Capítulo 42
Béatrice Marie
Sostengo a la bebé cuando Anaïs marcha directo a la puerta y no me doy cuenta del escándalo que se está armando hasta que una mujer dice "viva el amor".
Me doy la vuelta y está Belmont mejor vestido que nunca junto a personas que parecen su familia. Él le da un beso en los labios a mi amiga y todos los demás la saludan con cierta discreción.
Wow, genial, vino él a arruinar mis momentos junto a Anaïs y lo noto cuando me roba el asiento y me pone el bolso lo suficientemente lejos de ella. Lo miro durante unos momentos, llena de furia. Pero él me observa como si no entendiera mi enojo.
No sé si lo hace apropósito o no.
Me tengo que sentar al lado de la familia de Gerard, quiénes están chismoseando entre ellos. Al tiempo, Noah termina buscando a Bonnie y se lo agradezco porque mis brazos no dan para más.
Hablo un poco con mi cuñada, contenta de que siempre se refiera tan bien cuando se trata de mi hermano. Creo que ambos combinan muy bien. Podrían ser algo formal y real si se lo propusieran.
Pero incluso enfocándome en su felicidad no puedo evitar ver a Anaïs charlando con la madre de Belmont, a quien todos se le acercan. Ni tampoco ignoro a Belmont saludando a todo el mundo y presentándose.
Pero lo más difícil de ignorar es cuando llega la hora de la cena y el brindis es realizado por la señora Moreau que está encantada por el ambiente, se le nota en la sonrisita.
—Me alegro de que hoy estemos todos los que debemos estar, pero hoy quiero darle una mayor mención a la familia Adler. Y un anuncio importante que sé que mi hija no hará... La familia Adler y Moreau están unidas para siempre. 21 de marzo, recuerden esa fecha para la gran boda de mi pequeña con Belmont Adler. Gracias por su atención.
La forma que tiene de hacer énfasis en el apellido de ellos me causa repudio, pero no más del que me causa Anaïs al verla sonriéndole a Belmont y hablando como una parejita feliz.
Supuse que el anuncio era sorpresa para todos, pero Estela parece no shockearse en lo absoluto.
—Sí, bueno, ya casi todos lo sabemos. Ella misma nos ha contado —dice con un tono aburrido—. ¿En serio les gusta esta pareja o es para aparentar?
—¿Cómo es eso de que todos los saben?
—No me digas que Anaïs no te lo contó...
—Se habrá olvidado, como siempre.
Como se olvidó de decirme que tenía un prometido o de que no podía hacer juramentos que duren realmente... Pero esto es una boda, ¿acaso no estoy invitada o es una forma de evitarme? ¿O de lastimarme? Porque si busca lastimarme me acaba de partir el corazón con su mirada, lejos de sentir culpa.
Sin poder soportar la comida y ese ambiente de embriaguez, de felicidad, me marcho de la mesa, imitando la mejor cara posible y dirigiéndome directamente al baño. El anuncio ya se ha contado hace una o dos horas, pero me sigue afectando seriamente.
Me encierro en el baño con mucha rapidez y me repaso el maquillaje. Pero cuando me veo en el espejo solo veo a una mujer destruida, realmente dolida.
Y temo que no me siento mal solo porque no me contó... Sino porque se casa con él y eso significa que no podremos seguir confundiéndonos, que... Yo tengo que dejar mi capricho y la idea de que algún día podría besarla en serio largando todo lo que siento.
Temo que me enamore cada vez más de algo imposible. Me temo que estoy encantada por completo por ella y su forma de ser. Pero ella no tiene piedad conmigo, ni un poquito.
El rímel se me empieza a correr a la hora en la que se me caen las lágrimas y debo de buscar en dónde guardan los desmaquillantes. Podría ser que alguien quiera entrar y me vea de esta forma. Pero eso no me destrozaría tanto. Creo que mi corazón ya está partido.
Para mi alivio, las voces empiezan a disminuirse y la de Anaïs se alza para pedir que todos vayamos a afuera a esperar por Navidad. Me alegra que haga una cosa bien y gracias a eso puedo sollozar tranquila.
Qué tarada me siento al estar tan enamorada de alguien como ella, con tantos secretos.
El silencio invade la sala y creo que es buen momento para marcharme. Sí, me iré muy lejos, donde ella no pueda alcanzarme y nadie me pueda ver así de derrotada.
Pero su voz echa a perder todos mis planes.
—¿Béa? ¿Eres tú?
No respondo, pero ella sabe que lo soy.
—¿Pasó algo o...?
—No pasó nada, vete con los demás, Ana.
Mi tono suena un poco fúnebre. Esta vez ella no parece dudar de mí porque dice "bien, te espero afuera" y escucho sus pisadas fuertes. Esos zapatos que se puso se escuchan más que su voz.
Logro respirar un poco mejor y me echo mucha agua en el rostro, al menos hasta que finalmente queda limpio. Pero mis ojos se notan algo hinchados. No mucho... creo.
Salgo del baño y veo que es cierto que no hay nadie. Así que me encamino hacia la puerta principal. Al menos hasta que una mano me retiene.
—Estuviste llorando y ahora te quieres ir, ¿qué sucede?
Es ella. Increíble. No se puede huir de su maldita mansión. Me siento tonta cuando la alegría me invade a la hora de notar que se ha preocupado.
Debería solo decirle que me deje en paz. Pero soy tan débil ante su voz que me doy la vuelta y dejo que vea mi rostro destruido en tristeza. Quiero que se sienta algo mal por mí.
—Sígueme.
—No, Anaïs, en serio. Quiero irme de aquí.
—Por favor, confía en mí... Hablaremos, sé lo que te está molestando.
Tonta de mí. Tonta, tonta, tonta. Tonta cuando le agarro la mano y sonrío porque ella me la aprieta y tonta cuando subo esas escaleras.
Tonta una y otra vez. Pero feliz de ser la tonta que la sigue a ella. Porque sé que nunca buscaría dañarme, lo sé.
Nos encerramos en una habitación, una de las tantas desocupadas. Hay un poco de polvo, pero no se ve muy sucia. Se ha mantenido, como si esperara por nosotras.
Anaïs no me vuelve a mirar a los ojos y me suelta de la mano, causando que me aleje un poco. Todo porque temo qué dirá sobre nosotras, sobre ella y Belmont o sobre su familia.
—Mira, lo siento, tuve que avisarte que me casaría con Belmont y todo eso.
—Eso me molesta, realmente.
—Lo sé, tan solo... No quería que me vieras como una futura casada. Quería que me vieras libre.
—Lo serás incluso estando casada.
—No, a la mujer casada no se la mira con los mismos ojos que a la soltera. A ti nadie te pedirá hijos con Maxime en su noviazgo y si lo hacen exigirán que te cases con él. No te querrán mantener en la casa. No tendrás que soportar a su familia extrañamente arrogante y que te odia.
Creo que esa es su situación. Y por esa misma razón no puede levantar la mirada ni dejar de tomarse las manos, intentar encontrarle una vuelta a todo esto. Sé lo que se siente "perderse" de su propia vida y por eso mismo espero hasta que entre en razón, hasta que acepte que hay otro camino.
Pero no lo hace, así que me toca a mí intervenir.
—¿Y te quieres casar con él? ¿Estás enamorada?
—No y no. Yo dudo algún día sentir algo por él o por cualquier hombre.
—¿Y por una mujer? Digo, quizás... Suena raro, pero quizás puede ser.
Mis palabras salen cada vez más raras y solo por eso Anaïs me mira. Ella frunce el ceño. Me temo que mi confusión ha llegado muy lejos. Pero me relaja cuando se acerca un poco y se atreve a responderme.
—Puede ser.
Mi voz se vuelve un poquito más bajita cuando la tengo en frente, pero aun así me armo de valor para preguntarle algo que me ha rodeado la cabeza durante unos largos meses y que se ha vuelto insoportable.
—¿Y de mí? ¿Tú te podrías enamorar de mí? Porque yo estoy enamorada de ti y hasta me casaría contigo. Suplantaría a ese tipo para estar yo en el altar... Solo si quisieras.
Me atrevo a mirar sus expresiones. Su sonrisa que aparece por breves momentos para luego volver a la seriedad. ¿Qué? ¿No sabe cuándo algo no es broma de mi parte?
Y no, no lo sabe, porque se ríe un poco y está intentando hablarme, pero eso ya me molestó. Maldita sea.
Me alejo de ella, la intento retener lejos de mí mientras mi frustración y vergüenza aumentan. Pero rompe mis límites y se acerca de nuevo, esta vez con una expresión particular en su rostro.
—Béa... ¿Cómo no enamorarme de ti? Si dejarías todo tu maldito futuro por casarte conmigo.
Sus palabras me sorprenden, casi siento que yo las invento, al menos hasta que noto ese tono carmesí en sus mejillas y la sonrisa para abajo, esa sonrisa que hace cuando se avergüenza.
Oh, Dios, esto está pasando muy rápido. Mi corazón late con tal intensidad que me quedo sin palabras.
—¿Puedo besar a la novia? —pregunta muy cerca de mis labios y yo asiento.
Es un beso suave, lento. Aún sigo muy perdida, no entiendo cómo todo puede resolverse tan rápido, ni la forma en la que mi tristeza se disipa con su mano pegada a mi mejilla.
Estaba furiosa, realmente molesta. Pero por la idea de que Anaïs no fuera mi esposa.
Creo que podría amarla más que ese hombre. Más que cualquier hombre. Más que cualquier mujer. Puedo amarla mejor, más bonito.
Solo si me deja seguir así, acariciándonos, dándonos breves besos hasta quedar sin aliento, hasta mirarnos como dos tontas. Porque eso es lo que somos, dos tontas enamoradas, al menos.
—¿Soy tu primer beso?
—Bueno, me gustaría que sea así de romántico, pero no.
—Es decir, con una mujer. ¿No soy tu primer beso con una mujer?
Y ella niega divertida, tan divertida que me deja sin palabras.
¡A Anaïs le gustan las mujeres, igual que a mí! Bueno, a mí también me gustan los hombres, pero a ella le gustan las mujeres.
—¿Y esa expresión de felicidad?
—¡Te gustan las mujeres!
—Eres la cuarta en saberlo y tengo mucha gente conocida así que intentemos no hablarlo en voz alta.
—Pero si te gustan las mujeres y esto no es una confusión... nosotras dos podemos ser algo romántico.
Se me ríe en la cara y no entiendo por qué. ¿Qué dije? Solo quiero que seamos pareja, pero bueno, si le parece tan desagradable la idea está bien, no insisto.
Ni siquiera es tan necesario..., pero quiero ser su novia. No me gusta que se me ría cuando hablo en serio. Me estaba empezando a emocionar.
—Béa, eres una ternura, pero tu fantasía vuela alto.
—Oh, lo siento.
—No te enojes, ey—Pone su mano en mi mejilla y me hace mirarla—. Amaría que fuera así de sencillo, linda, pero tristemente no podremos hacerlo público. Yo estoy dispuesta a salir contigo, pero tendremos que ser disimulada y sabes el costo de eso.
—No lo sé realmente. Nunca salí con una mujer antes.
—Tu futuro se termina si se enteran que sales conmigo. Es así.
—Pues que mi futuro se termine, ¿qué más me da? Si ni lo he formado.
Ella se ríe, pero yo hablo muy en serio.
Me calla poniéndome el dedo en los labios y pidiéndome que no diga cosas como esas, que me espera una vida grandiosa con ella a mi lado si es que me atrevo a soportar el silencio, la idea de ocultarnos.
Y no me parece tan mala si ambas estamos en esto juntas.
Así que acepto con un beso que genera que Anaïs me envuelva la mano en el cabello y me tire contra la pared. Es encantadora y sexi. No me quiero imaginar los próximos besos o sus labios en otras zonas.
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