Capitulo 50 Epilogo
El recuerdo se vio interrumpido cuando Tommy se revolvió entre sus brazos; Oliver contuvo el aliento durante unos segundos esperando que continuara dormido. Cuando le dijo a Felicity que el pequeño sería todo un Queen, lo dijo sin la sospecha de que su hijo sería toda una fuerza de la naturaleza; de igual modo que en su día lo habían sido Tommy y él cuando estaban juntos. Su hijo tenía tanta energía y curiosidad acumulada en su pequeño cuerpecito que a Oliver muchas veces le costaba seguirle el ritmo. Quizás eso no lo sacara de él, sino de su abuela.
Por suerte el pequeño solo buscó una nueva postura en la que seguir durmiendo cómodamente, permitiendo que su padre pudiera seguir viajando por sus recuerdos.
La visita de Donna no resultó ser tan nefasta como su esposa había augurado; más bien al contrario. Gracias a ella, Felicity se había hecho con un montón de ropa nueva, sino que también habían acabado comprando cosas para el bebé. Cuando Oliver llegó a casa, después de pasar por la guarida se sorprendió al encontrarlas en el salón rodeadas de la cuna, el carricoche, la trona, peluches y sobre minúsculas prendas. Si su esposa y él no habían pensado en que su hijo era una realidad, su suegra le metió de lleno en ella.
Durante días, Felicity, Donna y Thea habían debatido cual sería la mejor habitación para colocar al bebe. Thea pensaba que debían de preparar la misma habitación, que sus padre habían preparado cuando tanto Oliver, como ella, habían sido bebes. Donna por su parte aseguró que la mejor solución era poner la cuna en el dormitorio de los papás. "Lo agradeceréis cuando tengáis que levantaros a las tres de la mañana para hacer que deje de llorar", aseguró. Felicity se vio envuelta entre las discusiones de su madre y su cuñada, y todas las noches se desahogaba con su esposo. Oliver la escuchaba pacientemente, hasta que un día le aconsejó que llamara a Lyla. Ella y John habían tenido que enfrentarse a problemas y miedo similares a los que ahora el matrimonio Queen se enfrentaban con la llegada la llegada de su primer hijo.
Al día siguiente, Felicity llamó a su amiga y esta les invitó a cenar a su casa y así poder charlar largo y tendido.
— X —
Oliver, Connor y Felicity llegaron puntuales a la casa de la familia Diggle-Michaels. Lyla les abrió la puerta con una sonrisa. Del interior desprendía un olor a asado, completamente delicioso que les hizo a todos desear sentarse a comer en ese mismo momento.
—Bienvenidos —les saludó su amiga permitiéndoles el paso al interior de su hogar.
—Que bien huele —exclamó Connor, poniendo en voz alta lo que su padre y Felicity estaban pensando.
—Gracias, aun queda unos minutos para que la cena esté lista —le informó—. John está en el salón con las niñas.
Oliver y su hijo fueron hacía el salón, mientras que Lyla y Felicity, la cual había ofrecido su ayuda, fueron a la cocina para asegurarse que la cena estaba lista. En el salón encontraron a John sentado en el suelo, con la pequeña Sara entre sus brazos, mientras jugaba con su otra hija.
—Tío John ¿tienes maquillaje en la cara? —le preguntó boquiabierto Connor, no entendía como el fuerte de su tío se había dejado hacer eso.
Oliver por su parte estaba tratando de contener la risa de ver a su amigo con los ojos pintados de colores y los labios del mismo color que los llevaba pintados Felicity.
—Yo he sido —respondió Andy, con su lengua de trapo, sumamente orgullosa de su obra de su trabajo. La niña se acercó a su amigo y tomándole de la mano le dijo— Ahora tú.
—¡No! —exclamó el pequeño aterrado— ¡Papá ayuda!
—Andy cariño, por qué no le enseña a Connor el juego que te han regalo los abuelos —le sugirió su padre.
—Vale—la niña tiró de su amigo, pero el niño la miraba con desconfianza; no quería acabar como el grandullón que tenían sentado en frente—. ¡Vamos!
—Estás a salvo —le aseguró John recogiendo el set de pinturas que su hija había estado utilizando.
Algo más tranquilo Connor aceptó ir a la habitación con la niña. Sabía que seguramente su padre y su tío John hablarían de cosas de mayores y eso era un autentico rollazo.
—Venga suéltalo —le pidió John a su amigo mientras se ponía en pie con la pequeña Sara gorgoreando entre sus brazos.
Oliver no pudo contenerse más y rompió a reír.
—Estás muy favorecido John.
—Sí, ya te veremos qué es lo que haces cuando tengas una hija —le pasó la niña a su amigo—. Voy a quitarme este estropicio. Enseguida vuelvo.
Oliver se quedó a solas con la niña, que lo miraba con la curiosidad de un bebé. Estar con la pequeña Sara, le hacía irremediablemente recordar a la extraordinaria mujer a la que le debía su nombre y que había sido asesinada por una persona que creía de confianza, la hermana de Nyssa, Talia.
El asesinato de Sara había sido un mazazo para todos. Laurel había vuelto a Starling City en busca de venganza para su hermana, y no lo había hecho sola Ted Grant la acompañaba. Oliver se había interpuesto en el camino de Laurel, entendía su dolor pero no quería que cometiera ninguna locura. Una mujer que estudió derecho supuestamente debía de creer en la justicia y no en el ojo por ojo, pero la rabia y el dolor había movido sus actos. Barry y su equipo se unieron a la búsqueda del asesino de Sara, así como algunos miembros de la liga de la justicia. Cuando todos los indicio había apuntado a su hermana, Nyssa se había negado a creerlo, pero finamente no le había quedado otro remedio.
Oliver no sabía que había sido de Talia, lo había dejado todo en manos de Nyssa y Bruce Wayne, por lo que estaba seguro de que la muerte de su amiga había sido vengada, sin la necesidad de otra muerte más.
La pequeña que tenía en sus brazos no solo le hacía recordar a su amiga, sino también le hacía recordar que estaba vivo, y que no podía volver a ese mundo oscuro en el que había estado durante tanto tiempo. Además era por ella, por Andy, Connor o el renacuajo de Tommy por lo que salía noche tras noche vestido como Arrow en busca de una ciudad mejor.
El nervioso movimiento de la pequeña le devolvió al presente justo a tiempo para ver aparecer a su amigo con la cara completamente limpia de todo maquillaje.
—Vamos a por unas cervezas —sugirió John antes de coger a su hija de nuevo en brazos.
Oliver extrañó enseguida su calor, aun así no dijo nada y siguió a su amigo a la cocina a conseguir algo de beber.
—¡Ohhhhh mira a quien tenemos aquí! —exclamó Felicity al ver a la niña— ¿Cómo está el pequeño gorrión?
Gorrión había sido el apodo que Felicity había elegido para la pequeña. Según ella misma decía, esperaba que no nunca se convirtiera en Canario, mejor ser un pequeño y tierno gorrión. Todos ellos sabían que corrían el riesgo de que algún día sus hijos siguieran sus pasos, algo que no les hacía ni pizca de gracia. Pero al igual que ello, sus hijos tendrían que tomar sus propias decisiones, aunque eso no quería decir que John, Lyla, Felicity y Oliver, no cruzaran los dedos para que sus hijos tomaran otros caminos.
—Genial, al fin duerme toda la noche de un tirón —comentó Lyla.
—Dentro de unos meses ya descubriréis lo que es —les dijo John mientras abría el frigorífico y extraía dos botellines de cerveza. Le preguntó a Felicity si quería algo, pero ella rechazó el ofrecimiento.
—¿Qué tal lo llevas? —le preguntó Lyla. Por su esposo sabía que su amiga no estaba llevando el embarazo igual de bien que había llevado ella los suyos.
—Depende del día —confesó la informática—. Hay día que estoy encantada y otros que solo deseó que hayan pasado los meses y el bebé esté aquí.
—Bienvenidos al mundo de la paternidad —John le dio el botellín de cerveza a Oliver que estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina—. Esto no mejora más bien al contrario.
—John me ha dicho que tu madre y Thea están haciendo una especie de competición por ver quién quiere más al bebe.
Felicity se llevó una mano a la sien al recordar las conversaciones de las dos mujeres.
—Las quiero mucho a ambas, pero os prometo que hay veces que me apetece lanzarlas por la ventana. Sé que tratan de ayudar...
—Pero a ti te agobian —terminó Lyla por ella—. Te entiendo, a mí también me pasó con mi madre.
—Exacto. Hace tan solo unas semanas, luchábamos para no ilusionarnos con su llegada. Y de pronto nuestra vida solo se reduce a él —comenzó a decir Felicity necesitaba poner con palabras esos sentimientos que le invadían día tras día—. ¡Qué estoy contenta! —aseguró rápidamente mirando a su marido—Lo prometo. Pero no puedo centrar mi vida solo en él —se señaló la barriga—, como pretende mi madre. Sé que las cosas no serán igual que han sido hasta ahora, pero tengo miedo de perderme a mi misma por el camino. ¿Tiene algún sentido todo esto? —le preguntó a Lyla.
—Lo tiene —le aseguró su amiga—. Se llama ser madre primeriza. Créeme nos vas a dejar de ser tú misma, puede que al un poco al principio cuando trates de adaptarte a ser madre, pero luego... Mírame a mí, pude regresar al trabajo de campo con ARGUS hasta que volví a quedarme embarazada de Sara.
–Eso mismo le dije yo, pero al parecer yo no doy tan buenos consejos como vosotros —comentó Oliver mirando a su esposa algo enfurruñado.
—Te hubiera hecho caso si no hubieras metido a las hormonas por medio. ¿Por qué todo el mundo le echa la culpa a las hormonas? Vale ya sé que parezco un yoyó emocional de vez en cuando, pero eso no significa que me haya vuelto tonta de repente.
— X—
Gracias a los consejos de sus amigos, regresaron a casa mucho más tranquilos. Felicity incluso encontró la fuerza de enfrentarse a Donna y a Thea. A Oliver no le pasó desapercibida la sonrisa de orgullo con la que Raisa les estaba sirviendo la cena. A partir de ese momento, las cosas se fueron haciendo al ritmo que su esposa marcaba.
Entré los dos decidieron que lo mejor en su situación sería hacer una habitación a parte para el bebé, pero no, en la que Oliver o Thea habían dormido, sino una más cercana a la habitación principal. Por eso escogieron la que tenían justo en frente.
Él sugirió contratar a alguien para pintar el dormitorio y adecuarlo al bebé, pero las tres mujeres rechazaron de pleno el ofrecimiento. Aunque si le obligaron junto a Roy a ayudar con los muebles. En pocos días montaron por completo la habitación del bebé. Estaba tal y como recordaba cuando viajó al futuro gracias al encantamiento de Zatanna.
Oliver sintió nuevamente como su hijo se movía, salvo que esta vez no tuvo la misma suerte que la vez anterior y Tommy se despertó.
—Buenos días papá —murmuró algo adormilado, su padre sabía que eso solo duraría unos segundos más.
—Buenos días campeón. ¿Has dormido bien?
—Sí...
Oliver notó su titubeo, cosa rara en su hijo.
—¿Qué pasa Tommy?
El niño miró a los ojos a su padre, que eran exactamente del mismo color que los suyos.
—Si un hombre malo entrara en casa y fuera hacernos daño a mí, a mamá y a Connor, tú no les dejarías ¿Verdad?
La pregunta le pilló por sorpresa, solo Connor conocía la doble vida de su padre. Tommy aun era demasiado pequeño para guardar tal secreto. Pasó por alto, el fallo gramatical de su hijo y le respondió con completa sinceridad.
—Nunca permitiría que nada malos os pasara a ninguno. Os quiero demasiado.
—Yo también os quiero a mamá y a ti más que la vida —aseguró el niño—, pero no más que le helado de chocolate o Green Arrow.
Oliver soltó una carcajada por la reflexión de su hijo. Al menos cierta parte de él estaba en el primer puesto, aunque muy pronto su hijo empezaría a sentir admiración por la doble identidad de Barry. Por el momento tenía la exclusividad completa.
El estomago de Tommy rugió con fuerza.
—Papi, mi tripa tiene hambre.
—Será mejor que bajemos a la cocina y le demos algo de comer a tu tipa antes de que venga la policía por culpa de sus rugidos.
—No me engañes, los policías no van a venir porque mi tripa tenga hambre —le respondió el niño con el ceño fruncido.
—Es cierto pero a lo mejor vienen a por mí por provocarte un ataque de cosquillas —Tommy no tuvo tiempo de apartarse. Su padre ya se había lanzado contra él haciéndole reír por culpa de las cosquillas.
—Papi, ya, ya, ¡qué me hago pis!
Oliver le dejó tranquilo y le abrió la puerta del baño que Felicity y él tenían en su habitación.
—Haz pis y bajamos a desayunar.
Tommy entró en el baño de sus padre. Normalmente cada vez que quería hacer pis, salía de la habitación y buscaba el baño que compartía con Connor. Muchas de esas veces no había llegado a tiempo y se lo había hecho encima. Felicity le había regañado por aguantarse tanto, a lo que el niño respondía "Mami es que se me olvida", y es que Tommy siempre encontraba algo que le hacía olvidarse de cosas poco importantes como hacer pipí.
Tommy salió del baño corriendo sin esperar a su padre. Cuando Salió de su dormitorio, vio que su hijo estaba llamando a la habitación de su hermano.
—¡Venga Connor que es hora de desayunar! —gritó a través de la puerta.
—Ya voy enano —masculló el adolescente adormilado—, cualquiera diría que te van a robar las tortitas.
A sus catorce años, Connor estaba más alto que Felicity, algo que ella no acaba de asumir. Dentro de un par de años, empezaría a conducir, después de otros dos, iría a la universidad y sería un adulto. Gracias a la buena influencia de su esposa Oliver estaba seguro que su hijo mayor no cometería las mismas locuras que realizó él durante esos años. Pese a no ser madre e hijo, Felicity había conseguido despertar en él interés por el estudio y la tecnología. No le resultaría extraño que Connor siguiera sus pasos y acabara haciéndose cargo de la empresa familiar.
Los dos Queen más jóvenes bajaron a desayunar sin preocuparse si su padre los seguía o no. Menuda decepción: "¿Ninguno de los dos recordaba que día era?", se preguntó Oliver.
Cuando llegó a la cocina Tommy y Connor estaban sentados en la mesa esperando a que Raisa y Felicity acabaran de preparar el desayuno. Su esposa estaba de espaldas a la puerta, repartiendo las tortitas, que la mujer mayor iba cocinando. en cada plato. Les hizo un gesto a su hijos para que no hicieran ningún ruido y se acercó con sigilo para rodearle la cintura con sus brazos, haciendo que ella se sobresaltara
—No estabas en la cama cuando me he despertado —le recriminó sin estar realmente ofendido.
—Lo siento, pero alguien no quería seguir durmiendo —le respondió ella dejando claro, que si por ella hubiera sido habría dormido un poco más.
Ese alguien tenía todo un carácter a pesar de no haber nacido aun. Oliver tenía las manos sobre la suave curva donde su hija crecía día tras día. Su llegada, al igual que las de sus hermanos, había sido una completa sorpresa. En cuanto empezó a sentir nauseas Felicity lo supo. "¿Estás segura? podría ser algún virus", le dijo Oliver en su momento, una idea poco descabellada, pues estaban en pleno invierno. Pero había sido él quien estaba equivocado, como así demostró el test de embarazo que Felicity se realizó ese mismo día. Ni si quiera había esperado a regresar a casa. Eran las doce del medio día cuando ella entró en antigua oficina de Queen Cosolidated con el test entre las manos. Él no tuvo que preguntar que era, el dibujo de un bebé sonriente no dejaba lugar a dudas. Estaban embarazados.
Esa vez, al contrario que con el embarazo de Tommy si se permitieron disfrutarlo desde el comienzo, aunque de igual modo esperaron varias semanas para anunciar el embarazo personas ajenas a la familia.
Donna esta vez no había tenido que venir desde La Vegas, para estar junto a su hija. Su suegra ahora vivía en la misma ciudad. No solo eso, sino que también había rehecho su vida junto a, ni más ni menos, Quentin Lance. La primera cena en familia había resultado sumamente incomoda. Donna simplemente les había dicho que estaba viéndose con alguien, y cuando les preguntó si había algún problema en invitar a cenar a su pareja y la hija de éste a casa, ni Oliver ni Felicity habían encontrado impedimento alguno. Cual no fue su sorpresa al abrir la puerta y encontrar al Capitán Lance y a Laurel. "Al parecer no hay forma de evitar tener a Lance de suegro", le dijo Thea divertida una vez que su suegra explicó que Quentin y ella tenían planes de irse a vivir juntos tan pronto naciera el pequeño Tommy. Oliver trató de mantener la compostura, aunque le resultó algo complicado teniendo en cuenta toda ls situación. Una cosa era mantener una amistad y otra pertenecer a la misma familia que tu exnovias.
Donna Smoak pasó a ser Donna Lance cuando Tommy apenas había cumplido su primer año. Ahora el niño sobrepasaba los cinco, por lo que ya estaban más que acostumbrados a tener a Quentin e incluso a Laurel y a Ted en las celebraciones familiares. Puede que la relación con los dos últimos no fuera la mejor de las relaciones, pero eran cordiales.
El bebé tal y como había dicho su esposa estaba algo inquieto. Oliver comenzó a acariciar su vientre, como hacía muchas noches para conseguir que la pequeña se calmara y su madre pudiera conciliar el sueño.
—Creo que esta va a darnos más problemas que su hermano —auguró su esposa.
—Entonces es una suerte que tengas un padrastro policía.
—Por favor no llames a Quentin así —protestó ella apartándose de los brazos de su marido llevando los platos a los dos niños—. Prefiero no verme como una hermana Lance, eso te dejaría a ti en una mala posición —Felicity le dio casto beso en los labios—. Y todos sabemos que no eres idiota —ella cogió su plato y fue a desayunar con sus hijos.
Durante unos minutos se quedó allí junto a la isla de la cocina observando a su familia. Tenía dos hijos fabulosos, una hija de camino y una esposa a la que amaba con locura. Sin duda, se había reformado, y gracias a ello contaba con el cariño y el apoyo de la mayoría de ciudadanos de Starling City, que lo habían elegido como alcalde de la ciudad.
— X —
Oliver estaba encargándose de un papeleo cuando su asistente personal le llamó por teléfono.
—Señor Queen, Mark Francis está aquí y pregunta si puede usted recibirle.
Le sorprendió que el jefe de campaña de su madre estuviera allí sin venir a cuento. No obstante optó por recibirlo.
—Hazle pasar Adrien, por favor.
Ella hizo lo que él solicitó y escasos minutos después, el hombre estaba en su despacho.
—¡Oliver Queen, cuánto tiempo sin vernos! —exclamó Mark estrechando la mano de Oliver a modo de saludo.
—Sí, seis años —ese era exactamente el tiempo que hacía que Slade asesinó a su madre—. ¿A qué debo el placer de tu visita? —le preguntó después de solicitar que se sentara en una de las sillas que había frente a su mesa.
—Como bien sabes cuándo Walter y yo hablamos con tu madre sobre la posibilidad de que se presentara a la alcaldía, lo hicimos con la firme convención de que tu madre sería una buena influencia para esta ciudad —comenzó a hablar el señor Francis.
—Lo sé, ella misma me lo comentó esa misma noche. Parecía sorprendida de que pensareis eso de ella —recordó Oliver—. Yo mismo le dije que estaba de acuerdo.
—Por desgracia no puedo ser. Y después ocurrió el asesinato de Sebastian Blood y sin comerlo ni beberlo nos vinos con el actual alcalde. Que seamos sinceros, no está haciendo el mejor trabajo para esta ciudad.
—Y aun así los ciudadanos de Starling City lo han ratificado para el puesto —le recordó Oliver, que la mayoría de la ciudad lo había votado, aunque él no estaba entre ellos, por su puesto.
—Eso es así porque no había un candidato mejor para el puesto —aseguró el jefe de campaña de su madre.
Oliver apoyó los codos sobre la mesa y junto las manos bajo su barbilla.
—No veo que tiene que ver eso conmigo, señor Francis —o puede que sí lo supera.
—Creo que tú serías un excelente candidato a la alcaldía Oliver.
—¿De verdad cree eso? ¿Con mi pasado? Además le puedo asegurar que no tengo aspiración política alguna.
—Tu madre tampoco y eso no impidió que hiciera un excelente trabajo —le recordó Mark—. Es cierto que tu pasado es un poco... digamos conflictivo. Pero te has reformado. Estás casado, con dos hijos. La empresa que diriges no puede ir mejor. Y encima Queen Consolidated ayuda a la ciudad siempre que se la necesita. Créeme unos cuantos errores de la juventud, no son nada con lo que nuestro alcalde tiene escondidos unos cuantos fantasmas bajo llave.
—Lo que hagan o dejen de hacer los demás no me importa. Quiero que se me conozca por lo que yo hago bien, no por criticar a lo demás.
—Y me parece loable —afirmó Mark—. Ya te he dicho que tienes muchos puntos a favor tuya. Muchos de aquellos que apoyaron a tu madre verán en ti una continuidad.
—¿A pesar que no comparta la opinión de ella en lo referente a algunos temas? —preguntó Oliver con interés.
A pesar de saber que en su futuro estaba ser alcalde, la idea no le había atraído mucho, pero a medida que hablaba con Mark algo empezaba a despertar en su interior. Siendo Alcalde por el día y Arrow por la noche, se aseguraba que Starling fuera una ciudad más segura.
—Por supuesto que se te permite tener una opinión diferente a la de tus padres, después de todo hay una diferencia generacional. Pero recuerda, la manzana no cae lejos del árbol.
—Señor Francis, me temo que tengo que pensarlo...
—Claro, imagino que también querrás hablarlo con tu esposa y tu hermana —Mark se levantó de la silla donde había estado sentado y le ofreció una tarjeta de visita, donde estaban sus teléfonos de contacto—. Si aceptas tu trabajo aquí se verá claramente afectado.
—Soy consciente de ello —Oliver le estrechó la mano—. Le llamaré en cuanto tenga una respuesta.
—Un placer Oliver.
—Lo mismo digo.
Mark salió de la oficina de Oliver e inmediatamente su esposa entró.
—¿Qué hacía aquí el jefe de campaña de tu madre? —le preguntó ella, que había estado esperezado junto a Adrien a que el hombre se marchara del despacho de sus esposo para entrar a hablar con él.
—Ha venido a pedirme que me presente a las elecciones a alcalde —le respondió sin dar rodeos. Necesitaba saber la opinión que Felicity tenía sobre el tema.
—¿Qué le has dicho? —le preguntó aun sorprendida por la noticia.
—Que necesito tiempo para pensarlo y hablarlo contigo —le aseguró—. ¿Tú qué opinas?
Felicity se quedó en silencio unos minuto tratando de formarse una idea sobre la situación. Si algo había sido con Oliver durante esos años, había sido sincera y no iba a dejar de serlo ahora.
—Creo que tienes mucho carisma —comenzó a decir ella—. Si hay algo que envidio de ti es como vendes una idea en la sala de juntas, sabes que decir para hacer que compren una idea.
—No quiero ser una especie de Flautista de Hamelín que los hechice con cuatro palabras bonitas —le corrigió su esposo.
—Y no tienes por qué —no quería que él se hiciera una idea errónea de su opinión—. Desde que volviste de aquella isla, has trabajado día tras día por hacer de esta ciudad una lugar más seguro. El hecho de que tengas el don de la palabra no hace sino más fácil tu trabajo de compartir tus ideas con los demás.
—¿Estás diciendo que debo hacerlo?
—Sabes que aunque esté mal decirlo, tu madre nunca fue santo de mi devoción —no era una sorpresa, y tampoco podía culparla después de que su madre amenazara a Felicity como lo hizo. Él asintió permitiendo que ella continuara hablando—. Pero creo firmemente que hubiera hecho un gran trabajo. Escuché su campaña. Estaba llena de grandes ideas que hubieran hecho de Starling una ciudad mejor. Llegaste aquí tratando de honrar a tu padre, luego te convertirte en un héroe para honrar a Tommy, ha llegado el momento de que honres a tu madre.
Esta era su Felicity, la mujer que a pesar de todo, encontraba un resquicio de luz y se aferraba a ella con todas sus fuerzas.
—Si lo hago, implicaría dejar mi puesto de CEO —le explicó.
—Perfecto, porque llevo años queríendo sentarme en esa silla —bromeó ella.
Sin embargo Oliver se lo tomó en serió y levantándose de la silla le dijo.
—Toda suya señora Queen.
— X —
Al día siguiente, tras una llamada a Mark Francis su campaña se puso en marcha. Felicity asumió el puesto de CEO de Queen Consolidated mientras el se reunía con los encargados de campaña. Poco a poco fueron ideando un plan, para cómo vender a Oliver como el mejor candidato, a la vez que éste iba escribiendo su programa político.
Thea, Diggle, Lyla y Roy, habían apoyado su decisión, y al igual que Felicity habían estado ahí cuando Oliver los había necesitado. De esa forma había sido capaz de resistir la campaña de acoso y derribo a la que su contrincante le había sometido. En la cual había tratado de derribar su imagen, trayendo del pasado la historia de su aventura con Sara Lance. Para sorpresa de su contrincante, tanto Laurel como Quentin había apoyado a Oliver demostrando que si ellos eran capaz de perdonar, los demás ciudadanos también podían.
Nada contento con los acontecimientos, su contrincante había tratado de atacarle por medio de su esposa, y fue ese el momento en que Oliver decidió que ya no aguantaba más. Había tomado la palabra y había contado cómo se habían conocido Felicity y él, como se habían hecho amigos, como ella le había apoyado y confiado en él, y que ese fue el motivo por la que la nombró su ayudante ejecutiva, no porque se acostara con ella. Contó como en esos años, ambos habían continuado su amistad, tratando de hacer sus vidas como cualquier persona normal. Habló de la llegada de Connor y de cómo éste les había hecho darse cuenta que entre ellos había algo más que una amistad. Les habló de Donna, una mujer que había trabajado por sacar adelante a su hija, y que al igual que sus padres o él mismo había cometido errores, porque los seres humanos erraban constantemente. Incluso las mujeres inteligentes como Felicity que lo hizo cuando se enamoró en la universidad del hombre equivocado. Oliver defendió con uñas y dientes a su familia, ganándose con ello a buena parte del electorado.
Su programa político hizo el resto. Durante los últimos meses de campaña, Oliver le sacaba una gran diferencia a su adversario. Por eso cuando el día de las elecciones salió nombrado alcalde no fue una sorpresa para nadie. Dos semanas después aparte de ser el nuevo alcalde de Starling, descubrió que sería nuevamente padre.
Sin duda ya no era el chico idiota que un día respondía al nombre de Ollie.
—Señor Oliver —le llamó la atención Raisa.
—Disculpa, estaba algo distraído —confesó cogiendo el plato de tortitas que la mujer que le había visto creer y ahora veía crecer a sus hijos le daba.
—Cumplir años no es malo, sobre todo si lo hace tan bien acompañado —Raisa le guiñó un ojo antes de salir a realizar unas cuantas tareas dando privacidad a la joven familia.
Oliver sonrió, al menos alguien se acordaba que hoy era su cumpleaños, el numero treinta y siete. Se aproximaba a los cuarenta peligrosamente, y ayer cuando fue a visitar la tumba de Tommy por el decimo aniversario de su muerte; juraría haber escuchado su voz llamándole carroza.
—Papá, ¿vas estar todo el día ahí de pie? —le preguntó Connor, tenía el ceño fruncido como si hubiera estado un rato analizando el extraño comportamiento de su padre.
—Se te va enfriar el café —le dijo Felicity, que al escuchar al mayor de sus hijos se volvió para mirar a su esposo.
Oliver sonrió y se sentó con su familia a desayunar.
—¿Puedo tomar yo café, mamá? —todos los días Tommy hacía esa misma pregunta.
—No cariño, los niños no pueden tomar café —le respondió su madre dándole un beso en la parte superior de su cabeza.
—Tú tampoco puedes —señaló el pequeño. Desde que había descubierto que estaba embarazada, Felicity sustituyó sus cafés, por chocolate caliente—. Es malo para el bebé.
Tommy empezó a acariciarle la barriga.
—¿Pasa algo cariño? —Felicity le miró preocupada. No solo porque esa noche se hubiera ido a dormir a su cama, sino que estaba como abstraído, no era el mismo.
—Sue, dice que las mamás pueden morirse cuando tienen un bebé. Que una prima de su madre se murió. ¿Tú no vas a morirte verdad? —Tommy se veía aterrorizado.
—¡Ohhh cariño! —obligó a que su hijo se sentara sobre su regazo y lo abrazó cariñosamente tratando de transmitirle seguridad—. Así que esa era tu pesadilla de anoche.
Un leve asentimiento de cabeza fue lo que obtuvo por respuesta..
—Las madres tienen hijos todos los días y no pasa nada —trató de consolarle Connor, pero su hermano se agarró aun más fuertemente al cuello de su madre.
—Campeón mírame —le pidió Oliver y el pequeño obedeció a su padre—. No voy a dejar que nada malo os pase a ninguno. No tienes que preocuparte por mamá y el bebé —la sola idea de que a Felicity y a su hija le pasara algo le helaba la sangre—¿Vale?
Tommy miró a su madre una vez más, y fue aflojando su amarra, para finalmente quedar acurrucado sobre su regazo.
—Promételo —le pidió a su padre.
—Lo prometo —aseguró éste con absoluta confianza.
—Pero si a mamá no le pasó nada cuando naciste tú —le dijo su hermano, recordando el pequeño contratiempo en que se convirtió su nacimiento—, ¿qué le va a pasar en un hospital? NADA.
Oliver esperaba que su hijo mayor llevara razón y esta vez Felicity diera a luz en un hospital con completa normalidad. Nunca antes en toda su vida, incluyendo sus años oscuros, se había sentido tan aterrorizado y tan poco preparado con el día en que su hijo vino al mundo.
— X —
Oliver, Thea, Roy y Diggle estaban en su primera misión después de semanas inactivos. Una red de criminal, se dedicaba al contrabando de obras de arte. Habían cometido varios robos a varios particulares, pero el más importante fue el que perpetraron en el Museo de Arte de Starling.
Mientras los cuatro se enfundaron su mascaras, una embarazadísima Felicity los guiaba sentada desde su ordenador. Se había levantado con una ligera molestia en la zona de las lumbares; un dolor que no se le había pasado a pesar del masaje que su esposo le había dado justo antes de marcharse a trabajar, más bien al contrario, se había vuelto aun más fuerte, pero eso era algo que solo sabía ella, no quería preocupar a nadie innecesariamente. Si hubiera dicho que sentía alguna molestia, ninguno de sus compañeros la hubiera permitido estar allí esa noche, y al igual que ellos echaba de menos la acción.
—Los veo —pudo escuchar decir a Oliver a traves del intercomunicador.
—Yo también —afirmó Roy— son siete. Cuatro de ellos armados.
—¿Algún rastro de nuestro hombre? —preguntó Felicity ignorando nuevamente la punzada en su espalda.
—No —respondió Oliver.
—Llega alguien — informó Diggle que estaba vigilando fuera del edificio—. Puede que sea nuestro hombre.
—Lo encontré —comentó Thea la cual tenía la misión de encontrar el almacén de las obras de arte—. Tienen 4 gorilas frente a la puerta, así que supongo que es el lugar correcto.
—Thea no vayas a cometer ninguna locura —le rogó su cuñada. Sabía que la joven podía patear traseros tan bien como sus otros compañeros, pero aun así cuatro gorilas, seguían siendo cuatro gorilas.
—No te preocupes, siempre lo tengo.
—Ha llegado nuestro objetivo —anunció Oliver— ¿Diggle estás en posición?
—Listo —confirmó.
—Cuando quieras Felicity.
Ella escribió todos los códigos necesarios para adentrarse en el sistema. Lo hizo lo más rápido que pudo y minutos más tarde las luces del edificio se apagaron, permitiendo que Oliver y sus compañeros realizaran el plan tal y como lo había hablado. Felicity llamó al Capitán Lance para informarle de la situación.
Al terminar de hablar con Quentin, se levantó de la silla para probar si moviéndose un poco se le pasaba el dolor punzante que sentía en la parte baja de la espalda. Felicity comenzaba a tener la sospecha que no se trataran de simples molestias causadas por el embarazo. unas sospechas que se vieron confirmadas cuando minutos más tarde sintió una humedad entre sus piernas.
Mientras Felicity estaba en la guarida, Oliver y Roy peleaban codo con codo contra la red de contrabando. Thea había conseguido vencer a los cuatro hombres que custodiaban el almacén y junto con Diggle, sacaron las obras de arte a un lugar más visible para que la policía las encontraran.
—Los hombres de Lance ya está aquí —informó Diggle a Oliver y Roy.
—Felicity dile a Lance que no entre, aun no hemos acabado.
Una vez más ella contactó con el Capitán y le informó que la situación aun no estaba resuelta que les dieran algo más de tiempo.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó al notar algo raro en el comportamiento de la informática.
—Sí, perfectamente —otra contracción le sobrevino—. Le mando un mensaje en cuanto acaben.
Esperaba que fuera pronto porque necesitaba ir al hospital. Los odiaba tremendamente, pero por esta vez haría una gran escepción.
—Despejado —anunció Roy a través del intercomunicador para que lo oyeran todos.
—Volvemos a la guarida.
—Por favor Oliver hazlo rápido — Felicity no pudo seguir hablando porque sufrió otra contracción y esta vez no hizo nada para ocultarla.
—¿Estás bien? —era fácil escuchar la preocupación en las palabas de su esposo.
—Tu hijo se ha propuesto nacer hoy. ¿Cómo crees tú que estoy? —su intención no había sido la de sonar tan dura pero no podía remediarlo. Quería a su marido a su lado e ir a un hospital, estaba completamente segura que no era pedir demasiado.
—Voy enseguida.
Mandó el aviso a Quentin y se dicó a dar paseos por la guarida a la espera de que sus compañeros llegaran. La contracciones cada vez eran más seguidas y más fuertes. En la clases de preparación al parto les habían advertido que la mamás primerizas tardaban bastante tiempo desde que comenzaban a sentir las primeras contracciones hasta que finalmente el bebé nacía. "Ojala hubiese sido mi caso", pensó ella cuando otra contracción aun más fuerte q la anterior le venía.
Cuando Oliver y compañía la vieron, de pie, doblada por la mitad y con los brazos y la frente apoyada sobre la camilla de metal.
—¡Felicity! —exclamó él mientras corría al lado de su esposa. Le había pasado su arco y sus flechas a Diggle, no tenía tiempo que perder; pero al llegar a su lado no sabía qué hacer, ella gritaba de dolor y no podía hacer nada para evitarlo.
—Oliver está aquí —lloriqueó ella entre contracción y contracción.
—Tenemos que ir al hospital —trató de tomarla en brazos y llevarla el mismo hasta el coche, pero ella sufrió una nueva contracción y se quedó paralizado.
—No hay tiempo Oliver, vuestro hijo está aquí —anunció John que ya tenía algo de experiencia en eso de los partos—. Roy busca toallas y alguna sabana, vamos a necesitarlas.
—Hecho —el joven se sentía más que aliviado de poder salir corriendo de allí.
—¡Necesita un hospital no toallas! —le recriminó el futuro padre, pero el exmilitar no se lo tomó como algo personal.
—Thea necesito que la ayudes a subirse a la camilla y que se ponga lo más cómoda que pueda.
La joven obedeció mientras que Diggle cogía a un aterrado Oliver y lo llevó a parte.
—Escúchame, sé que tienes miedo —comentó su amigo—he estado ahí ¿te acuerdas? dos veces. Felicity te necesita, necesita que estés con ella, necesitas que seas su roca
—No sé si voy a poder hacerlo —reconoció el hombre que luchaba contra el mal.
—Por supuesto que puedes hacerlo —Diggle no dudó ni un segundo—. Si eres capaz de llevar esa capucha y esa mascara, eres capaz de esto.
Oliver tomó una gran bocanada de aire y la expulsó lentamente. Con una afirmación se volvió para ir junto a su esposa.
—No me dejes —le suplicó ella a la vez que agarraba su mano fuertemente.
—No voy a ninguna parte —Oliver le dio un beso en la sien.
—Está bien Felicity, sé que esto no era lo que querías pero vamos a ayudar a nacer a vuestro pequeño —la actitud tranquila de su amigo, ayudó para que la mamá se tranquilizaba.
De todos ellos John era quien más conocimientos médicos tenía, además había sido el único que había acudido a un parto. Felicity dejó un lado el pudor, su hijo iba a nacer y su amigo era el único que podía ayudarle a conseguirlo.
—Aquí tienes...—Roy sintió como una mano le agarraba fuertemente del brazo y le impedía llegar hasta Diggle.
—¡NI SE TE OCURRA! —exclamó Felicity que de dulce y amable en esos momento tenía muy poco—. Solamente John tiene permiso para esta ahí abajo.
Roy dejó las toallas y las sabanas sobre la camilla y se separó levantando las ambas manos.
—Has conseguido que no vaya a ser tío nunca —Oliver trataba de aligerar un poco la situación, porque en el fondo había sentido lastima del novio de su hermana.
—Créeme le hago un gran favor a The...—el fuerte dolor que sintió, la hizo incorporarse hasta casi quedar sentada en la camilla en la que tantas veces había curado a su esposo—. Quiero una aspirina de las tuyas John, no puedo más...
—Lo siento pero vamos a tener que aguantar.
—Felicity, tú puedes —le animó Oliver—. Estoy aquí contigo—le apartó los pelo que se le habían soltado de la coleta, escondiéndoselos detrás de la oreja— . Al fin vamos a verle la cara a nuestro hijo, no apartes ese pensamiento de tu mente.
Diggle había colocado una sabana sobre el regazo de su amiga, y le pidió a los dos miembros más jóvenes del equipo que la ayudaran a mantener las piernas dobladas. A Roy le dio miedo volver a acercarse; pero esta vez Felicity no le dijo nada, estaba cien por cien segura que su mirada no se aventuraría más allá de la sabana, el pobre estaba más pálido por momentos. Oliver se había colocado tras ella, permitiendo que su espalda reposara sobre su pecho, mientras, sus manos estaba unidas dándole la fuerza necesaria cuando necesitaba empujar.
—Esto va más rápido de lo que pensaba —exclamó John—. Le veo la cabeza.
La futura madre no sabía si alegrarse o no, porque sin duda era en esos momentos donde venía la parte más dura.
—Está bien Felicity, sé que duele y que quieres empujar, pero necesito que no lo hagas hasta que yo te lo diga ¿De acuerdo?
Ella movió la cabeza.
Oliver miró a su amigo, que con una mirada le advirtió que se preparara.
—¡EMPUJA! —exclamó Diggle, y enseguida todos se pusieron manos a la obra. Felicity empujó todo lo que pudo apoyándose todo lo que puedo en su esposo. Los dos miembros más jóvenes del equipo sujetaron las piernas, impidiendo que le dieran al John, alias el partero una patada en toda la cara—. La cabeza ya ha salido. Un empujón más y todo se acabó Felicity, lo prometo. A la de una... a la de dos... y a la de...TRES.
Con un último gran empujón que dejó a Felicity sin energía ninguna, el resto del cuerpecito del niño salió y un fuerte llanto inundó toda la guarida.
—Felicidades papás habéis tenido un precioso niño —John acercó el niño envuelto en una de las toallas que Roy había llevado y se lo entregó a su amiga.
Al verle la carita a Felicity se le olvidó todo el dolor y el miedo que había pasado, solo era capaz de sentir un amor infinito hacía ese diminuto ser que tenía entre sus brazos. Pese a estar sucio, le parecía la cosa más bonita que había visto nunca. Giró el rostro buscando la mirada de su marido.
—¿Es precioso verdad?
Al igual que ella Oliver tenía los ojos vidriosos de la emoción. Ahora más que nunca entendía la frase que Diggle le dijo nada más nacer Andy: "En el momento en que la miré... todo cambió. El universo entero cambió". La única vez que había sentido algo que se le asemejaba había sido el día en que conoció a Felicity hace varios años atrás. Pero en cuanto había visto a su hijo, lo entendió. Todo su mundo había cambiado en ese preciso momento.
—Es perfecto, simplemente perfecto —le respondió acariciando su diminuta manita.
—¿Sabéis como le vais a llamar? —preguntó Roy incomodo ante la perspectiva de llamarle cosita, bizcochito o alguno de esos apelativos que había visto a Thea usar cuando hablaba con la barriga de Felicity.
Oliver miró a su esposa y con una sonrisa dijo —Os presentamos a Thomas Robert Queen.
Su hermana soltó una exclamación de sorpresa.
—Por papá y por Tommy...
—Por papá y por Tommy —confirmó Oliver.
— X —
Después de sostener a su hijo por primera vez y quitarse el uniforme de Arrow, Oliver cogió a Felicity en brazos y la metió en el coche. Diggle llevó a la recién estrenada familia hasta el hospital, para ayudaran a Felicity a expulsar la placenta y les hicieran un reconocimiento. Ambos estaban de maravilla y el médico les había felicitado por tener un amigo como Diggle.
Desde luego Oliver siempre le estaría completamente agradecido. Pero esta vez, esperaba que si hija naciera en un hospital, con toda la anestesia que Felicity pudiera desear.
—¿Papi vienes a jugar con nosotros? —le preguntó Tommy agarrándole una mano
—Claro —cogió la taza de café que estaba completamente congelado y se lo bebió de golpe—, vamos allá.
No tenía ni idea a que era lo que había aceptado jugar con sus hijos pero eso daba igual. Tenía un día libre para disfrutarlo con su familia y eso mismo pensaba hacer.
Llegaron al salón y se sorprendió que las puertas estuvieran cerradas.
—¡SORPRESA! —escuchó en cuanto su hijo Connor abrió la puerta.
Todos sus amigos y familiares estaban allí reunidos para celebrar una fecha que durante algún tiempo había rechazado.
—Felicidades papá —le dijo Tommy abrazándose a sus piernas— ¿A qué te habías creído que nos habíamos olvidado?
—La verdad es que sí campeón.
—Connor decía que me iba a chivar porque no sé estarme callado, pero lo he hecho bien.
—Es cierto lo has hecho genial —reconoció su hermano—. Felicidades papá.
—Gracias hijo —le dijo echando un brazo por encima de su hombros.
—¿Y para mí no hay abrazo? —fingió hacerse la ofendida Felicity—. Si lo llego a saber ni me molesto...
Oliver la cogió por la cintura y la aproximó a él
—Gracias —bajó su rosto al de ella y sus labios se acariciaron.
—¡ARGGGGGGG! —exclamó Connor tapando los ojos de su hermano—. ¡Qué hay niños pequeños!
Oliver se rió del comentario de su hijo mayor.
—Ya hablaremos tú y yo el año que viene —o puede que su hijo ya estuviera interesado en alguna chica.
Todos se acercaron para felicitarle. Las primeras fueron las hijas de Diggle y Lyla, que estaban encantadas de felicitar al tío Oliver y de que éste las levantara por los aires como hacía siempre que las veía. Diggle abrazó a su amigo que acababa de cumplir la misma edad que él tenía cuando le conoció años a. Le Siguieron Lyla, Donna, Quentin, Barry, Iris, Cisco, Joe. Y como Raisa y Roy. Su joven pupilo, se había convertido en un miembro de la familia Queen dos años antes, cuando él y Thea se casaron en unas ceremonia intima en la playa.
Thea aunque aún no se le notaba, estaba esperando su primer hijo. Oliver sabía que su hermana podría compaginar la maternidad con la gerencia de sus locales. Después de volver a levantar al Verdant, la joven había transformado uno de los locales heredados de Malcom Merlyn en un lujoso restaurante, que funcionaba igual de bien que el bar. Esa era una de las pocas cosas que se había quedado de su padre biológico. La mansión la había vendido y donado el dinero a una organización benéfica para ayudar a la ciudad. También vendió la empresa de su padre, no sin antes asegurar que se firmara un acuerdo importante con Queen Consolidated. Thea era ahora una mujer de negocios que nada tenía que ver con la joven conflictiva con la que se había reencontrado al volver de Lian Yu.
En realidad nada ya nada era igual que antes, y tan poco quería que lo fuera. Puede que su vida no fuera perfecta y que echara de menos a algunas personas. Al fin podía decir sin lugar a dudas que era OLIVER QUEEN y que después de muchos malos y buenos momentos era feliz con quien era, con lo que era.
Un hombre,
un marido,
un padre.
El Héroe.
GREEN ARROW.
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