Sofocada

Ardía mi garganta, sentía que cada respiración me quemaba. Tosía sin parar para sacar el agua. Estaba totalmente empapada, y empezaba a temblar de frío. Tomé unos minutos para recuperarme, para después ponerme de pie como pude, aferrándome a las paredes frías y rugosas.

Empecé a ver si había alguna forma de salir de aquella habitación, pero cómo imaginaba no iba a ser fácil. Recorrí todo el cuarto, pequeño y algo oscuro. Las paredes eran de rocas grisáceas rectangulares, puestas una sobre otra con meticulosidad.

  —¡Demonios!—  Grité con lo que quedaba de mi voz. Me sentí en una celda, había ido a parar a mi propia celda en el infierno tal vez.

—¿Acaso esta es mi celda?— Dije tiritando de frío. Me dejé deslizar por una de las paredes, las puntas de mis dedos ya no los sentía. 

— Mis opciones se acaban. O muero congelada en este espacio de cuatro por cuatro o vuelvo por aquel mar de almas.—  Dije tratando de soplar mi aliento tibio sobre mis dedos.

— También debo decidir si es mejor quitarme la ropa o dejármela puesta.—  Dije mientras veía mi ropa escurriendo, a mí alrededor se formaba un gran charco de agua que se expandía cada vez más. Al menos el poco calor de mi cuerpo comenzaba a entibiar la ropa, pero no era suficiente. 

—Es mejor que trate de distraer mi mente.— El frío acaparaba mis pensamientos. ¿Iba a quedarme aquí y simplemente morir? ¿En dónde estaba Leo? ¿Argos? 

No sé cuanto tiempo había pasado, mis piernas se estaban entumeciendo. Me paré para ver si así conseguía algo de calor. Volví a repasar con más cuidado cada parte de las tres paredes que me rodeaban, pero el estar más temblorosa que una viejita no ayudaba en nada.

Entonces noté debajo de mis dedos, una pequeña división, una delgada linea que dibujaba un rectángulo, parecía una puerta. Traté de ver su había alguna forma de empujarla pero no pude. Era inútil.

— Hasta que la damisela esta en peligro—  Dije con media sonrisa. Empezaba a sentir todo mi cuerpo entumecido.

Empecé a reírme como una loca, creo que esa era la forma que tenía de expresar el miedo que estaba sintiendo. Creo que Leo tendría que llevarme con Nahek en calidad de paleta. Me imaginé a mí misma atrapada en cubo gigantesco de hielo.

En esos momentos deseaba una chispa del fuego del infierno. Creo que empezaba a decir disparatadas.

Empecé a tararear una canción sin sentido. Hasta que me quedé dormida. Eso debió de haber sido. Estaba consciente a ratos. Quizás si llegaba de nuevo a aquellas aguas podría tratar de llegar al punto dónde me separé de ellos. Pero no tenía oportunidad, no así, sin que pudiera mover mis piernas congeladas o mis brazos.

A veces estaba consciente, otros momentos no lo estaba, empecé a sentir un calor intenso, algo me estaba quemando desde dentro. Empecé a gritar como una loca, en seguida empecé a ver cómo las paredes se diluían sentía que iba a caer en la nada. Estaba empezando a sentir pánico. 

  —No es real, no es real. Sólo es tu mente— Murmuraba repetidamente.

Y luego solo estaba la nada, solo había oscuridad. No había nada, me llevé las manos al rostro y no quería abrirlos.

De pronto una luz surgió, una especie de espejo. Lo que veía era mi reflejo pero no era del todo yo. Mi pelo era oscuro al igual que mis ojos. Era como a mi álter ego.

Su mirada era fría, indiferente. Me veía pero no me reconocía a mí misma. En realidad aquella mujer me daba escalofrío. Me acerqué a ese reflejo con lentitud, hasta tocarlo. Aquel cristal se volvió denso, líquido. Y sentí algo viscoso, tibio en mis dedos. Al voltear a ver mis dedos vi que era sangre. Quise sacar la mano de aquel reflejo pero no pude, mi propio reflejo oscuro me sujetó con fuerza y este salió del lado en el que se encontraba.

Al salir esta, me tomó del cuello elevándome.

  — Pobre, pobre Ángela. Siempre tan asustada, tan mártir. ¿Crees que vas a sobrevivir?¿Crees que vas a salir de aquí?

No quieres herir a nadie, y sin embargo cada vez lo haces, cada vez que intentas no hacerlo dañas a los demás. Y cuando eso suceda yo tomaré tu lugar. Y esto, esto no lo vas a necesitar.—  Sentí cómo me clavaba la mano derecha en el pecho, luego un dolor y vi cómo sacaba mi corazón del pecho.

Yo misma me había sacado el corazón. Eso me provocó una sensación de sofoco. No podía respirar bien. Ni emitir ningún sonido.

Desperté agitada, mis manos seguían temblando. Era verdad que el infierno estaba jugando con mi mente. Utilizaba mis propios miedos en mi contra. Pero eso había sido tan real.

Escuché la voz de Leo llamándome, apenas audible. 

  — Leo... Leo—  Dije con voz apenas audible. Entonces escuché los ladridos de Dante, eran constantes. Y se oía que rasguñaba la pared, del otro lado.

— ¿Está aquí? ¿Eso es lo que me estas diciendo amigo?—  Dijo Leo mientras escuchaba su voz más cerca.

— Bien, esto no va a ser fácil.— Escuché que decía en voz alta.

— ¿Sabes algo de extraños símbolos? ¿Parece rompecabezas? Debe ser algún tipo de cerrojo.— Escuché que decía, parecía estar hablando con mi perro.

Tenía que hacer ruido, si era posible, tomé aire y traté de decir su nombre, gritarlo pero no pude. Salió solo su nombre en medio de una cosa extraña ronca provocado por la hipotermia que tenía.

  — ¡Vamos! Debe de haber alguna forma!— Escuché que gritaba con desesperación. 

Luego la vi, esa cadena se iluminó. La puerta cedió y vi que Leo entró corriendo.

— ¡Por Dios! Adara—  Dijo mientras se acercaba a mí. No sentí más que alivió al verlo ahí. Aún no entendía bien cómo es que había llegado ahí pero lo agradecí.

Me ayudó a pararme y me cargó en sus brazos. Se sentía tan bien su calor.

— Estas helada. Necesitas entrar en calor cuanto antes.—  Me dijo mientras me apretaba más hacía él.

Me aferré a su cuello, mis dedos congelados agradecían el calor de su cuello. 

— Pensé que iba a morir ahí.— Dije tiritando.

— Nunca dejaría que lo hicieras sola. Estamos juntos en este infierno ¿No?—

Sus palabras hicieron que mi corazón sintiera algo curioso, como un pequeño apretujón. Sabía que eso no era bueno, no era bueno que sintiera eso, no podía sentir algo más por él. 

¿Y si era verdad? No podía serlo. No era una opción.

Pero mi cuerpo se aferraba a él ¿Era por la necesidad de calor o era por él? Un nuevo terror empezó a invadirme el pecho. ¿Sentía algo por él?

<<¡No! Adara ¡No! ¡Sólo es este maldito infierno jugando contigo!>> Me recriminé.

Argos nos guió, comprendimos que era mejor dejarlo llevarnos por él, ya que parecía un laberinto interminable, nos guió hasta que llegamos a un espacio muy parecido a esa cuarto, mucho más amplio. Ahí Argos se detuvo, Leo entró conmigo y en seguida me dejó con cuidado en el suelo. Él se quedó de pie mirándome por unos instantes, sentía que estaba temblando mi cuerpo sin que pudiera hacer nada. Leo comenzó a quitarse la chaqueta y quise gritarle que no lo hiciera.

  — Necesitas deshacerte de esa ropa mojada.—  Me ordenó prácticamente o así lo sentí, sabía que era lo que tenía que hacer pero no quería hacerlo. No quería quitarme la ropa. 

Leo también se quitó camisa que traía, quedando con el abdomen descubierto. 

  — Ten esto te cubrirá, al meno esta seco.—  Dijo a la vez que la ponía junto a mí, y se daba la vuelta. Pero hubo otro pequeño problema. Apenas si podía moverme. Creo que Leo lo sabía, creo que esperaba mi permiso. Era orgullosa y traté de hacerlo pero era una paleta de hielo, que no tenía movimiento, y sentía que si seguía haciéndolo iba a quedar como rompecabezas, como una muñeca que se le puede zafar el brazo.

— ¿Puedes... puedes ayudarme?—  Dije tragándome mi orgullo y con resignación. ¡Esto iba a ser vergonzoso! 

Si existía el diablo, seguramente estaba metiendo su cuchara para que este momento tan vergonzoso estuviera sucediendo. 

  —¿No vas a cachetearme?¿No vendrá Nahek a llevarme?—  Dijo con algo de humor. 

Me ayudó a sacarme la cazadora empapada, al hacerlo, me di cuenta que mis brazos estaban helados y levemente azulados.

  — Esto no está bien, realmente es serio Adara.—  Dijo mientras yo no podía evitar tiritar y que mis labios también temblaban.

Me di cuenta de a gran mancha roja que estaba a la altura de mi corazón. Supe que aquella visión no había sido del todo una ilusión. 

— ¿Eso es sangre?—  Dijo Leo con preocupación, y sorpresa.

— Cre... creo que sí.— Dije a medias. Me miró confundido, con curiosidad, si le decía lo que había visto creo que no iba a creerme, yo misma sacando mi corazón, o mejor dicho mi yo malvada.

— ¿Crees que podrás con tu camisa?— Dijo haciéndome a entender que él también estaba algo incómodo. Yo asentí, mientras Leo se alejó de nuevo.

Con mucho trabajo y después de varios intentos me puse la camisa. Creo que me tardé mucho que Leo volvió acercarse a mí.  Se sentó junto a mí, y quise mantenerme alejada.

— Sé que esto es... raro. Pero si no vienes aquí y dejas que te abrace ni esa ropa seca te calentara y además tengo algo de frío. Así que por que no ambos simplemente nos tapamos mi chamarra.—  Dijo Leo rompiendo el silencio. 

Lo miré por un momento, estaba segura que mis mejillas se habían enrojecido.

— Deja de ser una orgullosa.—  Dijo mientras abría sus brazos para mí. Y en realidad lo necesitaba. Así que me deje llevar. Me aferré a su dorso desnudo y su calor se sentía tan bien. El calor empezó a desentumir mi cuerpo.

  — No es orgullo Leo.—  Dije para mi sorpresa, aunque seguía tiritando. — Creo, creo que este lugar me va a enloquecer.—  Dije con sinceridad.

—¿Más?—  Dijo con algo de ironía. 

— Es enserio... Esa sangre... Antes de que tú llegaras, vi cómo yo, o mejor dicho una versión perversa de mí. Me sacaba el corazón.—  Le confesé. Quizás tenía razón, si lo decía en voz alta sonaba demente.

—Adara este lugar juega con tu mente. Y últimamente todos hablan de lo que debes de hacer, de lo que hay que hacer. Creo que te sientes dividida, y de eso se esta aprovechando ese lugar. Y si alguien puede con todo esto, quizás seas tú.— Me dijo con un tono condescendiente que agradecí.

 — Leo, no digas nada. No lo hagas por favor. Realmente te necesito ahora, y no me estas haciendo fácil el estar tan cerca de mí.— 

— ¿Ah no?— Dijo con curiosidad.

— No lo es tampoco para mí Adara.  

— No, nos lo hacen fácil.—  Dije mi pensamiento en voz alta.

— ¿Crees? Adara no toques un tema del cual no quieres saber las respuestas.— Me dijo con un tono más serio. Mientras yo sentí que estaba agarrando la soga yo sola para atarla a mi cuello.

— No lo hago Leo, es solo que ahora empiezo a comprender lo que has pasado aquí. Apenas llevo poco tiempo y siento que más que ayudar, lo estoy haciendo más difícil.

— Bueno, el dejarte arrastrar por esas almas a través del agua, no fue buena idea.—  Dijo riendo.

— Es solo que tengo miedo. Tengo miedo de equivocarme, siento que a cada paso que doy aquí, es como si estuviera a punto de caer en arenas movedizas...— Tenía otro miedo, pero no iba a decírselo en voz alta. Mi cabeza no dejaba de pensar en posibilidades, había una posibilidad que estaba tomando forma en mi cabeza, y me asustaba tanto. Me asustaba que esa posibilidad pudiera desencadenar ese final que había visto tiempo atrás. 

—Duerme Adara, deja de pensar y descansa.— Le hice caso, el silencio reinó. Estaba apenas dormitando cuando lo escuché.

 — Yo supe en seguida que estaba condenado Adara. Lo estoy, ahora más que nunca lo sé.— 

Sus palabras no tenían sentido, y no quería tratar de encontrarlo. Sólo quería dormir y no pensar. Y sobre todo salir cuanto antes de este lugar.

Aunque también empezaba a tener miedo de mis sueños. Sentía que cada vez que dormía estaba expuesta a que una nueva locura se apoderara de mi mente.









¡Oh por Dios!

Bueno... Las pocas que querían ver algo de Leo y Adara... Pues creo que estarán contentas.

¿En que pensara Adara? 

Es fin de semestre pero... Me di un tiempo para subir cap.

En realidad me gustó la parte de Adara vs Adara jajajajaja

Espero les haya gustado y si no... pues entonces esperen a que Nahek reaparezca Muajajaj

¿Será que al final pase lo que todos temen?


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top