CAPÍTULO XXXVII

~PDV NEUS~

—Si, estoy comiendo bien. —respondí para que Iluka me dejara de molestar.

—¿Estas segura? ¿No me estas mintiendo? —preguntaba como si le estuviera escondiendo algo.

—Que si. —Estaba cansándome de esta conversación—. Te lo he dicho un millón de veces y te he estado enviando fotos para que compruebes que no estoy adelgazando. —Observaba el paisaje por la ventana de mi cuarto.

—Voy a hacer de cuenta que te creo. ¿Cómo te tratan en el trabajo? —En verdad ella se preocupaba demasiado por mi.

—Bien, lo normal. —respondí sin ánimos—. Hago lo mismo que en el bar de Taras. Te recuerdo que trabajo de mesera. —No es que fuera lo único que supiera hacer, pero si era lo más fácil para conseguir trabajo y más cuando eres viajera.

—Bueno bebé, te cuidas ya tengo que volver al trabajo y tu debes estar cansada. Te amo y te extraño. —Luego de decir eso colgó la llamada.

Ya había pasado casi un año desde que había llegado a España. Gracias a Dios que no me costó conseguir trabajo, pero tenía horarios rotativos a pesar de ser la preferida de la dueña.

Aquel día, mientras me dirigía al aeropuerto, investigué un lugar en el que no fuera invierno o estuviera terminando y España pareció ser la mejor opción en aquél entonces.

Recuerdo cuando le dije a Iluka y a Taras, decidí hacerlo con los dos juntos cuando cerramos el bar porque conocía a mi amiga y sabía que le iba a dar algo, y de hecho le dio: se desmayó.

Taras palideció porque nunca la había visto así y yo por el contrario no pude contener la risa, tanto que comencé a llorar. Las lágrimas eran una mezcla de emociones, por un lado la gracia que me había causado ver a esos dos así y tristeza porque había decidido dejarlos, pero mi corazón ya no resistiría otro invierno allí.

Mi casa la alquilé a viajeros temporales para tener un ingreso extra. No la vendería porque había decidido volver en cuanto el corazón no me doliera.

Taras e Iluka eran un solo mar de lágrimas cuando fueron a despedirme y no los culpaba, ellos se convirtieron en mi única familia cuando llegué aquí, ellos vivieron conmigo mis primeros ataques luego de haber escapado de un infierno, me vieron sanar y desconfiar, me vieron volver a amar y ahora me veían marcharme con el alma en pedazos.

El lugar de España que me había cautivado fue la provincia de Córdoba, la ex capital de los turcos. La belleza de la arquitectura y la majestuosidad de los paisajes me habían enamorado absolutamente.

Con la plata que tenía ahorrada pude alquilar una habitación en una especie de pensión que compartía con varias personas de otras partes del mundo.

El lugar contaba con tres pisos diferentes con alrededor de cuatro cuartos cada uno. Cada habitación tenía un pequeño baño y lo único que se compartía era la cocina y la sala de estar.

Dependiendo de los horarios de cada uno se habían distribuido la limpieza y la comida, de esa forma era ordenado y justo para todos.

Pude alquilar una habitación en el último piso que era los únicos cuartos disponibles, eso me daba acceso a la terraza para poder respirar cuando estuviera cansasada de la vida. Me tocaba la limpieza los martes y jueves y la comida dependía de mis horarios.

En la residencia, en el primer piso estaban cuatro chicos de Francia, y en  planta baja dos latinas y dos austriacos.

A todos les costaba el español menos a mi, aquí es donde rendían frutos mis clases de idioma en mi tiempo libre. Eso me facilitó bastante el poder conseguir trabajo.

Desde un princio la dueña del local me agarró un cariño especial, prácticamente me había adoptado como nieta.

Perla era una mujer muy refinada, una anciana adorable de setenta años muy bien conservada y con todas las luces encendidas.

Cuando leyó mi currículum lo único que me preguntó fue si fui feliz en casa. Cuando le di mi respuesta ella solo me abrazó y me contrató de inmediato. Sin ella no se donde estaría trabajando en este momento.

—Neus ¿me ayudas? —Moritz me hablaba del otro lado de la puerta de mi cuarto.

—¿Qué sucede ahora? ¿Volviste a quemar algo? —Los ojos celestes de Moritz me observaban suplicantes de auxilio.

—Bueno, quizás un poco. —Terminó por admitir.

—Veamos qué fue lo que hiciste ahora. —dejé la puerta cerrada una vez que salí para ayudarlo.

De los austriacos, Moritz es el más despistado en tanto Luca es ordenado al extremo. Ambos son de tes blanca con ojos claros solo que Moritz es rubio y Luca pelirrojo.

Cuando llegue la cocina estaba repleta de humo, al parecer sobre que se le había quemado lo dejó dentro del horno encendido en lugar de sacarlo.

—¡Moritz podrías haber apagado el horno al menos! —Lo regañé a lo que él solo asentía levemente apenado.

—¿Moritz quemó algo de nuevo? —Valeria apareció en la entrada dejando la puerta abierta para el humo saliera.

—Tenía hambre y no quería molestar a Neus que estaba descansando. —En verdad era muy considerado de su parte.

—Pero igual tuviste que pedirle ayuda. —Ella se burlaba mientras que abría todas las ventanas.

—Ya deja de burlarte del pobre de Mor... —Así era como le decía de cariño, por supuesto él me lo había permitido.

Vale era la persona burlesca y alegre de la casa y claramente la acompañaba Carla, esas dos morenas eran la alegría de la casa, no había momento en el día que no estuvieran riéndose a carcajadas y contagiándonos a todos.

Por fin pudimos sacar el humo de la casa y lo que fuera que haya querido ser lo que estaba en el horno.

Miré la hora y todavía tenía algo de tiempo antes de bañarme para ir al trabajo, esta semana me toca el turno nocturno. Le preparé uno huevos revueltos con algo de verduras salteadas para que comiera y luego me dirigí a darme una ducha para quitarme el olor a humo.

No había momento en mi vida que no me acordara de Mael, no importaba la hora, el día o la estación en la que me encontrara, él siempre hallaba la forma de llegar a mis pensamientos.

Luego de alistarme tomé mis cosas y me marché, el trabajo quedaba a unas cuantas cuadras de casa y siempre me gustaba ir a pie para tomar un poco de aire y guardar los recuerdos de lo que viví aquí, y es que el invierno se acercaba y eso era indicador de buscar un nuevo lugar.

~PDV MAEL~

El tiempo volaba pero la cura a mis enfermedades no llegaba. Con algo de esfuerzo pude acostumbrarme a diferenciar a las personas a mi alrededor por su forma de caminar, su manera de vestí, su perfume, color de piel y cualquier otro rasgo que me ayudara a identificarlos, siempre y cuando no estuvieran en la cara.

Mis recuerdos se negaban a volver y a que decía ser mi madre se negaba a mostrarme fotos o recuerdos que me hicieran volver al pasado. Los únicos que estaban para mi eran Oscar e Iker, solo en ellos lograba encontrar ese sentido de pertenencia y lealtad que no hallaba en el resto de mi familia.

En este tiempo tuve que ponerme al día con el trabajo de la empresa familiar pero no lograba sentirme cómodo del todo, era como si no perteneciera a ese sitio. Iker se ofreció a ayudarme a pesar de no ser su campo de especialización. Cuando me dijo que era licenciado en historia y psicólogo una mezcla de tristeza y añoranza se alojó en mi pecho, pero si mis padres decían que siempre trabajé en la empresa así debía ser y quizás ese sentimiento era de arrepentimiento por no haber estudiado lo que realmente quería.

Cuando llegué a la oficina me encontré con un comunicado en mi oficina de que tendría que realizar un viaje a Hallstat, el hecho de leer el nombre del lugar me generó una leve presión en el pecho, ahí había algo, están seguro.

Hoy prepararía todo para partir mañana con Iker, como esta trabajando como mi mano derecha no me abandona en ningún momento. Esta noche le diré que partimos mañana a primera hora, le daría una sorpresa.

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