II

Capitulo 2

Esa mañana, Rin se levantó temprano, con un entusiasmo que no sentía desde hacía mucho tiempo. El sol apenas asomaba por el horizonte cuando se vistió cuidadosamente, eligiendo una falda negra y una blusa blanca que combinaban a la perfección con su blazer. Ajustó sus tacones, que aunque incómodos, le daban un aire de seguridad. Antes de salir, verificó que todo estuviera en orden en casa: las niñas aún dormían, acurrucadas bajo las mantas, mientras su madre terminaba de recoger la cocina.

—Suerte, hija. Todo irá bien. —Le dijo su madre, dándole un suave apretón en el hombro. Rin sonrió y asintió, ocultando sus nervios.

Llamó un taxi que la llevó directamente a Taisho Enterprises. Durante el trayecto, observó cómo las calles de Tokio desfilaban frente a ella. A pesar de que los años habían pasado, la ciudad seguía siendo una mezcla de lo familiar y lo desconocido. Nuevos edificios reemplazaban a los antiguos, pero ciertas esquinas permanecían como testigos del tiempo, inmóviles en su memoria.

Cuando el taxi pasó frente a una pequeña cafetería, Rin no pudo evitar sentir un golpe de nostalgia. Era el lugar donde había trabajado durante años, sirviendo cafés y limpiando mesas mientras soñaba con un futuro mejor. También fue ahí donde lo conoció a él. Sus pensamientos se detuvieron abruptamente. No quería revivir esos recuerdos. Sacudió la cabeza, exhalando profundamente, y desvió la mirada hacia el horizonte, enfocándose en lo que estaba por venir.

Al llegar al edificio, quedó impresionada por su magnitud. Las paredes de cristal reflejaban el cielo azul, y la entrada principal estaba flanqueada por imponentes columnas. Pagó el taxi, bajó y alisó su falda mientras ajustaba la correa de su bolso. Con pasos firmes, cruzó las puertas automáticas y se dirigió al mostrador de recepción.

—Buenos días, vengo por las entrevistas para publicista. —Dijo con voz segura, aunque su corazón latía con fuerza.

La recepcionista le indicó que subiera al tercer piso, donde se estaban llevando a cabo las entrevistas. Al llegar, Rin se encontró con una sala abarrotada de personas. Había al menos un centenar de postulantes, todos vestidos impecablemente y con carpetas en mano. Su entusiasmo inicial se tambaleó al ver la competencia.

Tomó asiento en una de las sillas disponibles y sacó su portafolio, revisando por última vez su carta de recomendación y los proyectos que había incluido. Mientras esperaba, observó a los demás aspirantes. Algunos murmuraban entre ellos, intercambiando datos sobre la empresa, mientras otros repasaban sus notas en silencio.

El tiempo parecía avanzar con lentitud. Después de tres largas horas, finalmente llamaron su nombre junto con el de otras dos personas. La condujeron a una sala de entrevistas donde la esperaba un panel de tres ejecutivos. Las preguntas fueron directas y exigentes. Querían saber sobre su experiencia, su capacidad para manejar presión y cómo podría aportar valor a la empresa. Rin se esforzó por responder con claridad, destacando sus logros y su pasión por el trabajo.

Cuando terminó, sentía que había dado lo mejor de sí. Antes de salir, le informaron que en dos días recibiría una llamada si avanzaba a la siguiente fase.

Eran las dos de la tarde cuando salió del edificio. Aunque estaba hambrienta y agotada, decidió aprovechar el resto del día buscando un departamento. Sin embargo, la búsqueda fue desalentadora. Los precios seguían siendo exorbitantes y ninguno de los lugares estaba cerca de un preescolar que aceptara a sus hijas a mitad del año escolar.

El segundo día no fue diferente. Rin recorrió varias agencias inmobiliarias, visitó departamentos pequeños y lejanos, pero ninguno cumplía con sus necesidades. Cada rechazo aumentaba su ansiedad. Aun así, se obligaba a mantener la calma por su madre y por las niñas.

Al tercer día, mientras caminaba por una calle secundaria, su teléfono sonó. Era un número desconocido. Contestó con cautela, y una voz amable le informó que había pasado a la segunda fase de entrevistas en Taisho Enterprises. La emoción la inundó de inmediato, iluminando su rostro.

Cuando llegó a casa esa tarde, contó la noticia a su madre y a las niñas.

—¡Mamá consiguió otra entrevista! —Dijo, abrazándolas.

—¡Sabíamos que podías, mamá! —Exclamó Towa, brincando emocionada.

Setsuna sonrió con timidez, pero sus ojos brillaban con alegría. Rin se sentó junto a ella, acariciándole el cabello.

—Mamá, siempre supe que lo harías. —Dijo la pequeña con su voz suave.

Mientras cenaban, la madre de Rin sacó un frasco de medicamentos y le recordó que las pastillas de Setsuna se estaban acabando. Rin asintió, haciendo un esfuerzo por no mostrar preocupación.

—Mañana iré a comprarlas, mamá. No te preocupes. —Respondió, mientras Setsuna la miraba con una sonrisa tranquila.

Setsuna había sido su mayor preocupación desde que nació. La enfermedad congénita en su corazón requería una cirugía costosa. Cuando era un bebé, los médicos recomendaron esperar a que creciera un poco más para que el procedimiento tuviera mayores posibilidades de éxito. Por eso, Rin siempre había sido extremadamente cuidadosa con ella.

Towa, como la hermana mayor, había asumido un rol protector. Siempre estaba pendiente de Setsuna, ayudándola en todo lo que podía. Esa relación especial entre las gemelas era un consuelo constante para Rin.

Esa noche, mientras preparaba su ropa para la siguiente entrevista, Rin miró a sus hijas dormir. Aunque los desafíos eran muchos y las respuestas inciertas, sabía que todo valía la pena por ellas. Con determinación renovada, se prometió seguir luchando por ellas.

Al día siguiente, Rin asistió a la entrevista con una mezcla de nervios y determinación. Desde el primer momento, la exigencia del proceso quedó clara. Los entrevistadores, con miradas analíticas, revisaron minuciosamente su experiencia, cuestionaron su manejo de situaciones laborales complejas y la presionaron sobre su disposición a cumplir con los altos estándares de la empresa. A pesar de las preguntas intensas, Rin mantuvo la calma y mostró con confianza los proyectos que había desarrollado en el pasado. Cuando mencionaron los términos del contrato, su corazón dio un vuelco al escuchar sobre el salario y los beneficios que incluían un seguro médico que podría cambiarlo todo para Setsuna.

Horas más tarde, mientras ayudaba a su madre a preparar la cena, su teléfono sonó. Al responder, escuchó las palabras que tanto había deseado oír: había sido seleccionada. Una alegría inmensa la invadió, y sin pensarlo dos veces, llamó a Ayame para compartir la noticia.

—¡Ayame, lo logré! ¡Me contrataron! —dijo con la voz temblorosa de emoción.

—¡Sabía que podías hacerlo! —respondió Ayame, igual de emocionada—. Kōga estará feliz de saber que su recomendación ayudó.

—Dile que no sé cómo agradecerle. Esto significa todo para nosotras.

Esa misma tarde recibió un correo electrónico con instrucciones para asistir al curso de inducción, que comenzaría a primera hora del día siguiente y duraría una semana. La emoción del logro se mezcló con una nueva preocupación: aún no había encontrado un departamento ni un preescolar para las gemelas. Pensó en pedirle ayuda a su madre, pero sabía que no podía exigir demasiado con sus problemas de salud. Respiró hondo y decidió enfocarse en resolver un problema a la vez.

A la mañana siguiente, Rin llegó puntual al edificio de Taisho Enterprises. Se reunió con los otros cinco seleccionados en una elegante sala de conferencias, donde conocieron a Jakotsu Nara, su jefe de equipo. Jakotsu era un hombre de porte impecable, mirada calculadora y una presencia que imponía respeto. Su reputación como un líder duro pero justo ya era conocida por todos los presentes.

Cuando llegó su turno, Rin se presentó inclinando ligeramente la cabeza.

—Mi nombre es Rin Nishimoto. Espero trabajar duro y aprender de ustedes.

Jakotsu asintió con una leve sonrisa antes de dirigirse al grupo.

—Bienvenidos a Taisho Enterprises. Espero que estén preparados, porque esta semana será crucial. De ustedes seis, solo dos se quedarán.

Las palabras de Jakotsu resonaron en la sala. Rin sabía que no había margen para errores. Los días que siguieron fueron agotadores. Cada tarea requería su máximo esfuerzo: desde analizar estrategias de marketing hasta desarrollar soluciones creativas bajo presión. Aunque volvía a casa exhausta, nunca dejó de esforzarse.

Por las noches, hablaba con Ayame para disculparse por extender su estadía en su casa.

—Lo siento tanto, Ayame. Sé que esto está tomando más tiempo del que había planeado.

—No te preocupes, Rin. —respondía Ayame con su habitual sonrisa tranquila—. Tú concéntrate en asegurar tu lugar. Nosotras estamos bien.

Las palabras de Ayame eran un alivio, pero Rin no podía evitar sentirse un poco culpable. Aun así, cada día encontraba fuerzas al pensar en sus hijas, especialmente en Setsuna. Sabía que este trabajo era su mejor oportunidad para garantizarles un futuro más seguro.

Al final de la semana, los seleccionados fueron llamados uno por uno para escuchar los resultados. Rin estaba nerviosa, con las manos entrelazadas en su regazo mientras esperaba. Cuando Jakotsu pronunció su nombre, sintió que todo el peso de los días anteriores desaparecía de golpe. Había conseguido el puesto.

Esa noche, al llegar a casa, compartió la noticia con su familia.

—¡Mamá, lo conseguí! —anunció con una mezcla de orgullo y alivio.

Su madre la abrazó con fuerza, emocionada.

—Sabía que lo lograrías, hija. Esto es solo el principio.

Las niñas, que habían estado jugando en la habitación, corrieron hacia su madre y la rodearon con abrazos.

—¿Ya tenemos dinero para helados? —preguntó Towa, con una enorme sonrisa.

Rin rió, besando las cabecitas de ambas.

—Sí, mis amores. Pronto todo estará mejor.

Nota. tratare de publicar diario. Voy a dejar que se publiquen solos para las mañanas de estos días de los capitulo que tengo. Denle mucho amor a esta historia ,que la tendremos por estos días y voten por los capítulos.  

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