Capítulo 6.
Era domingo y estábamos en el partido de mis hermanos, en el cual no estaría si Javier no hubiera ido conmigo
El otro día, después de haber grabado su videoclip, le pregunté si quería ir conmigo y accedió, así que, ahí estábamos sentados viendo el partido.
Y no solo él y yo. Fue toda la banda también, solo mencioné fútbol y todos se me acercaron a preguntar de qué hablaba.
No estaba segura de cuanto tiempo había pasado desde que llegamos, no estaba prestando atención al partido, solo había estado pensando en el chico de ojos marrones que tenía justo a mí lado.
— No me dijiste que te gusta el fútbol.— dijo Javier.
— No me gusta.
— ¿Entonces porque has venido?
— Mis hermanos están jugando también y ellos me han dicho que venga a verlos.
Él me miró sin decir nada, no sabría descifrar su expresión, pero puedo decir qué era pasiva.
El partido terminó y el equipo de mis hermanos había ganado. Eso es algo bueno, a Oliver y Alex les hacía ilusión.
Me acerqué a ellos sonriendo.
— ¡Felicidades!— les dije sonriente— habrá que celebrar esta victoria.
— Lo sé— respondió Alex con entusiasmo— estábamos muy nerviosos, por un momento creí que nos ganarían.
— Pero no fue así.
Alex se acercó a su equipo, celebrando su triunfo.
Yo sin embargo me quedé parada en mi sitio, Javier estaba charlando con los demás, se veía alegre ese día, de hecho todos los días estaba de buen humor.
Intenté distraerme con algo mientras los demás hablaban sobre sus asuntos, me hubiera gustado llevar a Scooby pero la verdad no creo que la cancha de fútbol sea un buen sitio para pasear a un perro, así que decidí que mejor lo llevaría después al parque.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que alguien se había acercado a mí hasta que escuché carraspear a alguien al lado mío.
— ¿En qué piensas nena?— resultó ser Aron que me miraba como si fuera un panesillo para degustar y eso no me gustó
— En las mil y un maneras de matar a una persona.— respondí secamente.— y no me digas nena
Él solo se limitó a reír.
— Tú sarcasmo me divierte, sé que no estabas pensando en eso, tú no serías capaz de pensar en matar a una persona.
Claro que sí, a ti por ejemplo.
— ¿Seguirás rechazando mi propuesta de conocernos mejor?— Aron siguió hablando y noté que se había acercado más a mi.
— Debes saber que a mí no me interesa conocerte en lo más mínimo— dije mientras intentaba alejarme de él.
— Nena, no sabes de lo que te pierdes, yo podría hacerte conocer el propio cielo con solo una caricia.
El castaño levantó la mano con la intención de tomarme por la cintura, pero antes de que pudiera tocarme una voz diciendo mi nombre sonó a mis espaldas. No hizo falta darme vuelta para saber de quién se trataba
Javier se acercó a mí hasta que mi espalda quedó pegada a su pecho, Aron retrocedió y miró al pelinegro con cara de pocos amigos, cómo si quisiera retarlo con la mirada, pero Javier no parecía tener ni la más mínima intención de discutir con él y no lo culpo, yo tampoco me interesaría en discutir con un idiota como Aron. No entiendo cómo es que a mis hermanos les agradaba ese chico.
Además de qué es un atrevido.
— Tus hermanos me han dicho que no irán a tu casa hasta más tarde— Javier me miró ignorando por completo la mirada de mal humor que el castaño le estaba dando— me han pedido que te acompañe.
— Bien, ya me quiero ir, no quiero estar aquí más tiempo.
— Espera— la voz de Aron hizo a que me detuviera..
— ¿Que quieres?— le dije molesta.
— No me has dicho cuando será nuestra cita.
— Ella no te ha dicho nada sobre una cita, lo mejor será que te vayas.— le espetó Javier.
— Será mejor que dejes de meterte en lo que no te importa— le contestó el otro alzando un poco más la voz.
— Me importa más de lo que crees.
Javier dio un paso al frente, dejándome detrás de él, cómo sí quisiera protegerme de Aron.
Y yo solo intentaba no ruborizarme por lo que había dicho Javier anteriormente.
— ¿Te crees que puedes contra mi? Vamos a averi...
A Aron no le dio tiempo a terminar la frase porque una voz lo interrumpió
— ¡Chicos calmaos los dos!— Carlos, uno de los amigos de Javier se acercó para evitar un problema más grande.— Hey tío, lo mejor será que te marches a casa.
Aron decidió alejarse al ver que todos los demás se habían acercado.
Es un completo idiota.
— Hey, Jav no te alteres, mejor vayamos a casa que tenemos cosas que hacer— Patricia le puso la mano en el hombro captando su atención.
El solo volteó a mirarla a los ojos y asintió.
— Llevaré a Elsa a su casa, vosotros ya os podéis ir.
Los chicos se marchan tras despedirse de mi y nosostros tomamos la calle rumbo a mi casa.
En el camino no hablamos mucho, solo unas cuantas palabras, pero yo no quería quedarme callada, verlo tan serio me hizo sentir extraña así que abrí la boca intentando decir algo, pero otra persona se adelantó a hablar antes que yo y no fue precisamente una persona que me agradara mucho.
Blanca se había acercado a nosotros, o mejor dicho, a Javier; con esa sonrisa maliciosa y seductora que usaba para coquetear con los chicos y yo no pude evitar sentir celos.
— No creí volver a verte— dijo ella.
— Tampoco yo— le respondió él, aunque no detecté alguna pizca de emoción en su voz.
Debo decir que eso me alivió un poco.
Blanca soltó una risita coqueta y siguió hablando.
— Me da gusto verte de nuevo, tenerte en la misma ciudad que yo es simplemente increíble ¿te imaginas?, tú, el cantante de Inmortales aquí en la Ciudad de México.
Javier sonrió ante su comentario y no pude evitar sentirme fuera de lugar, como si mi presencia no importara en absoluto.
Era conciente de que él era famoso y que cualquiera que lo conociera se alegraría de verlo, le pediría autógrafos y fotos. Pero también era conciente de que Blanca no lo hacía por ser fan, lo hacía por mí, porque tenía unas ganas incontrolables de hacerme la vida imposible.
—...me gustaría que pudiéramos hablar un día de estos en otro lugar, ir a tomar café o hacer alguna otra cosa divertida.— Blanca siguió mostrando esa sonrisa coqueta y enredando uno de sus dedos en su pelo.
No lo aguanté más, sentirme excluida no sería tan malo si no fuera porque la chica que más odio estaba hablando con el chico que me gusta, así que decidí hablar para tener la atención de Javier de nuevo.
— Javier, debo irme a mi casa ya. Puedo caminar sola desde aquí, así que si tú quieres aquí nos despedimos, te veré otro día.
El por fin centró su atención en mi.
Me miró nos segundos y después habló:
— No, te acompañaré hasta tu casa.
— ¿Estás seguro?
— Lo estoy.
— Creo que Elsa puede cuidarse sola— dijo Blanca, con ese tono de molestia que usaba cuando algo no salía como quería.
— Tal vez, pero no me arriesgaré a que le pase algo malo.— le contestó el pelinegro.
Contuve las ganas de reírme al ver la cara que puso Blanca al escucharlo.
Ella estaba acostumbrada a que los chicos caían rendidos a sus pies con solo sonreírles, pero parece que con Javier no funcionó y la verdad es que eso me provocó una satisfacción enorme.
¿Fuí egoísta?
Tal vez pero saber que Javier no estaba dispuesto a caer en los encantos de Blanca me hizo sentir sumamente bien.
No podría soportar el hecho de que a ese chico le atrayera Blanca, eso sería como enterrarme una daga en el pecho.
A nadie le agrada que la persona que me gusta esté interesado en otra persona, y yo no soy la excepción.
Después de unas cuantas miradas fulminantes que Blanca me dedicó dejándome ver su desagrado y rencor hacia mi por no haberse salido con la suya, por fin decidió marcharse, así que Javier y yo continuamos caminando, pero él seguía silencioso y aunque ese silencio no era muy tenso ni incómodo yo no pude soportarlo y me animé a hablar.
— Gracias por defenderme hace un rato de Aron— dije con palabras sinceras.
— No me lo agradezcas, el no debió comportarse así contigo.
— No creo que a él le importe eso.
No responde, pareciera que estaba pensando en algo.
— ¿Tienes hambre?— preguntó de pronto.
No había pensado en la palabra comida desde que terminó el partido, la situación con Aron, el silencio de Javier y el caso con Blanca me hicieron olvidar que necesito comer para vivir. Pero la verdad es que mi estómago estaba ansioso por ser satisfecho.
— Si— respondo.
— Entonces vamos a comer algo. Hay un restaurante por aquí, los chicos y yo venimos de vez en cuando a comer, cuando nadie quiere cocinar.
Me reí ante esto último, y dejé que me guiara.
Llegamos a un restaurante que por su aspecto parecía que allí entraba solo gente con mucho dinero, pero eso a Javier no pareció importarle demasiado y entró como si nada, yo iba detrás de él pensando qué tal vez era una mejor idea sentarnos a comer en algún puesto de comida rápida.
Intenté decirle eso pero él ya estaba sentado en una de las mesas junto a la ventana de vidrio, así que hice lo mismo.
La mesera nos dió él menú y mientras paseaba la vista por la gigante lista de comida me sorprendí al ver los precios.
— ¿Sabes? Creo que era mejor comer algo afuera, esto es muy caro— murmuré atrayendo su atención.
— No te preocupes por el precio de la comida, yo pagaré.
— Precisamente por eso, no quiero aprovecharme.
— Ya te dije que no tienes de que preocuparte— dijo sonriendo.
Cedí, ya que se que no serviría de nada insistir, porque si yo digo no el diría sí.
Así que preferí quedarme callada. El no era alguien a quién le gustara mandar, pero sí alguien muy testarudo. Creo que en eso somos iguales.
Opté por pedir un platillo de nombre extraño, que nunca en la vida había probado pero que se veía muy apetitoso. Claro, también procuré que no fuera muy costoso.
Javier, por su parte pidió algo diferente, una comida que también era desconocida para mi, pero que supuse que él había probado miles de veces.
Comimos en silencio, ese silencio que Javier me estaba obligando a hacer.
Intenté pensar en algo lógico que pudiera explicar por qué estaba tan callado pero no se me ocurrió nada, simplemente era extraño.
Él siempre sonreía y hablaba de cualquier cosa, así fuera el peor momento, el nunca dejaba pasar el momento para mostrar una sonrisa.
Por eso, verlo tan callado me resultó extraño.
Pero supuse que él, así como todas las personas, tenía sus momentos serios, pero ese no era un momento serio porque estábamos es un restaurante comiendo, no era para permanecer callados todo el tiempo.
Y ahora que lo recuerdo, había estado callado todo el día, osea, hablaba pero la mayor parte del tiempo había permanecido callado.
Una parte de mi ansiaba preguntarle el motivo de su silencio, pero la otra simplemente tenía miedo. Si, miedo de que pudiera reaccionar de una manera agresiva o que se enojara conmigo.
Así que lo dejé pasar. Porque eso es lo que haces cuando quieres y respetas a una persona ¿cierto?. Entiendes sus silencios, o por lo menos yo lo estaba intentando.
Terminé de comer y por un momento no supe que hacer o decir, Javier ya había terminado hace un rato.
Si saber exactamente lo que debía hacer miré a Javier y le dije:
— Creo...creo que ya debería irme.
No le respondió y eso me hizo apartar la mirada pensando qué tal vez le había molestado.
— Vamos— lo escuché decir.
Suspiré y me levanté de la silla, Javier pidió la cuenta, pagó y salimos de ahí.
El aire frío del invierno golpeó mi cara haciéndome tiritar. Las vacaciones ya habían comenzado hace dos días. Estábamos a 17 de diciembre, dentro de cuatro días sería mi cumpleaños número diecisiete.
El frío se calaba en mi cuerpo provocándome un pequeño escalofrío, fui tonta al no querer ponerme más que un suéter que no me protegía de nada. Cuanto antes llegara a mi casa, mejor.
— Elsa, ¿que no sabes que es invierno y que tienes que estar abrigada?— me dijo Javier al tiempo que me ponía su abrigo negro.
Estaba ocupada teniendo frío y pensando en mí cobija calientita que había olvidado que estaba con él.
— No creí que haría más frío a esta hora— me defendí— cuando salí de mi casa no tenía frío.
Negó con la cabeza y curvó sus labios dejando ver una pequeña sonrisa.
— ¿Tú no tienes frío?— pregunté.
— Lo podré soportar, el frío aquí no es tan insoportable.
— ¿Lo dices porque aquí no cae nieve?
— Si
— Bien, pues cuando caiga nieve aquí ya te veré temblando de frío.
Lo escuché reír, lo cual fue música para mis oídos.
— No creo que caiga nieve aquí— dijo
— No lo sé, a veces creemos estar seguros de algo y después la vida nos muestra que estábamos equivocados.
Me miró, enarcando una ceja.
— ¿Eso lo leíste en algún libro?— preguntó dudando que eso haya salido de mi.
— Claro que no, bueno si está en un libro pero yo lo escribí. No lo leí, es la diferencia.
— ¿Es ese libro cursi del que me hablaste antes?
Recuerdo que me dijiste que se llama la Curva del Amor
— Por favor no digas su nombre, y si, en ese libro escribí lo que te dije.
— ¿Porque no decir su nombre?. Emily tuvo una forma curiosa de conocer a Dominic.
En el momento en el que dijo eso, sentí como mi corazón comenzó a latir con más fuerza, amenazando con salirse de mi pecho.
— ¿Leíste mi libro?— pregunté en un susurro, mirándolo fijamente.
El solo sonrió divertido, quizás por mí reacción.
En mi mente solo se repetía una y otra vez la misma frase
¡Javier leyó mi libro!
— Si, lo leí.— confirmó
— Pero...¿cuándo?...¿cómo?... quiero decir...yo...yo no...yo— genial, había comenzado a tartamudear.
El seguía sin borrar la sonrisa de su rostro.
— Se lo que intentas decir—murmuró— Cuando me dijiste como se llama la novela que estabas escribiendo también me dijiste en que plataforma la escribías, así que solo tuve que descargar la aplicación, buscar el nombre del libro y listo. La verdad no fue tan difícil.
Yo estaba al borde del colapso, es que nunca imaginé que él fuera capaz de leer mi libro, creí que solo me había pedido el nombre de mi novela por simple curiosidad, pero nunca pensé que la leería.
Todo eso me provocó tanta vergüenza que solo deseé que la tierra me tragara porque:
Uno: la historia era tan empalagosa y cursi, de principio a fin.
Y dos: no estaba segura de que tuviera una gran narración de los hechos.
¿Y porque me importaba que la historia estuviera bien narrada o no?
Si nunca me había parado a pensar en eso.
De pronto quise salir corriendo de ahí, y lo hice. O al menos lo intenté, porque tan pronto como di un paso resbalé con el suelo mojado a causa de la llovizna de invierno. Pero Javier siempre estaba ahí para no dejarme caer.
Me sujetó de un brazo y me jaló pegándome a él, con el otro brazo me sujetó de la cintura.
Mi rostro quedó tan cerca del suyo, nuestras narices casi se rozaban y mis manos quedaron aferradas a sus hombros, estábamos tan cerca que no pude evitar mirar sus labios, estaban rojos a causa del frío.
Me mordí el labio inferior tratando de contener las ganas que tenía de besarlo, aunque si lo hubiera hecho, lo hubiera besado de no ser porque me soltó en ese momento.
Carraspeé algo incómoda por la situación y me di la vuelta intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón.
— Elsa— lo escuché decir
— ¿Si?— contesté sin mirarlo
— Deberíamos irnos.
Asentí aún sin mirarlo.
Caminamos en silencio, un silencio tenso, al menos para mí.
Me sentí más tranquila cuando estuvimos al frente de mi casa. Solo esperé que mi padre no nos descubriera allí afuera de nuevo.
Entré al jardín de mi casa, no era como el de la casa de Javier, solo tenía un árbol plantado en la parte derecha y algunas flores que mi madre había plantado.
No avancé un solo paso, solo me quedé parado cerca de la valla de madera que rodeaba mi casa, esperando a que él dijera algo, pero no lo hizo, es su lugar fui yo la que habló:
— Gracias por traerme, y gracias por la comida también.
Sonreí intentando esconder el nerviosismo que tenía, a causa de lo sucedido anteriormente.
— De nada, ya me tengo que ir, seguramente mis colegas me estarán esperando.
Asentí y me di la vuelta para caminar hacia la entrada de mi casa, aunque no llegue a caminar más de diez pasos porque Javier me tomo de la mano al tiempo que decía:
— Elsa, espera.
Me di la vuelta para saber que quería, pero tan pronto como lo hice el pegó sus labios a los míos.
Yo estaba en shock, no podía creer lo que estaba pasando, durante los primeros segundos no me moví, pero después correspondí el beso, rodeé su cuello con mis brazos mientras el tenía las manos puestas en mi cintura y me pegó más a él.
Todo desapareció al rededor, para mí solo existía él, nosotros.
Sentí que mi corazón palpitaba con más fuerza mientras que yo no podía dejar de besarlo.
Había deseado hacerlo desde hace tiempo, había mirado sus labios varias veces, tantas veces quise que este momento llegara y ahora estaba ocurriendo. Yo estaba besando a Javier, estaba haciendo lo que más había anhelado desde que lo conocí.
No podía sentirme más feliz y dichosa.
Fue un beso lleno de ternura, no fue apresurado, más bien, lento, como si fuéramos de cristal y el más mínimo movimiento brusco nos fuera a romper.
Dejó de besarme y pegó su frente a la mía aún sin abrir los ojos sus manos seguían aferradas a mi cintura y las mías a sus hombros.
Cuando abrió los ojos me soltó la cintura.
— Adiós— susurró con la voz ronca.
Acto seguido se fue. Yo me quedé mirándolo tratando de calmar mi respiración agitada.
No sé que había sido eso ni que significaba, pero me hizo condenadamente feliz.
Ese no había sido mi primer beso, pero había sido el mejor.
••••••
¡¡Su primer beso!!
No podía esperar a escribir este maravilloso momento.
Elsa quedó embobada por el beso y Javier satisfecho jajaja...en fin...si se preguntan porque Javier estaba tan callado es porque desde que fueron al partido lo único que quería hacer era besar a la pelirroja...y lo hizo jejeje.
Ahora sólo me queda decirles ¡Hasta pronto!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top