Capítulo 32. "De regreso a casa"
Brianna.
Darlene regresa hoy, no nos ha llamado en todo este tiempo que estuvo en Canadá. ¿Qué habrá pasado? Quiero creer que lo esperable, porque si no fuese así, me hubiera dicho.
No se guarda nada conmigo. Confía en mí.
—Creo que yo ya me voy... —murmura Agnes, en la otra punta de la habitación.
La miro por un efímero momento. Su cabello rubio está peinado en una trenza francesa, lleva puesta una falda de mezclilla con una camiseta amarilla de un gran estampado. Creo que es el logo de 5 Seconds Of Summer.
—Puedes quedarte más tiempo si quieres —sugiero indiferente—. No me molestaría.
Se acerca hacia mí a pasos lentos, volviendo más tortuoso el proceso de acortar la distancia. Queda a pocos centímetros de mí, con sus ojos claros clavados en los míos.
—Lo sé, pero debería ayudar a mi padre. Creo que ya ayudé suficiente con mi hermana —masculla lo último con aires de melancolía.
—Como gustes —digo, intento parecer más expresiva—. Si pasa algo, llámame. Te ayudaré.
Me rodea con sus pequeños brazos y besa mi mejilla al colocarse en puntas de pie. Sonrío leve.
—Gracias, Brianna —agradece, serena.
—No tienes porqué agradecerme —opino, más suave que antes.
Une nuestros labios en un beso delicado y tímido, atrapo su cintura para acercarla a mí. Ella sonríe una vez se deshace del gesto y acaricia mi mejilla.
Se aleja de mí y camina en dirección a la puerta. Una vez allí, lanza un beso hacia mi dirección, después desaparece al cruzar el umbral.
Agradezco que ella sea una bruja blanca bastante avanzada en sus hechizos y pueda sanarse rápido. Casi no hay secuelas de la herida que estuvo a punto de matarla.
Todo este tiempo ha estado en mi casa, ayudándome a "cuidar" a Jules cuando iba al hogar de Darlene. A pesar de todos los intentos de Agnes porque dijera algo, no pudimos sacarle mucha información.
Pero lo que extrajimos no le gustará nada a Darlene. Es una pena que no pueda decírselo, forma parte de lo que debo detener.
De ninguna manera ella puede enterarse.
Tomo una respiración honda y paso mis manos por mi cabello castaño. La magia lo ondula y peina, parpadeo un poco.
Estoy lista para lo que sea que quiera decir Madison hoy, aunque creo que ya tengo una ligera idea. Agnes me confesó que vio a una chica cuando estaba en coma y perdida en su oscuridad.
Según la rubia, esa mujer es una bruja y parece increíble el hecho que haya podido entrar a un proceso tan doloroso y personal como el que sufrió la bruja blanca.
Recuerdo que cuando intentamos dormir en la noche, me susurró, somnolienta, que sabía quién era esa muchacha y que no lo diría hasta que estuvieran todos aquí, por el peligro que corremos.
Siento que sé lo que dirá, pero espero estar equivocada. No hay razones para que ellos sean los culpables.
...
Aparezco en la casa que rentó Darlene, abanico un poco el aire para dispersar la niebla que se generó al utilizar el hechizo de transporte.
Madison aparece en mi campo de visión. Lleva el cabello recogido en una semi coleta y viste una camiseta gris, pantalones negros y zapatos bajos. Su mirada está fija en la taza que lleva en su mano.
—Un día de estos me vas a dar un infarto —reclama al notarme cerca de ella. Suena agitada, imagino que por el miedo.
—¿Qué tal vas, Mads? —cuestiono, sosegada—. ¿Alguna novedad?
—Nada por el momento —continúa su camino hacia la mesa del comedor.
La sigo a pasos cortos, percibo algo raro en ella. Su rostro no es el mismo, parece cansada, consumida y no lo digo sólo por las ojeras violáceas que se están creando abajo de sus ojos verdes.
La siento más apagada que de costumbre, como si fuera una muerta en vida. Eso me recuerda tanto al primer día después de ser resucitada.
—¿Qué pasa? Estás rara —comento sin despegar la mirada de su cuerpo.
Tiene una marca en una de sus muñecas, son sus iniciales y una llama de fuego.
—Nada, ¿Por...? —se interrumpe al ver la preocupación en mi rostro.
Me acerco a ella y agarro con suavidad su muñeca, la examino minuciosamente, es un dibujo tan extraño e hipnotizante. Paso uno de mis dedos para acariciarle, sin apagar esa expresión curiosa de mi rostro.
Más que curiosa, es penetrante, angustiada y tal vez un poco inquisitiva.
—Apareció hace unas horas o días... —farfulla, confundida. Está arrastrando sus palabras—. No recuerdo bien... Y bueno...
—¿Por qué o después de qué apareció? —la invito a seguir con lo que me cuenta.
Sus ojos verdes se enfocan en mí. Parecen destrozados, furiosos, desprenden impotencia y culpa. Aprieta sus labios con fuerza antes de soltar el aire que llevaba conteniendo.
—Predije mi muerte. Aún no sé si se cumplirá —confiesa seria. Una lágrima rueda por su mejilla, se apresura a secarla—. Jacob no lo sabe. Eso lo destruiría.
Me quedo paralizada, mis labios están entreabiertos. Ella dejó de mirarme desde el momento en que dijo «no sé si se cumplirá» y por alguna razón que desconozco, el corazón se me retuerce.
—Debes decírselo —opino, firme—. Es necesario que lo sepa, Mads. Él confía en ti, supongo.
No importa si eso que ella vio lo destruye, sería peor si se entera que le ocultó algo. La muerte de Madison los mataría a ambos en caso de que se cumpla, son compañeros, deben estar preparados para lo que suceda.
—No me mires así, no necesito tu lástima —sisea entre orgullosa y molesta—. Esto queda entre nosotras, ¿De acuerdo, Brianna?
—Ajá. Ni tienes que mencionarlo, yo nunca digo nada —garantizo, impasible.
Seca con delicadeza las lágrimas que desbordan de sus orbes, mantiene una sonrisa animada en su rostro, pero yo sé que por dentro no es más que una niña herida fingiendo ser fuerte.
Me siento identificada con eso, yo también fingía ser fuerte muchas veces. Sobre todo cuando me preguntaba porque mi familia biológica me odiaba tanto, a pesar del amor que me brindaban mis parientes adoptivos, nunca pudieron apagar esas dudas.
Incluso después de años sigo sin comprender porque tanto repudio hacia mi persona.
—No reprimas lo que sientes —le aconsejo, detiene sus movimientos para visualizarme—. En un futuro te darás cuenta que no sirve de nada, sólo empeora las cosas.
—Mis padres siempre dijeron que demostrar lo mal que estamos es perder poder. Una vez que la gente sabe tus puntos débiles, ataca y destruye —masculla, llena de impotencia.
—Si cuidas lo que demuestras o con quien lo haces, nada malo pasa —digo, con la mirada perdida—. Sólo tienes que saber con que personas tratas.
—Es difícil. Nunca terminas de conocer a alguien y... —da una pausa. Suspira cansada—, vivo con la presión de ser perfecta.
—Ya eres una adulta, tienes diecinueve años y en tu país ya superas la mayoría de edad. Lo que tu familia diga no debería interesarte, que hablen lo que quieras, tú eres tú —mi voz suena reconfortante.
Me siento como su hermana mayor, todavía le guardo cierto aprecio. Después de todo, fue una de las personas que me cuidó y trajo a la vida.
—Es la conversación más normal que hemos tenido hasta ahora —ironiza, sus palabras suenan un poco atropelladas.
Resulta impresionante el hecho de que con los demás sea un témpano de hielo, pero conmigo se muestre más cálida y hasta más humana, diría yo.
Ella no es de hablar mucho, yo tampoco, pero nos esforzamos por tener una conversación ¿agradable?.
...
Darlene.
Cruzo mis brazos mientras espero a que las maletas sean guardadas en el maletero gracias a mi magia. James está a mi lado, inexpresivo.
—¿Cómo te sientes? —inquiero mientras chasqueo los dedos para que se cierre el compartimento.
—Abrumado, no confío en los cazadores —menciona, receloso.
Acerco mi mano derecha hasta los mechones castaños que caen por su frente y los acomodo un poco. Me mira sorprendido por mi accionar tan tranquilo y amistoso.
—Yo tampoco confío —admito, honesta—. Lástima que son lo único que tenemos ahora. Es nuestra fuente de información.
Sus brazos atrapan mi cintura en un acto de aprecio. Sonrío enternecida.
—Por favor, no tengas miedo de mí —hablo, sonando suave—. No te haré daño, nunca lo haría. Puedes ser tú mismo, no es necesario que te quedes callado si hay algo que no te gusta.
Su sonrisa se amplía y deposita un dulce beso en la punta de mi nariz. Creo que moriré de diabetes, demasiada azúcar para mi cuerpo.
—A veces no sé que decir y suelo quedarme callado, pero no te tengo miedo —expone confiado—. Sé que eres incapaz de dañarme, no importa cuan poderosa seas. Tú no tienes esas intenciones.
Mantengo mi boca cerrada, dándole la razón. Es cierto lo que dice, no tengo intenciones ni razones para herirlo, no quiero hacerlo.
Por alguna razón que desconozco, James Mareoux me agrada más de lo que pensé.
Me despego de su abrazo y camino hacia la puerta del conductor. Él imita mi acción desde el lado del copiloto.
...
Bajo del vehículo cuando me encuentro estacionada delante de mi casa. Acomodo mi cabello con coquetería, saco las llaves del bolsillo izquierdo de mi pantalón azul marino e introduzco una en la cerradura.
Le doy una vuelta y empujo la puerta, decido no entrar para ayudar a James a bajar nuestro equipaje.
—No necesito ayuda, Lexa, puedo solo —masculla mientras termina de sacar la última maleta.
Decido no oponerme a su decisión y tomo mi bolso de diseñador. Lo coloco en mi antebrazo, le tiendo una mano a James por si quiere sentirse más seguro.
—¿Eres así de cariñosa o sólo estás de buen humor hoy? —interroga, con una ceja alzada.
—Sólo soy romántica, que es distinto —aclaro, mis labios esbozan una amplia sonrisa—. Puede que hoy esté de buen humor.
La razón de que esté así es por una de las cosas que me encargó el líder de la Orden de los Cazadores, una fue mala y la otra fue buena. Demasiado diría yo.
Soy de las pocas personas que ha visto su rostro y conoce su nombre real.
Aunque bueno, la misión que me encomendó no me alegró en su momento. Supongo que ahora sólo estoy actuando como reaccionaría cualquier persona que no es un demonio y puede sentir.
—Entremos —cambia de tema. Una risa escapa de mi garganta, acaba de leer mis pensamientos y no le gustó lo que vio.
Lo siento mucho, pero no cambiaré quien soy por nadie. Me amo así, me quiero, me agrado y eso es lo que importa.
—Dices que no eres falsa, pero...
—Es la primera vez y última vez que seré falsa, chéri.
Al entrar a la sala, el silencio es el de un funeral y me parece muy extraño que las dos personas sentadas en el sofá no estén hablando.
Me limito a continuar con el silencio, evaluando a ambas. El rostro de Madison es taciturno, el de Brianna parece angustiado.
Bri no debería preocuparse por alguien, es imposible que un muerto en vida sienta algo..
—Buenas tardes —saludo, enérgica.
Camino hasta la mesa para dejar mi bolso allí.
—Darlene, tenemos que hablar —informa una seria Madison. Persigue mis pasos, impaciente.
—¿Qué pasa? —pregunto en calma.
—No puedo decirte. Aquí no —una de sus manos se cierne sobre mi antebrazo derecho—. Tengo que llevarte a la casa de James.
—Todos tenemos que ir —masculla Brianna.
—Bien, iré —acepto, retirando la delicada mano de Madison.
Mercink~
¿Opiniones?
¿Teorías?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top