Capítulo 33

Béatrice Marie

Luego de dos semanas internada me dan el alta. Me da muchísima pena alejarme de las enfermeras que tanto bien me han hecho así que les prometo que volveré. Han sido tan buenas que sin sus personalidades no habría podido seguir adelante con el tratamiento.

Una de ellas contradijo a todas y dijo que el proceso de recuperación sería difícil.

—No solo eso, Béa. Este problema formará parte de ti. Vivirás recuperándote... Por favor no te detengas. Puedes tener una vida hermosa lejos de los problemas alimenticios.

Sus palabras fueron un poco deprimentes, pero Tomas las tachó de blasfemia y, como siempre, contradijo todo ideal que no se adaptara al suyo. Una pena.

Busco las cartas que me han escrito muchos admiradores esperando mi pronta recuperación. Pero no las encuentro. Qué mal, la última vez fue Maxime quien estuvo aquí, pero nunca toca mis cosas.

No me gusta olvidar los gestos dulces que tiene la gente por mí, pero no me queda de otra a la hora de verlo esperarme afuera.

Me despido de todos con una sonrisa y me subo al auto de mi novio. Él me da un suave beso en los labios y me parece que hoy está un poco más tranquilo que los últimos días.

—¿Sabes que se me ha antojado? Un poco de sol en la costa y un buen traje de bikini.

—Veo que incluso te la pasaste como si fuera unas vacaciones esto.

Lo dice como si diera gracia, pero la verdad no genera risa solo me hace sentir mal. No fueron vacaciones, fue un sufrimiento continuo. Lo sigue siendo a la hora de mencionar un lugar donde verían mi cuerpo.

Nota que no me hace gracia y carraspea un poco la voz.

—Lo entiendo, cariño, pero deberemos esperar un tiempo. Aún no te ves preparada para el mar.

—Pero si el doctor ha dicho que está todo bien y que puedo ir si quiero. ¿No hace mucho calor?

—Sí, pero debes recuperar tu físico, estás demasiado flaca como para que un bikini se te vea bien.

—Ah... Era eso.

Si no estoy demasiado caderona, estoy demasiado flaca. ¿Quién los entiende? Solo busco distraerme un poco, pero Maxime solo quiere lo mejor para mí. Al final él no es el que controla mis tiempos, ese es Tomas y dudo que me deje ir.

Supongo que mi cuerpo no deja de perder su estilo.

Ahora que él menciona lo de mi cuerpo siento cómo mi vestido queda muy suelto, como si se notara que debajo soy puro huesos. Y es como si todas las personas se detuvieran a mirarme un poco cuando paramos en los semáforos.

Odio esto que Anaïs llama "perseguirse". Desearía nunca sentirlo, estar cómoda conmigo misma y sin importarme el qué dirán, pero aún no lo he aprendido. No sé ponerlo en práctica.

Todo empeora cuando me lleva a un restaurante de primera y todos visten con seda mientras que yo salí con un vestido que grita "internada" por su estilo tan pálido. Todos se giran a mirarme. Saben que soy yo la de los periódicos. Ni Tomas pudo ocultar eso.

Se siente como si esa gente rica me odiara y odiara que apareciera aquí luego de sufrir, justo luego de salir de ese infierno.

—¿Béa? Te vas a terminar tropezando si sigues así.

—Si cierro los ojos no siento sus miradas juzgadoras —confieso recibiendo una risa seca.

—No digas tonterías, las vas a sentir igual.

Al parecer, ya para él es normal. Ha sido criticado de todas las formas posibles e incluso amenazado de muerte. No hay nada que pueda destruirlo. Ahora está en la cima y si lo critican mejor, aumentan su imagen.

Me aferro a su brazo, buscando su misma fortaleza y me alegra cuando él me presume como su novia. No "una amante", no "la pobre enferma". Nada de eso, yo soy su querida novia.

Eso es lo que más necesitaba para no atormentarme por todos ellos y su chismerío.

—Tienes que adaptarte a todo tipo de miradas, Béa. Sé que soy cruel, no me lo tienes que resaltar, pero si a mí me trataron mal por hacer un papel ¿cómo piensas que te van a tratar a ti? Acostúmbrate.

Su voz es suave, parece dulce, y su mirada es tan determinada que solo me saca un suspiro. Odio cuando se pone así, a comparar nuestros problemas y a ponerles similitudes o diferencias.

Somos dos personas completamente distintas, claro que la gente reaccionará de formas diferentes. Y, como diría Adrienne, él es un hombre y yo soy una mujer. La aceptación de ambos no es algo habitual.

Al final, durante toda la velada, termino desganada y sin muchas ganas de comer. Maxime se disculpa, pero no me sirve de nada que lo haga cuando ya estamos a solas.

Este hombre está perdiendo los modales como si confiara en que yo me quedaré siempre. Y eso es tedioso, pero me da lástima irme y generarle más problemas con la prensa, así que por esa noche me quedo en su casa.

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