CAPÍTULO X
~PDV NEUS~
Luego de que Mael saliera en busca de lo que sería mi sentencia de muerte, Iker se marchó tras saludarme y dedicarle una mirada que no logré descifrar a mi amiga.
Iluka tomó asiento a mi lado acomodándose la ropa y el cabello.
-¿De verdad quieres que viva con él durante tres días? -pregunté tras soltar un pesado suspiro.
-En realidad me parece divertida la situación. -Me miró con diversión en sus ojos, eso solo corroboraba sus palabras-. Pero si lo piensas de una manera positiva no tendrás que gastar tus ahorros y no tendrás a un desconocido en tu casa. -Sonaba totalmente segura de lo que estaba diciendo.
-¿Hablas en serio? Mael es un extraño. -dije exaltada ante la tranquilidad de ella.
-En parte si y en parte no. Solo olvídate de eso por unos días y tómalo como una inversión para no gastar tus ahorros de viaje. -Sonrió de lo más tranquila, cuando estaba por contestarle Mael hizo acto de presencia con unos papeles en sus manos.
-Ya está todo listo ¿Nos vamos? -¿Cómo era posible que este hombre lograra sacarme de quicio con una simple sonrisa?
-Y si no queda de otra. -Estaba resignada, qué más podía hacer.
Iluka fue a buscar una silla de ruedas, pero en realidad quería dejarnos a solas, se le notaba en los ojos, su diversión ante la escena era algo que no podía ocultar.
Traté de mover mis piernas por mi misma, pero en el instante en que siquiera mandé la información de mi cerebro a mis músculos éstos me dejaron saber que no obedecerían y en su lugar una corriente eléctrica atravesó todo mi cuerpo haciendo que soltara un grito de dolor.
-Deja que te ayude. -Mael, que había estado observando todo desde una esquina, se acercó en mi auxilio.
-Podrías haberme ayudado antes. -Le recriminé.
-Si lo intentaba te negarías, por lo que lo mejor era que te dieras cuenta por ti misma de que necesitarías ayuda. -Me sostuvo con delicadeza las piernas acomodándolas en una posición en la que pudiera cambiarme.
A decir verdad, es cierto que si me hubiera querido ayudar en primera instancia le hubiera ladrado prácticamente, siempre estoy a la defensiva y más si se trata de hombres.
Mi amiga llegó con la silla de ruedas y me ayudó a vestirme, una vez que terminamos Mael me levantó entre sus brazos y me colocó lo más suave que pudo en la silla, luego nos dirigimos a la salida a la espera de un taxi.
-¿No vas con nosotros? -pregunté a mi amiga viendo que hacía señas para parar otro taxi.
-Lo siento bebé, pero se me hace tarde para ir al trabajo. Te dejo en buenas manos. -Eso último lo dijo mirando a Mael y guiñándole un ojo. Ella en verdad buscaba jugar con fuego.
-Espera a que me recupere y reza por tu vida. -Moví con mis manos la silla de rueda en dirección al taxi que me estaba esperando mientras la leal de mi amiga huía.
-No te molestes, pero voy a ayudarte. -Me avisó para tomarme con cuidado y sentarme en el asiento trasero del auto para después guardar la silla.
Cerré por un instante los ojos para calmarme y hacerme a la idea de que tendría a este idiota a mi alrededor durante tres días. Me asusté al sentir el golpe de la puerta cerrarse y volteé para mirarlo.
-No se dónde vives así que, qué te pareces si le dices al chofer la dirección. -No podía creer lo paciente que era.
-Siga por esta derecho que yo le indico. -Mi voz sonaba irritada, pero no podía hacer nada al respecto, la situación me superaba.
Tardamos alrededor de quince minutos, el paisaje nocturno era simplemente hermoso, la ciudad iluminada por las cabañas y los árboles otoñales daban una sensación de relajación que no podrías encontrar en otro sitio.
-Aquí. -Le dije al chofer señalando un departamento con el frente verde.
Inmediatamente Mael buscó la silla y me bajó tras pagarle al chofer y darle las gracias.
-¿Lista para nuestra aventura? -preguntó emocionado en un tono burlón.
-Calla y pasa. -Le recriminé tras darle vuelta a la llave de la puerta principal.
Me moví con cuidado hasta llegar al interruptor, que una vez encendido dejó al descubierto un living con muebles rústicos, a lo que él miraba asombrado cada detalle.
-Es hermoso Neus. -exclamó dejando mi bolso en el sillón de cuero negro que estaba a su derecha.
-Gracias, la verdad es que me gusta mezclar varios estilos a la vez. -No podía relajarme con él solo en mi casa, era la primera vez que un hombre entraba en ella, mi lugar sagrado por sobre todas las cosas-. Sígueme que te muestro el resto. -ordené de mala gana.
Él me miró por unos segundos sin saber en qué estaba pensando y eso es lo que más me aterraba, aunque también me aterraba la idea de pensar que podía llegar a ceder a sus encantos en los días que pasemos juntos.
-Por aquí está la cocina. Aquí el baño principal, aquí tu cuarto y aquí el mío. -No había mucho que apreciar, la decoración era casi la misma que la de la entrada, lo único que cambiaba era mi cuarto, que era mucho más moderno por así decirlo-. Voy a bañarme para sacarme el olor a hospital y a enfermos. -Entré sin darme cuenta de que él venía detrás.
Mi habitación contaba con paredes pintadas de un verde manzana, qué podía hacer el verde era mi color preferido. Una cama de dos plazas se encontraba a un lado de la puerta y en lugar de tener una cabecera tenía una especie de mesada alrededor de toda la cama dejando lugar solo a un lado por donde se podía pasar. La mesada era de un color marrón claro y estaba repleta de libros de todo tipo en los costados, mientras que en la parte de lo que sería la cabecera había una pequeña lámpara en forma de árbol a un lado y en el otro extremo un parlante.
Pero lo más impresionante de mi cuarto era el extenso ventanal que dejaba al descubierto un cielo totalmente estrellado y el jardín con un viejo árbol de cerezo, nunca supe quién lo había plantado, cuando compré la casa me dijeron que ya se encontraba desde hacía mucho tiempo. En una parte del ventanal había colocado una especie de diván pero mucho más cómodo y menos psicoterapéutico.
En frente del ventanal habían dos puertas, una era mi closet y la otra la puerta que conducía a mi baño personal, en donde me gustaba pasar extensas horas en la ducha luego de haber corrido algunos kilómetros.
-¿En verdad duermes o vives aquí dentro? -Su pregunta me sacó de mis pensamientos encontrándome en la puerta del closet buscando la ropa y la toalla para después del baño.
-¿Todavía estas aquí? -Esperaba que se diera cuenta de la indirecta y que me dejara estar sola, al menos aquí en mi cuarto quería estar sola.
-¿Cómo piensas bañarte, si se puede saber? -Su postura de brazos cruzados y sonrisa en su rostro me hizo saber que necesitaría de su ayuda y eso comenzó por volverme loca.
-Pues con agua, eso es más que obvio. -Y me dirigí hasta el baño pero la puerta era demasiado angosta para que mi silla de ruedas pasara por ella. Lo intenté varias veces sin éxito, y sin más remedio tuve que pedir ayuda-. ¿Hasta cuándo piensas quedarte parado ahí? -Ya me encontraba con los nervios de punta.
-No me has pedido que te ayude y no quiero ser alguien entrometido. -Se excusó con falsa modestia.
-Te mataré si no me ayudas. -Lo amenacé.
-Que quede claro que lo hago porque temo por mi vida. -contestó muy divertido.
-Solo déjame lo más cerca que puedas de la bañera, yo me encargaré del resto. -Ordené, a veces olvidaba de que me estaba ayudando y que no era mi sirviente, sin contar que si no fuera por él vaya a saber Dios en qué condiciones estaría.
Mael avanzó con pasos decididos hasta mi, tomó con delicadeza mis brazos para que los envolviera alrededor de su cuello, después me tomó de la cintura y afianzando su agarré me llevó hasta una silla que tenía dentro.
No dijo nada, colocó el tapón en la bañera y abrió el grifo de agua caliente. Miró por todos los estantes hasta dar con una sales que guardaba y las vertió dejando que un exquisito aroma a jazmín, mi preferido, inundara el baño. Cuando la bañera estuvo casi llena cerró el agua y volvió a dirigir su atención a mi.
Con cuidado sacó mis botas y mis calcetines, se detuvo por un momento y se volvió para mirarme.
-Se que no te va a gustar, pero necesitas mi ayuda para desvestirte e ingresar a la bañera, no voy a mirar nada que no deba, así que solo por esta vez confía en mi. -Después de decir eso desabrochó lentamente mi jean, y mientras me sostenía colgando de su cuello sin apartar sus ojos de los míos los bajó junto con mis bragas, eso hizo que mis nervios aumentaran un cien por ciento.
Cuando se aseguró de haberlos bajado lo suficiente volvió a sentarme con cuidado, y cerrando los ojos terminó por sacarlos y dejarlos a un lado, mientras que yo estaba paralizada.
Subió de nuevo su mirada hasta enfocarse en la mía y tomando mis brazos para extenderlos hacia arriba quitó mi blusa, para después seguir con mi sostén, nunca antes había estado tan nerviosa en mi vida, sin contar de que habían pasado años desde que un hombre me vio desnuda.
-Voy a meterte en la tina. -Su voz se había vuelto lo bastante ronca como para que me diera cuenta de cuánto estaba luchando internamente con la situación.
El tacto cálido de su mano en mi espalda baja se sintió bien, algo que no pasó desapercibido para mi, y él en todo momento mirándome fijamente me dejó dentro del agua. Tomó mi ropa y salió del baño cerrando la puerta, mientras que yo me quedé pensando en lo que acababa de suceder.
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