Cuando gritó el tiempo
El año que todo cambiaría, la tristeza, el dolor y hambre, la desolación, el frío y la pesadumbre.
En invierno que quemo la razón, la amargura que carcome, la búsqueda del control, que intenta justificar toda acción.
Tantos sueños sucumbieron, llenos de tormentos, en cuerpos destrozados y atrapados en alambrados que salieron.
Y siguen siendo usados como presas, para vanagloriar la violencia de degenerados.
Pobres de los que atrocidad vivieron, nunca habían sabido porque eso les sucedió, solo que merecían, ver cuerpos inertes.
A quienes culparía, pues muchos por mostrar, lo frágil y malévola que es la humanidad.
Todos tienen la culpa por dejar que pasará, solo ver la injusticia y no hacer nada a ninguno.
En una puerta cerrada, clavaron un mensaje, uno muy corto.
Uno encerrado entre signos e interludios, una canción después de todo.
Y las malsanas brisas en nuestros rostros, se fueron riendo, se fueron arrastrando los bostezos.
La esencia misma del hastío, del crescendo farsante de la idiotez.
Agitado el mismo tiempo, y el mismo mensaje, melodiosamente infecto.
Supimos que nuestros pasos ya no nos pertenecen, descubrimos que ni siquiera nuestras miradas son libres.
Que nuestra muerte está escrita en un panfleto, y nuestra historia en una casilla de las estadísticas mas frías.
El número, solo un grupo de dígitos en negro y datos sin identidad.
Sin memoria ni regocijo asumimos la impunidad, la desigualdad, la pereza y la desvergüenza.
La envidia, el oscurantismo resaltado, la manía y el egoísmo violento.
Callamos sintiendo que nos
golpean, sin lágrimas, sin disculpas, sin emoción.
La realidad es solo un mausoleo inmenso y la muerte una verdad vertebral.
Y dictamos que será de nosotros las próximas horas algo bueno, ya nos queda de plano elegir matar cualquiera.
Fin
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