Capitulo 25
Llegó a la guarida y le sorprendió que solo Oliver estuviera allí; un autentico regalo para la vista, ella tuvo que tomar aire para controlar sus hormonas. Oliver Queen sin camiseta, sudando mientras se ejercitaba en la escalera del salmón era una de sus imágenes favoritas para fantasear en sus noches solitarias. Nunca pensó que conocería a un hombre que desbancara a Patrick Swayze o Hugh Jackman de sus fantasías, pero estaba delante de ella y era todo suyo.
—¿No puedes hacer eso con una camiseta? —le preguntó ella con voz lastimera mientras se acomodaba en su puesto. Dejó su bolso dentro de uno de los cajones de su mesa y se dispuso a comenzar con su trabajo.
Oliver sonrió con descaro al escucharla.
—Creía que te gustaba verme hacer ejercicio —comentó quedando apoyado sobre los brazos y dejando caer la cadera sobre la barra de metal.
—Ese es el problema que me gusta demasiado —masculló la informática su voz casi era inaudible con el sonido del teclado.
Él se dejó caer al suelo, se acercó a su chica por la espalda y besó cariñosamente su hombro descubierto gracias al corte de su vestido.
—Hasta ahora nunca te habías quejado.
—Antes no tenía permiso para tocar —para ella su relación había sido tan poco posible que había sido capaz de mantener las hormonas y las neuronas controladas— Eras como Bard Pitt en Conoces a Joe Black, guapo y sexy pero inalcanzable.
—Por mi puedes tocar todo lo que quieras —sus besos se trasladaron a lo largo de su sensible cuello.
—Oliver —suspiró. Un beso y era masilla en sus manos; aun así un resquicio de cordura hizo acto de presencia— Oliver por favor para, Digg puede venir en cualquier momento y tenemos normas ¿recuerdas?
—No va a venir, ni él, ni Roy y tampoco Thea... —todos ellos estaban ya de camino a la mansión Queen para celebrar el cumpleaños de Felicity— solo seremos tú y yo.
Ella se separó para evitar que siguiera besándola y se dio la vuelta para mirarlo a los ojos directamente.
—Vaya gracias por avisarme —Oliver pudo escuchar la ironía en su voz, no pudo evitar sonreír al pensar el poco miedo que había tenido desde el principio en dejarle las cosas claras de esa forma tan suya—, a lo mejor yo también quería tener el día libre.
—Perdón —aunque en realidad no lo sentía y tampoco se molestó en sentirse arrepentido, tenía una misión que era la de llevarla a su casa si o si sin que sospechara nada. La tomó de las manos y la obligó a levantarse de la silla—. Aunque no puedes culpable por querer estar a solas contigo.
—Es verdad no puedo —a ella le pasaba exactamente igual a pesar de verse a diario—. Pero tengo una casa ¿no sé si lo recuerdas? Seguro que no porque gracias a ti no es que la pise mucho, aun así podías ido a verme allí en vez de hacerme venir a la guarida.
—¿Dónde está tu espíritu aventurero señorita Smoak? —Él la rodeó entres sus brazos quedando uno a escasos centímetros del otro. Sus labios casi se rozaban.
—No tengo.
—Ya lo creo que lo tienes, el Conde, el Creador de muñecas, el Rey reloj, Slade... —le recordó alguna de las misiones donde ella había demostrado su valía—. Además según recuerdo el día que te besé la primera vez no pusiste tantos reparos...
—Yo no soy de las que rompen las normas —sus mejillas se encendieron, ella siempre había seguido las normas o al menos aquellas referidas al comportamiento porque cuando se refería a los ordenadores ya era otra historia. Él era el chico malo.
—Si no están, no hay reglas...
Oliver acabó con la distancia que separaba sus labios y la besó. No un beso suave y tranquilo como los que le había dado hasta ahora, sino uno exigente y lleno de ardor. A ella no le costó demasiado seguir su ritmo, le echó los brazos al cuello y le respondió con la misma intensidad. Se permitió ser algo más osada y mordisqueó su labio inferior; a él pareció gustarle porque la tomó en brazos y la apretujó contra el cristal de la vitrina que contenía su traje de cuero verde.
Era la primera vez que Felicity experimentaba esa posición así que se agarró firmemente a su cuello con los brazos y a su cadera con sus piernas. Lejos de amedrentar a Oliver, le excitó aun más.
—Oliver — pronunció entre beso y beso— Oliver tu teléfono, está sonando.
—Olvídalo —le pidió, no quería tener que pararse. Estaba demasiado excitado como para hacerlo.
Ella trató de ignorar al igual que él el sonido y la vibración de teléfono pero no fue capaz de hacerlo. ¿Y si a Connor le había ocurrido algo?
—Oliver para, tienes que responder.
Él maldijo entre dientes a quien fuera el que llamaba. se acercó a la mesa de Felicity y tomó el aparato. La pantalla mostraba la cara sonriente de su hermana, ojala el pudiera tener esa sonrisa en su cara...
—Más vale que sea importante Speedy —respondió, su voz mostraba la tensión que sentía su cuerpo sobre toda cierta parte que se sentía muy confinada en sus pantalones.
—Vaya, ¿no habré interrumpido nada verdad? —le preguntó su hermana ante su mal humor.
—No pienso responder a eso.
No obstante eso fue suficiente para que Thea atara cabos y rompió a reír.
—Lo siento Olli —ella luchó por recuperar la compostura pero le resultaba difícil, le había estropeado a su hermano la oportunidad de acostarse con Felicity. El Karma, él había hecho eso muchas veces el primer año que volvió de la isla —. Solo quería avisarte que ya podéis venir, está todo listo.
Oliver respiró hondo, adiós sexo.
—Ya voy.
—¿Qué ocurre? —le peguntó Felicity en cuanto retiró su teléfono de la oreja.
—Connor—le respondió siguiendo el plan que su hermana había creado y que al que él no estaba del todo de acuerdo. No le gustaba usar a su hijo de ese modo —. Al parecer no se encuentra bien y quiere que esté con él.
—Voy contigo —Él no dudaba que ella se ofrecería en cuanto escuchara que el pequeño se encontraba mal, era su reacción cuando descubriera que era una treta lo que le preocupaba.
Felicity cogió sus cosas más rápido de lo que él se puso su camiseta. Ambos salieron al aparcamiento donde les esperan la moto de él y el mini de ella.
—Te veo en tu casa —Felicity emprendió rumbo a su coche pero Oliver se lo impidió.
—Tú vienes conmigo —ella fue a protestar pero él se lo impidió— No te va a pasar nada, ni a ti ni al coche.
Estovo a punto de protestar de nuevo sin embargo pudo más sus ganas de experimentar aquello que Sara y Laurel ya había hecho. No estaba bien sentirse celosa, más cuando era ella la que estaba con Oliver y no ellas que quien sabe donde estarían cada una; pero los celos no respondían ante la razón. Ella era una aventurera lo había demostrado hace unos minutos en la guarida; se montaría en la moto, se sujetaría bien a Oliver y trataría de disfrutar del momento. Se alegraba de llevar un vestido con vuelo y no el vestido ajustado que había estado a punto de ponerse.
Oliver se montó a horcajadas sobre su moto y luego la ayudó a acomodarse tras él.
—Espera un momento —le rogó ella mientras se sujetaba bien la falda para que no se la viera nada inapropiado. Se abrazó a él —. Ya podemos irnos.
Oliver sonrió y arrancó la moto. Se obligó a ir despacio para que ella se acomodara, una vez salió del puerto intensificó la velocidad y sintió como ella apretaba más su amarre. Poco a poco y varias curvas en las que se había inclinado tanto que hasta había pensado que acabarían en el suelo después, se fue relajando y fue disfrutando del trayecto.
—¿Y bien? —se preocupó él en cuanto llegaron a la mansión.
—No ha estado mal —le concedió, aunque tuvo que añadir algo más —, pero sigo prefiriendo ir en cuatro ruedas.
—Vamos dentro, Connor nos espera.
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