Epílogo

―Entonces, ¿Huiste de ahí...? No me dejaron rescatarte, Kanon... lo intenté, pero no pude...

―No es tu culpa, Saga...

Ambos gemelos se dirigieron a casa del mayor para platicar su vida y, de paso, descansar después de tantas impresiones. En la sala de su ahora hogar, Saga derramaba innumerables lágrimas que enjugaba su hermano. Deseaba desahogarse lo más pronto posible en caso de alguna emergencia si Kanon debía separarse de él. Debía decirle al menos lo que sentía, no para atarlo, sino por simple conocimiento de la situación.

―Cuando cumplí la mayoría de edad, ―Comenzó a decir más tranquilo. ―me dediqué a buscar a la otra familia de nuestro padre, pero en los registros sólo estábamos nosotros...

― ¿Cómo? ―Cuestionó Kanon oyéndolo atento y sin poder creer lo que su hermano le confesaba. ― ¿Quieres decir que papá nunca engañó a nuestra madre?

―Bueno, si la engañó, nunca tuvo hijos con ella, pero, Kanon... esto significa mucho para nosotros. ―Respiró hondo y desvió la mirada al suelo. Kanon entrelazó su mano con la de su hermano brindándole apoyo, acción que su gemelo animó a continuar, avergonzado. ―Sí, hermano. Esa experiencia se quedó tatuada en mi mente, al igual que muchas dudas al respecto... ―Levantó sus verdes ojos hacia los de Kanon. ―Dime, Kanon, ¿Por qué mamá quemó la casa en un arrebato de cólera?

―Pues... no lo sé. Supongo que estaba loca o algo así...

―Como siempre, eres muy directo.

―No me digas que... ―Kanon tragó saliva al ver a Saga asentir:

―Después de ir al registro civil, revisé también el historial médico de nuestra familia y descubrí que mamá sufría de Esquizofrenia Paranoide. Papá nunca supo debido a que esa enfermedad se caracteriza porque sus síntomas se desarrollan desde los veinte años y él se casó por esa edad. ―Kanon lo escuchaba con atención y nuevas lágrimas brotaron por sus orbes. Saga volvió a desviar la mirada y se apartó tomándose de los cabellos. Tímido, su gemelo le preguntó:

― ¿Eso cómo influiría en nosotros, Saga?

―Yo... ―Balbuceó el nombrado. ―Yo... tengo trastorno Bipolar... aunque los médicos dicen que se desarrolló tras el incendio... y es setenta por ciento probable que tú lo tengas... ―Lo miró fijamente descubriendo que su igual se había quedado sin palabras.

El gemelo se sentía abrumado por las noticias. No podía dejar solo a Saga ni un momento y... aunque le dijesen que se había ganado un millón de Euros, no lo dejaría por nada en el mundo. Su destino había sido arreglado como guardaespaldas de la familia Solo durante toda su vida... mas decidió cambiarla para unirse a su hermano. Luchó contra los obstáculos en forma de sufrimiento sin dejar un segundo de pensar en Saga y ¿Qué tenía ahora? Un gemelo cicatrizado por los recuerdos de una amarga experiencia...

Saga se levantó del sillón para caminar nervioso por la gris alfombra y dejando que los jades ojos de su gemelo lo siguieran. Los gestos de preocupación y tristeza dictaban que su destino ya se había escrito. Sin embargo, ¿Sería capaz de ir en contra de él?

―... Y si eso te incomoda, respetaré la decisión que tomes... si quieres irte y continuar con tu vida...

―Saga... ―Pidió su hermano sin dejar de perseguirlo con la mirada. El aludido pareció no escucharle y siguió convenciéndose de sus palabras, aunque en el fondo de su alma cayera al abismo de la desolación:

―... Yo no seré quien te arruine la vida, Kanon...

―No, jamás podría hacer eso. Yo estoy aquí porque he deseado estar contigo...

―Créeme que no quiero que te veas en una encrucijada por mí...

―Saga, no es así. Yo estaré contigo siempre... Tú eres parte de mí y yo de ti. Si tú te caes, yo lo haré contigo y nos levantaremos juntos. ―Se aproximó hacia su gemelo hasta quedar frente a él.

Tomó entre sus manos la afilada barbilla de Saga para obligarlo a encararlo. Al elevar su mentón, Saga se encontró con la angustia proveniente de los globos oculares de su gemelo... Esas caricias, las palabras de aliento, todo ello lo confortaba sorprendentemente... pero no quería que Kanon sufriera como él en toda su vida lo había hecho...

―Saga... ―Solicitó su hermano dócilmente. ―No vuelvas a decirme que me aparte de ti. Yo... ―Pasó saliva con dificultad y por primera vez, sus labios tiritaron de inseguridad. ―Te amo, Saga...

Las pupilas del nombrado gemelo se redujeron al escuchar los deseos que nunca pudo pronunciar delante suyo. El asombro invadió su expresión. La respuesta corporal de Saga -que se alejó un poco de él- provocó en Kanon un terrible arrepentimiento, de modo que intentó disculparse torpemente:

―Lo siento... debe ser confuso todo esto, ¿Verdad? ―Rió avergonzado a pesar de no ver a Saga responder. ―Sí, creo que lo es para mí también...

―Kanon... ―Musitó el otro observando cómo Kanon se llevaba sus dedos a la nuca.

―Sí, lo sé. Soy un blasfemo, ¿Verdad? La sociedad debe odiarme por ello y tú también... sé que esto debe enfadarte y...

―Kanon... vuelve a repetirlo... ―Pidió su gemelo inexpresivo.

― ¿Qué? ―preguntó confundido. Saga asintió y reiteró su respuesta:

―Vuelve a repetirlo, Kanon. ―Su idéntico hermano bajó la mirada al suelo pronunciando:

―Te amo, Saga. ―Alzó la vista con una sonrisa en el rostro y rió un poco. ―Me desprecias, ¿Cierto?

―No.

Cuando Kanon cambió su sonrisa por desconcierto, Saga aprovechó la oportunidad de atrapar con sus labios los de su hermano y llevar sus morenos brazos al cuello del menor. Éste esperaba un fuerte golpe a su mejilla, pero no un beso en las comisuras de su boca. Debido a la impresión, sus labios se mantenían cerrados, a pesar que la lengua del mayor luchara por entrar y dar su contestación. Finalmente, Kanon dejó unirse a tan dulce demostración de afecto y siguió el ritmo que su gemelo orquestaba. Pronto, las mejillas de ambos se incendiaron dejando un rastro carmesí. Aquello representaba un regalo del mismo destino por cumplir sus objetivos principales.

Después de apartarse un palmo para dejar libremente recuperar el aliento, Saga pronunció más animado:

―Gracias...

― ¿A qué se debe ello, Saga? ―Preguntó extrañado. El otro sonrió enternecido.

―Gracias por corresponderme, Kanon.

―Pero... tú, Saga...

― ¿Nunca te preguntaste por qué te alejaba de mí? ―Kanon no pronunció palabra alguna. ―Fue porque si te acercabas más, no soportaría separarme de ti ni un segundo...

―Saga...

En vez de reprenderlo o golpearlo, en el peor de los casos, Kanon sonrió conmovido, ¿Cuántas veces había compartido esa situación? Era difícil numerarlas con certeza. Velozmente, las palabras fueron sustituidas por el roce de sus pieles. Las yemas rojizas despojaron con cuidado la tela en forma de saco y lanzándola lejos de ellos. Al mismo tiempo, Saga desabotonó la camisa descubriendo en el abdomen forjado, las huellas de su pasado. El menor se llevó las manos a las cicatrices y, de nueva cuenta, sonrió...

Aquello lo desconcertó, ¿Por qué sonreía? En seguida comprendió la respuesta al percatarse que Kanon ahora masajeaba los vestigios de sus antiguas heridas: ambos le agradecían a la vida por sufrir la ausencia y así obtener valor para expresar sus emociones. Aquellas caricias producían crecientes espasmos en el estómago agradándole. Deseaba que continuase por siempre, mas sabía que esa proeza no sería cumplida tal cual. Decidió conformarse con las nuevas sensaciones que atacaban su cuello e inducían exhalaciones placenteras...


Kanon se avivaba con los tímidos gemidos de su hermano e incitaban a seguir. Lo mordía, exhalaba su irregular respiración, succionaba su yugular, todo ello sin dejar de acariciar y hacer tiritar la espalda en cruel placer. Deseaba comerlo, tenerlo entre sus brazos y no dejarlo ir. Llevaba sus manos hacia la marcada espina dorsal de Saga sin poder contener más sus ansias de poseerlo. Las hebras de su cabello se movían hacia un lado de la cara mezclándose con las de su hermano. Podía sentir unas cálidas manos abrazarlo de la cintura y masajear su pecho. Anhelaba que el personal juego siguiese, pero aún más el ponerlo cómodo en el cual recostarse...

El mayor no opuso resistencia alguna a su cuerpo al ser conducido hacia el confortable sillón, mas no deseaba entregarse en ese sitio. Optó por llevar la pauta y jaló el musculoso brazo de su gemelo hacia su habitación. Observaba con detenimiento sus facciones de confusión presentes en su rostro mientras abría la puerta. Una vez adentro, Saga colocó a su hermano detrás de ella, cerrándola de tajo a causa de sus pesos, para inundarlo con lascivas caricias en su dermis. Sentía que su acto se complementaba al ser desnudado por completo, sin ni siquiera extrañarse de ello, como si hubiera sido natural y cotidiano...

El menor jalaba con suavidad el cinturón del pantalón formal de Saga y lo arrojaba lejos. Bajó el exceso de casimir hacia abajo, ayudando al otro a deshacerse de él. Encontró un sexo erguido y palpitante que pegó a su entrepierna mientras su dueño seguía amasándolo más intenso que nunca. Esa causa indujo que Kanon se dejara regar del calor exudado fraternal y continuara la no difícil tarea de desvestirse, tirando de sus ropas de una vez. Finalmente, su gemelo se alejó para apreciarlo en su totalidad. Sintió sus mejillas arder de la vergüenza al percatarse de la carnal mirada de su amante y se llevó una mano convertida en puño al pecho.

Le parecía varonil. Ese cabello ahora negruzco que descansaba en su abdomen y afanosos hombros; la bronceada tez abochornada y exaltando aquellas orbes glaucas que parecían brillar, similares a las más costosas joyas de un jeque árabe; su miembro, delicioso, exquisito, tenso; piernas y brazos musculosos, fuertes. Todo sumado a la nueva capa de sudor, plácido. Una obra maestra de las que Grecia adoraba en la antigüedad. Poderosa y a la vez sumisa. No podía esperar menos de alguien a quien había deseado con frenesí excesivo...

Dándole el suficiente tiempo para admirarlo, el gemelo menor se fijó en el vouyerista que tenía enfrente. No eran tan diferentes después de todo. La misma piel tostada que los inclementes rayos del Sol tiñeron con el tiempo; sus ojos casi iguales de tono, anhelantes, seductores; pelo azulino que la Luna lo volvía más brillante con sus delgadas hebras. Y una sonrisa cómplice apareció. Significaba tanto y nada. Pronto, su cuerpo finalizó el espacio en actuales caricias, ansiosas, abundantes, gozosas. Rozaban inconscientes sus erecciones proporcionándole al momento más fervor mientras que sus labios –ya empapados de su néctar personal- succionaban, mordían, se entregaban...

Saga, abrazándolo, obligó a su hermano caminar hacia el confortable lecho que los dos esperaban. Lo recostó con suavidad sin perder el ritmo de sus bordes jadeantes. Atravesó con suaves besos las mejillas escarlatas para bajar a su mentón afilado y de ahí, a su terso cuello. El corazón no cabía de gozo al sentir, sobre las papilas gustativas, calidez intensa en su dermis, salado por gotas de sudor griego. Sonrió para sí. Su característico olor, que buscaba anteriormente entre sus sábanas de pequeño, no había cambiado con el paso de los años; al contrario, permaneció como parte de sí... Una fina esencia que se negaba a olvidar...

Para Kanon, resultaba complicado regular su respiración y tragar saliva al mismo tiempo. Su hermano conocía tan bien su cuerpo al tocar cada estímulo crispando sus nervios con demasiada facilidad. Sencillamente, no podía más. Quería y no quería ser torturado por la dulzura y decidió que no se quedaría atrás. Comenzó a deslizar sus largos dedos por las hebras alborotadas hasta llegar al cuero cabelludo del mayor. Sus manos tomaron el control de su cráneo. Saga interrumpió abrupto el recorrido –que amenazaba por llegar a sus erectos pezones –, y subió la vista. Kanon sonrió negando con la cabeza que aquello había terminado, que anhelaba subir de nivel... Tanta conexión compartía con su hermano que éste ensanchó sus labios correspondiendo al gesto...

Entendió el mensaje, su actitud y sentimientos, sin embargo no los llevó a cabo. Volvió a su tarea, lamiendo, mordiendo y succionando las tetillas sonrosadas que se elevaban conforme a los delicados movimientos entre la lengua y labios rojizos. El contacto con su piel hacía enardecerlo hasta al borde la locura, mas no se dejó caer en la pasión y continuó su labor. Su lengua pronto bordeó su ombligo, conexión desde el inicio de sus tiempos. Lamía, succionaba, besaba, mordía, todo ello con la paciencia de la noche. Su lengua diversas veces se adentraba hasta tocar el fondo y volver a empezar. Antesala de una perversión conjunta casi lista para ser ejecutada...

El hermano menor se levantó precipitadamente y frunció el entrecejo al verse ignorado por su igual. También deseaba participar y no ser masacrado en la suavidad del momento. Tomó una decisión: matar o morir. Llevó sus manos al cabello de su gemelo y los sujetó con firmeza para conducir su rostro al miembro palpitante. El otro dudó un instante antes de engullirlo entero y succionarlo desde sus paredes bucales. Un gemido salió creciente de su boca, una sensación que el otro aprovechó para dejarse llevar otra vez y demostrarle a su hermano el lado tierno del pecado carnal... un verdadero deleite para ambos... aquello era mejor de lo esperado. Aun teniendo sus dedos aferrados en la añil cabellera, jaló un poco hacia afuera indicando que se recostara en la cama. El otro obedeció y se colocó con el miembro apuntando al techo, esperando, deseando, percibiendo la consumación de un acto que nadie entendería, excepto ellos...

Kanon subió al cuerpo de su espejo a gatas, sí, lamiendo su pene, viscoso por el plasma blanquecino que se desbordaba lentamente. Los suspiros sonoros de Saga provocaron que, sobre ese eje, Kanon girara ciento ochenta grados quedando el miembro palpitante en la boca del mayor. ¿Ésta era la unión que deseaban? No, necesitaban más, algo similar a una droga psiquiátrica... algo que los llevara a ser uno solo... ambos comenzaron a lamerse entre sí brindándose crecientes olas de placer continuo, delicioso. Sus lenguas se movían en círculos, tratando de succionar suave sus rígidos miembros, contraste de sensaciones deleitables.

Pronto la mano de Saga se colocó en el trasero de su hermano y comenzó a masajearlo con creciente lascivia. La otra sostenía su entrepierna masajeando sus testículos, cosa que satisfacía a los dos gemelos. El anhelo conjuntado con el deseo de poseerlo en su totalidad los carcomía a cada segundo. Pronto fue el momento en el que el menor se separara para levantarse de la cama y mirarlo una vez más. El gemelo mayor quedó atónito y confundido, a no ser que un segundo después recibió una sonrisa de comprensión y un esperado susurro, pacto prohibido que había firmado con su alma y carne mismas:

—Te amo, Saga...

—Yo también te amo, Kanon... —mas una duda le carcomía su estabilidad emocional, si Kanon volvía a irse de su vida, ¿Soportaría su ausencia fría, vacía, incontrolable? ¿Sería capaz de aceptarlo, ya no decir superándolo? No quería que se apartara, no otra vez. La angustia, al mismo tiempo que la desolación, lo acompañaba sin descanso. Preguntar era más doloroso que respondiendo y le costaba más trabajo porque tal vez no le gustaría la contestación del otro. No deseaba atar a su hermano a su destino cruel. Mucho había sufrido con su bipolaridad, como para dejar que el otro llevara parte de su carga. Una lágrima nueva recorría las comisuras de sus ojos hacia la sien, trazando un doloroso camino, simulando el destino de su dueño...

Esta acción provocó que Kanon retrocediera un paso, ¿Por qué razón lloraba Saga? ¿Acaso no estaba feliz de estar con él o... eso lo atormentaba? ¿Era su enfermedad lo que lo ponía en ese deplorable estado? Podía ser la última opción... o eso quería pensar. ¡Tanta conexión desde el vientre materno que no se daban cuenta que ya sabían las respuestas del otro sin preguntarse entre sí! El menor comprendió que no era el presente el que lo entristecía, sino el futuro que les esperaba a ambos. Tal vez su carácter no era tan provisorio como el de su hermano, pero ayudaba en gran parte a no preocuparse por trivialidades que no pasarían. Fue entonces que llevó su mano a la sien de Saga y le sonrió para besarlo una vez más...

—Si te preocupa el que me vaya, mejor deshecha esa idea, porque el destino nos formó para estar juntos, hermano.

Aquellas palabras apenas susurradas le llenaron de carmesí su rostro. Esos ojos serenos, comprensivos, amables le daban fortaleza y mesura, esa que había perdido con el paso de los años. Entonces, quiso regalarle algo que jamás olvidaría: su sonrisa blanca. Significaba tanto como un te quiero; no me olvides, por favor; ámame más... y te amaré por siempre. Un simbolismo tan conceptual que encerraba los sentimientos vividos de un presente...

Kanon decidió que deseaba estar en él tanto como fuese posible y lo permitiera. No sabía si se quedaría, pero no permitiría ser el hombre que destruyera una ilusión. Suspiró y tomó ambas piernas colgantes sobre la cama para acercar más su cuerpo con el de su hermano. La sonrisa seguía en sus labios, como si quisiera permanecer ahí por siempre. Rápidamente, levantó los muslos firmes de Saga y procedió a separar la estrechez de sus glúteos hasta encontrar la abertura deseada. Sonrió más, ahora pícaro. "Así que todavía no te has entregado, hermanito." Pensó mientras la rosada lengua humedecía aquel anillo de carne en pequeños círculos y uno que otra presión en él. Pronto sintió que palpitaba intenso, incluso violento y deseoso. Ya era tiempo de la segunda fase de caricias...

En tanto, Saga apenas si podía contener las exhalaciones de aire al sentirse profanado en un área tan sensible. Le envolvió un sentimiento contrastante. Deseaba que continuase, lamiendo hasta el fondo, llenando todo de su fluido caliente, envenenando la intimidad de pecado. Por otra parte, quería que parase para no volverse loco de la delectación en la que estaba envuelto. Una sensación compleja sin duda. Poco a poco su mano se deslizaba a través de su piel, arrastrando consigo la sensibilidad de la misma. Su miembro se erigió más que nunca, moviéndose solo, latiendo fuertemente, convirtiéndose en un pedazo duro cada vez más...

Decidió detenerse al notar la mano de su hermano viajar por la dermis y la tomó inesperadamente. Se le ocurrió una idea, tal vez descabellada, tal vez deleitante, pero nunca desagradable. Guió el índice de su gemelo y salió de su resguardo para mirarlo a la cara:

— ¿Nunca te has tocado, hermanito?

—No. —Respondió el otro asustado, más por las facciones de malicia que de la pregunta indecorosa. Kanon extendió más su sonrisa y le propuso:

—Entonces, ¿Qué te parece si lo intentas? ¿Eh?

—Pues... —El carmín volvió con más intensidad en sus mejillas. El gemelo menor lo incitó acariciando su entrada delicadamente:

—Vamos... de todos modos, será un juego que haremos siempre...

No dijo más. Ambos no lo necesitaban. Kanon introdujo el dedo de su hermano en su propio acceso lentamente, en movimientos circulares, siguiendo de cerca con su lengua para empaparlo y hacerlo más fácil. Unos centímetros adentro, uno afuera, otro afuera, uno más adentro, otro afuera, otro más afuera, otro afuera y después todo adentro. Su lengua percibió los pálpitos más intensos y sonrió volteando a ver a su compañero de nuevos "juegos". Lo encontró sonriendo también, empapado en sudor, tratando de jalar el aire con dificultad. Aquello le pareció una tortura hecha realidad y de pronto, prestó atención a su miembro que requería unirse a él...

Esos brazos tomaban de sus caderas, preparándose ante su deseo más profundo. Sintió cómo, entre la estrechez, se abría paso el miembro acalorado de su gemelo, quedándose ahí, hiriendo la piel interna. Un pequeño grito se escuchó en la habitación, seguido por otro gemido similar. Saga calló con su mano cerrando fuertemente los ojos escapando una lágrima, para no sentir, para no quejarse. El pulgar de su gemelo tocó la mejilla secando el rastro de sal y preguntó:

— ¿Puedes seguir?

Asintió rápidamente. Pronto comenzó a moverse en vaivén, acostumbrándose al dolor de tener su pene oprimido en la abertura. Se dio cuenta que los movimientos bruscos incitaban a una oleada placentera en todo su cuerpo. En tanto, los circulares relajaban el lugar, presintiendo que tal vez a Saga le gustaría más. Siguió con delicadeza, lentamente para disfrutar todas las sensaciones que ambos cuerpos aportaban. Deseaba que recordara su encuentro por siempre. Deseaba quedarse así, moviéndose pausado, lamiendo su cuello, entregando la mitad de su alma. Alejaba sus testículos de la piel canela de su compañero para volver a enterrar el pedazo de carne otra vez. Se acabó el refinamiento para dar paso a una rudeza más deliciosa...

El repentino cambio de movilidad desconcertó a Saga, además de producirle una embriaguez casi punzante. Apenas si soportaba el miembro de su hermano en su diminuto esfínter como para recibir sus embestidas salvajes. Notaba que su cuerpo se llenaba con pequeños espasmos, a la par de latidos por parte de su órgano, caliente y rojo. No podía más, se retorcía como podía, apretaba los párpados, gemía sonoramente, crispaba sus puños. Todo en un solo clamor, tan falto de aire:

—Eres cruel, Kanon... pero siempre has sido así... y eso no lo cambiaría... porque dejarías de ser tú...

— ¿En... serio, Saga? —cuestionó su gemelo con una sonrisa de éxtasis, presa de lo profano. — ¿De verdad... soy tan cruel... como tú dices? No te creo, hermano...

—Sí... eres... cruel...

Fue lo último que pudo decir antes de oír un gemido por parte de Kanon aturdiendo sus oídos. De su abertura incandescente podía notar que resbalaba el esperado semen por sus paredes rosadas y el miembro palpitando y abriéndolas inconsciente de ello. Aquello provocó que intensas sensaciones de máximo placer originaran la salida del anhelante líquido lechoso sobre su marcado abdomen. Y después, la falta de aire en sus pulmones. Luego, el cansancio de un largo día y parte de la noche. Saga sintió el peso de su hermano al arrojarse sobre su cuerpo sudoroso y resbaladizo. El corazón todavía bombeaba con violencia la sangre, percibiendo los estragos del orgasmo de su gemelo. Algo que no podría olvidar toda su vida...

Kanon, a su vez, abrazó a Saga con vehemencia, compartiendo el calor que ambos emanaban, entregando su cansancio a través de los párpados caídos. Sus respiraciones chocaban haciendo un remolino de vaho, casi imperceptible y ahora sin importancia. El gemelo mayor casi podía asegurar que había tocado el mismo cielo al que no iría si creyera en él. Incluso podría morir ya, pero aún le faltaba un gran recorrido por el vasto camino de la vida. Kanon no se quedaba atrás. Había tomado una decisión y estaba seguro que su hermano lo apoyaría, incluso si volvían a separarse. Tomó aire profundamente antes de soltarlo todo y abrir la boca. Abrió los ojos y le susurró:

—Saga... —tragó saliva, ¿Estaba seguro de lo que estaba diciéndole? Negó con la cabeza y tomó valor. — ¿Crees que pueda todavía estudiar la preparatoria en tu escuela?

— ¿Qué?

—Pues... sí. Creo que serías un excelente alumno y si eres persistente como hoy, seguro pasarás el año... pero ten cuidado, soy muy estricto... —sonrió de lado. El otro respondió:

—Bueno, ya sé la forma exacta de ganarme al Profesor, ¿No lo crees?

FIN


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