Capítulo 26. "Rastros del infierno"

Darlene.

Cierro mi maleta púrpura una vez guardo toda la ropa que pienso llevar a Canadá. Suspiro y relajo mis hombros tensos antes de dejar la maleta en el suelo.

Hoy debo partir a Quebec, no hay tiempo que perder. Sé que debo entregarle el dinero de los gastos del entierro de mi madre a mi maestro, además de hablar con él sobre el ataque a mis compañeros.

Camino hacia el tocador de la habitación y me siento frente al espejo. Agarro uno de mis preciados labiales violetas y lo abro para deslizar la barra por mis labios rosados.

Sonrío al acabar y guardo el labial en su lugar, no sin antes fijarme en mis ojos marrones. Veo una chispa rojiza cruzar por ellos, son unos efímeros segundos los que permanece allí, pero me extraña.

Aún es muy pronto para que esto ocurra.

Sacudo mi cabeza y acomodo mi cabello rojo antes de levantarme. Me coloco mi chaqueta negra sobre mi vestido suéter de color blanco y camino hacia mis maletas para llevarlas hacia la sala.

Si todo sale bien, sólo estaré unos nueve días en Canadá.

Una vez estoy en la sala, Brianna me observa sentada en uno de los sofás. Se para y se aproxima a mí para acomodar un poco el cuello de mi chaqueta.

—Cuídate, ¿Si? —musita y por primera vez en mucho tiempo, la veo algo angustiada.

Asiento con una sonrisa amplia.

—Ten por seguro que lo haré. También lo cuidaré a James —aseguro confiada.

—Sé que ambos pueden cuidarse solos, ¿Sabes? Pero eso no me asegura que tú no te vas a dejar llevar por tu cabecita —señala ese lugar con su dedo.

Contengo el bufido que quiere escapar de mis labios. No me agrada que me digan lo que debo hacer, pero sé que Brianna lo dice por lo imprudente que puedo llegar a ser en algunas ocasiones.

Sólo se preocupa por mí. Es extraño viniendo de ella, pero bueno, no me pondré a cuestionar eso.

—Actuaré con la cabeza fría, Bri —puntualizo firme—. Tú sólo tranquilízate y preocúpate por tu vida.

Esboza una sonrisa entre tímida y divertida. Sabe a que me refiero.

—Bueno, no te retengo más. Ve. Investiga. Observa las señales —susurra y besa mi mejilla antes de desaparecer en el aire.

Esta mujer es la mejor en ello. Puede manipular el hechizo de la teletransportación sin gastar muchas energías, sólo se cansa si lo utiliza en alguien más además de ella.

...

—¿A cuánto estamos del aeropuerto? —inquiero mientras conduzco a una velocidad moderada.

—Unos veinte o treinta minutos —responde James desde el asiento del copiloto.

Lo miro por unos segundos antes de fijar otra vez mi vista en el frente.

Sé que se siente inseguro de viajar conmigo a Quebec por la cantidad de cazadores que hay en la zona y aún más en las provincias cercanas, pero le aseguré que nada malo le pasaría.

Lo protegeré con mi vida si algo llega a salir mal. Los demás saben que meterse conmigo es perder y si le tocan un pelo a una persona cercana a mí, son gente muerta, literalmente.

Desconozco esta manera de sentirme. Nunca lo había experimentado antes, creo que jamás había tenido estos impulsos por proteger a alguien, tan fuertes.

...

Madison.

Camino a pasos seguros y cortos en dirección a la morgue del pueblo. Jacob está a mi lado, él es quien me dirige en estos momentos ya que yo no conozco mucho del pueblo.

—Déjame adivinar, eres estudiante de criminología, ¿no? —dice con una sonrisa segura.

—Así es, estoy en segundo año —respondo, aparento sonar tranquila, pero por dentro no lo estoy.

No voy a negar el hecho de que su pregunta me tomó desprevenida. Me esperaba alguna broma o palabras coquetas, pero para nada que intentara adivinar sobre mi trabajo.

Continúo callada mientras camino, siendo sincera, me desagrada hablar demasiado. Prefiero decir lo justo y necesario que a estar horas y horas conversando de la nada misma.

Lo siento demasiado innecesario. Y detesto cuando las personas obligan a hablar a otras.

—No eres muy habladora, ¿Verdad? —afirma curioso.

Suelto un suspiro pesado.

—Chico listo —asiento mientras dibujo una sonrisa en mis labios.

Sé que está usando su poder para poder entrar en mi mente, debería hacer lo mismo, pero aún no me interesa saber más de él. Prefiero que todo fluya, no quiero forzar nada.

—Sí, lo soy. Y tú eres una linda chica misteriosa —elogia coqueto.

Me río. No es la primera vez que me dicen algo así, pero se siente diferente.

—Apenas me conoces, ¿Y ya me dices estas cosas? —pregunto un poco confundida.

—Es parte de mi encanto —presume en un claro tono de broma.

—Ya veo. ¿Serás así de encantador en nuestra primera cita?¿O lo serás aún más? —indago con la mirada puesta en las casas y árboles de la calle.

Este pueblo parece haberse quedado en los años sesenta y setenta, o esa es la impresión que da por las decoraciones de las casas, la vestimenta de las personas, algunos coches.

Aunque, debo decir que algunos lugares de los que he visto, me dan la impresión que parecen sacados de la edad media o de principios del siglo XX.

Es fascinante.

—Todo depende de lo que vaya a suceder —suspira y suelta de manera delicada mi mano—. Hemos llegado, dulce dama.

Desvío mi mirada de la calle para poder enfocarme en el edificio frente a mí. Es moderno, pocas ventanas, una puerta de vidrio, el interior está decorado de blanco.

Me animo a entrar, por lo que empujo la puerta de cristal para acercarme al mesón donde se encuentra la recepcionista.

No pensé que en este tipo de lugares hubiera empleados más que los médicos forenses.

—Buenas tardes, señorita. El sheriff Christian Mareoux nos ha dado la orden de recoger el informe de los últimos cuerpos encontrados —anuncia Jacob mientras le tiende un papel a la chica.

La mujer revisa la hoja y asiente con una sonrisa antes de indicarnos a que puerta debemos ir. Mi acompañante le agradece de forma cortés, para luego guiarme hacia la dichosa habitación.

Mientras nos dirigimos hacia la última puerta, aquella que se encuentra al final del pasillo, no resisto a no mirarlo.

Su cabello castaño está un poco despeinado, posee una expresión simple y relajada, sus ojos azules se asemejan al mar. Es como si te invitaran a sumergirte en ellos.

Más allá de eso, están teñidos de curiosidad. Demasiada para mi gusto.

—¿Me estás leyendo? —musita y asiento confiada.

Cuando llegamos a la puerta de metal tintado de blanco, golpeo un par de veces y esperamos a que el forense nos abra e invite a pasar.

Me cruzo de brazos para calentarme un poco, parece ser que mi suéter negro no ayuda en nada. Hace tanto frío en este lugar, pero no es el típico frescor que sientes al entrar a este tipo de edificios. Va más allá que eso.

Pareciera ser el aliento de la muerte, una voz que te susurra todo el sufrimiento que se esconde detrás de cada cadáver.

La puerta se abre después de unos minutos y el hombre de cabello blanco nos observa curioso antes de dejarnos pasar.

—Jacob, que gusto verte —saluda cordial mientras rebusca en unos estantes—. Y usted...

—Madison —completo seria.

El hombre asiente sin decir nada más.

Mi mirada viaja por toda la habitación blanca hasta recaer en la mesa metálica que se encuentra en el centro. Sobre ella hay un cuerpo cubierto con una sábana blanca.

A juzgar por lo bien que se puede respirar aquí, el muerto es reciente.

—Bien, aquí están los informes de los últimos cuerpos encontrados —señala una carpeta de color naranja pastel—. Ahora les voy a explicar lo que encontré en la última víctima.

Asiento en silencio y me acerco a la mesa metálica, el forense retira la sábana para que podamos ver el cuerpo. Es una mujer joven, diría que adolescente, de una anatomía delgada.

No encuentro nada extraño, el color de la piel es el normal, no hay signos de violencia, tampoco hay heridas.

—Extraño, ¿No? —opina el médico—. Sin signos de violencia o algo parecido. Pero, mira un detalle en la espalda.

Una vez da vuelta el cuerpo, observo la espalda, ésta está rojiza y tiene marcas en la piel. Pareciera ser que lo sumergieron en agua hirviendo y que luego le tallaron unos símbolos con algún objeto punzante.

Lo más probable y lógico es que haya muerto por un shock por las altas temperaturas del agua que dejaron quemaduras y por el dolor de las heridas talladas.

—Oh, mierda —masculla Jacob, impresionado—. ¿Es lo que creo que es...?

—Sí —asiente el médico—. Esta chica fue asesinada utilizando magia proveniente del infierno.

En el momento en que pronuncia esas palabras, los símbolos extraños se iluminan con una coloración rojiza y su aroma se vuelve más potente. Huele a una mezcla de petricor y podredumbre.

Está más que claro que hay rastros del infierno en ella.

—¿Encontraron algo más en la escena? No importa lo que sea, incluso aunque les parezca tonto —cuestiono sin apartar la mirada de la chica.

Intento buscar, a través de sus ojos, algún atisbo que me indique quien es su asesino, pero no veo nada. Tan sólo se dibuja un vacío escalofriante, no me indica nada.

—Nada. Sólo estaba el cuerpo —se lamenta el hombre—. Ojalá pronto encuentren al culpable.

—Así será —asegura Jacob, con una postura tensa—. ¿Podría imprimir este informe?

—Claro —asiente el forense antes de desaparecer tras una puerta.

Mis ojos se dirigen al cuerpo sin vida sobre la mesa, quedo sumergida en mis pensamientos sin darme cuenta. No pude ver la muerte de esta mujer y eso es lo que más me extraña.

Alguien está bloqueando el recuerdo de su muerte.

Y tengo una ligera sospecha sobre quién está provocando todo esto.

Mercink~

¿Quién estará provocando todo esto?

¿Les gusta Madison?

¿Piensan que Agnes despertará?

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