I. Sordo, la caja... ¡¡LA CAJA!!

ROLANDO
(Jeje, el más conocido)

Rolando, chilló cuando consiguió arrancarse un trocito de piel de su pulgar. Allí en el asiento del
conductor, podía apreciar cómo Emilio hurgaba entre la basura; buscando los bates de béisbol que habían tirado en su embriaguez de la noche anterior.

No pasaron muchos segundos cuando el hombre los encontró y se dirigió hacia el primitivo auto de color indescriptible. Sus ventanas eran cubiertas por toneladas de polvo. Los cristales traseros exponían: «Mónica te amo, dame trece hijos»

Y la única Mónica que ellos conocían en el rechiquito pueblo de Arrobahumores, era a un señor de 45 años llamado Milano que por las noches se disfrazaba de doctora sexi. O eso creía él.

La puerta fue abierta, dejando ver a Emilio con cara de asco mientras frotaba sus manos y luego
dejaba los bates en los asientos posteriores. Miró a su amigo y habló.

—Ar... arr... Arran... —O hizo el intento—. Arran...

—¡ARRANCARÉ! —gritó Rolando al notar que se le trabó la lengua—. ¡VÁMONOS!

Emilio resopló por no decir la palabra. Aunque Rolando siempre se le adelantaba. O casi siempre.

El auto escupió por el tubo de escape humo e insectos. Se quejó cinco veces y echó andar con
aquel característico sube y baja con el que le habían rescatado del tiradero hacía unos días. Olía mal. Como a cebolla bañada en azufre y luego untada en pollo a la barbacoa.

El conductor giró a la derecha en la esquina donde Mónica se posicionaba todas las noches. Pero
cuando fue a aparcar, un perro se le cruzó por delante; obligándole a dar un frenazo. Emilio estrelló su nariz contra el capó.

—¡Joder! —masculló—. Cre... creo qu... quee... haz... mata... do...

—¡EL CHUCHO DE CORINA! —exclamó mirando por encima del volante—. ¿¡LE MATÉ!?

—¡Shhh! —Emilio puso su mano sobre la boca de Rolando.

Sacó papel y lápiz para escribirle: «Bajémonos antes de que llegue medio pueblo» Rolando asintió, y salieron del auto con cautela para que nadie les viera pasar. Aprovecharon que el calor del mediodía encerraba a las personas en sus casas y caminaron hasta llegar a la entrada de la joyería del viejo Francisco. Bastante cara y sin clientes en la mayoría del mes.

Sacaron de una bolsa dos calzoncillos. Uno negro que Emilio tomó enseguida, y le dejó a Rolando
en su despiste el blanco con una sospechosa mancha amarillenta. Colocado en su cabeza, entró de primero al local y anunció:

—¡At... Atrac... Atracoooooo!

Pero no había ni clientela, ni propietario.
Frunció el ceño, investigando el lugar.

En un segundo, la puerta se abrió abruptamente y Rolando llegó corriendo con la prenda sobre
la cabeza mientras que sostenía una hoja con la frase «EZTO EJUN ATLAKO. GIFMI DE MONI»

Se detuvo cuando no comprendió el ambiente. Miró a todos lados, a su compañero recorrer el local. Decidió hacer lo mismo. Emilio fue hacia el almacén, buscando al viejo. Rolando caminaba hacia la caja con pasos precavidos.

Al llegar a su destino que fijó sus ojos en el suelo, brincó por lo que allí se encontraba.

—¡VIEJO! ¡EL DINERO PRIMERO, LUEGO SE DESMAYA! —ordenó. Pero el hombre no reaccionaba. Aquello podía significar solo una cosa—. ¡EMILIO! ¡MATAMOS AL VIEJITO FRANCIS! ¡VÁLGAME JESÚS ALTÍSIMO DE LOS CIELOS BENDITOS...!

Emilio salió del almacén con su teléfono pegado a la oreja, asintiendo.

—Ma... mamáaaaa ya ent... enten... —decía, acercándose a su desesperado compañero que se
jalaba de los pelos.

—¡DE NIÑO SIEMPRE LE METÍA SAPOS EN LA CAMISA Y AHORA MÍRALO TODO AHÍ TIRADO! —continuaba llorando.

Emilio se aproximó para comprobar el estado del anciano. Y es que, su madre le había obligado a tomar clases de primeros auxilios.

—Es... es sol... solo Roland... —dijo a su madre por teléfono. Pero Rolando le estaba angustiando
debido a que se movía constantemente y gritaba incoherencias. Pronto estalló—. ¡No está muerto!

Logró gritar, sorprendiéndose a sí mismo. Al sordo no. Este seguía llorando mientras acariciaba la arrugada mejilla del viejo Francisco. Entonces, la madre de Emilio le llamó la atención, percatándose de su error.

—Noo... mami... Nooo. Bie... Bien... —Y con el «PIB» supo que le habían cortado. Su madre le preguntó dónde demonios estaba y que saldría a buscarlo por todo el pueblo si hacía falta.

Guardó el celular y cogió el papel para escribirle a su compañero que el viejo solo estaba inconsciente y una orden más.

Rolando suspiró aliviado, pero sintió terror por dicho mandato.

—¡DEJAMOS LOS BATES EN EL AUTO!

—¡Sord... sordo, caraj...! —maldijo Emilio. Ya no podrían forzar la caja. Pero entonces, se le encendió un bombillo—. ¡La... laa...!

—¡NOS LA LLEVAMOS!

Rolando arrancó la caja registradora del mostrador con fuerza y la cargó. Emilio decretó la retirada. Pero a punto de salir, la puerta se abrió, entrando una señora completamente trastornada.

Antes de eso, Emilio quitó el calzoncillo de su cabeza, empujó a Rolando y levantó las manos
como una "víztima" más. Su madre captó la situación rápidamente, alzando los brazos por el ladrón de enfrente.

—¡Mijín! ¡Esto es un asalto! —dijo asustada, mirando a su bebé y al desconocido.

Rolando que se había levantado mientras; simuló poseer un arma debajo de la ropa. No escuchaba a la mujer, pero sabía que necesitaban de un plan B enseguida. Y eso fue lo que hizo.

—¡ATRÁS! —Avanzó. Los supuestos rehenes se juntaron, permitiéndole escapar. Emilio asintió disimuladamente—. ¡ME IRÉ, NADIE PODRÁ DETENERME!

Volteó con prisa, golpeándose con la puerta. Maldijo, pero se recompuso y abrió esta para salir hacia el exterior.

La madre abrazó al hijo pasado el peligro, susurrándole palabras reconfortantes. Emilio, sonreía por el plan exitoso.

¡Serían ricos!

Claro, hasta que ella pronunció:

—Qué extraño, el ladrón logró escaparse pero dejó el premio.

Emilio se separó de ella bruscamente, fijando su vista en el suelo. Sus venas quemaban por la irritación. Aquel botín pudo haber sido de él sino fuera porque la culpa la tenía aquella persona
con una única y sencilla tarea.

—¡Sordo, la caja! —exclamó—. ¡¡La maldita cajaaaaaa!!


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Y todos sabemos lo que pasó después...

Ganador del 3er lugar en el Desafío No. 13 del perfil WattpadHumorES

Límite de 1000 palabras.

Asunto: Debía narrar cómo sería el robo más accidentado de la historia. ¡Un robo frustrado!

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