Capítulo 16

Narrador: Béatrice Marie

Para mi suerte nadie estaba ocupando el baño, así que puedo darme una ducha tranquila... No muy tranquila a juzgar de la voz de Anaïs que me apura. El agua sale un poco fría, pero no me quejo.

Cuando termino, lo más apurada posible, escucho cómo Anaïs vuelve a tocar la puerta.

—¿Puedo pasar?

¿Ella me va a poner el vestido? Bueno, no está mal.

—Sí, pasa.

—Bien, escucha, este vestido es...

Me observa un par de segundos antes de bajar la mirada. De vuelta se está sonrojando y creo que esa es buena señal. Es decir, me veo muy bien si se pone de esa forma.

—Béatrice, no tenías que salir de la ducha. No quise verte desnuda.

—Pero es normal, tienes el mismo cuerpo que yo.

—Igualmente...

—En el campo no teníamos muchas opciones, cuando venían mis tías o mis primas nos cambiábamos en el mismo lugar. No sé si es cosa del campo en realidad.

—Bueno, pero yo no quiero verte desnuda, así que la próxima avísame por favor.

—Oh, parecía que te gustaba.

—Toma, te dejo ropa interior nueva y este vestido. Seguro sea de tu talle.

Luego de decir eso lo más apurada posible, se marcha del baño.

No sabía que Anaïs podía ser tan tímida. Me causa un poco de gracia esa actitud. Supongo que los Moreau son un poco más vergonzosos con la desnudez porque en Paris no se tiene muchos problemas para transmitir películas así.

El vestido es precioso. Es un verde oscuro que me llega hasta los muslos. No es tan apretado como el otro y con el sostén que tengo puesto se resaltan mucho más mis pechos. Es atrevido y me queda bien.

Aunque para mi disgusto, Charlotte aparece en la puerta del baño justo cuando termino de cambiarme.

—¿Quieres un buen peinado? Soy estilista, no te preocupes.

—Ah... Claro, ¿por qué no?

Queda mal decirle que no, así que acepto mientras ella hace bromas de dejarme pelada. Su humor es raro, pero esa personalidad que demuestra no tan a la defensiva me agrada. Me siento un poco más segura así. Además, en el medio me pide disculpa por cómo me trató ayer, aunque no deja de quitarme la culpa sobre mi "raro actuar". Solo espero que no haya tirado nada.

Tenía razón sobre lo de estilista, porque me deja el cabello precioso, lleno de bucles y con un toque agraciado. Ni Francesca, mi asesora de imagen, me deja tan bien.

—Qué bella eres. Oh, serás sensación, prepárate.

—¿Me queda bien? Ay, me estoy emocionando.

—Te queda precioso. Es mi tipo de vestido favorito, pero claramente no me entraría.

Luego de su confesión, Charlotte sale del baño y yo intento buscar a Anaïs, pero justo ella aparece. Justo.

—Así que de esta forma te queda mi regalo. Justo a la medida

—¿Su regalo? Es tan dulce. Lo que más quiero saber es cómo me queda a sus ojos.

—Excelente, te ves hermosa. Pareces salida de una película hollywoodense —resalta ella y me parece que sus ojos brillan—. Creo que puedo admitir que eres demasiado deslumbrante incluso en una habitación tan vacía y llena de vapor como esta. No sé cómo le haces.

—Ojalá pudiera anotar todas las cosas lindas que me has dicho, An.

—No vale la pena, mejor guárdatelo en tus recuerdos.

Ella me trae un par de joyerías y parece encantada por la imagen que le doy. Como broma le poso un poco y eso la entretiene lo suficiente como para sacarle carcajadas. Y es difícil hacerla reír.

Al final acabo presenciando una charla divertida entre ella y Noah en la que lo termina sermoneando por vestirse igual que el resto. Me gustan sus interacciones.

Mientras ellos se entretienen veo a Charlotte acercarse con un vestido negruzco precioso. No puedo creer lo bien que le queda y cuánto marca su barriga. Es una mujer con mucha clase, eso se nota en la divinidad de sus joyas.

Me pregunto cómo la verán los demás. Tomas me ha dicho que no tuvo muy buena fama por sus opiniones controversiales, pero no la escuché diciendo nada fuera de lugar.

Sarah es la única que queda en la casa mientras nosotros cuatro vamos en el auto que maneja Charlotte. Se nota que le encanta esa actividad.

Me fijo tanto en cómo se torna rosado el cielo que apenas sí logro escuchar la voz de Anaïs.

—Béatrice, ¿qué dices de mi vestido de gala? ¿Es acaso muy ostentoso?

Me sorprende que venga a pedirme respuestas a mí. Es muy segura de ella misma, así que parece nunca necesitar halagos.

—Es como ver a una estrella, ¿sabes? Por el color y porque eres tú quien lo lleva puesto. Más bien es como apreciar el cielo iluminado cuando hay estrellas claro.

—¿Quién te enseñó eso?

—¿Qué?

—Ser tan coqueta con tus palabras. Llevas dos meses aquí y estoy segura de que hasta hace poco me hubieras dicho que estaba bella, bellísima, bellosama porque no se te hubiera ocurrido nada más que una palabra inventada.

—En realidad, hacía tiempo que pensé en eso para describirte pero justo me diste pie a que lo dijera.

—Eres toda una romántica.

—Supongo que lo soy.

Me temo que la mirada de Charlotte me pone incómoda, así que dejo de mirarla a sus oscuros ojos para seguir observando el cielo. No vaya a ser que diga una tontería.

—Gracias... No soy de usar vestidos de colores tan vivos, pero me gusta sentirme una estrella al lado de una hollywoodense —susurra y no puedo evitar sonreír.

Esta mujer me enloquece. Enloquece mis sentimientos. No sé cómo, pero me hace ocultarme tras el cabello por la vergüenza de que me vea tan contenta. 

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