Capítulo 10. "Recuerdos"
Antes de empezar con el capítulo, haré una pequeña aclaración: No estoy en contra de las enfermedades mentales y/o trastornos, tampoco estoy en contra de los hospitales psiquiátricos.
Así que no piensen que lo escrito a continuación es mi opinión sobre eso, porque no es así.
Brianna.
En las historias de los demás, muchos solemos ser los villanos. Suelen escuchar sólo la versión de los "buenos" ¿Y la de nosotros qué?
Somos errores. Somos los malos.
Enciendo un cigarro y le doy una calada, viendo el hermoso cielo estrellado.
La vida me dió más de una bofetada, innumerables caídas, pero aquí estoy. De pie y esperando a que intente volver a hacerme caer, no lo logrará.
¿Mi condena? Nacer en una familia donde se detesta lo diferente. Ellos eran simples humanos, yo una bruja. Heredé los poderes de mi abuela materna.
Al principio dijeron que todo era una fantasía mía, que debía olvidarme de lo que "supuestamente podía hacer". Viví reprimiendo mis poderes por años.
Un día, mis poderes salieron sin que pudiera evitarlo. Estaba en la escuela, una niña me estaba molestando y yo no quise herirla.
A partir de ese día, mis padres decidieron que era mejor estar internada. Los médicos del hospital me diagnosticaron esquizofrenia y trastorno disociativo, alegaban que mi "segunda personalidad" era la que dañaba a los demás. O sea, la bruja.
Qué todo lo que veía, era una alucinación producida por mi cerebro.
Durante dos años me recetaron medicamentos diferentes, pero yo seguía viendo lo mismo. Jamás estuve enferma. Las dosis cada vez aumentaban más y más, distorsionando mi realidad, al punto de sólo querer dormir y no despertar más.
Luego de tanto, decidí huir del hospital psiquiátrico. Aprovechando que yo sabía manejar un hechizo, me escabullí por una de las ventanas sin verjas y huí.
Acerco otra vez el cigarro a mis labios y le doy otra calada, soltando el humo con pesadez.
Fumar me calma cuando estoy nerviosa o triste por mi pasado. A veces los recuerdos me golpean como si fuera saco de boxeo, destruyendo cada vez más la humanidad que hay en mí. Mejor dicho, que queda en mí.
En el pasado...
Corrí tanto como mis pequeñas y delgadas piernas me lo permitieron. Agradecía en mi mente el hecho de que nadie pudiera verme por el hechizo de invisibilidad que me había puesto.
Di una mirada hacia atrás y me aseguré de estar lo suficientemente lejos del hospital como para poder sentarme a descansar unos minutos.
—Niña, ¿Te encuentras bien? —se acercó una dulce mujer al verme.
La miré fijamente, sin emitir palabra alguna. Me habían enseñado a no hablar con extraños, pero... ¿Importaba eso en esa situación? Lo único que quería era estar lejos de todos esos profesionales.
Los medicamentos no funcionaban en mí.
—Querida... —insistió, peinándome con su mano.
—No, no estoy bien —respondí y luego sacudí la cabeza, confundida—. ¿Cómo me ve?
—Entre nosotros podemos vernos —susurró y me tendió su mano—. Vamos, te llevaré a un lugar para que puedas descansar.
Acepté su mano y comencé a caminar junto a ella. Mientras la examinaba, pude ver que su cabello era pelirrojo y muy sedoso. Demasiado lindo.
...
Visualicé a una niña pelirroja cuando llegué al pueblo. Sus rasgos eran parecidos a los de la mujer que me encontró.
—Darlene, ¿Podrías traer a la gobernadora? —le pidió en un tono cariñoso y la niña asintió, desapareciendo entre las calles.
—Aquí vas a estar mejor. ¿Cómo te llamas?
—Brianna Eliza —respondí con una pequeña sonrisa.
Por primera vez en mi vida, no me estaban excluyendo ni molestando por lo que soy. Me sentí en un hogar, la sensación que te invadía al entrar al pueblo era esa: estar en un dulce hogar.
En el presente...
Veo su linda cabellera y sonrío, satisfecha de que haya venido. Ella casi nunca aceptó mis peticiones o salidas que quería tener.
Siempre fue solitaria. Cómo yo.
Ninguna presionó a la otra o insistió en tener momentos de amigas. Simples cosas en común, algunos secretos, misma magia manipulada con facilidad: en eso se basaba la relación.
Al menos no era tóxica. Sin golpes, burlas, comentarios malos. Nada de eso.
Estábamos y no estábamos a la vez.
—¿De dónde sacaste mi número? —interroga directa e inexpresiva.
Siempre ha sido indiferente, pero los años la han cambiado demasiado.
—Tengo contactos —mascullo difusa y la invito a sentarse a mi lado. Doy una calada a mi cigarro y la miro fijo.
—¿Qué sucede?¿Para qué me quieres aquí? —su tonada es más seria y fría.
—Sea lo que quieras hacer, lo que estés planeando: no lo hagas —advierto seca, pero en mi interior está naciendo una pequeña llama de preocupación.
Qué trato de apagar. Claro. Los sentimientos no existen para mí.
—Brianna, sabes que no me gusta que me digan que hacer —murmura cortante. Su expresión es de leve molestia, se sienta a mi lado.
—Intento cuidarte, Darly —suelto con una sonrisa—. Vamos, tú me dijiste lo que pasó hace diez años. No quiero que te pase lo mismo.
—No volverá a pasar. Sé cuidarme sola —me interrumpe tajante—. ¿Sólo me has llamado para eso?
Alzo mis cejas, un tanto sorprendida de que no me conozca. ¿Acaso no sabe que yo no molesto a alguien por nada?
Saco del bolsillo de mi chaqueta una pequeña bola de obsidiana pulida con forma de colgante. Se la entrego.
—Un pequeño obsequio de mi parte, oculta tu aroma de Cazadora. Sé que ese hechizo no durará mucho. Úsalo cuando lo creas conveniente —explico un tanto fría y ácida.
No comprendo para que se unió a la Orden. No lo logro entender.
Vuelvo a sonreír al ver su pequeña incredulidad ante mis palabras, su expresión cambia a una escéptica. Sonrío demasiado, sí, pero carente de emociones.
Sonrisas vacías. Eso es lo que son.
—La bruja blanca deja algunos rastros —comento sin darle mucha importancia—. Tranquila, no planeo matarte ni entregarte al Consejo.
Veo como traga saliva y se queda callada. Muerde su labio inferior antes de hablar.
—Supongo que gracias —se levanta de la silla—. Es extraño verte así.
—Te acostumbrarás —doy otra calada a mi cigarro antes de apagarlo.
No siento nada. Me trajeron de la muerte por un propósito muy importante hace ya varios años, unos cinco para ser exactos. Durante todo este tiempo, me he mantenido oculta aquí, perfeccionándome aún más.
No paso por alto el hecho de que alguien me está cazando, como ha intentado hacer con Darlene hace diez años.
Y está cazando a más personas. He oído sobre las muertes diarias, aún no encuentran al responsable.
Sé tantas cosas, pero no me corresponde a mí dejarlas salir a la luz.
Todo debe seguir su curso... Hasta que llegue el momento.
...
Darlene.
Continúo caminando hacia mi casa, pensativa. Es extraño ver a Brianna así: muerta en vida.
Cómo seguro debe ser extraño para ella verme cambiada a mí.
Su rostro es carente de emociones, su alma parece estar vacía. Volver de la muerte no es bueno, no ha sido cruel está vez, pero si bastante fría y seca.
Su sonrisa no es la misma de cuando nos conocimos hace años. Ella tenía esa sonrisa tan cálida y rota a la vez.
Suspiro y alejo esos pensamientos. Prometí no volver a escarbar en el pasado y los recuerdos. No es bueno, aún hay heridas que no cicatrizaron.
Además, ¿Por qué mierdas estoy pensando en ella? Puede ser mi amiga y todo eso, pero ya estamos grandes como para jugar a la mamá. Somos adultas, sabemos lo que hacemos con nuestras vidas.
Mis pensamientos viajan a las visitas de mi madre, espero que se hayan ido del pueblo. No tengo nada en contra de ellos, pero no los veo seguros en el aquelarre.
No es su lugar.
—¿Otra vez por la calle, hermosa? —interroga una dulce voz a mis espaldas y volteo.
Su cabello rubio está recogido en una trenza, pero unos mechones escapan de ésta. Sus ojos azules están decorados con unos brillos de emoción y sus labios destellan un poco, seguro que se colocó gloss antes de salir.
—Algo así —respondo cortante. Su sonrisa se suaviza un poco, pero sigue manteniendo su aura tan brillante y empalagosa.
—Gracias por ayudarme con Jules, no te lo he dicho antes... —hace una pausa y suelta un pequeño suspiro—. Se me ha olvidado.
Sonrío levemente y palmeo su hombro con delicadeza.
—Ha sido un placer —digo melodiosa—. Lamento que hayas tenido que pasar ese mal rato.
—Uh... Bueno... —murmura un poco tímida—. Hay algo que ella no quiere decirnos y la está atormentando.
Parpadeo un poco y la observo fijamente, preguntándole con mi mirada "¿Me lo estás diciendo en serio?". Aunque no sé porqué lo hago, Agnes parece una chica seria, no bromearía con un tema así.
—¿Y esperas que yo le saque la información? —comento para nada sutil. Ella niega con rapidez—. ¿Entonces?¿A qué quieres llegar con esto?
—Creí que serías más... Intuitiva —masculla y aparta la mirada.
La observo, indiferente.
—Brianna no fue —setencio firme—. Aunque supongo que me quieres decir que ella sabe algo, al igual que tu hermana.
Asiente lentamente y vuelve a verme a los ojos. Sus ojos azules tan cálidos chocan con mis cafés tan fríos.
...
Repienso lo que ha estado sucediendo, mientras bebo un café sin azúcar. El amargo sabor del líquido baja por mi garganta, sin embargo, no logro saciarme.
Ni logro encontrar respuestas uniendo todos los hechos.
No paso por alto el hecho de que James salió tenso de la casa de ese gobernador. ¿Por qué?¿Qué es lo que le dijo?
Tal vez simplemente criticó el trabajo de Christian Mareoux, el padre de James. Lo están tachando de "ineficiente" y el pobre licántropo hace lo que puede.
Tal vez podría acabar con su dolor... O, bueno, dejar que la vida haga lo suyo.
Una idea cruza por mi mente y busco mi celular, rebusco entre mis contactos, encontrando otros que no sabía que estaban agendados.
"Agnes"
"James"
Y ya que estamos, agendo también el de Bri.
Marco el número de James y espero a que responda.
—¿Diga? —su voz suena un poco alterada y cansada.
—Necesito hablar contigo, ¿Ha ocurrido otra muerte, verdad? —murmuro y agarro mi bolso, guardando el colgante que me regaló Brianna y algunas cosas más dentro.
—Sí —responde derrotado después de un largo silencio que pareció eterno—. ¿Quieres venir a mi casa o voy a la tuya?
Mercink~
¿Qué será eso que tiene que hablar Darlene con James?
¿Y lo que oculta Jules y Brianna?
¿Christian es inútil o no?¿Qué piensan?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top