Templo de la Muerte
Mis manos temblaban, estaba tan nerviosa que podía sentir como mi temperatura corporal había bajado, y mis piernas temblaban.
— ¿Sabes cuántas leyes estamos transgrediendo?!— Le dije con voz histérica a Leo pero a su vez como un susurro.
— Ángela...silencio, no me dejas pensar.— Me contestó Leo.
— Estoy hablando en serio Leo... Allanamiento, daño al patrimonio de la humanidad, robo... ¿Quieres que siga?—
— Ángela, sólo me pones más nervioso, a veces eres tan...—
— Frustrante ¡lo sé! no puedo evitarlo, estoy muriendo de nervios.— Le dije a Leo mientras tratábamos de escabullirnos a una zona arqueológica, le llamaban el Templo de las Calaveras, un templo dedicado a Mictlantecuhtli.
Habíamos esperado mucho tiempo para que anocheciera, y que todos se fueran, era una zona arqueológica que no tenía mucho de ser descubierta, en realidad pocos sabían de ella.
Estar ahí solo me ponía los pelos de punta. ¿Encima de todo tenía que allanar el patrimonio cultural de la humanidad?
¡¿En que me había metido?! Eso sin mencionar que estaba a unas horas de ver a la muerte literal, hacerlo carne y hueso, hacerlo humano, si eso podía suceder.
Estaba nerviosa y tenía una opresión en el pecho, temblaba y mi corazón latía tan rápido.
¡¿En serio iba a hacerlo?! Quería a mi familia de nuevo conmigo pero esto... A veces solo quería irme lejos, de todos.
A nuestro favor estaba que era día de los muertos, una noche en que los muertos y los vivos conviven entre humo de copal, luz de veladoras y flores de cempasúchil.
Leo venía cargando a regañadientes una mochila con varias veladoras,flores de cempasúchil, e incienso, además de agua bendita. Lo cual no tenía sentido para mí, Dios me había abandonado a mi suerte, para ir a parar a los brazos de la muerte.
Ni Leo, ni Adam querían dejarme hacer esto, mucho menos Amelia. Pero no les había quedado de otra, más que ayudarme.
El problema era que solo Leo, Amelia y yo éramos humanos. No atravesamos paredes, ni aparecemos a nuestro antojo en otro lugar.
La zona arqueológica estaba rodeada por un muro de piedra, que no estaba del todo terminado. Se podría decir que a simple vista no se veía que fuera tan difícil entrar, claro que en práctica la cosa era diferente.
Amelia había insistido tanto en venir, y era tan testaruda que preferimos que nos acompañara y vigilarla a que llegará de improviso como aquella vez a mi casa.
Adam había estado tan distraído que no le había dado tiempo de reaccionar para que Amelia no lo viera, además creo que aquella marca que Canek le había dejado, lo había debilitado. Adam podía decidir si alguien quería que lo viera o no, claro que en mi caso Mortis no dejaba que se acercara a mí.
Leo y yo intentábamos encontrar en medio de la oscuridad algún punto que nos dejara saltar la barda de la forma más fácil.
Pero entre tanta tierra y piedra suelta, además de la oscuridad, era algo complicado. Y yo no tenía deseos de entrar a ese lugar que me ponía la piel chinita.
No quería entrar, podía sentir lo que había del otro lado, era un pequeño mundo en el que los muertos reinaban, donde la muerte reinaba.
Esos susurros y ecos conforme pasaba el tiempo se hacían más claros. Trataba de no prestar atención a ellos, pero no importaba, no podía evitar esa sensación de frío que me recorría por todo el cuerpo.
Ninguno de ellos estaba de acuerdo, nadie sabía con exactitud las consecuencias de lo que iba a pasar esta noche.
— Adara podemos encontrar otra forma... No es necesario que tú...— Oía su voz llena de nerviosismo, preocupación, duda. Algo inusual en la Muerte.
— ¡¿Qué otra forma?! Además... Esto era lo que querías ¿no? Querías que aceptara ser tu dama, bueno ahí está... Lo pediste y yo...— La muerte me interrumpió, sé que estaba irritable y que quizás la muerte no tuviera la culpa. Pero estaba preocupada y nerviosa, traerlo a la vida podría cambiar el rumbo de la humanidad y todo por salvar a mi familia. O quizás había algo más que ni yo misma me atrevía a admitir.
Quizás en el fondo... Yo...
— Ángela, y si acercamos la camioneta... trepamos por el techo y creo que de esa forma sería más fácil brincar la barda de piedra... A decir verdad no me da confianza esa barda creo que las piedras están sueltas, así que iré primero.— Nos dijo Leo a Amelia y a mí. Interrumpiendo mis pensamientos.
Leo regresó de nuevo hacia la camioneta que había traído, era una camioneta tipo pick-up azul ultramar. Mientras Amelia y yo esperábamos. El silencio reinó unos segundos hasta que Amelia decidió hablar.
— Lamento haberte dicho que querías quedarte con Leo, cuando en realidad tú estabas pasando tiempo con Adam y él te había pedido que no me contarás nada. — Dijo tímidamente Amelia.
— No te preocupes. Para ser sincera yo moria por decirte la verdad, que volvieras a ver a tu hermano pero Adam no me dejaba, y al final pensé que el podría tener razón, era mejor que estuvieras alejada de esto. Y preferí que pensaras que entre Leo y yo había algo, después de todo, si te decía que en realidad estaba metida en este lío junto con Adam me ibas a meter en un psiquiátrico.— Dije riendo.
— Creo que de alguna forma sabía que Adam seguía por aquí, y que aún estaba muy cerca de mí, quizás debía huir pero, al verlo ahí, lo único que quería era... Abrazarlo.— Me dijo Amelia llena de felicidad.
— Lo extrañé tanto, y me hacía tanta falta. Sin embargo creo que ahora seré yo la que le va a hacer falta. Sobre todo por que esa Aura no me gusta para mi hermano. Tú y Adam eran... ¡Dios! Se complementaban, sé que ahora no puede haber nada entre ustedes, pero...
Tampoco puedes negar que sigues sintiendo algo por él. Sé que no debería de hablarte de esto, y que es muy cosa de ustedes... Pero Ángela creo que debo decirte esto, por que Adam es mi hermano y tú eres como esa hermana que jamás tuve.
Debes despedirte de Adam, ambos necesitan concluir lo que nunca concluyó, más si tú vas a a hacer esto, Adam y tú, ambos se lo merecen.—
Amelia tenía razón, pero no tenía el coraje de hacerlo, pero si lo quería tenía que hacerlo.
— Pensé que cuando Adam te contará toda la verdad ahora si me odiarias. Porque indirectamente tuve la culpa de su muerte, y eso... Eso es algo que no se olvida tan fácil.—
— Adam me contó que te culpas sin embargo, le ahorraste una muerte dolorosa a mi hermano Ángela, creo que La Muerte no debió llevárselo así, pero cuando Adam falleció, los médicos se dieron cuenta que Adam padecía de una cardiopatía, lo que implicaba que tenía poco tiempo de vida, era cuestión de tiempo para que Adam...— Su frase quedó inconclusa, a pesar de tenerlo ahí y haberlo visto, entendía que no era lo mismo que estuviera vivo. Nadie mejor que yo lo sabía, su muerte hacía una gran diferencia.
Ambas nos quedamos en silencio, el ruido del motor de la camioneta nos hizo volver a la realidad, a pesar de todo estaba feliz de que Amelia no me odiara, aunque tenía razón en algo, debía de terminar ese capítulo inconcluso con Adam. Y antes de que Leo se acercara decidí pedirle ayuda a quien más conocía a Adam, por supuesto a su hermana.
— Amelia, ¿puedo pedirte un favor?— Le dije temerosa.
— Dime Ángela—
— ¿Crees que me podrías ayudar con eso? Tienes razón debo... Debo de liberar a tu hermano de mí... Y creo que el que estés aquí, lo va a hacer menos duro para mí y para él.—
— Ya... Déjamelo a mí Ángela, ahora creo que lo importante es que recuperes a tu familia, sé que no estamos de acuerdo, pero si estuviéramos en tu lugar creo que haríamos lo mismo.— No pude hacer nada más que sonreírle en agradecimiento, puso su mano sobre mi brazo y yo mi mano sobre la de ella. Egoístamente agradecí no estar sola ahora, aunque poner en riesgo a Amelia era otra de las cosas que tenía que agregar a mi lista.
Leo estacionó la camioneta a un costado de la vieja barda de la zona, parecía estar en reparaciones.
— Iré primero y luego ustedes, yo las recibiré del otro lado. ¿De acuerdo?— Ambas asentimos.
Leo subió con agilidad por la camioneta hasta el techo ayudándose con la barda, pero antes de saltar se quitó la chamarra de piel que llevaba. Supongo que no dejaría que él se pudiera mover a gusto.
En cuanto se quitó la chamarra vi como es playera ajustada oscura se pegaba de buena gana a su cuerpo, sinceramente lo haría yo también. A veces era un caso perdido, a decir verdad quién podría resistirse a ese hombre de sangre caliente y corazón latente. Desearía levantar la mano, pero la tentación era grande.
No podía evitar mirarlo, con eso me bastaba.
De repente desapareció de nuestra vista y se oyó un golpe seco del otro lado de la barda. Amelia y yo trepamos por la camioneta y nos asomamos a ver si Leo estaba bien.
— Su turno — Dijo Leo, mientras veía una sonrisa triunfante en su rostro.
— Amelia ve primero, yo iré después.— Amelia asintió y se subió a la barda. En realidad quería postergar lo inevitable, le tenía un poco de fobia a las alturas, quería ser una heroína, pero no lo era, así que ahora solo me quedaba respirar profundamente y rezar por que mi torpeza y mi fobia no me hicieran una mala jugada.
Amelia saltó y sin problema Leo la recibió, lo que me recordó a...
— Es tu turno Ángela.— Me gritó Amelia.
Me acerqué con cuidado y recelo. En realidad no podía evitar pensar en que podría romperme algo, o caer mal, en los insectos que seguramente había, y varias tonterías más. Despeje mi mente, o eso creí.
— Solo brinca Adara.— De pronto escuché su voz, justo en el momento menos indicado, su voz me espantó y sacó de concentración. Así que azahar o mala suerte pise una piedra que estaba suelta y fui a resbalar sin que pudiera sujetarme a nada, Leo corrió para atraparme, pero solo consiguió que ambos rodaramos por el suelo.
¡Genial! En serio era torpe, eso de saltar bardas no se me daba.
Ambos tosimos por el polvo, quedamos adoloridos por que habíamos rodado sobre un par de piedras sueltas, seguro teníamos raspones. Quedé sobre él, en cuanto me di cuenta me quité enseguida, solo me deje caer a su lado.
¿No podía quedarme aquí en el suelo frío? Quizás pudiera ser mi perfecta última morada.
— ¿Por que si querías a tu dama, no sólo me llevas y ya?— Dije en voz alta en tono de reclamo para Mortis.
— No es tan simple... Te quiero viva, quiero amarte de esta forma, quiero sentir y para eso tu necesitas estar viva, tu eres mi vida... Tú me das vida Adara.—
— ¿No crees que eso es un poco extremista y cursi para ti Mortis?—
—¿Ahora te burlas de mí Adara?—
— No es lo que hago... Es sólo que ese cuento de felices para siempre y amor eterno hace un buen tiempo que deje de creerlo. Son palabras presuntuosas que suenan bien, pero casi nunca son verdad. Realmente no tienes idea de lo que pides... A veces yo misma quisiera apagar mis sentimientos. Justo como ahora, debería de evitar que tu vinieras a este mundo, y sin embargo esos sentimientos que tú tanto anhelas, harán que el equilibrio de esta vida la ponga en peligro.
¿Quien dice que no me engañas? ¿Que no eres el malo de este cuento? ¿Quien me asegura que no eres tú el que quiere invadir al mundo de los vivos?
Así que sólo me quedaré en este suelo lleno de tierra, frío y desgastado a esperar a que me lleves. Y esto termine de una buena vez.—
Parecía que estaba loca, hablando sola, Leo terminaba de toser, luego se puso de pie.
— Sabes que no es así Adara. Me conoces.— Continúo Mortis.
— No, no lo hago... No se nada de ti, si lo pensamos fríamente solo se que me acosas, que me salvaste la vida y que quieres que sea tu dama. Pero sería un poco ilógico preguntarle a la muerte que hace en sus ratos libres ¿no crees?—
Sentí unos pasos acercándose a mí. Cerré mis ojos, ahora sí estaba loca.
— Creo que tiene nervios prenupciales.— Dijo Amelia mientras reía burlonamente.
Lo cual me hizo enojar, estaba como agua para chocolate y ella no ayudaba en nada. Sentí la chamarra de piel de Leo cerca de mi mano, seguramente la había jalado ilusamente cuando traté de aferrarme a algo para no caer.
La tomé y se la lancé.
— Tú ganas, puedes hacerme preguntas... Si eso hace que alejes todos esos pensamientos de tu mente, y dejes de estar tan.... Tan....— ¡Ups! Había hecho que Mortis también se irritara.
—¿Ves? ¿De verdad quieres una eternidad de esto Mortis? Por qué es lo que te espera a mi lado.—Dije con ganas de seguir irritandolo.
—¿Piensas quedarte ahí toda la noche?— Dijo Leo mientras terminaba de sacudirse.
Yo golpee con mis manos el suelo, quizás parecía una rabieta pero era eso o un ataque de pánico, y nadie podía culparme, nadie estaba sintiendo lo que yo en ese momento.
— Sola dame un momento... Necesito, lo que necesito es hablar con la muerte.— Le dije ya más tranquila.
Amelia y Leo se alejaron, suspiré hondo. No tenía intención aún de abandonar el suelo que extrañamente me parecía reconfortante.
— Esta bien... Yo prometo poner lo mejor de mí, pero primero quiero que me prometas que dejaras que yo me despida de Adam, sin que tu intervengas.
Segundo tendremos citas, si queremos que esto funcione, yo quiero citas, quizá nadie las tenga, pero me agradan, y sería lindo pasar más tiempo contigo.
Tercero, tomarás esto con calma, no me pidas que de la noche a la mañana te ame, por que el amor no es así, al menos no el amor que yo quiero.—
Sabía que estaba en algún lugar de mi cabeza, de mi mente la muerte, y esperaba que me contestara. Solo necesitaba algo a que aferrarme, algo que pudiera salir bien, y esperaba que la muerte pudiera entender eso.
— Esta bien, lo haré. No pienso cometer los mismos errores, y esta vez lo haremos a tu manera.— Me contestó resignado.
— Gracias.— Le dije con sinceridad, luego respire profundo y me levanté. Caminé con lentitud hacia Amelia y Leo.
Cuando camine hacia ellos, que se encontraban casi al borde de un desfiladero, pude ver el lugar que ellos miraban atónitos.
Se veían tres pirámides imponentes construidas con sumo cuidado y con un gran conocimiento en arquitectura y geometría. Imaginar esas pirámides cuando eran usadas como templos me dejaba con la boca abierta.
Pero lo que más me sorprendió fueron todas esas figuras azuladas y violáceas que estaban repartidas sobre lo que parecía ser una explanada.
Parecían como si salieran de la nada, todas ellas estaban vestidas con ropas de esas que ves en los libros de historias,en dibujos, o en las paredes que se encontraban en la catedral de la ciudad, pinturas hechas por los pueblos que poseían estas tierras antes de la conquista Española.
Sentí como un frío recorría mi cuerpo. Y de pronto sentí ganas de volver corriendo por donde había venido. Tenía que enfrentarme también a los muertos.
Ya que según Adam nos había explicado, en una conversación que había tenido con aquel extraño hombre encerrado en el psiquiátrico...
Iba a necesitar de la ayuda de aquellos que creían en mi historia, en Mictecacihuatl. Para ello debía de llegar con el sacerdote que ahora estaba en la cima de la pirámide más alta.
Lo que traía Leo en la mochila era una especie de ofrenda para ellos, por irrumpir en su mundo.
— ¿Me puedes explicar cómo es posible que ellos estén aquí?— Dije casi para mí misma, excepto que esa pregunta era para la muerte.
—Cada año esta fecha, los mundos se acercan, digamos que es una similitud entre el sol y la tierra, hay una fecha específica en que los mundos se acercan, pensemos en dos puertas que están en dos círculos independientes girando continuamente, son círculos por que es un ciclo, un ciclo continúo, que trae orden.
Algo así como la piedra del sol, cada año en esta fecha ambas puertas están en la misma posición, ni siquiera yo puedo atravesarlas físicamente, tengo influencia sobre los muertos pero no sobre el orden de la vida y la muerte. Necesitamos ayuda de los vivos, y al ser seres no corpóreos, la luz, los aromas, son lo que guían a los muertos a este mundo. Al mundo de los vivos.—
— Nunca había pensado de esa forma, ni cómo es que que esto puede suceder... Es asombroso y escalofriante.—
— Lo es... Y pronto serás su Diosa... La Diosa del inframundo, de la muerte.—
Esas últimas palabras me hicieron tragar saliva, y que de nuevo mi temperatura corporal bajara. Todo era inimaginable, parecía sacado de un libro de mitología, nadie podía imaginarse lo que ocurría en verdad, de nuevo podía ver cierta belleza oculta en medio del misterio de la muerte.
Leo y Amelia estaban impresionados, creo que además de Adam, nunca habían visto tantas almas, esencias deambular por la Tierra, si a mi me daban escalofríos, no me imagino el susto que ellos tenían.
— Diganme que pueden verlos...— Les pregunté un poco ansiosa.
Ambos voltearon a verme con cara de: ¿estás loca? Tenían la mandíbula abierta por la sorpresa y los ojos como platos. Era realmente imponente ver aquella ciudad tomar vida de nuevo.
La muerte llenaba de vida esa noche, ese lugar.
Bajamos con cuidado, la tierra estaba suelta, pero a cada paso sentía más todo los ecos de aquel lugar, sus voces, parloteaban tan rápido y en un idioma que me era difícil entender.
Mientras más nos acercabamos parecían voltear ponernos mayor atención. Éramos unos intrusos ahí.
¿Donde se habían metido Adam y Aura? Necesitaba a Adam, quizás si nos veían en compañía de un alma podríamos pasar desapercibidos, o no seriamos tan notorios.
A nuestro paso se fue abriendo un camino que nos dirigía directo a la escalinata principal de la pirámide más imponente.
Pero a mi paso también aquel camino de piedra blanca que parecía mármol se iba iluminando con la luz de la luna, como si esta me mostrara el camino, que irradiaba una luz azulada y blanca. Parecía algo mágico.
Mientras más me acercaba, aquellas construcciones parecían volver a la vida. Las presencias empezaban a entrar en conmoción, y yo trataba de prestar atención, estaba tan nerviosa que solo podía concentrarme en no caerme.
Al llegar hasta la escalinata principal, miré hacia arriba y ahí estaba, él debía ser el Tlatoani de lo que alguna vez había sido esa ciudad, o comunidad.
Traía una especie de huipil, o capa si lo tratábamos de explicar en castellano. Esta era de un rojo intenso, era casi como el de aquel cuadro. Tan bello como el color de la sangre que corre por nuestras venas.
Adornado con varios bordados y el llevaba varias conchas, y piedras preciosas, así como en la mano derecha portaba una especie de bastón, adornado con varios plumas y conchas.
En la cabeza portaba un gran penacho que estaba hecho con oro y hermosas plumas, parecía que aquel hombre fuera mitad ave por aquel penacho que usaba.
Me miró con seriedad, de todos los presentes aquella presencia es la que se veía con mayor claridad, por ello podía ver con detalle su indumentaria.
Luego me hizo una señal para que subiera.
Todos guardaban silencio, y veían cómo subía aquella escalinata hecho con piedras de grandes dimensiones, que no te explicabas cómo había podido hacer tan majestuosas construcciones.
Mientras más me acercaba pude ver que a cada lado de la pirámide había dos custodios, dos cráneos incrustados a cada extremo de la pirámide.
Al llegar ahí, solo una cosa sucedió.
El me hizo una reverencia, y todos empezaron a seguir su ejemplo. Yo no podía explicarme qué era lo que sucedía, estaba boquiabierta.
— Es el templo dedicado al señor del inframundo, pero se le rinde respeto de igual manera a su esposa. Y para ellos tu eres la señora del inframundo Adara. Por eso te rinden respeto.— Me dijo la muerte.
Esos momentos parecían eternos, estaba desconcertada.
Quería esconderme. De pronto vi que Adam salía de parte posterior de aquella construcción.
Ahora me sentía más segura. Quizás la muerte no estaba físicamente, pero Adam no me abandonaría tampoco.
Hola!!! Lectores!!! Lectoras!!!! Gracias, muchas gracias por haberla mantenido durante varios días en el #2.
Wa!!! Pues ya se acerca el momento de la acción. ¿Quien se esperaba este giro?
¿Adam y Ángela al fin podrán despedirse? Lo cierto es que vienen caps emocionantes, para morderse las uñas y llorar, sobre todo ese cap Adam-Adara, bueno....
¿Será que Adara si pueda volver a ver a su familia?
Y pues nada... Esta un poco largo el cap, aún tengo que actualizar varias cosas... Pero...
Ya he avanzado!!!!
Recuerden dejar las preguntas a Mortis para el especial, de Entrevista con la muerte XD Si ya sé, que sonó muy a la Entrevista con el Vampiro.
Sé que hay muchas dudas y preguntas, pero espero que se vayan resolviendo con el tiempo...
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