Capitulo 30

Mudarse de su casa resultó ser más difícil de lo que Felicity había imaginado, no solo por la cantidad de cosas que había ido acumulando a lo largo de los años, sino porque su modesto dúplex había sido el primer lugar al que había llamado hogar en mucho tiempo. Tras la marcha de su padre, su madre se había vuelto una dejada respecto a todo lo que no fuera su trabajo y los hombres con los que salía. A veces se olvidaba de pagar el alquiler y las echaban, y otras aparecía el nuevo novio de turno, el caso es que Felicity se había visto arrastrada de una casa a otra por su madre. Starling City, pese a sus locos villanos, le había robado el corazón; y su casa concretamente, se había convertido en su santuario, su hogar.

Ver cómo, poco a poco, se iba quedando vacía a medida que Oliver, Diggle, Roy y Thea le ayudaban a recoger sus cosas, fue duro a pesar de que iba a empezar una nueva etapa en la que ya no estaría sola, sino que tendría a Oliver y a Connor. Pero una parte de ella no podía evitar sentir tristeza.

Connor, por su parte, se había mostrado encantado con tener a Felicity viviendo con él y su padre. Se lo habían contado nada más regresar a la casa tras su charla frente a la lápida del padre de Oliver; el pequeño no solo sonrió sino que se echó a los brazos de la rubia extasiado de felicidad.

—Ahora sí vamos a ser una familia de verdad —había comentado el niño.

Los tres se habían sentido solos y perdidos hasta que se encontraron, entonces la oscuridad les abandonó a medida que ellos forjaban lazos y cimentaban las bases de la familia que iban a ser a partir de ahora. Todo había comenzado el día en que ella y Oliver se conocieron en Queen Consolidated, ese día había cambiado el destino de ambos. Ni las presiones, ni la aparición de terceros habían podido acabar con algo que resultaba tan apropiado como natural, como si desde el principio hubiera estado destinado a ocurrir.

Oliver tenía una nueva perspectiva de su vivencia en la isla, si no hubiera decido embarcar en el Gambit junto a su padre y Sara, él no habría acabado siendo el Oliver que era ahora y no hubiera conocido a Felicity. Se creía feliz, pero no lo era; ahora, sin embargo, sí.

— X —

Llevaba tres semanas viviendo en la mansión y aun seguía sin acostumbrarse a tanta opulencia; aunque agradecía tener a Raisa, no tener que cocinar ni mantener la casa limpia y recogida era un alivio después de tantas horas de trabajo; tanto en la oficina de QC como en la guarida.

Felicity estaba casi segura que la mujer sospechaba del trabajo secreto que tanto ella como Oliver realizaban todas las noches. Raisa no preguntaba, pero en esas tras semanas había podido escuchar ciertos comentarios que la hacían sospechar que sabía la identidad del héroe encapuchado. Lo había comentado con Oliver, pero él le quitó importancia, en el fondo él prefería que así fuera, de ese modo no debería excusarse de sus extraños horarios ni explicar por qué tenía una brecha en su rostro y, lo que era más importante, no le haría quedar como un mal padre frente a los ojos de la mujer que tan buen concepto tenía de él cuando simplemente era Ollie, el insulso.

Poco a poco ambos se iban adaptando a la nueva situación, porque aunque decidir vivir juntos parecía una idea fantástica, que lo era en realidad; a la hora de ponerla en práctica siempre resulta algo más complicado, después de todo, ambos eran personas independientes con sus manías y defectos. Oliver, que para algunas cosas resultaba demasiado controlador, para otras cosas como el papeleo o el estado del baño después de la ducha era un autentico desastre; por su parte, ella podía dejar los zapatos donde primero pillara, pero era incapaz de soportar el bote de la pasta de dientes apretado por la mitad. Él prefería desayunar huevos con beicon y ella tostadas o bollería... Dos personalidades que se tenían que amoldar la una a la otra como cualquier pareja que se precie.

La convivencia, por otro lado, también tenía su parte positiva. A Felicity le encantaba despertarse entre los brazos de Oliver o el parloteo nocturno de Connor durante la cena, pequeñas cosas que, aunque simplemente parecerían tonterías, a ella le llenaban y le hacían saber que realmente era la decisión correcta.

Aun tenía que decírselo a su madre, pero conociéndola como la conocía, capaz era de estropearlo todo, puede que incluso intentara seducir a Oliver como la última vez que mantuvieron el contacto. Incluso tuvo la poca vergüenza de contar el secreto de cómo había conseguido el dinero para pagar su primer año de matrícula en el MIT, algo de lo cual no se enorgullecía, sinceramente. Su madre, claro está, no conocía el dicho: "Lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas". Eso, o simplemente perdía el filtro boca-cerebro en cuanto veía un hombre guapo y, por desgracia para Felicity, Oliver lo era, por consiguiente, su madre se había comportado de esa manera tan particular suya que tanto le avergonzaba. Por el momento, mejor sería mantenerlo un poco más en secreto, no corría prisa, la prensa aun no sabía nada y además su madre siempre la llamaba a su teléfono móvil, cuando se acordaba de ella, claro. Esperaría un par de semanas más...

Estaba de camino a la que había sido su casa desde hacía seis años. Había decidido ponerla a la venta nada más mudarse, puede que Oliver Queen tuviera dinero para dar y regalar, pero si no iba a utilizar su casa, ¿para qué seguir conservándola? Se la había ofrecido a Thea y a Roy por si ellos preferían abandonar los Glades y porque, en el fondo, le daba pena deshacerse de ella. No obstante, ellos había rechazado el ofrecimiento, por lo que Oliver le había dado el teléfono de un agente inmobiliario de confianza y la había puesto a la venta. Su agente le había llamado esa misma mañana para anunciarle que había un interesado en la vivienda y que quería verla esa misma tarde. Ella sabía que no era necesaria su presencia, pero quería conocer de primera mano a los posibles propietarios; se había tomado unas horas libres de su trabajo como ayudante de Arrow y había emprendido el rumbo a su dúplex.

Cuando llegó, se encontró con un rostro algo conocido sentada sobre los peldaños de la entrada. Solo la había visto una vez en Gotham City, pero Oliver le había contado lo que era capaz de hacer pues él lo había experimentado de primera mano.

—Zatanna — musitó sorprendida de su presencia.

—Señorita Smoak, sabía que aparecerías —comentó la maga colocándose su sombrero de copa —No eres de las que pueden ignorar la curiosidad.

— ¿Qué es lo que haces exactamente aquí? —Felicity pudo identificar inseguridad en su propia voz, ojalá hubiera aprendido de Oliver cómo esconder las emociones...

—Veo que tu amado Green Arrow te ha contado nuestro pequeño encuentro —la maga ignoró la pregunta y se acercó a la informática con la seguridad que le daban sus facultades especiales.

—No es mío, quiero decir, sí, estamos juntos, pero no es mío, mío —balbuceó dando un par de pasos hacía atrás—, además es Arrow, no flecha verde.

—Al menos no por ahora... —Felicity la miró con los ojos abiertos de par en par y la boca abierta. ¿Acaso la mujer que tenía en frente estaba insinuando que Oliver tendría una nueva identidad?— No me mires así, tenéis tantos arqueros en el grupo que de algún modo los tendrán que diferenciar, ¿no?

—No tengo tiempo para estas tonterías, Zatanna, ¿qué haces aquí? ¿Acaso te ha enviado Bruce Wayne para que me muestres algo como al resto? Porque te puedo asegurar que estoy completamente convencida de su misión y no hace falta que me muestres nada del futuro.

—Veo que te gusta lo que te depara el futuro —la maga hurgó en el interior de la chaqueta de corte frac tan típica de los magos tradicionales—. Sin embargo, no es tu futuro lo que te inquieta, Felicity Smoak, ni tan siquiera preguntarías por ti misma si te diera la oportunidad. No me envía nadie, he venido a hacerte un favor de la misma forma que se lo hice a tu ami... a la hija de un amigo tuyo.

— ¿Qué ganas tú mostrándome lo que quiero saber? — Seguía sin entender por qué la maga había ido a verla.

—Un mundo mejor. Y quién sabe... —Zatanna la escudriñó de arriba a abajo y añadió—Y quién sabe si una amiga.

Felicity trató de averiguar si se trataba de una broma o lo decía completamente en serio. Pero en ella no había ningún signo de que fuera algo falso y planeado para un beneficio posterior, además ¿por qué ella? Oliver podía entenderlo, incluso Laurel, pues después de todo era abogada; pero ella era una informática, había muchos buenos informáticos por el mundo y seguramente a Zatanna no le costaría trabajo encontrarlos al igual que la había encontrado a ella. Además, estaba empezando a sentir cierta curiosidad sobre lo que le podría mostrar...

—Supongamos que acepto tu ofrecimiento — expuso la informática bastante determinada a no dejarse a engañar— ¿Qué crees tú que pediría?

—Quieres saber cómo sería la vida de Oliver si no se hubiera perdido en aquella isla, ¿me equivoco?

Felicity cerró los ojos y respiró profundamente, la maga había acertado de pleno. En muchas ocasiones se había preguntado cómo hubiera resultado su vida, pero sobre todo la de Oliver sin tanto sufrimiento, aunque estaba completamente segura que nunca se hubieran encontrado y mucho menos estar juntos como lo estaban ahora. Aun así, había veces que no podía evitar el haber deseado que él tuviera una vida mejor.

—Hazlo —le pidió antes de que se acobardara y se echara atrás.

— ¿Estás dispuesta a descubrir que a lo mejor no formarías parte de su vida? —Zatanna admiraba la entereza y determinación que la mujer que estaba justo al frente estaba mostrando. A simple vista podrías pensar que era una chica inteligente y debilucha, pero había más fuerza en ella que en muchos hombres fortachones que había conocido.

Felicity negó con la cabeza.

—Sé que lo nuestro es algo circunstancial; sé que ni tan siquiera hubiéramos sido amigos, pero no importa, quiero que sea feliz.

—Sí estás tan segura, allá vamos.

De pronto una luz envolvió a Felicity y, cuando todo volvió a la normalidad, ella ya no estaba allí.

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