CAPÍTULO XXI

~PDV NEUS~

La verdad es que hablar de mi pasado me volvía loca, era algo que no podía soportar, pero lo que más loca me volvía es que los recuerdos estuvieran apareciendo arruinando la poca estabilidad que había logrado conseguir en mi vida.

Iluka me acompañó un rato más pero tuvo que dejarme para ir a su trabajo. Taras me enviaba saludos a través de ella, y la verdad es que esperaba poder volver a trabajar pronto, estar así sin hacer nada solo aumentaba mi angustia.

Ya era cerca del medio día y Mael no aparecía. Había encontrado su contacto, aquel que mi amiga había guardado en mi teléfono amablemente sin decirme, pero no creía que fuera correcto que yo lo llamara. Podía entender que se sintiera mal porque no le contaba lo que me sucedía pero de ahí a hacerse el ofendido ya era demasiado.

Decidí que no iba a esperarlo, no más, ya sabía como iba a terminar todo esto: yo sería la que saldría herida, así que me mentalicé en volver a ser yo misma y olvidarme de esa estúpida idea de amar de nuevo.

Me puse en marcha a preparar el almuerzo, tenía hambre y a pesar de que no había hecho las compras todavía tenía algo de comida guardada.

Estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que no sentí el ruido de la puerta abrirse.

—¿Qué haces? —La voz de Mael me asustó como la mierda y terminé por cortarme un dedo.

—¡Mierda! —dije gritando del dolor mientras sostenía mi dedo para parar el sangrado—. Ahora gracias a ti me lastimé. Podrías haber hecho algo de ruido jodido imbécil. —dije enojada mirándolo a lo que él solo dejó ver una sonrisa.

Mael se quedó de pie frente a mi sonriendo, lo que me hacía pensar que se había vuelto loco, o tal vez siempre lo fue y yo recién me estaba dando cuenta.

—Si no vas a ayudar es mejor que te vayas. —Estaba completamente enojada pero me irritaba aún más verlo parado y sonriendo, jodido psicópata.

Mael no dijo absolutamente nada, volvió a sonreirme pero esta vez avanzó decidido hasta mi y tomó mi dedo para ponerlo en sus boca y con sus labios chupar suavemente la sangre.

En sus ojos había algo distinto. Ante su reacción quedé helada, me limité a mirarlo simplemente, entonces me sostuvo acunando mi rostro entre sus manos y sin darme alguna señal me besó intensamente.

La intensidad en sus labios era la misma que la de anoche y ante la idea de que volviera a suceder lo mismo quise apartarme pero Mael me lo impidió, en cambio me sostuvo con firmeza y el beso se volvió más suave, más dulce y romántico.

Cuando nos quedamos sin aire nos separamos y quedamos mirándonos el uno al otro en silencio.

—Tengo ganas de amarte y hacerte mía, no lo voy a negar pero también siento la necesidad de cuidarte al sentirte frágil. —explicaba susurrando cada palabra—. Mi beso representa los cambios que provocas en mi. —Terminó por hablar dejándome sin palabras y sin aliento.

—Yo... —Cuando iba a por fin decir algo Mael volvió a besarme.

—No necesitas decir nada. Lo único que hay de común en ambos tipos de besos es que me estoy enamorando locamente de ti. —Mael acariciaba con delicadeza mis mejillas.

Por alguna extraña razón que desconozco tuve la necesidad de llorar y aferrarme a su espalda, se estaba volviendo un lugar seguro para mi al que volvía siempre.

Mael solo me contuvo acariciando con delicadeza la espalda en tanto yo solo lloraba, y en verdad odiaba volverme tan frágil y vulnerable. Él tenía algo que provocaba que mis defensas cayeran, él derribaba uno a uno los muros que me costaron años construir.

—¿Te encuentras mejor? —preguntó haciendo que lo viera directo a esos ojos grises que me estaban empezando a volver loca.

—Si. —dije entrecortado por el llanto mientras asentía con la cabeza.

—Pues muy bien, vamos a lavar esta herida entonces. —dijo recordándome que me había lastimado.

Mael curó mi herida y terminó por preparar la comida. El resto del día fue bastante tranquilo.

Hice los ejercicios sola para evitar que ocurriera lo de la noche anterior, no quería que volviéramos a discutir, en realidad estaba cansada de pelear todo el tiempo, yo solo quería recuperarme y volver a la rutina de mi vida.

El segundo día acabó y el tercero llegó. Gracias a Dios todo estuvo tranquilo. Pasamos todo el día con Mael paseando ya que mis piernas estaban mejor y no necesitaba de la estúpida silla de ruedas, sin embargo, cada tanto tenía que parar debido a que me dolían levemente, pero nada que no pudiera soportar.

Pasar tiempo a su lado no fue tan malo como pensaba, pero tampoco quería hacerme demasiadas ilusiones, uno nunca sabía qué podía suceder en el medio de todo.

—¿De verdad tienes que volver a trabajar? —Mael preguntaba recostado desde el sofá mientras veíamos una película de terror.

—¿Tienes que preguntar justo ahora? —dije entretenida en la trama sin siquiera mirarlo, no quería perder el hilo de la película.

—Si... ¿no piensas contestar? —preguntó en un tono infantil.

—Claro que no, y menos ahora que la película está en su mejor momento. —admití al borde del sillón debido al suspenso—. Y en cuanto sigas hablando pongo la película en pausa y te saco afuera. —amenacé a lo que él solo soltó un bufido.

—¿Cómo puede ser más importante una película que yo que soy tu novio? —Al escucharlo decir eso me puse de pie en tanto colocaba pausa a la película.

—¿Quién dijo que somos novios? —pregunté frustrada, de brazos cruzados dándole la espalda a la película para mirarlo acusadoramente.

—Para mi si lo somos. —Mael respondió confiado.

—¿Qué te he estado diciendo estos días atrás? —pregunté sin romper mi postura, y es que este tema pensé que ya estaba cerrado.

—Pero... —Intentó hablar pero lo corté de inmediato.

—Pero nada. Lo hablamos hasta el cansancio. No quiero títulos, al menos no por ahora. —No dejaba de mirarlo a sus ojos grises—. Se que no te he contado sobre mi pasado y que eso te tiene de los pelos, pero al menos sabes por mis ataques que he sufrido y mucho, gracias a eso me he vuelto muy desconfiada con los hombres y la verdad es que... —Me vi interrumpida por los labios de Mael que se adueñaron sin previo aviso de los mios.

—Lo se, lo se. —dijo rodeándome la cintura con sus brazos—. Pero no puedo evitar sentirme inseguro, al Café van muchos hombres y estoy seguro de que todos están con los dientes afilados esperando que te descuides. —Me daba mucha gracia verlo actuar así, claramente lo que me estaba diciendo no tenía sentido.

—Lamento romper tus infantiles ilusiones, pero los hombres que van al Café solo cortejan a Iluka. —Sonreí aferrada a su cuerpo, cosa que me extrañaba, ya que en estos dos días me aferraba a buscar el contacto físico con él.

—Entonces eso ya es problema de Iker no mio. —sonrió y volvió a besarme.

—Volviendo al tema de antes. —dije separándome un poco de él—. Nada de noviazgo, no por el momento. Estamos conociéndonos y si no lo comprendes ya sabes dónde está la salida. —hablé señalando la puerta de entrada de casa.

—No quiero irme. —Mael hizo un puchero causándome mucha ternura.

—Es tu última noche en casa así que mejor que lo disfrutes. —Me estaba burlando de él, pero en verdad era su última noche en casa ya que no necesitaba que me cuidaran.

—Si de algo estoy seguro es de que esta no será mi última noche aquí. —dijo en un tono pícaro y con sus dedos  comenzó a jugar con mi nuca provocando un escalofrío.

Mael me tomó de una forma posesiva y me besó afianzando el agarre de mi cuerpo. Su lengua empezó una batalla con la mía para ver quién tendría el control, sus manos bajaron hasta mi espalda baja y su pelvis se apoyó en mi dejándome saber de la gran erección que estaba molestando allí abajo.

Sin previo aviso me vi sobre su cadera envolviendo mis piernas alrededor suyo, la tensión había aumentado entre nosotros y el deseo estaba corrompiendo cada partícula de mi cuerpo.

Mael me sostuvo hasta dejarme sobre la mesa de la cocina, no sin antes masajear mi trasero. Mientras pasaba su lengua por mi cuello yo me aferraba a su espalda.

Cuando iba a comenzar a sacarme la ropa porque ya estaba estorbando, el timbre sonó.

—No le des importancia, no dejes de mirarme. —La voz de Mael se había vuelto más ronca gracias a la señora lujuria haciéndolo sonar más sexy aún provocando que mi zona íntima se humedeciera más de lo que ya estaba.

—Ya se irán. —hablé como pude y me puse manos a la obra sacando su camisa dejando al descubierto su tonificado cuerpo, pero el timbre volvió a sonar.

—¡Neus soy yo abre la puerta! —Iluka gritaba desde afuera.

Con Mael nos miramos por un rato y frustrados nos arreglamos para atender a mi amiga, que por lo que pude escuchar estaba con Iker.

Más tarde hablaría seriamente con ella.

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