Despierta cariño

Estaba cómoda, sentía el calor de su cuerpo. Me abracé más a él y hundí mi rostro en su pecho.

  — Despierta, cariño—  Escuché su voz. Me hundí más en su pecho de modo que mi rostro quedara completamente escondido.

— Es hora de despertar—  De nuevo escuché su voz y sentí la caricia de su mano sobre mi mejilla.

— Aún no Nahek, aún no quiero hacerlo.—  Dije adormilada. 

De pronto sentí como si mi cuerpo estuviera cayendo en picada y desperté. Esa sensación de seguridad se había esfumado, a la vez que había despertado de forma abrupta. Estaba rodeada de la neblina espesa. Caí en cuenta que sólo estaba soñando con mi ángel. Desperté sólo para estar decepcionada de la realidad. <<Quizás si él estuviera aquí.>> Pensé para mí misma.

Dejé escapar un suspiro, abrí mis ojos, la espesa niebla nos rodeaba. Sentí la sensación de frío. Mi cazadora se la había puesto a Leo para cubrirlo, sentí algo de frío al recordar que no llevaba nada puesto más que la camisa de botones y abajo una camisa de tirantes. Al menos eso era lo que llevaba en la tierra.

Al voltear hacía dónde estaba pude ver que no se encontraba dónde lo había dejado. ¿Cuanto tiempo había dormido? 

Ni Leo, ni Argos estaban ahí. La ropa de Leo estaba entre las ramas y mi cazadora tirada unos pasos más en dónde estaba Leo.

Corrí por ella y me la puse y caminé en la dirección en la que pensé que había caminado. Y era la dirección hacía el río. ¿En serio? Leo había huido, ¿le habría pasado algo?

Caminé entre la niebla, hasta aquel río que me ponía los vellos de punta. Seguía imaginando que en cualquier momento esas almas saldrían del agua y me llevarían.

Despejé esas ideas de mi cabeza, y al final vi a Leo parado en el borde del río. Leo estaba ahí con el torso desnudo, ni siquiera se había tomado la molestia de ponerse la ropa. 

Me di una sensación extraña en el pecho. No era que tuviera miedo de él, más bien había algo alrededor que hacía que esa extraña sensación de miedo se tradujera en esa sensación incómoda detrás del cuello.

Estaba parado ahí, sin moverse con la mirada pérdida en el río. De pronto tuve una sensación, un presentimiento.

Sentí que alguien más estaba cerca. Me frené un instante, y de pronto lo vi. Vi esa sombra con la máscara blanca. Era el mismo personaje, que antes se había llevado a Leo. Pero está vez me miraba a mí, podía sentirlo, sus ojos escondidos entre los huecos oscuros. 

  — Leo—  Dije en un débil susurro.

Aquel ser murmuró algo a su oído, fue entonces cuando supe lo que iba a suceder. Un hueco se apoderó de mi cuerpo, carcomiendo mi interior. 

  — ¡No! ¡Leo!...—  Dije mientras corría y gritaba su nombre.

Estaba lejos, Leo se acercó a la orilla y empezó a caminar hacia el agua. Cuando estaba más profundo se dejo caer.

— ¡No! ¡No! ¡No!—  Decía repetidamente, cuando llegué a la orilla del río. Iba a saltar pero el miedo me paralizó. La imagen de esas almas llevándome al fondo de aquellas aguas nublaban mi mente.

  — No es real, no es real—  Murmuraba. Apreté los puños de mis manos de forma inconsciente.Tenía sólo unos segundos más antes de que le sucediera algo a Leo. La cadena dorada empezó a arder. Supe que Leo tenía poco tiempo, cerré mis ojos y sin pensar en lo que habría en el fondo de aquel río me lancé detrás de él,

Entre las aguas busqué algún rastro de Leo. Y lo encontré, nadé hacía él. Empezaba a sentir la falta de aire, tenía que sacarlo rápido. Lo jalé y quedó frente a mí por unos instantes, empecé a jalarlo,  cómo pude hacia la superficie. Me estaba quedando sin aire, sentí que algo me jalaba hacía abajo. Al voltear a ver vi que Leo tenía los ojos abiertos. Sentí como jalaba de mí, para atraerme hacia él y me besó, sentí sus labios chocando contra los míos, sentí las burbujas de nuestra respiración saliendo en el agua.  Estaba ahogándome y el aire me faltaba. 

Fue cuando desperté sobresaltada. Y vi que Leo seguía acostado dónde lo había dejado.

  — Mi propio infierno—  Dije en un murmullo. 

Mi cuerpo se quejo de la incómoda posición en la que me había quedado dormida, con trabajo me paré y fui a ver cómo estaba Leo.

— Leo—  Lo llamé, y él se movió. Creo que al final estaba reaccionando. Al verlo así recordé esa pesadilla. Y recordé las palabras de Nahek.

<<Jugarán con tu mente y usaran tus miedos a su favor>> Empezaba a entender lo que Leo había estado viviendo. Y pude entender la desesperación con la que él me había pedido que cumpliera con mi deber.

Sin pensarlo deje deslizar mi mano por su rostro. Se veía desmejorado, su piel había perdido algo de su color.

  — Seguirás mirándome así.— Apenas oí decir a Leo. En seguida quité mi mano de su rostro.

  —Te pediría que no lo dejarás de hacer, pero ahora eres eres su dama.—  Dijo con algo de amargura. No supe como interpretar eso.

— Me parece que fuera todo una ilusión, él que estés aquí. Quizás sólo seas parte de mi propio infierno.—  Sus palabras me dolieron. ¿Me culpaba por estar ahí? No supe cómo responder a eso, sólo trague saliva. 

— No, no lo soy. Vine a llevarte a casa, con Amelia, con Isabela...—  Dije sin saber bien que contestarle, mis palabras salieron arrastradas. 

— Eres la dama de los muertos, no creo que merezca el honor de ser salvado por ella, cuando más bien debería de estar protegiéndote a ti. 

Hubo un silencio incómodo y yo dejé salir esas palabras de mi boca. Era una orgullosa y prefería callar mis sentimientos, pero verlo en ese estado hizo que me diera verborrea. Esa que era más rápida que mis pensamientos.

— Lo lamento Leo.— Dije sin pensarlo.

Leo me miró sorprendido y creo que algo arrepentido de sus palabras, pero no podía culparlo. Había estado aquí bastante tiempo. Tomo mi mano unos segundos.

— Espero que Nahek no se enteré de lo que acabas de decir, o de verdad preferiré quedarme aquí antes que enfrentarme a él... O espero que estés pidiendo perdón por despojarme de mi ropa. — Dijo a modo de broma. Los dos empezamos a reír, sin ganas, aunque el momento incómodo estaba pasando.

— En realidad, te agradezco por estar aquí. No sé cómo lo habrá tomado... — Por un momento dudo en cómo debía de llamar a Nahek. Le ahorré la incomodidad.

—No lo tomó muy bien.—  Le contesté  con media sonrisa. Había algo en Leo que me hacía hablar sin tapujos. Confiaba en él, hablar de lo que sentía con él era fácil, Leo era de las pocas personas que sabían bien lo que pasaba por mi cabeza. Quizás eran esos ojos achocolatados que me recordaban a Adam. Sentía que habían pasado siglos desde que había sido esa chica, era cómo si Ángela hubiera muerto junto Adam. Después estuve pérdida hasta que Nahek hizo que me encontrara conmigo, con Adara.

— Y aún así estás aquí... eso es valor.— Dijo con una una sonrisa al notarlo. Y Dante ladró mientras se acercaba a mí para que lo acariciara, aunque fueron unos instantes, después regresó al lado de Leo y comenzó a lenguetearlo.

—Le agradas y mucho, prefirió dormirse contigo que conmigo.— Le dije mientras el lo acariciaba, y Dante movía su colita sin cesar.

— Así que Argos es tu nombre.—  Dijo Leo mientras lo acariciaba y trataba de que dejara de lenguaterle el rostro. —  ¿Argos? ¿como el perro de Odiseo?—  Preguntó con curiosidad, mientras este no dejaba de llenarlo de baba. Después de unos instantes paró y se fue a echar al lado de Leo.

—Si, así es, por eso mi padre le puse Argos, bueno mi padre adoptivo.— Le contesté, mientras yo me levanté y jale la ropa del árbol. Había pasado un buen rato y estaba seca, pero no limpia, aunque si más presentable. 

— Yo enjuague algo tu ropa, estaba llena de lodo, bueno ahora supongo que esta más presentable.— Le dije mientras me acercaba a él. 

Leo trató de incorporarse y no pudo, cayó de espaldas y se quejó. ¿Que era lo que había pasado con él? ¿Que le habían hecho? No quería imaginarlo. Pero la cazadora se deslizó, quedando descubierto su abdomen. Tenía cardenales en el cuerpo, manchas moradas en formas alargadas. Cómo si hubieran utilizado un objeto alargado para provocarlas. Eso explicaría la razón para estar tumbado en el lodo.

— Déjame ayudarte. —  Le dije mientras me acercaba, dejé a un lado la ropa. Pero Leo no quiso. Se opuso en un principio.

— Lo siento, es sólo que... No he sido yo en los últimos días, meses... Y ahora debo de estar muy lejos de ser el hombre que recuerdas.—  Dijo mientras apretaba los puños.

—No pienses en eso, lo importante es que estoy aquí. Y no me iré sin ti. Pero eso sólo va  a suceder si me dejas ayudarte. Sé que eres igual de orgulloso que yo, y entiendo esa necesidad de no depender de nadie. Pero de esta sólo vamos a poder salir juntos Leo. —  Me quedé callada, no supe que más decir. Vi su rostro tenso, estaba luchando contra su orgullo. Parecía que el no quería estar más cerca de mí, de lo que yo quería estar de él.

—Por favor. Déjame ayudarte— Le dije de nuevo.

Leo volteó a verme y asintió, creo que estaba rindiéndose.

Me acerqué a él y puso su brazo izquierdo sobre mi cuello. De esa forma lo ayudé a sentarse, se quejó un poco. Le pase su ropa, pero al tratar de ponersela un nuevo quejido de dolor salió de sus labios.

— ¿Puedes...?—  Dijo sin más, arrastrando las letras. Seguramente le estaba costando trabajo deshacerse de su orgullo.

Tomé la camiseta y ayudé a ponersela. Mis manos temblaron, era extraño tenerlo tan cerca. Más porque pensaba en Nahek, en lo que Nahek pudiera pensar. Aparté los pensamientos de mi cabeza. No podía negarle la ayuda a Leo. Más si lo habían torturado por mi culpa.

  — Y bien... ¿Cuál es el plan?—  Preguntó para cambiar el tema. 

La cuestión es que no había tenido tiempo de idear un plan. Sólo tenía una vaga idea de lo que íbamos a enfrentar.  

  —La cuestión es que no lo sé Leo. Todo fue tan rápido. Necesitamos que vuelvas, que despiertes. Lilith tomó el hospital y Amelia, Isa están ahí junto a todos esos pacientes, enfermeras. Toda la gente que estaba en ese hospital. Ella pidió verme, pero lo único que quería era...—

  — Deshacerse de mí, supongo.—  Dijo tragando saliva. — Así que no hay plan.—  Continúo.

  — No Leo, no tengo uno. 

El sonrió, creo que más bien con ironía.

  — Adara, sólo tú te atreves a venir sin un plan. A tratar de salvarnos... Está era la razón por la que te dije que no valía la pena venir por mí.—  Dijo Leo.

— ¿Estás diciendo que no quieres regresar?—  Dije confundida y enojada. —  Te acabo de decir que Isa y Amelia están en peligro... ¡Y parece no importarte!— 

— Bueno si Lilith se deshace de mí, y ustedes entran, creo que eso sera suficiente distracción.—

¿Era en serio? ¿Leo estaba hablando en serio?

— ¿Estás hablando en serio? ¿Que es lo que sucede contigo?—  Dije enojada está vez.

—Te pedí que cumplieras con tu trabajo de la dama de los muertos. Te dije que no vinieras por mí. Que te quedaras con Nahek. ¡Y no quisiste escucharme! Cómo siempre quieres hacer lo que se te da la gana, sin tomar en cuenta a los demás. Sin importar los daños que dejas Adara.—  Dijo enojado, Dante ladró, creo que percibió que ambos estábamos alterando nos.  

— ¿De que estás hablando? Si estoy aquí es para llevarte de regreso.

— No, estás aquí porque temes perder lo a él. Pero no tomaste en cuenta nada más.

— No, te entiendo Leo. ¡Pensé que querías regresar a casa!

— Es mejor que no me entiendas. Y tampoco podrías hacerlo, no has pasado por lo que yo en este maldito lugar. 

— Entonces habla conmigo. Soy tu amiga Leo. 

— Adara, no me hagas decir cosas que no quieres oír y que es mejor que no sepas. 

— ¿No crees que tengo derecho a saberlo? Vine aquí aún en contra de todos, para llevarte a casa. 

—¿Cuál casa? Pronto no quedará nada de la Tierra, y todo porque lo trajiste a él. Estar aquí solo, me ha permitido ver, analizar lo que he hecho, lo que ha sucedido. Y quizás no debí de apoyarte en traerlo a él. 

— ¿De verdad eso piensas?—  Dije a punto de sollozar.—  Leo puedo entender que no seas tú, no puedo imaginar las cosas que has pasado aquí. Pero no sólo tu las has vivido. Pude sentir cómo quemaba está maldita cadena que nos une, que ni siquiera le encuentro sentido.

Pude ver a través de tus ojos lo que estaba sucediendo contigo. Tal vez tengas razón en que soy una egoísta, pero tú lo estás siendo ahora. Amelia e Isa te esperan, al menos hazlo por ellas. Ya que parece ser que mi amistad no es suficiente para convencerte.—  Luego me fui, quise estar sola unos momentos. Dante salió está vez tras de mí.  

Cuando estuve lejos dejé que unas lágrimas silenciosas cayeran por mi rostro. No entendía la razón para que Leo estuviera tan a la defensiva. Leo había cambiado tanto de humor en los últimos momentos que apenas lo reconocía. Y sus palabras me habían herido.

Quizás tenía razón, y no me había puesto a pensar en Leo. Después de todo había estado viendo fragmentos de lo que estaba pasando en la Tierra. Aun así no tenía sentido que estuviera tan a la defensiva.

Quería ayudarlo y llevarlo de vuelta, pero no podía ayudar a alguien que no quería ser salvado. Y teníamos poco tiempo. Lo cuál me llenó de mayor frustración.

¿Que debía hacer? ¿Dejarlo ahí? Ahora había hecho que me enfadara. No iba a dejar que hacer que Nahek se enfadara conmigo, fuera en vano. Si era necesario lo arrastraría por todo el infierno para llevarlo a casa. Con esa misma determinación regresé a dónde lo había dejado.

  — Sabes que... Tienes razón, no me importa lo que los demás piensen, ni lo que digan. Así que, así tenga que llevarte arrastrando por este infierno, te llevaré a casa. Y lo que hagas después con tu vida no será mi problemas. Pero vendrás conmigo. ¿Queda claro?—  Le grité enfadada.

Leo solo me miró con rabia. No dijo nada. Y yo volví a irme. Necesitaba estar lejos, para calmar mi enojo.

Y volver a pensar en ese sueño que había tenido hoy, al menos en la primera parte. Extrañaba tanto a Nahek.



Dejen sus comentarios, pongan estrellitas si les gustó. Para que me ayuden a ver que capítulos necesito mejorar cuando corrija.

¿Por que tanta agresividad de Leo? Jajajaja



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