CAPÍTULO XLI
~PDV NEUS~
Mi día de trabajo fue bastante común, no hubo muchos clientes por lo que tuve poca propina pero no me molestaba porque Iluka me había informado que mi casa iba a ser alquilada por lo que tendría un ingreso extra.
—¿Te sientes bien querida? —Perla se acerca hasta el mostrador en donde me encuentro con los codos sobre él para poder sostener con mis palmas el peso de mi cabeza.
—¡Oh Perla! Claro ¿por qué lo pregunta? —Me intrigaba saber qué es lo que había visto para acercarse hasta mi.
—Es que se acerca el invierno y el brillo de tus ojos se va apagando de a poco. —Me sorprendió que se diera cuenta de eso.
—Quizás es porque de a poco el invierno vuelve a llamarme para que vuelva en donde dejé el corazón. —dije mirando el frente esperando que Moritz viniera por mi ya que era su turno de hacerlo.
—Nadie esta obligado a volver en donde el dolor se sembró, a menos que haya sido muy bien enterrado. —Perla era una mujer muy sabia y cariñosa, al menos conmigo, con el resto del personal guardaba algo de distancia.
Cuando estuve a punto de contestarle las campanillas de la puerta de entrada sonaron advirtiéndome que un nuevo cliente había aparecido.
Como era mi deber me disculpé con Perla por no poder seguir con nuestra conversación y me dirigí hacia la mesa en donde una joven se había ubicado.
—Buenas Noches. —Saludé mostrando una sonrisa—. Esta es la carta, cuando decida me puede llamar. —Le extendí la carta para que pudiera leerla con cuidado y pudiera elegir lo que más le gustara.
—Espera... —La joven me sostuvo de la mano en lo que intentaba leer mi nombre en la etiqueta que llevaba.
—Me llamo Neus. —Volteé mi cuerpo para estar más a su disposición—. ¿En qué puedo ayudarla? —pregunté curiosa, rara vez me sostenían así.
—¿Qué me recomiendas Neus? —La joven de tez morena con grandes ojos color avellana y cabello rizado me preguntó directamente.
—Mmmm... Eso depende de lo que desea, me refiero a dulce o salado. —expliqué para que pudiera entender a lo que me refería.
—Es una noche muy linda, aunque de a poco se asoma el fresco del invierno que se quiere acercar con prisa. —La sola mención del invierno lograba entristecerme—. Así que iré por algo dulce. —Nunca antes había visto una sonrisa tan bella, es como si encendiera todo su rostro en un solo momento.
—En ese caso un té rosa de burbujas con una porción de nuestro pastel negro. —aseguré sabiendo que quedaría encantada ya que eran nuestras especialidades.
—¡Perfecto! Si me lo recomiendas de esa manera no hay forma en que me niegue. —No comprendí muy bien a lo que se refirió.
—En un momento se lo traigo. —hablé sosteniendo el menú que me había devuelto sin leer.
Fui hasta la cocina para pedir la orden y cuando estuviera llevársela.
En lo que esperaba Moritz apareció junto a Dean, ambos venían a las carcajadas. Dean era muy tímido pero se llevaba muy bien con Moritz y conmigo, muy por el contrario con Vale que lo acosaba, y no la culpaba, él despedía ese típico estilo francés que volvía loca a las mujeres.
—Hola Neus. —Ambos me saludaron en lo que se sentaban en las butacas ubicadas frente a la barra.
—Hola mis niños. Dénmen un minuto que entrego esta orden y nos vamos. —Les mostré la bandeja con el pedido de la morena de sonrisa despampanante.
—No hay problema, de aquí no nos iremos sin ti. —Dean sonrió muy tierno, y es que a mis ojos era un bebé.
Los chicos se quedaron conversando con Perla que se acercó a saludarlos en cuanto los vio, esa mujer amaba a esos dos como si fueran sus propios nietos.
—Aquí tiene. —Anuncié dejando sobre la mesa la taza junto con el postre.
—Gracias. —Volvió a sonreír, en verdad tenía muy linda sonrisa ni Mael tenía una sonrisa tan brillante, al darme cuenta de que lo pensé me entristecí brevemente—. ¿Sucede algo? —La morena me preguntó al notar mi expresión.
—¡Oh! Nada, no se preocupe. Que disfrute. —Rápidamente respondí para moverme hacia los cambiadores y así poder marcharme.
En lo que me cambiaba el uniforme me golpeaba mentalmente por ser tan estúpida de haber gastado mi tiempo pensando a un hombre que solo jugó conmigo.
—¡Ya estoy lista! —dije apareciendo frente a los chicos.
—¿Y tu abrigo? —Dean preguntó viendo que solo llevaba mi jean con mi top negro.
—¿Tenía que traer? —pregunté abrazando a Perla, se estaba aguantando la risa.
—Ya está refrescando, te vas a resfriar. —En verdad era un bebé muy tierno—. Ten pónte el mio. —Me extendió el saco que traía puesto.
—¿Ves lo que te digo Perla? Son los bebés más lindos del mundo entero. —Me acerqué a ellos y los abracé.
—Ya lo creo. —dijo sonriendo.
—Te agradezco Dean, pero en verdad no tengo frío estoy acostumbrada a temperaturas más bajas. —Le devolví el abrigo para que se lo pusiera de vuelta—. Ahora vamos que muero de hambre. Nos vemos mañana Perla. —Le di un beso y luego me dirigí a la salida con ambos chicos a mi lado, eran demasiado sobre protectores conmigo.
En cuanto salimos alcé mis brazos al cielo para estirarme un poco y tomar aire puro, la noche estaba maravillosa, de eso no había duda.
Comenzamos a caminar con los chicos conversando sobre nuestros días, rogando que Moritz no me dijera que había vuelto a quemar algo en la cocina.
A medida que avanzábamos podía escuchar una voz que gritaba, al principio no estaba muy segura de lo que decía pero en breve pude entender que gritaban mi nombre así que me paré un segundo y miré hacia atrás quedando completamente sorprendida por lo que veía.
—¡Neus! —La joven morena de recién se acercaba algo agitada por habernos perseguido corriendo.
—¿La conoces? —Moritz preguntó acercándose más a mi.
—¿Si? ¿Olvidé darte algo? —pregunté tratando de recordar si me había faltado algo.
—Si, tu número. —Ella me miró fijamente. Pensé que estaba bromeando y que me pediría el cambio que de seguro olvidé por estar pensando en el idiota.
—¿Disculpa? —pregunté algo atontada, claramente los chicos estaban igual que yo.
—Perdón, no me expresé bien. —Tomó aire y se enderezó quitando algunos de los rulos que habían caído sobre su rostro—. Me gustaría tener tu número de celular. —Y ahí estaba esa sonrisa brillante, que en algún punto no sabía si me agradaba, la envidiaba o la detestaba; y es que después de Mael jamás pude volver a sonreír de la misma manera.
—No tengo. —contesté firmemente—. Y si me disculpas tengo cosas que hacer y me estas quitando el tiempo. —Terminé por contestarle para luego tomar a los chicos del brazo y seguir caminando.
—¡Estoy segura que nos veremos más seguido! —gritó en lo que nosotros avanzábamos.
Toda esa situación fue muy rara e incómoda, la verdad es que no se para qué quería mi número si no nos conocíamos.
Fuimos en silencio durante todo el camino, ninguno se animó a decir nada.
—Llegaron... ¿Te fue bien en el trabajo? —Ivo fue el primero en darnos la bienvenida una vez que llegamos a casa.
—Hola... —Saludé sin ánimo—. Si la verdad que si. —Todavía estaba absorta en mis pensamientos.
—Ve a cambiarte que ya casi esta la cena. —Luca salió de la cocina con los guantes puestos.
—Me daré una ducha rápida y luego vendré a cenar, pero si tienen mucha hambre no me esperen. —Tras decir eso subí las escaleras para llegar a mi cuarto.
Dejé mi bolso sobre el suelo y me recosté sobre la cama por un momento para repasar mi día. Tomé del bolso mi celular para revisar los mensajes y tenía varios de Taras y de Iluka deseándome una buena noche en el trabajo.
Cerré los ojos y los imaginé por un momento a mi lado, en las noches es cuando más los necesitaba.
Respiré profundo y me puse de pie para irme a dar una ducha, mi estómago reclamaba la cena y al parecer Luca había cocinado carne al horno, mi favorita.
No debía de pensar tanto en algo que no era importante. Con ese pensamiento me metí en la ducha para ir a cenar.
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