Capítulo 38

Anaïs Moreau

Este último tiempo, desde que he estado tan ocupada organizando la boda, me he sentido muy sola.

No solo porque mi madre no reacciona bien a las pastillas, sino porque todo mi entorno se ha desequilibrado. Belmont se está apoderando de mi tiempo con citas o llegadas a mi casa con "buenas intenciones". No quiero seguir teniéndolo cerca, pero no podría mantener la mentira de alejarlo.

Además, el saber que mi sobrina va cumpliendo meses y que yo no lo puedo ver presencialmente me parte el alma. Quisiera sostenerla durante unos segundos y seguro me curaría todo este mal.

Ahora quedaré no sola físicamente, sino que también de manera mental, tomando en cuenta que ya tanto Marisa como mi madre están participando en charlas en el geriátrico.

Definitivamente nada me llena.

Escucho el timbre de mi hogar y corro a abrir la puerta, temerosa de que la persona que se encuentre se vaya ante una ausencia de segundos.

June está allí, en frente de mis ojos, con una frazada en sus brazos y una sonrisa torpe, como las que solía hacer antes de que todo lo malo le sucediera.

—Hola de nuevo, Ana. Sé que nos vimos recién en el club de lectura pero... No lo sé, vi este gato trepado en un árbol y tan asustado que dije: Es especial para Ana.

La hago pasar mientras la confusión se apodera de mi rostro. Pero no puedo evitar clavar la mirada en el pequeño ser que se asoma tras la frazada, indefenso y muy ruidoso.

Me lo pasa a mí y temo sostenerlo y dejarlo caer. Nunca he tenido a un animalito tan pequeño. En primer lugar, jamás tuve una mascota. Mi padre lo hubiera envenenado... Pero yo no soy mi padre.

Me hace sentir alguien muy diferente a mi padre cuando este gatito negro me mira con esos ojos redonditos.

—¿Segura que no es de nadie?

—Pues, estaba arriba de un árbol muy asustado y los vecinos dicen no conocerlo... Creo.

—Eres una mentirosa.

—Ey, no tiene collar.

Me río ante su forma de excusarse y nos guío por el pasillo hasta la sala de estar. Cuando nos encontramos allí acomodo al gatito sobre mi regazo y me alegro de que se repose tan cómodo.

—Te ves como una niña —confiesa orgullosa de su decisión.

—Y tú eres tan espontánea como siempre... ¿Acaso es mi cumpleaños?

—¿Tiene que ser tu cumpleaños para que te regale algo?

—No, pero los recuerdos de tus regalos de cumpleaños se asemejan a esto. Tienes historias muy raras.

Creo que mi casa huele diferente cuando June se encuentra cerca. Por ejemplo, ahora mismo huele a margaritas y a dulzura pura. June me transmite ese aroma precioso, aroma que extrañaba al ser ella la única amiga que a veces me frecuentaba aquí.

Ella dista mucho de la June que conocía, la adolescente terca y ruidosa, demasiado despreocupada para fijarse en la gente. Ahora es escurridiza cuando alguien le asoma la mano o, incluso, tímida al hablar. Pero conmigo no se siente tan así.

Recuerdo que debo de servir el té, razón para levantarme aún con el gato en brazos. Pero June me detiene tomándome de la muñeca y eso casi me hace reaccionar con un violento manotazo, hasta que recuerdo que solo se trata de ella.

—No tengo mucho tiempo hasta que Alex se entere que no volví a casa.

—¿Cómo? ¿Él te pone prohibiciones de horario?

—Le dice toque de queda, ya sabes, es un político muy aficionado con su trabajo

Ríe ante sus propias palabras y no lo hace de forma forzada. June realmente se está riendo de tener ciertos horarios para salir cuando ya es una adulta. De adolescente lo entiende porque era un poco desastrosa, pero no cuando tiene control de su propia vida. ¿Quién se cree ese tarado?

—Bueno, yo a eso le llamaría dictadura. Seguro que le gusta esa palabra.

—No adora la democracia, pero tampoco le gusta la dictadura.

—Hablo en serio, June, no es normal que tu esposo te siga poniendo límites. Has pasado por mucho como para que ahora te mantenga de esa forma.

Me da un poco de cosa que me mire tan fijo y parezca realmente pensar en otra cosa. Pero antes de que pueda hacerla reaccionar, ella saca otro tema, ignorando por completo mis palabras... No tiene sentido recordárselo.

De la nada, mientras acaricio a la gata, a June se le pasa algo por la cabeza. No me extraña su espontaneidad, debido a que muy pocas veces la puedo ver siendo ella misma luego del accidente. Por esto mismo, en cuanto me propone que la llame: Mandi siento mucha ternura. No sé exactamente de dónde viene, pero siento que le pega bastante bien.

—Es como un apodo de Amanda —señala, llamándome la atención.

—¿Amanda? Me has hablado de ese nombre, "aquella que sabe amar" o "aquella que es amada" —recuerdo, sacándole una sonrisa triste.

Cuando hace esa clase de gestos nada discretos, se le notan un poco más las arrugas y el dolor que se calca en su piel. Incluso cuando no hace esfuerzo alguno por expresar algo, se deja visto el cansancio. June está peor que yo.

—Sueño todas las noches con mi Mandi.

—Oh, June...

—Ella fue amada desde el primer momento en el que la sentí en mi vientre. Y todo este mundo que tengo en frente mío no es nada si no la siento cerca, si no siento su presencia.

Aunque no creo que eso sea normal, no conozco las etapas de duelo por la que pasa una madre, así que solo dejo que ella llore mientras toma mi mano. Recuerdo que odiaba verse tan frágil... Y ahora es lo que siempre demuestra: fragilidad.

Últimamente la gente a mi alrededor y yo misma me he tornado sensible; no, mejor dicho, últimamente he empezado a comprender el sufrir de los otros y a notar mi propio dolor.

El tema de Alexander es peor de lo que creí. Incluso entiendo cómo la furia de Adrienne solo se acrecienta con el tiempo dando paso a un descontrol completo de sus ánimos.

Es un tipo de lo más oscuro. No solo somete a June a mentiras perversas sino que hasta a la más baja manipulación. Ya que le da lo mismo, sabe que June está a sus pies y peor aún desde la muerte de su bebé. Ha aprovechado todo para lavarle la cabeza, para darle a entender que solo él puede salvarla de la desesperación.

Incluso echa en un llanto desgarrador cuando empieza a nombrarse a sí misma como "una inútil buena para nada, que solo le ha traído mala suerte a su esposo".

Mandi se baja de mi falda, alertada por la actitud de June, y se esconde bajo una silla. Pobre, también debe ser confuso para ella.

—Eso no lo justifica —me atrevo a decir en un momento mientras aprieto sus dos manos y la obligo a verme a los ojos—. Su duelo no tiene por qué meterte a ti. Tú estás sufriendo también y no le estás haciendo daño por eso.

—Solo me trata como un padre, ¿qué podría hacer un hombre que me trata como un padre?

«Eso es todavía más enfermo» quiero soltar, pero no me siento capaz de decírselo. No puedo referirme a su relación con esas palabras, June no lo merece.

—Puede hacer muchas cosas mal.

—Oh, Ana, lo siento, había olvidado lo tuyo...

—No, tranquila, Juju, es algo del pasado, ahora me importas tú y recuperar este tiempo perdido.

—Sí, pero tú has estado sufriendo todo este tiempo, ¿cierto?

¿Yo sufrir? Comparado con lo que ella vive lo mío es un paraíso. No tengo nadie que me controle ni mucho menos he perdido a un hijo... No, mi dolor es una porquería a su comparación. Todo dolor de mi parte se ve egoísta a comparación del de ella.

No tiene sentido mi dolor. No hay razón para que este exista. Solo soy una exagerada que adora sentir que necesita a alguien para aliviarse. Sí, así me siento. Ninguno de mis problemas son reales.

—No, no, estoy en mi mejor momento, en serio.

—Es por la editorial seguro. Oh, yo siempre he querido que cumplas tus sueños, desde que éramos pequeñas has deseado trabajar en una.

Le decepcionaría saber que ni la editorial me salva de la miseria que me siento. Ni siquiera ha mejorado las cosas últimamente y apenas sí me alegra.

—Sí, es lo mejor que me ha pasado.

—Pero escuché que últimamente no vas a trabajar.

—¿Me has estado acosando o algo por el estilo?

—Bueno, no soy la indicada ni para salir de mi hogar, así que —Quiere que suene como un chiste, pero es más deprimente de lo que espera—... Lo siento, no te he acosado, es solo que me he enterado porque he preguntado por ti. Quería que nos reuniéramos solas, pero no encontraba ninguna excusa más que la del gato.

Acorto el espacio entre ambas y dejo que mi cabeza aterrice contra sus muslos mientras mis piernas se relajan en el sofá. Es un gesto íntimo que solo tengo con ella. Siempre he dudado un poco de los sentimientos de amistad que tengo con cada persona, pero nunca con June. Incluso me atrevo a pensar que reemplaza bastante a Charlotte.

—No necesitas una excusa para venir a verme... Sé que es difícil y todo se volvió un poco más raro desde que mi padre murió, pero aún seguimos siendo amigas.

—Sí, pero parece que me reemplazaste un poco con Béatrice.

—¿Estás celosa? —provoco, notando pronto cómo June gira el rostro y parece sentirse culpable.

—Están casi todo el tiempo juntas, es raro... Tú no permitías a las personas sobrepasar tu espacio personal al menos de que las conocieras con cinco años de anticipación y me termino enterando que en siete u ocho meses esta chica te conquistó por completo. Es raro, ¿ya te ha sucedido antes?

Su duda me perturba un poco así que me alejo de ella temiendo que sepa leer mi lenguaje corporal.

Nunca he hablado de mi orientación sexual con nadie... Solo tres mujeres lo saben y una hasta parece repudiarla. Pero en los ojos de June puedo ver cómo me observa con toda la inocencia del mundo, tal como si deseara explorarme a fondo.

Ella es la que más se merecía saberlo.

—Sabes, si no quieres decirlo no hay problema, yo puedo perfectamente...

—No me ha sucedido antes. Nunca tuve una conexión tan genuina con una mujer.

Cuando lo suelto todo, siento que ella está por levantarse. Parece que acabo de dejar una pesa encima de ambas. Pero no hace esfuerzo alguno por irse. Es más, se queda inmóvil.

Estoy tan acostumbrada a hablar en códigos que no puedo evitar sentirme mal ante su falta de reacción. Sé que esto no se habla.

No se habla de esa clase de cosas, las mujeres no tienen permitido hablar de homosexualidad; los hombres tampoco, pero al menos se sienten integrados entre ellos teniendo un cierto respaldo. En cambio, muchas lesbianas nunca se terminan de conocer por la simple razón de que están ocultas aún, esperando "ese hombre" que las enamore tanto como "su amiga" lo hace.

—Supongo es una gran amiga para ti.

—June.

Al llamar su atención, niego con la cabeza y siento el ardor de mi rostro de una forma muy intensa.

—Es más que una amiga. ¿Te estás enamorando de Béatrice?

Pronuncia las palabras con delicadeza, pero no con asco. June no siente asco por nada ni nadie más que los "viejos verdes" y algunas personas controversiales. Luego de eso, es muy abierta de mente y respeta mucho los distintos puntos de vista o sentimientos.

No me salen las palabras. Nunca experimenté el verdadero enamoramiento. Sí, hay síntomas que tuve con alguna de mis dos amantes, pero uno se da cuenta cuando se enamora de alguien; mágicamente lo descubre un día y sabe que desde ese momento las cosas nunca son iguales. Y con Béatrice tengo todos los síntomas que conozco y más.

Cierro los ojos en un intento vago de ahorrarme cualquier tipo de escenario en frente de ella y asiento con lentitud. Temo llegar a equivocarme.

Intento mentirme con que no estoy enamorada de Béatrice... Pero mi corazón acelerado me delata.

—Ay, Ana, ¿por qué nunca me dijiste nada?

—Hace poco me he dado cuenta que lo estoy y...

—No, de tu amor hacia las mujeres, ¿por qué lo ocultaste de mí todo este tiempo sabiendo que solo te haces daño?

La mano suave de June llega a mi mejilla y eso me rompe por completo. ¿Cómo se atreve a ser tan amable? No merezco ni su amor ni su aceptación.

—Porque soy una enferma mental, June, ¿a quién le gustaría desahogar eso?

—Tú eres una persona que ama, eres eso. Y mereces el amor de las mujeres sin importar qué diga el resto.

Empiezo a deshacerme en lágrimas y más lágrimas. No puedo creer que en serio crea que merezco ser amada a pesar de mi condición. Creí que solo estaba condenada a la clandestinidad, a la constante mentira para caer bien y a ser la genuina sombra de mi hermana Charlotte, seguir sus pasos y olvidar mi verdadero deseo.

—Eres una persona y por ese simple hecho mereces amor. No sabes cómo me duele sentir tu sufrimiento y cuánto odio a esta sociedad que lastima a todo aquel que es diferente. Pero Anaïs, nunca lo olvides, siempre va a haber alguien que te ame y, desde mi propia perspectiva de mujer enamorada, Béatrice parece sentir lo mismo.

Quiero reírme de su maldita perspectiva errada, pero me lo trago todo porque estoy tan triste por ella y por mí misma que no puedo detenerme a pensar en algo crudo, realista.

Dejo que me abrace, a pesar de lo mucho que me cuesta recibir afecto físico, y siento cómo recompone mi corazón con su voz melodiosa. Al menos hasta que rompe por completo el ambiente con su rara curiosidad.

—Por cierto, ¿ya has salido con una mujer o...?

—Dos amantes.

—¡Ay, tengo que adivinar una!

Soy muy discreta así que dudo que se le haga fácil.

—Una es conocidísima y otra... Bueno, no tanto al menos que seas de ese vecindario.

—¿Cuál?

—Oh, no lo sé, uno de por ahí.

—Vamos, dame más pistas, yo siempre te decía de los que me enamoraba.

—Esos solo te gustaban, June y, además, yo nunca quería saber al respecto.

Nos reímos entre muchas anécdotas propias que nunca he podido compartir con nadie y me alegra por completo la tarde tener alguien que sabe mi secretito. Es algo tan aliviador que me deja un buen sabor en la boca saber que June sigue ahí, incluso si parece un caparazón muy resistente a las emociones alocadas.

Yo sé que algún día June saldrá de esa relación... Estoy segura de que encontrará a alguien que la ame en serio y cuide de ella como desea. Quizás, incluso, ya la conozca.

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