Capítulo 39
Narrador: Béatrice Marie
Hoy conocí a Mandi. Es una gatita un poco juguetona, aunque creo que le trae paz a Anaïs. Es justo lo que necesitaba para relajarse o eso quiero creer cuando la veo sentada junto a ella durmiendo ligeramente en el sofá junto a un papel en manos.
Su madre me ha dejado pasar, pero supongo que esta no es la mejor visión de ella. La escucho suspirar, pero sonríe con alegría. Cuando le pregunto la razón, ella solo me mira unos segundos y luego dice "me trae felicidad ver el esfuerzo que está haciendo". ¿Para qué? Pero me quedo sin preguntar, solo ladeo la cabeza.
He venido a visitar más seguido a Anaïs, temerosa de que nuestra relación quede varada por mis responsabilidades como pareja de Maxime y por estar visitando distintos castings. Me estoy preparando para un futuro grandioso, pero no sería nada sin esta mujer tan calma.
Sara no es mucho de hablar, solo se la pasa dando vueltas. Es una de las pocas veces que la veo rondando por la casa, pero no me molesta. Solo es algo incómodo y por su mirada intensa.
Cuando finalmente Anaïs despierta, me mira confundida y larga un largo bostezo.
—Béa, ¿viniste de sorpresa?
—Sí, es que estaba aburrida y eso.
—¿En serio?
—No, nunca estoy del todo desocupada, pero estamos a una semana de navidad y me dijiste que en alguno de estos días armaríamos el arbolito.
Parece que le sorprende saber que estamos cerca de Navidad porque se pasa la mano por la frente e intenta contar con los dedos. Me termina dando la razón.
Me resulta algo feo que se haya olvidado de eso, pero lo dejo pasar cuando me da un breve abrazo y me demuestra que tenía todo preparado para armarlo. Quizás tan solo lo olvidó por momentos. Está bien, me resulta mejor eso que el hecho de que finja demencia como Maxime cada vez que algo se le olvida.
Nunca había armado el arbolito de navidad con nadie más que mi familia. No somos especialmente cristianos, pero tiene gracia armar un arbolito y creer en Santa Claus.
Ahora siento que mi nueva familia es Anaïs y Mandi. La gatita se la pasa jugando con las pelotas más pequeñas y me rasguña si intento tomar una. Anaïs me advierte que es demasiado agresiva para los juegos y me muestra de unas cicatrices que tiene en los brazos gracias a ella. Qué dolor...
Dejamos a Mandi jugando con una pelotita sin brillantina ni nada que pueda intoxicarla. Nos la pasamos bastante bien con la charla, pero me da pena preguntar por eso en lo que tanto se esfuerza. Y cuando intento hablar al respecto, termina sacando un tema completamente diferente.
—Navidad es muy importante para los Moreau, bueno, y Robinson. Nos unimos todos a festejar, incluso si no nos vemos desde hace años.
—Pero ¿cómo? Si me dices lo de "No verse desde hace años" se me hace un poco raro.
—En realidad, nunca sabemos cuándo puede venir alguien o no. Es solo esperar a ver si respondan las cartas que se le envían o que lleguen a la casa. Mi familia es rara.
—¿Entonces nunca terminaré de conocer a la familia Moreau-Robinson?
—Conocerás a la mitad, con suerte —dice con una risa que me hace sonreír—. O quizás menos. No lo sé, es una familia a la cual nunca se sabe quiénes forman parte o no. Ya sabes, es como si algunos detestaran ser llamados dentro de los Moreau. Es más, recién me enteré del apellido de mi madre tras la muerte de mi padre.
—Bueno, eso sí que es de una familia rara, sin ofender.
Me hace un gesto con la cabeza. Está muy tranquila como para tomárselo a mal. Pero incluso si coloca todo el adorno con cuidado veo cómo tiemblan un poco sus manos y sus labios se aprietan. Debe ser horrible ser parte de esa familia... Quizás no es tan trágico, pero no me da buena espina el asunto.
Mi familia no es la gran cosa. Somos ocho integrantes contando a mis padres, hermano, mis tíos y mi primo. Hasta ahí, porque con los demás no tenemos comunicación.
Nunca entendí muy bien el concepto de familia que tanto arraiga.
—Aun así, ansío conocerlos —confieso dándole la estrella. Ella no la pone de inmediato, primero me mira y cuando desvía la mirada contesta.
—Sería mejor que no vengas ese día.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Mi familia es rara en serio, no quiero que lleguen a hacerte daño con sus cometarios. En realidad, no me quiero pelear con nadie en Navidad.
—Oh, no te preocupes, puedo darles cara. Sé karate.
Hace una expresión de pánico cuando se baja del banco y yo me río en mis adentros. Se cree que le hablo en serio.
—No hace falta usar la violencia.
—Oh ¿y yo qué sé? Dijiste que eran raros.
—Sí, pero no de los agresivos.
Temo que se lo tome a mal, pero luego de unos segundos la veo intentando contener la risa. Es imposible no reírse ante algo que te está haciendo cosquillas. Yo siento que le genero muchas cosquillas a Anaïs.
—Está bien, si sabes karate puedes unirte a la cena.
—¿Tendré que actuar como la dama acompañante o algo así? —le doy un leve codazo tras mi atrevimiento y ella de inmediato desvía la mirada.
Noto el color rojizo en sus mejillas y cómo intenta evitarme, aunque sin alejarse. Eso me gusta. Me gusta cuando puedo encontrar algo en lo que ponerla nerviosa, cuando es siempre ella la que manda y me hace sentir tan tímida.
—Vamos, ¿qué significa eso?
—Nada.
—Vamos, dímelo, ¿no te gustó que dijera eso?
Me cuelgo de sus hombros con gracia y me tiro hacia adelante. Ella ya está acostumbrada, así que solo posa sus manos para mantener distancia, pero termino quedando muy cerca.
Tan cerca que puedo ver sus labios por un momento. No como la borracha de aquella noche que la besó de forma tonta, ahora como alguien consciente. No puedo no mirarla a los labios y creo que ella tampoco lo hace muy fácil porque sus ojos ni se desvían de los míos. Siento como si me acariciara con la mano por un momento. Me acerco un poquito más, embriagada de curiosidad... Y me empuja.
Me empuja hasta caer contra el sillón y asustar a Mandi. Auch. No tenía razón para ser tan ruda.
Su mirada implica disculpas, pero se nota que lo hace por una razón: su madre. Está caminando hacia ella, ignorándome por completo. Se para en frente y parece muy confundida por lo que se encuentra.
—Ustedes...
—No, madre, nosotras nada.
—Pero yo las vi, se estaban besando.
Eso no es cierto. No vio nada de eso. ¿Acaso le falló la perspectiva?
Si soy sincera, tampoco es que estuviéramos lejos de besarnos... Pero cuando las dudas me inundan Anaïs ni siquiera me mira. Adopta una cara de póker increíble y lo niega con rotundidad. ¿Le desagrada la idea?
—Haz todo lo posible por seguir con el linaje Moreau, ¿sí?
No sé por qué, pero eso me llenó los ojos de lágrimas. No entiendo cuál es la razón por la que me escabullo como una niña pequeña, pero lo hago de todas formas. Sigo mi camino hasta cruzar la puerta y respirar.
¿Linaje? Dios, me resulta tan horrible esa palabra. Sé que algún día Anaïs deberá casarse y toda esa mierda, pero no tenía por qué arruinar nuestros momentos, decírselo justo ahí.
Yo la estaba pasando muy bien alejada de la realidad y a punto de comprobar qué tan confundida estamos... ¡Ni siquiera sé por qué estoy tan interesada en besarla!
Tan solo me gustaría que estuviera completamente sola. Que fuera para mí. Como amiga, claro. O no. Si es mi amante mejor.
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