Capítulo 35. "¿Cómo puedes entrar?"

Darlene.

Mi visión se fija en el área donde Kara está ladrando agresiva. Se mueve de un lado a otro, recelosa.

Creo que sí hay un fantasma.

—¿Pensamos lo mismo o...? —cuestiona James, incrédulo.

—Sí, estamos pensando lo mismo.

Lo miro por unos efímeros instantes antes de volver mi vista a su mascota. En cuestión de segundos, Kara es cubierta por una neblina grisácea.

—Mierda —susurro mientras corro hacia la puerta. James imita mi acción.

Esto no puede estar pasando.

Bajo por las escaleras lo más rápido posible. Mis tacones golpean con tanta fuerza el suelo, que pareciera que en algún momento se romperán.

El castaño detrás de mí apresura sus pasos y logra rebasarme, suspiro intranquila. Realmente espero que no sea lo que estoy pensando.

En el momento en que estoy fuera de la mansión, cierro todas las puertas con un movimiento de mi dedo. Doy un vistazo hacia atrás, asegurándome de que todo está asegurado.

La perrita chilla, lo que me hace reaccionar y vuelvo a correr hacia ella.

Quedo estupefacta y con las cejas alzadas al notar la figura humana espectral que se encuentra parada a su lado. La neblina desaparece de manera lenta, lo que vuelve a la silueta más nítida.

La cocker para de ladrar, confundida por nuestra aparición. Mi compañero le sonríe para tranquilizarla.

Clavo mi vista en la chica de piel traslúcida, largo vestido gris con mangas y perfecto cabello peinado.

Sé quien es ella.

—¿Quién es? —musita el licántropo, sin dejar de observarla.

Mi voz sale decidida y ruda:

—Ella es Giselle Dómine, adolescente francesa de quince años, cambiante de coyote —detallo—. Está muerta desde que cumplió los tres años. Sufrió una condena tortuosa en el infierno.

Sus ojos ausentes se hincan en mí, como si quisieran asesinarme.

—Una condena que nunca merecí y que no me deja descansar —agrega, áspera.

—Reclámale al culpable, no a mí —me defiendo, adusta.

Oigo su suspiro tembloroso, dirige su mirada hacia el suelo.

—No soy mala, Mareoux —aclara, susurrante—. No me temas. Sé que lo haces.

Ruedo los ojos, mis brazos se cruzan.

Que fastidio es que justo ahora esté ocurriendo esto, ¿No podía ser en otro momento? Hay temas más importantes que hablar con un fantasma que no puede descansar en paz.

—¿Por qué estás aquí? —quiere saber, extrañado—. No entiendo... Es imposible que estés aquí.

Los finos labios de Giselle dibujan una abatida sonrisa.

—Todo es posible, Mareoux —afirma, átona—. Atravesé la barrera.

La sorpresa invade mis venas, ¿Tienen una barrera?¿Cómo es que no me di cuenta de un detalle tan importante como ese?

¿O es que yo no lo recuerdo?

—Y sé que quieres ayudarme, eres muy empático, pero ya... No necesito ayuda.

Inhalo de manera profunda y sostengo el aire por unos segundos antes de soltarlo sin cuidado alguno.

—¿Para qué estás aquí, Giselle? —indago, seca.

—Libéranos, libéralos, reine. Quelqu'un ment et tu le saisanuncia, titubeante.

Su cuerpo se desvanece en el aire, sin darnos tiempo a decirle algo más. Lo último que veo de ella es su mirada vacía, que refleja a su alma destrozada por una condena que no debía consumar.

El infierno la destruyó.

—Acaba de decirnos que alguien está mintiendo —le informo a mi compañero—, y que yo lo sé.

Lo que siento ahora es abrumador, son las emociones de James ante esto que acaba de pasar. Percibo su miedo, que me acelera el corazón; su tristeza, me provoca temblores; su dolor, me da pequeños pinchazos en los brazos; y su confusión.

—¿Y quién crees que miente? —pregunta, sus ojos verdes se detienen en mi rostro.

—No sé, son muchas posibilidades —mascullo inexpresiva.

—Pues, vayamos a pensarlas. No deberíamos tardar mucho en descubrir quien no dice la verdad, Giselle sonaba angustiada.

—Giselle está muerta —le recuerdo.

—Pero su alma aún sufre y me gustaría ayudarla con eso —argumenta, con una sonrisa tenue.

—Buen punto —reconozco, orgullosa—. Bien, vayamos a tu habitación.

Él agarra mi mano, pero no tarda mucho en soltarla. Está claro que es por mi tacto ardiente, desprendo un aura demasiado cálida por ser un demonio.

«Evita decirles esto a los demás, no quiero que alguien más se entere hasta que estemos seguros»

«Como gustes, chéri»

...

Madison.

Tiemblo mientras intento dormir. El miedo y la angustia me abrazan, quiero creer que es porque decidí no dormir en la casa de Darlene, pero la verdad es otra.

Me aterra lo que vi, lo que mencionó Ailish. Joder, ¿Qué haré cuando comience la guerra final?

No hay mucho por hacer. Existen dos opciones: sobrevivir o morir. Y la última se lleva el premio a la que más me provoca miedo, pues vi mi muerte.

Aunque puede que no muera por esa razón, no lo sé y no lo sabré hasta que llegue el momento.

—¿Maddie? —susurra Jacob, adormilado.

Su brazo rodea mi cintura, estoy de espaldas a él.

—¿Qué ocurre? —me giro para verlo.

Tiene los ojos cerrados, su pecho se eleva de manera lenta y pausada. Todo en él está lleno de paz.

—No puedes dormir —deduce, impasible.

Asiento con delicadeza y retiro su brazo para agarrar su mano. Nuestros dedos se entrelazan despacio.

—¿Qué te tiene tan preocupada?

—Muchas cosas —murmuro con la mirada perdida en mis manos.

Él suspira.

—¿En algún momento las sabré, misterio? —pregunta curioso.

—Puede que sí —sonrío, amargada.

La idea de que sepa muchos de los secretos que hay escondidos en mi mente, no me agrada. Muchas cosas pueden pasar y no quiero que esté en peligro.

Ahora mismo soy la clave, la caja fuerte de varias respuestas que algunos anhelan.

Pero todavía no es momento y detesto recalcarlo cada vez que tengo la oportunidad. Odio la monotonía, viví con ella gran parte de mi vida y no quiero regresar a esos años.

—A veces quisiera saber lo que va a ocurrir —piensa en voz alta—. No sé, podrían evitarse muchas situaciones.

Elevo las cejas por un breve minuto, sus pensamientos suenan lógicos, pero no lo son para nada.

—Lo peor de tener el don de ver el futuro es que no puedes evitar nada —le aclaro, distante—. El destino está escrito y si el universo no lo cambia, es imposible que nosotros podamos.

—Vaya...

—Tú quieres ser como yo, ¿no? —lo miro a los ojos. Sus zafiros destellan—, pues no quieres ser yo. Te lo aseguro.

Sonríe dubitativo. Su otra mano envuelve a la mía con suavidad.

—Cambiemos de tema —sugiere con dificultad.

Sonrío leve sin mirarlo, la verdad es que no tengo idea de si quedarme en silencio, hablarle o sólo dormir. No soy buena socializando, nunca lo fui.

Tampoco me interesaba serlo. En la escuela era el típico bicho raro al que nadie le hablaba, los humanos y algunos brujos jamás entendieron porque en algunas ocasiones salía corriendo de la clase mientras rompía en llanto.

Nunca tuve amigos y aquellos que declaraban serlos, no eran más que personas falsas buscando sacar algún provecho de mí. Ya sea por mi inteligencia, mi fascinación por materias complejas o la sencillez con la que resolvía los problemas.

Mis padres querían a una hija fuerte, aislada de lo social y avanzada en su especie. Lo logré, pero, ¿A qué costo?¿El de volverme una persona insensible?

Supongo que por eso me entiendo tan bien con Brianna, ambas somos indiferentes y reservadas.

—Una vez vi en tu mente que tu diosa favorita es Minerva, ¿Por qué? —decide hablar Jacob.

Frunzo el ceño por lo extraña que es su pregunta, pero me limito a responder sin burlas ni nada:

—Es la diosa de la guerra, de la sabiduría, las artes... Es la equivalente de Atenea y bueno, no lo sé, me parecen mujeres muy fuertes —argumento.

—Interesante punto de vista —reconoce.

—Gracias, supongo.

—Si algún día dejamos de hablarnos, ¿Seríamos amigos? —murmura dubitativo.

—Probablemente —asumo, segura—. No creo tener problemas en eso. No soy tan rencorosa como parezco

—O quizá es porque se trata de mí —contradice, arrogante.

—Tienes un ego bastante alto —reconozco.

—No lo voy a negar.

Suelto una risita mientras me acomodo para dormir.

—Creo que ya es hora de que dejes de intentar que yo te diga lo que sé —opino, con una sonrisa ladina—. No va a pasar, no diré nada.

Su rostro se contrae en una expresión ofendida.

—¿Me crees capaz de eso? —se lleva una mano a su pecho, el dramatismo es palpable.

—No creo, sé —acerco mi dedo a su sien—, tu mente me dice muchas cosas.

No dice nada, sólo me observa a través de sus azulados ojos que esconden más de un secreto.

...

Agnes.

Inhalo profundo y exhalo con lentitud, mis manos se aprietan hasta formar puños y las uñas se clavan en las palmas de mis manos.

El corazón me late de manera rápida, como si en cualquier momento se fuera a salir de mi pecho. La adrenalina se dispersa por mi cuerpo.

—¿En serio no sientes nada, Jules? —mi voz suena rasposa y ácida.

—¿Esperas que te mienta, acaso? —farfulla en respuesta. Su tono está lleno de ira.

Mi respiración se transforma en una agitada destilante de furia. Estoy perdiendo el control con demasiada facilidad, todos los intentos que hago por intentar tranquilizarme no funcionan.

Tomo la decisión de examinar sus ojos en la distancia, aquel par que conozco con tanta exactitud. No hallo rastros de humanidad en ellos, sólo muerte, oscuridad: un aura tan funesta.

Ella parece la desgracia andante.

—Eres un caso perdido —expongo sin miedo—. Siempre supe que tu ambición te mataría, sólo esperaba que no sea tan pronto, pero veo que no puedes controlarte. Nunca podrás.

La veo quedarse paralizada ante mis palabras, como si nunca se las hubiera esperado viniendo de mí, de su adorada hermana.

—Suenas...

—Como Darlene, ¿Verdad? —completo, rígida.

Cruzo mis brazos en una postura desafiante. Elevo un poco mi mentón, con una sonrisa déspota.

—Lamento mucho que tengas este final —digo con pensar—. Tu cuerpo no resistirá mucho, hermanita.

Tras decir eso, giro sobre mis talones para caminar en dirección a las escaleras. La vena de mi cuello parece que quiere estallar en este momento.

Ver a Jules me causa malhumor, aborrezco decir esto, pero ahora mismo me da repulsión. Ella se dejó llevar por sus ambiciones, ¿Qué esperaba que pasara?¿Seguir viviendo?

Agnes, cálmate. Tú no eres así.

Una vez termino de subir las escaleras, oigo un pequeño crack y suspiro. Mi hermana mayor acaba de morir, lo más probable es que se haya desnucado o algo parecido y no por que ella quiera.

—Wow, eso se escuchó muy...¿rudo? —comenta Brianna, apoyada contra una pared.

Se encuentra cruzada de brazos, sus ojos azul verdoso me observan serios, su cabello castaño cae por los costados de su cara, lleva los labios pintados con un labial suave y viste un conjunto de camisa, pantalón, ambos en negro. Luce espectacular.

Nunca antes la muerte se había visto tan bien en una persona.

—Estuviste escuchando —mascullo mientras me acerco a ella.

—¿Hay algún problema con ello? —interroga.

Niego con la cabeza cuando me encuentro a escasos centímetros de ella. Me coloco en puntas de pie y deposito un beso en su mejilla izquierda, para luego abrazarla con desesperación.

—Calma —susurra, suave. Su mano acomoda mi cabello rubio—. Lo que sientes es normal después de lo que pasó.

¿Por qué Ailish me condenó a esto? No le agradeceré nunca, me quitó mi estabilidad, mis sentimientos, mi paz. Me retiró todo lo que demuestra como soy, lo que soy.

Ahora parezco un alma vacía.

—Yo nunca perdí el control de esta manera —aclaro—. La paz y la tranquilidad son lo que me caracterizan.

—¿Crees que no lo sé? —tiene una sonrisa astuta pintada en su rostro—. Eres pacífica, Mar.

Le doy la razón con un asentimiento silencioso. Nos quedamos unos momentos en esta posición, donde puedo disfrutar de su aura y su perfume exquisito. Huele a vainilla.

De pronto, cuando quiero hablar, su celular suena. La canción Heathens de Twenty One Pilots, inunda la habitación.

Debo reconocer que tiene buenos gustos.

Brianna me aparta gentilmente y prosigue a responder la llamada. Las ansias me consumen, por la expresión de su rostro, sé que no es nada bueno.

—¿Y cómo es que pasó eso, Madison? —habla seria—. ¿No se supone que hay seguridad aquí?

Se calla para escuchar atentamente lo que le dice Madison. No puedo oír de que hablan, su tono de voz es bajo.

—Está bien, ya iré. Sólo dame un momento. ¿De acuerdo? —hace una pausa—. Tengo que decirles algo.

Los siguientes minutos son de ella guardando silencio para permitir que Madison se explique. Finalmente, se despide de su amiga y corta la llamada.

—¿Qué pasó? —indago.

—Ailish ya trajo a su hermana al pueblo. Burlaron las barreras.

Mercink~

Un capítulo un poco tranqui, pero con muchas pistas de lo que ocurrirá en un futuro.

¿A quién se quiso referir Giselle?

¿Creen que alguien está mintiendo?

¿Cómo es eso de que Ailish trajo a su hermana tan fácilmente?

Giselle es un personaje muy importante que aparecerá en un futuro próximo. Tomen nota.

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