VI

Capitulo 6:

Aquella noche, Rin no tenía ganas de hablar. Llegó a casa con los pequeños bocadillos que había prometido a sus hijas, pero su mente estaba en otra parte. Les dio los dulces con una sonrisa forzada, besó sus cabecitas y se retiró a su habitación, cerrando la puerta con un suspiro que llevaba todo el peso del día.

Se dejó caer en la cama, sintiendo cómo el cansancio la envolvía. Pero el sueño no llegaba. En su lugar, su mente se llenó de preguntas, de recuerdos, de emociones que no podía controlar. Se imaginó mil veces este escenario, el día en que se encontrarían de nuevo, y en cada una de esas veces, se veía tranquila, serena, dueña de sus emociones. Pero la realidad era otra. No estaba tranquila. No estaba serena. Estaba herida, confundida, y cada vez que cerraba los ojos, veía su mirada fría, escuchaba sus palabras cortantes.

—No confío en que puedan manejarlo solos.

—No pierdan mi tiempo.

Cada frase era un golpe directo al corazón. ¿Realmente no la recordaba? ¿O simplemente estaba fingiendo? No podía saberlo, pero cada segundo bajo su mirada era una tortura. Pensar que él había actuado como si no la conociera... no sabía si era mejor eso a que la hubiese despedido en el mismo momento en que la vio. Al menos, en ese caso, habría tenido una respuesta clara. Pero esto... esto era un limbo, un dolor constante que no cesaba.

—¿Cometí un error? —susurró para sí misma, mirando el techo de su habitación. Pero no, no podía ser. Ella no había hecho nada malo. Él era quien había cambiado, quien había decidido borrarla de su vida como si nunca hubiera existido. Y ahora, actuaba como si ella fuera una extraña, como si todo lo que habían vivido juntos no hubiera importado.

Se sentía herida, más que eso, traicionada. Cada mentira, cada omisión, cada detalle que ahora descubría sobre él —el CEO de una empresa, heredero, otro apellido— destrozaba su corazón un poco más. ¿Cuánto más tendría que soportar?

El sonido de los autos en la calle y el silencio de la noche se mezclaban en su mente, creando una cacofonía que no la dejaba en paz. Estaba harta de pelear con Sesshomaru, de una y otra cosa. No era claro. No era justo. Y lo peor era que no podía hacer nada al respecto.

De repente, una pequeña manita se posó en su brazo, sacándola de sus pensamientos.

—Mamá... —susurró Setsuna, con esa vocecita suave que siempre la enternecía.

Rin se incorporó en la cama, mirando a su hija. La pequeña estaba de pie junto a la cama, con su peluche favorito en brazos y una expresión de preocupación en su rostro.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —preguntó Rin, intentando sonreír, pero su voz sonó más débil de lo que esperaba.

Setsuna asintió lentamente, pero no por ella. —No quiero dormir sola —susurró, acercándose más a su madre.

Rin no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Abrió los brazos y dejó que su hija se subiera a la cama, abrazándola con fuerza. En ese momento, supo que no importaba cuánto la lastimara Sesshomaru, no importaba cuánto doliera el pasado... ella tenía que ser fuerte. Por sus hijas. Por su futuro.

—Está bien, mi amor —susurró, acariciando el cabello de Setsuna—. Puedes dormir aquí conmigo.

.-.-.

La mañana siguiente, Rin se despertó con una pesadez que parecía haberse instalado en su cuerpo durante la noche. No quería levantarse. No quería enfrentar otro día en la oficina, otro día bajo la mirada fría de Sesshomaru. Pero la vida no le daba esa opción. El aroma a desayuno recién hecho llegó hasta su habitación, seguido de las pequeñas manitas de Setsuna, que la sacudían suavemente para despertarla.

—Mamá, mamá —susurró la niña, con esa vocecita dulce que siempre lograba ablandarla—. Towa dice que si no te levantas, ella se comerá tu pan tostado.

Rin abrió los ojos lentamente, encontrándose con la mirada preocupada de su hija menor. Setsuna estaba de pie junto a la cama, con su peluche favorito en brazos y una expresión que mezclaba curiosidad y ternura. Detrás de ella, Towa asomaba desde la puerta, con una sonrisa traviesa que delataba sus intenciones.

—No te preocupes, Setsu —dijo Rin, forzando una sonrisa mientras se incorporaba—. No dejaré que tu hermana se coma mi desayuno.

Las risas de las niñas llenaron la habitación, y por un momento, Rin logró olvidar el peso que llevaba en el pecho. Era un nuevo día, y aunque no tenía ganas de enfrentarlo, sabía que no podía permitirse quedarse en cama. Tenía que terminar el proyecto B-Kiga cuanto antes. Tenía que ser profesional. Si Sesshomaru había hecho la vista gorda al verla, ella también lo haría. O al menos, eso intentaba convencerse.

Se levantó, se vistió rápidamente y se sentó a desayunar con sus hijas y su madre. Las pequeñas no dejaban de hablar, contándole todo lo que no habían podido decirle la noche anterior, cuando la vieron tan cansada que apenas podía mantener los ojos abiertos. Rin las escuchaba con atención, sonriendo en los momentos adecuados, pero su mente estaba en otra parte. En la oficina. En el proyecto. En él.

Cuando terminó de desayunar, se puso a peinar a las niñas con movimientos rápidos pero cuidadosos. Cada risa, cada gesto de sus hijas le recordaba por qué luchaba cada día. Por ellas. Por su futuro. No podía permitirse fallar.

Finalmente, salió de su departamento y se dirigió a la oficina, casi tarde. El trayecto fue una mezcla de nervios y resignación. Sabía que sus compañeros ya estarían trabajando en ideas para mejorar el plan, y ella no podía permitirse quedarse atrás. Pero por más que lo intentaba, las ideas no llegaban. Su mente estaba demasiado ocupada preguntándose qué pensaría Sesshomaru, si la habría reconocido, si realmente la consideraba una extraña.

Al llegar a la oficina, encendió su computadora y trató de concentrarse. Pero las palabras en la pantalla se mezclaban, las ideas no fluían, y la frustración comenzaba a apoderarse de ella. Necesitaba un respiro. Necesitaba café.

Se levantó y se dirigió a la pequeña sala de descanso, donde el aroma a café recién hecho la recibió como un viejo amigo. Pero no estaba sola. Dos compañeras de otro sector de la empresa estaban allí, hablando en voz baja, como si compartieran un secreto.

—Oh, pensé que nos despediria—dijo una de ellas, una mujer de mediana edad que llevaba años en la empresa—. Sesshomaru Taisho no acepta proyectos a la ligera. Es conocido por ser un perfeccionista. Si no le gusta algo, lo descarta sin miramientos.

—Pero es guapo, ¿no? —comentó la otra, una trabajadora más joven, con una sonrisa coqueta—. Aunque dicen que es muy estricto,pero quizás

—No hagas tonterías, Yura —respondió la primera, con un tono de advertencia al pensar lo que la otra se refería—. El jefe es muy profesional, y además está comprometido. Se dice que a finales de año se casará con una mujer de alta sociedad.

Rin sintió que el mundo se detenía por un instante. Las palabras resonaron en su mente como un eco doloroso. Comprometido. Casarse. ¿Era posible? ¿Era verdad? No podía saberlo, pero el solo pensamiento le provocó un nudo en el estómago. Tan distraída estaba que casi derramó el café que acababa de servirse.

Las dos mujeres la miraron de reojo, notando su torpeza, pero no dijeron nada. En ese momento, Jakotsu entró a la sala, con una expresión de alivio al verla.

—Gracias a Dios que estás aquí, Rin —dijo, acercándose rápidamente—. Con Naomi hemos estado pensando algunas cosas, y ya que eres la ejecutora de este plan, pensé que debías revisarlas.

Rin asintió mecánicamente, sin mirarlo a los ojos. Solo quería salir de allí, alejarse de las miradas curiosas y de las palabras que la habían dejado sin aire. Jakotsu, sin darse cuenta de su estado, la tomó del brazo y la llevó de vuelta a su escritorio.

—Estoy tan estresado —confesó Jakotsu, pasándose una mano por el cabello—. Ya vamos a medio día y siento que no hemos avanzado nada. Para colmo, hace unas horas me llamaron y me dijeron que en la tarde pasará el asistente del jefe para ver avances. Mañana temprano, Sesshomaru vendrá personalmente.

Rin intentó animarlo, aunque su voz sonó más débil de lo que esperaba.

—No te preocupes, Jakotsu. Lo lograremos —dijo, mientras se sentaba frente a su computadora y observaba el trabajo que habían estado haciendo.

Habían estado buscando lugares bonitos para tomar fotos y probar el reloj B-Kiga, pero nada parecía lo suficientemente bueno. Rin sabía que de eso dependía su trabajo, su futuro, y el de sus hijas. No podía permitirse fallar.

Esa tarde, trató de concentrarse, sabiendo que cada minuto contaba. Pero por más que lo intentaba, las ideas no llegaban. Su mente estaba en otra parte.

Continuara...

Hola ,espero que este bien .Gracias por leer.

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