Mírate, saliste con Kevin Kobrinsky y me estás dando consejos. No sabes nada de cómo me siento. ¡Él ni siquiera ha aceptado mi amistad a larga distancia! ¿Quieres saber cómo me siento? ¡Como basura! Siento que no soy lo suficientemente buena, que no lo ayudé realmente y que él es un caprichoso.
Las palabras acabaron saliendo de su boca antes de que supiera que iba a pronunciarlas. Diana se mostró ofendida y dolida de un momento a otro.
—Violet —las cuerdas vocales le temblaron, porque no creyó que ella fuese capaz de decirle lo que le dijo —. Cometí un error al idolatrar a Kevin. Fue mi culpa, lo admito.
Respiró hondo para evitar el llanto.
—Vi a Kevin como el "Señor Perfecto", pasando por alto que él también es humano y comete errores. Aprendí de mi error, se lo dije y ya no estamos juntos, ¿contenta?
Violet bajó la mirada, arrepintiéndose de haberle echado en cara aquello. Nada tenía que ver una cosa con la otra.
—Sé que nuestras relaciones no se comparan —continuó la castaña —. Pero no quiero que cometas los errores que yo cometí. Yo no hice caso, a pesar de que me dijeron varias veces que él no era para mí. ¿Por qué tú no puedes escucharme cuando te digo que estás cometiendo un error al no ir?
—Yo solo quería que mi esfuerzo valiese la pena, es todo.
—Valió la pena, Violet. Lo valió cada segundo. ¿Por qué no puedes verlo?
—Por todas las razones que te acabo de dar. No es tan simple para mí aceptar que él no quiere saber nada de mí.
—No es solo sobre ti. Es sobre todo. A lo mejor, en unos meses más, él se recupera y te contacta. ¿Quién dice que esto se ha acabado aquí?
—Hum.
—Ándale, Violet. Cerremos el capítulo. Sé que él apreciará ese gesto y te recordará como algo bueno, a que sí.
Los segundos antes de dar su respuesta final le fueron eternos a Diana.
—Lo pensaré, ¿está bien?
Se alejó antes de que intentase convencerla con otro de sus argumentos. Tuvo que hacer un desvío al baño para llorar sin ser acosada. Extrañaba a Zack, pero no sabía qué era lo correcto. Tenía dos ideas contrapuestas y, a veces, sentía que no lo comprendía. Se sentó sobre el retrete y se pasó las manos por el cabello una y otra vez, intentando entrar en razón. Intentando entender por qué quería cortar de raíz. Había escuchado las razones que Zack le había dado en sus últimas dos discusiones y, a pesar de que su subconsciente le repetía que eran totalmente razonables, su corazón no quería comprenderlas. Dos chicas entraron riendo y la escucharon llorar.
—Uh, ¿desde cuándo el baño se volvió tan depresivo?
Violet se cubrió la boca con la mano, ahogando las penas.
—Lo sé, ¿verdad? No entiendo qué tienen con los baños.
Se enjabonaron las manos y volvieron a salir envueltas en un estallido de risas. Violet salió de su escondite un poco después de que ellas se fueron, mirando con desprecio hacia la puerta. Ni cuenta se dio cuando Fanny entró al baño, junto con Rosie.
—Estoy tan gorda —decía Rosie —, que creo que mi horóscopo debería ser Libra.
—Cállate, Rosie.
Los ojos de la rubia de cabellos casi blancos se elevaron y abrieron más cuando reconoció a Violet, detrás de esa cara llena de lágrimas.
—Oh, koala.
—¿Andas de humor? —le preguntó la aludida, sorprendiéndola aún más. Titubeó y se volvió hacia Rosie.
—Déjanos a solas.
Rosie tragó saliva a duras penas y, sin chistar, se giró hacia la puerta velozmente para esperar a su amiga afuera. Fanny volvió a mirar a Violet y entró a uno de los cubículos.
—No tienes que ser tan grave. Tómatelo como un apodo de cariño —le dijo.
Violet asintió de mala gana y comenzó a lavarse las manos. El agua estaba congelada y las manos le temblaron bajo el chorro.
—No era de eso de lo que quería hablarte —se miró al espejo y se sintió mal al verse tan demacrada —. ¿Cómo van tus citas con el médico?
—Mejor de que lo que esperaba. El médico cree que lo que más se vio afectado fue mi comportamiento hacia los demás —jadeó teatralmente desde dentro del cubículo —. Todo tiene una razón de ser, ¿no? Tenía unos problemas de manejo de ira increíbles que ni en casa me los soportaban y... ahora, los estoy trabajando y me enorgullece decir que mis padres han notado un cambio.
Se subió el cierre de la falda y tiró la cadena.
—Supongo que me voy a transformar en una Alice White: Cambiando para entrar a la universidad, ¿qué te parece, Henley?
—Me parece bien... supongo...
—De todas formas, mis padres han sido un apoyo fundamental —abrió la puerta y salió mirando el suelo —. Y... estoy contentísima de haber logrado que Sean quedase en prisión, ¿no? Nunca me cayó bien de todas formas. Era bien cabeza hueca.
Comenzó a lavarse las manos y se dio cuenta que Violet seguía con las manos temblorosas y húmedas bajo un grifo que ya no lanzaba agua.
—¿Y tú? ¿Todo bien?
—Oh, no hablemos de mí —contestó con fastidio —. Tú tienes más problemas que yo.
—Por favor, soy fuerte, Henley. Estoy recibiendo el apoyo que necesito y detesto ser el centro de atención en este tipo de casos. Me hacen sentir... vulnerable. Y yo no soy así, siempre he sido lo contrario. Además, ya te conté todo lo que debo saber. He hecho las paces con Alice también y le he pasado el contacto de mi psicólogo. La pobre tiene problemas en casa con el noviecito de su madre. Parece que ambos son unos alcohólicos y la tratan fatal. Espero que pueda solucionarlo. Al menos está subiendo las notas, ¿no? Yo tengo que hacer eso también.
Sacudió sus manos y sacó papel higiénico para ella y para Violet.
—Ten y cuéntame a qué se debe esa cara de culo.
—Yo no tengo...
—No me mientas, Henley. Sé que han sido semanas difíciles, pero no pensé que te afectarían tanto. Tú siempre has sido muy... vigorosa. A veces hasta me frustraba que fueses así.
Comenzó a ver cómo ella se secaba las manos con una lentitud desesperante, mientras miraba su reflejo en el espejo.
—¿Segura qué estás bien? ¿Acaso el acoso del que me contaste también te está afectando?
—No..., no —por fin se volteó hacia ella —. Nunca he sufrido algo como lo tuyo.
—Pero has sufrido otras cosas, ¿no? —sonrió al notar que le había dado justo en el clavo —. ¿Es sobre Zack?
Al oír su nombre, apartó inmediatamente los ojos.
—Sí, es sobre él —concluyó Hall, suspirando —. ¿Quieres hablar de eso?
—No —aplanó los labios —. Bueno, sí.
Se mordió con fuerza la lengua, esperando no descontrolarse.
—Zack y yo...
—Se aman, lo sé. ¿Dónde está la parte que te deprime tanto?
—Bueno, él se va...
—¿Y? No es el fin del mundo, Violet. No vas a quedar lastimada para siempre. Créeme, se puede vivir sin el amor de tu vida.
—¿Cómo lo sabes?
Fanny volcó los ojos.
—Escucha, estuve saliendo con el chico más apuesto de la escuela por casi tres años y luego me dejó por una de las nerds, sin ofender a Diana.
—Ya no salen —dijo la chica, por decir algo.
—Y aun así no me quiere, ¿sabes? Y sí, dolió. Dolió enterarme que cuando éramos novios dejó que me violase su mejor amigo y no pudo defenderme porque le importó más emborracharse y ser popular —se mordió el labio inferior —. Y sé que te duele, porque Zack es bueno contigo y... todo lo que quieras, pero si esto tuvo que pasar es por algo.
Volcó los ojos.
—Sé que Kevin no se compara con Zack. Kevin es un imbécil, pero... por un momento pensé que era mi media naranja. Le contaba todo y él confiaba en mí de esa misma manera. No éramos una pareja artificial como muchos creían por el mero hecho de ser ambos populares. No era así. Era una relación que tenía futuro... solo que... se entrometió una tercera y luego los secretos comenzaron a salir a flote.
Apoyó su mano en su hombro para darle fuerza.
—Sí, sé lo que te estás preguntando: "¿Cómo podré vivir con eso?". Yo también me lo pregunté —se mostró a sí misma como si fuese un nuevo producto en venta —. Y mírame. A pesar de todo no me he dejado caer. ¡Tienes que ser fuerte, mujer! Un hombre no puede definir tu estado de ánimo.
—Esto no se trata de que es un hombre. Es el chico que me gusta. Era mi novio. No estamos hablando de que mi vida dependa de él, porque sé que no es así, pero... me daba felicidad.
—Lo sé. Pero, si te sirve como consejo, el corazón te dolerá un poquito y después... ¡hallarás felicidad en otras cosas! Ya lo verás. El tiempo lo cura todo.
Un grupo de amigas entró al baño entonces y se vieron obligadas a dar por terminada la charla, además porque Rosie seguía esperando a Stephanie afuera.
—Piensa en lo que te dije, Henley. No te tortures.
Para cuando el receso terminó y todos tuvieron que volver al salón de clases, se llevaron la sorpresa de ver a Robert Carpenter de pie frente a los pupitres vacíos. Comenzó a apurarlos, pues tenía que dar una noticia importante, según sus propias palabras. Esperó impaciente a que ingresaran uno a uno y tomasen asiento en sus respectivos pupitres. Cuando todo estuvo en silencio, sonrió a los estudiantes de tercero y comenzó el discurso.
—Hoy en la mañana, realicé, después de mucho tiempo, una junta de padres con una asistencia completa. Y... bueno, hay varios puntos a destacar que me gustaría que ustedes escucharan y tomaran en cuenta para... su futuro.
Se apoyó contra el escritorio del maestro y sonrió hacia el curso, como si pudiese verlos otra vez de pequeños, todos allí, sin saber nada de lo que hay en el mundo exterior. A pesar de todo, no estaba muy lejos de la realidad. La mayoría podía tener diecisiete años, pero aún tenían que aprender mucho sobre la vida y el mundo de allá fuera.
Carpenter abrió la boca, justo cuando la puerta se abría de golpe. Kevin estaba allí, agitado.
—Kobrinsky —pronunció Carpenter con firmeza —. Qué gran momento para interrumpirnos.
—Lo siento, me quedé dormido en una banca —confesó, sin dejar de respirar agitadamente.
—Entre, antes de que me arrepienta. Quiero que todos escuchen lo que tengo que decir.
Kevin giró sobre su propio eje para cerrar la puerta, para luego caminar con supuesta seguridad hacia su banco. Ignoró a Diana cuando pasó por su lado, y ésta tembló al sentir su sombra, como si la hubiese rozado.
Carpenter infló sus mejillas, se cruzó de brazos y retomó lo que iba a ser un largo discurso motivacional, típicos de él, pues estaba en su sangre inspirarse en temas que le importaban:
—Aquí todos somos una familia. En teoría, hasta los científicos lo dicen. De cierta manera, todos somos primos lejanos.
Rosie bostezó porque detestaba la materia de genética. Fanny le pegó un codazo.
—Desde pequeños nos enseñan que la familia es lo más importante en la vida de un ser humano. Sin embargo, esta misma «familia», se ha visto afectada numerosas veces por el espíritu destructivo que pueden tener otros miembros del clan.
Su voz se había vuelto poderosa y seria, atrapando la atención de cada uno de ellos, incluso la de Violet, quien no podía siquiera parpadear.
—El resentimiento y la venganza no son cosas que surgen... por surgir, ¿me explico? —fijó los ojos en Kevin —. Esas emociones brotan porque otras personas viven de la envidia y el odio. Lo fomentan, lo desarrollan y luego... suceden cosas trágicas que después lamentamos. No puedo decir que eso es culpa suya, porque, de cierto modo, es algo que está inserto en nuestra sociedad, aunque... no es imposible de cambiar. Ustedes, pronto serán adultos y quizás les cueste quitar las emociones negativas de su vida, pero, al menos, quiero que las entiendan para que cuando tengan hijos, les enseñen lo que está bien y lo que está mal.
Kobrinsky bajó la vista lentamente. Sintió vergüenza, a pesar de que antes lo hacía sentir poderoso sobre el resto.
—La perfección no existe, muchachos. La gente que molesta o insulta, discrimina o hiere, se cree perfecta, pero la verdad es que son los seres más imperfectos en el mundo por el solo hecho de que no están viendo el interior de la persona que atormentan. Ni siquiera piensan en cómo esas palabras o acciones pueden afectar a un tercero, lo cual está pésimo.
Los jóvenes se miraron entre ellos, descubiertos. Carpenter sonrió, comenzando a pasearse por los puestos.
—Todos ustedes alguna vez han juzgado, menospreciado, ridiculizado o hecho llorar a sus compañeros. Todos, sin excepción alguna.
Violet recordó la pelea que tuvo a golpes con Fanny en el baño o cuando le lanzó el jugo en la cara a Sean. Podrían haber sido circunstancias diferentes, pero estaba mal. Ella se sintió mal tras hacerlo.
—Y a pesar de que algunos se detuvieron cuando les dije que lo hicieran, otros continuaron. Continuaron sin medir las consecuencias —se detuvo al lado de la mesa vacía de Zack. A pesar de que había sido limpiada, aún se podía ver los rastros de insultos que Sean y otros más habían escrito en su mesa, en especial cuando se enteraron de la infidelidad de la madre de éste hacia su padre.
—Provocaron que una alumna muriese de anorexia y que otro intentase suicidarse. ¿Tomaron conciencia de eso?
Las crudas palabras parecieron surtir efecto. Las cabezas se agacharon, las mejillas se tiñeron de color carmesí y los ojos enrojecieron producto de las lágrimas que amenazaban con recorrer sus rostros.
—Y, a pesar de eso, ellos supieron perdonar.
Alzaron la mirada de golpe hacia él, justo cuando el director apuntaba el puesto de Zack.
—Puede que él no esté presente y que Bianca haya fallecido —se relamió los labios para evitar llorar —. Pero ellos los perdonaron... a la mayoría de ustedes. Jamás se vengaron ni actuaron con el mismo odio que recibían a diario por parte de ustedes. Tomaron decisiones sabias, dejaron todo en el pasado y viven para perseguir sus sueños que en algún momento parecían inexistentes... por culpa de esta escuela.
Logró que Kobrinsky le clavase la mirada con angustia. El rector le devolvió una mirada fulminante.
—Incluso Bianca vive. Vive en los corazones de quienes aún piensan en ella.
Miró a Violet un momento y sonrió.
—El perdonar, ya sea a los demás o a uno mismo, es un paso que conlleva una gran lucha interna. Una lucha que puede tomar meses, lágrimas, dolor, y cambios de corazón.
Tragó saliva con dificultad y carraspeó, porque también le había tomado tiempo a él perdonarse a sí mismo por haber pasado en alto tantas veces aquella situación. No era creyente en Dios, pero algo había aprendido Carpenter de las numerosas veces que acompañó a la familia de Bianca a la iglesia, tan solo para obrar bien: "Hagamos el bien a todos. Ama al prójimo y respétalo, como te gustaría que lo hicieran contigo".
—Somos seres humanos y por ello cometemos errores, eso está claro. Esto no solo quiere decir lo obvio, que es que los seres humanos se equivocan, sino que tienen que pedir perdón y dar su mejor esfuerzo para no volver a cometer esos errores. Arrepentirse, no solo cambia la vida del afectado, sino las suyas.
Sonrió, observó sus manos y luego soltó al aire con voz grave:
—Dicho esto, pueden continuar sus clases.
Salió caminando con la espalda relajada, dejando pasar por su lado al maestro de literatura, quien había esperado afuera, pero traía cara de haber escuchado todo.
—Bien, alumnos, control sorpresa.
Todos sacaron sus hojas de manera robótica, mas Violet se quedó con la mirada fija en el lejano ventanal. Podía observar las verdes y frondosas ramas de los árboles. No esperaba a que la hora de receso volviese, o simplemente que las clases terminasen. Necesitaba estar a solas en su cuarto y volver a oír las palabras de Carpenter en su cabeza. Ella se había disculpado por sus malos actos, pero aun así creía que algo faltaba. Y eso la estremecía hasta niveles insospechados. La loca idea de que en verdad estaba tomando una mala decisión, fue disuelta de su cabeza en cuanto el profesor comenzó a dictar la primera pregunta.
-xxx-
Zack observaba su afligido rostro en el espejo del baño donde había estado escondido casi siempre. Se sentía fatal, porque siempre sentía que se estaba equivocando al tomar decisiones propias. ¿Eran correctas o no? Algo dentro de sí mismo le decía que estaba bien irse y olvidar como lo estaba haciendo, pero otra parte lo estaba llamando egoísta e insensible. Sus ojos se desviaron lentamente hacia la bañera. La horrible imagen de sí mismo, agonizando en medio de lágrimas y agua fría, casi le provocó un nudo tan fuerte en el pecho que podría haberse desmayado. Escuchó la puerta abrirse y por fin salió del escondite, haciendo como que doblaba la ropa y la metía en su maleta. Kris no se tragó el papel de ocupado.
—¿Cómo te ha ido con eso? —alzó el mentón en dirección al equipaje casi vacío.
—Mucho trabajo.
—Ya lo creo.
Zack se arrodilló, ignorando su sarcasmo. Volvió a doblar la ropa con mucho cuidado, consciente de que Kristian se había detenido a tres pasos del equipaje y lo miraba con atención.
—Tu... —inhaló y exhaló, tomándose su tiempo —, tu padre estuvo en el colegio hoy. Diana lo ha visto hablando con Violet.
—Ah.
Se encogió de hombros y la piel de Kris se erizó.
—Carpenter nos habló sobre eso también hoy —se pasó una mano por su cabello rizado oscuro —. Ya sabes que siempre tiene discursos para todo.
Zack siguió doblando cuidadosamente su ropa, aunque ya podía notar que había arrugado el entrecejo de molestia.
—Mi madre me contó que estuvo armando un escándalo en la junta de padres.
—¿Quién?
Como suponía estaba distraído.
—Tu padre.
Zack abrió los labios, pero luego agitó la cabeza en señal de negación.
—Lo suponía.
No lo miraba. Seguía en su labor de doblar ropa y meterla en su lugar.
—Dijo que te estaba defendiendo.
Zack dejó caer sus manos y alzó la mirada, enfadado.
—Bailey. No me importa lo que mi padre haga o diga. Por mí puede irse al infierno.
Jadeó y comenzó a doblar la ropa sin preocuparse del orden ya.
—Zack...
—Mis padres son un par de idiotas. ¿Crees que van a cambiar las cosas porque mi papá armó un jaleo con Carpenter? ¿Que podría tener compasión o quererlo después de lo que me hizo?
—No tienes que ser rencoroso... —intentó decirle, pensando en las palabras que el director les había dicho antes de la clase de literatura.
Zack se levantó de golpe.
—¿Rencoroso dices? No puedo creerlo, Kristian —el chico de lentes bajó la mirada —. Tú más que nadie debería saber diferenciar el rencor de la justicia.
—Yo solo... creí que debías saberlo. Te defendió y gracias a eso...
—¿Y qué? ¿Eso lo hace bondadoso? ¿Lo hace un Tom Hanks? No —lanzó una camiseta al suelo con brusquedad —. Mi padre no merece compasión. No merece nada. No lo necesito en mi vida, que te entre bien en la cabeza.
Tragó saliva y apretó los puños.
—De verdad, solo quiero que mi avión parta y no volver jamás.
—Zack.
—Basta. No sigas intentando convencerme de lo contrario. Cuando llegue a Rusia, cortaré todo contacto con cualquiera de este país. ¡Me tienen enfermo de los nervios!
El muchacho volvió a arrodillarse y doblar ropa, manteniendo los pómulos tensos y los labios apretados. Kristian sabía que estaba enojado con él y que solo esperaba que desapareciera en silencio, pero no pudo evitar decirle algo que venía pensando desde hace días:
—Voy a extrañarte.
No supo de dónde salieron esas palabras, pero eran reales.
—De verdad voy a hacerlo —continuó ante su repentino silencio —. No sé cómo será todo mañana sin ti.
Zack parpadeó, asombrado.
—Y es lo más cursi que he dicho, pero debía decírtelo y...
—No lo es —lo miró de pies a cabeza —. Kristian..., en serio lo siento. Siento lastimarte, pero... por primera vez debo pensar en mí y decidir por mí. Quiero mejorarme y no lo lograré si me quedo estancado con la historia que tengo aquí.
Le echó un vistazo a la hora de su reloj de pulsera.
—Además, estoy atrasado. Tengo que ordenar esta ropa antes que sea demasiado tarde.
La nariz de Kris comenzó a picarle.
—¿Qué hay de Violet?
—¿Violet?
Zack palideció, intentando esconder su cara. No quería que Kris supiese que ese tema seguía sin resolverse.
—¿Se encuentra muy mal? —interrogó, haciéndose el distraído.
—Sí. Está devastada. Faltó a clases ayer y hoy venía con una cara de haber estado llorando por horas. Diana dijo que la vio hablando con tu padre hoy y que lucía... ida.
Zack depositó una chaqueta doblada sobre la maleta e hizo presión a pesar de que no era necesario.
—No quise herirla —mencionó con voz atropelladora.
—Pero lo hiciste. Y no niego que tal vez ella te lastimó a ti también, pero..., pero ella te quiere con su vida.
—Si me quisiera, entendería por qué hago esto.
—Sabes que no es tan simple como decirlo, Zack. No tienes que ser insensible solo para evitar el dolor de esta separación. Tú también la quieres. No tienes que actuar como que no lo hicieras para que enfrentarte a esto resulte más fácil.
Al verse pillado, Zack dejó de ordenar la ropa y sus ojos entristecidos volvieron a mirar a su amigo. Infló el pecho lentamente para controlar sus emociones.
—A mí también me ha dolido desde un principio —susurró.
—Lo sé. Sé que también ha sido muy complicado para ti y por eso ambos están pensando en lo que es mejor para uno, no para el otro, pero... tienen que apoyarse en este momento. Apoyarse hasta el final.
Dejar a Violet atrás era lo más difícil que le estaba tocando vivir en ese proceso, ya que allí, en esa misma sala, fue cuando ella escribió "Don't forget to fly" en la servilleta. Cuando le tomó la mano, lo abrazó, lo consoló y le prometió que todo sería mejor a futuro. Era más que difícil dejarla atrás.
—Ella dijo que no volvería —le dijo, y pudo sentir el rencor en su tono —. No puedo ver el lado bueno de esto si ella no viene.
—Diana hará todo para convencerla.
—Nadie debería convencerla. Debería ocurrírsele a ella misma.
—A ti tampoco se te había ocurrido. Te estoy convenciendo yo.
Por primera vez, Zack se quedó callado ante Kristian, con los labios apretado y las mejillas enrojecidas, apoyando su espalda contra la pared más cercana.
—No sé qué va a suceder. Ya he hablado con ella y está en sus manos decidir qué hacer. Yo... tengo que tomar un avión.
Volvió a incorporarse para comenzar a meter sus zapatos dentro del equipaje. No dejaba de soltar suspiros de cansancio, lo que Kristian tradujo como que quería que lo dejase solo.
—Bueno, parece que te molesto ya. Yo solo intentaba ver un lado bueno.
—Si quieres verle un lado bueno al asunto, el único que se me ocurre es que, ahora que yo me largo, tú tendrás la oportunidad de ganarte esa beca que desde siempre tanto has anhelado y estudies en una buena universidad gratis.
—Espera, ¿qué?
Zack arqueó una ceja, mientras metía unos botines para la lluvia dentro de una bolsa.
—¿No lo recordaste? Ahora que me voy, tú te transformas en el nuevo mejor alumno del curso.
Kris quedó boquiabierto. El cuerpo no le respondió y sus ojos reposaron desorbitados.
—Oh, Dios mío.
Zack logró sonreír satisfactoriamente.
—Ahora no vas a extrañarme.
La sonrisa de Kris se desplegó como un pergamino, lanzándose sobre el muchacho y regalándole un fuerte abrazo.
—¡Estas noticias son increíbles! ¡No puedo creerlo! —lloriqueaba de alegría —. Gracias, Zack. ¡Gracias!
Buscó su teléfono para llamar a sus padres, pero el éxtasis fue tan grande que no pudo moverse.
—Por Dios, no sé si reír, gritar o llorar —se pellizcó para saber si soñaba —. ¡Esto es real! ¡No sé qué hacer!
—No hay de qué —dijo, alejándose —. Vaya, ¿qué tan rápido puedes olvidarte de todo?
—No lo he olvidado —se limpió una lágrima de alegría que había decorado su mejilla —. Pero..., ya intenté convencerte.
—¿Hum?
—Nunca fue mi intención convencerte a que te quedaras. Si tienes un defecto, es que eres bastante decidido y un poco testarudo. No vas a cambiar de opinión ni aunque te rogase de rodillas.
Zack sonrió de lado y le dio la espalda mientras doblaba una chaqueta.
—Y además eres presumido. ¿Cómo logras sentirte bien cuando te nombro tus defectos?
—No me hacen sentir bien. Lo que me hace sentir bien es el hecho de que me conozcas tan bien.
Kris sonrió con pena, mirando de nuevo la pantalla de su celular. Tras un momento de dudar, apagó la pantalla.
—Bueno, ya te he dado mis opiniones. Supongo que lo único que me queda hacer es ayudarte a empacar.
Zack asintió, dejando que lo ayudase. Al cabo de cuatro minutos, Zack apoyaba sobre la cara principal de su maleta para hacer presión, conforme Kristian inflaba sus mejillas y cerraba el equipaje con todas sus fuerzas. Cuando lo logró, ambos muchachos se dejaron caer sobre el piso, respirando agitadamente. En medio del silencio y los jadeos, Zack se volvió a mirarlo y sonrió.
—Gracias.
Kristian sabía que ese «gracias» abarcaba mucho más que solo la maleta cerrada.
-xxx-
A Violet se le hacía imposible permanecer en esa pequeña habitación. Escuchaba los pasos insistentes de Liam por el pasillo, de un lado a otro. Sacó su teléfono y verificó la hora, solo para darse cuenta de que había pasado mucho tiempo en la misma posición, sin contacto humano, sin cambiarse de ropa, sin nada. Dejó escapar por su boca un suspiro, echándose hacia atrás en la cama y admirando el techo que parecía cada vez más cerca de ella, aprisionándola. Las palabras de Robert Carpenter rondaban su cabeza una y otra vez. También las de su padre y su abuelo en las llamadas telefónicas, que había ignorado hasta ese entonces porque le dolía afrontar la realidad. Resopló agotada, girándose de un lado a otro sin saber qué hace. No era como que tenía mucho tiempo. Ni siquiera sabía la hora exacta de la partida de Zack. Quizás... ya se había ido.
Una lágrima recorrió su mejilla, escuchando un bullicio en su interior, con palabras ilegibles que solo la estaban volviendo loca. Cerró los ojos y se imaginó el columpio de su abuelo. Se lo imaginó a él con ella, de pequeña, sobre su regazo, diciéndole que todo iría bien, que los columpios fueron hechos para animar a la gente que se siente triste y merece tener una sonrisa en el rostro.
No escuchó el timbre, pero escuchó pasos subiendo por las escaleras. La puerta se abrió sin pedir permiso. Primero creyó que se trataría de Liam y estuvo a punto de voltearse y gritar que le había dicho que quería mantener la puerta cerrada. No obstante, se comió todas las palabras cuando vio en la entrada a Diana y Alice de pie.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó la muchacha, aterrada. Incluso se levantó a cerrar las cortinas por impulso, como si estuviese al borde de planear una conspiración.
—Venimos a hacer un último intento por convencerte —dijo Diana, dando un paso al frente —. Todos nosotros iremos al aeropuerto ahora.
Alice chequeó la hora en su reloj de pulsera.
—Él debería estar saliendo de casa a esta hora. Y... por consiguiente... nosotras también.
—No iré —espetó ella, saliendo por la puerta. Ignoró sus gestos de renuencia.
—Violet...
—Las acompañaré a la salida. Necesito dormir.
Diana la siguió y se colocó delante de la escalera, impidiéndole la bajada.
—Vas a detener tus impulsos de niña pequeña y vas a escucharnos.
Las mejillas de Violet se inflaron de la ira.
—¿Niña pequeña?
—Violet.
—No me juzgues. Apenas tengo apetito, apenas duermo y apenas quiero vivir. Así que váyanse de esta casa, por favor.
—Por eso mismo vinimos —dijo Alice, suspirando pesadamente. Violet no quiso escucharla.
—Ya me despedí. No necesito hacerlo dos veces.
Alice se colocó a su lado, bien cerca.
—Sí, debes. Él se está yendo y ustedes dos están peleados. No pueden separase así. Mira, mi padre nos abandonó cuando yo era una niña y jamás me dio explicaciones. Ese sentimiento es peor de lo que crees. No sabes cuánto hubiese deseado que me abrazase una última vez o... que se despidiese. Él solo arrancó y yo no tuve ninguna chance de nada —le tomó la mano —. En cambio, tú puedes cambiar eso.
—¿De qué me sirve ir? —les dio la espalda, dubitativa —. ¿Para llorar más? ¿Para herirme más? ¿Para sentir que mi única labor en este país fue callarme y mirar?
Se pasó las manos por la cara. Tenía las palmas frías, tal vez por tener la presión baja.
—¿Es que lo que dijo hoy Carpenter no te hizo ningún sentido? —preguntó Diana.
Hizo una pausa, sintiendo los párpados pesados y las piernas débiles.
—Pensé... —tragó saliva con dificultad —, pensé que entenderías.
—Quizás ya he resistido demasiado —zanjó la rubia, sentándose en el incómodo sofá de la sala.
—Él también —dijo Diana, sentándose a su lado y apoyando su mano en su espalda —. Y tú lo ayudaste tanto...
Alice asintió, cruzándose de brazos.
—No es por nada, Vi, pero no cualquier logra hacer lo que tú hiciste por Zack Prawel. ¡Nadie!
Sin previo aviso, Liam apareció en la puerta.
—Vi, no me quiero entrometer, pero... he escuchado y prestado atención a todo este drama desde hace días y... también creo que estás cometiendo un error.
—¿Por qué nadie me entiende? —sollozó ella, escondiendo su cara entre sus manos.
—Entiendo que esto es doloroso, pero debes pensar lo que esto significa para Zack —dijo el muchacho, acercándose e hincándose frente a ella, sin importarle que esa fuese la primera vez que sus amigas lo estuviesen viendo.
—Fallé, Liam, fallé.
Lloraba contra las palmas de sus manos, temblando.
—¿Qué dices? Acabas de triunfar, pequeña.
Violet se alejó para mirarlo a los ojos. Su vista estaba nublada y un nudo invisible estrangulaba su garganta. A pesar de todo, logró pronunciar un ligero:
—¿Cómo?
—¿No esperabas una solución para sus problemas? Pues acabas de conseguirla. ¿Acaso no has pensado lo bueno que significa esto para la vida de Zack?
Unas lágrimas silenciosas corrieron a través de las mejillas de Violet.
—No vas a cambiar la decisión de Zack porque él ha conseguido esto gracias a ti. Su vida se convirtió en una mejor gracias a ti.
Violet tragó saliva.
—¿Y si de verdad he cometido un error, Liam?
Liam echó un vistazo a las compañeras de Violet, pero ambas estaban petrificadas.
—¿Qué quieres decir?
—Me siento presionada, pero... ¿debería estar allí con él?
—Si no te sientes capaz, Violet, yo preferiría que te quedases en casa. Ya habrá una oportunidad a futuro de contactarte con él.
Diana y Alice se miraron, sabedoras de que Liam no estaba al tanto de la decisión de Zack de cortar todo tipo de comunicación con cualquiera de su antigua vida, al menos hasta que se recuperase. La cara de Violet se descompuso un poco.
—Sé que he repetido eso los últimos días, pero tampoco puedo soportar el hecho de no saber qué está ocurriéndole. No saber lo que siente o lo que está diciendo sobre mí o su futuro.
Bufó, casi riendo por lo irónico del destino.
—Ya es muy tarde —Cerró los ojos.
—No, no... —Diana volvió a hablar —. No es tan tarde si partimos ahora y tomamos la autopista.
—Habrá un tráfico terrible.
—No pierdes nada intentándolo —añadió Alice.
Violet no abrió los ojos.
—Anda, pequeña —dijo Liam —. Anda y regálale una última sonrisa.
Violet se quedó sin aire y alzó la cabeza con los ojos ya abiertos.
—Liam... —susurró con un nudo en la garganta.
—Yo sé que quieres verlo. Y sé que él daría todo por darte las gracias una última vez.
Las comisuras de sus labios se vinieron abajo.
—Lo voy a echar mucho de menos —lloró casi sin voz.
Sus amigas callaron y Liam hizo una mueca de incomodidad, observando cómo se pasaba las manos trémulas bajo los ojos y cogía aire para llenarse de valor.
—Liam, ¿tienes papel y pluma?
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