D i e z

El joven de tez pálida y ojos sombríos la miró de frente sin reparo, nervioso y hasta asustado, para luego mirar la numeración de la pequeña casa pareada, el papel que llevaba en su trémula mano y luego los ojos grandes de la muchacha.

—Hum... —Su mandíbula tembló—. Estoy buscando a alguien.

Los ojos de ella se mantuvieron estáticos, sin pestañear. Estaba segura de que ya ni siquiera estaba respirando.

El muchacho levantó la mandíbula un poco entonces, aun serio.

—Estoy buscando a una muchacha de veintiséis años. Cabello rubio, ojos grises.

La recorrió con la mirada de abajo arriba, cuidadosamente.

—Así como tú.

Ella tragó saliva, sintiendo su nuca sudar.

—Hay muchas chicas con esas características en este país —Tartamudeó, dándole la espalda para poner llave a la puerta —. Lamento no poder ayudarte.

—Se llama Violet Theresa Henley —Escuchó que dijo fuerte y claro atrás de sí, dándole un escalofrío que recorrió cada vertebra de su cuerpo —. ¿Tampoco te suena?

Ella tragó saliva, paralizada. Negó con la cabeza sin saber por qué. Estaba en shock. No podía siquiera abrir la boca para hablar. Se sentía como si se estuviese ahogando bajo el agua y era incapaz de nadar a la superficie.

—¿Estás segura?

Ella se giró a mirarlo con la boca entreabierta, deseosa de decir tantas cosas, pero no sabía qué primero. Su mente estaba congelada.

—Lo siento —El chico lucía como si se fuera a poner a llorar. Comenzó a retroceder —. Es solo que...

Miró a su alrededor, como si de pronto estuviese perdido.

—Creo que he apuntado mal la dirección. Es mi error. Lo siento —Tartamudeaba, ni siquiera la miraba a los ojos —. Yo...

Respiró agitadamente y retrocedió más, dispuesto a irse, como si hubiese comprendido que ella no estaba dispuesta a reconocerlo a la fuerza.

—Fue una estupidez, perdona.

Agitó la cabeza y comenzó casi a escapar de allí, cuando las piernas de Violet, todavía débiles, lo siguieron, abriendo la cerca y parándose a metros de él en la calle solitaria y húmeda.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Él se detuvo y se dio casi inmediatamente una vuelta completo, con sus ojos azul marino abiertos de par en par y una ceja perfectamente arqueada.

—Porque sé quien eres —Sonrió un poco —. No has cambiado nada en diez años.

Se encogió de hombros y pudo notar un leve color carmesí en sus mejillas.

—Podría reconocerte en cualquier país del mundo —Levantó una mano como si quisiera explicar algo —. Pero supongo que yo sí he cambiado, porque tú...

—Zack Prawel.

El muchacho cerró la boca. Sus ojos se cristalizaron y la línea de su mandíbula se tensó aun más, controlando el mar de emociones que su cuerpo comenzaba a sentir.

Era él. Reconocería esa mirada y esas facciones en un mar de más de cien personas también.

Así, se quedaron mirando al otro, sin moverse mientras se contemplaban, con solo el canto armónico de las aves de fondo y la brisa contra las hojas de los árboles primaverales. Él no dijo nada, sus músculos paralizados, lo que le hizo pensar a ella que quizás no la había reconocido del todo. Que incluso con las trenzas, le parecía otra persona.

Ella se sintió súbitamente culpable por haber dicho su nombre al aire así. Siempre imaginó cómo sería volver a verlo. Se los imaginaba en un café, riendo del pasado, contando historias. Resultaba sencillo imaginar una puesta de escena así. Pero ahora no sabía qué decir. Todas las palabras que se le ocurrían parecían inapropiadas o poco consistentes.

Él tragó saliva y una lágrima recorrió su mejilla.

—Entonces sí eres tú.

Su mirada nostálgica evocó el año 2013 que habían pasado juntos en Canberra. Y mientras Violet lo miraba, pudo ver los aspectos en los que habían cambiado ambos desde su último encuentro en el aeropuerto. Zack tenía buen aspecto. Estaba delgado, pero lucía más fuerte de físico. Vestía bien, con camisa, unos pantalones de tela ceñidos de color negro. Como si se hubiese preparado para un evento importante. Estaba un poco bronceado, como el aspecto que tiene la gente rica en cualquier época del año. Su cabello estaba algo más ralo de lo que le recordaba, pero seguía siendo oscuro. Sus ojos eran los mismos: Azul oscuro como la marea adentro en tormenta. Cuentan una historia a través de la electricidad que emanan.

Ella entonces sonrió por fin.

—Sí, soy yo —Respiró hondo y enderezó su espalda, conforme su mirada adquiría más serenidad —. Me alegro de volver a verte —confesó, entre medio riendo y medio avergonzada.

Su voz lo sobresaltó y la miró con asombro. Una brisa fuerte los envolvió y sacudió sus cabellos. Abrió la boca y dejó escapar un suspiro de alivio.

—Yo también. Hum... —Miró a su alrededor, como si estuviese perdido —. Lo siento, me ha costado mucho llegar acá.

Ella alzó una ceja, tratando de buscar una forma de aliviar la tensión del ambiente.

—Diez años.

Entonces, por su mirada y asentimiento, comprendió que él se refería a lo mismo.

—Sí. Diez años.

Entonces todo pareció encajar cuando las comisuras de los labios de Zack comenzaron a elevarse lentamente. Su presencia allí, sus voces, la necesidad de volver a verse. Violet se sintió tan emocionada que creyó que se desmayaría en cualquier momento.

Sintió lo que no sentía hace mucho tiempo: Volver a sentirse como una niña de dieciséis años.

Entonces, sin siquiera pensarlo, corrió hacia él y se lanzó a sus brazos, abrazándolo con fuerza, reviviendo todas las memorias de su cabeza sin reparo. Lo abrazó como esa vez que no quería soltarlo en el aeropuerto porque tenía miedo de olvidar cómo se sentía su piel o cuál era su aroma. Y así, en poco segundos, sintiendo cómo él la abrazaba de vuelta y apoyaba su barbilla en su cabeza dorada, revivió el tacto y el olfato. Era igual. Era tan igual que llegaba a darle miedo. En pocos segundos, dejaron que diez años de separación se disolvieran bajo la luz mortecina del amanecer.

Permanecieron un rato así hasta que ella se separó para estudiar por fin su rostro de cerca. A tan corta distancia, pudo notar que ahora era todo un hombre. Veintisiete años. Su rostro se había vuelto más maduro, sus ojos más intensos, su mandíbula más marcada. Tenía un aire distinto, menos inocente, como el de un hombre que lo tiene todo resuelto. Sin embargo, la forma en la que la había abrazado demostraba que era él mismo. Y cuánto la había echado de menos.

Ella comenzó a reír y él la siguió, aunque tan pronto empezó a hacerlo, sus ojos se llenaron de lágrimas y su risa se transformó en una queda y nerviosa.

—Lo siento, no quería llorar —se disculpó en voz baja, mirando hacia el pavimento.

—No te preocupes por eso. Estoy al borde de las lágrimas también.—Ella pegó un brinco sobre su propio eje —. Aun no puedo creer que estés aquí. ¡En Boise! Pensé...

Recordó los mensajes del Facebook ruso.

—Pensé que no querías volver a verme.

Zack negó con la cabeza, apartándose un poco.

—¿Qué dices? Si no he dejado de pensar en ti desde que me subí a ese maldito avión en Canberra.

La sonrisa de Violet se ensanchó.

—¿En serio?

Ante su mirada que revelaba algo más, Zack sintió un nudo en la garganta y dejó de mirarla, apartándose un poco más.

—Sí... digo... fuimos muy buenos amigos en el pasado. Me ayudaste mucho. Si no hubiese estado tan mal antes... y si no hubiese sido un gilipollas, jamás habría roto el contacto contigo —Respiró hondo —. Lo siento.

Sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez, paranoico.

—Me he comportado como un tonto, ¿verdad?

Violet abrió los ojos en completa redondez. El muchacho se esforzaba por sonreírle, pero estaba rompiéndose por dentro.

—¿Qué? ¡No! Éramos unos niños. Nunca te culparía...

—Pero lo has hecho, seguro. He aparecido de la nada después de diez años por tan solo leer un mensaje. Es una decisión tan loca y apresurada... como si la hubiese tomado sin pensar en las consecuencias y... —De repente abrió los ojos como si realizara algo. Como si tuviese una explicación para eso —. Oh...

La miró a ella como si todo fuese una mala idea.

—Soy un estúpido. No debería haber venido.

Empezó a irse casi como si arrancara de allí, pero Violet lo siguió hasta interponerse en su camino.

—No pensarás irte así sin más —Apoyó sus manos sobre sus hombros para detener su caminata —. No estás loco, punto uno. Segundo... ignoro las razones de porqué te tomaste tu tiempo en regresar. No me interesan. Ambos somos adultos con nuestras propias vidas y entiendo que tienes preocupaciones y una historia ajena.

Respiró hondo, sorprendiéndose de lo que estaba a punto de decir:

—Somos protagonistas de nuestras propias vidas. No en la del otro —Miró el suelo, apenada —. Así que entiendo porqué no habías venido antes.

Habría ido ella tras él, pero el dinero no le sobraba. Y esperaba que no le preguntara sobre eso, porque le daría vergüenza admitirlo.

—¿Es que ya te olvidas de todas las conversaciones que hemos tenido juntos?

Zack, con los ojos vidriosos, sonrió de medio lado.

—Terminaría en dos años si hablase de ello.

Ella ladeó su cabeza.

—Ya, pero cuando te fuiste, me dijiste "ten una buena vida, Henley" —Ante sus ojos anonadados, se encogió de hombros —. Es lo que he intentado hacer todos estos años.

Notó en la postura de él que se había relajado a medias. Ella se sonrojó.

—¿Acaso tú no?

Él se lo pensó y luego asintió.

—Sí. Pero ha sido difícil.

—Nadie dijo que sería fácil.

Zack bajó la mirada a sus pies, entre avergonzado y hecho un manojo de nervios por no saber qué preguntarle. Respiró profundo y elevó su mirada seria hacia ella otra vez.

—En verdad no has cambiado nada, Henley.

—¿Qué dices?

Él se sonrió.

—No llevo ni cinco minutos frente a ti y a ya me estás dando clases motivacionales.

Ella quiso reír pero al mismo tiempo apretó los puños. No se recordaba así con las otras personas. Estaba pasando por un duro momento y ahora era a ella a quien aconsejaban. ¿Qué tenía Zack de diferente que le hacía sentir esa energía súbita de amabilidad en su corazón?

—Hum, sí...

—Escucha, si estás ocupada, puedo venir otro día. Yo de todas formas estoy de pasada. Quería saludarte y saber cómo estabas —Ya se notaba más distante, como si hubiese recordado que, después de tantos años, ya no eran tan cercanos como antes.

Ella se sentía igual, pero la emoción de tenerlo al frente y saber de él eran aun más grandes, por lo que decidió dejarse caer y fluir:

—¿Quieres dar un paseo conmigo? —murmuró con voz dulce.

Zack alzó la vista al oírla, todavía desanimado.

—¿Qué?

—Anda, como en los viejos tiempos, cuando caminábamos a nuestras casas después de la escuela. ¿Sí? Creo que nos hará bien a los dos caminar un rato y escuchar lo que el otro tenga que decir.

Zack vaciló un momento y miró hacia la casa de Violet. Las violetas danzaban en el antejardín. Sonrió a duras penas.

—¿No tienes que avisar a nadie? Parecía que ibas a ir a otra parte.

Ella negó.

—Yo me encargo. No te preocupes.

La sonrisa de Zack adquirió más fuerza y un aspecto de ternura. Asintió finalmente.

—Está bien. Daré un paseo contigo.

Violet asintió, apegándose lo más posible a él sin parecer ansiosa y enviándole un discreto mensaje a Helga: "Un amor del pasado ha regresado. Creo que entenderás si no me aparezco hoy".

Caminaron juntos, Violet guiando la caminata hacia un río muy bonito que conocía y que los turistas solían visitar. Zack tragaba saliva con dificultad y miraba todo a su alrededor, como si no quisiera tener miradas accidentales con ella. Violet, enrojecida, lo entendía. Había pasado mucho tiempo. No sabían cuál era la manera correcta de comportarse con el otro.

Y cuando ella le apuntaba el puente o decía que era mejor idea caminar por la orilla del tranquilo río, él la miraba.

Seguía siendo muy linda, con sus rizos despeinados sobre la cara y sus trenzas, que le daban aires de inocencia. Sus ojos grises, vívidos y tiernos. Se movía con tanta gracia que le hacía recordar a esas violetas danzarinas de su antejardín. Era como un relato viviente. Una niña que, sin intentarlo, emanaba grandeza a través de sus palabras y sus buenos actos.

—¿Cuánto hace que estás aquí? —Interrumpió ella sus pensamientos, mientras miraban la hierba rala y trataban de no pisar las piedras del camino.

—Hace cuatro días. Tuve que ir al registro civil de tu ciudad a buscar la dirección de tu hogar. No fue fácil... tuve que decir que era de vida o muerte.

La miró, sonriendo entonces.

—Espero no sonar psicópata, pero me alegro que no te hayas movido de aquí. Si no, habría sido una perdida de tiempo y hubiese tenido que volver a Rusia.

Ella sonreía y se miraba los pies.

—¿Sigues viviendo en Rusia?

—Sí. En Moscú con... —De repente comenzó a balbucear —. Bueno, ya no vivo con mis abuelos. Tengo... Tenía trabajo estable.

—Oh... ¿te has quedado sin empleo?

—Sí, pero es temporal. Ya encontraré otro.

Ella comenzó a reír mientras observaba los rayos de sol reflejados en el río tranquilo.

—Suena rarísimo. El gran Zack Prawel sin trabajo. No suena como algo posible.

Él aclaró la garganta.

—Bueno, será porque ya no soy estudiante y en el mundo laboral cualquier cosa puede pasar —Se encogió de hombros —, pero es solo un desliz. De todos modos no me gustaba trabajar en esa escuela. Mi jefe era muy estricto y metido en mi vida privada.

Ella negó con la cabeza como si no fuera malo estar cesante.

—No te desanimes. Encontrarás algo pronto. Además, puedes usar este tiempo libre para no pensar tantas cosas. Un trabajo estresa a cualquiera.

—Sí. Bueno, eso estoy haciendo ahora.

Ella se sonrojó y se le escapó una risa nerviosa.

—Así que... ¿profesor? ¿Y de matemática?

—Sí.

—Qué novedad. Parece que nuestras clases particulares influyeron mucho en ti.

Estaba coqueteando descaradamente, y aun cuando su cerebro le decía que parase y que no podía tomarse esas confianzas tan pronto, ella no podía detenerse. Había extrañado tanto esa complicidad que se tenían antes, que quería que todo fuera como el 2013 cuanto antes.

—Sí, algo. Siempre me gustó matemática. Con las clases me di cuenta que tenía la paciencia para enseñar.

Sinceramente, no era la respuesta que esperaba. Se veía distante. Ella no respondió enseguida, buscando cualquier tema para cambiar el rumbo de la conversación.

—Entonces, me contabas que vives solo. ¿Hace cuánto?

Él frunció el entrecejo, viéndose frío de repente.

—Hace ya casi cinco años. Vivo con... —Respiró hondo y la miró a los ojos, justo cuando ella lo miraba de vuelta con esa cara de curiosidad natural que tenía —. Vivo con mi novia.

Violet asintió, bajando la vista y sintiéndose súbitamente débil. Llegó a sentirse estúpida de haberle mandado ese mensaje a Helga hace menos de una hora.

—Ya veo. ¿Te trata bien?

Zack miró hacia el frente como si fuese la primera vez que pensaba en ello.

—Sí. A veces creo que demasiado bien. Es una buena chica. Te caería bien.

Caminaron un momento sobre los matorrales en silencio.

—¿Y tú? ¿Tienes a alguien en tu vida?

Violet se detuvo, asombrada. Zack se detuvo a su lado, sonriendo paternalmente.

—Llegué a pensar que incluso podrías estar comprometida.

—¿Por qué pensarías algo así?

Él ladeó su cabeza como si fuese obvio.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. ¿Por qué no serías lo mejor en la vida de otro?

Ella sintió ganas de llorar entonces y un poco de rabia a cómo se estaban dando las cosas.

—No, yo... —Dejó de mirarlo, un poco molesta —. Estoy bien estando sola.

Siguió caminando, dejándolo un momento atrás. Pensaba en el tiempo y cómo todo había cambiado con los años. Entonces, mientras el sol seguía su curso descendente, Violet se detuvo en seco otra vez y se dio una media vuelta para enfrentarlo por fin.

—¿Por qué estás aquí?

—¿Qué?

—¿Tu novia sabe que estás aquí?

Zack miró hacia sus lados, de repente sin salida.

—¿Así que es eso? ¿Estás pasando por un momento complicado y vienes a ponerme a prueba para ver con quien te resulta mejor?

Él abrió los ojos, ofendido.

—¿Qué? ¡No! —Se acercó a ella, intimidándola con su altura y sus ojos oscuros —. Nunca te usaría así. ¡Pensé que me conocías! ¿Qué dices?

—Pero ella no lo sabe, ¿verdad? No te atrevas a mentirme.

—Natascha no lo sabe porque no lo entendería.

—¿Entender qué? Porque no la culparía si se molesta al saber que has venido a la otra parte del mundo a reencontrarte con tu ex novia.

Zack abrió la boca, con las cejas fruncidas todavía.

—¡Eres la mejor amiga que he tenido en mi vida! Cuando recibí tu mensaje, se me desmoronó el mundo. Sabía que lo correcto era volver a verte.

—¿Mejor amiga? Has estado evadiendo la palabra "novia" desde que llegaste.

—Bueno, yo...

—¿Tú qué? ¿Te da vergüenza? ¿O no lo cuentas porque después de todo no valió la pena?

—¡No hables tanto! —Estaba cerca de ella otra vez, ambos igual de intimidantes hacia el otro —. Joder, Violet. Que sí. Sí. Fuiste mi novia. Yo solo no quería decir la palabra porque pensé que podías ponerte incómoda.

—¿Incómoda por qué?

—Quizás porque no nos vemos hace diez años. No somos las mismas personas que éramos antes. ¡Es como volver a conocernos!

—¿O sea pensaste que podíamos volver a ser amigos?

—Pues, sí. No sé que hay de malo en eso. —Adivinó entonces lo que pensaba —. ¿O estás realmente molesta porque estoy saliendo con otra persona?

Ella comenzó a negar cruzándose de brazos.

—¡No! Estoy feliz de que sigas con tu vida y te sientas bien, pero no le veo razón a que viajes al otro extremo del mundo para decirme esto. ¿Cuánto tiempo te vas a quedar? ¿Unos días más? Porque podrías habérmelo dicho por teléfono, ¿no? —Lo miró con desprecio —. O haberte dignado a contestarme y no hacerme creer que me odiabas.

Giró sobre sus talones y siguió caminando, quizá dispuesta a irse al trabajo, aunque arriesgaba a que Helga se tomase todo mal y la despidiera.

—Me voy a quedar hasta que tú me pidas que me vaya —escuchó decir tras ella.

Se detuvo con los ojos llorosos y se dio vuelta a mirarlo. Él no se había movido de allí, a pasos de la orilla del río con el sol a su espalda, iluminando su cabello sedoso.

—Vale, debí contestarte, pero no se me ocurrió. Yo... —Se llevó las manos a la cara —. Mierda...

Apretó los dientes.

—Practiqué esto antes de venir... —Dejó caer sus manos con fuerza conforme tensionaba su mandíbula. La miró entonces a los ojos —. Tengo algo que decirte.

Un flechazo de la escena de la escalera de la escuela inundó sus más oscuros pensamientos. Él besándola y después huyendo.

Agitó la cabeza y enfocó la mirada en su cara pálida.

—¿Qué es? ¿Te vas a casar? ¿Tienes un hijo o algo así?

Zack comenzó a reír con los ojos llorosos.

—A veces desearía que fuera algo así —Miró hacia su derecha y se mordisqueó el labio inferior —. Yo... Tengo bipolaridad.

Ella tragó saliva, sin saber qué decir o adónde mirar.

—Trastorno bipolar maniaco-depresivo —Infló el pecho y desvió la mirada o lloraría —. Por eso tomo decisiones estúpidas la mayor parte del tiempo.

Dejó escapar el aire retenido en sus pulmones.

—Estaba viviendo un episodio cuando decidí venir a verte. Estaba tan sobreexcitado y fuera de mí mismo que perdí mi trabajo, me peleé con mi novia y compré un pasaje de avión. Todo en un mismo día.

Levantó sus manos como si se disculpara de ser así.

—Me la descubrieron a los veintiún años y mi vida ha sido un completo sube y baja desde entonces, porque... —Tragó saliva —. No he sido muy constante con la toma de medicamentos y mis terapias. Mi psiquiatra es muy seria y me hace sentir cuestionado todo el tiempo y los medicamentos me... me adormecen o no sé. Me hacen sentir un tipo aburrido y serio cuando...

La estudió con la mirada.

—Cuando desearía ser como tú.

Al ver que estaba en shock y no daba luces de saber responder, se encogió de hombros y se miró los zapatos de charol que llevaba.

—Bueno, ya sabía... allá se va el Zack de siempre para decirle hola a "Zack el bipolar". Supongo que por eso no sabía cómo decírtelo.

—Lo siento.

Él levantó la mirada de golpe.

—¿Perdona?

—Lo siento. Yo... de haberlo sabido... —Respiró hondo —. No sé mucho del tema, tendrás que instruirme.

Zack asintió, sin saber cómo sentirse.

—Está bien.

—Y lamento todo lo que te pasó tras tu último episodio. Espero también que no dejes tu terapia. Ya sabes lo que pienso de ello.

—Sí.

Violet tembló en su lugar.

—Y espero que realmente no pienses que comprar un boleto de avión aquí sea una idea estúpida.

Él sonrió, arqueando una ceja.

—¿Crees tú que es una idea estúpida?

La chica negó, nerviosa.

—No.

Se sonrojó.

—Solo... no quiero que las cosas salgan mal.

Él comenzó a caminar hacia ella con pasos pausados.

—Eh... que nosotros podemos seguir siendo amigos. Podemos volver a conocernos. ¡Hay tantas cosas que seguro que no sabemos del otro! Tenemos tiempo de sobra para reforzar el lazo perdido.

Sus ojos grises brillaban entre pena y felicidad cuando él estuvo a un paso de ella.

—Suenas más maduro.

—Es porque he aprendido de mis errores del pasado. He crecido. Y ya no soy ese chico que se guarda todo en su interior. Quiero que sepas que te he echado de menos. Y que quiero volver a saber de ti, Violet.

Ella respiró con fuerza y asintió rápidamente con la cabeza.

—Está bien, pero... ¿por qué hasta que yo te pida que te vayas?

El muchacho sonrió para sí mismo, sonrosado.

—No tengo otro plan en mi cabeza, mas allá de volver a conocerte.

Violet asintió, comprendiendo. No estaba dentro de sus planes, si era sincera, pero prefería tener a Zack Prawel en su vida que no tenerlo en absoluto. Ya había pasado mucho tiempo después de todo y haber tenido la tonta ilusión de que todo "se daría" había sido estúpido, ya lo veía.

No obstante, estaba feliz de verlo a su lado, caminando a pasos pausados, con su perfume que olía bien, su cabello negro que combinaban con sus ojos y esa interesante forma de describir las cosas que tenía.

Entonces, lo invitó a caminar a su lado, a centímetros de rozarse los brazos. Planeaba llevarlo al centro de la ciudad, allí donde sabía que podría sentirse como reina y señora de su ciudad. Allí donde ella creció toda su vida.

Quería que él la conociera desde sus inicios.

Y egoístamente, quería que volviese a enamorarse de ella. Porque ella, aunque lo reprimiese, sabía que estaba aun enamorada de él. Una vez en su cabeza no dejaba de repetirle lo mismo: Zack James Prawel es el amor de tu vida.

Hola a todos. Perdón por haber desaparecido tantos meses. Estoy viviendo en Alemania y mis prioridades cambiaron radicalmente al momento de llegar aquí. Y sinceramente estoy tan feliz y emocionada, haciendo siempre cosas, que no me he visto en la necesidad de tomar mi computadora y escribir. No tenía la inspiración necesaria tampoco. Sin embargo, aquí les traigo un nuevo capítulo que espero que les guste. Déjenme en los comentarios lo que piensan. ¡Saludos!

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