Capítulo 23

Narrador: Béatrice Marie

Ha pasado al menos un mes y medio desde que comencé con las fotografías y no he parado ni un solo segundo. No es que me haga sesiones a cada rato sino que los paparazis me han tomado como su nuevo trabajo y eso es un poco tedioso, aunque me gusta recibir atención, así que dentro de todo me lo tomo bastante bien.

Tomas se enoja, claramente, pero no los echa. Incluso ha empezado a salir en las fotografías, algo raro en él siendo que desde hace años ha tenido una pauta de no salir en ningún lado y de denunciar a aquellos que tengan su imagen. Denunciar es igual a amenazar, no tengo dudas.

Hoy es un día especial, Tomas me llevará a Le Grand Rex, uno de los cines más prestigioso de París. Me muero de la emoción por ir, porque me deja muy en claro que allí conoceré a un actor que está en boca de todos. ¡Con tal de conocer a un actor! Y que si tengo suerte él me llevará a su estudio y me los presentará a sus compañeros.

Es un lujo que no cualquiera puede disfrutar.

Para calmar mis ansias me acerco a la ventana y me pongo a fumar. Doy respiros suaves que me relajan. En la familia hay antecedente de pulmonía, siempre me han aclarado que el fumar hace mal, pero hace poco me enteré que mi hermano también lo hace... Oh, mi hermano, ¿qué estará haciendo ahora? Me divertiría pensar que ambos estamos fumando contra una ventana. Él en Versalles estudiando y yo en París buscando un trabajo.

Tomas entra a la habitación y parece que se sorprende. No muchas veces me ve fumando. Él mismo me ha exigido que lo haga, pero creo que le es raro ver esta imagen de mí.

"Menos pura".

—¿Te estás preparando?

—Sabes que estas situaciones me ponen nerviosa.

—Quizás te ayude saber que vas a ir con la compañía de Gerard y mía.

Lo observo con una sonrisa agradecida y él me pide un cigarro. Yo misma se lo prendo con tal de verme presentable a sus ojos y noto lo cómodo que se siente en mi cercanía.

—Si tan solo estuviéramos en los inicios de los sesenta te hubiera comido la boca. Con tu permiso, claro está.

Esas palabras son... Normales en Tomas. Conozco su forma de coquetear con naturalidad y por eso mismo no me sorprendo.

—Sí, quizás tú hubieras sido más atractivo con el pelo largo.

—No digas eso, ahora apenas me crece.

—No, en serio, te veías bien.

—¿Ahora no?

—No soy como Annie, Tomas.

Suspira terriblemente decepcionado. Sé que solo actúa, así que me ofrezco a reírme con falsedad. No sé por qué hablamos cuando no es necesario, pero ciertamente aporta algo a nuestra relación.

—¿Ya te has olvidado de Anaïs? Ahora casi no me la mencionas.

—Supongo que estoy un poquito más ocupada pensando en mi familia.

—Mira, si sale todo bien hoy te dejo ver a tu familia o te dejo salir a la fiesta que quieras. Pero escucha, nada de trampas, ¿entendido?

—Súper entendido.

Se levanta de golpe y apaga el cigarrillo. Francesca ha organizado tres conjuntos para ponerme hoy y él insiste en que use el que muestra parte del escote. "No mucho, eh, no vaya a ser que se te escape una teta".

De repente me empieza a contar la anécdota de cómo a una de sus mademoiselles se le escapó una teta por usar un vestido muy apretado y me río ignorando el tono fúnebre que usa cuando dice "así fue cómo la desterraron". ¿Porque se le vio una teta? Dios, todos hemos visto pechos masculinos y nadie se ha quejado.

Pronto lo veo sentándose en frente del espejo mío y mirándome directamente a los ojos. Una mirada dice más que mil palabras.

—Vas bien, Béa. Me gusta cómo estás actuando. Te mereces muchos premios.

Recibo un beso en la mejilla que me deja un poco más contenta. Tomas no es ni de cerca alguien querido, pero su aprobación lo es todo para mí porque sé que es el único que se va a quedar conmigo, ya que yo le garantizo negocios.

Me pongo un vestido con mangas notorias, pero estas quedan en segundo plano cuando Tomas me lo acomoda para que las tetas se me noten más. Me gusta la imagen que doy, sigo viéndome pura.

Doy una última calada a mi cigarrillo y lo apago. Salgo de mi habitación en busca de un alivio y me encuentro con Gerard. Él sigue sonrojándose al verme. Me sorprende, he oído que no es alguien fácil de impresionar, pero creo que tengo algo que hace que las personas se avergüencen un poco. Lo he notado en todas las caras.

Es halagador, aunque a veces puede ser horrible como en el cumpleaños de Arnold... Aún esos recuerdos me torturan y me hacen complicado vivir en esta sociedad.

Lo bueno de todo esto es que Gerard siempre está para defenderme. Cuando me ofrece el brazo lo tomo con tal fuerza que se preocupa por mí. Pero me temo que aún no soy capaz de hablar sobre cómo me siento con eso... Es raro tocar el tema y ha quedado como un secreto entre Anaïs y yo.

En el auto Tomas le agradece a Gerard. Yo me pregunto por qué y de inmediato salta el tema de su hermana actriz: Estela. Ella conocía anteriormente al actor que veré y se ha encargado de pedirle para que yo lo conozca.

—Dios, quisiera saber de quién se trata.

—Es alguien cercano a tu edad, tranquila, Trice.

—Yo elegí en realidad a uno más maduro y con cierto carisma, pero Gerard dijo que era muy grande para ti.

—¡Tomas, literalmente elegiste a un tipo de treinta y nueve que... dudo tenga treinta y nueve!

—Consúltale a cualquiera y verás que solo te dejas llevar por prejuicios. Insultas al pobre Monsieur Gainsbourg.

—¿El de la canción Je t'aime moi non plus? ¿No es cantante solamente?

—Tiene algunas películas.

—Aparte es polémico. Pensabas hundir a Béatrice.

Tomas hace un gesto con la mano dando a entender que no le importa el pensamiento de Gerard. Me da un poco de gracia cómo ambos pueden discutir con tanto fervor y nunca faltarse el respeto. Además se muestran sumamente infantiles cuando se dan vuelta la cara. Claro que al primero que se le pasa es a Tomas, quien se pone a molestarlo.

No hay una jerarquía entre ambos, es como si estuvieran a la misma altura. Y no es de extrañar ya que Gerard es uno de los guardaespaldas que más años ha estado con él. Unos siete años hace ya.

Llegamos al cine y no puedo creer su belleza. Solo lo he visto en fotografías y ahora puedo asegurar que me deslumbra.

—Una función solo para nosotros de una de las películas más taquilleras del actor al que visitaremos luego.

—¿Es romántica?

—Eh, sí, algo así.

—Nunca creas en las palabras de Tomas.

En realidad la película tiene algo de romántica, pero principalmente de drama. Se trata de una mujer... O un chico que se viste de mujer para enamorar a su mejor amigo por las noches. Es curiosa porque demuestra la dificultad que pasa al no saber cómo identificarse. Ni yo sé cómo llamar a esta persona.

Gerard parece disgustado con la película cuando salimos, incluso dice que no la entendió y que le pareció incómoda. Pero Tomas se ríe y deja muy en claro que le ha gustado.

Al parecer ha salido hace unos meses, pero es furor y veo el por qué: es novedosa. La sociedad Parísina necesita novedades. Pero creo que ya la he visto, me suena mucho, aunque me cuesta hacer memoria.

—Creo que fue una buena película, me gustaría volver a verla.

—Justo vinimos a verla porque mañana ya la quitan.

—¿Pero no fue furor?

—Fue furor, no un éxito.

Para mí las palabras suenan similares. Pero ahora que lo pienso... ¿Tomas alquiló el cine o nadie quiso ver la película? Me siento tonta por no saber la respuesta hasta que llegamos al tan conocido bar Felix.

Aquí mismo se dice que han tocado The Beatles y otros reconocidos cantantes ingleses, algo no muy nacionalista, pero que atrae las miradas y más por la decoración hippie.

—Me siento tonta con esta ropa —le digo en el oído a Gerard, quien ha venido con una camisa colorida y unos pantalones marrones casi al estilo de los demás.

—No, estás bien... Este lugar es solo para encontrarnos con Maxime, luego nos largamos a un sitio más privado

¿Maxime? No estoy segura de quién será ese actor, pero me motiva bastante la idea de conocerlo.

El aire acondicionado está tan fuerte que me hace temblar cuando nos acercamos a este. Creo que Gerard lo nota porque me entrega su chaqueta negra. Siempre está ahí para cuidarme como un hermano mayor.

Llegamos con el tan conocido Maxime y de inmediato me doy cuenta de quién se trata. ¡Es el protagonista de la película! Su rostro es imposible de olvidar. La mandíbula cuadrada, la mirada relajada con ojos de un color singular y esa nariz larga. Dios, es excepcional, quizás por eso se ha vuelto tan conocido.

¿Cómo pude olvidarlo?

—Maxime, ¿qué andas bebiendo? —lo sorprende Tomas al darle una palmada en el hombro y se nota que es fácil de asustar.

—Oh, Tomas, hola... Lo siento, empecé sin ustedes para armarme de valor.

—Es por Gerard, ¿cierto? Seguro te intimida.

—No digas eso, sabes que no es verdad.

Noto que su tono suena nervioso y cuando lo veo más cerca es inevitable pensar en lo tenso que está cerca de Tomas. Todos reaccionan más o menos igual, pero él parece realmente débil a sus ojos incluso si siempre mantiene esa expresión relajada.

—Sí, como digas. Bien, mira, aquí está la belleza.

Me presenta con una mano y cuando se voltea a verme sonríe con gusto. Le devuelvo la sonrisa y me acerco para saludarlo debidamente. Él me da un beso en la mejilla y expresa lo alegre que está de conocerme.

Se siente bien esta sensación. Conocerlo a él se siente bien luego de todas estas vueltas que he dado.

—Eres muy bonita, Béa. Algo me dice que haríamos una linda pareja.

—Soy muy ansiosa, así que por favor no diga cosas como esas porque empezaré a crear el futuro.

—Lo siento, bonita. Bueno, ¿nos vamos a la otra sala? Odio este lugar público.

Mientras lo seguimos miro a mi alrededor y noto cómo todos empiezan a murmurar cosas que no alcanzo a oír, aunque estoy casi segura de que todas se tratan de él.

Todas estas personas parecen querer soltar veneno sobre Maxime y creo que eso explica su actitud tan apurada.

Cuando llegamos a la habitación privada me sorprende encontrarme con la mirada de otra persona. Es un hombre un poco más grande que yo o eso pienso por su bigote, pero parece amigo de Maxime a juzgar la forma en la que se saludan.

Tomas también lo conoce y Gerard parece saber de él. Soy la única que nunca está informada al respecto.

—Béatrice, este es Tim Brandon, director de películas como... Eh, él te lo va a decir.

—Películas como La plus belle fleur.

—¡Esa misma! Justo volvemos de verla.

Abro la boca y recuerdo que esa misma vimos con Anaïs. Me giro a ver a Gerard y él parece entender lo que quiero transmitirle así que asiente con una sonrisa contenida. ¿Por qué no me dijo? Estuve semanas soñando con ese actor hasta que se me pasó la emoción.

Tomo asiento en frente de ambos hombres y veo de reojo cómo Tomas y Gerard se quedan parados a un lado, hablando de un tema que no logro escuchar. De repente, Gerard frunce el ceño y Tomas baja más el tono.

¿Qué sucede? No estoy muy enterada de nada.

—En fin, ¿te gustó la película, mademoiselle Marie?

—Oh, sí, fue asombrosa. La cantidad de sentimientos que me transmitió y el romanticismo..., el romanticismo es lo de menos ahora que la veo por segunda vez.

—¿En serio? Soy el director y lo primero que creí es que se vería romántica o macabra. Bueno, logré mi cometido.

—Si tu cometido era hacer que me odiaran fue una excelente idea —dice Maxime de repente y parece un buen chiste por cómo se ríe.

—Te recuerdo que fue tu idea, Max, no la mía.

—Sí, como digas. ¿Qué dices de mi papel, Béa? Seguro te causó asco o algo por el estilo.

—Para nada, me pareció que actuaste muy bien. Soy un poco ignorante, no entiendo del tema, pero se notó la desesperación de Cécile por encajar como mujer del momento.

Noto cómo por un momento su mirada se suaviza y una sonrisa mínima cruza su rostro. Parece que es el primer comentario bueno que ha recibido en mucho tiempo y me temo que no haya mucha gente que haya valorado tan bien su papel.

Ni su propio director lo escucha con seriedad, a juzgar de la risa estruendosa que sale de sí mientras le palmea el hombro a Maxime.

—¡Oh, es una ternura! Es la primera mujer que habla bien de ti luego de este papel y tú pones esa carita de chico enamorado.

—Basta, Tim.

—Pero mírate, ¿tan bajo caes porque alguien dice algo bueno de tu papel?

—No puede ser que sea la única que diga algo bueno de su papel.

Las piernas de Tim rozan la mía con tal lentitud que tengo que guardarme el aire. Es solo un roce de piernas, pero así empezaron los otros. Sin escucharlo demasiado me giro a ver a Gerard y Tomas, pero ninguno de los dos está.

No estamos exactamente solos, hay muchas mesas por aquí, cada una con su debido espacio, pero en la fiesta éramos lo suficientes y solo una persona me notó.

Me pierdo entre las palabras y para cuando me doy cuenta Tim ya se ha sentado al lado mío y está hablando de lo atrevido que es mi vestido, incluso se toma el lujo de tocar una de las tiras. No sé qué dice Max, no logro escuchar su voz, solo veo su rostro y sus gesticulaciones. Parece molesto.

Pero mientras paso este tiempo horroroso, que al parecer tan solo son cinco minutos en los que he dado respuestas que ni yo entendía, veo a Gerard llegar de nuevo. En cuanto pone la mirada en mí y nota la situación le da un empujón a Tim.

—¿Qué mierda, amigo?

—Lo siento, me pareció raro lo que estabas haciendo con la mademoiselle de Tomas. Pero supongo que no era nada.

—Nada en lo absoluto.

—¿Tu amigo puede decir lo mismo?

Gerard luce amenazador y Tomas está a un costado, cruzado de brazos, mirándolos a ambos con molestia. Soy como un objeto difícil de manipular.

Tim se ríe nervioso y codea a Maxime. Pero él no responde a tiempo así que lo hago yo.

—No estaba haciendo nada para evitarlo así que está bien.

¿Por qué digo eso? Mierda, me siento más patética cuando Gerard me observa con esa lástima en su mirada y aún es peor cuando Tomas suspira y vuelve a tomar asiento.

Supongo que me siento patética por no saber defenderme yo sola, por no poder volver a decir que no. Mis palabras se sienten sin valor aquí mismo.

Y ahora lo que menos quiero es conocer a Maxime.

Me retiro afuera del bar para tomar aire y solo se lo aviso a Gerard. Pero él me sigue. Esta vez sí se queda cerca de mí.

—Béa, ¿qué pasó?

—No pasó nada.

—¿Él te amenazó o algo?

—No.

Prendo el cigarro lo más rápido posible para evitar sus preguntas, pero este se me cae al suelo y es el último que me quedaba. Me atrevo a soltar un insulto mientras lo piso.

—Béa, si me llego a enterar que estaba haciéndote algo iré a molerlo a golpes. Te juro que lo dejaré...

—¡¿Puedes dejar de actuar como si la situación fuera tuya, Gerard?! ¡Yo estoy pasando por esto, no tú! No puedes decidir qué harás con alguien que a ti no te hizo nada.

Mi voz me tiembla de tal forma que quisiera cubrirla con una bufanda incluso si aquí afuera hace más calor que frío. Pero todo se siente helado mientras Gerard me observa con esos ojos de chico bueno y se disculpa.

—No entiendo por qué me dejaron sola.

—Teníamos un asunto privado del que hablar. No tardamos mucho.

—¿Qué hice mal esta vez?

—Nada, Béatrice. No supuse que te podrían hacer algo en cinco minutos, creí que ese tipo era más inteligente.

—¿Inteligente? Claro, hubiera sido mejor empezar a toquetearme en otra situación. Si tan solo fuera inteligente y no impulsivo...

—No me refería a eso, Trice. ¿Qué tan enfermo puede estar como para actuar así en público?

—Si crees que no pasa en público es porque no entiendes nada.

—Nunca le había pasado algo así a una mademoiselle de Tomas.

—¿Ni a tus hermanas?

Mis ojos se llenan de lágrimas cuando le pregunto eso y él parece cambiar de parecer. A juzgar la mueca que me hace da a entender que sí les ha pasado, solo que él es un hombre, no sufre lo que sufre una mujer. Puede imponer respeto, pero yo no.

Yo no puedo imponer respeto porque me asustan estas situaciones. Y eso me hace sentir tan pequeñita que me echo a llorar.

—Béa, déjame abrazarte.

—No me toques, por favor.

Él me hace caso y se queda a mi lado. Siento su mirada sobre mí, pero no de la misma forma que ellos. Me mira cuidándome. No es deseo lo que siente, sino que culpa, algo que ninguno expresó.

—Me quiero ir, Gerard. Me quiero ir.

—Sécate las lágrimas, Béatrice.

Esa voz me resuena de tal forma que no puedo evitar mirarlo. Es Maxime, parece realmente incómodo con todo esto y a mí me da muchísima pena que me vea llorando.

—¿Y tú qué? —dice Gerard a la defensiva.

—Lo siento, creo que soné muy bruto. Mierda, ahora me dio mucha vergüenza.

Me río un poco al verlo tapándose la cara con una mano y noto cómo él me mira, con un rubor notorio en sus mejillas. Por alguna razón él me cae mejor que su amigo.

—Escucha, Béa, lamento lo de Tim... Es un estúpido, le dije varias veces que se detenga, pero ya ves.

—¿Por qué no simplemente actuaste? —dice Gerard, a quien se le nota demasiado molesto. Sigue atribuyéndose molestias que no vienen al caso.

—Porque es mi amigo, el único que producirá películas para mí... La gente me odia, Gerard, pero él se ríe de mí y acepta que siga participando como actor.

—Qué bajo caes.

—Bueno, tú no eres actor, eres un guardaespaldas a quien nadie le interesas, creo que no sabes mucho al respecto.

No lo dice exactamente molesto, sino como una realidad. No es que a nadie le interese Gerard, sino que no es conocido como una celebridad. Si su reputación cae a pique a nadie le va a importar tanto como la reputación de Maxime.

Y eso, según su silencio, creo que lo entiende.

—¿Qué haces aquí afuera, Maxime? —pregunto con una media sonrisa, aunque aún sigo sintiendo los ojos llorosos.

—Quería hablar contigo... No pudimos hablar allí y dudo que un bar sea el lugar adecuado, pero ¿qué te parece si te invito a cenar mañana a la nueve?

—¿Solo nosotros dos?

—Solo nosotros dos, si es que no te avergüenza estar conmigo.

—No juzgo a las personas sin antes conocerlas, Maxime. Claro que quisiera salir a cenar contigo.

No lo digo por compromiso, lo digo porque realmente me llama la atención. ¿Cómo será él, en una cita? Creo que tiene mucho de lo que hablar y me encanta escuchar a la gente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top