Capítulo 22
Narrador: Béatrice Marie
Los últimos tres días se sintieron como un infierno para mí. He estado tan apagada que Tomas prefirió no sacarme a ningún lado. "No vaya a ser que vean esas tremendas ojeras que cargas" decía luego de echarle la culpa a Francesca por tomarse vacaciones. Ella hubiera hecho algunos de sus trucos para verme como nueva.
Hoy no hay nada especial, excepto por el hecho de que me siento muy sucia y Annie está en frente de mí observando a la habitación hecha un desastre... Annie está en frente de mí.
¡Annie está en frente de mí!
No entiendo cómo, pero a estas horas Annie está en mi habitación y mira todo con cierta lástima. Estoy a punto de morirme de la vergüenza de no ser porque Tomas se encarga de destaparme por completo y mostrar el desastre de mis propias ropas.
—Un lío.
—Pudo ser peor... Hola, Béa.
Tomas le pide un momento y se queda a solas conmigo. Me alegro de ello porque mi mente ha estado dando vueltas.
—¿Por qué me dejaste encerrada?
—Yo nunca te dejé encerrada, te dejé la llave en la mesita de luz. Creí que serías un poco más perspicaz.
—Pero no me han venido a buscar ... Si no le intereso a nadie, no sirvo de nada.
—Estuve de viaje, no creí que te maltratarías tanto. —Siento cómo me toma del mentón y me observa como una niña—. Claro que le interesas a la gente. Gerard se preocupó por ti, razón suficiente para que yo termine mis negocios antes de tiempo, y Annie se ha asustado porque no atendía el teléfono...
—¿Y Anaïs? ¿Qué hay de Anaïs?
—No hay nada de Anaïs. Béa, por favor, ¿nos haremos los tontos? Cuanto más lejos estés de ella mejor. Solo eres su trabajo y ya le he pagado. Es muy moralista, seguro por eso va a seguir ayudándote. Pero ella ya ha hecho suficiente.
Su crueldad en las palabras me duele. ¿Soy un trabajo solamente? ¿Por qué no puede verme como una persona? No, es más, ¿por qué se siente como si todos me vieran como un objeto estratégico?
Soy solo una simple mujer que está buscando que la amen. Me apasiona la idea del amor romántico, familiar, amistoso... Pero me desilusiona mucho lo que sucede con las personas por las que quiero ser amada.
—Si no me crees —dice como si leyera mis pensamientos—, puedo llamarla hoy mismo y preguntarle por el trato.
—¿Qué trato?
—Hice un trato con ella en el que le daba un trabajo ideal y, a cambio, ella fingía ser tu amiga.
—¿Por qué harías eso?
—Porque me gusta unir a personas como si yo fuera el destino.
Se ríe luego de lo que me dice y a mí se me llenan los ojos de lágrimas. Me siento una estúpida. Di mucho de mí por ella, porque quería que fuéramos unidas, pero solo la movió el dinero.
Me seco las lágrimas cuando Tomas deja pasar de nuevo a Annie y me explica el plan de hoy. Haremos una sesión de fotos. De la nada me acabo de enterar de esto.
Me voy a tener que acostumbrar a lo explosivo.
Tomas se ausenta de mi habitación y deja a Annie a cargo de mi estética. Y antes de que ella pueda decirme algo me dirijo al baño con la excusa de darme una ducha. Hasta desconfío de ella y sus motivos para ser mi "amiga".
Me relaja un poco sentir el agua recorrer mi piel, más aún si puedo nivelar la temperatura. La Béatrice del campo no podía tomarse tantos lujos y al tener agua limitada me bañaba cada ciertos días. Aquí puedo bañarme cuántas veces quiera y eso es extraño.
En el campo no era relevante, pero aquí lo soy.
Cuando me pongo a hablar con Annie me entero que maneja una revista reconocida: "Fonnie" y que tiende a hacer sesiones de fotos asombrosas, casi irreales por la capacidad que tiene de atrapar la esencia de la persona sin necesidad que se la pase posando.
Me gusta saber más de ella mientras me peina y creo que eso la diferencia de Anaïs: le gusta hablar de sí. Eso significa que confía un poco en mí y me da un poquito de fe en que sea una buena amiga. Una amiga real.
—¿A ti no te da vergüenza verme desnuda? —pregunto mientras ella elije un vestido para mí.
—Es normal para mí, Béa. Somos mujeres así que no me apena.
—Tengo el mismo pensamiento que tú. Al fin y al cabo, tenemos la misma anatomía.
—Algo así... Además es como ver un paisaje cuando te miro. Sin ofender, eh.
—Me halaga.
Ambas nos reímos. Ella me muestra un vestido blanquecino traslucido y junto a mi ropa interior blanca creo que queda bastante bien. Simple, pero bien.
Es largo y me da una buena imagen. Incluso cuando me lo pruebo delante de Annie noto un tono vibrante en sus mejillas. Está colorada y se cubre la boca con una mano. Está sonriendo. No sé exactamente por qué.
—Eres un ángel... Tus fotos se van a ver preciosas. ¿Alguna vez dudaste de tu belleza?
—Casi siempre.
—Bueno, este vestido realza tu gracia. No hablo solo del físico, se te nota pura por dentro, alguien encantadora. Lo que se ve provocativo en alguien más se ve dulce en ti.
Y esas palabras me motivan un poquito. Sé que no se fija en mis sentimientos, pero es un avance muy grande para alguien que me está conociendo.
Tengo fe que en las fotografías se logre ver quién soy. Ojalá que el vestido traslucido deje al descubierto mi corazón.
Mientras nos dirigimos al campo donde haremos sesiones de foto, Tomas se la pasa halagando a Annie de una forma muy poca disimulada. No es de extrañar para nadie que ella esté enganchada de él. Pero a mí me resulta algo extraño.
Entiendo que Tomas es atractivo, aunque yo no puedo opacar su físico y carisma con la personalidad misteriosa que tiene, pero que a Annie le guste hace tanto es peculiar. Le encanta lo singular que es entre los hombres y la personalidad fuerte que siempre ha mostrado.
A Annie no le gusta Tomas, le gusta la idea que se hace Tomas, porque nadie en el mundo puede siempre mantenerse en lo más alto, de eso estoy segura luego del mal rato que he pasado yo. Pero intento no aclarárselo porque no quiero cortarle la ilusión.
Aún para mí todo esto se siente como un sueño. Dulce, pero agrio en algunas partes.
Es dulce cuando tengo que caminar por el campo y sentir mariposas revoloteando cerca de mí. También cuando debo de oler algunas flores de aromas tropicales... Pero es agrio cuando volvemos a casa y me entero de que Gerard no se podrá comunicar conmigo hasta nuevo aviso y me doy cuenta que el castigo ya lo he sufrido.
Y sobre todo es agrio cuando Anaïs no se ha preocupado lo más mínimo por mí luego de saber lo mal que la he pasado.
Luego de unos días veo mi rostro en la revista de Annie y no solo allí sino que también en periódicos, avistándome como "La Perséfone de la modernidad". Directamente todo lo contrario a una figura sexual.
No conozco a Perséfone y me siento una tonta cuando Tomas la nombra sin parar en los lugares que me lleva. Sus amigos con dinero ríen y le dan la razón. Y a mí solo me toca aportar que fue una bonita noche porque mientras él está no hace falta que yo hable. Tomas habla por mí.
Y ahí termina lo agrio de mi temporada de primavera. Ahora veremos que le sigue al verano.
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