Siempre soñé con encontrar el amor, era una adolescente, era obvio que lo que quería era eso.
¿Qué chica de 16 años no querría tener uno de esos romances adolescentes?
Yo lo quería, lo anhelaba.

Nunca había estado enamorada, nunca había sentido esas mariposas en el estómago de las que tanto hablan.
Quería sentirlo. Pero nadie era suficiente para mi, en la escuela muchos chicos me habían declarado su amor.
Pero no podía corresponderles si no sentía lo mismo, así que lo único que hacía era dar la vuelta y marcharme o decirles directamente que no quería nada.

Nadie me llamaba la atención, incluso mi hermana me ayudó a conseguir citas con los chicos más guapos e interesantes de la escuela.

No funcionó.

Casi un año buscando y nada, absolutamente nada.
Luego me rendí y me dije a mi misma que era joven y que tenía mucho tiempo para encontrar a ese alguien especial para mí.

Sólo hacía falta aguardar.

Claro que eso era lo que hacía falta, pues quizás si no hubiera decidido dejar de buscar a alguien lo suficientemente bueno para mí, tal vez no hubiera decidido ir a ese parque a pasar el rato con mis hermanos y nunca lo habría conocido a él.

Él cambió mi vida, él me enseñó a amar.

Él.