Capítulo 35

Béatrice Marie

Luego de casi un mes de no ver a Anaïs, cuando la veo me dejo de comportar como una dama y la abrazo con tal fuerza que le quito el aire. Pero eso no le impide pasar sus brazos por mi cintura.

Nos quedamos así un momento y mientras me recuesto para escuchar los latidos de su corazón siento cómo este se acelera. Pero antes de que pueda decirle algo, me aleja y sonríe torpemente. Es la primera vez que hace esa sonrisa tonta y me invita a pasar a su casa tan nerviosa.

Su casa está igual que siempre, aunque últimamente tiene mejor aroma, como si se llenara de flores... Y es que se llena de flores. Hay de vuelta un montón de ellas contra un sillón. Las típicas: girasoles, margaritas, rosas, tulipanes. Su prometido no es muy original.

Yo le regalaría cosas mejores. Pero no soy su pareja.

—Así que estás como nueva —dice Anaïs mientras trae el té junto a unas galletas de chocolate.

Miro para otro lado intentando evitar el chocolate. Me hace mal a la piel y me regala demasiados bombones Maxime.

—Es un té que nunca has probado y son galletas horneadas por mí. Las hice especialmente para ti.

—Este sí que es un buen recibimiento, pero no sé si es adecuado comer eso. ¡Seguro que está exquisito! Solo que he comido mucho chocolate en la semana.

—Puede que esta sea tu última oportunidad para comer una de mis galletas.

Su amenaza no muy disimulada me hace reír y partir un pedazo. Es pequeña. No me hará daño alguno.

Saboreo el sabor y le sonrío por la acidez que siento. No solo es chocolate, es chocolate con limón y sabe muy bien. Nunca pensé que esta combinación no sería un desastre.

—Y ahora el té.

Parece de naranja a juzgar de su color, pero tiene muchas semillas. ¿Será alguna especie de trampa? No, ella realmente quiere que tome del té. Debo dejar de pensar que todos me quieren tender una trampa.

Bebo un sorbo y siento el sabor ácido, pero a su vez es como beber perfume. La miro alertada por si se le escapó perfume en la taza. Ella parece tan preparada que solo niega con la cabeza.

Me termino acostumbrando a su sabor y me lo termino. Anaïs está ansiosa por saber qué es lo que pienso al respecto, pero a mí no me queda de otra que agradecerle. ¿Cómo le describo mi placer al tomarlo?

—Es lo mejor que he disfrutado en un tiempo. Maxime no es muy refinado en gustos y no coincidimos mucho.

—Hablando de Maxime, ¿cómo estás con él? ¿Sigue celoso de mí?

—Oh, está muy celoso de ti. Dice que te escribo muy seguido para ser solo una amiga. Es un exagerado.

Para mi lamento, Anaïs hace una expresión incómoda ante mi comentario. Creí que se reiría, pero, por el contrario, arruga la nariz y mira para otro lado. ¿Qué? Es solo un comentario tonto, nada de qué preocuparse.

—Sabes, se ha vuelto un poco menos considerado que antes. Está muy atento de las cámaras, los rumores siempre vuelven y lo atormentan.

—Así que su relación no va bien.

—No es eso. Maxime se esfuerza en ser alguien bueno para mí, se nota que es así, pero a veces termina haciendo comentarios de comida, de delgadez y de chicas bonitas. Eso me hace sentir mal.

—Entonces hay un problema.

—El problema soy yo. Desde mi trastorno alimenticio, él ha cambiado mucho conmigo. Es como si lo preocupara. Cuando se relaja hace esos comentarios que me duelen y luego dice "oh, lo siento, amor, no fue con malas intenciones".

» Soy como un frágil papel a punto de romperse.

La expresión de seriedad de Anaïs no me tranquiliza mucho, menos cuando se cruza de rodillas y suspira como si le molestara lo que digo.

—He sido muy egoísta. Lo he regañado por decir que una chica flaca estaba linda y me he puesto a llorar pensando que era para dejarme en claro que yo no le gustaba.

—¿Cómo hacía esos comentarios?

—Como "mírala, ella se ve preciosa tan flaca, pero a veces a otras no les queda bien".

—Dios, Béa. ¿Y aún crees que el problema eres tú?

—El tema es que le frustra tenerme a mí de novia con todos los defectos que tengo. Estoy pidiéndole mucho para que se quede, soy una insegura sin reparo. A veces simplemente se enoja sin razón alguna y me echa todo en cara.

Los ojos se me empiezan a llenar de lágrimas. Claro que eso no está bien... Pero él la pasa mal con todos sus problemas y no puedo hacer más que ponerme en sus zapatos.

Aunque me duelan sus comentarios pasivo agresivos, tengo que entenderlo.

—Béa, tienes que hablarlo con él. Sus comentarios te están destruyendo. Te impide avanzar ya que tus problemas...

En un apuro por dejar de hablar de mí, digo lo primero que se me viene a la cabeza.

—¡Pero no se basa todo en mis problemas! Él está muy triste porque la gente le hace la vida imposible. Las personas que lo ven le gritan maricón si no está a mi lado y otras dicen que nuestra relación es una mentira tan grande como que a él le gustan las mujeres. No dejan de acosarlo por todos lados y las revistas lo incentivan. Incluso le llegan amenazas de muerte.

—He leído algunos títulos, le han dedicado frases horrorosas como "Maxime Roger, la nueva Mujercita", pero creí que eso había quedado en el pasado.

Niego con la cabeza y saco de mi bolso dos páginas de revistas diferentes. En una solo dice "Llegó la cura de Roger: Béatrice Marie", pero en la otra hay un título mucho más controversial "Era para la derecha y se fue para la izquierda: hablemos de desviación" junto a una imagen de Maxime en su papel de mujer y un largo texto en el que se habla sobre distintos actores desviados. A él lo confirman como un desviado sin importar si sale conmigo.

A veces me siento como si yo incentivara a la prensa a dudar.

Anaïs me mira y mira los artículos. Pero hay algo en su expresión que no me gusta. No sé qué es, pero espero me encuentre equivocada.

—¿Estás del todo segura que él...?

—¿Tú también, Anaïs? —Ya no puedo manejar mis nervios—. Buscaba que tú me entendieras, lo entendieras a él, a su dolor.

Tomo mi cabeza entre mis manos mientras me levanto dispuesta a marcharme. En este momento sí estoy dispuesta a proteger la dignidad de mi pareja, incluso si sufro por estar a su lado.

—Béatrice, siéntate.

—¡No quiero estar con alguien que no lo entiende! No sabes lo importante que es esto para mí, lo mucho que me importa lo que le sucede. No sufre por cualquier cosa, sufre porque lo malinterpretan y es la única persona que me ha estado entendiendo con estos temas.

—¿Qué estás diciendo? ¿De qué temas hablas?

Me marcho sin siquiera seguir hablando con ella y cuando cruzo la puerta me doy cuenta de lo estúpida que estoy siendo. Pero no quiero encontrarme con su rostro lleno de molestia por mi forma tan desagradable de abandonar nuestra jornada.

Solo espero que me venga a buscar.

Me prendo un cigarro con la mayor rapidez del mundo y la espero aquí. Llega poco después y me observa extrañada de que aún siga aquí.

Miro para otro lado cuando la veo abriendo la boca, pero para mi sorpresa no habla. Tengo que ser yo la que dé las primeras palabras.

—Sé que a veces me salgo de control en frente de ti.

Hago una pausa, pensando qué podría decirle en vez de "perdón".

—Supongo que París me está consumiendo un poco.

—La vida de por sí nos consume a todos de la misma forma, pero ¿no has pensado que quizás vivir conforme con esta sociedad no es lo tuyo?

—Voy a sonar mal por lo que voy a decir, pero me encanta la forma en la que me estoy consumiendo, siento que estoy cerca de conseguir algo que quiero —confieso con una risa triste—. Después de la tormenta viene el arcoíris o algo así.

—Bueno, es decisión de cada una. Aunque si me hubieras dicho que no te sientes conforme, igualmente habría mencionado que siempre tienes lugar aquí para venir.

Finalmente me digno a mirarla y a sonreír. Suelto el humo de una y apago el cigarrillo para no molestarla.

Incluso si yo me veo más triste que ella sé que está más apagada.

—¿Aún te sientes sola?

—Todos los días, supongo —declara sin duda alguna—. Mi hermana está transitando algunos papeles para mandar a mi madre a un geriátrico, sin haberme consultado siquiera, y Marisa está como loca declarando que se irá con ella. Además, el trabajo es solo una salida temporal de esta realidad. Supongo que el arcoíris no me está llegando a mí.

—A todos les llega el arcoíris. A veces puede ser una persona —me arriesgo a decir.

—¿Con qué coquetería barata irás ahora?

—Con ninguna. Voy en serio cuando te digo eso.

—¿Y quién sería mi arcoíris?

—No lo sé, ¿yo?

Ella se ríe como si fuera un buen chiste y se cruza de brazos. A mí me pone nerviosa que se lo tome tan bien así que bajo la cabeza y miro a otra parte.

—Está bien, lo que digas, Béa. Entremos a casa.

Yo hablaba en serio.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top