Capítulo 3.

Normalmente me gustaba estar en la pastelería atendiendo a las personas que iban a comprar rebanadas de pastel o helado.
Pero nadie me dijo que ese día me tocaría una pareja que llevaba quince minutos diciéndose cosas cursis y besándose a cada segundo.

¡Era un asco!

Me quería ir de allí, pero ¿quien atendería?

— Aquí están los cinco vasos de helado que pidieron— dije.

La pareja se dio la vuelta a mirarme y tomaron los vasos de helado.

Suerte que no se me olvidó cobrarles

Debí cobrarles también por besarse en frente de mi.

— Elsa

Me giré para ver a la persona que me llamaba.

Mi padre.

— ¿Sí?

— Oliver llegará en unos treinta minutos, y tú te quedarás aquí  atendiendo mientras yo voy a la casa por unas cosas ¿de acuerdo?

— Está bien, me quedo.

— vuelvo en un rato.

Se fue de la tienda y yo me quedé ahí pensando en si valía la pena mi existencia.

Justo cuando ya estaba a punto de quedarme dormida a causa del aburrimiento escuché la campanilla de la tienda sonar.
Me incorporé rápidamente y me asomé creyendo que se trataría de Oliver o de mi padre.

Pero no era ninguno de ellos.

Era...¡El chico que me salvó de caer en la calle!

¡Estaba allí!

Ni siquiera podía pronunciar palabra alguna. Me había quedado muda.

— Buenos días— saludó

— Bu... buenos días

¿Que me pasaba?

— Quiero un helado de vainilla

— Claro.

Mientras servía el helado en el vaso, no pude evitar sonreír, y al girarme para darle lo que me había pedido, descubrí que me está mirando.

No quiero ni imaginar de que color estaba mi cara en esos momentos.

Seguramente era tan roja como un tomate.

— ¿Acaso tu eres la chica que casi se cae en la calle ayer?— preguntó con esa voz tan suya.

— Yo...— por un momento pensé en mentir y decirle que no, que no se de que me estaba hablando, pero luego decidí no hacerlo— si, soy yo.

— No pensé en encontrarte de nuevo.

Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho.

Justo cuando le tendí el vaso con helado, mi mano comenzó a temblar y solté el vaso causando que cayera al suelo.

¡Que vergüenza!

— Ay no, no, no,no— rápidamente me acerqué a él para limpiar el desastre que hice— lo siento, lo siento, lo siento. Que torpe soy, te daré otro vaso, sólo déjame limpiar esto.

Me agaché para recoger el vaso y lo poco que quedó dentro de él.
Y cuando lo hice, el chico también se agachó para hacer lo mismo y su mano quedó encima de la mía.

Me puse roja al instante.

— Lo siento— se disculpó

En un intento torpe de levantarme, pisé accidentalmente el helado que se había quedado en el suelo y resbalé
Justo como el día de anterior, aquel chico de pelo largo de quien todavía no sabía su nombre, me salvó de caer al suelo sujetándome de la cintura.

Benditas sean esas manos

Cuando me aparté de él me di cuenta de que sus botas estaban manchadas de helado.

— Ay no, te daré una servilleta para que limpies tus zapatos— dije al tiempo que tomaba una servilleta de papel para entregársela.

— Gracias— dijo, recibiendo la servilleta.

Mientras él se limpiaba yo servía más helado en otro vaso.

— Quiero disculparme por mi torpeza, yo...toma— le entregué el helado

— ¿Cuánto te debo?

— ¿Tú? Nada, soy yo la que debería darte algo por haber manchado tus botas, pero como no tengo nada que darte lo más que puedo hacer es dejar que te lleves el helado gratis.

¿Qué acabo de decir?

— ¿Qué?— preguntó confuso

— Que te puedes llevar el helado gratis

— No. Lo voy a pagar.

— Pero...

— ¿Cuánto es?

No creo que quiera rendirse.

— quince pesos.— contesté

— Ok.

No estaba segura de que debiera recibir ese dinero, así que dije:

— Sigo sin creer que sea justo, ¿que puedo hacer para compensar lo de tus zapatos?, y...todo lo demás.

El analizó lo que acababa de decir y supongo que se dio cuenta de que estaba hablando enserio porque dijo

— Bueno, si de verdad quieres hacer algo por mi, ¿que te parece una paseo conmigo?

¿A caso...? ¿Acababa de decir...?

¡Claro!

— ¿A donde?— dije sin embargo

— A dónde tú quieras.

El corazón me iba a mil.

— ¿Como se que no me quieres secuestrar?— pregunté entre cerrando los ojos

Escuché su risa y casi me dieron ganas de grabarla y escucharla para dormir.

— ¿Te parezco un secuestrador?

— No

— ¿Entonces...si o no?

A pesar de que tenía ganas de decir que sí , fingí pensar la respuesta.

— Está bien— dije por fin— pero que sea en un lugar público.

El sonrió levemente y me dieron ganas de lanzarme a sus brazos, aunque tomando en cuenta de que nos acabábamos de conocer no creo que haya sido la mejor idea del mundo así que solo me quedé parada en mi lugar.

— Como quieras. Por cierto, ¿Como te llamas?

— Elsa, Elsa Anderson

— Elsa Anderson— repitió

Me gustó como sonó mi nombre en su boca.

— ¿A que hora sales de aquí?— preguntó

— En media hora.

— De acuerdo. Te estaré esperando afuera en media hora.

Se dio la vuelta para irse pero se detuvo en cuanto dije:

— Espera, aún no me has dicho como te llamas tú.

Me miró por encima de su hombro y luego habló

— Javier. Me llamo Javier.

Acto seguido se marchó

                                 — ♪♪♪ —

Luego de una larga charla entre Oliver y yo por fin me dejó ir.

Le dije que aún no iría a casa, de hecho le dije que saldría a buscar más comida y algún juguete para Scooby.
No estoy segura de que me haya creído pero al menos no insistió.

Ahora mi único obstáculo sería no morirme de nervios frente a Javier.
Aunque tampoco estaba muy segura de que hubiera acudido para tener la dichosa cita. Así que me preparé mentalmente para una decepción.

Quizás sólo me mintió y al final no iría

Salí de la tienda y miré al frente.

No había nadie.

Lo sabía

Estuve a punto de volver a entrar a la tienda pero me detuve al verlo del otro lado de la calle, al lado de un árbol.

Sonreí inconscientemente al verlo y crucé la calle para alcanzarlo.

— Hola— me saludó

— Hola— correspondí el saludo— ¿sabes?, sigo creyendo que esto es una completa locura.

— ¿Por qué dices eso?

— Pues porque estoy aquí, a punto de dar un paseo con alguien que acabo de conocer y sin saber a dónde me llevará.

Javier se rió y yo contuve las ganas que tenía de decirle que me gustaba su risa.

— No te voy a llevar a ningún lugar extraño.— se quedó callado un momento y luego prosiguió — Yo también pienso que es una locura que hayas aceptado, creí que me mandarías por una tubería.

— ¿Tan mala parezco?

— No, pero no todas las chicas aceptan salir con alguien a la primera, creí que tú eras así.

— De hecho, suelo dudar mucho de las personas, no soy muy sociable. Mi vida social se reduce a mis hermanos y mis padres.

— ¿Y porque aceptaste venir conmigo?

No le di respuesta, sólo me encogí de hombros dándole a entender que no sabía porque lo hice.
Comenzamos a caminar por la calle hasta llegar al parque hablando de cosas al azar.

— ¿Así que eres músico?— pregunté al acabo de un rato, me había dicho que se tenía una banda de Rock.— supongo que eres famoso.

— Si, bueno todavía no tanto, apenas son nuestros inicios. Pero ya hemos sacado un disco y ya estamos trabajando en el siguiente.

— Vaya, ¿y cómo se llaman?

— El primero se llama Recuerdos que lastiman, tiene 13 canciones, todas producto de la imaginación de Jesús. El segundo disco es El Cementerio de las Brujas.— sonrió — aún no está terminado pero ya están listas la mayoría de las canciones.

Me sorprendió la ilusión con la que me contó todo eso, y pude asegurar que le encantaba hablar de música, lo pude ver en en sus ojos y además porque mientras hablaba sonreía.

Yo no entendía como es que eso me gustaba tanto, si apenas lo conocía.

— Oh, ¿Por qué se llama El Cementerio de las Brujas?— pregunté volviendo al tema.

— Porque habla sobre magia, negra, blanca, verde, roja, todo tipo de magia que te puedas imaginar. A Jesús le encanta todo lo relacionado con la magia en general, y a los demás también.

— Wow. ¿Quién es Jesús?

Temí el estar haciendo demasiadas preguntas pero a él no parecía molestarle.

Al menos eso era lo que parecía.

— Jesús es el baterista de la banda, y el líder también.

— Oh. ¿Cuál es tu función ahí?

— Yo canto.

Ahora entendía porque tenía la voz tan hermosa.

— Eso es genial, seguro que cantas bonito.— intenté no parecer muy obvia con lo que quise dar a entender— Yo parezco un gallo con catarro cuando lo hago, por eso me sacaron inmediatamente del grupo de coro cuando me escucharon cantar.

Lo escuché reír ante mi comentario.

De hecho ni siquiera entré por pena a ser escuchada. Aunque no creo que mi voz suene tan mal como se la había descrito pero, quise poner un toque dramático al asunto.

Je, je, je

No sé cuanto tiempo nos lo pasamos hablando pero de pronto me di cuenta de que empezó a oscurecer y decidí qué era hora de regresar a casa, Aunque en realidad no era lo que quería.

— Bueno— dije levantándome de la banca en la que en algún momento de nuestra charla nos sentamos— me tengo que ir.

—  De acuerdo, ¿Quieres que te acompañe a casa?

— No gracias, regresaré a la tienda. Me iré con mi hermano.

— Está bien.

Javier también se levantó

Me acompañó hasta la tienda y me sorprendió el que aún no quisiera despedirme de él. Era extraño, ¡porque acababa de conocerlo!

— Adiós— me dijo — fue un gusto conocerte Elsa Anderson.

— Lo mismo digo, Javier Rodríguez

Y con esto el chico de ojos marrones se marchó

Entré a la tienda y me encontré con los ojos de mi hermano entrecerrados

Pareciera que hice algo malo o raro.

¿Lo hice?

— ¿Quién es él?— preguntó

— ¿De que hablas?— me hice la inocente.

— No finjas, te ví, dime ¿quién es ese chico y porque estabas con él?— aunque lo que quería era parecer enfadado conmigo, en el fondo sabía que no era así y que solo queo darse ese aire de hermano mayor sobreprotector.

— No te enojes, sólo fue un paseo.

— Ya veo, ¿es otra de tus citas?

— No, el es un amigo nada más, lo de las citas se acabó.

— ¿Un amigo dices? ¿Desde cuando Elsa Anderson tiene amigos?

Lo fulmino con la mirada.

— Desde hoy— gruñí

— Ok, ayúdame a guardar todo y nos iremos a casa, tengo un hambre feroz.

Ayudé a mi hermano a guardar las cosas mientras charlabamos y nos reíamos por las bromas que él hacía.
No entiendo como es que pude desperdiciar casi un año en esas citas que al final no sirvieron de nada.

Al final llegamos a casa y como siempre el aroma exquisito de la comida de mamá inundaba la casa.
Papá estaba con ella en la cocina.

Alex y Jessica estaban  jugando cartas.

Nunca entendí ese juego, lo único que veían mis ojos en esas cartas eran dibujitos y números.

Creo.

Scooby me recibió alegre como siempre, yo lo abracé mientras le decía todas esas palabras cursis que sólo a él le podía decir sin ponerme roja.

Cenamos tranquilamente como siempre hablando de cualquier cosa.

Tenía miedo de que Oliver les mencionara a mis padres algo sobre mi salida con Javier, pero creo que había decidido guardarme el secreto.

Te quiero Oliver.

Más tarde decidí ir a dormir.

Y no se porque pero mi último pensamiento antes de quedarme dormida fue aquel chico de ojos marrones que unas horas antes no podía dejar de mirar.

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