Capítulo 14

Narrador: Béatrice Marie

Los días libres antes de una fiesta de magnitud son aburridos. Y eso que este es mi primer día libre, pero Tomas me confina en esta habitación para que no surjan inconveniente que alteren algo de mí.

Estoy practicando un poco mi maquillaje. Me gusta cómo se siente lo de prueba y error. Es algo de lo que me debo empezar a acostumbrar y los ejemplos que tengo en revistas me inspiran más de lo normal.

Si fuera por mí saldría y socializaría con cualquier persona de afuera, pero tengo que encontrar otro pasatiempo más adecuado para estas situaciones y eso de leer libros en inglés ya me estresa. Solo quiero a las escritoras mujeres para eso.

Entre la música que escucho de Jane Birkin, el teléfono suena y me interrumpe en el medio que me pintaba los labios. Termino con una trazada horrorosa que me hace ver como un bufón. Pero no tengo tiempo de limpiarme.

—¿Sí?

—Hola... ¿Me comunico con Béatrice?

—¡Sí, sí, ella misma! ¿Annie eres tú?

—Al menos de que ese sea tu apodo para Anaïs, no.

—Claro, lo lamento, An, me equivoqué de persona. ¿Ha sucedido algo?

—Sucederá algo. Dime, Béa, ¿estás ocupada?

—Estaba maquillándome. Ahora tengo que desmaquillarme. Pero además de eso, no.

—Genial. ¿Qué te parece venir a casa?

—Me enseñaron a no aceptar propuestas así.

—Te enseñaron a no aceptarlas de hombres. No de Anaïs Moreau.

—Sí, tienes razón, pero igualmente no puedo.

—¿Por qué?

—Tomas quiere llevarme a conocer a Maxime Roger y me dijo que si me portaba bien me llevaría luego de la fiesta.

—Eso seguro es una tontería de él para mantenerte encerrada. Arriésgate, Béa, hasta Gerard ya ha aceptado venir.

Pero yo no estoy segura la verdad. Tomas me ha advertido de lo muy poco que le gustan las mentiras y faltas de respeto. Puede llegar a tratar muy mal si se entera de que he sido desleal con sus palabras.

Aparte, luego el castigo me caerá a mí. Eso en el campo no era muy bonito, pero con él dudo que sea mejor.

—Béatrice, escucha, ven aquí, disfruta con mi familia, quiero presentártela.

—Me emociona mucho eso, lo sabes, pero...

—Si sucede algo con Tomas yo me hago cargo, te lo prometo.

Nunca nadie más que mi hermano se había lanzado de esa forma. Cada vez siento que menos gente se arriesga a proteger a alguien, creo que todo este sitio es egoísta, pero Anaïs no lo es.

Termino aceptando ir y ella dice con un tono feliz que me espera. Es la primera vez que me invitan a conocer a una familia. Siento que mi corazón late con intensidad. Todo lo que siento por Anaïs se ve confuso, ¿por qué una amiga me invita a un lugar familiar? He escuchado eso solo de parejas.

¿Debería llevarle un ramo de flores? No, no me gustan los ramos. Mejor uno artificial, flores falsas que tengan buen aroma. Sí, eso me gusta.

Escucho cómo tocan la puerta de mi habitación y abro con seguridad sabiendo que se trata de Gerard. Pero su rostro se vuelve confuso de descifrar cuando me mira los labios. ¡Qué indecente!

—Tienes el labial corrido.

Ah, no, no era lo que pensé. Me río de los nervios por ello y busco el desmaquillante. Él se ofrece a quitármelo y yo declino la oferta. Tengo que prepararme para esto sola, no puedo necesitar siempre de Gerard.

—Gerard, ¿puedes pedir un ramo de flores artificiales?

—¿Un ramo de flores qué?

—Falsas. Con buen aroma.

—¿De papel?

—O de plástico.

—Yo puedo hacer flores de papel. Me gustan las manualidades.

—Como a una mujer.

—Béatrice.

—Lo siento, no fue con malas intenciones.

Gerard a veces se molesta, pero yo en serio lo veo muy femenino. Me resulta encantador lo bueno que es conmigo y con cualquier mujer, por eso mismo me sorprende que se sienta ofendido. ¿Daño su orgullo si digo cosas como esas? Aún no lo comprendo, pero me detengo para no causarle molestia.

Vuelve con un ramo de papel perfecto. Se rasca la nuca y dice que ha sido un poco desprolijo por el apuro, pero a mí me parece perfecto.

—¡Gracias, Gerard!

—¿Querías que te hiciera un regalo?

—No, nada de eso. En realidad lo necesitaba para dárselo a Anaïs.

Veo un espacio libre para poner el sobre con la carta que ella me ha pedido con todas las cosas hermosas que veo de ella. Anoté muchas cosas, alrededor de veinticinco me parece. ¡Ah, justo su edad! Creerá que es muy bonito.

Cuando levanto la mirada, noto que Gerard tiene una expresión confundida.

—¿Eres tan unida a Anaïs? Ese regalo resulta muy íntimo.

—Es mi amiga y quiero darle algo que se merezca.

—Sí, lo entiendo, pero puede ser malinterpretado, ya sabes.

—Solo me importa lo que ella opine.

Incluso después de lo que digo la canción parece que se detiene. No sé qué le sucede a Gerard, pero parece que no le gusta nada de lo que digo a juzgar la forma en la que menea la cabeza.

—Haz lo que desees, aunque no te recomiendo encariñarte rápido con ella.

—Yo no manejo mi corazón, Gerard.

—No, hablo en serio. Anaïs es mi prima y la adoro, pero no es el tipo de persona que pueda mantener algo por más de unos meses.

Eso es cruel. ¿Cómo alguien tan dulce dice tan firmemente eso de su prima? Yo no creo que sea de esa forma. No me parece justo juzgarla cuando aún no la termino de conocer bien... Además, los sentimientos que ambas tenemos me parecen mutuos.

—¿Tú eres el tipo de persona que pueda mantener algo por más de unos meses? —le pregunto en forma de broma.

—Yo hablaba de algo romántico, no de mis relaciones comunes, Béa.

⁕ ⁕ ⁕

Llegamos a la casa de Anaïs entre mucha charla. La verdad es que lo del romance apenas lo tocamos luego de lo que dijo. No lo entendí así que tampoco le busqué la vuelta, solo lo tomé como alguna contestación rara de Gerard.

Evidentemente la que nos abre la puerta no es Anaïs sino alguien más. Una mujer más alta, aunque con rasgos similares a ella.

—Gerd —dice la mujer y se le nota en los ojos la ternura—. ¿Hace cuánto no te veía?

—El año pasado yo fui a verte y el anterior de este tú viniste. Pero ahora tú estás aquí.

—Y con sorpresa.

Ambos observamos su vientre y creo que hacemos la misma expresión, porque se ríe abiertamente y suelta "ay, son una pareja singular". Yo solo la observo pensando que está bromeando y dejo que me mire de arriba abajo.

¿Está buscando defectos en mí o algo así? He oído familias que son así con las mujeres que traen a su casa, pero por su amable sonrisa dudo que sea esa su idea.

—Es con el mismo hombre que la otra vez, ¿cierto? —dice de repente Gerard.

—Desubicado. ¿Por qué debería ser con otro si es mi esposo?

—Porque tuviste como cuatro parejas en estos cinco años.

—Qué importa, puedo hacer lo mismo que los hombres, ¿no?

—No.

Antes de que Gerard siguiera provocando a su prima me pongo delante de él y me presento con amabilidad.

—Soy Béatrice Marie, un gusto conocerla Charlotte. ¿En serio ha tenido cuatro novios en tan poco tiempo?

—¡Béatrice!

—Ay, déjala, Gerard, se nota que no lo hace adrede. Es un gusto también conocerte, preciosa. Y sí, son difíciles los hombres.

—No entiendo eso ya que Gerard es muy simple.

Lo observo de reojo y me causa risa la forma que tiene de sonrojarse. Definitivamente es muy simple.

—Veo que te ha hecho un regalo encantador. Gerd, sigues siendo todo un amor con las mujeres y esta novia que tienes es divina.

—No somos pareja.

Decimos los dos al mismo tiempo y con tanta naturalidad que la sorprende. Cambiamos de roles en cuanto a las emociones.

Gerard y yo ya no nos incomodamos por esa idea. Debido a que Tomas se ausenta, a veces me deja con Gerard y todos siempre creen que es mi pareja. Pero no puede haber algo más errado. Es como mi hermano y creo que yo también soy como una hermana para él.

Bueno, en realidad... no lo sé. Es raro.

—No suena muy convincente a juzgar por esas flores de papel, pero ¿quién soy yo para juzgar?

—En realidad esto es para Anaïs.

A pesar de que Gerard se lo tomó muy bien, ella parece totalmente frustrada por lo que acabo de decir. Luego de enviarlo al patio, me retiene afuera de la casa. Antes de que pueda hablar, me quita de las manos las flores y eso me causa tal abrumo que la intento volver a tener.

—¿Por qué haces esto?

—Parecerás una desviada si le muestras esto delante de todos. Oh, Dios, qué horror. Tan bonita que eres como para que te gusten las mujeres.

—Creo que no lo entiende.

—Béatrice, si no quieres que mi hermana te deje de hablar, no insistas.

Y en cuanto termina de decir eso, con una expresión completa de molestia, empieza a subir las escaleras con apuro. Mucho apuro para estar embarazada. Pero me temo que ya no puedo tomar cartas en el asunto. Está claro que no le caigo bien y que le pareció grosero todo lo que estuve deseando darle a Anaïs.

Camino avergonzada hacia el patio, no sin antes asomarme de a poco para al menos no dar una mala impresión.

La verdad, ya no me siento muy cómoda estando aquí y ojalá no me cruce a solas con esa mujer. ¿Qué habré hecho tan mal como para que me trate así?

—Tienes una cara terrible de maricón, Belardo. —Escucho de parte de un hombre que no conozco.

—¿Por qué le diste alcohol, mamá? —pregunta Anaïs.

—Él lo pidió, yo cumplo con lo que los hombres deciden.

—¿Y la rubia esa? ¿Es mi esposa?

Doy un paso atrás ante la pregunta del hombre desconocido, pero mi temor se pasa cuando Anaïs le contesta con tanta severidad. Menos mal que esa no es la forma de pedir matrimonio aquí.

—Ni tu esposa es rubia ni hay una rubia.

—Sí hay, Anaïs —objeta su madre mientras me señala

—Ah, pensé que no habías venido y que te había ganado la cobardía —confiesa naturalmente mientras me recibe con una sonrisa cordial y me presenta delante de los demás—. Familia, ella es Béatrice Marie, mi querida amiga. Y, por sobre todo, una futura artista.

¿Artista? Me pregunto qué le habrá dicho Tomas sobre mí, porque la verdad estoy interesada en saber por qué me toma de esa forma. Pero bueno, la familia de ella es un poco rara así que solo opto por saludarlos con una sonrisa.

—Es demasiado que digas querida —confiesa entre risas Charlotte y me pone los pelos de punta.

—Es querida, al fin y al cabo.

Siento cómo Anaïs me da un beso en la mejilla con tal ánimo que no parece la misma. Pero creo que ha tomado un poco a juzgar de las botellas de alcohol que hay por todos lados.

Me da el asiento al lado de ella y me extraña el hombre que está cerca. ¿Quién es? Lo observo un par de segundos con atención y me devuelve la mirada. Me sonríe cordialmente.

—Soy Belmont, un gusto.

—Ah... Béatrice, también es un gusto.

—Bueno, Béa, parece que nadie te ha hablado de Belmont —dice Charlotte con toda la confianza del mundo y me genera un mal presentimiento—. Es el querido prometido de Anaïs.

—El eterno prometido.

—¡Gerard! No trates así a mi cuñado. No seas tímido, Belmont, en la familia te apreciamos.

—Sí, lo entiendo. Disculpen mi timidez, espero no la tomen como frialdad.

—Nada de eso... Cuéntanos, ¿cómo te va en la militancia? Qué lujo que ya no tienes que ir a Argelia.

—Es un verdadero lujo.

Charlotte habla de guerra como si fuera un hombre más y este chico parece muy cohibido con las respuestas. ¿En serio es militar? No lo parece. Pensaría que los militares tienen un porte más bien como el de Gerard, quizás algo más fuertes. Pero Belmont solo es grande y sin demasiado físico que demostrar. ¿Alguien se habrá fijado en él por su altura?

Aunque nunca creí que ser "alto" sería suficiente para que Anaïs elija a alguien. No, es más, ¿por qué me lo ha escondido? ¿Le avergonzaba? No es algo de qué avergonzarse, él no es del todo guapo, pero es tierno.

No entiendo por qué soy la última que se entera. Creí que al menos sería un poco más importante para ella como para que me cuente sus secretos.

Todos se ponen a contar anécdotas al llegar el anochecer y puedo declarar que Belmont y Noah han tomado demasiado. Tienen la típica actitud de borracho de arrastrar las palabras y reírse con las cosas más simples. Mis tíos eran iguales.

La verdad me aburriría de no ser porque me dan protagonismo en sus palabras. Lo malo es que debo de inventarme historias, porque no puedo contar que soy del campo. Básicamente ya me han creado una personalidad digna.

Mi padre es un abogado exitoso y mi madre una encantadora modelo. Tomas dice que es convincente a juzgar que no cambiaremos a mi hermano que también es abogado.

Tengo muchos datos inútiles que no van a ayudarme a contar anécdotas, así que solo cuento algunas versiones del campo, pero cambiadas. Y ellos se ríen. Parecen encantados por mi humor o las bromas que hago. Me alegra.

Lo único que no me alegra de toda esta noche es el brindis. En cuanto brindamos, Charlotte pone toda su suerte para que el año que viene los prometidos se casen y Belmont dice que así será. No me agrada su forma de expresarse y menos cuando Anaïs hace gestos disimulados de disgusto. Dudo que él sea muy educado.

Pero mi disgusto se termina de dar cuando besa con completa pasión a Anaïs. No tenían por qué hacerlo delante de mis ojos. Dios, ¿cómo a todos les puede gustar esta pareja? Es desagradable. Me hace sentir como una extra cuando él está cerca.

No sé cómo describir mi disgusto y para cuando menos me lo espero Anaïs está atenta a mis reacciones y me observa como si tuviera algo en la cara.

—¿Qué sucede, Béa? Ya todos están entrando porque servirán la comida.

—Me pregunto por qué nunca me dijiste que tenías un prometido.

—No es una información relevante.

—¿Y qué hago yo aquí? Creí que era... no sé, pensé que quizás serías más atenta conmigo. Pero parece que solo me trajiste para sacarme a pasear.

—Béatrice, soy atenta contigo, pero tengo a mi pareja al lado, ¿qué tan mal quedaría si solo te mirara a ti?

—Mi hermana tiene razón.

Noto que Charlotte es la única que aún no ha entrado y me pone un poco nerviosa. No quiero que ella se meta, no ahora.

—Cariño, no seas egoísta. Actúas como si tú fueras la pareja de Anaïs, pero seguro es puro encaprichamiento, siempre pasa lo mismo.

Me palmea el hombro con amabilidad y me confunde. Hace un momento estaba tratándome muy mal y ahora está ¿aconsejándome?

Pero prefiero no contradecirla. Quizás incluso tenga razón, puede que esté confundiendo la visión que tengo de Anaïs y de alguna manera la he romantizado. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top