Capítulo 40. "¿Descontrol?"
Advertencia: sutil contenido +18 (sexual). No apto para menores de edad. Lees bajo tu responsabilidad.
Si te incomoda la escena, puedes saltarla.
Brianna.
Mi ceño se frunce ante el silbido repentino de una ráfaga de viento que hasta hace dos segundos no existía.
La mirada clara de Agnes me busca con desesperación, ambas permanecemos en silencio. Vemos la silueta de la otra de pies a cabeza, como si nos pudiéramos comunicar de manera telepática. Tal cual hacen los cambiantes y sus compañeros.
Ese cambio repentino en el clima solo significa una cosa, que puede resultar horrenda y peligrosa para cualquiera. Incluso hasta para mí.
Descontrol.
Descontrol en su máxima expresión.
—Yo no fui —murmura la joven de cabellos rubios que se encuentra cerca mío.
—Lo sé, linda —hablo en completa calma, como si nada pudiera perturbarme—. Por más que hayas tenido tus momentos así, no fuiste tú.
Agnes me dedica una expresión más serena y un poco extrañada por mi respuesta, curvo mis labios en una sonrisa tranquilizadora para ella y suspiro con agotamiento.
Todo se está descarrilando, no puede ser posible que esto ocurra. No es posible, no es momento todavía. Faltaban meses o incluso años para que ocurriera esto. No. No. No...
—Bri, ¿No qué? —pregunta alarmada—. Llevas repitiendo eso en susurros como cinco minutos, ¿Qué pasa?
Un suspiro es liberado al aire por mi boca, no tengo palabras para responder sus cuestionamientos. El caos que yo debía evitar, se acaba de desatar.
No hay vuelta atrás.
—¡Bri! —alza un poco la voz, atemorizada por mi silencio—. Cariño...
—No pude... —es lo único de lo que soy capaz de pronunciar. Es como si hubieran cerrado mi garganta, como si mi voz ya no existiera.
Dejamos de estar en mi casa, analizo mi alrededor con cierta confusión, pero a la vez con la certeza de saber quién es aquella persona que acaba de teletransportarme a este lugar.
—¿Qué? Nunca usas este tipo de hechizos —la oigo murmurar por el asombro.
—Yo no hice nada —aclaro, seria.
Mis ojos recorren el espacio que nos rodea. Estamos en una habitación amplia, con paredes de madera que le dan un estilo rústico, un candelabro de cristal que cuelga del centro y que emite una luz cálida, una gran mesa alargada con sillas. Todo hecho de madera.
Esté lugar está tan cambiado desde la última vez que vine.
Veo rostros conocidos. James, Jacob, John, el padre de ellos, Morgana, el líder de los cuervos que viven en el pueblo, la médium más avanzada en su don, el cambiante puma.
Todos están sentados perfectamente en sus sillas, el orden de esta habitación es aterrador.
Estamos en el Concejo.
—¿Para qué nos llamaste, Brianna? —cuestiona John, con un tono entre extrañado y curioso. Sus cejas rubias se fruncen como si no comprendiera que hace aquí.
—John, yo no los llamé —aseguro, severa. Mis músculos del cuello se tensan, tal vez alguna de mis venas se sobresaltó.
—¿No fuiste tú? —se sorprende James. Pasa una mano por su cabello castaño, dubitativo.
Nadie cree en mis palabras, pero mi voz es más que honesta. Lo que he dicho es cierto, yo no hice nada para transportarnos en un efímero instante. Han pasado años desde que usé un hechizo de esos con alguien que no sea Agnes o yo misma.
—Reunión de último momento —comenta Darlene, cada centímetro de ella destila sarcasmo en su máxima expresión.
—Darlene... —empiezo, tranquila.
—Ya que estamos aquí, vamos a aprovechar —continúa, segura. Su semblante se mantiene impasible en todo momento—. Hablaremos sobre la banshee, ¿Ya los han puesto al tanto? —su mirada se detiene en los demás miembros del Concejo.
—Yo he hablado con ellos —menciona Itzel, la médium. Sus ojos púrpura oscuro se fijan en los míos verdes—. Lo he visto todo, Brianna, pero al igual que tu amiga, no puedo hablar sobre ello.
Itzel es una mujer joven, su edad debe rondar la mía y ser consciente de que ve más allá que cualquier médium común o incluso una banshee, es interesante y tal vez puede ocasionar un poco de impresión.
—La persona que se llevó a Madison, cambió de parecer. No nos matará si nos movemos —explico inexpresiva, mi voz áspera asusta a Agnes—. Nos quiere atraer hacia ella.
Detrás de mi indiferencia, se oculta la rabia que rasga mi espalda con intenciones de llegar hasta una fibra sensible de mi alma. Es la rabia por no poder cuidar y proteger a Madison, la muchacha que cambió quien era solo por traerme a mí de regreso.
Madison ha dado mucho en su vida, sacrificó oportunidades por perseguir su destino. Y ese mismo destino acaba con ella conforme transcurren los días.
Agnes aprieta con delicadeza mis dedos y yo le dedico una mirada que le asegura que estoy bien, entrelazo mis dedos en una respuesta a su muestra de afecto.
—¿Quién es el objetivo? —interroga James, nos evalúa a todos a través de sus iris verdosas.
—Probablemente yo —digo con cierta frustración que intento que no sea evidente, mas la decepción y traición abrazan mi ser.
Otra vez vuelvo a ser cazada y buscada, no hay descanso hasta que yo muera. Creí que nadie me rastrearía de nuevo, he vuelto a equivocarme, supongo.
No obstante, hay una intuición que palpita en lo profundo de mis entrañas: no soy la única presa en esto, hay alguien más que se une a mí. La cuestión es, ¿Quién?
—Aunque nos vaya a atraer, no obtendrá lo que quiere —sentencia la joven de cabellos rojizos, sus ojos brillan de un bonito negro azabache—. Nadie va a morir o lo que fuera mientras yo esté aquí.
Ese orgullo de ella podría ser su peor debilidad.
—Sé dónde está Madison —hablo de repente, paso a ser el foco de atención en esta conversación—. Está en Atlantis, el pueblo en el estado de Florida —señalo a la vez que chasqueo mis dedos y un mapa se posa sobre la mesa de madera—. Cerca del bosque donde no llega el sol, como le dicen las demás criaturas sobrenaturales que viven ahí —señalo con una de mis uñas el punto exacto dónde se encuentra Madison.
En el centro de Atlantis, allí es donde Madison Grace se encuentra.
—¿Cuál es el plan? —se interesa, Jacob. Ha estado taciturno durante todo este rato.
—Mientras ellos —observo a los demás miembros del Concejo—, se encargan de los asuntos del pueblo, nosotros iremos a ese bosque. Tenemos que burlar barreras y evitar ser reconocidos.
—¿Por qué? —curosea Agnes, sus ojos claros están detenidos en el mapa, aún más en el lugar que señalé con anterioridad.
—La gente de Atlantis odia a los Cazadores como cualquier otro ser sobrenatural. Darlene es miembro de la Orden —habla el castaño de ojos verdes, sin perder la calma—. Y sobre todo, son personas que detestan ver en sus tierras a personas que no conocen o no fueron invitadas.
Suelto un suspiro cansado. Esto es agotador.
—Bien, ¿Pensamos ir con un hechizo de teletransportación? —sugiere Darlene, cruzada de brazos en una postura adusta, hosca por así decirlo.
Ella es sensible a cada tema que pueda involucrar hacerla ver inferior a alguien.
—Yo llevaré a Agnes —relato, seca—. Ustedes irán con ayuda de Darlene o alguna de las Fitzgerald.
—¿Te parece buena idea traerlas?
—Jacob, según tengo entendido, Kiera y Ailish poseen poderes que pueden sernos de gran ayuda en este momento —opina John, entre formal e indiferente, no hay rastros de burla o diversión en sus expresiones. Es como si no existiera nada—. Imagino que prefieren mantenerlas al margen de todo esto, pero pedirles ayuda implicaría mencionarles lo de Madison.
—Ellas ya saben —menciona Itzel, pensativa—. Ailish ve mucho y Kiera cada cierto tiempo decide jugar con el reloj del infierno, Darlene sabe a qué me refiero.
—Entonces problema resuelto —finaliza John, al mismo tiempo en que se levanta de la mesa—. Llamaremos a Kiera o Ailish para que vengan con nosotros.
...
Darlene.
El rostro de Brianna expresa más de lo que ella quisiera dejar ver. Sus cejas rectas, impasibles, sus labios presionados de forma leve, sus ojos azul verdoso afilados y, si nos vamos más allá, la vena en su cuello que sobresale habla de lo mucho que ella debe estar molesta en este instante.
No está cómoda con que la cuestionen o el hecho de que John está presente y hablando tan campante. No se necesita ser muy sabio como para percibir que ella y el hermano mayor de los Mareoux no se toleran.
«Hasta donde sé, John siempre tuvo problemas para congeniar con la gente y más con las personas que son como Brianna» la voz de James inunda mi cabeza. Sonrío suave mientras compartimos una mirada cómplice.
—Ailish —pronuncio en voz alta, firme—. Fitzgerald.
—Te estabas tardando en llamarme —habla a mis espaldas, incluso cuando no puedo verla, sé que sonríe de forma burlona—. ¿Qué requieren, chicos?
—¿Dónde está Kiera? —inquiere la otra bruja negra, sin apartar su mirada filosa de la rubia que ha aparecido recién—. También necesitamos que venga.
—Con gusto la puedo traer, solo denme un segundo —su sonrisa encantadora no hace nada más que provocarme una mala espina en todo eso.
Se esfuma en el aire, dejando una estela de bruma blanca con purpurina a su paso. Suspiro hondo, mantengo el mentón en alto y el semblante seguro que me caracteriza.
—¿Por qué todos me miran? —rompo el silencio, veo las miradas de los demás clavadas en mi rostro, en mi cuello, en mí—. Yo no hice nada. No fui quien nos teletransportó.
—Ya lo sabemos, Darly —aclara Bri. La veo acomodar su ropa con delicadeza, deja de verme—. Estás sangrando.
—¿Qué?... —paso una de mis uñas por debajo de mis ojos y me sorprendo al descubrir un rastro de sangre más abundante que otras veces—. Mierda, mi ropa.
—¿Hace cuánto no ingieres sangre? —interroga Kiera, delante de mí. Sus ojos amarronados están clavados en mi persona.
Observo a Brianna, quién me detiene de preguntarle algo a ella. Prefiere no entrometerse en esto, algo se tiene entre manos.
—Hace tiempo. Diría que meses —hablo seria, limpio los rastros de sangre con un pañuelo. Intento controlar mi frustración en este momento.
—Es mucho tiempo para una especie tan inestable como tú —comenta, sus pasos se alejan de mí—. ¿Ella no se alimenta de nadie?¿Desde cuándo vieron a un vampiro que haga eso?
—Darlene es una mujer adulta y tiene todo el derecho a decidir sobre su vida, Kiera —enfatiza mi mejor amiga—. No podemos obligarla a nada.
—De ella depende que nosotros estemos vivos a lo que nos enfrentamos —expone la castaña Fitzgerald, una pizca de furia se esconde en su tono—. Aunque yo sea poderosa y mi hermana igual, no podemos ser de mucha ayuda. Y tú, Brianna, tampoco. La única que nos supera por mucho es Darlene.
—¿Y qué sugieres?¿Qué salga a cazar humanos? —espeto adusta.
—Si esa es la única sangre que te llena... —opina ella, sin cuestionar nada—. Aunque yo diría que utilices la sangre de James. Son compañeros, ¿No?
—Sí —afirmo segura—. Supongo que es notable nuestra unión.
—Más que evidente —resopla Ailish. Por lo visto, detesta este tipo de cosas y al parecer, todo lo que involucre algo romántico.
—Bien, iremos por Madison en cuanto Darlene decida recomponerse —decide la bruja negra que conozco tan bien.
Prefiere tener la última palabra y quitarle el control a la Fitzgerald mayor, supongo que es mejor mantenerla al margen, pero fingir que la integramos en el asunto.
...
Han pasado horas desde la charla que tuvimos todos, el cielo se alza oscuro a través de la ventana del cuarto de James. La luna baila entre las nubes azuladas, hoy está en su punto máximo. Es luna llena.
Durante esta noche, James podría cambiar de forma si así lo quisiera.
—No me gusta mi forma de lobo —murmura al salir del baño, seca su cabello castaño con la toalla blanca que tiene en sus manos—. Siento que no controlo bien lo que hago cuando me transformo.
—Eres más humano que licántropo, ¿No? —le sonrío un poco, evito ver su rostro goteando todavía.
—Sí, supongo que ya sabes la historia —deja la toalla cerca de la ventana para que se seque. Detiene su andar a pocos centímetros de mí—. Mis padres tuvieron una historia complicada.
—Pero supongo que ahora se repite —digo burlona para molestarlo un poco.
—Supongo —sus ojos verdes están fijos en mi rostro, detalla cada facción de mí con intensidad. No aparto la mirada esperando que él lo haga.
Una de sus manos suelta mi cabello del agarre del broche que utilicé durante la última hora para estar más cómoda. Acomoda los mechones rojizos con delicadeza y me entrega el broche una vez termina de arreglarme.
—¿Por qué tanta amabilidad de repente? —entrecierro los ojos, dubitativa.
—Escuché tu voz los últimos cuarenta minutos pronunciar en todo momento "siento que mi cuero cabelludo arde, necesito sacarme esto" —comenta, un tanto despreocupado—. Imaginé que querías relajarte, pero tenías miedo de parecer vulnerable.
—Eh... —acabo de quedar sin palabras. James me ha dicho más cosas de las que creí que se podían ver a través de mi lenguaje corporal o mi aura—. Lamento si te incomodé.
—No me molesta. Tranquila, Lexa —las comisuras de sus labios se elevan en una sonrisa tierna y amable.
Deposito un suave beso en sus labios, corto pero gentil. Me siento agotada y quisiera no dejarlo solo hablando.
Sin embargo, James me sorprende al devolverme el beso, pero con una efusividad distinta. Une nuestros labios de forma más profunda, más duradera, mientras rodea mi cintura con sus brazos y yo me abrazo a su cuello para apegarme más.
—Me gustaría devolverte la energía que siempre tienes —susurra sobre mis labios, su aliento roza mi cara. Es cálido, delicado y con cierto aroma mentolado.
—Lo sé, chéri —acaricio parte de su mandíbula con mis dedos y parte de mis uñas largas. Su respiración se vuelve más lenta y tranquila—. No quiero que sientas que debes darme energía o lo que sea.
—Esto que estás sintiendo ahora —señala mi corazón, apoyando la lleva de su dedo índice en el—. Es nuestro lazo y es lo que tú sientes como la persona que eres. Cuando uno está mal, el otro también lo está. Lexa, sientes algo por mí, aunque te niegues en aceptarlo.
"Sientes algo por mí, aunque te niegues en aceptarlo"
¿En verdad siento algo por James? Como demonio que soy, es imposible que yo pueda albergar cualquier tipo de sentimiento humano.
—Yo estoy para ti —finaliza, sin soltarme—. En momentos como este, es donde más necesitas a alguien a tu lado, aun si no deseas que esa persona te hable o intente mantenerse cerca de ti. Siempre voy a estar para ti y no te exijo que estés para mí. Eres libre, Lexa.
«Libre de decidir si deseas que yo te acompañe en esta vida o si prefieres volar lejos»
—Quiero que te quedes conmigo —expreso, mi corazón quiere morir. Pero morir de amor.
Un fuerte deseo de morder su cuello e hincar mis colmillos, me invade. James lee mis pensamientos y en un rápido movimiento, estamos en la cama, y yo encima de él. Nunca lo había visto utilizar sus poderes de licántropo.
—A veces son útiles —murmura sereno, siente mi aliento en su cuello—. Toma todo lo que necesites.
—Si sientes que me estoy pasando, párame. Por favor —aclaro, controlo mi lado vampiro que quiere saltar sobre su vena y drenar hasta que no quede nada.
Lo veo asentir, acaricia mi cabello en un gesto para darme tranquilidad.
Doy una lenta lamida a la zona que voy a morder. Mis labios dejan besos suaves antes de sacar mis colmillos. Primero pruebo con presionar de forma leve y observar la reacción de James.
Está calmado. Eso significa que puedo continuar y no le dolerá.
Procedo a hincar mis dientes en su piel. El sabor a sangre invade mi cavidad bucal. Es extraño, se siente como si fuera miel o chocolate, algo bastante delicioso, como acaramelado. Trago sin detenerme ni un segundo, necesitaba desde hace mucho hacer esto, pero tengo en claro que solo es para mantenerme estable.
No puedo ingerir más de lo que yo le prometí a James. Solo lo justo y necesario.
Mi respiración se lentifica, dejo de sentir ese cansancio que tanto me invadía hace días y mi paladar se siente gustoso de deleitarme con James.
Oigo su respiración tranquila, sé que me está observando con curiosidad, percibo sus ojos verdes puestos en mí, pero a la vez también siento sus dedos acariciar mis muslos con delicadeza.
Detengo mis movimientos y lamo cada gota. Los dedos de James se acercan a la cara interna de mis muslos y luego pasan por mi entrepierna, por encima de mis shorts negros. Jadeo sobre su cuello.
—¿Sabes? Quisiera que no te detengas —susurra seductor, todavía moviendo sus dedos—. Puedes seguir si lo necesitas.
—Consumí lo suficiente —me aparto de su cuello luego de asegurarme que no he dejado heridas graves más que la marca de la mordida—. Pero no he tenido suficiente de ti aún.
Me muevo sobre su entrepierna, generando fricción entre nosotros. Siento su jadeo cerca de mí, me observa sonreír ampliamente.
—Amo tu sonrisa —levanta la cabeza para acercarse a mí y respirar en mi cuello—. La forma en que tus labios se curvan es indescriptible, pero divina —sus dedos tocan el borde de mis pantalones cortos—. ¿Sabes algo? Tus ojos marrones siempre me dicen mucho.
Suelto un jadeo al sentir que comienza a besar mi cuello, mis manos viajan hasta su nuca y lo apegan más a mí. Su toque es tan electrizante y satisfactorio, generan en mí una sensación de querer sentir más.
De nunca querer acabar.
James se deshace de mis pantalones y sus dedos palpan mi sexo. Reprimo un gemido por el contacto tan repentino. Necesito más. Quiero más.
—¿Puedo? —susurra en mi oído, deja su mano quieta.
—Claro que puedes —hablo con la respiración agitada.
Al darle luz verde, no es tímido a la hora de acariciar mi centro. Presiona y se mueve en círculos, los jadeos dejan de morir en mi garganta y se escapan de ella. Muevo mis caderas para generar más fricción todavía sobre su mano, siento como mi sexo palpita.
—Chéri —jadeo, a la vez que peino su cabello—. ¿Puedes...?
—Eso no se pregunta —veo la sonrisa esbozada en su rostro antes de besarme.
El beso es profundo, seductor, lleno de deseo. Calma mi sed de sexo mientras continúa con sus movimientos delicados, pero placenteros. Cada vez veo más cerca esa sensación de llegar al clímax. Ojalá nunca se detenga.
Esto no se compara en nada a las experiencias sexuales que tuve en el pasado. James Mareoux es único y es el primero en hacerme llegar a este punto.
—Chéri —gimo sobre sus labios cuando exploto en un orgasmo. Mi respiración está acelerada, mis manos tiemblan levemente, pero el sentimiento es inexplicable.
De pronto, noto los dientes de James en mi cuello y jadeo por la presión que ejerce sobre mí. Un leve cosquilleo invade esa zona, el cual luego viaja por todo mi cuerpo. Es celestial.
Él acaba de marcarme.
Desde el día en que nacimos, James Mareoux y yo hemos sido un alma en diferentes cuerpos. Estuvimos destinados a encontrarnos y estar juntos durante una eternidad.
Él día en que nuestra alma vuelva a ser una, ha sucedido.
Acabamos de fortalecer un lazo irrompible.
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