C i n c u e n t a y n u e v e

Capítulo 59

Un bonito Kia Rio de color rojo se estacionó al borde de la cuneta, lanzando un chirrido. Los vidrios polarizados se bajaron y Kevin sonrió al volante.

—¿Necesitan a alguien que las lleve chicas?

—Déjate de chistes, Kobrinsky, y ábrenos la puerta, se nos hace tarde.

Alice había llamado a la única persona que sabía que podría conseguirse un auto a ese punto. No tenían dinero para el taxi y no se atrevieron a pedirle a Liam que les diera un aventón, por lo que no le quedó más remedio que llamar a Kobrinsky y pedirle el favor.

Diana subió en el asiento del copiloto y Violet con Alice se fueron atrás. Kevin no dejaba de mirar a Diana.

—¿Qué miras? —preguntó ella, colocándose el cinturón.

—¿Cómo se dice?

—¿Conduce?

Él soltó las manos del manubrio.

—No haré partir el auto hasta que lo digas.

Alice le pegó un palmazo en la nuca.

—Gracias. ¡Ahora maneja!

Kevin chasqueó la lengua y acomodó el asiento, para luego hacer partir el carro que olía a nuevo. A los pocos minutos ya había agarrado vuelo y se cambiaba una y otra vez de pista para no quedar atrapado en atascos.

—¿Cuándo sacaste licencia de conducir? —interrogó Diana, ajustando el cinturón de seguridad, conforme el auto aceleraba por el carril izquierdo, dejando todo atrás.

—La semana pasada, aunque tengo restricciones por ser menor de edad. Solo puedo manejar con alguien que tenga licencia a mi lado, pero... ¿quién le hace caso a esas estúpidas leyes?

Kevin seguía siendo igual de rebelde, sin o con Sean. Diana no pudo evitar sentirse inquieta, afirmándose con fuerza con una mano en el asiento y la otra en la puerta, rogando para que el aeropuerto se viese a lo lejos cuanto antes. El rubio pisó el acelerador, mientras bailaba sutilmente al ritmo de un rap que daban en la radio, e infringió varias leyes de tránsito con tal de alcanzar la autopista. Sabía que, si no llegaban a tiempo, las tres chicas lo odiarían hasta la muerte y seguramente serían capaces de rayarle el auto o quitarle la puerta.

—¡Vamos, Kevin! Acelera —gruñó Alice, agitándole el hombro. El auto se desvió un poco hacia la derecha y Violet soltó un chillido al ver un auto del otro carril demasiado cerca. Escuchó la bocina y unos cuantos garabatos al aire que prefirió ignorar.

—¿Quieres que nos detengan y nos multen, Alice? Mi papá me matará si eso sucede. Me matará más de lo que ya lo ha hecho.

—Solo acelera hasta lo máximo.

—¡Estoy yendo muy rápido! No puedo arriesgarme a que un policía nos vea porque o si no me encerrarán para siempre en el centro de corrección.

Violet observó los autos que quedaban atrás debido a su velocidad y revisó la hora. Una parte de ella esperaba que llegaran demasiado tarde, para saltarse todo ese llanto grupal. La otra parte le decía que se arrepentiría toda una vida si no iba.

El auto corrió por las carreteras, sobrepasando a los demás carros en busca del Aeropuerto Internacional de Canberra. La tierra se volvió de revés y comenzó a girar, o al menos esa sensación tuvo Violet cuando comenzaron a aparecer los carteles que anunciaban su cercanía.

—¿Y si es demasiado tarde?

Pudo oír con más fuerza el gruñir de los motores y el siseo de las ruedas sobre el asfalto, como las olas que rompieron en una playa desconocida.

—¿Puede ser que sea demasiado tarde? —volvió a preguntar en voz alta, sin darse cuenta.

Diana se volvió a mirarla. Sus ojos cafés dejaron de verse dulces y su sonrisa se desvaneció.

—El avión sale a las ocho.

—Son casi las siete. Veinte para las siete.—dijo la chica, mirando su reloj.

Kevin y Diana intercambiaron una mirada.

—No te preocupes, Vi —dijo el rubio, tragando saliva con gran dificultad. El cálido sol le daba de frente por el atardecer, incomodándolo aún más.

—No lo estoy —mintió ella, apoyando su mentón en su mano, perdiéndose en los pastizales amarillentos y los altos árboles verdes que apuntaban al cielo anaranjado. El calor del sol caía sobre la autopista, la que se iba abriendo paso por la naturaleza y el Río Molonglo. Y por fin, el aeropuerto apareció a lo lejos, bajo un cielo extrañamente despejado. Violet cerró los ojos y se prometió no abrirlos hasta sentir el motor apagarse. El auto chirrió contra el suelo, entrando con rapidez al área, dirigiéndose hacia los estacionamientos, justo en frente de la edificación metálica. Algunos turistas se asustaron con la maniobra, saltando hacia atrás. A Kevin no le importó ni siquiera el hecho de que ocupó dos estacionamientos para su auto.

—¿Te acabas de estacionar de lado? —preguntó Alice, quitándose el cinturón.

—¡Salgan antes de que nos pare un guardia de seguridad! —gritó el rubio, siendo el primero en salir del carro.

Violet abrió los ojos y lo siguió velozmente. Nunca había corrido tan rápido como un chico, menos cuanto éste era una jirafa a su lado. Diana y Alice salieron tras ellos, quejándose de dolor muscular a los pocos segundos de haber partido la carrera. Violet ni siquiera sabía lo que estaba haciendo. Sentía que arrancaba de una niebla oscura que comenzaba a avanzar desde los bordes del mundo, borrando todo a su paso. El aeropuerto estaba lleno de gente. Gente triste y gente feliz. Algunos se despedían de seres queridos, otros los esperaban con carteles y rosas. Había otros que entraban en la categoría de turista y estaban perdidos mirando mapas o intentando descifrar el idioma.

Y otros, como ellos, corrían desesperadamente para no perder a alguien que estaba a punto de subirse a un avión.

Había una gran muchedumbre. Por cada paso que la chiquilla daba, retrocedía medio, lo cual la ofuscaba, intentando seguir los rápidos pasos de Kevin. Por fin, él se detuvo frente a una pantalla grande electrónica que mostraba los vuelos. Violet chocó con su fuerte espalda.

—Ay.

—Kristian dijo que iba a ser escala en Sídney y de ahí tomaba el vuelo a Moscú —apuntó la pantalla —. Allí está el vuelo. No han abordado. Tenemos chance de que siga en estos pasillos —dijo, mirando hacia su izquierda —. El área internacional es hacia allá.

—¿Cómo sabes?

—Viajé a Ubud hace dos años —le alzó las cejas y salió corriendo. Ella lo siguió, pensando dónde estaba eso.

Comenzó a jadear y a sentir que le dolía el costado. Ya había perdido la cuenta de a cuántas personas había empujado. Kevin era demasiado rápido y llegó un punto en que ya no podía seguirle el paso y dejó que se alejase.

—¡Zack! —escuchó que gritó el rubio unos metros más allá. En medio de los cuerpos, divisó a Kobrinsky gritando su nombre al aire para ver si tenía chance de encontrarlo más rápido. Pensó que era una buena idea gritar, porque en medio de toda esa gente, sería difícil encontrarle.

—¡Zack!

Kevin se volteó hacia ella y le sonrió. Comenzaron a girar en el mismo eje, atentos a cualquier muchacho que se pareciese a Zack.

—¿Lo ven? —preguntó Diana al llegar transpirada junto a Alice. Kevin negó, agarrando de la polera a un muchacho más bajo que él de pelo negro. No era Zack.

—Lo siento, cara equivocada.

Lo empujó lejos.

—¿Y si de verdad llegamos demasiado tarde? —preguntó la castaña a su vez, de repente parando su búsqueda.

Violet, entonces, comenzó a sentir su corazón haciéndose añicos. Negando, con sus ojos llorosos, retrocedió, mirando a su alrededor. Todo parecía tan poco familiar, como si hubiese vuelto al mismo punto en donde estuvo a principios de ese año, lejos de todo lo que conocía. En un mundo extraño, desconocido y frío, donde ella era tan solo una niña ingenua perdida en un país desconocido, a miles y miles de kilómetros de su hogar. Iba a desmayarse.

—Lo siento, Vi —dijo Kevin, encogiéndose de hombros. Diana bajó la mirada, llevándose sus manos al pecho. Alice, por primera vez en su vida, parecía horrorizada al ver el rostro de Violet, al borde de las lágrimas.

—Violet...

La muchacha se llevó las manos a la cabeza y se hincó en el lugar, sollozando. La gente pasaba, pero nadie decía nada, ni se detenían a verla, pues era normal ver gente llorando por esos lares. Así, con la cara escondida entre sus temblorosas piernas, Violet podía percibir vagamente las pisadas de la gente, las voces cercanas, las caras que emergían pálidas y distantes de entre las sombras. Aun así, sentía que no encajaba allí.

—Ya es demasiado tarde —musitó una vez más, pegando su boca contra la fría piel de su brazo. Una lágrima recorrió la mejilla de Diana, quien no podía dejar de observarla. Kevin se dio media vuelta y comenzó a girar despacio, pensativo, apabullado, esperando que apareciese en algún punto de su campo visual, mas no veía a nadie que siquiera se pareciese a él. Todo había llegado a su fin.

—Vamos a casa, Violet —susurró Diana, extendiendo su mano. Violet levantó la cabeza, enseñando ese gesto de sorpresa y reconocimiento, como si fuese la primera vez que la veía.

—Siempre te dije que te iba a apoyar. —le recordó la castaña, sonriéndole para que supiese que era cierto. Kevin las observaba a una distancia prudente —. Toma mi mano.

El sonido de las pisadas sonaba como un rugido constante. Era ensordecedor, como el de un tsunami que se acerca a arrasar todo a su paso. Las lágrimas de Violet recorrían sus frías mejillas, limitándose a mirar a su amiga, meneando la cabeza con extrema lentitud. Sin embargo, sabía que iba a necesitar a sus amigos más que nada en el mundo, por lo que, con gran esfuerzo, estiró su brazo y le tomó la mano, siendo ayudada a colocarse de pie. Le temblaba el cuerpo entero.

—Vamos a casa —repitió Diana, en voz baja, queriendo creer que hallaría la forma de hacerla sentir mejor de camino a casa. La rodeó con un brazo y comenzó a andar hacia la salida con ella, respetando su caminar lento. Alice y Kevin las siguieron cabizbajos, sin saber qué decir realmente. Habían tenido fe hasta el final de que la visita no iba a terminar así.

Violet se llevó el dedo índice a la boca al sentir una angustia atrapante en su pecho. Decepcionada de que todo hubiese terminado tan mal, se giró una vez más hacia las puertas que conectaban en pasillo con policía internacional, ahí donde estaba el pelotón llorando desahuciadamente. Entonces, con la palidez de un fantasma, abrió los ojos ante un muchacho de cabello negro que usaba un suéter de color rojo fuerte. El sonido de las pisadas se difuminó, todo se detuvo y la gente se hundió en la profundidad de una noche ficticia que ella misma había creado en su cabeza. El silencio y la duda fue todo lo que quedó flotando en el aire.

—Zack... —logró decir casi sin aliento. Sus acompañantes alzaron la mirada en aquella misma dirección.

Pudo reconocer a Kris, quien miraba al chico y reía sobre algo sin sentido. Supo que era él.

—¿Zack? —preguntó casi con un grito, que más bien se escuchó como un eco en su mente.

El muchacho se giró. Su cabellera negra se movió con él y sus cejas se fruncieron de la sorpresa. Reveló las ojeras y unos ojos enrojecidos por la nostalgia. Afloró en Violet un leve sentimiento de compasión y cariño. Como un coro de pájaros que alzaron vuelo al mismo tiempo, pudo escuchar detrás de ella el nombre de Zack varias veces. Supo que no estaba loca, que los demás también lo habían visto. Era él.

—¡Zack!

El chico se volteó completamente, todavía serio, pero petrificado. El asombro era tal que había aflojado sus manos un momento, dejando caer su bolso de mano.

—¿Violet? —solo pudo ver sus labios moviéndose a la distancia.

A pesar de que la gente seguía cruzándose entre los más de dos metros que los separaban, ella caminó como si no hubiese un alma en el lugar hacia él. Su visión se afinaba, enfocándose, como si de repente todo tuviese mayor nitidez. Podía escuchar las voces de sus amigos que la llamaban, con miedo o en shock, tal como ella lo estuvo unos segundos atrás. Tal vez, todavía lo estaba. Sus piernas se movían por naturaleza, a través de un pasillo que se sentía vacío, como si ya nada en ese mundo pudiese separarlos otra vez. Y Zack dejó lo que hacía, incluso sus pertenencias, para caminar hacia ella. Los demás admiraban desde lejos aquella escena, boquiabiertos, porque todo era tan irreal como inimaginable. Ni Violet sabía qué sucedía. Sus piernas ya se movían seguras. Daba un paso y luego otro, porque ahí estaba él, con sus ojos clavados en los de ella, acercándose a pesar de sus miedos, a pesar de haber vomitado más de tres veces y a pesar de que sabía que el final de aquella historia no era feliz.

—Por Dios... ¡Zack!

La muchacha no se contuvo y terminó corriendo hacia él, envuelta en lágrimas sinceras. Zack dejó caer también sus lágrimas, acelerando sus pasos hacia ella también. Sentía su pecho vacío y el cuerpo le dolía por un extraño sentimiento de añoranza, mas siguió abriéndose paso entre la gente, llorando, abriendo sus brazos y recibiendo por fin su cuerpo, que temblaba. Le dio un abrazo fuerte que rebosaba esperanza. Esperanza de que su aparición significase algo.

—¡Zack! —lloró, escondiendo su cara contra su clavícula izquierda, afirmándolo con fuerza, sin querer dejarlo ir, porque sabía que esa imagen de él pronto sería como un sueño. Sus manos se aferraron contra su suéter, como si fuese capaz de romperlo. Sabía que, si una ola los empujase en ese momento, no podría separarlos, sino solo arrastrarlos con la corriente hacia el mundo.

—Zack... —sollozaba, arrepintiéndose de cada momento en la que fue una egoísta y no se atrevió a entenderlo. Nunca había llorado con tanta euforia antes. Nunca había tenido la necesidad de hacerlo, porque nunca había sentido tanta pena en su corazón. Siempre se sintió afortunada, a pesar de su vida difícil en Boise. Sabía que tenía una familia que la quería y, a pesar de no tener novio o amigas, sabía que eso cambiaría algún día.

—Violet —escuchó su voz suave y, por un momento, ella se alegró de tener la cara pegada contra su ropa. Las piernas le fallaban, por lo que también agradecía que Zack la estuviese sosteniendo entre sus cálidos brazos.

—Zack Prawel —susurró ella, más segura, levantando un poco su cabeza para pegar su mejilla contra la suya. Una de sus lágrimas cayó sobre su hombro dejándole una marca en forma de estrella —. He alcanzado a llegar.

—Oh... Violet... —susurró él contra su suave cabello, dejándola caer lentamente sobre el suelo. Sus pies tocaron el reluciente piso y sus manos se elevaron hacia su mandíbula, separándose y levantando la cara tímidamente.

—Pensé que nunca más te vería —dijo ella, examinándole el rostro al chico que tenía en frente, quien había posado sus manos sobre sus tirantes hombros. Era una sensación extraña, como si al verle los ojos pudiese pasar a verle directamente el corazón.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó él, intentando sonreír.

—Me recordaron lo mucho que esto significa para ti —suspiró —. Me he comportado como una egoísta.

—No... —levantó su cara y besó rápidamente su frente —. No digas eso. Ambos lo fuimos y tú... eres lo mejor que le ha pasado a mi vida.

—Me equivoqué.

Zack sonrió, apretándola más contra su cuerpo.

—Creo que debíamos equivocarnos para aprender... —Se miraron —. Aprecio que hayas venido, de verdad. Aprecio que lo entiendas.

Ella se miró las manos, con tantas ganas de tocarle, acariciarle el cabello, retirarle el flequillo de la cara y recordarle que era amado. Dios, sí lo era. Pero en vez de eso, se aguantó la picazón en la yema de sus dedos y sonrió, sintiendo a su espalda la presencia del trío de jóvenes que la acompañaba.

—¿Ya te estás yendo? —preguntó Kevin con voz tan átona que no sabía si estaba de broma o no.

—Sí, en un rato —contestó, sonriéndoles —. Gracias por venir..., a todos.

Violet bajó la mirada, notó que su suéter decía «Rusia». Tomó aire deseando con todas sus fuerzas que, en los próximos minutos, él la entendiera ahora.

—Lindo suéter —comentó.

De inmediato se percató en lo estúpido que resultaba ser ese comentario.

—Me lo regaló la madre de Kris —explicó, ruborizado.

Kristian Bailey se había acercado lo suficiente como para ser parte de aquel diálogo. Sus padres y su hermana se mantenían a gran distancia, curiosos, pero cuidando las pertenencias de Zack. Al notar que Zack buscaba decirle algo privado a Violet, se alejó a hablarle a sus otros compañeros que se notaban algo incómodos a unos pasos. Al alejarse, Zack sonrió hacia el suelo, para luego alzar su mirada vidriosa hacia la compungida de Violet. Sus miradas se cruzaron y la de ella se suavizó, por un momento olvidando todo lo malo y solo recordando lo bueno. Debía recordar lo bueno.

—Quiero hablar contigo un momento, Zack, ¿puede ser?

Todos en el aeropuerto corrían de un extremo a otro. Hablaban fuerte y se quejaban cuando las filas para revisar equipajes eran muy largas. La luz entraba por los altos vidrios, mostrando los monstruosos aviones que brillaban contra los últimos rayos de sol, recargando combustible o esperando a que más gente los ocupase. Podía oír los rugidos de sus motores cuando despegaban hacia distintos puntos del mundo, alejándose y dejando en el olvido el continente de Oceanía.

—Te he echado de menos —dijo de repente ella, relajando todos sus músculos. Era lo único que podía decir sin el temor de estropearlo todo.

Elevó la cabeza y sonrió a medias cuando vio a Zack sosteniéndole la mirada con profundidad, con la sensación de que sus ojos solo brillaban cuando la veían a ella. Estaba asombrado.

—Yo también. No imaginas cuánto.

Violet sintió la debilidad de su cuerpo. Bajó la mirada y creyó oír a Zack gemir por lo bajo.

—Entonces..., ¿por qué...?

—Por favor, no sigas culpándote. Esto no es por ti, es por mí —posó sus manos sobre sus hombros. Ella seguía temblando —. Mis abuelos son la oportunidad de tener una nueva familia. Una nueva vida.

Su voz vibró a través de ella. Estaba llorando.

—No...

—Tú, más que nadie, sabe lo importante que es una familia en la vida. ¿No es eso lo que querías para mí?

Aquellos ojos eran como un mar oscuro, pero iridiscente. Creyó que jamás volvería a ver unos ojos parecidos.

—Lo sé. Extraño a mi familia... —recordó el columpio —. Diablos, necesito un columpio ahora.

Zack comenzó a reír, pasando sus pulgares debajo de sus párpados, secando esas lágrimas que no le gustaba ver en su cara.

—No llores más que se te pone toda la cara roja e hinchada —Ella sonrió, pegándole un pequeño empujón al hombro con su mano —. Estoy aquí contigo.

Lo rodeó con sus brazos y volvió a abrazarlo, abandonando toda compostura. Apoyó su oreja contra su pecho y cerró los ojos al oír sus rítmicos latidos cardiacos, como una suave canción de cuna. Él apoyo sus labios sobre su cabellera, besándola, para luego posar su mejilla.

—Te quiero —dijo él, y ella sintió una nueva lágrima recorrer su mejilla, aunque esta vez sonreía. No sabía si lo estaba oyendo de verdad o si lo estaba recordando ya, pero prefirió callar y continuar abrazándole.

—Yo también te quiero, Zack —se estremeció —. Demasiado.

Zack se apartó un poco para volver a verle el rostro. Sus ojos grises brillaban como relámpagos en una tormenta sobre mares descontrolados.

—Eres hermosa —volvió a pasar su dedo pulgar sobre su mejilla, sonriendo —. Aunque mucho más cuando no lloras.

Ella comenzó a reír, pero sus ojos la traicionaron. Volvieron a cubrirse de lágrimas, avergonzándola. Abrió y cerró la boca varias veces con tal de explicar su actitud al enfrentar esa situación, pero no fue posible. Entonces, él la besó. No quería seguir viendo esos ojos tan hermosos, pero a la vez tan extenuados e infelices. Ella le devolvió el beso, creyendo fielmente que sería el último. Sus brazos rodearon su cuello y las manos de él le abrazaron a la altura de la cintura. Sin embargo, Violet no dejaba de desprender malas vibraciones. A pesar de querer sentir para siempre esos labios tan suaves y masculinos, tenía la cabeza en otra parte. O, a lo mejor, ya sentía que se había ido ya. Que no estaba allí realmente. La idea le producía una tristeza enorme.

Se separó.

—¿Vi?

Su corazón se había roto. Su expresión hablaba por sí sola. No podía dejar de sentir los temblores en su cuerpo extenuado, porque la pena ya era parte de ella, a pesar de haberle repetido que no tenía permiso de hacer eso con ella.

—Perdón.

Abrumada, bajó la cabeza, sintiendo una fuerza sobrenatural que la tiraba hacia abajo. Creyó que no lo aguantaría.

—Violet, no llores —apoyó su mano en su mejilla empapada, pero ella la quitó suavemente —. No hagas eso. Mírame.

Hizo un puchero.

—Violet, mírame.

Cerró los ojos con fuerza y levantó la cabeza, abriéndolos, pero observando su pecho.

—Mírame a los ojos.

Ella rezongó y respiró hondo, haciendo un esfuerzo por mirarlo y no caer en el intento. Era difícil actuar con normalidad cuándo te estás despidiendo, sin saber cuándo es la última vez que dices o haces algo; que hablas con alguien.

—Quiero... quiero que te quedes.

Zack le dio una mirada lastimera. Las comisuras de sus labios comenzaron a descender y sus pensamientos se enredaban al interior de su mente. El mundo estaba pintado de blanco y negro. El sol ya se había escondido y la oscuridad comenzaba a cubrir la ciudad. Una estrella fugaz cubrió los cielos, tal vez recordándole que su deseo no se había cumplido. Su deseo había sido que quería pasar sus últimos meses en Australia con él y lograr que la relación surgiera.

—Violet...

Ella se retorció al escuchar su nombre.

—Quédate —repitió, solo porque ya no tenía palabras.

—No sabes cuánto me gustaría eso..., pero...

Frunció los labios antes de seguir.

—No es posible. De verdad, no es posible.

Violet lo lamentó en su interior. Sin embargo, una vocecita interior le decía: "Déjalo ir si lo amas. Tú también vas a partir pronto". Asintió, situándose frente a él, más cerca. Zack miró hacia ella, apenado.

—A pesar de todo —comenzó a decir ella, con la vista mucho más nítida —. Te puedo jurar que estos han sido los mejores meses de mi vida.

Zack sonrió, mirándola con intensidad.

—Los míos también, Henley.

Volvieron a fundirse en un abrazo. Entonces, el mundo se apagó. La luna, el cielo, las calles, las personas, todo se fue. Solo quedaron ellos dos en la oscuridad. Vivos, siempre vivos. Ella se apegó más a él, teniendo la esperanza de que su fragancia o sus lágrimas se quedarían con ella para siempre. Quería tener algo suyo, algo no material, en su cuerpo.

—Te amo —dijo, temerosamente. Era la primera vez que ocupaba unas palabras tan serias como esas, justo diciéndolas contra su pecho palpitante. Siempre se habían dicho "te quiero" más nunca el "te amo".

—Hum —musitó, sonriendo —. ¿Y eso?

Violet sonrió al descubrir que todavía tenía su sentido del humor. Una ráfaga de aire frío le golpeó la cara cuando se separó de él.

—Te amo, de verdad. Nunca pensé que lo diría, menos a esta edad. Creía que enamorarse a los dieciséis ya estaba sobrevalorado. Que era algo que solo nuestros abuelos podían contar —sonrió y pegó un brinco, agitada —. Pero me he enamorado de ti, Zack, y puedo jurar que es verdad. Me he enamorado de ti por todo lo que has hecho por mí. Por ser tú mismo y por hacerme sentir feliz. Tengo la extraña sensación de que nunca volveré a sentir esto por otra persona. ¿Es muy loco pensar así?

Él cerró sus ojos, relajando sus músculos.

—No lo es —susurró —. Yo también te amo.

Ella abrió la boca. Los latidos de su corazón se intensificaron y el calor de sus mejillas aumentó.

—¿Y eso? —se atrevió a preguntar, sonrojada, tal como él lo había hecho.

Zack sonrió.

—Me has salvado la vida. ¿Cómo no podría sentirme así?

Las comisuras de los labios de la muchacha se extendieron lentamente hasta desdibujar una gran sonrisa. Echó a reír y lo abrazó aún más fuerte. Comprendió que tenía miedo de una mañana sin él.

—No seas ridículo —le susurró al oído, medio llorando, medio riendo —. Te has salvado tú mismo. Tú solamente.

Besó su mejilla, casi junto al comienzo de su oreja.

—Siempre fuiste tú... tu propio salvavidas.

Se separó y lo vio sonreír, con esos ojos brillantes, ahora aguados, y esa sonrisa de joven enamorado y agradecido. Luego, el silencio plácido.

—Lamento molestarlos, chicos, pero el avión va a realizar pronto el transbordo.

La madre de Kris los miraba con pena. Violet no sabía si era por la melancolía que ellos trasmitían o por el hecho de que ninguno de los padres del muchacho estuviese presente ese día.

Zack se apartó de ella, sonriéndole, pero parecía una disculpa.

—Me despediré, ¿sí?

—Antes de eso —agarró con fuerza su antebrazo —. He visto a tu padre.

Mostró descontento en seguida, aunque mantuvo la compostura.

—¿Te ha dicho algo?

—Sí.

Estaba tan serio que Violet no sabía si descifrar eso como enojo o preocupación.

—¿Y? ¿Qué te dijo?

—Me dijo que lamentaba no poder venir a despedirse, pues creía que era hipócrita si lo hacía —Haber dicho eso era reconfortante —. Me pidió que me despidiese por él y... y te desease una buena vida.

—Comprendo.

Quiso decir algo más, pero se turbó.

—Voy a despedirme de los demás —cortó.

Violet parpadeó al escucharlo, aun con las manos en el aire. Él sonrió a medias y se alejó, primero hacia la familia Bailey. Lo vio estrecharles la mano a los padres de Kris, agradeciéndoles por su hospitalidad. Lo vio haciéndole cosquillas a Lily, quien no dejaba de reír, y abrazando con fuerza a Kris. Le deseó suerte en los estudios y en la beca que desde pequeño ansiaba ganar. Lo vio abrazar a Diana, reírse con Alice de alguna broma, sonreírle a Kevin, dejando el remordimiento y la venganza en el pasado, aceptando su disculpa, prometiéndole que el futuro le ofrecería mejores cosas.

Y luego venía Violet. Ella estiró su mano.

—¿Cómo pasamos del "dos metros de distancia" a "14.482 kilómetros de distancia"?

Zack volvió a sonreír, arrugando las cejas.

—¿Buscaste cuántos kilómetros separaban Canberra de Moscú?

—Tal vez —sonrió coquetamente.

Se pudo escuchar el distante sonido de un avión que despegaba hacia algún lugar del planeta, erizándoles la piel a ambos.

—Creo... —carraspeó tras tartamudear —. Creo que ya debo irme o perderé el vuelo.

Ella aplanó los labios.

—Desearía que hubiésemos tenido más tiempo.

Él negó.

—Lo que tuvimos fue suficiente para demostrarlo todo.

Acortó la distancia y besó su mejilla derecha.

—Siempre pensaré en ti —admitió en voz baja, separándose un poco, pero lo suficiente para verse con claridad —. Lo prometo.

—Yo igual.

Bajó la mirada y sacó de su bolsillo el sobre arrugado que había mantenido bajo su ropa como un secreto.

—Quiero que leas esto, en algún lugar solitario de Rusia, lejos de gente que puede herirte, lejos de ruidos y lejos de chicas.

Zack comenzó a reír, tomando la carta entre sus frías manos.

—Lo haré.

Violet se sintió más tranquila, aunque vacía.

—Sé que no quieres volver a saber más de esta vida aquí, pero...

—Eh, no te preocupes —le sonrió —. La leeré.

Ella besó su mejilla, parándose de puntillas para lograrlo.

—La vida no necesita ser perfecta para ser extraordinaria.

Se hizo a un lado para mirarlo.

—Es lo que quise transmitir allí —apuntó la carta con sus cejas, alzándolas.

Zack observó el sobre al revés y al derecho. No tenía apuntada ni dirección ni nombres.

—¡Oh! No la coloqué porque sé de tu intención de comenzar un nuevo capítulo—le advirtió —. Solo léela y déjala como un recuerdo... el recuerdo de algo bueno.

Zack asintió, sintiendo sus ojos arder.

—¿Por qué eres tan especial para tus cosas, Violet Henley?

Violet levantó los hombros, más serena.

—Creo que lo hago para sentirme única. Como el personaje principal de un libro malo y lleno de polvo como esos de la biblioteca, ¿recuerdas?

Una lágrima cayó por la mejilla de Zack, que aun sonreía, aunque adolorido.

—Me muero por leerlo.

—Pero ya lo hiciste. Lo construimos juntos, ¿lo olvidas?

Una risa y luego el llanto. A Violet le dolió mucho haber provocado ese efecto en él. No quería que lo último que viese de Zack fuesen puras lágrimas.

—Pero no llores —Intentó consolarlo, acercándose —. ¿No ves que te pones todo rojo e hinchado cuando lloras?

Los ojos vidriosos de Zack la miraron y asintió, de acuerdo.

—Gracias por todo.

Ella sonrió, respirando con fuerza, sintiendo que la mirada y la nariz comenzaban a picarle. A pesar de cómo se sentía realmente, irguió la espalda y trató de mostrarse fuerte.

—Buen viaje.

Diana no pudo evitar comenzar a llorar en silencio al escuchar su despedida. Kevin la observó y sus labios también temblaron. Kris bajó la mirada y Alice suspiró, estrechándose a sí misma.

—Qué tengas una buena vida, Henley —le contestó él, soltando por fin sus manos en el aire.

Finalmente, el momento llegó. Zack Prawel tomó su equipaje y se volteó hacia el grupo de personas que contenían las lágrimas detrás de esas sonrisas que habían estudiado frente al espejo por horas.

—Gracias por asistir —dijo Zack, contemplando a cada uno de ellos —. Significa mucho para mí. Siempre lo hará.

Se colgó el bolso en el hombro y jaló el asa de su maleta, arrastrándola. Miró a Violet de las últimas. Bajó sus ojos hacia sus trenzas y sonrió con ternura, para luego darse media vuelta y alejarse rápidamente entre la multitud, dejando a todos atrás de sí. Violet no pudo moverse. Lo contempló desde allí, cuando cruzó las mamparas de vidrios que los separaban y entregó su pasaporte, el cual timbraron. Pasó por las hileras de una fila casi vacía, revisaron su equipaje y él guardó la carta en el bolsillo de su suéter rojo, olvidándose de momento de ella para ocuparse del trámite de revisión de cuerpo y bolsos.

Sus amigos lloraron y bajaron las miradas en silencio. Ninguno podía evitar recordar todos los momentos que habían pasado juntos, desde estudios a fiestas, desde caminatas a peleas. Todo había sido parte de sus vidas. Violet lo sabía más que nadie. Su corazón no dejaba de latir con fuerza y su pecho subía y bajaba velozmente. Kris caminó hacia su amiga y posó sus manos sobre sus hombros, los cuales temblaron ante el contacto humano. Se apartó, llorando, porque tenía la sensación de que, si alguien más la tocaba o se dirigía hacia ella, perdería el recuerdo que estaba grabando en su mente y en su piel de Zack. Sus últimos momentos en Australia.

—¿Vamos a casa ya, Violet?

Ella negó con la cabeza y se volvió hacia las mamparas de vidrio, soltando un aparatoso suspiro. Ya casi no podía verlo, lo que la asustó.

—Oh, no.

Sin meditar, trotó inconscientemente hasta los ventanales que separaban dos realidades distintas. A un lado, todos lloraban, incluyéndola. Al otro, gente comenzaba nuevas aventuras, ajenos a Australia, como si nunca hubiesen sido parte de ella. Sus manos se posaron contra el vidrio y respiró agitadamente contra este, sintiéndose encerrada como aquel koala que alguna vez estuvo atrapado en una máquina de juguetes y que Zack sacó con habilidad, iluminándola.

—¡Zack! —gritó, golpeando con las palmas de sus manos dos veces contra el vidrio.

Y el muchacho solo volteó una vez más. La voz de Violet penetró su cuerpo, obligándolo a mirarla a la distancia. Sus labios se entreabrieron, sin saber qué hacer o decir. La gente pasaba a su lado, todos entusiasmados por tomar un avión que los llevaba a nuevos destinos, mas para él, verla a ella allí, detrás de ese cristal, con expresión tensa y dolida, con las manos pegadas a la mampara, era la imagen más desgarradora que había visto.

La saludó a lo lejos, ocultando sus lágrimas. Ella movió sus manos, para luego echar una bocanada de aire sobre el vidrio y escribir lentamente en él un «lo siento». Zack formó una sonrisa y finalmente unas lágrimas recorrieron sus sonrosadas mejillas. Sus labios se movieron formando la palabra que faltaba: "Te amo". Pudo leerlo perfectamente, sin necesidad de escucharlo.

«Lo siento, te amo»

Agitó su mano en un movimiento sereno y lento, despidiéndose por última vez. Zack asintió, captando el mensaje, conforme se daba media vuelta y se alejaba por un pasillo reluciente e infinito, a recluirse en un lugar donde no lograría alcanzarlo jamás.

—Adiós, Zack —dijo ella casi sin voz, observando cómo su figura se perdía entre las personas. Parpadeó apoyando su frente y manos contra el cristal, lanzando un último suspiro que se iría con el último recuerdo de su tacto. Había perdido la batalla y a la vez ganado. Eran dos sentimientos encontrados, difíciles de comprender. Su corazón tenía mucho que revelar, mas el tiempo se había agotado.

Cuando se dio vuelta y vio a todos allí mirándola, entendió que todo había llegado a su fin. 

Hola,pequeños rabanitos. Queda un capítulo para terminar. Espero que hayan llorado o que estén a punto de hacerlo porque o si no, no actualizo más. No mentira jajaja

Espero que la canción también les haya gustado.A mi me hizo llorar.La tuve que repetir mil veces para escribir este capítulo y el próximo (además del epílogo).

Déjenme en los comentarios lo que piensan o sienten. Estaré al tanto de todo. Por cierto, si quieren unirse al grupo de lectores, el link está en mi perfil. Gracias por leerme, comentar, votar y apoyarme. ¡La familia crece!

-Blue.

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